Indice de Memorias de un socialista revolucionario ruso de Boris SavinkovLIBRO SEGUNDO - capítulo segundo - Sexta parteLIBRO SEGUNDO - Capítulo segundo - Octava parteBiblioteca Virtual Antorcha

Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO SEGUNDO
LA ORGANIZACIÓN DE COMBATE
SÉPTIMA PARTE


En Ginebra vi a Gotz, el cual seguía enfermo en la cama. Gotz escuchó atentamente mi relación sobre el estado de cosas en la Organización de Oombate, y me dijo que el texto de la carta aludida le había sido ya mandado de Petersburgo. Me preguntó lo que pensaba a propósito de dicha carta:

- ¿Qué pienso? Nada.

- ¿Y Tatarov?

Le dije que le conocía desde hacía mucho tiempo y que no podía admitir la idea de que fuera un confidente.

Gotz se quedó un rato pensativo.

- A mi juicio -dijo lentamente-, la carta es indudablemente de origen policíaco. Hay ahí una intriga. Por otra parte, me parece que en el partido hay un confidente. De otro modo, ¿cómo explicar la vigilancia ejercida en Nijni?

- ¿Qué piensa usted? -le interrumpí.

No contestó en seguida. Finalmente dijo:

- A juicio mío, hay que hacer una indagación.

En aquella época Tatarov vivía en París. Había emprendido en Rusia la publicación legal de los artículos insertos en La Rusia Revolucionaria y hecho aparecer ya un anuncio en los periódicos rusos.

En dicho anuncio se citaban los nombres de Gotz, Schischko, Chernov, Minar, Bach y otros socialistas-revolucionarios destacados. Esta enumeración de nombres no podía hacer más que perjudicar, llamando la atención de los lectores y de la censura. Tatarov no podía ignorarlo.

Gotz no era el único que consideraba de un modo sombrío el estado de cosas del partido. Eran muchos los que tenían la sensación de la existencia de un confidente. A no pocos les inmutaba asimismo que en la carta citada se aludiera a Tatarov. Este produjo mala impresión a la mayoría de los compañeros que se hallaban en el extranjero, aunque, naturalmente, no había motivo alguno todavía para acusarlo.

A pnncipios de septiembre Gotz reunió a los miembros del Comité Central y los elementos afines al mismo que se hallaban en Ginebra. Asistían a dicha reunión Minor, Chernov. Tiuchev, yo y algunos otros compañeros, Gotz, al abrir la sesión, dijq:

- He reflexionado mucho. La situación es muy seria. Me parece que debemos adoptar el único punto de vista revolucionario: para nosotros no puede haber nombres ni prestigios. El partido está en peligro; por esto debemos partir de esta situación extrema, Admitamos que cada uno de nosotros es sospechoso. Empiezo por mí. Mi vida es conocida. ¿Quién puede objetar algo?

Después se oetuvo en la vida de cada uno de los asistentes y preguntó:

- ¿Hay alguno de vosotros que sospeche concretamente de alguien?

Se levantó Chernov, que habló profusa y ardientemente, demostrando que, a su juicio, era sospechoso N., persona de opiniones independientes y quP había adoptado actitud de oposición Al Comité Central, pero Que era conocida de toOo el mundo y se hallaba, indudablemente, por encima de toda sospecha. Cuando Chernov terminó su discurso, todos los reunidos, empezando por él, se pusieron a reír. Hasta tal punto la acusación contra N. era inverosímil.

Cuando se hizo el silencio, Gotz di]o:

- No quiero decir nada malo, pero tampoco quiero ocultar mis sospechas. TaTárov, según mis cálculos, ha gastado para su editorial más de cinco mil rublos en seis semanas. ¿De oónde ha sacado este dinero? No tenía ni sumas oel partido ni personales; si hubiera recibido suhsidios ae alguien, debería haberlo comunicado al Comité Central. Le pregunté de dónde babía sacado el dinero, y me contestó que el conocido hombre público ChRrnoluski le había dado quince mil rublos. No oculto que empiezo a dudar de esto.

Todos escuchamos a Gotz atentamente.

Después de una breve pausla prosiguió:

- Así, pues, esa editorial no está garantizada mRterialmente. Por lo menos, no creo que Charnoluski pueda tener tanto dinero o que haya recibido subsidios tan considerables para un asunto editorial, con tanto mayor motivo que lo emprende un hombre poco conocido en los medios literarios como Tatarov. Pero esto no es todo: su editorial está excesivamente garantizada desde el punto de vista de la censura. Tatarov es un hombre práctico e inteligente. ¿Cómo interpretar su declaración impresa a propósito de mi participación, de la de Chernov, de la de Minor? Una declaración así ha de echarlo todo a perder. El papel de Tatarov es oscuro para mí, y por esto deseo que se aclare. ¿Cómo aclararlo? Propongo mandar a Petersburgo a alguien con misión especial de preguntar a Charnoluski si dió dinero a Tatarov, y, en caso afirmativo, en qué cuantía. Si Tatarov me dijo la verdad, retiro mis palabras. En todo caso, no arriesgamos nada.

Todos los asistentes se mostraron de acuerdo con Gotz, y se decidió inmediatamente mandar a Petersburgo a A. A. Argunov, miembro del Comité Central. Argunov se fue a Petersburgo y se presentó a Charnoluski. Este le dijo que no sólo no había dado dinero a Tatarov, sino que ni tan siquiera se lo había prometido. Además se asombró de qJle Tatarov hiciera uso de su nombre.

Durante la ausencia de Argunov, Tatarov llegó a Ginebra. Gotz insistió en que se le siguieran los pasos. Me encargué de ellQ yo, y me ayudaron Alexandre Guriávich y Vasili Sujomlin. Nuestra observación no dió ningún resultado; pero, en cambio, Tiuchev y Chernov consiguieron constatar casualmente que Tatarov había dado una dirección falsa al Comité Central. En el hotel que indicó no estaba.

Dos semanas después, regresó Argunov y nos transmitió la respuesta de Charnoluski.

Tatarov no había dicho la verdad a Gotz.

Entonces, por iniciativa de este último y por resolución del Comité Central, fue elegida una Comisión para indagar el asunto, formada por Bach, Tiuchev, Chernov y yo.

Tatarov no sospechaba nada. Reanudó sus antiguas relaciones conmigo. Venía a mi casa y me hacía muchas preguntas sobre la Organización de Combate. Yo no contestaba, arguyendo el secreto profesional. Se interesabá asimismo por los asuntos de mis parientes, por su posible participación en la revolución. Yo me salía del paso basándome en que lo ignoraba. Me preguntó varias veces si en Rusia se me había seguido. Le contesté que hacía mucho tiempo que no había salido de Ginebra.

No sólo iba a mi casa. En GInebra interrogaba a todo el mundo y a propósito de todo. Se le tenía confianza. El Comité Central no dejaba traslucir sus sospechas, lo cual era necesario, pues, naturalmente, era posible el error.

Tatarov se disponía a marcharse a Rusia, y como despedida decidió ofrecer una comida a los compañeros. En dicha comida había mucha gente, entre ella Chernov y yo. Tatarov estaba animado y alegre. Los compañeros que ignoraban la acusación que pesaba sobre él le deseaban éxito en Rusia. Después de la comida, cuando los invitados empezaban a marcharse, Chernov y yo nos acercamos a Tatarov.

- ¿Cuándo quiere usted marcharse?

- Esta noche.

- Esta noche es imposible.

Tatarov preguntó rápidamente:

- ¿Por qué?

- El Comité Central tiene que examinar un asunto con usted.

- Pero yo tengo que marcharme. ¿Qué asunto?

- Tenemos la misión de pedirle a usted que se quede.

Tatarov se encogió de hOmbros.

- El Comité Central se lo pide.

Nuevamente se encogió de hombros.

-Está bien, me quedo. Pero es extraño ... ¿Por qué no me han advertido ustedes antes?

Al día siguiente se celebró en Ginebra, en el domicilio de O. O. Minar, la primera reunión de la Comisión mencionada más arriba. Dijimos a Tatarov que el Comité Central estaba ocupado en la revisión de los asuntos del partido. Por encargo suyo pedimos que nos aclarara el estado de la nueva editorial desde el punto de vista financiero y de ]a censura, pues el Comité Central deseaba tomarla' bajo su dirección. Tatarov contestó que el dinero, 15.000 rublos, lo habla recibido en calidad de subsidio de Charnoluski, que este mismo, así como el editor de Kiev, Tsitron, habían prometido seguir ayudándole.

El interrogatorio lo llevaba. Chernov. Sin hacer ninguna objeción a Tatarov, le preguntó a propósito de su dirección en Ginebra.

Se desarrolló el siguiente diálogo:

CHERNOV.- Dice usted que se hospeda en el Hotel des Voyageurs. ¿Con qué nombre?

TATAROV.- Plevinski.

CHERNOV.- ¿Cuál es el número de su cuarto?

TATAROV.- Me parece que el 28.

CHERNOV.- Nos hemos informado. Ni en el número 28 ni en el Hotel des Voyageurs, en general, vive ningún Plevinski.

TATAROV.- Me he equivocado. Vivo en el Hotel de Inglaterra.

CHERNOV.- ¿Con el nombre de Plevinski?

TATAROV.- No me he inscrito todavía.

CHERNOV.- ¿Cuál es el número de su habitación?

TATAROV.- No lo recuerdo.

CHERNOV.- Hemos preguntado también en el Hotel de Inglaterra. Usted no está allí.

TATAROV.- No me acuerdo del nombre del hotel. Es posible que no sea el Hotel de Inglaterra.

CHERNOV.- Recuérdelo usted bien.

TATAROV.- No me acuerdo.

CHERNOV.- ¿En qué caIle está el hotel?

TATAROV.- No lo recuerdo.

CHERNOV.- Muy bien. Escribiremos en el acta: No racuerda el nombre del hotel, ni de la calle, ni el número de la habitación, y todavía no tiene apellido.

Después de un prolongado silencio, Tatarov dice:

- Os he engañado.

CHERNOV.- ¿Por qué?

TATAROV.- No somos unos niños. Vivo con una mujer. Al ocultar mi dirección, defiendo su honor. Por lo demás, si queréis, os diré Su nombre.

CHERNOV.- No.

Tatarov está agitado. Sus respuestas son cada vez más extrañas.

CHERNOV.- Diga usted, ¿en qué forma está garantizada su editorial, por lo que se refiere a la censura?

TATAROV.- Me ha prometido su protección una persona influyente.

CHERNOV.- ¿Quién?

TATAROV.- Un príncipe.

CHERNOV.- ¿Qué príncipe?

TATAROV.- Uno.

CHERNOV.- Le pedimos a usted que nos diga su nombre.

TATAROV.- ¿Por qué? He dicho que se trata de un príncipe, y basta.

CHERNOV.- Por decisión del Comité Central le proponemos que nos diga su nombre.

TATAROV.- Está bien; es el marqués ...

CHERNOV.- ¿Marqués?

TATAROV.- Marqués o príncipe, lo mismo da. Además, ¿qué necesidad tenéis de conocer su nombre?

CHERNOV.- El Comité Central le ordena que nos lo diga.

TATAROV.- El marqués Kutaisov.

CHERNOV.- ¿El padre o el hijo?

TATAROV.- El hijo.

CHERNOV.- ¿Conocía usted a Kutaisov hijo?

TATAROV.- .

CHERNOV.- ¿Dónde trabó usted conocimiento con él?

TATAROV.- En casa de su padre.

CHERNOV.- ¿En Irkuts o en Petersburgo?

TATAROV.- En Petersburgo.

CHERNOV.- ¿Visitaba usted la casa de Kutaisov en Petersburgo?

TATAROV.- .

CHERNOV.- ¿Qué hacía usted allí?

TATAROV.- Le conocía de Irkuts, donde más de una vez tuve la ocasión de hacer gestiones cerca de él en favor de los compañeros.

CHERNOV.- Sí; pero ¿por qué reanudó usted estas relaciones en Petersburgo?

Tatarov guardó silencio.

CHERNOV.- Usted frecuentaba la casa de Kutaisov sin comunicarlo al Comité Central. ¿Sabe usted que el partido hubo un tiempo en que preparaba un atentado contra él?

Tatarov sigue callado.

CHERNOV.- Así, pues, resulta que Kutaisov simpatiza con la revolución, puesto que ha prometido a usted su ayuda. ¿Es así?

Tatarov no contesta.

CHERNOV.- Debo decirle que nos ha engañado, no sólo por lo que se refiere a la dirección. Charnoluski no le ha dado a usted ni un céntimo, ni se lo ha prometido. El nombre de Teitron lo oyó usted por primara vez de labios de Minor y por esto no podía estar en relaciones con él.

TATAROV.- No, Charnoluski me ha dado 15.000 rublos.

CHERNÓV.- No discuta usted. Está probado que no ha recibido usted dinero de él.

TATAROV.- Es un error. Lo he recibido.

CHERNOV.- Uno de los miembros del Comité Central ha visitado a Charnoluski en Petersburgo. Usted no ha recibido dinero de él.

Después de vacilar largo rato, Tatarov dice:

- Os he engañado. El dinero me lo dió mi padre.

CHERNOV.- ¿Cuánto?

TATAROV.- Diez mil rublos.

CHERNOV.- ¿Es que su padre es rico?

TATAROV.- Tomó dinero prestado para mí.

CHERNOV.- ¿Puede usted demostrarlo?

TATAROV.- Presentaré un documento firmado por él.

CHERNOV.- ¿Por qué no nos ha dicho usted en seguida que el dinero se lo había dado su padre? Nos hubiéramos contentado con esta respuesta.

TATAROV.- Mi padre no simpatiza con la revolución. Yo no quería recordar su nombre aquí ... Pero, ¿de qué me acusáis?

CHERNOV.- Usted mismo lo sabe.

TATAROV.- No lo sé.

TIUCHEV.- De traición.

CHERNOV.- Será mejor que lo confiese usted todo. Esto nos librará de la necesidad de desenmascararle.

Tatarov no contesta. El silencio se prolonga durante unos diez minutos. Lo interrumpe Bach.

BACH.- A Degalev se le pusieron determinadas condiciones. ¿Quiere que hagamos lo mismo con usted?

Tatarov no contesta. El silencio se prolonga otros diez minutos. Durante este tiempo, Tatarov, sentado, tiene los brazos sobre la mesa y la cabeza entre las manos. Finalmente levanta los ojos:

TATARov.- Podéis matarme. No temo la muerte. Podéis obligarme a matar; pero os doy mi palabra de honor de que no soy culpable.

El interrogatorio se prolongó todavía unos dias más. Se averiguó que Tatarov, primero, supo por A. V. Yakimova en Minsk que en el verano de 1905 tenían que reunirse los miembros de la Organización de Combate en Nijni-Novgorod; segundo, se enteró de la dirección en Petersburgo de Volóschenko-Ivanóvskaya, en vísperas de la detención del 17 de marzo; tercero, tuvo una entrevista con Novomeiski y el ex miembro de La Libertad del Pueblo, Fridenson, días antes de la detención del prlmero; cuarto, se vió con Rutenberg en vísperas de la detención de éste en Petersburgo (junio de 1905) y muchos otros detalles.

Todos estos detalles carecían a nuestros ojos de gran importancia. El carácter general del interrogatorio era siempre el mismo. Tatarov incurria constantemente en falsedad.

En dos ocasiones intentamos aclarar su papel fuera de las reuniones de ]a Comisión. Primeramente Chernov y después yo, le visitamos particularmente en el hotel.

Cuando entré en la habitación, Tatarov estaba sentado en un sillón y se cubría el rostro con las manos. No nos saludamos, no se volvió hacia mí. Le dije que conociéndole hacía mucho tiempo no podía creer en su traición, que le defendería con placer en la Comisión, que el carácter de sus declaraciones me privaba de esa posibilidad, y le pedla me ayudara a aclarar lo mucho incomprensible que había en su conducta.. Le dije asimismo que sólo una sinceridad completa por su parte podia dar al asunto una solución favorable.

Tatarov callaba sin apartar las manos del rostro. Por las sacudidas de su espalda vi que lloraba.

Finalmente, dijo:

- Cuando hablo con vosotros, me siento un canalla. Cuando estoy solo, mi conciencia está limpia.

No pude obtener nada más de él.

Chernov no tuvo más éxito.

En vez del prometido documento, Tatarov presentó a la Comisión un pedazo de papel, en el cual estaba escrito aproximadamente lo que sigue:

Querido hijo:

Te di diez mil rublos. Tu padre, Y. Tatarov.

La Comisión, después de examinar los materiales de que disponía, tomó unánimemente la siguiente resolución:

Considerando que:

1) Tatarov ha engañado a sus compañeros de causa en asuntos relativos a la misma.

2) Tenía relaciones personales con el marqués de Kutaisov, no las ha utilizado para fines revolucionarios y ni tan siquiera comunicó estas relaciones al Comité Central.

3) No ha podido explicar el origen de sus considerables recursos.

Decide eliminar a Tatarov de todas las instituciones y Comités del partido y continuar la indagación.

Gotz aprobó esta resolución. Todos los miembros de la Comisión estaban persuadidos de que Tatarov se hallaba en relaciones, cuyo carácter y fin se desconocían, con la policía. Por esto, no se podía pensar por el momento en quitar la vida a Tatarov.

Sin embargo, muchos compañeros manifestaron su descontento por nuestra resolución. A su juicio, la culpabilidad de Tatarov estaba demostrada.

Este se marchó a Rusia. Desde Berlín mandó a la Comisión varias cartas en las cuales intentaba explicar su conducta.

No os podéis imaginar -nos decía- lo terrible que es la acusación que formuláis para un hombre que, a excepción de tener tres años de prisión en tres veces y del primer año medio de deportación, durante los ocho años y medio restantes de su actuación revolucionaria, ha venido dedicándose constantemente a una difícil labor revolucionaria, que lo era todo para él. Ahora me proponía dedicarme enteramente a la actuación, y he aquí que recibo este golpe. No puedo decir nada, no puedo escribir. No hago más que enumeraros hechos escuetos, y vosotros mismos decidiréis en consecuencia:

La imprenta de lrkuts la instalé yo y la dirigí solo, con gran riesgo y éxito positivo, hasta el momento mismo de mi partida, esto es, hasta fines de enero de 1905; por consiguiente, no había nada contra mí.

No tengo culpabilidad ninguna por lo sucedido el 17 de marzo, puesto que no conocía a nadie, a excepción de P. I. (1), el cual no me informó de nada. Por lo que se refiere a Novemeiski, no sospechaba que interviniera en asuntos revolucionarios. Por lo tanto, no se puede hablar de mi responsabilidad por lo acaecido en marzo.

En Odesa estuve a mediados de junio, unos días antes de los sucesos del Potemkin; asistí a las reuniones del Comité Central. Me veía con todos los militantes principales, conocía el papel de cada uno de ellos, aunque no estuviera al corriente de los asuntos ... y no se puede ni tan siquiera pensar que haya podido perjudicar a nadie.

Finalmente, ya en el extranjero, Minor y Kovarski han visto de cerca cómo todo mi tiempo estaba absorbido por los asuntos editoriales. No trabaja y no se conduce así un homhre que traiciona al partitio.

... Podéis comprobar todas estas circunstancias, y estáis obligados a hacerlo, si no en mi interés en el vuestro.

El hecho de que en la acusación se recuerde una serie de circunstancias, nombres y hechos muy importantes y completamente desconocidos por mí, y de que en ciertas denuncias figure mi nombre y a veces se calle modestamente, me lleva a la convicción de que hay una persona que conoce de un modo más profundo e inmedIato que yo los asuntos del partido, y que para desviar la atención ha intentado arrojar la sombra encima de otro (naturalmente, no sospecho aquí del Comité Central). Como sea que mis relaciones con Kutaisov, si se quiere, pueden ser Interpretadas en varios sentidos, el procedimiento no estaba mal escogido.

No tengo, no hay en mi conciencia ningún pecado contra la revolucIón, ni contra nuestro partido. Os lo digo abiertamente, por doloroso que sea justificarse.

Como conclusión os digo: sé que esta carta seguramente no disipará vuestras sospechas. Os pido un favor: no os apresuréis a cubrirme de oproblO, dadme un plazo para que el tiempo y las circunstancias puedan rehabilitarme completamente. Ayudadme vosotros mismos en este sentido.

Lo único que puedo hacer después de estos días terribles que he vivido, es lo siguiente: abandonar la revolución, no ver a nadie, consagrar todas mis fuerzas a la realización de un acto terrorista, sin el apoyo ni partiClpación de nadie. Si abrigáis una mayor confianza en mi después de esta carta y accedéis a contribuir a mi rehabilitación, me apartaré, sin embargo, de la gente y de la actuación, puesto que ahora me es imposible vivir y militar con los demás.

En otra carta, Tatarov decía:

... No olvidéis que he pasado muchos años con mi familia, infinitamente lejana y hostil por sus convicciones, a la cual, sin embargo, estaba estrechamente unido por el cariño. Durante mucho tiempo tuve que realizar una actuación revolucionaria en la atmósfera de esta familia, he tenido que engañar, disimular, callar, a fin de que no supieran nada. Tuve que salir de esta atmósfera para pasar a una situación ilegal, y, durante un año y medio, mantener el engaño de que no me dedicaba al trabajo revolucionario, y de que estudiaba en el extranjero. Sería necesario reunir centenares de casos, de pequeñeces, de esa prolongada vida dual, para comprender hasta qué punto el silencio, la disimulación, la mentira se habían incrustado en el espíritu. Pero no es difícil comprender que todos estos defectos personales, sobre todo dolorosos para mí, eran el resultado de que, por queridos que me fueran personalmente algunos de mis allegados, la revolución fuese para mí algo sagrado, superior a la vida, superior a todo y en aras de la cual no existía para mí la persona y no tenían importancia los afectos personales. Una labor cODspirativa prolongada y dolorosa no ha podido atenuar estos rasgos peculiares de mi carácter. Muchos de los duros golpes personales recibidos no han hecho mÚs que acentuarlos. La desconfianza en la gente, una reserva excesiva, se han convertido en mis peculiaridades fundamentales. A menudo no he dicho la verdad (no en los asuntos revolucionarios), pero me ha parecido siempre que no es perniciosa la mentira resultando del hábito de la conspiración y de una reserva sencillamente morbosa. Cuando se me preguntaba algo que significara una intromisión, por insignificante que fuera, en los asuntos revolucionarios, o en mi vida personal, estaba siempre dispuesto a no contestar, a hacerlo de una manera evasiva o a no decir la verdad. Pero no recuerdo ningún caso en que la mentira tuviera un carácter nocivo o que hiciera uso de ella en la actuación revolucionaria. Admito que esto no está bien, pero el Único que sufría de ello era yo. Graciaa a estas cualidades, no he conocido nunca lo que se llama vida personal. Fuera de la revoluciÓn. nada hn iluminado mi vida. Pero si a veces no he dichó la verdad, no he sabido ir por caminos torcidos, no he sabido ser hipócrita ... No me causaban ningún temor las relaciones con Kutaisov, como no me lo producen las que pudiera tener con cualquier otra persona de posición el€vada. Vivía hasta tal punto con el pensamienlo de la revolución, que ninguna relación personal podia humillarme. Al entablar esta relación creí siempre qne no debía rehuir lo que un día u otro podría ser ventajoso para la causa. No buscaba esas relaciones, pero no las rehuía. Una sola idea dirigía consciente o inconscientemente todos mis actos: el bien de la causa revolucionaria. no conocía el interés personal y no me humillaba; al contrario, loo decía todo sin embages, y no faltaba quien se justificara ante mi (Kutaisov) ... Cunando emprendía un asunto me consagraba a él enteramente, y había adquirido el convencimiento de que una vez iniciada una obra,se puede siempre llevarla a cabo. Así emprendí en Irkuts la instalación de la imprenta en un mes, a pesar de que no tenía ni gente ni nada. Así he trabajado siempre. En lo que se refiere a la editorial, en mes y medio he sentado las bases de una gran obra, y tenía asegurado no sólo el primer paso, sino también el segundo. Me asombra que no veais todo esto. Os ruego tambjén que no os sorprendáis de que haya muchas cosas que no pueda recordarlas exactamente. He tenido siempre muy mala memoria, a no ser la profesional, esto es, para los asuntos revolucionarios que era necesario recordar. Y a menudo he sido muy distraído.

Estas cartas no nos aclaraban nada.

El acta del interrogatorio está concebida así:

La base material de la empresa de lTatarov es una suma de diez mil rublos tomados a préstamo por su padre y después la promesa de apoyo material por parte de Charnoluski, en proporciones que en el lnterrogatorio no se han podido precisar. En general, el aspecto formal de la situación de Charnoluski en la editorial no ha sido definido; del interrogatorio resultaba únicamente que se ponía por entero a disposición de la editorial y se manifestaba propicio a participar en la dirección. Durante estos últimos tiempos, Tatarov se ha puesto en relación, por mediación de B., con un capitalista. de Odesa (2), el cual ofreció un capital para una editorial de este género; pero hasta ahora no se ha recibido ninguna contestación de él. Se habla también de negociaciones con una persona adinerada de Kiev. El anunclo de la editorial fue mandado a El Hijo de la Patria (Syn Otechestva), mientras que se proponía simultáneamente a Charnoluski suprimir su dirección si lo consideraba necesario. Con respecto al texto definitivo del anuncio, Tatarov no consultó con nadie. La editorial la consideraba como cosa del partido únicamente por su contenido, pero la estimaba puramente personal desde el punto de vista de organización. En cuanto a las relaciones susceptibles de ayudar a que las publicaciones pasaran por la censura, Tatarov confiaba en la mediación de Charnoluski y del hijo de Kutaísov, con el cual se veía en Petersburgo (y no habló de este asunto). A Kutaísov padre le conoció en lrkuts, donde frecuentaba su casa. El padre le puso en relación con el hijo en Petersburgo.

Tatarov fue oficialmente incluído en el Comité Central en Odesa en una reunión a la cual asistían P. I. (3), L. (4) y P (5). Del primero recibió todos los santo y seña y la cifra.

Por lo que se refiere a la afirmación de Charnoluski de que ni él ni nadie por su mediación tomó parte alguna, ni aún en forma de promesa, en el asunto, y de que su participación se limitó exclusivamente a su disposición a ayudar con algunas indicaciones técnicas y varios consejos, etc., etc., Tatarov afirma que de todas las conversaciones y cartas sacó, por el contrario, la convicción de que Charnoluski se ponía completamente a la disposición de la editorial. Basándose en ello, Tatarov había juzgado posible dirigirse a él con la demanda de que contribuyera a cubrir los gastos efectuados si fuera neoosario.

Tatarov no recuerda ahora en detalle las conversaciones con A. Recuerda únicamente que éste le habló de la posibilidad para el Comité de Petersburgo de realizar un atentado contra Trepov. En aquella época, Tatarov sostuvo, como siempre, el punto de vista de que el Comité local no debía ocuparse de empresas tales como un atentado contra Trepov o contra el zar, puesto que esto era cOsa de la Organización de Combate, y por tal razón no podía dar su conformidad a ello ni en nombre propio ni en el del Comité Central.

Tatarov sabe ahora que Novomeiski vivía en el mismo sitio que Ivanóvskaya, pero ignora concretamente dónde. No puede decir de una manera fija cómo se enteró de ello, no reouerda la época en que lo supo, ni las personas que se lo dijeron, ni la localidad en que se enteró de ello (cree que en Petersburgo, Yalta o Kíev). Tatarov se hallaba en Petersburgo casi al mismo tiempo que la hermana de Novomeiski, aproximadamente en junio. En aquel periodo no mantenía ninguna negociación ni relaciones revolucionarias prácticas con Novomeiski, pero F. (6), en presencia de Tatarov, sostuvo una oonversación de este género con Novomeiski: primero, sobre las relaciones entre la organización Renacimiento (Bozrojdénie) y el partido de los socialistas revolucionarios; segundo, Novomeiski decía que tenía la posibilidad de procurarse dinamita en Siberia. Tatarov no prestó mucha atención a esta conversación y desconoce sus detalles. Ignora si condujo o no a un resultado positivo. No recuerda si Novomeiski dijo que vivía en el mismo sitio que Ivanóvskaya, pero le parecía que no. A Tatarov le quedó la impresión de que F. no sabía dónde vivía dicha compañera. Le parece que F. fue a ver a Novomeiski.

Uno o dos días después de la partida de P., Tatarov llegó a Petersburgo con T. y se enteró, le parece, de que Ivanóvskaya se hallaba en el domicilio de P. V. (7). Tatarov sabe por el Cojo (8) que éste trajo dinamita de Siberia a Nijni, del depósito de I., si no recuerda mal. Le parece asimismo que el Cojo decía que había traído el sello para atestiguar la recepción de la dinamita. (Esto era aproximadamente a fines de junio).

En Kiev, poco tiempo después de las detenciones del 17 de marzo, llegó a Tatarov el rumor de que entre los detenidos había alguno que se había ido de la lengua. Oyó hablar de esto en los medios revolucionarios, péro no recuerda quién lo decía.

Yakímova dijo que se preparaba para ir pronto a Nijni y verse allí con Valentín y con alguien más. aún Pavl Ivanóvisch, si no recuerda mal, y que se hablaría de la posibilidad de convocar un congreso general del partido (esto era en junio), después que ella hubiera recorrido algunos sitios (Tatarov, a excepción del Cáucaso y de Odesa, no sabe cuáles). Sabe también que antes Iakímova había estado en Kiev, en Nijni, en Moscú. Esta conversación tuvo lugar en Petersburgo.

Iakímova decía que cada uno de los convocados disponía de fuerzas y relaciones que no habían sido utilizadas y eran desconocidas de los demás. Por esto se decidió convocar la reunión de Nijni, elaborar un plan y, entre otras cosas, examinar la cuestión de un congreso (de representantes de las distintas localidades).

De Unterberger, Iakímova. no dijo nada.

Tatarov, en Ginebra, vivía en el Hotel des Voyageurs o en el Hotel des Etrangers, que se halla no lejos de la estación, pero no al lado de la misma., Es un hotel situado en la calle que va a la derecha de la rue IVfont-Blanch, antes de llegar a Correos, en el núm. 28, parece ser. El hotel está situado a la izquierda de la calle; vivió en el mismo, sin inscribirse, dos o tres días.

Después de preguntar las causas por las cuales dichos datos se hallan en completa contradicción con las indicaciones dadas por Tatarov a tres personas distintas respecto a su dirección, este explicó que, a consecuencia de motivos de carácter puramente íntimos, si bien desde un principio vivió sólo en el Hotel de Inglaterra dió una dirección falsa, a fin de evitar preguntas a las que no era cómodo responder.

Mucho más tarde, ya en Rusia, se supieron los hechos siguientes:

En virtud del manifiesto del 17 de octubre, fue puesto en libertad Rutenberg. Este contó que poco antes de su detención había tenido una entrevista con Tatarov en Petersburgo. Al despedirla, Tatarov propuso que se vieran nuevamente dos días después, señalándole a este objeto un domicilio. Rutenberg pasó estos dos días en Finlandia y no tuvo ninguna relación con los compañeros. El día convenido, por la mañana, llegó a Petersburgo, y desde la estación se fue a ver a su amigo A. F. Sulima-Samuilo, en cuya casa tenía la maleta. Rutenberg se cambió el traje, tomó la llave de su maleta y a la hora convenida se presentó en el sitio de ]a entrevista.

En el domicilio indicado por Tatarov no encontró a nadie. Salió de nuevO a la calle y observó que la casa estaba rodeada por la policía. Dos horas después era detenido en el campo de Marte. Al cachearle, se le encontró la llave. Sulima-Samuilo suponía, no sin fundamento, que en caso de que se le hubiera vigilado, la policía no hubiera perdido de vista la maleta. Es poco verosímil que hubiera dejado de hacerlo. Era de suponer que los agentes habían recibido indicaciones precisas respecto dónde y cuándo podían detener a Rutenberg.

Al comparar la relación de Rutenberg con la de Tatarov, resultó que este último no había dicho la verdad.

Eran más importantes las comunicaciones hechas por Novomeiski. Este no era miembro del partido de los socialistas revolucionarios, no había tomado parte en la actuación de la Organización de Combate ni prestado ningún servicio a la misma.

Yo no le conocía. Detenido y encerrado en ia fortaleza de Pedro y Pablo por el asunto del 17 de marzo, al ser puesto en libertad, en virtud del manifiesto del 17 de octubre, declaró que las preguntas que le formularon los gendarmes le sugirieron algunas sospechas. Sus relaciones con la Organización de Combate se reducían a lo siguiente: en una entrevista celebrada en el restaurante Palkin, propuso, por mediación de Tatarov y Frindenson, suministrar una cierta cantidad de dinamita de Siberia. No estaba presente nadie más durante la conversación. Núvomeiski no tuvo tiempo para suministrar la dinamita, los gendarmes estaban al corriente de la conversación en sus detalles más insignificantes. Incluso el orden en que fueron hechas las preguntas correspondía al de la conversación. Era indudable que la policía había sido informada por un colaborador secreto.

Las condiciones en que tuvo lugar la entrevista, excluía toda posibilidad de que la conversación hubiera sido oída. Fridenson era un hombre demasiado conocido y un viejo militante de reputación intachable. No se podía sospechar de él. La sospecha caía, naturalmente, sobre Tatarov. Es más, Novomeiski declaró que en la fortaleza le presentaron a un hombre para que le reconociera. No tuvo tiempo de verle el rostro, pero la figura le recordó a fatarov. Novomeiski añadía a esto que si no hubiera sabido que Tatarov se hallaba en el extranjero en aquellos días, habría asegurado que era él.

Nos informamos: en aquellos días Tatarov estaba todavía en Petesburgo.

Fridenson decidió aclarar el asunto. La sospecha no podía alcanzarle, pero así y todo consideraba que su honor había sido puesto en entredicho. Junto con su antiguo compañero Krillo, se fue a Kiev, donde vivía en aquel entonces Tatarov. Frldenson le dijo que la policia estaba al corriente de la conversación sostenida con Novomeiski en el restaurante Palkin, que Novomeiski evidentemente no podía ser culpable, y que, por lo tanto, la culpa había de ser de uno de ellos dos, y. finalmente, propuso a Tatarov que se explicara. Este comunicó lo siguiente:

A fin de defender su honor de las acusaciones que se le hacían, decidió recurrir a informaciones de primera mano. Su hermana estaba casada con el comisario de policía Semenov. Este le prometió enterarse en el departamento de policía de los agentes secretos que había en el partido de los social revolucionarios. Esto lo hizo por mediación de un cierto Ratáiev, ex ayudante de Rachkovski. Resultó que la policía tenía, en efecto, un agente en los organismos centrales del partido. Este agente era Azev, sobre el cual caía la responsabilidad por todas las detenciones, las del 17 de marzo inclusive. Tatarov había sido objeto de una calumnia.

Esta explicación pareció inverosímil a muchos.

Era poco verosímil que un comisario de policía pudiera estar al corriente de los secretos del departamento. Lo era también que un miembro del Comité Central que tuviera relaciones con la policía, no sólo no las utilizara en beneficio del partido, sino que ni tan siquiera diera cuenta de las mismas a nadie. Finalmente, era inverosímil que un compañero pudiera defenderse a base de acusar de traición a uno de los jefes del partido.

Todas estas circunstancias persuadieron a Chernov, a Tiuchev y a mí de que Tatarov era un traidor.

El cuarto miembro de la Comisión, compañero Bach, estaba en el extranjero.

Propuse al Comité Central encargarme de organizar la ejecución de Tatarov. Lo hice por dos motivos. Consideraba, en primer lugar, que Tatarov había causado perjuicio a la Organización de Combate, y, por ende, a todo el movimiento terrorista de Rusia. Fue él quien denunció a Novomeiski a la policía, y con ello, a Ivanóvskaya (Ivanóvskaya vivía en el mismo sitio que Novomeiski). Estas denuncias determinaron las detenciones del 17 de marzo. Tatarov estaba al corriente de que la Organización de Combate se proponía reunirse en Nijni-Nogorod en el verano de 1905. Después de dicha reunión, la policía comenzó a vigilarnos a Azev, a Iakímova y a mi. Esta vigilancia determinó la liquidación del asunto del barón Unterberger y la suspensión del atentado contra Trepov.

Por lo tanto, Tatarov hizo cesar de hecho el terror desde la primavera de 1905 hasta el manifiesto de octubre.

Consideraba en segundo lugar, que la difusión de los rumores relativos al jefe de la Organización de Combate, Azev, ponían en entredicho el honor del partido en general y de cada uno de sus miembros en particular. La defensa de este honor constituía un deber para mí como miembro del partido.

El Comité Central se mostró de acuerdo con mi proposición y asignó los recursos necesarios.



Notas

(1) Tiuchev.

(2) Tsitron.

(3) A. Ipotapov.

(4) A. V. Yakimova.

(5) A. V. Leónovich.

(6) Fridenson.

(7) Tiuchev.

(8) Gomel.
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