Índice de Mi historia militar y política 1810-1874 de Antonio López de Santa AnnaCapítulo VCapítulo VIIBiblioteca Virtual Antorcha

MI HISTORIA MILITAR Y POLÍTICA
1810-1874

Antonio López de Santa Anna

CAPÍTULO VI

1832

ACTA DE VERACRUZ. PEDRAZA PRESIDENTE


Un grito de indignación resonó por todas partes contra aquel hecho vergonzoso y cruel. La heroica Veracruz fue la primera en levantar una acta pidiendo la remoción del ministro responsable. Para hacérmela conocer y que la patrocinara, una comisión del Ayuntamiento la condujo a mi residencia de Manga de Clavo. Pareciéndome justa y bien razonada la petición, no tuve embarazo en recomendarla al mismo vicepresidente, y en aconsejar a dos de los ministros, don Lucas Alamán y don Antonio Facio, que obraran de conformidad con la opinión pública. Estos hombres, duros de corazón y bien hallados en los puestos que ocupaban, se molestaron, y desconociendo su posición y la sanidad de mis intenciones, contestáronme arrogantes y con amenazas.

No tardó en presentarse a la vista de Veracruz una fuerte división a las órdenes del general don José M. Calderón, para convertir al orden a la ciudad rebelde. Los veracruzanos que se vieron así tratados resolvieron defenderse y me llamaron. No pude ser indiferente a las súplicas de mis paisanos ni a la seguridad de mi persona, objeto también de persecución, y tomé a mi cargo la defensa de la plaza.

La división ministerial sufría mucho por la insalubridad de aquel terreno y sus bajas eran crecidas, lo que obligó al general Calderón a dejar su actitud hostil y a retirarse a Jalapa. Los enfermos abandonados y sus desertores aumentaron la guarnición de la plaza. Obcecados los ministros en conservarse en unos puestos de donde los arrojaba la animadversión pública, fue necesario organizar un ejército en la ciudad de Orizaba, pues no era posible retroceder: las armas debían decidir la cuestión demasiadamente empeñada.

El ministro de la Guerra, Facio, con cinco mil hombres, se situó en las cumbres de Aculcingo, amenazando a Orizaba e impidiendo la internación de mis tropas. Precisado a obrar, marché con mis improvisadas fuerzas por las cuestas difíciles de Maltrata, con intento de envolver al ministro por su retaguardia. pero mi movimiento lo impuso tanto que no esperó: púsose en retirada precipitada para la capital, abandonando cuanto le impedía andar ligero.

No pudiendo darle alcance al belicoso ministro, ocupé la importante ciudad de Puebla, no obstante la oposición del temerario comandante general don Juan Andrade.

El vicepresidente, expedicionando por los Estados del interior, había derrotado al general don Esteban Moctezuma en el puerto de Gallinero. Regresaba en auxilio de la capital al encontrarse conmigo en la hacienda de Casa Blanca, donde yo lo esperaba. Empezaba un menudo cañoneo al desprenderse una copiosa lluvia de granizo que el vicepresidente aprovechó para abandonar el campo. Reforzado por la división del general Quintanar, tomó aliento y me presentó batalla en el rancho de Posadas, a inmediaciones de Puebla, hasta donde lo había seguido. Batido completamente se retiró en fuga al cerro de San Juan. En esos momentos aparece en mi campo don Manuel G. Pedraza y me pide que suspenda el alcance. Este individuo regresaba al país llamado y reconocido presidente de la República por las legislaturas de los Estados, y tuve que ceder a su pedido.

La intervención del señor Pedraza paralizó mis operaciones y produjo el Plan de Zavaleta, que terminó la cuestión. En su cumplimiento, el vicepresidente y sus ministros quedaban a disposición de la Suprema Corte de Justicia; y don Manuel G. Pedraza tomó posesión de la primera magistratura.

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