Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSegunda parte de la sesión del 1° de marzo de 1915 Primera parte de la sesión del 2 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 1° DE MARZO DE 1915
Tercera parte


El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Quevedo, en pro.

El C. Quevedo
En vista de que hubo algunos discursos eternos, kilométricos, y diluvio de alusiones personales, etc., he olvidado lo que estamos discutiendo. Como no me gusta hablar para las bancas, estamos en familia, renuncio al uso de la palabra.

El C. presidente
Tiene la palabra en pro el ciudadano Antonio Díaz Soto y Gama.

El C. Soto y Gama
Señores delegados:

No llamo yo bancas a los más trabajadores; permítame esa rectificación el señor Quevedo.

Yo también me encuentro algo confuso por la cantidad enorme de argumentos: unos falsos, otros que no merecen este nombre, y otros que son alusiones personales que más o menos pesan, para atraer a los señores del Sur la animadversión de los señores maderistas -como aquel famoso argumento del señor Cervantes, que ameritó una moción de orden de la Presidencia, porque yo dije algo en contra del señor Madero.

Los señores del Norte, maderistas muy respetables para mí, se disgustaron porque dije algo en contra del señor Madero, lo que sinceramente sentí y sostendré siempre. De manera que no crea el señor Cervantes que con eso me alarmo. Ya pasó la ímpresión de aquel momento y, por fortuna, sin alusiones personales, podemos razonar y resolver con toda calma y serenidad, sin salir del debate. Queremos los del pro, muchos de los del Sur, demostrar a la Asamblea que no tiene razón en sus argumentos el señor Cervantes.

Voy a reducir a tres mis principales argumentos, catalogándolos para no perder el hilo del discurso.

La infalibilidad del Poder Ejecutivo y la brutalidad de las Asambleas es el argumento total del señor Cervantes, del señor Nieto -que ya no está aquí, porque se fue a cenar-, y de los que han hablado, inclusive el señor Casta, que sí está aquí.

Voy a explicar ese argumento y después entraré a otro contrario, el de la tendencia del Ejecutivo a corromper -las chapuzas del Ejecutivo.

Así como el señor Cervantes sostiene la necesaria infalibilidad, yo sostendré las necesarias chicanas del Ejecutivo; luego viene el tercer argumento: el de la dualidad del Ejecutivo.

Es una cosa muy curiosa, inventada por el señor Cervantes, que todos los Ministros, según el pésimo parlamentarismo que hemos adoptado, van a estar en contra del Ejecutivo, como sus enemigos; por eso quiero dividirlo en dos partes: la primera, formada por los ministros que seguirán siendo derrotados, y segundo, el Ejecutivo, el sagrado Presidente de la República, como enemigo de los ministros.

No teniendo a su cargo el Ejecutivo, después de que derrotaron a sus ministros, viene a hacer observaciones o viceversa, sus ministros las hacen. El señor Presidente, rompiendo la unidad del Ejecutivo, sólo vendrá a desbarrar en contra de lo que dijeron.

Hay cuatro poderes: el Judicial, el Legislativo, el Ejecutivo, representados por los ministros, y el Ejecutivo, representado por el Presidente, el cual viene a hacer observaciones a la ley.

Esos son los argumentos que voy a concluir, y creo tendré ]a paciencia y la energía de hacerlo así, porque aunque no soy militar, me precio de poder hacer un pequeño esfuerzo de imaginación, de nervios, cuando se trata de un asunto tan serio.

Vamos al primer argumento, tal como lo expresaron los señores del contra: de la brutalidad de las Asambleas y de la infalibilidad del Poder Ejecutivo.

El señor Casta dijo textualmente ésto que recogí taquigráficamente: las colectividades cometen siempre más errores que una o más personas aisladas. El señor Nieto dijo, en medio de un pesimismo extraordinario, que lo autorizaba para usar dicterios y aparecer como enemigo de la democracia: No es lo mismo coger un fusil que hacer leyes. ¿Se ha creído que porque muchas veces se coge un fusil se pueden hacer leyes? (Una voz: No es cierto)

El señor Cervantes dijo que él no estaba, como no lo estuvo el señor Nieto, cOn la pretensión ridícula que tenía esta Asamblea, de legislar. Después de oír esto y otras cosas, me he preguntado sinceramente y me he estado quebrando la cabeza con este jeroglífico, después de los ataques de estos señores, después de este culto por los Ejecutivos, que por el solo hecho de serlo se convierten en infalibles, en sabios, en talentosos, así sean un Eulalio Gutiérrez, que por el solo hecho de ser Presidente de la República, vale más que todos los cerebros de la Asamblea. Después de esa tesis tan curiosa, después de esa seguridad que tiene el señor Cervantes, de haber encontrado al hombre talentoso, sabio, poderoso, luminoso y sin defectos, que va a regir al país. Estos señores, tan enemigos de los cuerpos colegiados, que olvidan a las multitudes, que son manejados como chiquillos, como mujeres, como títeres, que no creen más que en los hombres únicos, en un nuevo Porfirio Díaz, que quizá sea Villa, Angeles o Maytorena, ¿qué sé yo? no me meto en sus asuntos personales (risas), sólo ellos lo saben.

Después de todo esto pregunto: ¿Por qué todavía estos señores son revolucionarios? ¿Por qué no estuvieron de acuerdo con los científicos? ¿Por qué el señor Cervantes se fue a la Revolución? ¿Por qué no siguió al lado de Moheno y de tantos talentos porfiristas, como Prida, Pineda, etc., etc.?

No me explico por qué el señor Casta, que dice que las colectividades cometen más disparates, se llama demócrata; quisiera me contestara esta pregunta en lo particular o públicamente, como guste; yo le concedería el permiso, pero no en este momento, después. (Risas)

No sé cómo, después de desconfiar de las multitudes y decir que están fatalmente condenadas -ésa era la tesis que sostuvo durante sesenta minutos largos de crítica, el señor Cervantes-, a ser víctimas del primer orador algo audaz, del primer orador algo imbécil para decir necedades, una sarta de necedades como las que decimos nosotros; que forzosamente tenía que suceder esto; y todavía dicen que la Revolución les simpatiza, deben simplemente decir: estamos mal reunidos y necesitamos que venga otro hombre más grande, otro hombre más hábil y más talentoso, como Porlirio Díaz, para dominar las multitudes.

Para impedir que cometan errores, vamos disolviendo la Convención revolucionaria; ha sido un disparate el Plan de Ayala; no hay que tener fe en la Convención, que es un conjunto de imbéciles.

Después de torturarme el cerebro, me encuentro con esto: que los hombres analíticos que no creen en los milagros, que no tienen fe en los hombres de la Revolución; los hombres de espíritu crítico, los intelectuales de reflexión, tienen una cosa muy chistosa: tienen en el cerebro una alquimia maravillosa, peor que la de los que buscaban la piedra filosofal.

En cada Presidente, aunque sea un asno, por el solo hecho de serlo creen que entiende y vale más que toda la Asamblea. No entiendo una palabra de todo esto.

Sabía que las asambleas servían más para legislar, que un solo hombre; pero no sabía la tesis de que el Ejecutivo sirve más para legislar que una Asamblea; creía esto tal vez por equivocación. Creo que todos los pueblos del mundo adoptan la forma asambleísta en sus administraciones, porque creen que es la forma de gobierno única, luminosa, en que varios cerebros discuten y se controlan unos a otros; creo yo que esa tendencia es con el único fin de que la humanidad dependa de las Asambleas, y esto es muy sencillo: las Asambleas sirven para legislar. ¿Por qué? Por una razón muy natural, porque las leyes son preceptos generales que se aplican a casos muy diversos.

Desde luego, y es muy natural suponer que muchos hombres que por diversas razones o por experiencia conocen el problema bajo tal aspecto y en tal región del país y otro en otra, tienen más experiencia para generalizar que un solo hombre con su experiencia personal. Concretando: en materia agraria es más natural que aquí, donde hay uno de Morelos, otro de Guerrero, otro de Chihuahua y otro del Bajío, que es tierra fértil de la zona templada; donde hay individuos que conocen todas las regiones del país, en que uno conoce el cultivo del algodón, otro el del trigo, otro el del maíz, es natural que esta Asamblea, por más imbécil que se le suponga, esté más capacitada que un solo individuo que no conoce más que una zona, por ejemplo la templada, y más que la templada la caliente. Aunque sea un genio en el cultivo del trigo, etc., etc., considero más racional que la Asamblea, que en la generalidad de los casos conoce mucho más, pueda dar una ley; de manera que no es tan tonta la humanidad como la cree el señor Cervantes, como nos lo han dicho con bellas palabras, los amantes de la dictadura; eso mismo que nos decía el señor García Vigil: Señores: siempre la humanidad ha pasado del reino de las tribus a la forma asambleísta de las revoluciones, y contra esa forma asambleísta es contra la que se viene a protestar.

¿Quieren que seamos tan inocentes de creer a los hombres que se suben a un tronco -lejos de las miserias humanas, que se sueñan los reyes de la humanidad y ya no se consideran iguales a los demás-, así sean más tontos y menos augustos que una Asamblea?

Una de las leyes psicológicas de Gustavo Le Bon, dice que sirven para cosas tontas e imbéciles; por eso las Asambleas son mejores que los Ejecutivos, porque la vergüenza les impide, entre otras cosas, cometer las sinvergüenzadas y las barbaridades que comete un Presidente.

El Presidente, en su torpeza, dice Le Bon, no puede conseguir, como un grupo, un desprendimiento de generosidad, que aunque en pequeño, no hubiera sido capaz de hacerla un individuo; ya hemos visto en el caso del óbolo para el hospital, donde cada uno de nosotros daba de diez, quince o veinte pesos, y en que hasta las galerías contribuyeron. Eso sucede dentro de los cuerpos colegiados, esa tendencia de sentir de las multitudes, con el alma, que es lo que forma la grandeza de los pueblos, es una de las muchas causas que los pueblos por instinto tengan más confianza en las Asambleas, donde se siente el alma colectiva, donde se siente la liga con la especie, donde se siente la liga con la sociedad, y no en las antesalas de un infeliz Presidente de la República, que está rodeado de halagos, de honores, de placeres, que se ve superior a todos los demás y que reciben una infinidad de satisfacciones sus vanidades, que se forma un yo aplastante, grande, inmenso, como esos que tanto gustan al señor Cervantes; el yo napoleónico, el yo de Porfirio Díaz, el yo ...

No sigo con los yo, porque no terminaría nunca, porque tendría que hacer alusiones hasta al maderismo; de modo que es absolutamente natural que la humanidad quiera decir, pues, que no es enteramente exacto que el Ejecutivo sea infalible; creo que el Ejecutivo se deja guiar, muchas veces, por consideraciones enteramente ajenas a la inteligencia, entre otras, la de no querer descender de su puesto. De allí dos tendencias: o bien a perpetuarse en el poder, o bien entregárselo a las clases altas, a las clases conservadoras, a las clases con las cuales tiene contacto, para que ellas le permitan no descender tanto, hasta las humildes.

Ya vimos al Presidente Gutiérrez, un perfecto patán que apenas se sintió en la Presidencia se volvió un aristócrata, un burgués; se volvió reaccionario. Podría hasta citar el caso del señor Roque González Garza, que ya cuando se le habló de la Ley de Confiscación, ya vacilaba. ¿Por qué? Porque no queria herir a los elementos con los que va a estar en contacto, por no ponerse en pugna con ellos.

No sé qué sucedería a la llegada a la capital de la República, con el general Roque González Garza, y después con un Presidente cualquiera, y con todos. ¿Qué impresiones son las que más van a herirlos? Las impresiones de las clases altas, las invitaciones a los bailes regios, el contacto con muchachas guapísimas -que es lo único que tienen mejor las clases altas-, el contacto con individuos inteligentes y de lo más culto, que, por desgracia, están en las altas esferas; este es el por qué nosotros los anarquistas tenemos tan poca fe en los gobiernos. Todo Gobierno necesaria y fatalmente se vuelve conservador y nunca un Congreso verá rechazada una ley por parte del Ejecutivo, cuando sea conservadora; siempre un Ejecutivo rechazará una ley, cuando sea radical, en el sentido de poco conservatismo. Podría alargar mucho este argumento, pero quiero pasar al segundo.

Los señores del contra sostienen la infalibilidad del Ejecutivo y la brutalidad de las Asambleas; sostienen que ha dicho Le Bon que los hombres más inteligentes reunidos en Asamblea, se vuelven unos estúpidos.

El C. Cervantes
No.

El C. Soto y Gama
Usted ha dicho que Le Bon afirma que en las mayorías los hombres se vuelven más falsos.

El C. Cervantes
No.

El C. Soto y Gama
A esto he contestado con el argumento de las chapuzas obligadas del Ejecutivo. Todo Ejecutivo tiende a corromper. Qué casualidad que entre nosotros todos los hombres se han prostituido; qué casualidad que hasta Juárez lo haya hecho, qué casualidad que hasta Lerdo lo haya pensado, qué casualidad que hasta Madero, el apóstol, al llegar al Gobierno se haya vuelto una calamidad, como ustedes mismos lo han dicho: que Madero como apóstol fue grandísimo, como gobernante fue detestable. ¿Cómo se explican ese fenómeno? Con la experiencia de esos hombres de orden, de esos Constituyentes a los que tanto admira el señor Cervantes, y que yo admiro en parte; ¿el inconveniente que encontraron fue para facultar al Ejecutivo y que ganando tiempo éste pudiese cambiar la mayoría? La parte de mi argumento de fondo y concreto, en mi concepto, más fuerte contra la famosa ley de las observaciones del Ejecutivo, fue que se aprobó en esta Cámara una Ley de Confiscación, que lastima a sus amigos; por lo regular, los Presidentes tienen amigos en la alta sociedad; allí está el caso Madero, el caso Porfirio Diaz, etc.

Hay cierto amigo mío que dice que va a gobernar con el capital, para que éste no lo hostilice. Todos los Gobiernos tienden a ser aristócratas. Si la ley no simpatiza con la aristocracia, ¿qué hace ese Ejecutivo? Le hace observaciones; y después, ¿a qué tienden? a corromper a esa mayoría y a destruirla; ¿y de quién se vale? de toda una serie de individuos neutrales, amorfos, que no tienen valor civil para enfrentarse al Ejecutivo; individuos que existen siempre en las Asambleas y de los que siempre habrá.

En todas las Asambleas ha habido el inconveniente a que aludo, de poner a prueba, disminuir o exponer la independencia; hasta en el Congreso Constituyente nos encontramos con este inconveniente; así, pues, como puede verse en los debates que entonces hubo; así, pues, es una verdad de la Historia que se condena en esta frase gráfica: Rehúsan siempre pugnar con el Gobierno, es decir, se van siempre a la cargada. (Aplausos)

De suerte que seria seguro -decía el gran Olvera- que esos son candidatos para buenos diputados. Este es el inmenso peligro; a un Ejecutivo no le conviene quedar en ridículo; en este caso, como lo ve el señor Cervantes, si se le permite al Ejecutivo hacer observaciones a la ley, ese Presidente con toda seguridad tiende a corromper a los diputados; he aquí un caso histórico, para que no se diga que conspiro contra Roque González Garza, que antes de la Presidencia, fuera de la Presidencia y después de la Presidencia, pero no en la Presidencia, es muy estimable; y no se crea que hablo de la Letanía, en aquello del parto, antes del parto y después del parto, etc.; hago esta pequeña aclaración.

Juárez, el gran Juárez, cayó en la tendencia de comprar a los diputados, y para eso, para hacer uso del derecho de hacer observaciones, encomendó a un famoso diputado, me parece que a Hernández y Hernández, la triste misión y el triste cargo de estar hablando en la Asamblea toda una tarde, mientras el honrado Presidente Juárez, que había dejado de ser honrado por ser Presidente, andaba comprando a los diputados; y esto es lo que me temo que suceda; esta compra no será con dinero, consistirá en halagos, en palmaditas, en risitas de inteligencia, en la perspectiva de un Ministerio, de una Tesorería, de quién sabe cuántas cosas.

En la vida el hombre tiene necesidades no satisfechas; de manera que los señores diputados o delegados convencionistas siempre tendrán un hueco en el presupuesto, y cuando el Presidente les haga comprender que necesita de su voto, lo cambiarán en ocho o diez días, y sobre una mayoría tan inestable en esta Cámara, que casi siempre consiste en tres, cuatro o cinco votos, la va a corromper el Ejecutivo; es evidente, por eso nos oponemos los del Sur.

Los Ejecutivos son peores que las malas mujeres: tienen un aliento fatal, son las sirenas que cantan al oído de los diputados. Este es el argumento que tenemos los del pro.

La infalibilidad del Ejecutivo, eso del parlamentarismo cOn veto, son dos sistemas que entran en pugna, es como la cuadratura del círculo. El parlamentarismo consiste en que los ministros sean los que gobiernen; el veto consiste en que el Presidente y no los ministros, se opongan a la expedición de determinada ley; de manera que resultarán muchos casos de conflicto entre la Asamblea y el verdadero Ejecutivo, representado por los ministros, los que quizá aprueben una ley agraria, y si no menos corrompidos, sí sugestionados por la atmósfera pasional de las Asambleas que son manejables por el lado del corazón, de los intereses o del sentimiento metálico, como lo son siempre los cuidadanos Presidentes. Puede ser que los diputados aprueben un proyecto y lo pasen al Presidente.

El Ejecutivo, es decir el Presidente, tendrá un Consejo con sus ministros, para decir cuál es la dirección verdadera; la que dieren los ministros responsables o la que diere el Presidente, a pesar de oponerse a una ley; y en el otro caso es peor, porque si los ministros reprobaran una ley y en la Cámara fueran derrotados, a pesar de todas las razones que dieren los conductores del Ejecutivo, a pesar de toda esa erudición de los señores Cervantes, Nieto, etc., si ya fueron vencidos, ¿con qué derecho dice el Ejecutivo: no me declaro vencido, declaro que yo soy de los que nunca pierden y cuando pierdo arrebato? Ya otra vez, no ahora, hice observaciones de lo que es eso; ¿se está jugando con el Congreso?

Ya el Congreso venció a los ministros, y, sin embargo, viene con necedades el Ejecutivo, esto es un galimatías, es una olla de grillos invertida, es un absurdo la mezcla de dos sistemas que sabemos se contradicen; lo que nos proponen los señores Cervantes y Zepeda son cosas por completo incongruentes.

Mi tesis la resumo en dos palabras: es más fácil que se equivoque un solo hombre situado cerca de la aristocrática clase alta y que se deja corromper, que hacerlo con una Asamblea compuesta de individuos que están lejos de la aristocracia, que son menos corrompidos que el Presidente que ha sabido de ambiciones, de vanidades, de palacios; y la vanidad es la corrupción del género humano, vanitas vanitatem; esos viejos detalles que son los que encantan a los señores del contra, siempre ha sido y es una verdad psicológica de primera clase, que hasta los niños conocen.

Pues bien, señores, si sabemos que las Asambleas son más corrompibles ¿por qué no vamos a creer que muchos cerebros discutiendo ven más claro que un solo hombre?

Este tiene aduladores; y así todavía, ¿vamos a darle el arma de consultar a esta Asamblea, trayendo sus cartapacios y sus expedientes, ese montón de cifras y documentos, que es el que encanta a los señores del contra?

Pues bien, señores, si las Asambleas son, según nuestro sistema, según la reforma revolucionaria, las más capacitadas para interpretar la opinión del pueblo, ¿por qué rechazar la opinión de esa Asamblea? Dicen los señores que, en general, los cuerpos colegiados son inconscientes; pero yo creo que conocen su interés y sus necesidades, y las multitudes, inconsciente e inocentemente han dado una lección a los porfiristas, a los científicos, a los intelectuales, pues han dicho: cuestión de tierras, contra el derecho de propiedad escrito, contra el derecho de propiedad romano, yo creo que contra todas esas zarandajas, que eran de un pueblo inconsciente, no debemos hacer otra cosa que procurar formarnos una atmósfera popular. Yo hablo claro: nosotros venimos aquí a ver qué es lo que el pueblo quiere, y para ver eso necesitamos que se nos hable al corazón, se nos levante el espíritu no con discursos brillantes, como los del señor Pérez Taylor, sino que se nos llegue al alma a los del Sur, con discursos como los del señor Montaño, no con frases de academia, no con discursos didácticos y pedagógicos; aquí venimos a llamar al alma del pueblo, a ponernos en contacto con los sentimientos de la multitud, y se sienten mejor esos sentimientos en la Asamblea revolucionaria, donde hay muchos hombres que están demostrando sus sentimientos en favor del pueblo, que en una miserable antesala presidencial, donde todo el mundo va a corromper y a adular al Presidente de la República.

Yo tengo más fe en la Revolución, en el pueblo; más en esos hombres que lucharon, que en cualquier majadero que porque es Presidente de la República se cree con talento y con dominio, cuando en el fondo es más imbécil que la mayoría de la Asamblea. (Aplausos)

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta su se prosigue la discusión. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Prosigue la discusión.

El C. presidente
Tiene la palabra en contra el ciudadano Zepeda.

El C. Zepeda
Antes de comenzar mi discurso suplicaría tuviera la amabilidad la Secretaría de leer en alta voz el artículo a discusión.

El C. secretario
(Leyó el artículo)

El C. Zepeda
Los señores del contra han sostenido verdaderas pruebas y han sostenido argumentos de prueba que no han sido destruidos por los señores del pro. Me limitaré a destruir la observación única del señor Soto y Gama, que es la única que se ha seguido en todo este debate, porque después de hablarnos en bien del pueblo, hemos venido precipitadamente a resolver un asunto que debe ser tratado con todo interés y con toda serenidad. Una Asamblea que no está bien alimentada, no discute con interés ni con serenidad, como tampoco irían con ellas los soldados a pelear, cuando no estuvieran bien comidos; testigos son Xochimilco y Contreras.

Como iba yo diciendo, el señor Lic. Soto y Gama, después de habernos hablado de muchachas bonitas, aristócratas, de burgueses; que quién sabe si se refiera a un grupo que no está de acuerdo con los que sostienen determinadas ideas y no viven en casas burguesas, sino en hoteles y que comen cosas que pagan.

El señor Soto y Gama nos resulta con esto: que porque el Ejecutivo, con mucho retardo o poniendo el veto, puede ganarse la mayoría de la Asamblea, no debe concedérsele siquiera la facultad de hacer observaciones a ella, la que se cree consciente porque está de acuerdo y por que está con el alma de ese pueblo a quien dirige, salvo la excepción que puede otorgarse a ese pueblo, porque de ese salen los representantes. ¿Quiere también decirse que si porque el señor Presidente quiere comprar al representante de ese pueblo, para que vote a favor o en contra de algo que le convenga, vamos a permitir que la Asamblea se limite al capricho del jefe de un grupo, para que se siga al grupo no inconsciente; pero quizá apenado y con temor de que por ciertas imposiciones o advertencias se le venga algún castigo o una ligera advertencia?

Nuestro amigo el señor Pérez Taylor, dijo que Mirabeau con tanto veto hacía que ia Asamblea aquélla, que estaba compuesta de los no revolucionarios, no votara; y yo quiero preguntarle que si también no puede haber una asamblea compuesta de revolucionarios, que pueden ser corrompidos por la indicación, no de un Presidente, pero sí de un jefe de grupo, y hacer que salga una ley ridícula o un decreto que, como bien demostró el señor Cervantes, puede ser mal pensado y muy inconveniente o ilógico, como sucedió en el caso del señor Quevedo, que nos hizo la advertencia al tiempo en que se iba a resolver un asunto.

El caso, señores, se reduce a esto: que el Presidente puede corromper, yo también lo digo, no a una Asamblea ni a un jefe de grupo, sino que puede hacerlo con ambos.

Resultado, que el Ejecutivo y la Asamblea son un conjunto corrompido de los que no encuentra cómo salir el señor Soto y Gama, quien nos dijo que son corrompibles como todos los humanos. Así, es mejor que nos vayamos a nuestras casas.

El argumento que presentó el señor Wiella, relativo a la cuestión del veto, si es que lo concedemos al Ejecutivo, creo que nos evitaría cuartelazos. Creo, además, que si se concede a la Asamblea, podrían evitarse los cuartelazos, y quizás hasta los golpes de Estado.

Siendo tan sencilla la demostración, no entraré en figuras retóricas, porque creería el señor Soto y Gama que trato de arrancar aplausos con ellas; por eso mejor me voy hacia lo lógico, a lo práctico. Si el Ejecutivo se ve en el caso de hacer reflexiones lógicas y sensatas, en una Asamblea, porque cree que se ha cometído un error, y ese Ejecutivo -después de estudiar el asunto con toda serenidad y con toda justicia, porque creyó seguir siendo hijo del pueblo y que por eso podría sentir las emotividades-, se le da la facultad de venirnos a decir que cometemos un error y en qué consiste, claro es que no tendrá derecho de que cuando una Cámara lo obligue a dictar una ley que es ilógica y a veces hasta estúpida, no se verá en el caso, digo yo, de venir a disolver una Asamblea, como lo haría cualquiera individuo que viera que una ley dada por una Cámara, sin más sentimiento que el capricho de un jefe, nos llevaba a lo que es la base de nuestras desdichas.

No andemos con lirismos, señores delegados; no nos andemos con personalismos seamos bien intencionados. Los señores delegados pueden ser corrompidos, y lo son corrompidos de hecho; pero hagamos también, por lo mismo, que aquí no se trate de la infalibilidad del Ejecutivo, sino de razonamientos, que creo conveniente se dirijan a una Asamblea de inconscientes; se trata precisamente de dejar al Ejecutivo que nos diga sus razones. ¿Por qué estar temblando? ¿Porque un Ejecutivo nos puede comprar? Yo no tengo temor respecto de ese asunto; reconozco, como ha dicho el señor Soto y Gama, que los revolucionarios que han luchado por los beneficios del pueblo, son honrados; nos hace una advertencia: sería un verdadero reproche y una afirmación sensata, cuerda y enérgica contra las dos terceras partes de la Asamblea, y si no la mayoría -aunque sea relativa-, sí aprobara tal o cual ley. Supongamos que no llegamos hasta ese grado de sensatez: debemos venir a rectificar nuestra voluntad en contra nuestra, para que se retiren los argumentos.

Respecto a la cuestión que trajo al tapete la discusión este asunto, me causa verdadera extrañeza que sea una carta, y yo quisiera que esa carta se nos hubiera leído por el señor Soto y Gama, en que le dijo el señor González Garza que ya estaba con muchos humos; quisiéramos saber si esos humos son de los que ameritan una contestación, y en ese caso proceder con todo juicio y con toda reflexión; debía tenerla aquí y demostramos que Roque González Garza no tiene en qué apoyarse, ni dinero.

Se quiere imponer a una Asamblea de revolucionarios, a una Asamblea que puede resolver los asuntos del país, a un Congreso de Generales que podemos llevar a la República a un grado de progreso, a quien se le ha dicho muchas lindezas que todavía no se le han cumplido; dispense la Asamblea, pero quiero recalcar eso, porque es de interés general tan grande que no es de una sola sesión, y no tenemos ya aptitud para estar discutiendo; que no se me venga a chotear después el asunto de la aptitud, porque, como dice un escritor inglés: El que no ha tenido miedo, ni tiene el estómago satisfecho, no piensa bien y habla mucho.

Y yo he visto aquí que hablan mucho y se piensa poco; hablan del pueblo, y quiero que se recalque bien la importancia del asunto, se nos habla de personalismo, se nos habla de pasionalismo y se trata de imponernos a un imbécil, a un imbécil tal vez, pero que puede darnos razones, pero que también ha luchado por el pueblo y ha tenido que vivir en él, y puede darnos luces en el asunto, ya que también él se interesa por la felicidad del pueblo, aunque sea un corrompido.

Dos son los poderes en que confía; más bien tres, y llegará el caso hasta de invadir a la Suprema Corte de Justicia, a que le hiciera observaciones también. Dejemos a la Suprema Corte de Justicia, que verdaderamente es otro Poder, ya que también ella es nombrada por el pueblo, por el sagrado pueblo; pero debía también hacernos observaciones, ya que hay muchos de los que están aquí que no saben puntos de legislación y ella sí es práctica para resolverlos. Si el pueblo ha elegido a los tres Poderes, es porque depositó su confianza en ellos. ¿Por qué, señores, nada más el Legislativo, arrogándose facultades tal vez excesivas, quiere imponer su voluntad soberana cuando los tres Poderes han sido electos por el pueblo?

Yo soy infalible -les dice a los otros dos Poderes-, y ustedes no valen tres cominos para mí; no acepto ninguna advertencia de ustedes, porque soy el único que está en contacto con el soberano pueblo.

Creo que debemos ser más lógicos, más serios, más juiciosos, y atenernos a que estamos cambiando con toda serenidad, con toda cordura, con toda buena voluntad y con toda amplitud de miras, los intereses del pueblo, que tanto nos apasionan.

Debemos resolver los problemas que van a sintetizar los anhelos del pueblo. Se dijo ya que estamos resolviendo esos problemas, hagámoslo con toda serenidad, y comencemos por ser juiciosos, por no arrogarnos atribuciones que no nos competen. No nos hagamos déspotas, nosotros que combatimos a los déspotas; pensemos que también es bueno que llamemos a los otros a discutir y evitar las dificultades que pueden venir, pues es necesario condolernos y resolver los asuntos de la Patria, que está sangrante y que quizás mañana la veamos desaparecer, porque no podemos remediar sus males.

Antes de concluir, señores, una petición, no de misericordia, sino hecha con verdadera sinceridad por un revolucionario que sabe lo que se trae entre manos, y por el bien de la Patria: os suplico, no con esa súplica misericordiosa, sino de ciudadano a ciudadano, que penséis bien y sin pasión en los grandes problemas que se os presentan, que no os dejéis llevar de malas pasiones, sino por una inteligencia clara, que tal vez puede equivocarse, y que penséis que la Patria está en peligro, y que cada uno, poniendo la mano en el corazón, paso a paso, vayamos viendo que somos unos criminales. Las futuras generaciones de ese pueblo, que también es sensato, podrán exigirnos responsabilidades y castigarnos (aplausos), maldiciendo nuestro nombre.

El C. Piña
Pido la palabra para una moción de orden. Para suplicar al señor presidente se dé lectura a la lista de los señores delegados que estén inscritos en pro y en contra.

El C. presidente
Un momento, señor delegado; va a leerse.

El C. secretario
(Lee la lista)

El C. Piña
Y los veinte que están inscritos en contra. (Voces: ¡Hasta que se agote la discusión!)

El C. Piña
Yo desearía saber si realmente la Asamblea está dispuesta a continuar aqui trabajando hasta que hayan hablado los seis que están inscritos en pro y los seis que están inscritos en contra (voces: sí, hasta que termine la discusión), porque de estar dispuestos tengo entendido que algunos señores delegados desean ínscribirse, si es que se empeñan en que continúe tratándose hasta terminar el asunto, lo cual me parece imposible. En ese caso, yo me permito hacer una interpelación a los señores Soto y Gama y Montaño.

El C. Soto y Gama
No somos Comisión.

El C. Piña
No, señor, pero tienen relación con el asunto que estamos tratando.

Ha dicho el señor Soto y Gama que recibieron una carta del señor Presidente, es decir, del Encargado del Poder Ejecutivo, general Roque González Garza, y tal parece, según el tono y la manera de decirlo, que hace referencia a esa carta el señor licenciado Soto y Gama, por ser eso lo que ha motivado se empeñen en poner toda clase de dificultades y obstrucciones al actual Encargado del Ejecutivo.

Para poder tener conciencia, para saber si estos señores proceden con una justifícación, yo pregunto a los señores Soto y Gama y Montaño: ¿Tienen inconveniente en leernos esa carta?

El C. Soto y Gama
Aun cuando sea una alteración en el orden de los debates, me permito contestar que el incidente que ha pasado únicamente ha sido causado por el parlamentarismo, no por la carta. Conste que ninguna oposición veníamos haciendo antes de la carta, la que se refiere únicamente al asunto relativo al señor licenciado Rodrigo Gómez, en que notamos cierto deseo de impedir el establecimiento del parlamentarismo, según lo vimos cuando se estuvo discutiendo ese asunto, después de ver la moción del señor Piña, y la carta vino a confirmarlo. El señor Encargado del Ejecutivo se ha vuelto un poco altanero y menos amable que antes; de manera que no tiene caso la carta, en que habla de su gobierno, de su persona, etc., a cada momento, y en la que dice con mucha frecuencia que no es ambicioso; la carta confirma que es ambicioso, más bien dicho, eso vino desde que puso en duda las facultades ... (Voces: que se lea, que se lea)

Ni la traemos ni queremos leerla, porque no está a discusión; no queremos alterar la discusión; el día en que los señores del Norte digan que se ponga a discusión, entonces sí.

El C. Cervantes
Ese asunto no es personal, porque viene dirigido a los miembros del Ejército Convencionista del Sur.

El C. Montaño
Pido la palabra para contestar la interpelación hecha al señor Soto y Gama.

El C. presidente (dirigiéndose al señor Piña)
Va a contestar a usted el señor Montaño.

El C. Montaño
Contestando la interpelación que el señor Piña acaba de hacernos en estos momentos, le manifiesto de una manera honrada que yo no trato de imponer taxativas ni restricciones al Ejecutivo actual, sino a todos los Ejecutivos habidos y por haber; de suerte que no lucho contra la persona. Realmente todo mi argumento es por lo que ha sucedido a través de los tiempos y de la historia; a eso se refiere precisamente el asunto.

El C. presidente
La pregunta es si pueden leer la carta o no.

El C. Montaño
Yo manifiesto al señor Piña que esa carta no está dirigida a la Asamblea sino a mí y al señor Soto y Gama; respecto de la carta, no me ha causado ningún disgusto, pues las taxativas que hemos solicitado no se refieren al señor González Garza, a quien tanto yo como mi buen amigo el señor Soto y Gama y mis colegas lo estimamos en lo personal.

Tratándose del Ejecutivo, ustedes tendrán la oportunidad de convencerse por si mismos, de que realmente el Ejecutivo y no sólo actual, sino todos o, mejor dicho, para todos los Ejecutivos de hoy en adelante -ya sea González Garza, Pedro, Juan o quienquiera que fuere, se impondrán nuestras taxativas-; de manera que no se relacionan exclusivamente con el señor González Garza, actualmente Encargado del Poder Ejecutivo, sino con todos los Ejecutivos.

De manera que satisfaciendo de una manera categórica la interpelación de nuestro buen amigo el señor Piña, no tengo inconveniente en manifestarle de una manera honrada, que la carta no tiene relación con este asunto; que el acuerdo que hemos tomado es bastante racional para prevenirnos contra los Ejecutivos que nos sucedan en lo de adelante, no contra el actual, sino contra todos ellos, para que así no tengamos dictadores, sino Presidentes de la República, que es lo que desean la Patria y el pueblo.

El C. Piña
He hecho una interpelación y no me la han contestado. He preguntado si tendrían inconveniente en leernos eSa carta de que tanto se habla, pues el señor delegado Zepeda ha hecho mención a ella, y aquí refrescaré la memoria del señor Soto y Gama, a la misma carta hizo referencia el mismo delegado, en la sesión de ayer, y como puede tener relación con el asunto a debate, hemos pedido que se lea.

El C. Matías Pasuengo
Pido la palabra para una moción de orden.

Es una ley privativa, puesto que se trata de dar una ley que exclusivamente afecte al actual Encargado del Poder Ejecutivo; por esa razón he hecho esa interpelación a los señores delegados Soto y Gama y Montaño, en el sentido de si tienen inconveniente en leernos esa carta. Por eso ha dicho el señor Piña que como tiene relación con el asunto a debate, hay objeto en leerla.

El C. presidente
Todavía no ha terminado el señor Piña de hacer su interpelación.

El C. Matías Pasuengo
Pido la palabra para una moción de orden.

Creo que tengo el derecho de pedir la palabra, a pesar de las interpelaciones que el señor delegado Piña ha hecho, indebidamente, porque no está a discusión la carta, sino el artículo 13. Hágame favor de leello, señor secretario. ¡Hombre, se cansa uno, la verdad! Es todo lo que quería decir.

El C. Cervantes
Pido la palabra para sentar un hecho.

Como quiera que el asunto de la carta se ha traído al seno de esta Asamblea, hago constar que el señor delegado Soto y Gama ha afirmado que de los conceptos de esa carta se desprende y queda demostrado que el actual Encargado del Poder Ejecutivo es un ambicioso. La honorabilidad del señor Soto y Gama queda comprometida en este sentido; o nos enseña la carta, y entonces, del juicio que nos formemos de ella, declaramos que se funda en razones, o que se ha equivocado; o no la enseña, y entonces tendremos derecho a declarar que ha obrado de mala fe.

El C. Soto y Gama
Para una moción de orden pido la palabra. Vuelvo a decir que no está a discusión ese asunto; repito que esos hechos del Ejecutivo no pueden traerse a discusión, pues el criterio que yo me forme de ello no tiene que ver en el asunto a debate. Creo tener el derecho de tomarlo por ambicioso, por ese hecho o por otros más y será la Asamblea la más tiránica, la más inquisitorial del mundo, si quisiera meterse dentro de mi cerebro, para decirme: Ahora, pruebas lo que has dicho; pues no, señores, no lo pruebo, me quedo con mi opinión y ustedes con la suya.

El C. Cervantes
Pido la palabra para asentar un hecho.

El C. presidente
Suplico a usted sea breve.

El C. Cervantes
Yo tengo la costumbre, como hombre de honor, de que cuando hago una afirmación que afecta a otro hombre, pruebo las afirmaciones que hago y no me quedo en suspenso con ellas.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Orozco.

El C. Orozco
Señores delegados:

Los compañeros del contra, es decir, casi todos los que han venido a esta Asamblea para discutir lo relativo al veto, han argumentado perfectamente; yo no traigo aquí otro documento que mi conciencia y mi pensamiento enteramente libre de los viejos vapores que despiden esos libros que aconsejan viejos conservatismos.

Antes de entrar en materia debo decir que el compañero Cervantes, el ilustre señor Cervantes, se ha empeñado en presentarme ante esta Asamblea como un trozo de carne con corazón. Me siento orgulloso de ello, tengo siquiera mi corazón sincero que traer a esta Asamblea, para colaborar en bien de los problemas que estamos discutiendo; me siento orgulloso, repito, porque estoy seguro de que entre nosotros, entre la Convención, hay hombres que si no traen un corazón, sí traen una bien definida y bien concretada mala fe; así es que muy lejos de enojarme con el señor Cervantes, se lo agradezco profundamente.

Se ha dicho mucho ya acerca del veto, y he visto, por lo que dijo el señor delegado Zepeda, que ya no tienen los del contra argumentos, que ya se reducen únicamente a estudiar si es corruptible o no el Presidente de la República, y a otros puntos; todavia más, a demostrar que las Asambleas se equivocan, que las Asambleas son susceptibles de error. Esto es, en suma, lo que el señor Cervantes ha dicho; a eso se han reducido los argumentos del contra, y no a demostrar que en estos momentos y para lo futuro debemos aceptar o rechazar el veto.

Se ha dicho en el curso de esas largas peroraciones, en que por cierto el señor Cervantes nos dio una larga y pesada cátedra de ciencia, de esas que sólo se dan en el Colegio Militar, una cátedra de sabiduría, una cátedra de todo eso que yo no entiendo, porque soy todo corazón, porque no tengo entendimiento.

Entre otros argumentos, decía el señor Cervantes: Que es más fácil encontrar un hombre honrado que nos gobierne, un Ejecutivo honrado, que un conjunto de hombres que legislen sin equivocarse. En ese caso, dediquémonos, en vez de hacer leyes sobre tal o cual asunto, a encontrar ese hombre honrado, vayamos al campo de batalla o tranquilamente marchemos a nuestras casas.

Ese argumento es perfectamente ilógico, es conservador, es retrógrado.

Un delegado
Pido la palabra.

El C. delegado Orozco
Cuando haya concluido, porque voy a ser breve.

Continúo en el uso de la palabra.

Decía también, no recuerdo si el señor Cervantes o algún otro orador, que lo que intentamos hacer en este caso, es quitarle el veto al Ejecutivo, y, por consiguiente, anular las facultades de éste. Bien; yo pregunto esto: ¿Tenemos o no, derecho para hacerlo así? Creo que sí lo tenemos, porque quienes le han dado facultades a ese presidente, hemos sido nosotros. En el caso de que el presidente sea electo constitucionalmente, es el pueblo quien le da esas facultades, y el pueblo se las da por medio de sus legisladores; el pueblo, por medio de esos legisladores representantes suyos, puede quitarle, en el tiempo que quiera, las facultades que crea convenientes, al Presidente de la República. De lo contrario, es una burla, es un escarnio, eso de la Soberanía Popular.

Sucede esto en toda la argumentación que los señores del contra nos han presentado en favor del veto, y esto lo digo, porque juzgo los datos históricos que nos trajeron.

Primero fue el veto absoluto, después fue el veto suspensivo, y ahora quieren los delegados del contra que ya no le llamemos veto absoluto ni suspensivo, sino que le llamemos facultad de hacer observaciones. Eso fue lo mismo que sucedió con un grupo de hombres que pensaban muy bien, como Moheno, como Lozano, como otros de ellos que tenían su cerebro bien claro; y eso fue lo mismo, que cuando un grupo de hombres que se decían republicanos y demócratas, vínieron a traernos toda esa serie de facultades, toda esa fuerza enorme de derechos ... dejemos al Ejecutivo, al Presidente de la República, llámese como quiera, el derecho de suspender sobre la cabeza de un pueblo, sobre la cabeza de todos sus habitantes, una enorme espada de Damocles, con la que eternamente lo esté amenazando y con la que de fijo lo amenaza; no digo para matarlo, a pesar de todo lo que se dice.

Con este sistema que los señores del contra han adoptado, de no llamarle veto, sino facultades restrictivas del Presidente de la República o Poder Ejecutivo, se nos ha querido engañar, queriéndosenos hacer entender que con que ya no se llame veto, sino que se llamen facultades restrictivas del Presidente de la República, va a desaparecer el peligro. No, señores, el peligro es enteramente el mismo, aunque se llame de diferente modo. (Aplausos)

Por eso es que ha venido sucediendo que el pueblo, desde que es pueblo, y si hemos de apelar a la Historia, porque todos han apelado, yo voy a hacerlo.

En la Historia, veremos esto: que desde los tiempos de los romanos, o desde los tiempos de los egipcios, no hemos venido haciendo más que dar vueltas en un círculo; de entonces a acá no hay gran diferencia, en lo que se refiere a cuestiones políticas, en lo que se refiere a regímenes de tal o cual especie. Todos han venido a dar el mismo resultado: miserias, dolores, amarguras y desolación inmensa de todos los pueblos de la tierra.

Por consiguiente, opino, como siempre lo he hecho, porque éste es el momento, en que debemos restringirle las facultades, en que debemos quitarle al Ejecutivo, la mayor parte posible de ellas. Debemos hacerlo impotente, debemos desarmarlo contra el pueblo, debemos quitarle ese enorme machete, esa enorme espada, esa enorme arma con que siempre ha estado amenazando al pueblo, y no dejarle más que esa representación que el conservatismo, la antigüedad, la costumbre se empeñan en sostener en el Presidente de la República. Absolutamente nada más que eso, ya que todos tenemos; es decir, no todos, porque yo no la tengo, pero la mayor parte de nosotros sí tenemos la creencia de que el Presidente de la República es necesario, que sin el Presidente de la República nos vamos al abismo, que la República se estrella, o se hunde la nave.

Ya que no hay quien piense como yo; es decir, que se suprima la Presidencia de la República, debemos concederle a este pueblo que hace tanto tiempo qUe se sacrifica por su bien, por su libertad, por el pan de cada día, debemos concederle que el Presidente de la República no siga siendo el mismo tirano, el mismo déspota, el mismo canalla de siempre. (Aplausos)

Aquí se ha notado, y debo decirlo para hacer aclaraciones necesarias y justas, que los señores del contra se han obstinado en asegurar que no servimos para nada, que somos un conjunto de salvajes, un conjunto de estúpidos que estamos siempre en aptitud de equivocarnos; y yo, la verdad, creo esto, señores delegados: que los señores del pro se imaginan -y esto no lo digo por mala fe, es la idea que me ha sugerido la eterna insistencia en asegurar que no servimos para nada-, que no somos talentosos, que no somos inteligentes; que otros más competentes han fracasado y que nosotros vamos a fracasar, creen que esos señores quieren disolver la Asamblea, o cuando menos justificar cualquier atentado contra ella.

De manera que si otros hombres -yo no me considero hombre de talento- de cerebro han fracasado, será; pero yo no vengo a defender los intereses de la democracia, yo no vengo a defender los intereses de los sabios, no vengo a defender aquí los ideales del estómago de Moheno ni de Lozano, ni de toda esa pléyade de hombres sabios que legislaron en tiempos de Porfirio Díaz. Vengo a defender aquí las necesidades del pueblo, y como soy de él, creo que los entiendo y que los siento y creo que los puedo resolver por medio de las armas. (Aplausos)

Este pueblo no ha necesitado talento, señores delegados, para lanzarse a la lucha, sino sentir sus necesidades, es todo. Con las mismas necesidades del pueblo y sin talento, con mi purito corazón, de que habla el señor Cervantes, he venido aquí a la Asamblea, con ese corazón defenderé al pueblo; aunque ya les cause disgusto la palabra pueblo, a los señores delegados. (Aplausos)

No hay, pues, argumentos que agregar, o puede ser que sí los haya; pero mi escaso cerebro no los encuentra en este momento, a los que ya se han presentado en esta Asamblea.

No hay más qué decir, que es un peligro el Ejecutivo, que todos los presidentes que han acaparado, que han tomado la silla Presidencial por asalto, ya sean armados o pasivos, son malos. Ese es todo el peligro, que tenemos, y si ese peligro no se evita por medio del veto, el veto que es la última facultad divina, la última facultad de omnipotencia que tienen, si no se restringe, si no se borra, si no se arranca todo lo que el Ejecutivo tuviere en sus manos para seguir oprimiendo al pueblo; entonces, señores delegados, hemos perdido el tiempo durante cuatro años. (Aplausos)

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a los señores delegados si están de acuerdo en que siga la discusión. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

El C. Nieto
¿Que siga hoy? Yo no estoy de acuerdo en que siga hoy.

El C. Marines
Apúnteme en contra, señor secretario.

El C. Piña
Yo pido que se suspenda la sesión.

El C. Marines
¿Me hace favor de apuntarme en contra?

El C. secretario
Prosigue la discusión. (Aplausos)

El C. presidente
Tiene la palabra, en contra, el ciudadano Bolaños. (Voces: ¡No hay quórum! Sí hay, sí hay)

El C. Bolaños
Suplico a la Mesa se sirva ver si hay quórum.

El C. Quevedo
Voy a hacer una nueva invitación al señor Soto y Gama y a los señores del Sur.

El C. presidente
¿Para qué, señor?

El C. Quevedo
Con el objeto de que sencillamente nos vayamos, para volver mañana. Se han pronunciado aquí brillantísimos discursos; pero casi todos han sido a las bancas.

El C. Soto y Gama
No son bancas, son delegados. (Risas)

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Bolaños.

El C. Bolaños
Señores:

Veo con tristeza que los delegados que están inscritos en el pro, solamente se han ocupado en combatir los argumentos que el delegado Cervantes ha presentado. En eso han empleado todo su tiempo. No voy a ser extenso, por esto me limito a decir lo siguiente:

Tanto las Cámaras Legislativas como el Poder Ejecutivo, son elegidos por el mismo pueblo, para que el Poder Ejecutivo cumpla las leyes que dicta la Cámara; ¿pero vamos a quitarle, por ejemplo, la facultad de observación, que es muchas veces innata en los hombres? El Poder Ejecutivo y la Cámara Legislativa tienen un compromiso: una de legislar, y otro de ejecutar, de gobernar. ¿Por qué, pues, vamos a quitarle ese derecho de observación?, es decir, ¿tenemos miedo al Ejecutivo? Como si este Ejecutivo, que es una sola persona, pudiera dominar a ocho o diez millones de habitantes que lo eligen. Parece que no conocemos que el pueblo es guerrero, que el pueblo ama las libertades, que es heroico para ser libre, y, sin embargo, le tienen miedo a un solo individuo.

Además, ese individuo, que está enterado de cómo caminan todos los asuntos del pueblo, de cómo anda el camino internacional, el de Hacienda, el de Gobernación, puede estar enterado cuando lo está la Cámara -que no la considero como otro delegado afirma, que es imbécil o que no puede decretar las leyes para gobernar el país-, considero, además, que puede equivocarse. Cuando una ley está mal dada, ¿por qué no concederle al Ejecutivo, el veto de mandar suspender la ley que lo obliga a que ejecute, dándole derecho a una observación, cuando esté mal dada?

El C. presidente (interrumpiendo al orador)
¿Me permite usted que le invite, señor Bolaños, en vista de que no hay quórum, a que suspenda su discurso, o quiere continuar en el uso de la palabra?

El C. Bolaños
Por las observaciones de la Mesa, suspendo el uso de la palabra, que se me había concedido.

El C. secretario
Orden del día para la sesión de mañana. (Varios delegados salen, y el presidente les dice que se sirvan oir la orden del día)

El C. secretario
Está a discusión la orden del día.

El C. Borrego
Pido la palabra, para suplicarle se sirva decirme si la sesión del Gran Jurado se suspende o se verifica mañana por la mañana.

El C. Soto y Gama
Que se cambie. Es evidente que debe cambiarse la parte del dictamen de la Ley Parlamentaria, porque la ley que estamos discutiendo es la continuación del dictamen. Recuerdo el acuerdo celebrado en junta privada.

El C. Borrego
No me ha contestado la Mesa la interpelación que formulé.

El C. secretario
¿Se aprueba la orden del día, con la modificación dicha?

Aprobada. (Voces: No hay quórum)

El C. secretario
Se pregunta a la Asamblea si está conforme en que al llegar aquí a las 4 en punto, se termine de una vez lo relativo al Gran Jurado. (Voces: Ya se acordó que por la mañana)

El C. secretario
Entonces, se cita a las diez de la mañana, para la cuestión del Gran Jurado.

El C. Borrego
A las 11, porque no vienen a las 10.

El C. secretario
Entonces a las 11, y por la tarde a las 4 en punto.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSegunda parte de la sesión del 1° de marzo de 1915 Primera parte de la sesión del 2 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha