Índice de Mi historia militar y política 1810-1874 de Antonio López de Santa Anna | Capítulo X | Capítulo XII | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|
MI HISTORIA MILITAR Y POLÍTICA
1810-1874
Antonio López de Santa Anna
CAPÍTULO XI
PROVIDENCIALMENTE ME SALVÉ DEL ASESINATO COMBINADO CON LOS INVASORES. ME EMBARCO PARA JAMAICA
Mis enemigos, o más bien de la patria, nada omitían en mi daño. Referiré tres hechos que por su deformidad han de leerse con desagrado, porque en todos los hombres existe naturalmente un sentimiento de justicia: la acusación de traición ante la Cámara de Diputados por don Ramón Gamboa, de que va hecha mención; el asesinato intentado contra mi persona por los invasores en Tehuacán, y la negación de asilo en Oaxaca, hechos son éstos que bien dan a conocer la situación que me rodeaba en tan aciagos días.
El primer hecho fue obra del ministro La Rosa. El diputado Gamboa le sirvió de instrumento. Este hombre murió cristianamente en la capital en principio de 1855; solicitó mi perdón por conducto de un religioso de San Fernando, su confesor, declarando que pesaba sobre su conciencia la injuria inmerecida que en la fecha citada me infirió por compromiso de partido. Mi contestación lo dejó completamente tranquilo.
El segundo, no obstante conocido, aún permanece en el misterio y necesita explicación. En Tehuacán esperaba el pasaporte que pedí para ausentarme del país, cuando una noche el prefecto llega a mi casa muy agitado con un papel en la mano que acababa de recibir de un hacendado del Distrito, que decía: Señor prefecto, hoy a la madrugada han llegado a esta hacienda quinientos yankes bien montados. Excusan ser vistos, y yo sospecho que se dirigen a esa ciudad. Por lo que pueda importar, participo a usted esta novedad con un mozo propio que pondrá éste en sus manos.
No dudé del aviso y con la violencia posible puse en camino a mi esposa y a una hija, en dirección a Oaxaca; seguidamente monté a caballo y acompañado de mi escolta seguí el coche. Antes de una hora los yankes anunciados entraron a Tehuacán en solicitud de mi persona. Una partida se dirigió a la casa de mi habitación, encontrando el zagúan cerrado, lo echaron abajo y con pistola en mano registraron las habitaciones, dando al saco mis equipajes. Mandaba esa fuerza el general Lanne, quien pateando el suelo dijo: La jornada del Pinal no está vengada.
El tercero toca al famoso Benito Juárez. Funcionaba de gobernador de Oaxaca cuando yo me encaminaba con mi familia a esa ciudad, y tuvo el bárbaro placer de negarme el asilo, disponiendo que se me expulsase de los límites del Estado. Nunca me perdonó haberme servido la mesa en Oaxaca en diciembre de 1828, con su pie en el suelo, camisa y calzón de manta, en la casa del licenciado don Manuel Embides. Asombraba que un indígena de tan baja esfera hubiera figurado en México como todos saben. Un religioso de la orden de Santo Domingo lo enseñó a leer y a escribir, y quien lo enseñó también a calzar zapatos, vestir chaqueta y pantalón; nada exagero, vivo está el general don Manuel M. Escobar, que presenció el acto de servirme Juárez la mesa con el ropaje indicado.
El presidente interino Peña y Peña sufría la inquietud del delincuente, convencido de su mal proceder. Temiendo a mis reconvenciones con la retención del pasaporte, me lo mandó con un salvoconducto del jefe invasor, con quien estaba de perfecto acuerdo; el que con su nombre autorizó el Tratado de Guadalupe Hidalgo: no será de grata memoria para los patriotas mexicanos.
Por fin dejé la mansión del pueblo de Coxcatlán, jurisdicción de Tehuacán, donde me asilé, rechazado del Estado de Oaxaca. En el tránsito para el puerto, las tropas invasoras escalonadas desde Perote a Veracruz se acomidieron a hacerme los honores de mi grado, contra mi querer; del mismo modo dispusieron comidas. Los jefes desaprobaron la sorpresa intentada por el general Lanne en Tehuacán, y sin embozo decían: Al general Santa Anna se ha debido respetar en su retirada.
En marzo de 1848 me embarqué en la barra de la Antigua con dirección a Jamaica. En esta isla inglesa fui bien acogido por sus autoridades. Dos años pasé contento, pero mi familia no lo estaba; extrañaban su idioma y sus costumbres. En solicitud de un país análogo al nuestro nos trasladamos a la Nueva Granada.
Índice de Mi historia militar y política 1810-1874 de Antonio López de Santa Anna | Capítulo X | Capítulo XII | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|