Índice de Mi historia militar y política 1810-1874 de Antonio López de Santa AnnaCapítulo XICapítulo XIIIBiblioteca Virtual Antorcha

MI HISTORIA MILITAR Y POLÍTICA
1810-1874

Antonio López de Santa Anna

CAPÍTULO XII

TURBACO. COMISIÓN MEXICANA. REGRESO A LA PATRIA. LLAMADO POR SEGUNDA VEZ, OCUPO EL PODER


En abril de 1850 arribamos al puerto de Cartagena de la Nueva Granada y encontramos la mejor acogida. Para sustraemos del excesivo calor de esta ciudad amurallada nos trasladamos al pueblo de Turbaco, de temperatura agradable, distante cinco leguas.

Teníamos necesidad de cómoda habitación y reedifiqué una casa arruinada que compré a poco precio. Me impuse con gusto que en aquel recinto de mi propiedad vivió en un tiempo el ilustre Simón Bolívar, libertador de Colombia. En la sala de esa casa existían dos argollas de bronce donde el célebre caudillo colgaba su hamaca en que acostumbraba dormir. Yo cuidé que se conservara en el mismo lugar.

Fastidiado de la vida pública por tantos desengaños, con pocas esperanzas de reposo en el suelo natal siempre agitado, me decidí a pasar en Turbaco el resto de mis días. Consecuente con esta resolución tracé mi plan de vida. Dedicado a cultivar una bonita posesión de campo en las orillas de la población llamada La Rosita, pasaba en ella las horas que el sol no molestaba. Mi familia estaba contenta entre gentes que nos favorecían con su adhesión y cariño. Todavía existe en aquel campo santo la bóveda en donde mis despojos mortales habían de reposar.

En tal situación, una comisión mexicana compuesta del coronel don Manuel María Escobar, don Salvador Batres y el doctor don Adolfo Hegevich tocó las puertas de mi tranquila morada y puso en mis manos la correspondencia que conducía; a la vez me instruyó de todo lo ocurrido en la revolución que había derribado del asiento al general don Mariano Arista, por haber desmerecido la confianza pública, y en su reemplazo se me llamaba.

Las lecciones del pasado, frescas en mi memoria, tenían mi ánimo tan mal prevenido que con tristeza me impuse del llamamiento que se me hacía. En conferencias con la comisión expliqué sinceramente los temores que me retraían a la admisión del honor que se me dispensaba ... Por fin, fueron tantas las excitaciones de la comisión que me resigné a acatar la voluntad de la nación, abandonando mi agradable retiro y encaminándome para el puerto con la comisión y la familia.

La salida de Turbaco presentó un aspecto melancólico aterrador: el tañido de las campanas de la iglesia tocaban rogativa, las gentes agrupadas alrededor de mi casa, con semblantes angustiados, y el triste adiós que de boca en boca repetía, conmovieron mi sensibilidad, subiendo de punto la pena al salir de la casa reedificada con tanto trabajo; parecíame oír una voz fatídica que con el acento de la admiración me gritaba: ¡A dónde vas insensato...! ¡Ah!,el presentimiento del corazón nunca engaña.

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