Índice de Mi historia militar y política 1810-1874 de Antonio López de Santa AnnaCapítulo XXVIPost scriptumBiblioteca Virtual Antorcha

MI HISTORIA MILITAR Y POLÍTICA
1810-1874

Antonio López de Santa Anna

CONCLUSIÓN


Mitrídates en el destierro respiraba venganza ...
Yo respiro perdón, olvido, bien para mi patria
.

Corta, cortísima es la vida del hombre, imperfectas sus obras, insuficiente su poder, insaciables sus deseos, vivas sus esperanzas, seguro su sufrimiento ...

Sesenta y cuatro años han volado con la rapidez del pensamiento, desde cuando al entrar en la adolescencia vi brillar sobre mi hombro derecho los cabos de plata de caballero cadete en el ejército real de la patria de mis abuelos. ¡Cuán interminable me parecía la escala de la vida! Mi fogosidad juvenil quería subir sus escalones dos a dos, cuatro a cuatro, y no se conformaba con los periodos marcados por la sabia naturaleza.

Empero, llegó mi virilidad, tendí mi vista entonces por el anchuroso océano del pasado, y con indefinible melancolía vi confusamente allá en la lontananza, sin brillo alguno, aquellos cordoncitos que a mis catorce años me enloquecían de contento. ¡Qué rapido fue el tiempo, qué larga me pareció la distancia!

Todo hombre que la veleidosa fortuna eleva, tiene panegiristas aduladores que prodigan el incienso al ídolo del poder: el hombre es nada, el poder es todo. Cae del encumbrado puesto que lo hiciera invulnerable, y acto continuo la brutal inconsecuencia arroja el incensario y empuña la espada (cuando no el puñal), para perseguirlo. Hechos son estos que se suceden todos los días y que conozco por propia experiencia. El odio y la persecución aumentan en proporción de los merecimientos de la persona a quien se envidia.

Dieciocho años seis meses cuento en el último destierro; mis enemigos políticos muéstranse inexorables; nada han omitido en mi daño, nada han respetado en mi persona, nada me han dejado para la subsistencia; quitáronme atrevidamente cuanto había adquirido en tantos años de sacrificios con mi sudor y mi sangre, sin dejarme un palmo de tierra, una choza en qué albergarme ni una piedra dónde inclinar mi cabeza; y todo se ha hecho sin darme el menor conocimiento. ¿Y por qué tanto desafuero, crueldad tanta? Mis verdugos no más pudieran explicarlo, todo fue obra de ellos una vez con el poder en la mano. Yo podré decir únicamente que si mis hijos no acuden en mi auxilio con sus piadosos socorros, habría ya muerto de necesidad. El cáliz de la amargura gota a gota lo he bebido.

Y sin embargo felicitaré gustoso al afortunado mexicano que acierte a dar cima a la grande obra de nuestra regeneración política para que nuestros hijos puedan decir: Tenemos patria, religión y ley. En tan venturoso día olvidaré las graves ofensas que se me han inferido sin culpa alguna de mi parte; todo, todo lo olvidaré, porque atañe a mi persona solamente, y en mi corazón no tienen acogida el rencor y la venganza.

Pocas líneas me quedan que añadir a este incorrecto opúsculo, después de patentizar la injusticia y la ingratitud de mis ofensores en atacar mi reputación de soldado y gobernante de mi patria, bastándome una simple mención de mis oportunos e importantes servicios, ora en la conquista de la independencia, ora planteando la República, el primero con los invasores hasta derramar mi sangre. Pero antes de dejar la pluma quiero que conste también que defendí la religión católica, apostólica, romana (única en que creo y he de morir), sin descuidar los bienes pertenecientes a la Iglesia, que nadie osó tocar durante mi poder. No grave pues la conciencia y el honor enriqueciéndome con los despojos de los templos ni con los llamados de manos muertas.

¡Religión! Fue la primera del pueblo mexicano al proclamar su emancipación de la metrópoli, inscribiendo luego en sus banderas y estandartes, simbolizando luego con los colores blanco, verde y encarnado, las garantías proclamadas de Religión, Independencia y Unión, tema mágico que en triunfo paseó por todo el territorio de la Anáhuac, antes de un año. ¡Época venturosa que no puedo recordar sin emoción! Ojalá obre siempre en la convicción de mis compatriotas, que sin la sanción de la creencia religiosa no es posible la conservación de la moralidad, del orden y de la paz; y que la ley misma, emanación de la justicia, separada de la religión, es una utopía y contraproducente. J. J. Rousseau dijo: Sorti de la sanction religieuse je ne vois, plus que injusticie, hipocresie el mensonge. (Salido de la confesión religiosa no he visto más que hipocresía, injusticia y mentira en todos los hombres). La opinión de muchos es que la libertad social debe ser el resultado de la organización basada en las leyes del orden moral. Lazagra ha dicho: La libertad sin el moderador conduce a la anarquía.

La historia de la República Mexicana no es aún bien conocida por la generalidad; la han adulterado los que de mares allende se han acomedido a escribir por lo que les cuentan, sin conocer aquel vasto suelo poblado por distintas razas, con idiomas, índole y costumbres diferentes; un suelo privilegiado por la naturaleza admirablemente, que comprende Estados mayores en extensión que algunos Reinos de Europa.

No faltarán historiadores mexicanos que esclarecerán los hechos y pongan la verdad en su lugar; la verdad que tiene el privilegio de asegurar la duración de todas las obras que señalan hechos históricos, transmitiéndolos a la posteridad.

Zaherido constantemente por alevosas calumnias de implacables enemigos, resolví escribir y publicar la historia de mi vida pública por toda contestación, considerando suficiente oponer hechos notorios a mentiras absurdas; cuantos se impongan de ella no han de ver más que a un patriota, sirviendo bien a su nación y merecedor por tanto de gratitud; tanta así es mi confianza y mayor la tengo en que la posteridad me hará toda justicia.

Nassau (Bahamas) febrero 12 de 1874.

Antonio López de Santa Anna

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