Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO DÉCIMOCUARTO.

Dispuesta la jornada, llega noticia de que andaban navios en la costa. Parte Cortés a la Vera Cruz, y prende siete soldados de la armada de Francisco de Garay. Dase principio a la marcha, y penetrada con mucho trabajo la sierra, entra el exército en la provincia de Zocothlán.


Sintieron mucho algunos soldados este destrozo de la armada; pero se pusieron facilmente en razon con la memoria del castigo pasado, y con el exemplo de los que discurrian mejor. Tratóse luego de la jornada, y Hernan Cortés juntó su exército en Zempoala, que constaba de quinientos infantes, quince caballos y seis piezas de artillería, dexando ciento y cincuenta hombres y dos caballos de guarnicion en la Vera Cruz, y por su Gobernador al Capitan Juan de Escalante, soldado de valor, muy diligente y de toda su confianza. Encargó mucho a los Caciques del contorno, que en su ausencia le obedeciesen y respetasen como a persona en quien dexaba toda su autoridad: y que cuidasen de asistirle con bastimentos, y gente que ayudáse en la fábrica de la Iglesia, y en las fortificaciones de la Villa: a que se atendia, no tanto porque se temiese inquietud entre aquellos Indios de la vecindad, como por el recelo de alguna invasion o contratiempo de Diego Velazquez.

El Cacique de Zempoala tenia prevenidos doscientos Tamenes, o Indios de carga, para el bagage, y algunas tropas armadas que agregar al exército, de las quales entresacó Hernan Cortés hasta quatrocientos hombres, incluyendo en este número quarenta o cincuenta Indios nobles de los que mas suponian en aquella tierra: y aunque los trató desde luego como a soldados suyos, en lo interior de su ánimo los llevó como rehenes, librando en ellos la seguridad del templo que dexaba en Zempoala, de los Españoles que quedaban en la Vera Cruz, y de un page suyo de poca edad que dexó encargado al Cacique para que aprehendiese la lengua mexicana, por si le faltasen los intérpretes. Adminículo en que se conoce su cuidado, y quánto se alargaba con el discurso a todo lo posible de los sucesos.

Estando ya en orden las disposiciones de la marcha, llegó un correo de Juan de Escalante con aviso de que andaban navios en la costa de la Vera Cruz, sin querer dar plática, aunque se habian hecho señas de paz y diferentes diligencias. No era este accidente para dexado a las espaldas; y asi partió luego Hernan Cortés con algunos de los suyos a la Vera Cruz, encargando el gobierno del exército a Pedro de Alvarado y a Gonzalo de Sandoval. Estaba, quando llegó, uno de los baxeles sobre el ferro, al parecer en distancia considerable de la tierra; y a breve rato descubrió en la costa quatro Españoles que se acercaron sin rezelo, dando a entender que le buscaban.

Era el uno de ellos Escribano, y los otros venian para testigos de una notificacion que intentaron hacer a Cortés en nombre de su Capitan. Trahianla por escrito, y contenia: que Francisco de Garay, Gobernador de la Isla de la Jamayca, con la orden que tenia del Rey para descubrir y poblar, habia fletado tres navios con doscientos y setenta Españoles a cargo del Capitan Alonso de Pineda, y tomado posesion de aquella tierra por la parte del rio de Panúco: y porque se trataba de hacer una poblacion cerca de Naothlan, doce o catorce leguas al poniente, le intimaban y requerian que no se alargáse con sus poblaciones por aquel parage.

Respondió Hernan Cortés al Escribano, que no entendia de requerimientos, ni aquella era materia de autos judiciales: que el Capitan viniese a verse con él, y se ajustaria lo mas conveniente; pues todos eran vasallos de un Rey, y se debian asistir con igual obligacion a su servido. Deciales que volviesen con este recado; y porque no salieron a ello, antes porfiaba el Escribano, con poca reverencia, en que respondiese derechamente a su notificacion, los mandó prender, y se ocultó con su gente entre unas montañuelas de arena, freqüentes en aquella playa, donde estuvo toda la noche, y parte del dia siguiente, sin que se moviese la nave, ni se conociese en ella otro designio que esperar a sus mensageros: cuya suspension le obligó a probar con alguna estratagema si podia sacar la gente a tierra. Y lo primero que le ocurrió fue mandar que se desnudasen los presos, y que con sus vestidos se dexasen ver en la playa quatro de sus soldados, haciendo llamada con las capas y otras señas. Lo que resultó de esta diligencia fue venir en el esquife doce ó catorce hombres armados con arcabuces y ballestas; pero como se retiraban los quatro disfrazados por no ser conocidos, y respondian a sus voces recatando el rostro, no se atrevieron a desembarcar; y solo se prendieron tres que saltaron en tierra mas animosos, o menos advertidos: los demas se recogieron a navio, que con este desengaño levó sus áncoras, y siguió su derrota. Dudó Hernan Cortés al principio si serían estos baxeles de Diego Velazquez, y temió que le obligasen a detenerse: pero le embarazaron poco los intentos de Francisco de Garay mas fáciles de ajustar con el tiempo: y asi volvió a Zempoala menos cuidadoso, y no sin alguna ganancia, pues llevó siete soldados mas a su exército: que donde montaba tanto un Español, pareció felicidad, y se celebró como recluta.

Tratóse, poco despues, de la jornada; y al tiempo de partir se puso en orden el exército, formando un cuerpo de los Españoles a la vanguardia, y otro de los Indios en la retaguardia, gobernados por Mamegí, Theuche y Tamellí, Caciques de la serranía. Encargóse a los Tamenes mas robustos la conduccion de la artillería, quedando los demás para el bagage: y con esta ordenanza, y sus batidores delante, se dió principio a la marcha el día diez y seis de Agosto de este año. Fue bien recibido el exército en los primeros tránsitos, Jalapá, Socochíma y Texuclá, pueblos de la misma confederacion. Ibase derramando entre aquellos Indios pacíficos la semilla de la religion, no tanto para informarlos de la verdad, como para dexarlos sospechosos de su engaño: y Hernan Cortés, viendolos tan dóciles y bien dispuestos, era de parecer que se dexáse una cruz en cada pueblo por donde pasáse el exército, y quedáse por lo menos introducida su adoracion; pero el Padre Fray Bartolomé de Olmedo, y el Licenciado Juan Diaz se opusieron a este dictamen, persuadiendole a que sería temeridad fiar la santa cruz de unos bárbaros mal instruidos, que podrian hacer alguna indecencia con ella, o por lo menos la tratarian como a sus ídolos, si la venerasen supersticiosamente, sin saber el misterio de su representacion. Fue de su piedad el primer movimiento de la proposicion; pero de su entendimiento el conocer sin repugnancia la fuerza de la razon.

Entróse luego en lo aspero de la sierra, primera dificultad del camino de México, donde padeció mucho la gente, porque fue necesario marchar tres dias por una montana inhabitable, cuyas sendas se formaban de precipicios. Pasaron a fuerza de brazos y de ingenio las piezas de artillería, y fatigaban mas las ínclemencias del tiempo. Era destemplado el frio, recios y freqüentes los aguaceros; y los pobres soldados, sin forma de abarracarse para pasar las noches, ni otro abrigo que el de sus armas, caminaban para entrar en calor, obligados a buscar el alivio en el cansancio. Faltaron los bastimentos, última calamidad en estos conflictos, y ya empezaba el aliento a porfiar con las fuerzas, quando llegaron a la cumbre. Hallaron en ella un adoratorio y gran cantidad de leña; pero no se detuvieron, porque se descubrian de la otra parte algunas poblaciones cercanas, donde acudieron apresuradamente a guarecerse, y hallaron bastante comodidad para olvidar lo padecido.

Empezaba en este parage la tierra de Zocothlán, provincia entonces dilatada y populosa, cuyo Cacique residía en una ciudad del mismo nombre situada en el valle donde terminaba la sierra. Dióle cuenta Hernan Cortés de su venida y designios, haciendo que se adelantasen con esta noticia dos Indios Zempoales que volvieron brevemente con grata respuesta: y tardó poco en descubrirse la ciudad, poblacion grande que ocupaba el llano suntuosamente. Blanqueaban desde lejos sus torres y sus edificios: y porque un soldado Portugués la comparó a Castilblanco de Portugal, quedó unos dias con este nombre. Salió el Cacique a recibir a Cortés con mucho acompañamiento; pero con un género de agasajo violento, que tenia mas de artificio que de voluntad. La acogida que se hizo al exército fue poco agradable, desacomodado el alojamiento, limitada la asistencia de los víveres, y en todo se conocia el poco gusto del hospedage; pero Hernan Cortés disimuló su queja, y reprimió el sentimiento de sus soldados, por no desconfiar aquellos Indios de la paz que les habia propuesto, quando trataba solo de pasar adelante, conservando la opinion de sus armas, sin detenerse a quedar mejor en los empeños menores.

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