Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo VII - Segunda parteCapítulo VIII - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO VIII

Primera parte

Emprende Allende su marcha a los Estados-Unidos con todos los principales jefes de la insurreccion.- Disposiciones para el viaje.- Contrarrevolucion en Bejar por el P. Zambrano.- Prision del Lic. Aldama.- Contrarrevolucion en Monclova por Elizondo.- Disposiciones de este.- Prision de Allende, Hidalgo y demas comitiva en Acatita de Bajan.- Condúceseles a Monclova y luego a Chihuahua.- Causas que se les formaron.- Sus declaraciones.- Muerte de Allende y de otros generales y principales empleados.- Proceso y muerte de Hidalgo.- Sus declaraciones y manifiesto.


A graves dificultades estaba sujeto el proyecto de retirarse por tierra a los Estados-Unidos, pues era menester atravesar una grande extension de paises desiertos, en los que no se encontraban recursos de ninguna especie, y para la numerosa comitiva que a Allende seguia, con tropa, artillería, equipajes y caudales, se necesitaban acopios proporcionados de víveres y forrajes y muchas bestias de carga que no era fácil reunir (1).

Para proporcionarlas, Jiménez como comandante general de aquellas provincias, dió con anticipacion órdenes circulares, requiriendo que se franqueasen bajo graves penas, todos los auxilios necesarios. D. Pedro de Aranda, nombrado por el mismo Jimenez mariscal de campo, residia como gobernador de Coahuila en la villa de Monclova, con una guarnicion de ciento cincuenta hombres y nueve cañones; este, habiendo recibido la órden para aprestar doscientas mulas de carga y gran cantidad de víveres, con todo lo demas que a su tránsito necesitasen los generales y el ejército, para facilitar su ejecucion, convocó al vecindario y puso en su conocimiento lo que se le mandaba, a fin que todos se prestasen a franquear lo que se le pedia, y se previniesen a recibir al generalísimo y demás jefes, de la manera conveniente a su alta dignidad. Aunque los vecinos así lo ofrecieron, comenzaron a reflexionar que iban sin duda a perder todo cuanto franqueasen; que los generales iban prófugos y fuera de estado de protegerlos, y que en seguida vendrian tropas reales a castigar como un acto de infidelidad, el haber franqueado los auxilios que se les exigian.

No estaban mejor dispuestos los ánimos de los vecinos de S. Antonio de Bejar, capital de la provincia inmediata de Texas.

Disgustados con el gohierno del capitan Casas, que habia hecho allí la revolucion, llamaron del lugar a donde se habia retirado al subdiácono D. José Manuel Zambrano, hombre de espíritu y emprendedor, que por su vida traviesa y aventurera, habia dado no poco que hacer a sus prelados y al gobernador Salcedo (2).

Zambrano, conociendo que no seria fácil ejecutar de pronto una contrarrevolucion para reponer las cosas en su anterior estado, tomó con sus confidentes el partido de aparentar, que sus designios solo se dirigian contra el despotismo de Casas y contra los desórdenes de su gobierno, y siendo fácil suscitar enemigos al que manda, consiguieron por este medio atraerse muchos acérrimos partidarios de la misma insurreccion.

Llegó a la sazon a Bejar el Lic. D. Ignacio Aldama, enviado como antes se ha dicho a los Estados-Unidos, con la comision de solicitar armas y gente para continuar la guerra, y le acompañaba como secretario el padre franciscano Salazar, lievando cien barras de plata y cantidad considerable de numerario. El ejemplo que Hidalgo habia dado de abusar de la credulidad del pueblo, persuadiéndole que los españoles trataban de entregar el Reino a los franceses, encontró luego imitadores, y el P. Zambrano se valió del mismo ardid para hacer sospechoso a Aldama, haciéndolo pasar por emisario de Napoleón, porque usando las divisas adoptadas por los insurgentes, llevaba como mariscal de campo, un cardan sobre el hombro izquierdo, segun se veía en los oficiales franceses en las estampas de batallas que circulaban por todas partes, insinuando tambien con demasiada razon, que los auxiliares que iba a buscar Aldama al Norte, no harian otra cosa que aprovechar la coyuntura, para realizar sus miras ya desde entónces bien manifiestas, de apoderarse de aquella provincia.

Diseminadas anticipadamente estas especies, se reunieron en casa de Zambrano el 10 de Marzo solos cinco de los comprometidos, y resolvieron dar el golpe en la misma noche, como lo ejecutaron, dirigiéhdose a los cuarteles de que se hicieron dueños fácilmente, así por los parciales que de antemano tenian entre la tropa, como por las razones que Zambrano supo emplear para reducirla a su partido, y al amanecer ya estaba preso el gobernador Casas, y detenido en su alojamiento el mariscal Aldama y su comitiva, a pretexto de que su pasaporte no parecia bastante para un embajador.

No queriendo por entónces los conjurados pasar adelante, por no poner de manifiesto el misterio de sus operaciones, acordaron convocar a los sujetos principales del vecindario, para que nombrasen una junta de gobierno que quedó instalada, y la compusieron once vocales bajo la presidencia de Zambrano, prestando todos juramento de defender los derechos de Fernando VII y de la dinastia de Borbon.

La contrarrevolución entónces se declaró completamente; expidiéronse por la junta órdenes a los pueblos y puntos militares de la provincia, y en todos fue reconocida y obedecida; organizó tropas, aseguró a Aldama y a su comitiva; sofocó conspiraciones, prendiendo y formando causa a unos, disimulando con otros, despojando de sus grados y empleos a los agraciados por Casas, y reintegrando a los que habian sido despojados por este; puso en libertad a los europeos y americanos presos, restituyéndoles sus bienes; dictó con suma actividad todas las providencias conducentes para asegurarse en el interior de la provincia, al mismo tiempo que aprestaba quinientos hombres para marchar a donde conviniese, como lo hizo situándose con ellos el 26 de Marzo en Laredo, en expectativa de los sucesos de Coahuila, en donde se estaba tramando igual movimiento, y para dar calor a este y ponerse en comunicacion con la comandancia general de provincias internas, con el general Calleja y con el Virrey, dispuso nombrar dos comisionados, cuya eleccion recayó en los capitanes D. José Muñoz Y D. Luis Galan: mas como estos tenian que atravesar largas distancias por medio de un país sublevado, se les dieron instrucciones verbales, exigiéndoles juramento de observarlas religiosamente, autorizándolos en apariencia con poderes simulados, para tratar asuntos concernientes al bien de la provincia con el general Jimenez que estaba en el Saltillo.

Nada en lo político suscita tantos enemigos como la desgracia, y Allende, derrotado y prófugo, debia temer encontrarlos a cada paso.

Los comisionados de la junta de Bejar, a su llegada a Monclova, descubrieron sus intentos al teniente coronel D. Ignacio Elizondo, y hallaron que este, de acuerdo con el administrador de rentas D. Tomas de Flores y el capitan D. José Rábago, tenian tan adelantada la contrarrevolución, que no tuvieron que hacer otra cosa que auxiliarlos en sus intentos y contribuir a sus miras.

Era Elizondo capitan de una compañía presidial, y habiendo tomado parte en la revolución, se había disgustado despues, segun se dice, porque no habia sido remunerado como pretendia (3), teniendo desde entonces principio el tráfico de mudar de partido, segun conviene a los intereses particulares, que despues ha hecho tan vergonzosos progresos. Tejedores llamaba a los que tal hacian en las guerras civiles de los conquistadores del Perú, Francisco de Carbajal, que tanta y tan triste celebridad ganó en ellas, tomando este nombre de los que ejerciendo aquel oficio, pasan incesantemente la mano con la lanzadera de un lado a otro de la tela que van urdiendo.

Desde la llegada a Monclova de los gobernadores D. Simon de Herrera y D. Manuel Salcedo, que fueron conducidos presos de Bejar, comenzó Elizondo a juntar secretamente tropa y amigos, insinuándose con los soldados de los presidios que estaban en la villa y con los vecinos de ella, de acuerdo también con el capitan Menchaca, que contaba con trescientos indios lipanes, y con el capitan D. Ramon Diaz de Bustamante, a quien los indios, con quienes habia tenido continuas guerras, llamaban el capitan Colorado, por lo encendido de su color; hombre de mucho influjo entre las tropas veteranas de aquella provincia (4) el cual se comprometió con Elizondo a auxiliarle, poniéndose en marcha con la mayor brevedad (5), pues se hallaba fuera, no habiendo tomado parte con los insurgentes.

El gobernador Aranda era un hombre del campo, nacido en Comanja, en las inmediaciones de Lagos, en donde poseia una pequeña hacienda llamada Jaramillo el alto. Se habia adherido a la revolucion desde el principio de esta, aunque si se ha de dar crédito a lo que expuso en su causa, solo lo hizo intimidado por Iriarte, cuando este por comision de Hidalgo prendia a los europeos en Leon y saqueaba sus bienes. Siguió luego a Jimenez en su expedicion a las provincias internas de Oriente, y en ellas se condujo sin la crueldad que otros, pues trató bien a los prisioneros, hizo quitar las prisiones con que fueron conducidos Salcedo y Herrera y los dejó en libertad. Aunque Aranda era hombre de sesenta y tres años, era amigo de diversiones y en la noche del 17 de Marzo, miéntras estaba entretenido en un baile que de propósito se le hizo, Elizondo que habia llegado ocultamente a la villa al anochecer, con cosa de doscientos hombres de tropa y vecinos que reunió, lo sorprendió a las once, así como tambien a los soldados de la guarnicion que no entraron en la conjuracion, y se hizo dueño de la artillería. Todo esto se hizo en el espacio de tres horas sin disparar un tiro. Elizondo, verificada la rcvolucion, creó una junta de gobierno, la cual dió el mando de la provincia interinamente a Herrera (6).

Tratóse inmediatamente de tomar las medidas oportunas para prender a Allende y su comitiva, y sabiendo que este habia de llegar, segun el itinerario que traia, el dia 21 a las norias de Bajan, o Acatita de Bajan, por ser el único aguaje que en toda aquella comarca habia, se dispuso que Elizondo le fuese al encuentro, con todas las apariencias de un recibimiento obsequioso, de que se dió aviso anticipado a Jimenez, tomando al mismo tiempo todas las precauciones convenientes para que no tuviese noticia de lo acaecido en Monclova.

En ejecucion de este plan, salió Elizondo de la villa el 19 por la tarde al frente de trescientos cuarenta y dos soldados veteranos, milicianos y vecinos, capitaneados estos por el administrador de rentas D. Tomas Flores, y por el alcalde o justicia de S. Buenaventura D. Antonio Rivas.

En el lugar designado, formó en batalla la mayor parte de su tropa como para hacer los honores militares al paso de Allende y los demas jefes, dejando a su retaguardia, en un recodo que hace allí el camino, un destacamento de cincuenta hombres, y adelantó otro a la vanguardia, compuesto de indios y comanches, mescaleros de la mision de Peyotes, bien instruidos de lo que debian ejecutar.

En tal disposicion esperó Elizondo la llegada de los jefes de los insurgentes, que se verificó a las nueve de la mañana del 21.

Presentóse desde luego el P. Fr. Pedro Bustamante, mercedario, con un teniente y cuatro soldados de los de aquella provincia que se pasaron a Jimenez en Aguanueva; saludáronse mútuamente sin recelar cosa alguna, y siguieron hasta el cuerpo que quedó a la retaguardia donde se les intimó se rindiesen, lo que hicieron sin resistencia.

Seguia a estos un piquete de cosa de sesenta hombres, con quienes se practicó lo mismo, desarmándolos y atándolos sin demora. Venia en pos de ellos un coche con mujeres, escoltado por doce o catorce hombres, los cuales intentaron defenderse y fueron muertos tres de ellos y cogidos los demas.

En este órden siguieron llegando hasta catorce coches, con todos los generales y eclesiásticos que los acompañaban, que fueron aprehendidos sin resistencia, excepto Allende, que tiró un pistoletazo a Elizondo llamándole traidor, y este, escapando el cuerpo de las balas, mandó a sus soldados hacer fuego sobre el coche, quedando muerto de resultas de él el hijo de Allende que era teniente general, y mal herido Arias, aquel mismo Arias, que vimos engañar en Querétaro a todos al principio de la revolucion y que habia sido ascendido a teniente general, el cual murió poco despues.

Entónces Jimenez que acompañaba a Allende en el mismo coche, se arrojó de él dándose preso y suplicando cesase el fuego, lo que se hizo, y atándolo a el mismo y a Allende, fueron remitidos a la retaguardia.

El último de todos venia el Cura Hidalgo, escoltado por Marroquin con veinte hombres que marchaban con las armas presentadas; intimósele que se rindiese como a los demas, lo que hizo sin resistencia.

Caminaba Allende con tal confianza, creyendo que se le recibia respetuosamente por aquella tropa, solo destinada a hacerle honor, que habia dejado atras a alguna distancia la que le acompañaba, que ascendia a mil quinientos hombres, la artillería y todas las cargas y bagajes. Elizondo, dejando suficientemente custodiados a todos los presos, se adelantó a su encuentro con ciento cincuenta hombres y los indios. Dió con ella a un cuarto de hora de camino e intimándole se rindiese, se dispuso a hacer fuego el oficial que mandaba los tres cañones que venian a la vanguardia; Elizondo se echó sobre él y le dió muerte; lo mismo hicieron los indios y se apoderaron de los cañones matando a lanzadas a los artilleros; entónces los soldados desertores en Aguanueva, viendo a sus antiguos compañeros, se pasaron a Elizondo y todos los demas se dispersaron, abandonando veinticuatro cañones de diversos calibres, tres pedreros desmontados, y mas de medio millon de pesos en dinero y barras de plata.

El número de prisioneros llegó a ochocientos noventa y tres y unos cuarenta muertos; entre los primeros se contaron muchos coroneles, mayores, y oficiales de todas graduaciones. Los jefes principales cogidos en los coches fueron Hidalgo y Allende; Jimenez, capitan general; D. Juan Aldama y el P. Balleza, tenientes generales; Abasolo y Camargo, que intimaron la rendicion al intendente Riaño en Guanajuato; Santa María, gobernador que fue de Monterrey; Zapata y Lanzagorta, todos mariscales de campo; D. Mariano Hidalgo, hermano del cura y tesorero general; D. Vicente Valencia, director de ingenieros; D. Juan Ignacio Ramon, capitan de la compañía de la punta de Lampazos en Nuevo León, ascendido a brigadier; D. José Santos Villa, que habia concurrido a dar principio a la revolucion en Dolores, y desde entónces seguia a Hidalgo; con otra porcion de brigadieres, coroneles y otros jefes militares y empleados civiles, entre estos el ministro de justicia D. José María Chico, el intendente de ejército D. Manuel Ignacio Solis y muchos clérigos y frailes (7).

Escapóse solo Iriarte, y aunque Elizondo envió tropa en su seguimiento, no pudieron darle alcance (8).

Concluida la aprehensión de todos, llegaron al lugar del suceso el capitan retirado D. Pedro Carrasco y el teniente coronel D. Manuel Salcedo, con el refuerzo que Herrera mandaba a Elizondo, el cual fue empleado en la custodia de los presos en aquella noche, en avanzar partidas de precaución y recoger dispersos y caballos extraviados (9); pero no juzgando Herrera suficiente la tropa que tenia para la seguridad de tantos y tan importantes prisioneros, escribió el 25 de Marzo al teniente coronel Ochoa, que se hallaba en la hacienda de la Noria, en marcha para el Saltillo, pidiéndole quinientos hombres, que Ochoa le mandó a las órdenes del teniente D. Facundo Melgares (10).

Venia en marcha para reunirse con Allende en Béjar, una partida de doscientos hombres que conducia de Monterrey treinta y dos mil pesos tomados al obispo; informado de ello Herrera mandó a su alcance al capitan Colorado, el que con sesenta y tres hombres que le acompañaban, atacó y desbarató en Boca de Leones aquella partida y le tomó el dinero que se restituyó al obispo, lo cual concluido, destacó Bustamante un piquete de su tropa que alcanzó en Cadereita y cogió a D. Rafael Hermosillo, que hostilizaba por aquel rumbo con una reunion de insurgentes (11).

La noticia de la prision de Hidalgo y Allende se recibió en México en la tarde del 8 de Abril, que era lúnes santo, por aviso que dió Calleja desde S. Luis, el 5, trasladando la comunicacion de Ochoa, en que se referia a la que Herrera le habia dirigido pidiéndole auxilios (12).

El Virrey hizo solemnizar el suceso con salvas de artillería y repiques de campanas; mas como no se habian recibido pormenores algunos ni otra cosa que el aviso de Ochoa, todo era dudas y confusiones, y los afectos a la revolucion no daban crédito a lo que se decia, no pudiendo acabar de persuadirse que Allende e Hidalgo, cuyas desavenencias eran poco conocidas en la capital, se hubieran podido exponer a un suceso tan desgraciado, confiados en tropas de tan incierta fidelidad, llamando la atencion con tan numerosa caravana y excitando la codicia con tantos caudales.

Las noticias que sucesivamente se fueron recibiendo, quitaron todas las dudas y produjeron un triste desengaño.

Los presos fueron conducidos a Monclova, y a su entrada se hizo una salva de artillería con la que se les habia tomado, saludándolos el pueblo con las aclamaciones de viva Fernando VII, mueran los traidores, y pidiendo a gritos sus cabezas (13).

Este odio popular que así se les manifestaba, provenia de que se les consideraba agentes de Napoleon, fundando este concepto en los cordones de las divisas, y segun expuso Rayon al congreso reunido posteriormente en Chilpancingo, no contribuyó poco a él y aun al hecho mismo de la prision, la voz que se esparció en el Saltillo de que el generalísimo iba a romper cuantos lazos habian estrechado a esta parte de América con su metrópoli, declarando su total independencia del trono de los Borbones, pues desde entónces desertó considerable número de soldados, notándose generalmente un disgusto sobre manera peligroso, y aun pasó adelante el estrago y fueron terribles sus consecuencias, porque los desertores engrosaron el partido débil del enemigo en aquel rumbo, y cundió la desconfianza y el daño, hasta cometer el enorme atentado de aprisionar en Bejar al benemérito Aldama, y en Acatita de Bajan a los primeros jefes, aquellos mismos que poco antes entre las balas y riesgos, supieron dar pruebas incontestables de reconocimiento y buena fe (14).

El edificio levantado sobre la base del engaño, se desplomó pues sobre sus mismos autores y se tuvo por muchos como una circunstancia no indiferente, el que la prision de Hidalgo y sus compañeros, se hubiese verificado en un lugar que llevaba el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe de Bajan.

En Monclova, los principales fueron puestos en una casa prevenida para su prision; los demas fueron llevados al hospital y encerrados en una sala muy reducida, en donde sufrieron todas las incomodidades consiguientes a la estrechez, suciedad y falta de alimentos.

Habiéndose hecho la aprehensión en territorio sujeto al comandante general de Provincias Internas y por tropas de su mando, le pertenecia el conocimiento de las causas y formacion de estas; por lo que se dispuso mandar a Chihuahua, lugar de la residencia de aquel jefe, a los principales reos, los cuales salieron de Monclova el 26 de Marzo al cargo del teniente coronel D. Manuel Salcedo (15) tomando el camino del Alamo y de Mapimí, y en el primero de estos puntos se separaron los eclesiáticos que fueron conducidos por Parras a Durango, excepto Hidalgo, que continuó a Chihuahua (16).

De los que quedaron en Monclova se separaron los que habian sido militares, y segun refiere uno de los mismos prisioneros en una relacion que ha publicado el Lic. Bustamante, para que se declarasen tales, se les hizo entender que iban a ser empleados en la instruccion de aquellas tropas; formaron pues a los prisioneros en partidas cortas, los militares salieron al frente, y apuntaron sus nombres en un papel prevenido al efecto; de estos fueron algunos pasados por las armas, y entre ellos los sargentos Dominguez y Navarro; del batallon de Guanajuato, que se comprometieron con Hidalgo al principio de la revolucion a seducir este cuerpo, y que eran ya tenientes coroneles; Acosta, sargento del regimiento del Príncipe; Malo y Mascareñas, alféreces de S. Luis, y Ortega, sargento del mismo cuerpo; los soldados fueron condenados a presidio, y los paisanos distribuidos entre los artesanos de la villa y las haciendas de las inmediaciones.

Llegados a Chihuahua el 23 de Abril los reos conducidos a aquella capital, el comandante general brigadier D. Nemesio Salcedo, comisionó en 25 del mismo mes para la instruccion de las sumarias, a D. Juan José Ruiz de Bustamante (e), recomendándole la brevedad, y en 6 de Mayo nombró una comision o junta militar compuesta de un presidente, un auditor, un secretario y cuatro vocales, a la cual pasase el comisionado las declaraciones que tomase, de tres en tres individuos, para que en este órden se viesen y sentenciasen.

En el mismo dia confirió comision especial para la formacion de las causa de Hidalgo, Allende, Aldama y Jimenez, a D. Angel Abella, administrador de correos de Zacatecas, que cuando se verificó la revolucion de aquella ciudad, vimos que pudo con dificultad escapar de ella (17); era este asturiano de nacimiento, y habia sido en España alférez de guardias, siendo muy versado en las fórmulas de la ordenanza militar en materia criminal. Abella nombró por secretario a Francisco Salcido, soldado de la tercera compañía volante (18), y tomó la primera declaracion a Hidalgo el dia 7 de Mayo, en que recibió su nombramiento, trasladándose al efecto al hospital militar de aquella ciudad, en el que habia sido puesto el cura y los principales de sus compañeros, todos aherrojados con grillos y esposas, como habian sido traidos desde Monclova. Los demas fueron alojados en el convento de S. Francisco.

Redujéronse las causas a las declaraciones tomadas a los reos, de las que he hecho uso en el curso de esta historia y continuaré haciéndolo, considerándolas como los documentos mas ciertos y positivos, en que se encuentra consignada la verdad de los hechos, con tanta mas seguridad, cuanto que la enemistad existente entre Hidalgo y Allende, forma de sus deposiciones un verdadero juicio contradictorio.

Abasolo, habiéndose propuesto salvarse a costa de todos, a todos los acusó, y su declaración, tomada el dia siguiente al nombramiento del juez comisionado Bustamante, por ser la mas copiosa, fue la primera de que la junta se impuso, para tener una noticia instructiva que sirviese de guia en todas las demas. En ella sostuvo Abasolo no haber tenido conocimiento de la revolucion, hasta despues de comenzada esta, por aviso que en la mañana del 16 de Septiembre le dió el sargento de su compañía José Antonio Martinez, pidiéndole las llaves de una tienda de un español a quien Abasolo la tenia arrendada en los bajos de su casa, la que saqueó Martinez, el cual sin embargo, en la causa que en México se le formó, acusó a Abasolo de haberle dado órden para entregar a Hidalgo las armas que habia en el cuartel.

Intentó el mismo Abasolo, segun expuso, instruir oportunamente al coronel Canal de lo sucedido en Dolores, para que tomase las medidas convenientes a evitar la propagacion de la revolucion en S. Miguel; pero fue interceptado el mozo que despachaba, y en aquella villa, a la que se trasladó el dia siguiente de la entrada en ella de Hidalgo, pidió a este permiso para retirarse a su casa, el que le negó diciéndole: que estaba tan perdido como el mismo Hidalgo y sus compañeros, y no tenia que esperar seguridad sino en las armas.

Confiriósele el empleo de coronel, y despues en la promocion de Acámbaro el de marical de campo, aunque nunca se le confió mando de armas, y tratándolo con poca consideracion los jefes de la revolucion, nunca hicieron confianza de él para ningun asunto importante; en el ataque de Guanajuato, se mantuvo durante la accion en casa de su amigo D. Pedro Otero, y en la batalla de Calderon, a la que concurrió por no dar motivo de recelo a sus compañeros que lo miraban ya con desconfianza, fue de los primeros en ponerse en fuga, en compañía de su cuñado D. Pedro Taboada y de otros, dirigiéndose a la hacienda del Pabellon, en la que ya encontró al cura Hidalgo, quien en un solo dia anduvo la larga distancia que hay desde el puente de Calderon hasta aquel punto, al que luego llegaron Allende y los demas generales, y ejecutaron el despojo del mando que ejercia el cura Hidalgo, lo que Allende y Aldama habian resuelto hacer desde la víspera de la batalla de Aculco, y no verificaron por habérselo impedido aquel suceso.

En el saqueo y matanzas de los europeos no solamente no tuvo Abasolo parte alguna, sino que él mismo sufrió grave pérdida, habiéndole obligado Hidalgo en Celaya a entregar una suma considerable perteneciente a la testamentaría de su suegro D; Antonio Taboada, que estaba depositada en el convento del Carmen, y tomado D. Ignacio Aldama en S. Miguel una existencia de maiz de la misma pertenencia; en Guadalajara y otros puntos puso en salvo a mas de cien europeos, entre ellos al brigadier Abarca, sacándolos de la prision y ocultándolos, prevaliéndose para ello de su empleo, en virtud del cual daba órden a las guardias para que los dejasen salir en su compañía, y deseoso siempre de apartarse de la revolucion, desde el Saltillo escribió al general Calleja solicitando el indulto, que se le habia ofrecido por medio de su esposa Doña Manuela de Rojas y Taboada.

Esta ejemplar señora, modelo de una mujer varonil y amante de su marido, se habia quedado en S. Miguel cuando aquel partió para Valladolid con D. Juan Aldama, que como hemos visto, despues de la toma de Guanajuato se separó de Hidalgo en S. Felipe, para ir por su órden a recoger gente en los pueblos del otro lado de la sierra.

Al acercarse Flon a S. Miguel, la Sra. de Abasolo se retiró a Celaya con su madre política y las cuñadas de Allende, y de allí pasaron a Valladolid, de donde siguieron a Hidalgo a Guadalajara. En esta ciudad hizo mil esfuerzos por el influjo y estimacion que disfrutaba, para salvar a cuantos europeos pudo del degüello a que Hidalgo los habia condenado.

Habiendo entrado allí Calleja, obtuvo pasaporte de este general el 13 de Febrero, con el objeto de seguir a su marido y apartarlo de la revolucion, y con este mismo fin le escribió desde S. Luis dos cartas llenas de ternura y afecto, pero con noble espíritu (19) y posponiendo su cariño a lo que exige el honor, exponiéndole la peligrosa posicion en que se hallaba, le dice que hubiera podido tolerar que muriese en una accion, pero con afrenta no.

Autorizada con nuevo pasaporte de Calleja, expedido en su marcha a S. Luis en la hacienda de la Laguna en 27 de Febrero, continuó su viaje al Saltillo, en donde habiéndose hecho sospechoso a Allende el objeto de su venida, le prohibió que saliese de su casa y que manifestase a nadie los indultos impresos que habia traido, e hizo vigilar de mas cerca la conducta de Abasolo.

Acompañó a este la constante Da. Manuela y fue aprehendida con él en Bajan, así como tambien su suegra e hijos, y con ambos emprendió nuevo y dilatado viaje a Chihuahua, en donde no omitió diligencia para salvar la vida de su marido.

Este en su sistema de no omitir acusaciones contra los demas, con tal que de ellas resultase su propia salvacion, arrastró al cadalso al desgraciado ministro Chico.

Habíase dejado a este como de ménos importancia en Monclova, cuando los demas presos fueron conducidos a Chihuahua, pero Abasolo en sus declaraciones expuso que desde antes de la entrada en Valladolid de Hidalgo, desempeñaba Chico los asuntos de gabinete, de que siguió encargado por mucho tiempo despues; que fue nombrado ministro de gracia y justicia y presidente de la audiencia de Guadalajara, y que con estas investiduras autorizó los poderes que se dieron a Letona, para ir en calidad de enviado a los Estados-Unidos. Tal acusacion hizo que se diese órden para conducirlo con buen resguardo a Chihuahua, con otros de quienes Abasolo dijo que habian sido empleados en la construccion de cañones, para ser juzgados en aquella villa.

Acusó tambien al Dr. Gastañeta preso entónces en Querétaro, de haberle persuadido de la insubsistencia de las censuras fulminadas por la inquisision y los obispos contra los insurgentes; a Arias de haber salido del mismo Querétaro como espía del gobierno para observar los movimientos de los insurgentes, y haberse quedado entre ellos sin cumplir su comision, por lo que obtuvo en Acámbaro el empleo de teniente general; a Allende de haber tolerado todos los asesinatos que se cometieron en Guadalajara en los españoles presos en aquella ciudad, los que hubiera podido evitar, y haber mandado él mismo quitar la vida a varios en Charcas, Matehuala y el Cedral, y a Marroquin de haber ejecutado los que Hidalgo habia mandado perpetrar.

Marroquin confesó el hecho, aunque disminuyendo el número de personas muertas por él; confesó tambien haber sido ladron de caminos, estando preso por tal en la cárcel de Guadalajara, cuando Torres, habiendo ocupado aquella capital, lo puso en libertad, de la que pensó aprovecharse para volver a su casa en los llanos de Apan, en donde nació, en la hacienda de S. Pedro; hizo mérito de que despues de la batalla de Calderon intentó apoderarse de la persona de Allende, para presentarlo a Calleja y obtener así el perdon, y para retardar la ejecucion de la pena de muerte a que preveia que seria condenado, ocurrió al extraño expediente de decir que no estaba bautizado, porque siendo hijo del cura de su pueblo, este se habia abstenido de administrarle aquel sacramento, lo que despues reconoció ser falso cuando se le puso en capilla.

Ademas de estas causas, existen en el archivo general unidas a la de Abasolo, las de D. Ignacio Camargo; de D. Pedro Aranda, gobernador de Coahuila; de D. Juan Bautista Carrasco, que acompaño a Jimenez en su campaña en las provincias internas y ocupó a Monterrey, y de D. Manuel Santa María, caballero del hábito de Santiago y gobernador interino de Nuevo Leon; todas contienen noticias muy circunstanciadas sobre los sucesos de aquellas provincias y sobre la parte que en ellos tuvieron los declarantes, y especialmente el general Jimenez, que fue comisionado para sublevarlas por Allende desde la hacienda del Molino, cuando salieron ambos de Guanajuato y encontraron en S. Felipe a Iriarte con las fuerzas con que marchaba en su auxilio (20), siendo todo muy honroso para Jimenez, quien no solo se condujo con mucho tino y acierto en sus operaciones, sino tambien con mucha humanidad con los españoles, a quienes no persiguió en sus personas ni despojó de sus bienes, dando una prueba señalada de caballerosa generosidad con el gobernador de Coahuila D. Antonio Cordero, que habiendo sido cogido despues del desastre de Aguanueva por sus mismos soldados y entregado al lego Villerías que fue en su alcance, recelando Jimenez por lo que conocia del carácter de este, que el prisionero no seria tratado con la consideracion que deseaba, mandó un oficial con un coche para conducirlo, y no solo lo dejó en libertad, sino que lo recibió y alojó en su casa.

El ánimo oprimido con la relacion de tantos hechos atroces, descansa cuando encuentra una accion generosa, quedando el sentimiento de que esta no fuese dignamente correspondida con igual nobleza por el enemigo, en cuyas manos cayó por las vicisitudes de las revoluciones, el que con ella se habia hecho tan recomendable, dando un ejemplo tan poco comun en aquel tiempo.

Sin otras actuaciones que las declaraciones instructivas tomadas a los presos, dió su dictámen el auditor, que lo fue el Lic. D. Rafael Bracho, y pronunció las sentencias el consejo de guerra que presidió el teniente coronel D. Manuel Salcedo, gobernador de Texas, y cuyos vocales fueron el capitan retirado con grado de teniente coronel D. Pedro Nolasco Carrasco, los capitanes D. José Joaquin Ugarte, D. Simon Elías Gonzalez y otros oficiales subalternos (21).

Las causas de los militares se sentenciaron con brevedad y fueron condenados a la pena capital los individuos siguientes, que fueron pasados por las armas por la espalda, como traidores, en la plazuela de los ejercicios de Chihuahua, en los dias y órden que expresa la Gaceta del gobierno de 17 de Octubre de 1811, que copio con las calificaciones de grados y empleos que en la misma se hacen.

En 10 de Mayo de 1811. Ignacio Camargo, mariscal; Juan Bautista Carrasco, brigadier; Agustin Marroquin, verdugo.

En 11 del mismo. Francisco Lanzagorta, mariscal; Luis Mireles, coronel.

En 6 de Junio. José Ignacio Ramon, capitan veterano de Lampazos; Nicolas Zapata, mariscal; José Santos Villa, coronel; Mariano Hidalgo, tesorero, hermano del cura; Pedro Leon, mayor de plaza.

En 26 del mismo. Ignacio Allende, generalísimo; Mariano Jimenez, capitan general; Manuel Santa María, mariscal y gobernador de Monterrey; Juan de Aldama, teniente general.

En 27. José María Chico, abogado; José Solis, intendente de ejército; Vicente Valencia, director de ingenieros; Onofre Portugal, brigadier.

Fueron ademas destinados a presidio, con nota de infamia tracendental a sus hijos y confiscados los bienes de los que los tenian, Andres Molano, por toda su vida; Aranda, mariscal y gobernador de Texas, al de Encinillas, por diez años; otros varios por el mismo tiempo, y Abasolo fue llevado a Cadiz, donde murió en el castillo de Santa Catarina; su excelente esposa reunió algunos recursos de los bienes que le quedaban, y siguió a su marido al otro lado de los mares, acompañándole en su prision, aliviándole en cuanto pudo las angustias de esta, y cuando lo dejó enterrado, regresó a su patria, en donde sin omitir muchos actos de beneficencia en favor de los perseguidos, se dedicó a la educacion de su hijo D. Rafael, que vive retirado en sus fincas, de cuyo manejo se ocupa. Matrona verdaderamente admirable, digno modelo de esposas y madres, y ornamento de un sexo, cuyas virtudes hicieron tanto honor al carácter mexicano, en aquellas angustiadas circunstancias.

La intervencion de la jurisdiccion eclesiástica causó mayor demora en la causa de Hidalgo que en las otras.

El obispo de Durango Dr. D. Francisco Gabriel de Olivares, comisionó en 14 de Mayo al canónigo doctoral de aquella iglesia, D. Francisco Fernandez Valentin (e), para que procediese en union del juzgado militar.

Estaban ya tomadas las declaraciones por Abella, en los dias 7, 8 y 9 de Mayo, por lo que el juez eclesiástico por auto de 14 de Junio las dió por bien recibidas, y mandó volver el proceso al auditor Bracho, para que consultase la práctica de las diligencias que juzgase arregladas a justicia y al estado de la causa, o dictaminase lo que hallase por mas conveniente.

Recibidas entónces las cartas escritas por Hidalgo a Hermosillo, que remitió el intendente y comandante de Sonora García Conde, produjo este incidente una ampliacion a las declaraciones ya tomadas, y evacuada esta diligencia, presentó su dictamen el auditor en 3 de Julio (22); en él resume todos los cargos que resultan comprobados contra Hidalgo, cita las penas impuestas por las leyes en que por ellas habia incurrido, y concluye diciendo al comandante general:

Soy de sentir que puede V. S. declarar que el precitado Hidalgo, es reo de alta traicion, mandante de alevosos homicidios; que debe morir por ello, confiscársele sus bienes, y que sus proclamas y papeles seductores, deben ser dados al fuego pública e ignominiosamente. En cuanto al género de muerte a que se le haya de destinar, encuentro y estoy convencido de que la mas afrentosa que pudiera excogitarse. aun no satisfaría completamente la venganza pública; que él es delincuente atrocísimo; que asombran sus enormes maldades, y que es difícil que nazca monstruo igual a él y que es indigno de toda consideracion por su personal individuo; pero es ministro del Altísimo, marcado con el indeleble carácter de sacerdote de la ley de gracia, en que por nuestra fortuna hemos nacido, y la lenidad inseparable de todo cristiano, ha resaltado siempre en nuestras leyes y en nuestros soberanos, reverenciando a la Iglesia y a sus sacerdotes, aunque hayan incurrido en delitos atroces. Por tanto, si estas consideraciones tuvieren lugar en la cristiana de V. S., ya que no puede darse garrote por falta de instrumentos y verdugos que lo hagan, podrá mandar, si fuere de su agrado, que sea pasado por las armas en la misma prision en que está, o en otro semejante lugar a propósito, y que despues se manifieste al pueblo, para satisfaccion de los escándalos que ha recibido por su causa.

Pero como para pronunciar la sentencia y para su ejecucion debia preceder la degradacion y libre entrega del reo por el juez eclesiástico, el comandante general, segun le propuso el mismo auditor, mandó pasar la causa al comisionado del obispo. Este, a pesar de las amplias facultades que por su prelado se le habian concedido, no se creyó autorizado para proceder a la degradacion, persuadido de ser esta funcion peculiar y privativa de los obispos consagrados, por reputarse acto de órden episcopal y no de jurisdiccion, indelegable por lo mismo, a simples presbíteros; por lo que miéntras el obispo no le previniese otra cosa, se abstuvo de proceder a ella, proponiendo se mandase el reo a Durango.

El Virrey Venegas habia atropellado por todas estas dificultades, previniendo en 22 de Febrero al general Calleja, en orden que corre agregada a la causa y de que se encargó en su dictámen el auditor:

Que no siendo estos delincuentes acreedores a la conmiseracion de que tantas veces han abusado, sin darles mas tiempo que el preciso para confesarse, deberán ser pasados por las armas luego que sean aprehendidos, principalmente si fuesen clérigos o frailes, por lo mas escandalosa que es en esta clase de gentes, aquella especie de delitos (23).

Sin llegar a este extremo, el obispo (24), en atencion a la urgencia de imponer las penas canónicas que exigian los delitos del reo; a la imposibilidad de trasladarse él mismo a Chihuahua por su edad y enfermedades; y por no ser conveniente y sí expuesto a grandes males conducir el reo a Durango, como proponia el Dr. Valentin; previno a este en 18 de Julio, que en uso de las facultades que le tenia conferidas y de nuevo le conferia, procediese por una formal sentencia, a la degradacion verbal y despues a la real del cura D. Miguel Hidalgo, asociado de los eclesiáticos de mayor dignidad de aquella villa, conformándose, en cuanto su representacion lo permitiese, en lo relativo a estos actos y en la forma, lugar y hora en que hubiesen de ejecutarse, con lQ prevenido en el pontifical romano; estando persuadido aquel prelado que podia y debia conceder esta autorizacion, a consecuencia de la real órden de 12 de Mayo de 1810, que se agregó a la causa, y por la que con consulta de varios obispos, universidades y teólogos de España se declaró, que durante la incomunicacion en que aquella y sus posesiones se hallaban con la Santa Sede, con motivo de la guerra contra Napoleon, los ordinarios diocesanos de España e Indias, cada uno en su respectivo distrito, podian dispensar en los casos ocurrentes de la manera que les dictase su prudencia, y porque ademas este procedimiento no salia de la esfera de las facultades generales y especiales que su dignidad le daba, no tratándose de dispensar mas que algunas formalidades que era imposible cumplir, por no permitido las circunstancias.

De conformidad con esta autorizacion, con la que el obispo devolvió al Dr. Valentin el testimonio de la causa que se le habia pasado por el comandante general para su conocimiento, el referido Doctor, habiendo nombrado por asociados a los curas ordinario y castrense y al guardian del convento de S. Francisco de Chihuahua, pronunció la sentencia de degradacion contra Hidalgo el 27 de Julio, y el 29 del mismo mes la ejecutó, en el hospital real en que este estaba preso, el cual compareció ante él en hábitos clericales, y despues de habérsele quitado las prisiones, los eclesiásticos destinados al efecto, lo revistieron con todos los ornamentos de su órden presbiteral de color encarnado, y puesto de rodillas delante del juez comisionado revestido de capa pluvial y sentado en una silla colocada en lugar conveniente, vuelto hacia el pueblo espectador de esta ceremonia, y acompañado del juez militar, el teniente coronel Salcedo, expuso el juez al pueblo la causa de la degradacion, y mandó leer la sentencia que para ella habia pronunciado. Concluida la lectura, desnudó al reo de los ornamentos sacerdotales en la forma que prescribe el pontifical romano, y lo entregó a la justicia secular, intercediendo con instancia para que se le mitigase la pena, no imponiéndole la de muerte, ni mutilacion de miembros (25).

Hidalgo en las declaraciones que en su causa se le tomaron, manifestó como en otro lugar hemos visto, que aunque estaba persuadido de que la independencia seria útil al Reino, nunca pensó entrar en proyecto alguno para realizada, a diferencia de Allende, que siempre estaba propenso a ejecutarlo, sin que Hidalgo lo disuadiese, pues lo mas que llegó a decirle en alguna ocasion fue, que los autores de semejantes empresas no gozaban el fruto de ellas, y solo se decidió cuando Allende le aseguró por una carta, que ya contaba con bastante gente, así en Querétaro como en las haciendas inmediatas (26).

El juez comisionado Abella, le hizo la observacion, que no parecia probable que un hombre de las luces y conocimientos que generalmente se le reconocian, y que hasta entónces se habia mostrado indiferente y sin empeño por la independencia, se hubiese decidido a entrar en la revolucion por solo una carta concebida en términos generales, sin expresar los sujetos, conexiones y medios con que se podia contar para realizar la empresa, y sin proporcionarse los arbitrios necesarios para sostenerla, a lo que Hidalgo contestó que su inclinacion a la independencia fue la que le obligó a decidirse con inconcebible ligereza, o llámese frenesí; que la precipitacion del suceso de Querétaro (27), no le dió lugar a tomar las medidas que pudieran convenir a su intento, y despues ya no las consideró necesarias, mediante la facilidad con que los pueblos le seguian, no habiendo tenido mas que enviar comisionados, los cuales hacian prosélitos a millares por donde quiera que iban (28).

Por consecuencia de esta ligereza e impremeditacion con que Hidalgo entró en la revolucion, declaró el mismo que no adoptó plan ninguno de organizacion para sistemar la revolucion en todo o en parte, ni se hizo otra cosa mas, que segun se iba extendiendo la insurreccion, dejarlo todo como estaba, mudando solamente empleados y lo que el desórden traia consigo, ni tampoco tuvo pensado el que se adoptaria, concluida que fuese la revolucion, aunque bien conocia que formarlo y plantificarlo ofrecería muchas dificultades (29).

De esta falta de plan se siguió el desórden completo que se introdujo en todos los ramos; en la provision de empleos, no solo el mismo Hidalgo nombró generales y otros oficiales, sino que no siendo exclusiva suya esta prerogativa, los nombraron tambien el capitan general (Allende) y los demas generales que se hallaban distantes del centro del gobierno, y el cuerpo de la oficialidad hacia y promovía los que se le antojaba (30); en la administracion de las gruesas sumas de dinero tomadas del erario real, de las iglesias y de los particulares. Hidalgo ignoraba lo que habrian cogido y gastado los cabezas que se hallaban distantes mandando cuerpos, porque a él nunca se le daba cuenta a consecuencia del desórden que reinaba en todo (31).

Para hacerse de los muchos prosélitos que habia dicho hacian sus enviados por donde quiera que iban, confesó que se habia dado libertad a todos los presos que habia en las cárceles, en todos los pueblos a donde habian entrado él mismo y los demas jefes de la insurreccion, sin excepcion de los que eran culpables de los mas atroces delitos, con el objeto de atraer a la plebe, conociendo el mal que en ello se hacia y a que obligaban las circunstancias (32), y con el mismo fin se autorizó el saqueo de los bienes de los españoles, el que el mismo Hidalgo reconocia que era no solo injusto, sino perjudicial a los mismos criollos, disculpándolo con la necesidad que tenia de gente para su empresa, y la de interesar en ella a la plebe, lo que no le permitia escrupulizar sobre los medios de llevarla adelante (33).

Sobre cuyo punto preguntándole el juez, si él y sus secuaces pensaban obrar en consecuencia con lo que se proclamaba, de ser los bienes que los españoles poseian usurpados: ¿cómo no se despojaban de los que algunos de ellos habian heredado de sus padres y antepasados que eran españoles? contestó, que bien conocia la inconsecuencia de su proceder, pero que no es lo mismo cortar de lo ajeno que de lo propio, y por eso no hubo ninguno de los comprendidos en la insurreccion que pensase en hacer el sacrificio de lo que muchos han heredado (34).

En una proclama que Hidalgo reconoció por suya y que se insertó en el periódico publicado en Guadalajara por su órden, se habia dicho que la nacion (hablando de la Nueva España), iba a perecer irremediablemente, y los americanos a ser viles esclavos de sus mortales enemigos (sin expresar cuales) perdiendo para siempre su religion, su libertad, sus costumbres, y cuanto tienen mas sagrado y precioso, y que si así no les constase (a Hidalgo y demas jefes de la revolucion) nunca hubieran desenvainado su espada contra los europeos (35).

Preguntado qué fundamento habia tenido para asentar estas y otras especies de igual naturaleza, contestó, haber llevado el objeto de inspirar el odio contra el gobierno, no porque tuviese para ello un racional fundamento, sino porque le era necesario para sostener la empresa a que se habia decidido, con ligereza a la verdad, pero no sin inclinacion, nacida de persuadirse que la independencia seria ventajosa al Reino, y lo corroboraba con ver este indefenso y expuesto a caer en poder de una potencia extranjera, especialmente de los franceses, a causa de una expresion que habia visto en una Gaceta de México (36), en que se decia que la América debia seguir la suerte de la España, y esta es toda la constancia que en su citada proclama dice tener de que la América iba a perecer irremisiblemente, con lo demas que ella contiene (37).

En varias preguntas sucesivas insiste Hidalgo, contestando a ellas, en el riesgo en que creyó estaba el Reino de caer en manos de los franceses, hallándose indefenso, por haberse suspendido las medidas que para su seguridad se habian empezado a tomar, y en el derecho que para precaverlo tenia, como todo ciudadano, cuando cree a la patria en riesgo de perderse (38).

Preguntósele tambien (39) si para fomentar y sostener su partido habia abusado de su ministerio, o mandado que otros eclesiásticos lo hiciesen, para difundir los principios de la revolucion por medio de la predicación y de la confesion, a lo que respondió, que ni antes, ni en el curso de la insurreccion, habia predicado ni ejercido el confesonario con abuso de la santidad de su ministerio, y que desde que aquella tuvo principio, se habia abstenido de celebrar misa por considerarse inhábil, y que en cuanto a otros eclesiásticos, aunque habia predicado en favor de la revolucion el Dr. Maldonado en Guadalajara y Fr. Gregorio Conde en Guanajuato, lo habia tolerado desentendiéndose de ello por la ventaja que le resultaba, pero no lo habia aconsejado ni ordenado.

Habiéndose dejado Hidalgo arrastrar a la revolucion por solo la idea lisonjera de las ventajas que resultarian de la independencia, sin calcular los obstáculos, las pasiones y la diferencia de intereses que siempre se encuentran en la ejecucion de tales empresas los que no podian faltar a la suya (40), desde los primeros pasos vió que le era imposible contener los excesos que se han referido, y el aumento espantoso de los desórdenes que se siguieron, le hizo palpar por la experiencia, que seguramente su proyectada independencia acabaria lo mismo que habia empezado, esto es por una absoluta anarquía o por un igual despotismo: y por lo mismo, quisiera, dice, que a todos los americanos se les hiciera saber esta su declaracion, que es conforme en todo a lo que siente en su corazon, y a lo mucho que desea la felicidad de sus paisanos (41). Que solo por una especie de ceguedad pudo pensar de otro modo (42). Que nada de cuanto habia hecho se podia conciliar con la doctrina del Evangelio y con su estado, y que reconocia y confesaba de buena fé, que su empresa fue tan injusta como impolítica; que ella habia acarreado males incalculables a la religion, a las costumbres y al estado en general, y muy particularmente a esta América; tales que el gobierno mas sabio y vigilante no podria repararlos en muchos años, y asimismo se reconocia responsable a todos estos males como voluntarios en sí o en su causa; todo lo cual era muy sensible a su corazon, y así deseaba llegase a noticia de su Illmo. prelado, a quien por tantos títulos estaba obligado, y de cuyas luces sentia no haberse sabido aprovechar, y muy rendidamente le pedia perdon de los sustos e incomodidades que S. S. I. habia tenido que sufrir por su causa, e igualmente lo pedia al santo tribunal de la fé, de no haberle obedecido y de las expresiones irrespetuosas con que se atrevió a impugnar su edicto; asimismo al Exmo. Sr. Virrey de este Reino y demas autoridades constituidas, por su inobediencia, y a los pueblos por el mal ejemplo que les habia dado; en cuya virtud les rogaba se apartasen de los caminos de la insurreccion que no podian llevarlos sino a su ruina temporal y eterna, y para que este su ruego llegase a su noticia, y surtiese los debidos efectos, suplicó al Sr. comandante general de aquellas provincias D. Nemesio Salcedo se los hiciese saber, del modo que tuviese por mas conveniente.

Hidalgo creyó que su vida iba a tener fin muy poco despues de tomadas estas declaraciones, sin duda por el empeño que vió habia en evacuarlas pronto, y desde 18 del mismo Mayo, escribió un manifiesto concebido en los mismos términos de arrepentimiento en que se expresó en su última declaracion, y los confirmó todavía mas en la ratificacion que de este documento hizo, ante el canónigo magistral de Durango D. José Ignacio de Iturribarría, en cuyo acto reconoció:

Que todo era de su puño y letra; que su contenido era dictado por él mismo, sin que persona alguna le hubiera inducido o violentado a ejecutarlo; que las expresiones que contenia, eran parte de las que se hallaba vivamente penetrada su alma y arrepentida de los incalculables males que habia originado por el frenesí de que dejó poseerse, para faltar tan escandalosamente al Rey, a la nacion y a la moral cristiana, y últimamente que todo cuanto habia ejecutado desde el 16 de Septiembre de 1810, hasta 21 de Marzo del año siguiente que fue aprehendido en el paraje de las norias de Bajan, todo habia sido excesos y los mas punibles absurdos (43).

El Lic. D. Carlos Bustamante, que en su Cuadro histórico oculta todo cuanto puede ser desventajoso a los jefes de la insurreccion, ya que no puede hacer otro tanto con esta manifestacion de Hidalgo y su ratificacion, pretende poner en duda su autenticidad (44), así como quiere tambien suponer que las declaraciones de Hidalgo en su causa han sido alteradas por infidelidad del juez comisionado Abella (45); pero estas suposiciones enteramente gratuitas, se hallan desmentidas por las formalidades con que en todo se procedió, y ademas nada tiene de extraño que un hombre de ilustracion como el cura Hidalgo era, viendo que sus pensamientos se habian disipado casi en su nacimiento; cuando la noche de las tinieblas que le cegaba se habia convertido en luminoso dia; presentándosele perfectamente en medio de las prisiones, que reconocia por justas, todos los males que habia causado; habiéndose retirado el sueño de sus ojos y postrándolo en cama el exceso del arrepentimiento; cuando se veia distante no mas que un paso del tribunal divino, y contemplaba que el Juez Supremo habia escrito contra él causas que lo llenaban de terror; ¿qué tiene de extraño, repito, que un hombre agobiado por estos pensamientos, habiendo desaparecido todas sus ilusiones, exclamase: luego erramos y hemos andado por caminos difíciles que nada nos han aprovechado?

Yo veo, dice, la destruccion de este suelo, que he ocasionado; las ruinas de los caudales que se han perdido; la infinidad de viudas y huérfanos que he dejado; la sangre que con tanta profusion y temeridad se ha vertido, y lo que no puedo decir sin desfallecer, la multitud de almas que por seguirme estarán en los abismos.

Todo esto era palpable, era evidente, y si el frenesí de la revolucion podia haber ocultado estas terribles verdades a Hidalgo en su prosperidad, cuando veia no léjos de sí el aparato de su sacrificio, la desgracia habia traido consigo el desengaño, y el sentirse morir de dolor mil veces, antes de morir una sola, no solo no es un sentimiento que degrade y envilezca a Hidalgo, sino que antes bien lo honra.

El estilo de este documento es una prueba clara de su autenticidad; aunque resintiéndose mucho del carácter escolar en que se habia versado tanto su autor, se reconoce en él una fuerte conviccion, un sentimiento profundo, y se vé claro el lenguaje del corazon, que no puede fingir ni imitar una pluma extraña.

No obstante la recomendacion instante del juez eclesiástico, recomendacion que las mas veces es un mero acto de ceremonia que no produce efecto alguno, el consejo de guerra condenó a Hidalgo a ser pasado por las armas, pero que en consideracion a su carácter sacerdotal, la ejecucion no se hiciese en un paraje público, como era el lugar en donde habian sido fusilados todos los demas, y que se le tirase al pecho y no por la espalda.

En consecuencia, tres dias despues de su degradacion, fue conducido a un sitio tras del hospital, en donde se ejecutó la sentencia, y no habiendo muerto con la primera descarga, se reiteró esta estando caido en el suelo, y espiró atravesado de multitud de balas.

Su cabeza, con las de Allende, Aldama y Jimenez, que se habia cuidado de dejar intactas no dirigiendo a ellas los tiros, fueron llevadas a Guanajuato y colocadas en jaulas de fierro en cada uno de los ángulos de la alhóndiga de Granaditas, suspendidas en unas barras que sobresalen a la corniza (46).

El dia en que allí se colocaron públicamente, el cura Dr. Labarrieta, amigo que habia sido de Hidalgo, predicó al pueblo reunido un patético sermon, lamentando la suerte a que la insurreccion habia arrastrado a su amigo, los males que este habia causado, y exhortando a todos a apartarse de la revolucion que aquel habia promovido y le habia conducido a la ruina.

El cadáver de Hidalgo y los de sus compañeros fueron sepultados en la capilla de la tercera órden de S. Francisco de Chihuahua, de la que en el año de 1824 por disposicion del congreso, fueron trasladados con las cabezas que se quitaron del lugar en que estaban en Guanajuato, a la catedral de México, en la que se enterraron con gran solemnidad debajo del altar de los Reyes, en la bóveda destinada antes a los Virreyes, y despues a los presidentes de la República, declarándolos beneméritos de la patria en grado heróico, y sus nombres se mandaron escribir con letras de oro en el salon de las sesiones del congreso.

Hidalgo en su prision, que fue en la pieza que está bajo la torre de la capilla del hospital de Chihuahua, fue asistido con esmero por un cabo llamado Ortega, y por un español mallorquin D. Melchor Guaspe, que eran alcaldes de aquella cárcel.

El dia antes de su muerte, escribió con carbon en la pared las dos siguientes décimas, que se pudieron copiar, aunque mutilada la una de ellas.

PRIMERA.

Ortega, tu crianza fina,
Tu índole y estilo amable
Siempre te harán apreciable
Aun con gente peregrina.
Tiene proteccion divina
La piedad que has ejercido
Con un pobre desvalido
Que mañana va a morir,
Y no puede retribuir
Ningun favor recibido.


SEGUNDA.

Melchor, tu buen corazon
Ha adunado con pericia
Lo que pide la justicia
Y exige la compasion.

Das consuelo al desvalido
En cuanto te es permitido,
Partes el postre con él,
Y agradecido Miguel
Te da las gracias rendido.

En otro lugar de la prision habia escrito antes tambien con carbon este apotegma: La lengua guarda el pescuezo, expresion que ha venido a ser de un uso proverbial en Chihuahua.

El dia de su muerte, notando que le llevaban con el chocolate menor cantidad de leche en el vaso que acostumbraba tomar, lo reclamó diciendo, que no porque le iban a quitar la vida le debian dar menos leche, y al caminar a la ejecucion se acordó que habia dejado en su cuarto unos dulces, los cuales se hizo llevar deteniéndose a esperarlos, de los que comió algunos y los demas los dió a los soldados que le escoltaban (47).

Cosas pequeñas en sí, pero que así como la firmeza con que pudo escribir estas palabras Que mañana va a morir, manifiestan que su espíritu no se habia abatido, y que no era el terror de la muerte lo que habia dictado los sentimientos que expresó en su manifiesto.


Notas

(1) Arechederreta, Apuntes históricos muy copiosos en esta parte.

(2) Esta relacion de la contrarrevolución de Bejar, está sacada de la que se dió por la junta establecida en aquella villa al comandante de provincias internas Salcedo, remitida por este al Virrey con oficio de 19 de Octubre de 1811, e inserta en la Gaceta de 15 de Octubre de 1812, tomo 3°, núm. 302, fol. 1087. Esta demora prueba la dificultad de comunicacion que entónces habia.

(3) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 198.

(4) Conocí personalmente al capitan Colorado en 1808 en Nuevo Santander, estando procesado por materia de cuentas de su compañía, y comia diariamente en casa de mi cuñado Iturbe. Era muy grueso, de pelo rubio y hombre de singular calma; contando siempre aventuras de las guerras con los indios, lo que hacia con mucha gracia y con tantas exageraciones, que en mi familia quedó por mucho tiempo el decir cuando alguna cosa parecia muy abultada: eso será como los cuentos del capitan Colorado.

(5) Relacion de D. Benigno Vela al obispo de Monterrey, inserta en la Gaceta) de 16 de Abril, núm. 45, fol. 319. Parece que Vela era persona que tenia mucha intimidad con Elizondo, a quien llama su padrino, en la carta al obispo D. Primo Feliciano Marin.

(6) Esta relacion está tomada del parte oficial de Herrera, inserto en la Gaceta extraordinaria de 25 de Abril, núm. 49. Todas las relaciones de este suceso están conformes.

(7) Véase en el apéndice, la lista de todos los aprehendidos, comunicada por Herrera al comandante general de provincias internas, inserta en la Gaceta extraordinaria de 25 de Abril, núm. 49, fol. 364.

(8) Relacion de Vela, citada arriba.

(9) Parte de Rerrera. Gaceta extraordinaria de 25 de Abril, núm. 49, fol. 363.

(10) Parte de Ochoa a Calleja, Gaceta extraordinaria de 9 de Abril, núm. 42, fol. 301.

(11) Parte de Herrera. Gaceta extraordinaria de 25 de Abril, fol. 359.

(12) Parte de Calleja, incluyendo el de Ochoa en el lugar citado.

(13) Relacion de uno de los prisioneros, publicada por Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 267.

(14) Exposicion de Rayon al congreso de Chilpancingo, oponiéndose a la declaracion de independencia, que se halla en el archivo general, entre los papeles cogidos a Morelos en Tlacotepec y a Rayon en Zacatlan, y la publicó Juan Martiñena en su cuaderno titulado Verdadero origen &, fol. 2 de los documentos.

(15) Véase apéndice.

(16) Salcedo en sus partes llama a los presos que conducia la collera.

(17) Bustamante acusa a Abella de ingratitud, por haber intervenido en estas causas; sin embargo, el único beneficio que debía a los insurgentes era no haberlo matado en Zacatecas, lo que no hicieron porque no les dió permiso el conde de Santiago de la Laguna.

(18) El mismo Bustamante tiene por un acto de vilipendio hacia Hidalgo este nombramiento de un soldado para secretario de la causa. Ademas de ser esto comun en los procesos militares, no reflexionó que en provincias internas hay soldados de mejores principios que los de la generalidad de esta clase, y que ellos son los que sirven en las secretarías de las comandancias.

(19) Léanse estas cartas, en el apéndice. Están unidas a la causa de Abasolo.

(20) Rectifiquese por lo que aquí se dice, lo que se refirió en el capítulo VI de esta obra, sobre la marcha de Iriarte a Guanajuato y comision dada a Jimenez, por no haber tenido presente lo que Abasolo y Carrasco dijeron sobre estos hechos en sus respectivas declaraciones.

(21) Refiere Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 229, que Allende indignado, del trato poco atento de Abella, en un acceso de furor rompió las esposas que tenia en las manos, porque tenia grandes fuerzas, y con el pedazo de cadena que quedó pendiente de una de las esposas, le dió un fuerte golpe a Abella en la cabeza. Es cosa notable en estas causas, que solo el presidente del consejo o junta de guerra y los dos jueces de instruccion Bustamante y Abella, fuesen europeos, y americanos el auditor y todos los vocales del consejo, con cuyo voto unánime se pronunciaron las sentencias de pena capital.

(22) Bustamante ha publicado este dictámen en su totalidad en el Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 244 a 255, impugnándolo con notas que ha puesto en diversos lugares de él. No es fácil pensar como en tal causa y en un tribunal español, el auditor hubiera podido pedir otra pena que la capital.

(23) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 243, ha publicado esta órden.

(24) El mismo ha publicado la declaracion del obispo, fol. 242.

(25) Bustamante ha publicado todos estos documentos íntegros en el Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 257.

(26) Causa de Hidalgo. Contestacion al cargo tercero.

(27) Alude al descubrimiento de la conspiracion en Querétaro.

(28) Contestación al cargo cuarto y al veintiseis. Se ve por esto que es falso el plan que se dice tenia en Querétaro D. Antonio Raso, y todos los demás atribuidos a Hidalgo, pues que él mismo dice expresamente que ni antes ni despues del pronunciamiento tuvo formado ninguno.

(29) Contestacion a los cargos veintisiete y veintiocho. Todo lo que va entre comillas en este y otros artículos, son las propias palabras de Hidalgo.

(30) Contestacion al cargo cuarto.

(31) Idem al veintidos.

(32) Idem al veintinueve.

(33) Idem al veintiuno.

(34) Son las mismas palabras de Hidalgo contestando al veintiuno, al fin.

(35) Cargo treinta.

(36) Véanse los primeros capítulos de esta obra.

(37) Contestacion al cargo treinta.

(38) Idem al treinta y dos.

(39) Cargo once y su contestacion.

(40) Contestacion al cargo treinta y siete.

(41) Idem al cuarenta.

(42) Idem al cuarenta y uno. Esta parte de las declaraciones de Hidalgo, es la que cree D. Carlos Bustamante alterada o supuesta.

(43) Véase este documento en el apéndice, y en la Gaceta de 3 de Agosto de 1811, tomo 2°, núm. 92, fol. 684.

(44) Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 240. Todas estas dudas podrian haberse resuelto haciendo venir al archivo general, como se debia haber hecho, todas las causas originales de la comandancia general de provincias internas, que deben estar en Chihuahua.

(45) Cuadro histórico, idem.

(46) Todavía el año de 1840, que estuve en Guanajuato, vi que existian estas escarpías. Bustamante calla que quien predicó el sermón fue su maestro Labarrieta.

(47) Todos los pormenores relativos a la muerte de Hidalgo, los he tomado de Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 262, habiéndomelos confirmado D. Juan Pablo Caballero, que estuvo presente, el Sr. D. Fernando Ramírez, que me ha comunicado lo de la inscripcion La lengua, etc. de que no habla Bustamante.

Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo VII - Segunda parteCapítulo VIII - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha