Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 1° de marzo de 1915 Tercera parte de la sesión del 1° de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 1° DE MARZO DE 1915
Segunda parte


El C. Montaño
Pido la palabra, para una moción de orden. (Voces: No se puede interrumpir al orador) Para una moción de orden. (Voces: No, no; no se puede interrumpir)

El C. Cervantes
De manera que el señor licenciado en esa forma se abre de capa y espada. Quiero suponer, conforme con la intención del señor delegado ... no recuerdo su nombre -y eso no he dejado de suponerlo-, que el señor delegado Soto y Gama es honrado, y todavía quiero aceptar que hasta levantó su voz contra la dictadura porfiriana, para que no haya lugar a esa rectificación; pero sí hago constar también que se abre de capa y espada para combatir a un presidente, encargado del Poder Ejecutivo, sumamente débil, y si no lo invito a decir dónde está la fuerza del señor Presidente González Garza; pero todavía hay más: viene a hacer afirmaciones y a expresar conceptos -no vacilo en calificar de rara audacia del señor licenciado Soto y Gama- contra el muerto Francisco Madero; una vez él expresó que nunca tocaba a los muertos, y esta vez lo ha vilipendiado, porque en sus afirmaciones dijo que Madero, como todos los demás tiranos, estaba bien afianzado a la silla; quiso significar dos cosas ...

El C. presidente
Señor delegado Cervantes, parece que se sale usted del punto; no se trata de personalidades solamente. (Aplausos)

El C. Montaño
Esa era la moción de orden que iba yo a hacer.

El C. Cruz
Lástima de tiempo.

El C. Cervantes
Repito que el señor licenciado Soto y Gama significó que el Presidente Madero estaba bien afianzado a la silla Presidencial, como quien dice que el señor Presidente Madero tenía la insana intención de permanecer en el poder por más tiempo de aquél para el que el pueblo lo había elegido. Yo protesto contra esa afirmación, que no tiene fundamento alguno, y en cambio, afirmo que en más de una vez escuché de labios del Presidente Madero los proyectos que tenía de marcharse a Europa cuando terminara su período presidencial, y no sólo eso, sino que me atrevo a declarar que si el Presidente Madero supo mantenerse en el poder que el pueblo le había conferido, fue porque en su grande alma siempre existió la noble idea de que no podía una facción, la facción traidora, conservadora, la facción del ejército pervertido, quitarle un poder que le había conferido el pueblo, y al defender esa silla Presidencial obró santamente; y si fue grande, y si fue inmenso como apóstol, se hizo mártir cuando dio la vida por defender un sagrado derecho, porque defendía los derechos del pueblo. (Aplausos)

Voy a hacer alusión ahora a las pseudoargumentaciones del señordelegado Orozco, que en verdad no debía tocar, porque positivamente no argumentó nada, ni sus frases tuvieron visos de argumentación; pero sí por la influencia que todos los señores delegados que hablan a los demás compañeros, pueden ejercer, no por convencimiento, sino por el sólo hecho de levantarse, para pretender atraer al error, al voto erróneo de los señores delegados.

El señor delegado Orozco sostuvo con gran calor, que no debía importarnos lo que hagan las otras naciones, que no debía importarnos la historia de los pueblos, que debíamos romper con el pasado, que debíamos atenernos a nuestras propias fuerzas, a nuestra propia inteligencia, y no debíamos pedir el ejemplo a los demás. Y es que el señor delegado Orozco se imagina que nosotros -que en verdad somos humildes- somos los poseedores súbitos de la verdad, pero ¡cuánto error hay en esa pretensión! Olvida el señor delegado Orozco que si rompiéramos con el pasado sencillamente él no podría expresar las ideas que viene a decirnos en el seno de esta Asamblea; y todavía con un calor simpático, simpático, porque el señor Orozco es de los jóvenes de apasionamiento simpático, nos vino a decir que los delegados que no se consideren capaces para resolver los asuntos del país, debían de salir de la asamblea ... y el señor Orozco se quedó sentado en su butaca. (Aplausos y risas)

Creo haber combatido con algún éxito las opiniones dei pro, pero si por acaso faltare algo de convencimiento en el ánimo de los señores delegados, voy a hacer algunas argumentaciones, diría yo, de mi peculio.

Se refieren especialmente a una cita de hechos históricos que voy a invocar; voy a invocar la historia, aunque el señor delegado Orozco quiera romper con el pasado. Todos los señores delegados que tengan conocimientos de Historia Patria, deben saber que cuando por el Plan de Ayutla se derrocó al dictador Santa Anna, la opinión pública estaba impresionada de manera más abundante que en la actualidad en contra de las facultades o intromisiones del Poder Ejecutivo, porque había observado que Santa Anna, ejercía una tiranía criminal y malvada; de manera que se puede afirmar que en esa época la opinión pública era mucho más poderosa en el sentido de repudiar la idea de que pudiera concedérsele al Encargado del Poder Ejecutivo la facultad del veto y de hacer observaciones; con esa idea, con ese criterio, con ese espíritu de desconfianza, se sometieron al triunfo del Plan de Ayutla, a la revisión del Congreso, todos los actos del Presidente Provisional; exactamente una cosa análoga a la que nosotros estamos haciendo; nosotros queremos tener en la Asamblea Legislativa, que podemos llamar el Congreso por la similitud de casos, todo el Poder y todas las facultades. Queremos quitarle al Encargado del Poder Ejecutivo, la manía de hacer observaciones, y en cambio, con un contrasentido que yo no puedo comprender, en México al partir para acá, le hemos concedido amplias facultades extraordinarias para todos los asuntos de Guerra, Hacienda y Gobernación; díganme los señores delegados si no tenemos razón para afirmar que esta Asamblea comete muchos disparates; por un lado hace a un individuo dictador, le concede amplias facultades y por otro lado dice no, el dictador soy yo, no eres tú; pero se olvidan de obrar con lógica; si hubieran querido legislar debieran haber empezado por quitarle esas facultades extraordinarias que le concedieron en Gobernación, Hacienda y Guerra, y después tratar de ver de quitarle el derecho de hacer observaciones.

Decía, pues, que el Congreso y el Ejecutivo después del Plan de Ayutla se pusieron en pugna como se puso o se va a poner probablemente la Asamblea con el Encargado del Poder Ejecutivo. Se criticó acremente al Presidente Provisional, se trató de quitarle a uno o dos de sus ministros, atacándolos rudamente, como lo estamos haciendo en el presente caso, y todavía para mayor similitud de casos, se le criticó rudamente por haber retardado la observación de un decreto del Congreso Soberano; exactamente los mismos casos.

Y, ¿adónde iba ese Presidente Provisional con ese Congreso que no le quería conceder facultades? A lo que posiblemente vamos a ir nosotros: a la desaveniencia completa entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, a la supresión del Ejecutivo, que es un Ejecutivo pintado.

Felizmente, en aquella época histórica, los Constituyentes tuvieron una cosa 'importantísima que ocupaba sus energías: la Constitución de 57.

También como cita histórica, quiero referir que los Constituyentes no establecieron en la Constitución, la formación del Senado, del Senado que tampoco nosotros tenemos, y que es uno de los elementos que pueden limitar o restringir en cierto modo la abundancia de facultades de la Asamblea Legislativa; y todavía así, sin Senado, queremos quitarle sus facultades al presidente.

Reflexionando serenamente, ¡qué comparación de lo que va de ayer a hoy! sabiendo lo que traían ellos entre manos, comprendieron que era concederle demasiadas facultades a la Asamblea Legislativa, y que llegaría a ser la que no tuviera taxativas en sus procedimientos, por lo que, según las citas del señor Ramírez Wiella, se aceptó que los proyectos se discutieran, una, dos o varias veces.

Finalmente, en el Congreso Constituyente, se discutió la cuestión del veto, y hubo muchos acaloramientos entre los hombres del pro y del contra, y después de varías discusiones para rechazar el veto, entiéndase bien, la Asamblea Constituyente aceptó, como esperamos que se aceptarán aquí, las observaciones del Poder Ejecutivo al Legislativo. Ya le di lectura al artículo, y se ve que esa facultad era mucho más amplia de lo que humildemente pretendemos nosotros.

No quiero apartar de la consideración de los señores delegados, la idea de que la aceptación de las observaciones del Ejecutivo al Legislativo trae como consecuencia, la de que todo proyecto que sea devuelto, por el Ejecutivo con observaciones, después de una discusión del Legislativo, debe quedar sancionado por una votación de las dos terceras partes de la Asamblea, debe quedar sancionado por los dos tercios en la votación, porque se debe comprender muy bien, que una Asamblea apasionada, puede recibir las observaciones del Ejecutivo, hacerles caso aparentemente, pero en la votación decir cada individuo: yo voté bien, y entonces determinar la nueva votación el mismo resultado; cosa que traería como consecuencia el mismo fenómeno que si suprimiéramos de hecho la facultad al Ejecutivo, de hacer observaciones; de manera que debe comprenderse que si el presidente tiene razón, la Asamblea podrá confirmarle con los dos tercios de la votación sus observaciones.

En el asunto que ahora se discute, los Constituyentes aceptaron las leyes devueltas con observaciones por el Ejecutivo, sólo podrían ser aprobadas con el voto de la totalidad.

No quiero dejar de llamar la atención de los señores delegados sobre el peligro inminente que acarrearíamos si nosotros no le concediéramos al Ejecutivo la facultad de hacer observaciones, porque un Ejecutivo que se ve sin poder alguno, un Ejecutivo que no tiene más papel que el de la obediencia pasiva, el de la obediencia sin reflexión o sin derecho de reflexionar los hechos públicos, no es un Ejecutivo, y resultaría que el hombre a quien nosotros eligiéramos para aquel puesto, se vería en esta dolorosa disyuntíva: o ese hombre era de energías grandes, y sobre todo tenía fuerte poder material -llamo la atención sobre que ése es uno de los peligros que nos amenazan-, y entonces se daría el caso de que ese presidente, basado en la fuerza de las bayonetas, o en el poder del influjo personal que tenía ante la Nación, disolvía a la Asamblea, daba un golpe de Estado y se constituía en dictador, y, repito, ese peligro nos amenaza; o bien, ese Encargado del Poder Ejecutivo, ese presidente, se convertía en un ser despreciable e indigno.

Yo no vacilaría en calificar de indigno al hombre que tuviera la torpeza de aceptar el Poder Ejecutivo, cuando supiera que no iba a ser sino un instrumento, porque yo no puedo concebir que a un hombre se le haga la falsedad, se le muestre el subterfugio, se le presente el engaño de que es el elegido por la mayoría de la Nación entera y después resulte ser elegido para un puesto despreciable, en que no hace más que obedecer lo que una Asamblea demagógica puede mandarle; pero en el caso de que el presidente fuera un ser indigno y despreciable que no tuviera poder, que no tuviera facultad para hacer observaciones al Poder Legislativo, resultaría sencillamente lo que ya indiqué; que las que gobernaban al país eran las Asambleas Legislativas, y como las Asambleas Legislativas gobiernan a un país por medio del desgobierno, los hombres de algún prestigio agruparían a su alrededor a los tontos o interesados, y entonces esos hombres serían los directores de la cosa pública. ¡Qué resultado más desastroso para la Nación! Eso se llama sencillamente la anarquía.

En cambio, con la concesión de la facultad de hacer observaciones, mi mente se aleja por completo de las dos amenazas, de los dos peligros, porque repitiendo lo que expresé, que estaba en contraposición con el pesimismo del señor delegado Nieto, tengo la esperanza muy grande de que un hombre honrado y de talento puede ser, si tenemos la atingencia de nombrarlo, el Encargado del Poder Ejecutivo, y que ese hombre, con su sabiduría tendría facultad de hacer observaciones perfectamente razonables y con su talento podría obedecer las que razonablemente le mande esta Soberana Convención.

Por todo lo expuesto, señores delegados, pido, fijaos bien, no el veto absoluto, pido la facultad de hacer observaciones, facultad que después se garantiza o se contesta con los dos tercios de la votación de la Asamblea Legislativa, porque en mi concepto, ése es un procedimiento de justicia objecional del Poder Ejecutivo, y diría todavía que eso sería la consecuencia lógica de la aceptación que hicimos de los artículos de la llamada ley parlamentaria, que se han aprobado; en ella se establece que los ministros y el presidente pueden ser destituidos por los dos tercios de la votación en la Asamblea; de manera que poniéndonos en el caso de que un presidente por maldad devolviera a esta Asamblea un proyecto con observaciones, de mala fe, por el sólo hecho de darle la aprobación al proyecto con las dos terceras partes de la votación, le haríamos una solemne advertencia al decirle: esos dos tercios de la votación son los que descubrieron tu falta de honradez y son los que seguramente te lanzarán de un puesto que no mereces. (Aplausos)

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Samper.

El C. Samper
Ciudadanos delegados:

Yo sentiría profundamente que en una ocasión como ésta se diera el caso de que alguno o algunos votaran inconscientemente, y creo que puede darse el caso, si no se precisa claramente.

El C. presidente
¿Tuviera usted la bondad de interpelar directamente a la Comisión?

El C. Samper
Señor presidente: Estoy fundamentando mi interpelación, y lo voy a hacer con mucha brevedad.

El C. presidente
El Reglamento dice que de una manera concreta y breve.

El C. Samper
Cierto, señor presidente. Visto que el veto absoluto y el veto suspensivo son un anacronismo que ni siquiera subsiste en las monarquías, ni aun en las parlamentarias, yo pido respetuosamente a la Comisión, se sirva decirnos si aprobando el dictamen, esto es la aprobación del veto absoluto y del veto suspensivo, anacronismo que no creo que debíamos tomar en consideración, pregunto si aprobando eso se reserva esta Asamblea el derecho de conceder más tarde o más temprano al Ejecutivo la facultad de hacer observaciones dentro de plazo brevísimo, a las iniciativas o decretos que salgan de esta Asamblea.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Quevedo, para contestar.

El C. Quevedo
¿Es para contestar, o porque estaba inscrito?

El C. presidente
Antes está inscrito el señor Montaño.

El C. Quevedo
Me reservo para contestar después la interpelación.

El C. presidente
Entonces, tiene la palabra el ciudadano Montaño.

El C. Piña
Pido la palabra, para una moción de orden.

El C. Quevedo
Cuando se leyó la lista, estaba inscrito yo en tercer lugar.

El C. Piña
El señor delegado Samper.ha hecho una interpelación a la Comisión Dictaminadora, y usted tiene el deber, más todavía, la obligación, de contestar.

El C. Montaño
Tengo el uso de la palabra, que me ha concedido la Presidencia.

El C. Piña
Yo interpelo a la Presidencia para que se sirva excitar a la Comisión Dictaminadora, para que conteste categóricamente a la interpelación del ciudadano Samper.

El C. presidente
Contesta la Mesa que ya dijo la Comisión que contestará en seguida.

El C. Piña
Entonces, que conteste como Comisión.

El C. Montaño
Señor presidente: ¿Hago uso de la palabra, o no?

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Montaño
Señores delegados:

He escuchado largos y extensos discursos, he escuchado a muchos que se han prolongado en el uso de la palabra para externar su opinión acerca de un asunto que realmente es de todos muy conocido y que debían laconizar lo más posible en sus argumentaciones; argumentaciones que verdaderamente causa profunda pena escucharlas y que se han venido a concretar a personalidades, y hemos presenciado discusiones, que no revisten interés, en pro de los principios que defendemos y en pro de la causa del pueblo.

Lamento demasiado que hayan sido tan niños aquellos que han discutido argumento por argumento, palabra por palabra, idea por idea, frase por frase, para construir casi hasta un libro de cada discurso, un libro que no sirve verdaderamente más que de expediente, de escollo para obstruir la causa del pueblo.

Realmente es penosísimo que no se ciñan al argumento que se trae a esta Asamblea, que no se ciñan al tema de la discusión aquí, sino que realmente se salen de la órbita del debate para discutir cosas que realmente pugnan con la conciencia de los hombres que tienen verdaderamente sentimientos hacia la Patria y verdaderos sentimientos por la redención del pueblo.

Realmente, señores, acabo de escuchar los últimos lloriqueos por la dictadura, acabo de escuchar la crispación de nervios que causa a la sociedad antigua, a esa sociedad, señores, que se extremece delante de las reformas, que fue -permítaseme que lo diga en este momento-, la sociedad que apoyó a Agustín I, la sociedad que nos trajo la intervención francesa, y que ciñó en las sienes de Maximiliano la corona que se despedazó ante el impulso formidable de la Revolución de Juárez y de los héroes que figuran en nuestra Historia.

Realmente, señores, el asunto que se nos trae a debate es el crear a un Ejecutivo que no quiere ceder a las leyes. que quiere que las leyes cedan a él, y estoy en contra de ese Ejecutivo que por largos años ha pisoteado verdaderamente las leyes, ha pisoteado los derechos del pueblo, ha pisoteado la justicia y ha sido, no un Presidente de la República, como se ha dicho, no un dictador, todavía una cosa un poco más desastrosa, un poco más, verdaderamente, permítaseme la frase, no un poder realmente, un poder emanado del pueblo, sino un poder emanado de las bayonetas, y que merece, por eso, la maldición del pueblo.

Realmente nosotros somos partidarios de un Ejecutivo que sea verdaderamente Ejecutivo; a ese Ejecutivo, ¿queréis vosotros que no se le cierren las puertas? Pues entonces, señores, ¿queréis que a ese Ejecutivo se le abran las puertas, como a Huerta, para que venga a echar, a disolver las Cámaras, para que venga sobre nosotros a ultrajar la soberanía del pueblo y nos haga respetar las instituciones a la bayoneta calada? Señores, esto es pisotear la soberanía del pueblo, ultrajar las leyes y la soberanía del pueblo.

Realmente, señores, estoy contra de ese Ejecutivo, yo no puedo ser partidario de él, desde el momento en que no hemos tenido hombres que hayan dado libertad al pueblo, que hayan hecho respetar la ley. Realmente nosotros nunca hemos tenido aquí elecciones, ni siquiera la noción más elemental de lo que es justicia; pues si esto es así, señores, ¿qué vamos a atenernos al Ejecutivo? Qué, ¿es un intelectual? Yo contesto, si nosotros siguiésemos ateniéndonos a Ejecutivos como Eulalio Gutiérrez, que no conoce leyes ni por el forro; si seguimos ateniéndonos a Ejecutivos como el Primer Jefe Venustiano Carranza; si seguimos ateniéndonos a Ejecutivos como Madero, entonces, señores, la Patria está perdida (siseos) si seguimos ateniéndonos a Ejecutivos como Porfirio Díaz, entonces ¿para qué hemos dicho que ténemos principios revolucionarios?, entonces, ¿para qué hemos dicho que proclamamos la libertad del pueblo?, ¿para qué hemos dicho que traemos a nuestra causa la redención del pueblo? Mentira todo, entonces, no hay nada de verdad, entonces no hay la reforma que proclama el pueblo, entonces no habrá la salvación del pueblo.

Yo creo que la cuestión del veto no es objeto de tamaña discusión; ¿queréis conceder el derecho de hacer observaciones a un Ejecutivo que ha sido realmente fatal en nuestra Patria, que porque se le ha dado rienda suelta, y hoy extrañáis que se le pongan valladares a ese Poder, a ese Ejecutivo formidable que ha desatado todas las más grandes desgracias sobre el pueblo, a ese Ejecutivo que no ha podido dar libertades al pueblo, y sí ha estado siempre listo para darle cadenas?

Realmente, señores, entiendo yo que el parlamentarismo viene a poner encadenado al Ejecutivo para que sea verdaderamente Ejecutivo, no monarca; porque realmente los que hemos tenido aquí han sido dictadores, monarcas, aunque no tengan corona, y ¿cómo se le va a permitir hacer observaciones a esta Asamblea, a la que se critica de diferentes maneras, diciendo que no viene más que a resolver disparates, a esta Asamblea que es una Asamblea netamente revolucionaria, que es una Asamblea que representa la soberanía del pueblo? ¿Para qué venir a decir todo eso, cuando lo conocemos, a una Asamblea que representa los ideales del pueblo armado y representa lo más grande: la Patria? Esta Patria existe, esta Patria que ensangrentada y herida espera su salvación, y esa salvación, quieran o no, saldrá del seno de esta Asamblea.

¿Quiénes han sido los ejecutivos que nosotros hemos tenido? ¿Queréis darles privilegios? Pues es muy claro, señores. La mayor parte de esos hombres, la mayor parte de ese partido que sosfuvo a Maximiliano, nos trajo la intervención francesa; prefirió el dominio de un solo hombre, porque a él lo podría dominar, y mientras menos hombres tomen participio, menos privilegios tendrán; porque realmente, señores, sería muy difícil corromper muchos, pero a uno sólo sí les es fácil corromperlo. Así es que hay que echar por tierra ese poder absoluto ejecutivo; no debemos, realmente, darle esas facultades tan exorbitantes que hasta ahora ha tenido, si queremos que verdaderamente sean efectivas la rendención y la soberanía del pueblo; porque aquí en nuestro país, las leyes han sido escritas, pero no se han puesto en vigor; porque los gobernantes no quieren ir con las leyes, quieren que las leyes vayan con ellos.

Se dice aquí que se han cometido verdaderas atrocidades, resolviendo los problemas que hasta ahora hemos resuelto; pero debo manifestar que es un error; el que dice eso es un apasionado; nosotros vamos de acuerdo con los ideales que ha proclamado la Revolución y, conforme a esos ideales, hemos venido a deliberar para traer las reformas que nosotros proclamamos; si realmente son disparates los que venimos a ejecutar, no por eso lo son los principios de la Revolución; quien califique de disparates los hechos de la Asamblea, califica de disparates los principios que proclama la Revolución, y éstos no son disparates, y no lo son, puesto que han sido ungidos con sangre y han costado millares de vidas, puesto que muchos hombres descansan ya en sus tumbas por defender estos ideales; y los muertos mismos, al escuchar semejante cosa, proferirían protestas y maldiciones siempre que nosotros nos dejemos inducir, sobornar por esa palabra.

Evitad que haya una monarquía; yo no soy partidario de la monarquía, que es la que hemos tenido por largo tiempo en nuestra República; los presidentes de la República han sido casi majestades políticas; ahora, en lo sucesivo, no lo serán, porque si hay alguno de vosotros que quiera contener esa idea, cuando se quiere contener esa idea, se vuelve tempestad, se vuelve huracán, y los qUe pretendan contener el ímpetu de esa idea serán aplastados realmente por la Revolución, que es tempestuosa, y es natural que haga extremecer a los hombres de esa antigua sociedad, a los prosélitos de aquellos principios antiguos, a los prosélitos de aquellas antiguas ideas.

Realmente así pasó en la Constitución y sus opositores, y bien sabéis lo que ocasionó aquella Revolución, aquella reforma y aquella Constitución, que quiere que el hombre tenga la libertad de pensamiento, que quiere que el hombre tenga todas las libertades que le sean posibles para vivir en la sociedad; sin embargo, ya veis cuánta oposición encontró cuando exclamaron los opositores que todavía no era tiempo; cuántos exclamaron que realmente esa Constitución era una ignominia; cuántos exclamaron que esa Constitución era un disparate.

Precisamente como ahora; se viene a decir que es un disparate lo que nosotros proclamamos, lo que nosotros tratamos, el problema que tratamos de resolver para el bienestar de la República, y digo República, aun cuando realmente no ha sido República, porque no ha tenido de República más que el nombre.

Los poderes aquí se han reducido a un solo hombre que ha encarnado el Gobierno; los tres poderes siempre han estado ejercitados por un solo hombre que se ha nombrado Ejecutivo; y a ese Ejecutivo que ha llenado de sangre los cadalsos y que ha dado sablazos al pueblo y a los diputados, a las Cámaras Legisladoras, a ese Ejecutivo que manda fusilar entre las sombras, a ese Ejecutivo que no respeta los derechos del hombre, a ese Ejecutivo que corta las cabezas, a ese Ejecutivo que pisotea las garantías otorgadas por nuestra Constitución; a ese Ejecutivo que defendéis vosotros, a ese Ejecutivo, ¿queréis dar rienda suelta, a ese Ejecutivo queréis todavía darle más omnímodo poder, para que siga pisoteando al pueblo y siga desgarrando más a la Patria y anegándola en sangre?

Si es que queréis verdaderamente extinguir a la Revolución, matadla si podéis; pero no es posible, porque tendréis otra fuerza más poderosa que la vuestra, porque el pueblo estará listo para deciros que allí está otra fuerza más poderosa que la vuestra, y esa fuerza se llama Revolución; y esa Revolución, señores, será la más gigantesca, esa Revolución, señores, no descansará, mientras sostengáis ese despotismo brutal que por tanto tiempo ha pisoteado a la justicia, porque por tanto tiempo se rodeó de parásitos para absorber el Tesoro Nacional, que por tanto tiempo, señores, nunca se conmovió delante de las miserias del pueblo, pero que sí tuvo suficiente dinero para hacer derroche de millonadas en las fiestas qel Centenario, sí tuvo bastantes energías para botar millonadas y para combatir al pueblo, para combatir a los mismos ideales de la Revolución, hasta dejar exhaustas las arcas de ese Tesoro, hasta, por fin, convertir al pueblo, a ese pueblo, señores, por quien tanto luchamos, hasta convertirlo en un pueblo pobre, en un pueblo esclavo, en un pueblo engañado; pero, pésele a quien pese, ese pueblo ahora hará pedazos para siempre a sus capataces; y ese Ejecutivo ya no será monarca, ya no será el Ejecutivo-majestad, ya no será el Ejecutivo coquetón, que no quiere ceder a las leyes, sino ahora que cumplirá, y si no cumple, el pueblo hará que cumpla, pésele a quien le pese; él cavará su tumba para los Ejecutivos coquetones que abusan de la soberanía del pueblo y la pisotean, para esos Ejecutivos que no le dan justicia al pueblo y las libertades que reclama. (Aplausos)

¡Cuántas lágrimas se saltarán de aquellos ojos que ven desaparecer al Ejecutivo de aquellos tiempos; cuánta emoción sentirán los pechos de aquellos adoradores de un idolillo que por tanto tiempo ha flagelado a la Patria, cuando ven escapar de sus manos un regular puñado de monedas, un puñado de concesiones! Y cómo lo sentirán hasta los mismos ministros, porque, señores, en lo sucesivo, los ministros serán ministros y no firmones; el Ejecutivo será el representante del pueblo, pero no el tirano ni el monarca.

Me extraña en gran manera lo que se dice aquí, que nosotros somos infalibles o que el Ejecutivo es infalible puesto que se trata aquí de la infalibilidad, de una palabrería inmensa, de un montón de cosas, de una tempestad abrumadora, que ha hecho a los señores delegados dormir en sus butacas; realmente me llama la atención que se haya venido a derramar un torrente de palabrería fuera de la lógica, de la razón humana y de la libertad de los principios revolucionarios.

Yo tengo la fe, la seguridad, de que los hombres que luchamos por la salvación de la Patria, debemos seguir adelante, debemos afrontar sin miedo las circunstancias, ir siempre adelante, hasta dar ese paso terrible hacia adelante, que produce un movimiento de terror a la sociedad antigua; siempre ese adelante que espanta a esos señorones; porque realmente estamos luchando contra los privilegios, estamos luchando por el pueblo hambriento, por ese pueblo que siempre ha sido vejado, por ese pueblo al que nunca se le ha dado justicia, por ese pueblo que nunca ha sido respetado ni protegido por el Ejecutivo de la Nación.

De suerte que yo propongo, señores delegados, que si tenéis conciencia de lo que váis a hacer, no permitáis que en lo de adelante haga observaciones el Ejecutivo, porque esas observaciones quieren decir estancamiento y paralización de las reformas que vamos a implantar aquí y, a cada momento, vendrá a entorpecer la marcha fundamental de los principios que nosotros tratamos de encauzar hacia la reforma; y no lo digo precisamente por el actual Ejecutivo, sino por todos los Ejecutivos, o mejor dicho, no por las personas que están encargadas de una manera conveniente o inconveniente de esos Ejecutivos; yo hablo, realmente, contra el Ejecutivo, no contra las personalidades; no vengo a discutir la personalidad que ocupa el actual Ejecutivo, ni las que lo ocuparen en lo sucesivo; pero sí que sepan que en lo sucesivo tienen por programa otro programa distinto, otro cartabón distinto al que se han sujetado.

Ya no queremos que sigan haciendo concesiones contra la Patria, como las concesiones ferrocarrileras, como las concesiones petrolíferas, como esas concesiones que han arrebatado sus tierras a esa raza de los yaquis, a quienes Porfirio Díaz arrancó el patrimonio de sus mayores.

Y después de todo esto, ¿queréis vosotros seguir perpetuando a esos hombres que van contra el pueblo y contra esa raza yaqui, que pertenece a la estirpe del Norte, a esa raza que, cuando sepa que apoyamos a esos Ejecutivos para perpetuarlos en el poder, en ese poder omnímodo, se rebelará contra vosotros como se ha rebelado contra todos los opresores?

Las razas de toda la República, las que ocupan el Territorio Nacional, sabrán si son dignas de ser libres o de ser esclavas. (Aplausos)

En la conciencia de todo el mundo está, señores, que los principios que sostenemos principalmente, o que tratemos en lo sucesivo, son tendentes a que la ley sea ley y no un hombre; tratemos, señores, en lo sucesivo, de que ese hombre encargado de ese Poder que tanto defendemos, ya que lo hacemos consistir en un hombre, sea verdaderamente el dependiente del pueblo, que ese hombre sea el servidor de la nación, que ese hombre sea el servidor del pueblo, que ese hombre sea el siervo del pueblo y no un déspota que por tanto tiempo ha hecho mantener al pueblo en la ignominía y en el retroceso; nosotros queremos la libertad para el pueblo, el progreso para el pueblo, no la anarquia; nosotros pretendemos la redención de ese pueblo, la liberación del pueblo, liberación que no ha encontrado en el despotismo, pero que sí la encontrará en las armas de la Revolución; puesto que la Revolución es el único recurso que nos han dejado los tiranos, puesto que, bien lo sabéis, a los tiranos, cuando se les habla en nombre de la justicia, no oyen; cuando se les habla invocando la ley, permanecen sordos a su llamado; pero cuando se les habla con las armas, es la única voz que pueden escuchar. (Aplausos)

Jamás, señores, ha podido ser el pueblo oído pacíficamente, jamás la voz de los conscíentes que luchan por el pueblo o que dicen luchan en pro de la causa del pueblo, la voz de los conscientes que se llaman Bulnes, Lozano, Mateos, Querido Moheno, la voz de esos conscientes que es de un grupo pequeño, insignificante, jamás ha podido enfrentarse contra los tiranos. Aunque nos digan que el fusil no es capaz de llevar a cabo una reforma, yo contradigo eso, porque la reforma se ha hecho siempre con las armas y no con las palabras; la idea ha sido siempre la que mueve los espíritus; pero la idea sin las armas nunca ha podido triunfar, y la idea con las armas será nuestro único sostén, los únicos elementos con que podremos dar al pueblo la felicidad, con que podremos dar al pueblo patria, puesto que no la tiene. (Aplausos)

Vuelvo a manifestar, señores delegados, que muchas ocasiones se ha dicho al pueblo que tiene patria, cuando todos vosotros lo habéis visto desheredado, sin patria; la palabra patria viene de patrimonio, y el pueblo mexicano existe en la miseria, sin tener más patrimonio que las estrellas que contempla desde la tierra, desde el suelo que pisa; no tiene más patrimonio que el susurro de las auras, no tiene más patrimonio que el penacho de nuestros bosques, no tiene más patrimonio que la miseria, no tiene más patrimonio que ese templo que se llama naturaleza; pero esa naturaleza, aquí en esta Patria, es fruta del árbol prohibido, porque no puede disfrutar de ella, porque se lo impiden los tiranos.

Así es que no tengamos escrúpulos para hacer esta reforma, sigamos adelante, y yo os hablo, señores delegados, para que no os detengáis, para que no tembléis ante la reforma, que es la única que salvará al pueblo mexicano. (Aplausos)

El C. Marines
Pido la palabra, para una moción de orden.

Respetuosamente suplico a usted que tenga la bondad de que cuando algún orador no toque el punto a discusión, como por desgracia acaba de suceder, se sirva usted llamarlo al orden. El discurso que se acaba de pronunciar estaría bueno, quizás, para presentarlo en las Cámaras Francesas, pero no para sostener el pro del asunto a discusión, que es conceder al Ejecutivo la facultad de hacer observaciones por una sola vez en un plazo perentorio de cinco días, por ejemplo; y el orador no ha expuesto argumentos.

El C. Soto y Gama
Pido la palabra, para una moción de orden. Pido que se respete la libertad de los oradores.

El C. Montaño
Pido la palabra, para una rectificación.

El C. presidente
Un momento; voy a contestar al señor delegado Marines, que si hubiera sacado el reloj, le aseguro que le demostraría que el señor Cervantes habló más tiempo que el señor Montaño.

El C. Marines
Pero el señor Cervantes presentó argumentos.

El C. Quevedo
Pido la palabra, para rogar a la Mesa respetuosamente, se sirva anotar mi protesta por negarme el uso de la palabra, y, como miembro de la Comisión, la pido para fundarla.

El C. presidente
Debo hacer notar al señor delegado Quevedo, que cuando usted se inscribió, el delegado Montaño estaba antes de usted, desde ayer. (Voces: Antier)

El C. Samper
Pido la palabra, para una moción de orden. Vuelvo a insistir en mi interpelación a la Comisión para que nos diga si queda a salvo el derecho de esta Asamblea; si aprobando el dictamen queda derecho al Ejecutivo, de objetar dentro de brevísimo plazo los decretos que salgan de esta Asamblea.

El C. prsidente
Tiene la palabra el ciudadano Quevedo, para contestar.

El C. Quevedo
Yo necesito, para contestar la interpelación que se me ha hecho, fundar el dictamen que he firmado, porque no le puedo contestar así sencillamente, como se pretende. Cuando se me conceda el uso de la palabra, contestaré.

El C. Soto y Gama
Pido la palabra, para una moción de orden.

Un acuerdo entre varios de los delegados ha consistido precisamente en que honradamente convenimos en no declarar agotado el debate sino hasta que hayan acabado de hablar todos los oradores. La interpelación del señor Samper es como una sorpresa, está faltando al pacto de honor. Que hable todo el mundo y entonces vendrán las prácticas parlamentarias; no es el momento. Vamos a proceder en otra forma, escuchemos a los del pro, y luego a los del contra, y así sucesivamente.

El C. Cervantes
A efecto de aclarar suficientemente la opinión de esta Asamblea, yo me permito decir que quedan dos procedimientos: o aceptar el artículo a discusión tal como está, cosa que no creo que se realice, o rechazarlo, cosa que puede hacerse, puesto que al rechazarlo, la Comisión Dictaminadora tendrá que reformarlo en el sentido de la discusión, es decir, en el sentido que me permití indicar.

El C. Soto y Gama
Insisto en mi moción de orden, en que esa discusión sea para después de que acaben de hablar todos los oradores; saben bien que eso que están haciendo no es nada.

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la H. Asamblea que en vista de que han hablado tres oradores en pro y tres en contra, si considera suficientemente discutido el artículo.

Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie.

No se considera suficientemente discutido.

El C. Soto y Gama
Acabáis de explicar que era un pacto de honradez, y apelo a esa honradez. (Varias voces: Pido la palabra, para una moción de orden)

El C. Velázquez
Ha hecho mal la interrogación el señor secretario. El Reglamento dice que se pongan de pie los que estén por la afirmativa.

El C. Piña
Pido la palabra, para una aclaración acerca de lo que ha dicho el señor Soto y Gama.

Señor Lic. Soto y Gama
Usted ha dicho que se ha convenido entre un grupo de delegados pertenecientes al Norte y al Sur, que estábamos dispuestos a que continuase la discusión hasta que se agotasen los oradores del pro y del contra, y ése es mi deseo, señor licenciado; pero sobre nuestro convenio privado está el Reglamento; si la Asamblea dispone en estos momentos que el asunto está suficientemente discutido, creo que nuestro compromiso, que no ha sido de honor, sino un cambio de ideas, en modo alguno puede sentirse lesionado.

El C. secretario
Vuelvo a preguntar: Los que estén por la afirmativa, es decir, porque continúe la discusión, sírvanse ponerse de pie.

El C. Soto y Gama
Sería ilógico que a todos los que no están levantados se les obligara a votar en un sentido o en otro.

El C. secretario
Hay mayoría. Sigue la discusión.

El C. presidente
Tiene la palabra, en contra, el señor delegado Piña.

El C. Piña
Ciudadanos delegados ...

El C. Castellanos
Pido la palabra, para una moción de orden, si me lo permite la Presidencia.

Atendiendo a que todavía hay muchos delegados inscritos en pro y en contra, de tal maneta que no podríamos concluir esta noche, y habiendo transcurrido el tiempo de Reglamento, suplico a la Mesa que se sirva suspender la sesión.

El C. Soto y Gama
Ya se suspendió anoche, y sobre el Reglamento está el deber. Nosotros tenemos un deber para con la Nación; necesitamos acabar hoy. Sobre todo, es increíble que para un solo asunto, nos estemos tres días (Voces: No le hace; no le hace), cuando teníamos el compromiso de acabar ayer en sesión permanente.

El C. Castellanos
Pero no con este asunto.

El C. Soto y Gama
Apelo al señor Preciado para que diga si estaba en los arreglos. Es cierto que hay otro punto en el veto; pero éste está incluido en el Parlamentarismo, y apelo al señor Preciado para que diga si está de acuerdo con lo que yo digo. Nosotros no tenemos interés en violentar a muchos compañeros en ese sentido pero que está dentro del acuerdo, eso es evidente.

El C. Pasuengo, Sergio
Se ha aprobado que se siga discutiendo este asunto; de manera que debe seguirse discutiendo.

El C. Piña
Tengo yo la palabra, señores delegados. (Voces: Estamos cansados) Si ustedes están cansados, yo no.

Señores delegados: Empiezo por ...

El C. Soto y Gama
Señores delegados:

Voy a hacer una moción de orden.

Han resuelto los compañeros del Norte, con todos nosotros, que se comprometen a no obstruccionar, a que de preferencia se discuta el Programa y Leyes Agrarias, y, sin embargo, hay obstruccionismo; aunque sea por cierto espíritu de conciencia, no creo que sean tan inconsecuentes que se quieran ir. Yo creo que honradamente debemos seguir, es imposible que nosotros no querramos trabajar, y en cambio sí queremos imponer a las 8 o 10 horas diarias a los demás trabajadores; es una cosa terrible; es muy triste que nos cansemos con tres horas de trabajar.

El C. Nieto
Pido la palabra para una moción de orden.

Cada discurso que se va a pronunciar es por lo menos de media hora; vamos a hablar mucho más de seis oradores, siete u ocho, necesitamos por lo menos cuatro horas más de trabajo; que se nos conceda media hora de receso para cenar, no queremos obstuccionar, que se nos conceda ese receso y pasaremos aquí toda la noche.

El C. Pasuengo, Sergio
Que no coman.

El C. presidente
A la moción de orden que ha hecho el ciudadano Nieto, debo de manifestarle que otras veces hemos salido después de las nueve y podemos seguir discutiendo un poco más de tiempo, son cuatro horas.

Tiene la palabra el ciudadano Piña.

El C. Nieto
Pero ocho discursos más, aquivaldría a nueve horas.

El C. Piña
Debo manifestar señores delegados, antes de entrar en materia, que veo con profunda pena la intranquilidad o la poca disposición que se tiene cuando una sesión, tal como ésta, se prolonga más de lo regular, y la verdad es que tienen razón, porque trabajos de la naturaleza a la que estamos dedicados, nos cansan, nos abruman, y es natural desear que sea lo más ligero posible el tiempo que dediquemos a esta clase de labores y la verdad es que yo desearía que la Presidencia nos concediese un receso de media hora, con objeto de reanudar la sesión a continuación de este término, continuar los debates, porque de lo contrario, según lo estoy viendo, antes de cinco minutos, ya casi no habrá quórum.

Por mi parte, saben los señores delegados del Sur que no hay ni la menor intención de obstruccionar este asunto; todo lo contrario, mi deseo es, como el de todos mis compañeros del Norte, el de preocuparnos hondamente por este problema, por esta cuestión, que reviste, para todos nosotros, una trascendencia muy grande; así es que si la Mesa estima conveniente que, tal como lo han solicitado algunos señores delegados, se conceda un receso de media hora, por mi parte, aunque me toca hacer uso de la palabra, según estoy inscrito, estoy dispuesto a dejar de hacerlo en esta vez, y ejercitar este derecho cuando se reanude la sesión.

El C. presidente
Debo manifestar al señor delegado Piña, que algunas personas han solicitado que se suspenda la sesión, y otras que siga, y voy a preguntar a lá Asamblea.

El C. Soto y Gama
Quiero hacer una moción de orden.

El C. Piña
Tengo la palabra, permítame usted que hable.

El C. Soto y Gama
¿Va usted a hablar?

El C. Piña
Sí, señor, en contra.

El C. Soto y Gama
Entonces tengo derecho a la moción de orden. Que pregunte la Presidencia.

El C. presidente
En este momento, prescindir del uso de la palabra ...

El C. Piña
No prescindo, estoy en el uso de la palabra.

El C. Soto y Gama
Pido la palabra, para una moción de orden. La moción mía es ésta: Hay un acuerdo solemne con los señores del Norte, que podríamos invocar los del Sur; desde ayer nos comprometimos todos a asistir a la sesión en que se trataran los asuntos contenidos en el acuerdo, y a no desintegrar el quórum hasta que se terminara el asunto; ayer la suspendimos por una concesión, y ahora nos vienen a invocar el Reglamento contra un acuerdo de esta seriedad, simplemente porque se les pasó la hora de la cena.

El C. Nieto
Pido la plabra, para una verdadera moción de orden.

Verdad es que existe ese acuerdo mientras que estemos discutiendo; pero nosotros no hemos declarado ni ha habido declaración de que se constituya la Asamblea en sesión permanente; si este asunto necesita dos días para tratarse, es imposible que nos estemos aquí sin comer; por lo que veo, vamos a tardar dos o tres días; ya se ha dicho que hay muchos oradores que queremos hablar y no vamos a acabar esta noche; aunque el señor Soto y Gama nos diga que debemos acabar hoy, tendremos que seguir mañana.

El C. Soto y Gama
Sí, acabaremos hoy; ¿por qué no?

El C. Velázquez
El compromiso contraído por nosotros no era referente a esta discusión, sino tan sólo a la elección de la Mesa; entonces nosotros nos comprometimos a no desintegrar el quórum; la Mesa ha sido electa y el compromiso ha sido satisfecho. (Voces: Que pregunte la Mesa)

El C. secretario
La Mesa pregunta a la Asamblea si aprueba un receso hasta las nueve y media. (Voces: Mejor para mañana)

El C. Soto y Gama
Entonces sería mejor de una vez para mañana.

El C. secretario
Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. No se concede el receso.

El C. Quevedo
Pido la palabra para una moción de orden. Ruego atentamente a la Presidencia se sirva preguntar a la Asamblea si continuamos la sesión o si la dejamos para mañana.

El C. presidente
Eso preguntaron ahorita. (Voces: No preguntaron eso)

El C. secretario
La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la H. Asamblea si se suspende la sesión para continuarla mañana. Los que estén por que se suspenda la discusión, sírvanse ponerse de pie. No se suspende la sesión.

El C. Soto y Gama
Suplico a la Presidencia excite a los ciudadanos delegados para que no abandonen el salón.

El C. presidente
Tengan la bondad de sentarse. (Campanilla)

Tiene la palabra el ciudadano delegado Piña, en contra.

El C. secretario
La Presidencia ruega a los señores delegados tengan la bondad de sentarse.

El C. presidente
Tengan la bondad de sentarse, señores delegados, porque aprobó la Asamblea que tenía que seguir la discusión.

Tiene la palabra el ciudadano delegado Piña, en contra.

El C. Piña
Señores delegados ...

El C. presidente
Señor Dr. Castellanos, favor de pasar a la Presidencia.

El C. Piña
Señor presidente:

Manifiesto a usted que renuncio por el momento el uso de la palabra, en vista de que se han ausentado un gran número de señores delegados, y en vista también de que muchos de los aquí presentes no están del todo dispuestos a continuar trabajando.

El C. Cervantes
Pido la palabra para un hecho. Me ha sorprendido la conducta de los más conspicuos miembros de la Delegación del Sur, y no he obtenido una explicación del empeño que ellos tienen de continuar hoy mismo la discusión y terminar hoy mismo este asunto. Es un hecho innegable que los oradores inscritos pueden dar un premio de discusión de 20 minutos o de media hora, con una duración de la sesión de cuatro horas, y si a eso se agrega que los señores Soto y Gama y muchos de los oradores pueden dar motivo para que nosotros nos reinscribamos para hacer uso de la palabra otra vez, y si se agrega que yo hablo muy largo, resulta que no podemos terminar materialmente hoy. ¿Los señores quieren ahorrar tiempo? Pues para ganarlo vamos a dar una cita para mañana en la mañana.

El C. Soto y Gama
Para no venir. A mí lo que me da vergüenza es que seamos tan flojos.

El C. Nieto
Usted llega al último, señor; por eso no se abren las sesiones. Nosotros llegamos antes que usted.

El C. Montaño
Pido la palabra para un hecho.

Me llama la atención poderosamente que se esté invocando el hambre constantemente. Nosotros, como soldados, estamos acostumbrados a que se pasen las horas, y no sólo a que se pasen las horas, sino los días enteros, sin comer. (Aplausos) (Voces: En campaña, pero no aquí)

Yo invito principalmente a los señores militares que han luchado en pro de la causa del pueblo, a que hagan de cuenta que se encuentran en campaña, donde no hay elementos de vida ni de boca, para mitigar el hambre; si eso no hiciéramos aquí, verdaderamente se nos calificaría de pseudomilitares; de suerte que yo no creo que hacemos un gran sacrificio en que por ahora no cenemos; mañana comeremos; pasemos la noche trabajando porque realmente la Patria exige ese sacrificio, y nosotros debemos sacrificarnos por la Patria. ¿Qué dirán aquellos hombres que se encuentran en la campaña, en la batalla que se está librando en la capital de la República? Esos hombres, nuestros compañeros dirán que nosotros no somos tan patriotas como ellos.

De suerte que yo, en nombre de la Patria, invito a los compañeros en general a que sigamos trabajando, que aceptemos el sacrificio de quedarnos sin cenar; mañana comeremos. (Aplausos prolongados)

El C. Nieto
Pido la palabra para un hecho. El hecho que quiero sentar es el siguiente: es necesario, para que esos aplausos sean más conscientes, que se sepa que esos señores que nos llaman flojos, son los que llegan al último.

El C. Cruz
Me permito decir a usted que falta a la verdad.

El C. presidente
Señor Cruz, la Presidencia se ve en el caso de decir a usted que siempre que use de la palabra se tome la molestia de pedírmela.

El C. Cruz
Hágame usted favor de decírselo al señor que la usa; hable usted en plural.

El C. Castell Blanch
Pido la palabra para una moción de orden. Para evitar el desorden del señor Cruz, la Mesa debió haber llamado primero al orden al señor Nieto.

El C. presidente
La Mesa se ve obligada a no conceder la palabra en estos momentos, porque antes que todo está dispuesta, al menos cuando esté en mi poder, a sujetarse al Reglamento. El Reglamento dice que las sesiones deben ser de tres horas; por consiguiente, puede haber cuantas sesiones quieran, siempre y cuando se sujeten a las tres horas. El que habla no tiene inconveniente en presidirlas; pero procurará que el Reglamento siempre se ponga en práctica.

Como observo que la Asamblea está muy dividida en opiniones, suplicaría a los señores tomen un acuerdo para evitar esas dificultades, porque claro ven los señores surianos que ya no se quiere discutir y todo el tiempo se va en protestas y mociones de orden, y eso no creo que sea conveniente.

Si quieren que mañana nos reunamos a las nueve de la mañana, no tengo ningún inconveniente en venir; pero el Reglamento lo pondré, a pesar de todo, en acción.

El C. Soto y Gama
La Mesa no tiene derecho para interpretar el Reglamento a su antojo; el Reglamento no es inquisidor, no dice que las sesiones no duren más de tres horas, la Asamblea puede trabajar cuatro o cinco o seis horas u ocho o veinte horas, porque con el mismo derecho que dijo que se trabajara tres horas, puede decir que sean ocho o diez; de manera que ya cuando la Mesa vio que la Asamblea resolvió la prolongación de la sesión, ¿con qué derecho la Mesa declara que la Asamblea no puede prolongar la sesión, si es la soberana?

El C. Nieto
Pido la palabra para una aclaración. Tengo que hacerle la aclaración al señor Soto y Gama, de que a cada momento se alargan más las discusiones; las sesiones deben durar tres horas, aunque haya una en la mañana y otra en la tarde y otra en la noche, así se trabajará tres veces al día; pero cada sesión se sujetará a tres horas, y da el mismo resultado; porque si no se hace así, cada uno hace lo que se le antoje, y el Reglamento no se hizo para eso; si no se obedece, ¿para qué sirve? Por otra parte, estamos viendo que ya la Asamblea no quiere trabajar.

El C. Soto y Gama
La Asamblea ha resuelto que se prolongara la sesión, y sí trabajará.

El C. presidente
Hago notar que el otro día no pude hacer que se cumpliera con el Reglamento, y el señor Soto y Gama me indicó que por qué no se cumplía con el Reglamento.

El C. Nieto
Pido la palabra para hacer una aclaración importante.

Ciertamente, el señor Soto y Gama tendría razón si también nosotros hubiéramos observado la práctica, la costumbre de que cada vez que queremos prolongar una sesión, por mayor tiempo que el que el Reglamento señala, formulemos antes nuestra iniciativa y esta iniciativa se discuta; claro es que al ser aprobada por la Asamblea, la sesión sigue permanente; pero aquí no ha habido esa iniciativa previa, y yo no sé por qué el señor Soto y Gama, por esos temores pueriles que él dice que tenemos, quiere prolongar la sesión sin que se haya llenado esa formalidad.

El C. Orozco
Para una aclaración.

El C. Ramírez Wiella
Pido la palabra para una aclaración. Me permito suplicar atentamente a usted, señor presidente, se sirva decirme qué artículo del Reglamento debo leer para decir que se fija un término de tres horas.

El C. presidente
Voy a decírselo a usted.

El C. Quevedo
Si el ciudadano presidente me concede el uso de la palabra, voy a decirlo.

El C. presidente
Un momento, señor.

El C. Quevedo
Me dirijo al señor Soto y Gama y a los señores delegados del Sur, para una súplica. Yo soy firmante del dictamen que está a discusión, y sin duda alguna habrán notado que estaba desesperado pidiendo la palabra para fundarlo; pero como a mí me gusta el que aquí se guarde el Reglamento, y lo que aquí se acuerde sea a base de argumento y de razonamientos lógicos, yo rogaría que en este caso particular, en vista de que hay muchos señores delegados que desean tomar la palabra; que se suspenda la discusión para continuarla mañana, para que no digan que los íbamos a coger en momentos inoportunos, porque hay mayoría con nosotros y minoría en el contra; por eso, a base de razonamientos, yo solicitaría de los señores delegados del Sur que no continuáramos la sesión de hoy.

El C. Soto y Gama
Manifiesto al señor Quevedo que la Presidencia me dio ya la palabra.

El C. presidente
No se le ha negado, puede usted hablar.

El C. Soto y Gama
Se preguntó a la Asamblea si deseaba que continuara la sesión, y momentos después se resolvió por mayoría que se prolongara esta sesión, y hoy, sin motivo ni causa justificada, nos vienen con observaciones, rectificaciones, aclaraciones, etc. Nos olvidamos de lo que acabamos de resolver; yo por mi parte digo que no estoy por eso, porque no estamos jugando.

El C. Amezcua
Pido la palabra para una moción de orden. Que se fije hasta qué hora estemos aquí, no sólo por esta noche, sino por mañana y pasado; quiero que se fije.

El C. Montaño
Pido la palabra para una aclaración. Debo advertir a mis señores compañeros, que lo que ha expresado el señor Soto y Gama es relativo a la prolongación de la sesión; no se ha resuelto a qué horas vamos a salir de aquí; realmente eso es inconsecuente, realmente parece que no entendemos la lengua castellana y que tenemos extraviado el cerebro o que realmente tenemos vacíos los aposentos de la cabeza; no sé si el estómago realmente lo tenemos en la cabeza y ésta se encuentra verdaderamente sin sesos; de manera que opto por que la Asamblea sostenga la aprobación que acaba verdaderamente de hacer de una manera categórica.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Cervantes.

El C. Cervantes
El señor Montaño realmente tiene razón. Parece que ya no tenemos cabeza, porque estamos hace media hora discutiendo necedades; hemos tomado la palabra para perder el tiempo; los señores se empeñan, y no sé por qué razón no me la han expresado, en que continúe la discusión, y yo quisiera también que continuara; pero los señores no quieren hacer caso de que vamos a perder el tiempo; si nos dieran cita para vernos mañana en la mañana, a las nueve, ganaríamos tres horas de la mañana, perfectamente; pero ahora, aunque los señores demuestran ser muy buenos militares y que no tienen hambre, hay algunos delegados que sí la tienen, y un hombre que está sintiendo el hambre no puede raciocinar, y todos los argumentos que nos vayan a dar los señores del Sur, no serán bien oídos por los colegas del Norte.

Por otra parte, debo decir que el señor Montaño ha incurrido en un error al decir que hemos accedido a constituirnos en sesión permanente; no, señor, que siga tratándose el asunto hasta resolverlo, no quiere decir que a la media hora suspendamos la sesión; si el señor Montaño, a pesar de estas razones insiste, con sus demás compañeros, en que continúe la sesión, voy a acabar por proponer que nos declaremos en sesión continua, para terminar el asunto dentro de uno o tres días. ¡Qué importa que no comamos!

El C. Peña
Pido la palabra para una aclaración. Más de una vez ha expresado el señor Soto y Gama que nosotros hemos contraído un compromiso de honor en una junta privada que se celebró antier, y que en ese compromiso de honor que hemos contraído se ha consignado el de que habríamos de resolver, entre otros asuntos, el que actualmente está a discusión. Eso, señores, es enteramente inexacto; nosotros nos comprometimos con los del Sur a tratar y a resolver en la sesión próxima a la junta celebrada, la cuestión del Presidente de la República o Encargado del Ejecutivo, como quiera decirse, y sobre la elección de Mesa Directiva; no se habló ni una sola palabra acerca de la cuestión del veto para el Ejecutivo, y si se habló sobre ese asunto, hablaría de ello enteramente en su fuero interno el señor Lic. Soto y Gama; yo asistí a esa junta, y procuré darme cuenta de los puntos que habíamos tratado, y protesto sencillamente que nunca se contrajo ese compromiso de que habríamos de tratar en la sesión próxima hasta resolver ese asunto, ni siquiera lo trajeron a colación.

Hago notar eso a la Asamblea, pues el señor Lic. Soto y Gama quiere cogernos de sorpresa y hacernos entender que debemos resolver la cuestión en esta vez.

El C. Orozco
Pido la palabra para una interpelación a la Mesa: ¿Está resuelta a no a hacer cumplir los acuerdos de esta Convención? Porque se ha acordado se continúe la sesión y con un procedimiento poco honrado ha estado la Mesa permitiendo que se hagan toda clase de mociones de orden, interpelaciones y respuestas, que han dado por resultado perder el tiempo; ya hubiéramos hablado dos oradores, cuando menos.

El C. Sergio Pasuengo
Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente
El señor Soto y Gama siempre estuvo aquí para dejar a cada uno de los oradores en libertad para exponer su opinión. Con ese mismo criterio la Presidencia ha hecho eso, porque cada uno de los grupos, tenga o no razón, en concepto de unos o de otros, de todos modos quiere conceder la palabra únicamente para una aclaración al señor Pasuengo, y después continuará la discusión inmediatamente.

El C. Orozco
Yo pregunto a usted si está dispuesto a cumplir con los acuerdos de la Convención.

El C. presidente
Sí, señor.

El C. Pasuengo, Sergio
Manifiesto honradamente que no es el señor Soto y Gama, es la Asamblea la que se empeña en que se continúe esta discusión; al mismo tiempo ruego a los señores del Sur, que aplacemos para mañana a las nueve esta discusión, porque ya se ve que no hay gusto en la Asamblea para seguir trabajando en esta discusión.

El C. presidente
Para cumplir, aunque sea de fórmula, sigue la discusión.

Tiene la palabra el señor Mesa Salinas, en contra.

El C. Mesa Salinas
Señores delegados:

A pesar del cansancio que manifiesta ya la Asamblea, me voy a permitir exponer algunos argumentos en contra del dictam'en.

Yo creo que todos los que venimos representando a algún individuo que está en la Revolución, estamos plenamente persuadidos de que nuestra misión es sostener los sacrosantos principios por los que tanta sangre se ha derramado; es estar perfectamente penetrado de que el pueblo, que por tanto tiempo ha estado oprimido, no debe continuar siendo burlado, como hasta aquí se ha hecho por los Gobiernos pasados.

Eso creo que está fuera de toda discusión, creo que todos debemos tener el deber imprescindible de luchar, si no en el campo de batalla, por lo menos en el campo de las ideas; creo que en nuestra conciencia está grabado, porque el mexicano no ha sido un hombre que ha vivido en una patria libre, el mexicano ha sido un vil esclavo que ha vivido explotado miserablemente por los hombres que se han creído más que miembros de una nación como ésta, de origen europeo, y así lo han manifestado; constantemente se nos decía que acabando con nuestra raza se ganaria muchísimo, porque se ganaría con ello la colonización europea; de manera que yo creo que ninguno de nosotros podrá haber olvidado cuál fue la causa de la Revolución, cuál fue el origen de que hasta la fecha se siga peleando todavía; pero lo que tenemos que hacer, lo que debemos tener en cuenta, señores, es dar al pueblo la libertad, que para siempre sea una nación verdaderamente libre, que no nos ofusquemos, que no por ese amor que le debemos tener y del cual ninguno debe estar desposeído, vayamos a exponernos a que dentro de poco vaya a caer en la misma esclavitud.

Vosotros sabéis perfectamente cómo es nuestro pueblo, sabéis la gran diferencia que existe en la manera de ser desde el pobre indígena, que casi es un salvaje, hasta el hombre civilizado, que casi puede competir con los grandes sabios de la Europa.

De manera, señores, que las leyes que se dicten para regenerar este pueblo, tienen necesariamente que tomar en cuenta esta divergencia, y por eso no podemos nosotros, de ninguna manera, olvidar que mientras esa capa baja de nuestro pueblo, mientras esos pobres hombres que únicamente se dan cuenta de que son seres humanos, hayan sido elevados a una altura capaz de comprender los destinos del hombre, mientras no haya pueblo que pueda moverse al impulso de las leyes, sino que los obliguen a obrar en la esfera de sus derechos, mientras eso no sea, este pueblo tendrá, como los niños, que caer en los excesos, y si permitimos que caiga en los excesos, por el amor que le profesamos, que mañana por esos excesos la misma naturaleza tenga que poner un valladar a su empeño, a su manera de obrar, entonces nosotros seremos los culpables.

De manera que aquí sobran los argumentos: no habrá un delegado que no sienta cariño hacia el pueblo, y, sobre todo, por ese pueblo infeliz que ha sido una bestia de carga, un vil esclavo en lugar de ser hombre; de manera que todos nuestros esfuerzos se deben dirigir a levantarlo de esa vil esclavitud en que se ha encontrado.

Por eso digo yo, señores, que debemos meditar la manera de cómo debe obrarse y no obrar por ofuscación.

El señor Orozco decía perfectamente, que no debemos copiar de las naciones extranjeras para manejar los asuntos de nuestra Patria, yo creo que tiene razón, porque nuestro pueblo no puede ser igual al de la Argentina, ni mucho menos al de Estados Unidos o al de Francia; nuestro pueblo está perfectamente dividido, hay una gran escala de aptitudes, y por eso mismo, nosotros tenemos a cada paso que meditar profundamente lo que debe hacerse para no caer en el error.

Por otra parte, el señor Lic. Soto y Gama, cuando quería expresar todos sus sentimientos, sin hacer caso de las críticas y de los aplausos, decía que todos los Ejecutivos han sido unos verdaderos monstruos, que todos los Ejecutivos han abusado del Poder, pero ahora yo diría: ¿qué, seremos tan desgraciados de no tener un hombre que haya sentido amor por su pueblo?

Evidentemente que no, evidentemente que entre los presidentes debe haber habido algunos que hayan querido obrar bien; si observamos eso, debemos buscar la causa en otra parte y no solamente en ello; me refiero a los hombres que hayan sido buenos; de manera que ¿cuál habrá sido la causa de que se hayan desviado esos hombres? La causa ha sido que han querido primero corregir, y han sido aplastados por la sociedad; en ese mismo momento, los hombres del retroceso, que no pierden tiempo, se han agrupado en su torno y le han dicho: así se consigue el orden.

Así, pues, eso puede suceder con nosotros, señores, porque no somos perfectos. Nosotros ahora, como aquellos pocos hombres, somos bien intencionados, pero, sin embargo, algún día el señor Soto y Gama tendrá que revestirse de energía y tendrá que decir: esto nos conduce a la anarquía, ¿y quién nos dice que una vez que comencemos a reprimirnos sucumbirían los ideales?

Sabemos que la humanidad tiene esa tendencia, que una vez que da un paso quiere dar dos, tres o cuatro en el mismo sendero que dio el primero; de manera que nada se perdería, señores, por un poco de prudencia. No son aquí a los principios a los que debemos atacar, pues deben ser sagrados para los hombres, por ellos debemos sacrificarnos. Por el pueblo, cuanto más bajo y más humilde sea, debemos estar dispuestos, no sólo a perder nuestra tranquilidad, sino nuestras vidas, pero precisamente por eso debemos tener una poca de calma.

Para meditar no debemos entregarnos al desbordamiento de nuestro amor, sino ir guiados por nuestros cerebros; preguntaos siempre: ¿no me conducirá este paso al fracaso? ¿No estaré preparando la desventura para mi Patria? De manera que no creo que se perdiera nada con que nos pusiésemos en esa reflexión, y que pensáramos que no es posible que siempre acertemos.

Por lo demás, una vez implantado el parlamentarismo, el Presidente ya no tiene las facultades que tuvieron sus antecesores. Si nos equivocamos todos, tendremos la oportunidad de que a alguno, por lo menos, no le pase lo mismo. Que nos lo diga, pues no vamos a establecer un régimen arbitrario, vamos a dar un plazo razonable de dos, tres o cinco días para que se nos diga: Te equivocaste.

Por otra parte, es bien sabido que los que juzgan, los que están observando, pueden formarse mejor juicio de las cosas que los que nos encontramos absortos por los problemas. Eso sucede en hechos más vulgares. Recuerdo que cuando era entudiante, cuando entendía mejor los problemas, era cuando estaba de público o examinándose otro de los compañeros. Así nos pasa a nosotros: deseando no perder un solo momento el tiempo, queremos que el pueblo reciba inmediatamente los ofrecimientos que le hemos hecho, o, más bien, que se le cumplan esos ofrecimientos. Estando preocupados podremos obrar mal; el Ejecutivo, que está muy lejos de tener esa preocupación, y que puede estar rodeado de otros hombres, podrá alguna vez decirnos: estás errado, no está bien lo que estás haciendo; entonces discutiremos hasta rechazar lo que hayamos hecho, en caso de que nos hayamos equivocado, para poder volver sobre nuestros pasos.

De manera que todos los argumentos que se aduzcan, ya sea en favor del pueblo o del Ejecutivo, no tienen absolutamente nada que ver en el seno de esta Asamblea, pues creo que somos todos honrados. El que ha venido aquí ha protestado cumplir con los principios sacrosantos de la Revolución, y tiene bastante honradez y es bastante caballero para no retractarse de ellos. De manera que lo único que se necesita es tomar en cuenta si somos capaces de no equivocarnos nunca, o si lo somos.

(Las galerías: ¡Viva México y su gran soberanía!)

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 1° de marzo de 1915 Tercera parte de la sesión del 1° de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha