Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo VIII - Primera parteApéndice - Primer documentoBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO VIII

Segunda parte

Muerte de D. Ignacio Aldama en Monclova.- Ejecucion de varios eclesiásticos en Durango.- Reflexiones sobre este periodo.- Causas a que se debió el mal éxito de la revolución.- Funesto influjo de estas causas en lo sucesivo.- Juicio sobre los primeros promovedores de la revolucion.


El Lic. D. Ignacio Aldama, que como hemos visto fue aprehendido en Bejar antes que lo fuesen sus compañeros en las norias de Bajan, fue fusilado en Monclova, y tambien publicó un manifiesto en prueba de su arrepentimiento, reconociendo en él sus errores y la justicia del castigo que iba a sufrir (1).

Los eclesiásticos D. Mariano Balleza, teniente general, D. Ignacio Hidalgo, Fr. Bernardo Conde (a quien Hidalgo en sus declaraciones llama por equivocacion Fr. Gregorio), Fr. Pedro Bustamante, Fr. Carlos Medina, y Fr. Ignacio Jimenez, presos en Bajan y otros puntos, fueron conducidos a Durango desde Parras, segun antes se ha dicho. Procesólos el teniente letrado y asesor ordinario de la intendencia D. Angel Pinilla Perez, y habiéndolos condenado a la pena capital, el obispo de aquella diócesis D. Francisco Gabriel de Olivares, rehusó degradarlos, habiendo tenido fuertes contestaciones con aquel sobre este punto, no obstante lo cual se ejecutó la sentencia en la mañana del 17 de Julio de 1812, en la hacienda de S. Juan de Dios, inmediata a Durango, a la que se les condujo en secreto. El encargado de la ejecucion fue el teniente coronel graduado de caballería D. Pedro María Allande y Saavedra, a quien dió al efecto la órden siguiente el brigadier D. Bernardo Bonavia, intendente y comandante de la provincia.

Pasa el escribano de gobierno a notificar la sentencia a los reos eclesiásticos que se hallan bajo la custodia de V. A las veinticuatro horas la hará V. poner en ejecucion, haciéndolos pasar por las armas por la espalda, sin que les tiren a la cabeza y sin sus vestiduras eclesiásticas ni religiosas, que se les vestirán despues, y los conducirá V. mismo con toda su tropa al santuario de Guadalupe, donde los entregará al cura para que les dé sepultura, avisándome su cumplimiento.

Durango, Julio 15 de 1812.

Esta órden tuvo su puntual cumplimiento, respetándose de tan extraño modo las coronas y vestiduras de los eclesiásticos, y deshaciéndose de sus personas (2).

El otro religioso preso, Fr. Gregorio de la Concepcion, carmelita, tuvo la buena suerte de ser enviado a S. Luis Potosí, por estar complicado en los sucesos de aquella ciudad, y de que hiciese de auditor en su causa D. José María Bocanegra, a quien debió la vida (3).

El comandante general de provincias internas Salcedo, dió a la villa de Monclova el título de ciudad, en premio de la contrarrevolucion que en ella se verificó, y de la parte que sus vecinos tuvieron en la prision de Hidalgo, Allende y demas jefes de la insurreccion.

Elizondo obtuvo el empleo de coronel, y el capitan Colorado, D. Ramon Diaz de Bustamante, el de teniente coronel, que le confirió la regencia de Cádiz.

Así terminó con estas sangrientas ejecuciones, el primer periodo de la revolucion de Nueva-España, y antes de cumplido un año de haber tenido ella principio, habian bajado al sepulcro todos sus primeros promovedores.

Seis meses completos ejercieron el mando Hidalgo y Allende, desde el 16 de Septiembre de 1810 que dieron el grito en Dolores, hasta igual dia de Marzo de 1811 que en el Saltillo nombraron a Rayón para que les sucediese.

En este corto espacio de tiempo se hicieron dueños de las mas ricas y pobladas provincias del Reino: Guanajuato, Valladolid, Zacatecas, S. Luis, Guadalajara, parte de Sonora, y todas las internas de Oriente, hasta los lindes con los Estados-Unidos.

Pasaron bajo sus banderas gran parte del regimiento provincial de infantería de Celaya; los restos del batallón de Guanajuato, soldados ejercitados en el manejo de la artillería; el regimiento de Valladolid y el batallón de Guadalajara; de caballería tuvieron aun mayor fuerza disciplinada, pues siguieron su partido los regimientos de dragones de la Reina, Príncipe, Pázcuaro y Aguascalientes, con todas las tropas de los presidios de las provincias de Nuevo-Santander, Nuevo-León, Coahuila y Texas. Los cuerpos provinciales referidos, que hacen un total de cinco batallones de infantería y dieciseis escuadrones de caballería, componian una fuerza igual a la que formó el ejército del mando de Calleja, si se hubiese conservado unida y arreglada, y la hubiera hecho preponderante la numerosa y excelente artillería tomada en S. Blas.

Los recursos pecuniarios que los jefes de la revolucion tuvieron en sus manos fueron cuantiosísimos; ademas de los caudales de la real hacienda que tomaron, las arcas de las catedrales y juzgados de capellanías de Valladolid y Guadalajara, tenian a la sazon gruesas sumas de que hicieron uso tambien, y se aprovecharon igualmente de los fondos y semillas de los diezmatorios, y de todos los caudales de los europeos que no se destruyeron en el saqueo.

Fueron ciertamente inmensos los medios de que Hidalgo y sus compañeros pudieron disponer para verificar la independencia.

La opinion estaba favorablemente prevenida hacia esta, en la parte sensata de la poblacion, porque era general la persuasion de que España sucumbiria al poder de Napoleón, y el mismo Calleja lo manifestó así al Virrey Venegas, en carta reservada que le escribió de Guadalajara el 29 de Enero de 1811, despues del triunfo de Calderon (4), con motivo de los premios que propuso se diesen al ejército.

Voy a hablar a V. E. le dice, castellanamente, con toda la franqueza de mi carácter. Este vasto Reino pesa demasiado sobre una metrópoli cuya subsistencia vacila; sus naturales y aun los mismos europeos, están convencidos de las ventajas que les resultarian de un gobierno independiente, y si la insurreccion absurda de Hidalgo se hubiera apoyado sobre esta base, me parece, segun observo, que hubiera sufrido muy poca oposicion. Nadie ignora que la falta de numerario la ocasiona la península; que la escasez y alto precio de los efectos, es un resultado preciso de especulaciones mercantiles que pasan por muchas manos, y que los premios y recompensas que tanto se escasean en la colonia, se prodigan en la metrópoli.

Este último punto era materia de grave queja, y uno de los resortes que los independientes movian con mayor fruto, para atraer a su partido al ejército mismo que con ellos combatia. Calleja en otra comunicacion reservada al Virrey, instándole para que se conceda algun premio al ejército de su mando, le dice que era menester por este medio contrastar la idea que procuran inspirarles por todas partes los sediciosos, ya en conversacion y ya en proclamas, de que exponen sus vidas sin utilidad, en beneficio de un gobierno que no les dispensa premio ni ventaja alguna, al paso que serian todas suyas, si se convirtiesen en favor del que procuran establecer (5).

Ni era tampoco muy de temer la resistencia que oponian los europeos. Calleja en la misma correspondencia reservada con el Virrey (6); se queja de que siendo aquella una guerra cuya divisa era el exterminio de los europeos, se hubiesen mantenido estos en inaccion a vista del peligro, huyendo cobardemente en vez de reunirse, tratando solo de sus intereses, manteniéndose pacíficos espectadores de una lucha en que les tocaba la mayor parte, y dejando que los americanos, esta porcion noble y generosa, que con tanta fidelidad ha abrazado la buena causa, tome a su cargo la defensa de sus vidas y propiedades.

Calleja en vista de un egoismo tan perjudicial, que habia llevado las cosas hasta el extremo en que estaban, y que podria conducirlas hasta su última ruina, si no se aplicase el pronto remedio que las circunstancias exigian, propuso al Virrey que se obligase a todos los europeos indistintamente a tomar las armas, hasta la edad de sesenta años, lo que seria al mismo tiempo una garantía de la fidelidad de las mismas tropas americanas.

¿Cómo pues, se preguntará con razon, contando con tantos y tan poderosos medios de accion, con una opinion favorablemente preparada, y con tan débil resistencia de parte del enemigo con que habia de combatir, en vez de obtener un pronto triunfo, Hidalgo, que habia llegado hasta las puertas de la capital, acaba por perder todas las provincias que habia ocupado, tiene que huir hacia un pais xtranjero, y sorprendido en su fuga, muere miserablemente en un patíbúlo con todos sus compañeros?

El sistema atroz, impolítico y absurdo que Hidalgo siguió, satisface completamente a esta pregunta, y la contestacion se funda en los varios e inconexos elementos que, como en su lugar se vió, componen la masa de la poblacion mexicana.

Hidalgo sublevó contra la parte de la raza española nacida en Europa, la parte de esta misma raza nacida en América, especialmente a los numerosos individuos de ella que careciendo de propiedad, industria u otro honesto modo de vivir, pretendian hallarlo en la posesion de los empleos, y llamó en su auxilio a las castas y a los indios, excitando a unos y a otros con el cebo del saqueo de los europeos, y a los últimos en especial con el atractivo de la distribucion de tierras.

No es extraño pues que los prosélitos corriesen a ofrecerse a millares, como Hidalgo dijo en sus declaraciones, por donde quiera que sus comisionados se presentaban, proclamando el saqueo de los españoles, que siendo los comerciantes y parte mas acaudalada del Reino, queria decir el saqueo de casi todas las tiendas y de multitud de casas y de fincas rústicas.

Para Hidalgo este sistema asolador fue no solo un modo fácil de propagar la revolucion, sublevando a las clases proletarias contra las poseedoras, sino un medio de salvacion y seguridad para el mismo y sus compañeros.

Descubierta en Querétaro la conspiracion que tramaban, cuando apénas comenzaba a formarse contando todavia con poquísimos medios de ejecucion, los conspiradores se veian en el riesgo inminente de ser presos y castigados: Somos perdidos, dijo Hidalgo a sus compañeros: aqui no hay mas recurso que ir a coger gachupines; la idea fue adoptada a pesar de la oposicion de Aldama, y en el mismo instante se empezó a ejecutar con los españoles residentes en Dolores.

Esta fue la voz, la divisa de la revolucion, pues el haber agregado a ella la impía invocacion de la Vírgen de Guadalupe; asociacion que cierto escritor encuentra sublime (7) por haber unido en una misma causa un objeto tan venerado del culto de los mexicanos con el que lo era de su odio, excitando a un tiempo las dos pasiones mas capaces de conmover el corazon humano, el fanatismo religioso y la venganza y rivalidades políticas, fue una cosa accidental que para nada habia entrado en el primer designio de la revolucion. Mas si este atractivo del saqueo formaba de pronto partidarios en gran número, hacia tambien enemigos de los que de otra manera hubieran sido amigos, o se hubieran mantenido indiferentes.

Así sucedió que generalizándose el robo a toda clase de propietarios, los europeos, a quienes Calleja acusaba de mantenerse frios espectadores de la lucha y los criollos a cuyas haciendas habia alcanzado ya el pillaje, se vieron en la necesidad de hacer armas para defenderse y unirse al gobierno, aun los que profesaban opiniones independientes, para buscar una proteccion que les era necesaria, y la guerra vino a ser no ya la lucha entre los que querian la independencia y los que la resistian, sino la defensa natural de los que no querian dejarse despojar de sus bienes, contra los que, siguiendo el impulso que Hidalgo habia dado a la revolucion, no tenian mas objeto que robar a todos, en son de proclamar la independencia.

Hidalgo y los que le sucedieron, siguiendo su ejemplo, dice D. Agustin Iturbide, desolaron el pais, destruyeron las fortunas, radicaron el odio entre europeos y americanos, sacrificaron millares de víctimas, obstruyeron las fuentes de las riquezas, desorganizaron el ejército, aniquilaron la industria, hicieron de peor condicion la suerte de los americanos, excitando la vigilancia de los españoles a vista del peligro que les amenazaba, corrompieron las costumbres, y lejos de conseguir la independencia, aumentaron los obstáculos que a ella se oponian. Si tomé las armas en aquella época, no fue para hacer la guerra a los americanos, sino a los que infestaban el pais (8). Y esto mismo fue lo que otros muchos hicieron.

El estímulo ofrecido de la concesion de empleos, fue desde el principio materia de graves abusos.

Habiéndose lanzado en la revolucion todos los que no tenian medios de vivir, con el fin de adquirirlos por los empleos que se les confiriesen, se vieron los jefes de la insurreccion en la necesidad, para complacer a tantos, de nombrar multitud de jefes y oficiales absolutamente inútiles y los mas de ellos incapaces de prestar servicio alguno, de donde procedió que apénas habian corrido seis meses desde el grito del pueblo de Dolores, cuando ya era grandísimo el número de capitanes generales, tenientes generales, mariscales de campo y brigadieres; innumerables los coroneles, y en proporcion todos los subalternos. Todos los jefes principales daban estos empleos, como dijo Hidalgo en sus declaraciones, y cada uno con tal profusion, que hablando de sí mismo (9), con motivo de las personas cuyos servicios ofreció premiar en Sonora, asentó, que no se acordaba quienes fuesen, siendo tantos los títulos que cada dia se despachaban.

A medida de la facilidad que habia para dar, era la exigencia en pedir y el disgusto de no obtener, y a esta causa se atribuye la determinacion de Elizondo para hacer la contrarrevolucion de Monclova y prision de los jefes de la insurreccion, por habérsele rehusado el empleo de teniente general, a que se creia acreedor.

Un ejército en que los jefes se contaban a centenares, no tenia sin embargo nada que mereciese el nombre de soldados; los regimientos de milicias provinciales que se declararon por la revolucion, capaces por sí solos de hacer frente al ejército de Calleja, compuesto de igual clase de tropa y no en mayor número que el que aquellos componian, en vez de mantenerse como un núcleo de ejército, al que se fuesen agregando los cuerpos que de nuevo se formasen, se perdieron y confundieron entre la muchedumbre desordenada, y su armamento, que era tan importante conservar, pues que la falta de fusiles era una de las causas que mas contribuian a la superioridad de los realistas, se extravió o inutilizó, por la desorganizacion en que entraron aquellas tropas.

Es sin embargo de creer, que aun cuando se hubiesen conservado bajo un buen pié, el resultado de las funciones de guerra hubiera sido el mismo, por falta de generales capaces de hacer frente a Calleja, pues por una triste experiencia hemos podido ver en una época mas reciente, que de nada sirve el número de tropas con regular instruccion, lucido aspecto y abundante armamento, artillería y municiones, no teniendo generales y jefes capaces de conducirlas al combate.

Entre los muchos que llevaban estos títulos había varios eclesiásticos y estos clérigos tenientes generales, estos legos mariscales de campo, esta mezcla del solideo y las capillas con los bordados y del incensario con la espada, no servía mas que para poner en ridículo las dos profesiones mezcladas entre sí, contra el índole de la una y de la otra. y hacer mas chocantes y escandalosos los excesos con que se mancharon algunos de estos eclesiásticos mariscales, como los famosos legos juaninos de S. Luis Potosí.

Este mal ejemplo cundió en adelante en uno y otro partido, y en ambos se presentaban multitud de individuos del clero secular y regular, con distintivos y divisas guerreras.

Pero en este género nada influyó tanto en el descrédito de la revolucion, como la pompa regia que desplegó en Guadalajara el cura generalísimo. El tratamiento de alteza serenísima; el hacerse acompañar por los guardias de corps; todo era materia de censura para sus mismos compañeros, quienes en sus tertulias y conversaciones se burlaban de esta vana ostentacion, que contribuia en gran manera a confirmar la idea que Calleja da por segura (10), de que como he dicho en otro lugar, si la victoria hubiera favorecido a Hidalgo en Calderon, México hubiera visto un trono teocrático, y la corona del imperio hubiera venido a asentarse sobre las del sacerdocio.

Los grandes recursos pecuniarios que producian tantos despojos recogidos en las provincias mas ricas del Reino, venian a desaparecer en la confusion y el desórden.

Aunque es cierto, dijo Hidalgo, contestando a la vigésima segunda pregunta de las que en su proceso se le hicieron, que la masa de la insurreccion se ha apoderado y dilapidado muchos caudales de todas clases, no es grande la cantidad que ha entrado en el fondo de ella, pues por lo que toca al declarante, apenas habrá entrado en su poder un millon de pesos.

Esta suma está evidentemente muy disminuida, pues solo las partidas conocidas que Hidalgo percibió en Valladolid y Guadalajara, exceden mucho de aquella cantidad; pero siempre resulta de esta declaracion, que la ruina de todas las poblaciones ocupadas por los insurgentes y la destruccion de tantas fortunas, no tenia mas resultado que satisfacer por un momento la codicia de los generales, de los cuales dice Abasolo, que por no tener sueldo asignado, el que no estafaba o robaba, no podia mantenerse, y contentar el deseo de rapiña que se habia excitado en el pueblo, sin que por esto entrasen en la tesorería caudales correspondientes al daño causado, y miéntras Hidalgo veia, sin poderla él mismo remediar, esta escandalosa dilapidacion y ruina, le prevenia a Hermosillo que no estableciese un correo del Rosario a Guadalajara, cuando mas importante era la frecuente comunicacion entre ambos puntos, si la correspondencia de los particulares no ascendia a una cantidad que cubriese los gastos (11). Economía ridícula en cosas necesarias, cuando habia tanto despilfarro en lo que se debia haber evitado y contenido.

Si pues el desórden y la anarquía habian sido un medio fácil de propagar la revolucion, lisonjeando las mas ruines propensiones de la muchedumbre, este depravado medio era un obstáculo para consolidar y dar una forma regular a lo que se habia hecho.

Se habian puesto en insurreccion a la verdad en brevísimo tiempo, las mas pobladas y florecientes provincias del Reino; a la voz de viva la vírgen de Guadalupe y mueran los gachupines, la multitud habia corrido a echarse sobre los bienes y personas de estos, y sin haber indicado un objeto político, un fin racional para tan gran movimiento, pues no se empezó a hablar de independencia hasta después de ocupada Guadalajara, cuyo resultado solo lo entreveian los mas advertidos, la revolucion parecia consumada, sin saber todavía para que se habia hecho.

Pero en medio de estas rápidas y aparentes ventajas, no se habia formado un ejército; se habia desorganizado sí el que habia, y una muchedumbre de generales, ignorantes, cobardes e ineptos, guiaba una masa informe, sin instruccion, incapaz de todo movimiento estratégico y pronta a huir a los primeros tiros.

Las provincias mas florecientes, no eran otra cosa que ruinas; el comercio, la minería, la industria, todo habia sido destruido. Multitud de familias antes acomodadas y entonces sumergidas en la miseria, lloraban en la orfandad y el abandono la muerte de un padre, de un marido, de un protector. Hoy que esta escena de desolacion está ya léjos de nuestra vista y que quedan pocos de los que la presenciaron, no produce la simple relacion el efecto doloroso que causaba el ver las familias ausentándose de sus hogares, para seguir a los europeos que les pertenecian, a los puntos a donde los conducian presos, o retirándose despues del asesinato de estos a solicitar de la caridad y beneficencia un sustento, que antes les procuraba la actividad y laboriosidad de aquellos; no hallar por todas partes mas que haciendas saqueadas, casas robadas, minas y negociaciones de toda clase paralizadas.

¡No! Si la independencia no podia promoverse por otros medios, nunca hubiera debido intentarse, pues ademas de que por los que se emplearon nunca se habria llegado a efectuar, siendo ella materia de pura conveniencia, no podia esperarse ninguna mejora con respecto al estado de prosperidad en que el pais estaba, comenzando por destruirlo.

Los mismos autores de tanta desolacion, no pudieron ver sin horror la obra de sus manos.

Allende, aunque desde los primeros pasos de la conspiracion en Querétaro, habia designado los bienes de todos los europeos como fondo para la revolucion, y habia comenzado a apoderarse de ellos desde S. Miguel el Grande; que en la intimacion al ayuntamiento de Celaya firmó con Hidalgo la amenaza de dar muerte, si se hacia resistencia, a los españoles que conducia presos; que en la comunicacion dirigida al Virrey desde el Saltillo, con motivo de la amnistía de las cortes, se jacta de que habian perecido muchos de aquellos, y amenaza que perecerian todos los que estaban en su poder, si no se procedia a un avenimiento; en su causa pretendió que desaprobaba la atroz conducta de Hidalgo, el cual no solo los despojaba de sus caudales, sino que los hacia degollar a sangre fria, y por este motivo trataba de deshacerse de tal compañero hasta por medio del veneno.

Todos, en la innoble lucha en que entraron en sus procesos, y en la que estando al borde del sepulcro parecia que no pretendian otra cosa que hacer cada uno bajar a él a su rival antes de descender él mismo, se imputaban unos a otros los excesos que habian sido el fruto de la revolucion, y cuando se les ha declarado beneméritos de la patria, no se ha tenido presente que ellos mismos procuraron eximirse cuanto pudieron, de los hechos por los cuales aquel título se les decretó, cargándolos sobre sus contrarios.

Hidalgo acusó a Allende de haberlo inducido a entrar en la revolucion; D. Juan Aldama se disculpó de haber tomado parte en ella, por miedo que le inspiraron Hidalgo y Allende; este atribuyó todos los males que acontecieron, a Hidalgo porque desde el principio se apoderó de toda la autoridad, e Hidalgo despojado violentamente de ella por Allende, intentó hacer recaer sobre este, por lo ménos lo que sucedió despues de su destitucion, miéntras que contra Hidalgo se presentaron como acusadores su ministro Chico, su propio hermano D. Mariano, y hasta el verdugo que empleaba en sus sangrientas ejecuciones (12).

El congreso, mandando encerrar en un mismo sepulcro, por su decreto del año de 1824, los huesos de unos hombres a quienes dividieron en vida tan arraigados odios, ha cometido un acto de crueldad; si aquellas cenizas pudiesen dar alguna señal de animacion, seria para separarse, como la historia de los tiempos heróicos de la Grecia, refiere que se separaron las llamas de la hoguera en que se pusieron juntos los cuerpos de los dos hermanos Eteocles y Polinice en la guerra de Tebas.

D. Agustin Iturbide, con relacion a los honores que desde que él tenia el mando supremo, se trató de conceder a los promovedores de la revolucion del año de 1810, y que se les decretaron despues de su caida, dice:

El congreso de México trató de erigir estátuas a los jefes de la insurreccion y hacer honores fúnebres a sus cenizas. A estos mismos jefes habia yo perseguido, y volveria a perseguir si retrogradásemos a aquellos tiempos; para que pueda decirse quien tiene razon, si el congreso o yo, es necesario no olvidar, que la voz de insurreccion no significaba independencia, libertad justa, ni era el objeto reclamar los derechos de la nacion, sino exterminar a todo europeo, destruir las posesiones, prostituirse, despreciar las leyes de la guerra, y hasta la de la religion; las partes beligerantes se hicieron la guerra a muerte; el desórden precedia a las operaciones de americanos y europeos; pero es preciso confesar, que los primeros fueron culpables, no solo por los males que causaron, sino porque dieron márgen a los segundos, para que practicaran las mismas atrocidades que veian en sus enemigos. Si tales hombres merecen estátuas, ¿qué se reserva para los que no se separaron de las sendas de la virtud? (13)

Iturbide despues de haber escrito lo que precede, se llenaría de indignacion si viese su nombre mezclado en el salón del congreso entre los de aquellos, que despues de algunos años de vicisitudes y en medio de la calma de la meditacion, todavía decia que habia perseguido y volveria a perseguir, si retrogradásemos a aquellos tiempos.

No fueron solo del momento las consecuencias funestas del atroz sistema de Hidalgo; su trascendencia ha sido larga y no menos perniciosa en lo sucesivo. La destruccion de la parte europea de la casta o clase hispanoamericana, se consumó despues de hecha la independencia por los dos primeros presidentes de la República, que formados en la escuela de la insurreccion, hicieron salir del país a todos los españoles que habian escapado al cuchillo de Hidalgo y sus compañeros, causando, aunque sin derramamiento de sangre, la misma destruccion de familias, la misma ruina de capitales o la emigracion de estos, que fueron perdidos para la nacion. Pero la parte mexicana de esta clase de la poblacion, presumió demasiado de sí misma, cuando creyó que podia impunemente contribuir a la destruccion de la parte europea, y que bastaba a llenar el hueco que los españoles dejaban.

Privada por la falta de estos de la refaccion continua de capitales que ellos creaban y de la renovacion de familias que formaban, la casta hispano-americana camina aceleradamente a una ruina inevitable.

Se arrancó el comercio de las manos de los españoles, pero no fue para ser ejercido en su lugar por manos mexicanas, sino que este y todas las industrias que aquellos practicaban, han pasado a extranjeros de diversas naciones, que sin arraigo ninguno en este suelo, sin considerarlo mas que como un lugar de mansion pasajera, no tratan de otra cosa que de enriquecerse pronto por toda especie de medios, aun los mas destructivos para el pais para volver al suyo.

Los españoles que han quedado, o que han ido de nuevo viniendo, considerados como extranjeros, hacen por lo general lo mismo que estos, careciendo de aquellos lazos de afecto que antes les hacian ver este pais como suyo, y la casta hispano-americana, hundiéndose en la miseria a medida que van acabándose las pocas fortunas que quedan heredadas de sus padres, pues raras son las que de nuevo se han formado, mas bien por la casualidad de las bonanzas de las minas o por negocios con el gobierno qúe por otras artes o industrias, no busca otros medios de subsistencia que los empleos o la abogacía.

Los primeros en consecuencia se han aumentado extraordinariamente en la magistratura, en el ejército, en la administracion; todas las rentas de la nacion no bastan para pagar sueldos de funcionarios, que en lo general sirven muy mal en sus puestos; las gabelas se multiplican para cubrir aquellos, oprimiendo y consumiendo a la clase productiva, bien poco numerosa por otra parte, y como en la época de Hidalgo y repitiendo lo que él hizo, los generales se han contado a centenares, sin que haya quien haga frente al enemigo, con muy pocas y honrosas excepciones.

Las revoluciones han menudeado para ganar en ellas y no en el campo de batalla contra el enemigo extranjero, las bandas y los bordados, y el ejemplo dado en la insurreccion por las tropas de las provincias internas, de hacer traicion al gobierno para pasarse al bando opuesto, y hacer otra traicion al partido que acababan de abrazar para ganar el favor del contrario, ha sido cosa tan usual y frecuente, que ni aun siquiera llama la atencion.

Así se ha realizado por una multitud de revoluciones continuas y sucesivas, la terrible prediccion de Hidalgo, cuando por los desórdenes que habia visto, dijo en su proceso que la experiencia le hacia palpar, que su proyectada independencia, acabaria, lo mismo que habia empezado, por una absoluta anarquía, o por un igual despotismo.

Esta horrenda revolucion es sin embargo, la que se ha querido hacer que la República mexicana reconozca por su cuna.

Los individuos que la promovieron no solo no hicieron la independencia, sino que la retardaron e impidieron, y con los principios que propagaron, fueron causa de que cuando llegó a verificarse, no ha producido ninguno de los frutos que debia, y no ha sido para la nacion mexicana más que una fuente continua de desgracias.

A ellos no obstante se les ha querido atribuir la gloria, si no de haberla hecho, a lo ménos de haberla intentado y llevado tan adelante que la posterior ejecucion de la empresa, se ha presentado como una consecuencia de lo que ellos habian adelantado, privando a Iturbide de la que justamente le corresponde.

Por esto se ha decretado la funcion que recuerda el principio de la nacionalidad mexicana en el dia 16 de Septiembre, en que el cura Hidalgo levantó el grito en Dolores, y abusando de la credulidad del pueblo que ignora todos los sucesos de aquella época, y del silencio que guardan los que los vieron y supieron, los oradores encargados de hacer discursos a los concurrentes a aquella solemnidad, han alterado de tal manera los hechos, que hoy se presentan y creen enteramente contrarios a los que fueron.

Los jefes militares que con mas ardor combatieron la revolucion, concurren a autorizar con su presencia las mentirosas alabanzas que se le prodigan, y no atreviéndose a sostener con firmeza como Iturbide sus principios, reconocen con este hecho que fueron imbéciles o traidores, no habiendo sido ni lo uno ni lo otro, miéntras que algunos hijos de españoles muertos en aquellas sangrientas matanzas, van a solemnizar el asesinato de sus padres y allegados.

Función por sí sola capaz de destruir toda idea de moral y de decoro en una nacion.

La Providencia Divina parece ha querido hacer recaer un castigo ejemplar por esta solemnidad, cuando ha permitido que en el año de 1847 en los dias en que escribo estos renglones, el ejército de los Estados-Unidos, de aquella nacion que los mexicanos veían al principio de su emancipacion como su amiga y aliada natural, y de la que quisieron copiar sus instituciones políticas, ocupase la capital el 14 de Septiembre, e hiciese él mismo y permitiese hacer a la plebe el 15 Y 16 un terrible saqueo, como por recuerdo e imitacion del que Hidalgo hizo ejecutar en Dolores y S. Miguel en aquella misma fecha.

El partido realista que combatió contra los insurgentes y que fue el que mas adelante hizo la independencia, ha querido reivindicar sus derechos a esta; pero habiéndolo hecho de una manera tímida y disimulada, ha resultado para ella un doble origen y una doble festividad, tomando cada uno segun el bando a que perteneció, su parte en la funcion que le corresponde y execrando la del bando contrario; con lo que en esta nacion, a la que se ha hecho dudar de su origen, de los elementos que la componen, y de los derechos que estos representan, es tambien materia de cuestion, que cada año se debate de nuevo, quien es a quien debe su independencia y desde qué época debe contarse esta; mas no puede dudarse que llegará el tiempo en que prevaleciendo el buen sentido sobre las preocupaciones e intereses del momento, se juzgarán los hechos con imparcialidad, y se acabará por reconocer y confesar, que Hidalgo, Allende y sus compañeros, se lanzaron indiscretamente en una revolución que eran enteramente incapaces de dirigir; que no hicieron otra cosa que llenar de males y desventuras incalculables a su patria, y que habiendo sido desgraciado el resultado de su empresa, no pudieron cubrirlos y hacerlos olvidar con el triunfo, que muchas veces hace perder de vista los medios inicuos que han servido para obtenerlo.

Veremos en el libro siguiente (14) otros hombres, con otra capacidad, y mayor valor y fortuna, seguir en la carrera que Hidalgo abrió con tan infeliz éxito.


Notas

(1) Véase en el apéndice este documento, lleno de resignacion y humildad. Se insertó en la Gaceta de 20 de Agosto, núm. 99, fol. 741.

(2) Toda esta relacion la he tomado de Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 277; este autor dice que estos eclesiásticos eran unos pobres hombres, animados de celo patrio y religioso, que procuraron ejercer su ministerio en el ejército. Sin pretender en manera alguna disculpar el rigor con que fueron tratados, es menester decir, que lo que Bustamante cuenta en cuanto a algunos de ellos es falso. Balleza tomó parte en la revolucion desde el mismo dia que empezó en Dolores, de donde era vicario y habia llegado al grado de teniente general. El P. Conde, se vé por las declaraciones del mismo Hidalgo, que fue uno de los predicadores en favor de la revolucion. Todo esto lo sabia aquel autor, pero no pierde nunca la costumbre de alterar la verdad, aun cuando le constaba lo contrario de lo que dice.

(3) Esta causa se halla en el archivo general.

(4) Esta carta se halla en el expediente de las Campañas de Calleja y la ha publicado Bustamante. Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 162.

(5) Carta reservada al Virrey, Campañas de Calleja, fol. 82.

(6) Idem, fol. 93.

(7) Zavala.

(8) Manifiesto de Iturbide, México, 1827.

(9) Declaraciones de Hidalgo relativas a la correspondencia que siguió con Hennosillo en Sonora, y que remitió García Conde a Chihuahua.

(10) Parte detallado de la batalla del puente de Calderon, hacia el fin. Se imprimió separadamente y no en la Gaceta.

(11) Carta de Hidalgo a Hermosillo, de Guadalajara; Enero 10 de 1811, unida a la causa de Hidalgo.

(12) Véanse en comprobacion de todo esto sus declaraciones, unidas a la causa de Hidalgo.

(13) Manifiesto de Iturbide escrito en Italia e impreso en México en 1827.

(14) Se refiere al Libro Tercero de su Historia de México, que en el momento en que terminamos la elaboración de la presente edición cibernética (julio del 2009), aún no capturamos ni diseñamos para colocarla en los estantes de nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, lo que no significa que no lo hagamos más adelante. Aclaración de Chantal López y Omar Cortés.

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