Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo VII - Primera parteCapítulo VIII - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO VII

Segunda parte

Contrarevolucion en este puerto.- Muerte del cura Mercado.- Entra Cruz en Tepic y en S. Blas.- Regresa a Guadalajara y queda con el mando de la provincia.- Operaciones en Sonora.- Despoja Allende a Hidalgo del empleo de Generalísimo.- Llegada de ambos a Zacatecas.- Salen Allende e Hidalgo para el Saltillo.- Entra Ochoa en Zacatecas.- Marcha Calleja a S. Luis.- Excesos de Herrera.- Sale para Rioverde.- Derrótalo García Conde en el Valle del maiz.- Retírase Herrera al Nuevo Santander.- Es cogido y fusilado.- Resuelve Allende pasar a los Estados-Unidos.- Objeto de este viaje- Disposiciones del Virrey y de Calleja para impedirlo.


Habiendo empleado tres dias en tomar estas medidas, pasó Cruz a S. Blas el 12 y fue recibido con los mismos aplausos que en Tepic, y como allá, dirigió una proclama a los habitantes (1); pero como algunos de estos en la noche de la revolucion, dirigidos por motivos ménos nobles, se hubiesen apoderado entre lo cogido a los insurgentes, de varios efectos y alhajas pertenecientes al Rey y a las viudas e hijos de los europeos que habian sido degollados, los exhortó a devolverlos, y para no afrentar a nadie, previno lo hiciesen secretamente al cura, para evitar los procedimientos judiciales a que no haciéndolo darian lugar, por las noticias que ya se tenian sobre lo ocurrido en aquella noche

En S. Blas se ocupó Cruz con igual actividad que en Tepic y con singular acierto, en organizar aquel apostadero de marina, y la administracion civil y la de rentas; dejó la artillería suficiente para la defensa, haciendo embarcar la restante en la fragata Princesa, y mandó hacer inventarios de todo lo que habia antes de la revolucion, de lo que se llevaron los insurgentes y de lo que quedó existente, siendo todas estas medidas el anuncio de su gran capacidad administrativa, de que dió despues tantas y tan señaladas pruebas. Formó en S. Blas el consejo de guerra, por el que fue condenado a la pena de horca el padre del cura Mercado, que fue ejecutado el 14 de Febrero, y señaló premios y pensiones a las viudas de los que murieron en el ataque de la casa de Romero.

Todos los demas curas, frailes y otros cabecillas, dice en su parte al Virrey, no pudieron ser sentenciados y vienen marchando hacia Guadalajara para ser allí juzgados.

Lenguaje que con respecto a los eclesiásticos, hace ver la escuela que los franceses habian formado en España, y que en este pais se oia entónces con escándalo, por lo mucho que aquellos eran respetados.

Concluidas todas estas disposiciones, regresó Cruz a Tepic el 14 y emprendió el 17 su marcha para Guadalajara, arreglando el itinerario de sus tropas de modo que llegasen a aquella ciudad todas las divisiones en los dias 27 y 28, proponiéndose mandar antes un buen cuerpo a Sayula, Zapotlan, Zacoalco y la Barca, en cuyos puntos llamaban su atencion los movimientos de los insurgentes, para escarmentarlos, dice, para siempre y castigar a esta indigna chusma, que no merece perdon ya, aunque lo pida (2).

El plan de campaña combinado por Calleja, iba teniendo entre tanto su completa ejecucion: las tropas de la comandancia general de provincias internas avanzaban en todas direcciones hacia las provincias de Guadalajara o Nueva Galicia y la de Zacatecas. Segun anteriormente hemos visto (3), Hermosillo se habia apoderado de varios puntos importantes de Sinaloa, y con el objeto de hacerse dueño del resto de la provincia y desbaratar las fuerzas que en S. Ignacio habia reunido el coronel Villaescusa, se puso en marcha saliendo del Rosario el 25 de Diciembre; pasada revista a su tropa en el pueblo de Cacolotan, halló tener 4125 infantes, 476 caballos, 900 fusiles, algunas escopetas, 200 pares de pistolas, muchas lanzas y 6 cañones, y con estas fuerzas avanzó a S. Ignacio. El 7 de Febrero estaba a la vista del pueblo, del cual solo lo separaba el rio de Piaxtla y dispuso dar el ataque el dia siguiente, persuadido que estaba Villaescusa solo con cuatrocientos hombres; pero el brigadier D. Alejo García Conde, que como tambien se dijo, se habia puesto en movimiento con las tropas de Sonora para auxiliar a Villaescusa, hallándose el mismo dia en el pueblo de Elota, distante diez leguas de S. Ignacio, hizo una marcha forzada con doscientos hombres, entre ellos las compañías de indios ópatas que tan fieles fueron al gobierno español, y entró en S. Ignacio en la madrugada del dia 8 sin que lo percibiese Hermosillo. El P. Parra que acompañaba a este, habia encontrado en los dias anteriores un vado en el rio, pero haciendo por él un reconocimiento con un soldado práctico del pais llamado Diego Somalia, fueron ambos sorprendidos por una avanzada de Villaescusa; Somalia quedó muerto, y el P. Parra fue llevado prisionero a S. Ignacio y mas tarde conducido a Durango, de donde al fin pudo fugarse (4).

Aunque las fuerzas de García Conde no excedian de seiscientos hombres con cinco cañones de a 4, habia dispuesto salir el 8 a atacar a Hermosillo, pero este le previno presentándose en tres columnas por la derecha, izquierda y frente del pueblo, con ánimo de envolver a este por todas partes; contenidas las de la derecha y frente por el fuego de la artillería colocada sobre una eminencia a espaldas de la poblacion, solo pudo avanzar la de la izquierda, la que penetró hasta las primeras casas de esta llevando dos cañones a su cabeza (5); pero atacada vigorosamente por el frente y los costados por las tropas de García Conde, ocultas en los zarzales a los lados del camino, fue completamente desbaratada, y habiendo dispuesto García Conde que los capitanes Urrea, Loredo y Arvisu, atacasen el campo enemigo, lo encontraron enteramente abandonado y tomaron en él los pertrechos, municiones y bagajes de los independientes, que no libertaron ni aun la ropa y camas de los jefes.

Entonces fue cuando entre los papeles de Hermosillo, se hallaron las cartas del cura Hidalgo a este, de que se ha hecho mencion en otro lugar (6).

La pérdida de los insurgentes fue considerable; García Conde la calcula en quinientos muertos y mayor número de heridos; la de los realistas se redujo a tres muertos y diez heridos levemente.

El resultado de esta accion fue tan completo, que con ella quedaron libres de insurgentes los partidos de S. Ignacio Piaxtla, Copala, Maloya, Mazatlan y el Rosario, habiendo recobrado García Conde toda la Sinaloa que estaba entónces unida a Sonora, haciendo ambas una sola provincia, y se proponia llegar hasta el pueblo de Acáponeta, frontera de la Nueva Galicia, pero los acontecimientos de Tepic y S. Blas lo hicieron innecesario.

Los insurgentes dispersos se presentaron en gran número a obtener el indulto; algunos lo hicieron al general Cruz que estaba en Tepic, y entre ellos D. José Antonio Lopez, alférez de la compañía de caballería de la primera division del Sur, a quien Hidalgo dió el grado de coronel, y que hacia de segundo de Hermosillo en la expedicion de Sonora (7).

Entre tanto que por la accion de S. Ignacio habia recobrado García Conde toda la provincia de su mando, el teniente coronel D. José Manuel de Ocho marchaba sobre Zacatecas, con otra parte de las tropas de provincias internas, miéntras que otra seccion de las mismas, a las órdenes de D. Facundo Melgares, se dirigia a Parras y al Saltillo.

Calleja, persuadido de la necesidad de aprovechar los momentos y sacar del triunfo que habia conseguido todas las ventajas posibles, no dando a los insurgentes tiempo para volver a reunir fuerzas en Zacatecas, en donde tenian treinta y dos cañones y podian sacar muchos recursos de aquel rico mineral, apresuraba sus disposiciones para marchar a aquella ciudad sin tardanza.

Habian llegado a ella Hidalgo y Allende; el primero de estos, en su fuga del puente de Calderon, se unió en Aguascalientes con lriarte, que estaba allí con mil quinientos hombres y los caudales que habia recogido en S. Luis, que ascendian segun se dice, a medio millon de pesos. Siguieron juntos hacia Zacatecas, pero en la hacienda del Pabellón lo alcanzó Allende, quien con Arias y otros jefes le amenazó que le quitaria la vida, si no renunciaba el mando en el mismo Allende, lo que hubo de hacer verbalmente y sin ninguna otra formalidad, y desde entónces siguió incorporado al ejército, sin ningun carácter, intervencion ni manejo, observado siempre por la faccion contraria, y aun llegó a entender que se tenia dada la órden de que se le matase, si se separaba del ejército, y lo mismo a Abasolo e Iriarte, pero este despojo no se hizo público y andaba solo en susurro entre la gente, porque la faccion contraria a Hidalgo lo hacia parecer siempre como principal cabeza y lo tenia por parapeto hasta la ocasion (8).

Allende, en quien habia recaido el mando en consecuencia de este suceso, conociendo que no podía sostenerse en Zacatecas, resolvió retirarse con las fuerzas que tenia al Saltillo, único punto de seguridad que por entónces le quedaba, debido a haberse desconcertado por aquel rumbo la combinacion de Calleja, por la defeccion de las tropas de Cordero en Aguanueva.

Dispúsose la marcha por divisiones, dirigiéndose por las Salinas, el Venado, Charcas y Matehuala. En este último lugar se quedó Hidalgo, miéntras que Allende pasó al Saltillo, amenazado por Melgares, que se había posesionado de las haciendas de S. Lorenzo y Parras (9); asegurada aquella villa con las fuerzas que Allende condujo, siguió Hidalgo a reunirse con él.

Esta marcha fue sangrienta. Aunque a Hidalgo no le quedase mas que la apariencia del poder, hacia uso de ella para la destruccion de los desgraciados españoles que habian quedado en los pueblos de su tránsito.

Anticipaba las órdenes para que se recogiesen todos, tuviesen o no indulto, y a su llegada eran degollados (10).

El intendente de S. Luis, Flores, trató de recogerlos y llevarlos a S. Luis, a pretexto de asegurarlos, pero en realidad para preservarlos así de la muerte cierta de que estaban amenazados, y como hemos visto en otra parte (11), comisionó a un coronel que fuese a conducirlos, a lo que debieron por entonces su vida los vecinos de Catorce que acompañaban a Villarguide (12), pero no todos tuvieron igual fortuna.

Habiendo salido (Hidalgo) de Matehuala para el Saltillo, dice en sus declaraciones su hermano D. Mariano (13), y parado una noche en un ranchito nombrado el Prado, antes de llegar al Saltillo, noticioso dicho su hermano (el cura) de que allí cerca habian parado dos europeos que iban en un carro con sus familias, mandó a Agustin Marroquin y a otros a que los reconociesen, pero al dia siguiente supo que los habian degollado, dejando allí a sus pobres familias, cuyo hecho no podia afirmar si lo dispuso su hermano o si ellos (los verdugos) lo ejecutaron de su voluntad.

Agustin Marroquin explica mas este horrendo suceso y aclara la duda que indica D. Mariano Hidalgo.

Habiendo salido el cura Hidalgo de Matehuala, dice, en compañía de sus mozos, del mismo Marroquin y de los que traia en su compañía, tomando el camino del tanque de las Vacas al rancho de Huachichil para el Saltillo, y encontrando en un carro dos europeos con sus familias que traian a su lado, los mandó degollar, cuya operacion ejecutó uno de sus mozos (14).

Hidalgo no pudiendo negar tales hechos, trató de hacer recaer la odiosidad de estos frios asesinatos sobre Allende, diciendo que desde que este le quitó el mando, todo se hacia por sus disposiciones, y que el ejecutor de estas matanzas habia sido un tal Loya, criado del mismo Allende; pero las declaraciones de su propio hermano y de Marroquin, no dejan lugar a esta evasiva, sin que por esto pueda disculparse a Allende, no obstante que este pretendió hacer cargar la infamia de estos hechos sobre Hidalgo, pues ademas de que en su mano estaba el impedirlos, teniendo entonces todo el poder de que antes decia carecer, hemos visto que en Guanajuato, en donde no estaba Hidalgo sino el mismo Allende, se cometieron estos crímenes sobre personas que, como los vecinos de S. Miguel el Grande, se habian entregado bajo el seguro de la palabra de honor que les dió, de que sus vidas serian respetadas, sin que hubiese tomado ninguna medida para evitarlos, y antes bien mandándolos cometer él mismo o alguno de su comitiva.

Debe agregarse tambien que Abasolo en su causa acusa a Allende de haber hecho quitar la vida por mano de su criado Loya a dos europeos a la salida del Cedral, y a otros muchos en el viaje al Saltillo.

Alejados de Zacatecas Allende y los demas jefes principales de la revolucion, a los que se habia unido como director de ingenieros D. Vicente Valencia, uno de los mas distinguidos alumnos del colegio de minería que se hallaba en aquel mineral, atacó Ochoa la ciudad el 17 de Febrero con seiscientos caballos y trescientos indios flecheros, y en seis horas de accion se hizo dueño de ella, tomando dos baterías la una de tres, y la otra de cinco cañones, muchos frascos de azogue, dispuestos para servir de granadas y porcion de armas y municiones.

Salvó a siete europeos que estaban escondidos, y aprehendió a varios jefes de los insurgentes. Su pérdida se redujo a dos heridos. Al dar aviso a Calleja, le pide mande tropas para guarnecer aquel punto y nombre intendente, teniendo él que retirarse con las fuerzas de su mando, en cumplimiento de las órdenes de sus inmediatos jefes (15).

El motivo de estas órdenes era, el atender a resguardar las provincias dependientes de la comandancia general, que por el lado del Oriente quedaban expuestas a las incursiones de los insurgentes, despues del desastre de Cordero.

Estas tropas de las provincias internas estaban armadas y organizadas de una manera diversa de las del virreinato de Nueva-España, muy adecuada para la guerra de los indios bárbaros, cuyas incursiones estaban destinadas a contener, los que en aquel tiempo no tenian mas armas que flechas.

Formábanlas compañías aisladas, todas de caballería, con mayor dotacion de oficiales para poder operar en pequeños destacamentos, y con mucho número de caballos y una mula cada soldado, con el fin de perseguir con rapidez a los salvajes.

Su uniforme y arreos militares eran tambien diferentes; usaban los oficiales y soldados una cuera guarnecida de algodon, a la manera de los escaupiles del tiempo de la conquista, suficiente para resistir el golpe de una flecha; las piernas estaban cubiertas con una especie de botas fuertes que llamaban baquerillos, para resguardarse de los espinos y zarzales entre los cuales tenian frecuentemente que entrar, y las escopetas las llevaban en el arzon de la silla, en una funda o bolsa de cuero, cuyos bordados y adornos eran una parte muy esencial de su lujo militar.

No estando acostumbradas a hacer la guerra a pié, traian para este fin indios de las tribus mas domesticadas, o que a la sazon estaban de paz.

Dependiendo del comandante general de aquellas provincias, no pasaron de las fronteras del virreinato, volviendo a sus peculiares atenciones, luego que en estas fueron ménos necesarias.

La salida de Allende de Zacatecas y la ocupacion de aquella ciudad por Ochoa, dejó sin objeto la marcha que Calleja intentaba hacer a ella, pero su presencia en S. Luis vino a ser indispensable, para observar de mas cerca lo que los jefes de la insurreccion intentasen en el Saltillo, y poder prevenirlo con oportunidad.

Sin esperar pues el regreso de Cruz, que habia sido nombrado por el Virrey presidente de Guadalajara, uniendo a la comandancia militar de la Nueva-Galicia la de la provincia de Zacatecas, dispuso su marcha luego que hubo acabado de reparar las cureñas de su artillería, la que aumentó con cuatro cañones y dos culebrinas, y que su caballería, cuyos caballos se hallaban maltratados por tan continuas y largas marchas, se repuso algun tanto.

Antes de su salida hizo fusilar por la espalda, como traidores, el 11 de Febrero, a diez de los prisioneros hechos en el puente de Calderon y a un norte-americano, llamado Simon Fletcher, director de la maestranza de Hidalgo, capitan de artillería y comandante de una batería en la batalla de Calderon, y aunque este se hallaba gravemente herido, era tal el deseo de Calleja de fusilar a alguno de los de aquella nacion que andaban fomentando la revolucion, que para ejecutarlo se le sacó del hospital en donde estaba.

Dejó encargado de la plaza al coronel D. Manuel Pastor (e), y separó del mando del regimiento de dragones de S. Carlos al coronel D. Ramon Cevallos (e), a pretexto de quedar con el cuidado de los enfermos que dejaba en el hospital, y otras comisiones, pero en realidad por la poca opinion que obligó a formar de su espíritu, la conducta que observó al frente del enemigo en la accion de Calderon, siendo causa de que su regimiento retrocediese por dos veces y empezase a huir, siguiendo el ejemplo de su coronel y poniendo en desórden a los demas; habiéndole tratado sin duda con tanta indulgencia, por las antiguas relaciones de amistad que con él tenia, dando así un ejemplo de impunidad por tal acto de cobardía, que debia ser muy funesto para en adelante (16).

El ejército habia sufrido grandes bajas habiendo muchos enfermos en los hospitales, pues como el mismo Calleja decía a Cruz en carta particular, las mujeres (17) y el calor le acababan la tropa; de la Columna de granaderos faltaban trescientas plazas, y en proporcion de los demas cuerpos.

Al avisar su salida decia Calleja al Virrey:

No puedo ménos de decir a V. E., para que le sirva de gobierno, que no advierto en mis tropas aquel aliento que da la victoria, y que ya sea por el cansancio de tan continuadas marchas, o porque han empezado a experimentar alguna pérdida de gente que no se prometian, las veo poco inclinadas a emprender nuevos ataques que puedan serles mas costosos; a que se agrega el justo recelo de la desercion, luego que se acerquen a los parajes donde la mayor parte de este ejército tiene su domicilio, como ya se verificó en las inmediaciones de Aguascalientes (18).

Calleja en esta marcha se dió todo el aire de un sultan, al frente de un ejército asiático; la música de los regimientos alegraba su mesa, en la que recibia diariamente a los jefes de los cuerpos que formaban una especie de corte. El viaje se hizo con lentitud y dificultad por la escasez de víveres y pasturas, que se hacia mas notable porque desde entónces se empezó a consentir el abuso que despues ha ido tan adelante, de permitir que acompañen a las tropas multitud de personas o de las familias de los oficiales y soldados o del todo extrañas, lo que hace que el nÚmero de mujeres sea igual al de los soldados, cosa embarazosa en las marchas y en los movimientos militares, y que hace mas funestos los efectos de una retirada o dispersion.

Detenido por todas estas causas, tardó el ejército veinticuatro dias en llegar a S. Luis, en donde entró el 5 de Marzo.

Veamos ahora los sucesos ocurridos en esta ciudad, desde que quedó dueño de ella el lego Fr. Luis Herrera (19); hasta la llegada de Calleja y su ejército.

Herrera y un tal Blancas, hombre de horrible figura (20) y atroces hechos que tenia el grado de brigadier, tuvieron noticia de que el 11 de Febrero habian llegado a Santa María del Rio el Lic. D. Juan Antonio de los Reyes y D. Ignacio Iragorri (e), con ciento cincuenta infantes y treinta caballos que habian reunido, entre ellos tres europeos, ocho piezas de artillería, algun parque, y setenta mil pesos en reales, y que iban a reunirse a Calleja en Guadalajara.

Herrera y mancas se dirigieron con alguna tropa y siete cañones a la villa de S. Francisco con el objeto de atacarlos en la madrugada del 12, como lo verificaron, y aunque por algun tiempo estuvo indecisa la victoria, habiéndose unido a Berrera los indios del pueblo, la obtuvo este completa, quedando muertos Reyes, Iragorri y cosa de ochenta hombres de los suyos. En el dia siguiente Blancas hizo azotar en la plaza a los prisioneros, poniendo en la cárcel a varios vecinos del lugar para tomarles declaracion, y en la tarde del mismo dia fueron fusilados tres europeos, uno de ellos de los que acompañaban a Reyes, y los otros dos que habia traido consigo Herrera, el cual regresó a S. Luis llevando presos al cura y a uno de sus vicarios (21).

Entre tanto habia entrado en aquella capital con bastante gente un norte-americano, que se hizo entónces de funesta nombradía por su crueldad y atrocidades.

Hízose un nuevo saqueo, en el que fue robada la casa del intendente Flores, que se habia hecho sospechoso por su humanidad para con los españoles, pudiendo con grave riesgo ocultarse y salvar su persona, y faltó poco para que los indios enfurecidos arrasasen algunos lugares como Tierra Blanca y las rancherías inmediatas a S. Luis.

En esta ciudad permanecian en la cárcel los españoles vecinos de Catorce, que como hemos visto, habian sido conducidos hasta aquel punto despues de una penosa y cruel peregrinacion, en la que quedaron reducidos al número de once.

Un hombre piadoso que cuidaba y auxiliaba a todos los condenados a suplicio, los mantenia con los socorros que le ministraba otro español preso en el hospital, porque Herrera, habiéndole pedido el carcelero lo necesario para su sustento, habia contestado desapiadadamente: que el que tuviera comiese y el que no que rabiase.

Aproximándose Calleja a la ciudad, dispuso Herrera el 19 de Febrero por una órden por escrito, como miembro de la nacion americana, que fuesen decapitados, mandando al cura que les diese confesores (22).

Ocurrieron a Herrera todos los eclesiásticos de S. Luis, implorando su piedad en favor de aquellos desgraciados, pero fueron rechazados con desprecio; volvieron entónces a presentarse, llevando el Santísimo Sacramento que sacaron de la iglesia, y Herrera sin moverse por esta religiosa accion, dijo arrojando léjos de sí su pañuelo: el mismo caso hago yo del Sacramento que de este pañuelo. Sin embargo, por no irritar al pueblo con un hecho tan escandaloso, mandó suspender la ejecucion; el norte-americano entró al calabozo en que estaban los presos y se lo hizo saber, agregando que esto era debido a la interposicion de los eclesiásticos, pues en la junta tenida en aquella mañana, se habia resuelto darles muerte en la tarde y se habia librado órden al cura para que les diese confesores, porque ellos en todo se portaban como verdaderos cristianos, y se jactó de que aquellos eran los primeros españoles que escapaban de su espada, con la que habia muerto a muchos en Guanajuato y Guadalajara (23).

Salió Herrera de S. Luis el 25 de Febrero, llevando consigo a los españoles presos, montados en borricos y haciéndoles sufrir toda especie de malos tratamientos; acompañábanle unos dos mil quinientos hombres a caballo y quinientos a pié con quince cañones, con cuyas fuerzas se retiró a Rio-verde.

Calleja entró sin resistencia ocho dias despues y fue recibido como un ángel libertador, en una ciudad que tanto habia padecido, que por cuatro meses habia estado sometida al indigno dominio de unos hombres entregados a toda clase de crímenes, y cuando una gran parte de los oficiales del ejército que le seguia eran los padres, hermanos o parientes de todas aquellas afligidas familias, cuyas casas habian sido robadas en tres sucesivos saqueos, como lo habia sido la del mismo Calleja.

Este se ocupó, como en todas partes lo hacia, en arreglar el gobierno; hizo fusilar a un Lic. Trelles y a otros cuatro individuos, y trabajó con empeño en reparar la diminucion que habian tenido sus tropas y en proveerse de víveres y forrajes (24).

Destacó desde allí dos divisiones de su ejército, la una a las órdenes del teniente coronel D. Miguel del Campo (e), para contener los progresos de las partidas de insurgentes que de nuevo se habian levantado en el bajío de Guanajuato, y la otra compuesta de un batallón del regimiento de infantería de la Corona, el regimiento de dragones de Puebla, dos escuadrones del de S. Luis y cuatro cañones, bajo el mando del coronel D. Diego García Conde, destinada a perseguir al lego Herrera.

Púsose en marcha García Conde el 14 de Marzo con direccion a Rioverde, pero instruido Herrera de su movimiento, se retiró precipitadamente al Valle del Maiz a donde llegó el dia 20.

Juzgábase tan seguro en aquel punto, por la distancia que mediaba entre él y García Conde, que estaba disponiendo un baile para la noche del 21.

Los informes que de esto recibió García Conde le hicieron apresurar sus marchas, y aunque por el mal camino y obscuridad de la noche, no consiguió llegar a tiempo de sorprender a Herrera como se proponia, en medio de su diversion, no obstante haber andado en un solo dia desde la hacienda de la Angostura hasta las inmediaciones del Valle del Maiz, acampó a tres leguas del lugar para atacar el 22 en la madrugada.

Súpolo Herrera por una de sus avanzadas y se preparó para el combate, colocando su gente y artillería sobre una loma corrida distante cosa de una legua del pueblo, apoyando sus costados en los dos cerros de la Cruz y del Flechero, apartados media legua el uno del otro.

García Conde avanzó sobre los insurgentes, llevando su artillería en el centro sostenida por la infantería de la Corona, con dos escuadrones de Puebla en cada flanco, dejando una reserva de los dos escuadrones de S. Luis a la retaguardia.

La accion no duró mas que el tiempo que los realistas tardaron en disparar unos cuantos cañonazos; los insurgentes huyeron abandonando su artillería, pertrechos y bagajes, entre los cuales fueron cogidos los hábitos y uniformes del lego mariscal, y la ropa de una manceba que llevaba consigo (25).

Al momento de huir dió órden Herrera de que fuesen degollados los once españoles que conducia presos, que habia dejado en la cárcel situada a la entrada del pueblo (26); entró en ella el capitan de la guardia que los custodiaba, hízolos desnudar casi del todo y atar fuertemente con los brazos atras, y entonces los lanceros que le acompañaban, empezaron a descargar sobre ellos mil golpes con los cuchillos y las lanzas; imploraban aquellos desgraciados piedad, y sus verdugos les contestaban que no la habia; pedian un sacerdote, y la respuesta era que en el infierno encontrarían bastantes; uno de ellos, el infeliz Verdeja, recomendaba en su agonía a la Vírgen Santísima, a su triste esposa y cinco inocentes hijos que dejaba en la orfandad y en la miseria, y para hacer cesar sus plegarias, uno de los verdugos con tres machetazos le hendió la cabeza hasta los dientes.

La pluma se resiste a referir con tanta repeticion estas escenas de horror, en que abundan los documentos de aquel tiempo.

D. Juan Villarguide, autor de la relacion de que he sacado estos hechos, fue el único de sus compañeros que quedó vivo, habiéndole dejado los asesinos por muerto, entre los cadáveres de los otros que mutilaron de una manera obscena y horrible; un religioso franciscano que acompañaba a la división de García Conde, entró en el calabozo, reconoció que aun respiraba, le hizo sacar de aquel lugar y aunque con veintidos heridas, de las cuales tres eran graves, la buena y caritativa asistencia del cirujano de la division D. Mariano Güemez, hizo que en breve se restableciese, habiendo colectado los oficiales una suscripcion de cien pesos para su socorro y que se pudiese trasladar a S. Luis (27).

García Conde indignado por tan horrenda matanza, hizo pasar inmediatamente por las armas, sin darle mas tiempo que para disponerse cristianamente, al subdelegado del pueblo nombrado por los insurgentes, D. Mariano Calderon, teniendo seguras pruebas, segun dice en su parte al Virrey, de que habia prestado su consentimiento y auxilios para tan atroz hecho (28).

Herrera, Blancas, y los demas que pudieron reunirse, se retiraron a la villa de Aguayo (ahora ciudad Victoria) en la provincia de Nuevo Santander, en donde se hallaban las tropas que habiendo abandonado al gobernador Iturbe, se habian declarado por la insurreccion que ascendian a ochocientos hombres bien armados, con algunos cañones.

Marchaba sobre ellas el coronel Arredondo, con la division que sacó de Veracruz y desembarcó en Tampico (29), y tanto por el terror que su llegada habia causado, como por el indulto y proclama que este jefe hizo publicar, y por influjo tambien del cura de aquel lugar, estas tropas se declararon de nuevo por el gobierno, y para hacerse un mérito para con él, atacaron por la noche el cuartel en que estaba Herrera con los suyos, los hicieron a todos prisioneros y entregaron a Arredondo, a Herrera, Blancas y a otros jefes y oficiales hasta el número de cincuenta, de los cuales fueron fusilados los dos primeros y algunos jefes; los soldados se mandaron a Veracruz a trabajar en el castillo (30).

Tal fue la efímera carrera revolucionaria de este famoso lego; audaz y emprendedor para ejecutar la revolucion, dió con ella rienda suelta a todos sus vicios, y se mostró impúdico, cruel y sanguinario, siendo su conducta una de las mas feas manchas de la insurreccion y tanto, que el congreso de Tamaulipas (31) que en 1824 cambió los nombres de casi todas las antiguas poblaciones del Nuevo Santander, proscribiendo los de los Virreyes en cuyo tiempo se fundaron, aun los del respetable conde de Revilla Gigedo, para substituir en su lugar los de los insurgentes mas insignificantes, habiendo dado el del otro lego Villerías a la viila Altamira, no se atrevió por respeto a la decencia pública, a poner el de Herrera a ninguno de aquellos pueblos (32).

Tan grandes e importantes habian sido para la causa realista las consecuencias de la victoria del puente de Calderon; Tepic y S. Blas, Sonora, Zacatecas y S. Luis habian sido recobrados; en las provincias que antes dominaban los independientes, no quedaba reunion ninguna de ellos que pudiera dar cuidado, y los principales caudillos de la revolucion, desavenidos y chocados entre sí, habían tenido que refugiarse al único punto que les habia quedado libre, por haberse frustrado en él la extensa combinacion de Calleja. Este fue el momento que Cruz escogió por órden del Virrey, para comunicar a Hidalgo la amnistía u olvido general que las cortes de España habian decretado en 15 de OCtubre del año precedente de 1810, en favor de todos los paises de ultramar en que se hubiesen manifestado conmociones, siempre que reconociesen a la legítima autoridad soberana establecida en la madre patria (33).

Acompañólo con una nota, en que manifestándole los graves males que se habian seguido ya de la insurreccion, y la ninguna esperanza de un feliz resultado, despues de tantas victorias ganadas por las armas reales, le exhorta a aprovecharse de aquella gracia, salvándose de una ruina cierta y salvando al mismo tiempo la vida de los muchos prisioneros que estaban en poder de los jefes realistas, que no debian esperar mas que el último suplicio, y le fija el término de veinticuatro horas para tomar su resolucion (34).

En la respuesta que Hidalgo redactó, y que se dió en su nombre y el de Allende dirigida al Virrey, expresaron ambos su determinacion de no entrar en trato alguno, que no tuviese por base la libertad de la nacion.

Han perecido, dicen, muchos europeos, y seguiremos hasta el exterminio del último, si no se trata con seriedad de una racional composicion. El indulto es para los criminales, no para los defensores de la patria y menos para los que son superiores en fuerzas. No sc deje V. E. alucinar de las efímeras glorias de Calleja; estos son unos relámpagos que mas ciegan que iluminan; hablamos con quien lo conoce mejor que nosotros. Nuestras fuerzas en el dia son verdaderamente tales, y no caeremos en los errores de las campañas anteriores; crea V. E. firmemente, que en el primer reencuentro con Calleja, quedará derrotado para siempre. Toda la nacion está en fermento; estos movimientos han despertado a los que yacian en letargo. Los cortesanos que aseguran a V. E. que uno u otro solo piensan en la libertad, le engañan. La conmocion es general y no tardará México en desengañarse, si con oportunidad no se previenen los males.

Concluyen ofreciendo, que suspenderian las hostilidades y no quitarian la vida a ninguno de los muchos europeos que tenian en su poder, hasta que el Virrey les comunicase su última resolucion (35).

No obstante una contestacion tan decisiva y en términos que manifestaban tanta seguridad, Allende conocia bien el peligro de su posicion, y es de creer que esta fingida confianza no era otra cosa que un ardid, para ocultar la resolucion que ya tenia tomada de retirarse a los Estados-Unidos.

Las tropas destinadas por el Virrey al Nuevo Santander, estaban en movimiento y debian en breve acercarse al Saltillo; Ochoa despues de la toma de Zacatecas habia salido de aquella ciudad y marchaba en la misma direccion, y por último Calleja estaba en S. Luis, y no podia dudarse que se disponia a salir en busca del enemigo a quien habia batido en Calderon, y Allende, a pesar de su jactancia de que en el primer reencuentro le dejaria derrotado para siempre, sabia que no podia resistir a aquel ejército que estaba acostumbrado a vencerlo. Era pues urgente salir de una posicion que venia a ser cada dia mas crítica, miéntras tenia la retirada abierta por el norte.

Parece tambien que desde Zacatecas se tuvo ya idea de retirarse a aquellos Estados, pues que Hidalgo indicó en aquella ciudad a Allende, lo conveniente que seria llevar consigo un religioso del colegio apostólico de Guadalupe, por ser muy respetados en las provincias internas de Oriente a donde se dirigian; lo que Hidalgo dice aconsejó por su propio interes, aunque estaba privado del mando, y no tuvo efecto por haberse rehusado el guardian a franquear el religioso (36).

En cuanto al objeto de esta retirada, Hidalgo preguntado por el juez de su causa dijo (37) que él seguia al ejército, mas bien como prisionero que por su propia voluntad, y así ignoraba positivamente el objeto de esta marcha, y presume que Allende y Jiménez, que eran los que todo lo disponian, llevarian el de hacerse de armas en los Estados-Unidos, o mas bien el particular de alzarse con los caudales que llevaban, y dejar burlados a los que los seguian, pues desde Zacatecas advirtió en Allende que procuraba deshacerse de la gente, antes que engrosarla, y lo advirtió mucho mejor luego que se juntó con Jimenez en el Saltillo, teniendo en prueba de esta persuasion, que el mismo Hidalgo les dijo allí, que la gente se iba desertando y los dos le contestaron que no le hacia.

No estaban estos intentos fuera de la prevision de Calleja; el Virrey Venegas por insinuacion de este general, dió órden al gobernador de Veracruz, para que poniéndose de acuerdo con el comandante del apostadero de marina, embarcase con toda prontitud en el buque o buques que considerasen a propósito, doscientos hombres escogidos del regimiento fijo de aquella plaza a cargo de oficiales de toda confianza, siendo uno de los principales artículos de la instruccion que se dió, que reconociesen todos los surjideros, calas y ensenadas hasta la bahía del Espíritu Santo, saliendo a tierra en los puntos que pareciesen convenientes, segun las noticias que adquiriesen, para llenar el objeto de la expedicion, que era no solo impedir la evasion de los jefes de la revolucion, sino tambien evitar que recibiesen por aquella costa auxilios de armas y municiones de los Estados-Unidos.

El mismo Calleja debia avanzar al Saltillo con tres mil cuatrocientos infantes y ochocientos caballos, segun su comunicacion de 18 de Marzo, pero todas estas combinaciones vinieron a ser innecesarias, habiéndose debido a la casualidad el efecto que con ellas se pretendia (38).

Tomada por Allende la resolucion de marchar hacia el Norte, se dispuso le precediese el Lic. D. Ignacio Aldama que tenia el grado de mariscal de campo, a quien nombró embajador cerca del gobierno de los Estados Unidos, ya fuese para proporcionar los auxilios de armamento y hombres que se trataba de solicitar, o solo para asegurar una favorable acogida, remitiendo con él una suma considerable en barras de plata y numerario, y el 16 de Marzo se celebró junta general para nombrar jefes de las tropas que quedaban en el Saltillo: ni Abasolo ni Arias quisieron admitir tan peligroso encargo, con lo que la eleccion recayó en el Lic. D. Ignacio Rayon, el Lic. Arrieta y D. José María Liceaga, y ya no se trató mas que de las disposiciones para el viaje (39).

Desde este momento, la revolucion es ya enteramente ajena de los primeros caudillos que la promovieron, por lo que será bien seguir a estos en su expedicion, dejando para el libro siguiente examinar el estado en que aquella quedó al tiempo en que abdicaron el mando, y el curso sucesivo que tomó entre las nuevas manos que tomaron a su cargo dirigirla.


Notas

(1) Inserta en la Gaceta de 26 de Febrero, fol. 177.

(2) Parte de Cruz de 17 de Febrero, citado arriba.

(3) Véase la primera parte de este capítulo. Bustamante pone Enero en vez de Febrero.

(4) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 180, por informes del mismo P. Parra.

(5) Esta relacion está tomada de la comunicacion de García Conde a Cruz, inserta en la Gaceta de 5 de Marzo, tomo 2°, número 30; fol. 199. Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 199, dice, que de este suceso apénas se da una ligera idea en la Gaceta extraordinaria número 27, de 24 de Febrero. No tuvo sin duda presente esta relacion muy circunstanciada y la contenida en el parte de Cruz de 17 de Febrero, inserto en la Gaceta de 20 del mismo número 28.

(6) Véase el capítulo VI.

(7) Parte citado de Cruz, de 17 de Febrero.

(8) He copiado literalmente las palabras con que el mismo Hidalgo refiere este suceso en su causa, contestando a los cargos primero y segundo, lo que es muy diverso de lo que cuenta Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 197, quien pretende que se celebró una junta de guerra y en ella se le quitó a Hidalgo el mando militar, dejándole solo el político.

(9) Parte de Ochoa a Calleja. Gaceta de 26 de Febrero, núm. 28, f. 183.

(10) Relación de Villarguide, quien dice que a los españoles del Cedral y Matehuala, les cortaron la cabeza con sierra; fol. 9.

(11) Vid, fol. 69.

(12) Relacion de Villarguide, fol. 9.

(13) Causa de D. Mariano Hidalgo, contestacion a la pregunta trece. Declaracíon unida a la causa del cura.

(14) Contestacion de Marroquín a la pregunta diez en su causa. Declaracion unida a la causa de Hidalgo.

Bustamante calla enteramente todos estos sucesos, aunque ha tenido en su poder la causa de Hidalgo en que consta. Aquí no se podia ni aun suponer una conspiracion como en Guadalajara, pero ¿es esta la buena fe del historiador?

(15) Parte de Ochoa a Calleja. Gaceta de 26 de Febrero, núm. 28. Col. 182.

(16) Campañas de Calleja en diversos lugares, y Cuadro histórico, t. 1°, fol. 160. Véase la primera parte del capítulo VII.

(17) Calleja usa de una palabra tan grosera, que no puede copiarse literalmente.

(18) Copiada por Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 102.

(19) Véase capítulo 4°.

(20) Tenia una fisonomía enteramente de mono o mico de las especies grandes.

(21) La única noticia que he encontrado de esta accion de Santa María del Rio, es la que da Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 195, y habiendo pedido informes sobre este suceso a sujeto fidedigno de S. Luis, me ha mandado los que me han servido para dar razon de él, habiendo mucha diferencia respecto a lo que dice Bustamante. Uno de los españoles condenados a ser fusilados fue D. Benito Campero, que escapó no se por qué casualidad de la boca de un cañon, y vive todavía.

(22) He aquí la órden.

En esta fecha tengo decretada la decapitacion de once europeos, como miembro de la nacion americana; y debiéndose efectuar en la tarde de este dia, espero que V. se sirva, para que no les falten los auxilios católicos, de remitirles otros tantos eclesiásticos a la cárcel para que los auxilien hasta el suplicio; lo que espero verifique en cumplimiento de su deber.

Dios guarde a V. muchos años.
Cuartel principal y brigada del Sur en S. Luis Potosí, a 19 de Febrero de 1811.
Fr. Luis Herrera, Mariscal de campo.

Sr. cura párroco de esta ciudad.

(23) Véase la relacion de Villarguide, de la que todo esto está tomado y que contiene mil hechos curiosos.

(24) Campañas de Calleja, Col. 106.

(25) Parte de GarcÍa Conde. Gaceta de 19 de Abril, tomo 2°, n. 46, f. 332.

(26) Villarguide. Relacion.

(27) Relacion de Villarguide, al fin.

(28) Parte citado de García Conde.

(29) Véase el capítulo VI.

(30) Partes de Arredondo de 7 y 17 de Abril, insertos en las Gacetas de 23 del mismo y de 10 de Mayo.

(31) Nombre que se dió despues de la independencia, a la provincia del Nuevo Santander, por las dos sierras que en ella hay.

(32) El conde de Revilla Gigedo se apellidaba Güemez, Pacheco de Padilla, Horcasitas y Aguayo, y todos estos nombres se dieron a otras tantas poblaciones de Nuevo Santander. Había ademas Croix, Cruillas, y en Coahuila, Monclova, con otros que recordaban los de los Virreyes sus fundadores. De las mutaciones de esta clase, ninguna es tan original como la de Monterrey, nombre que se dió a la capital de Nuevo Leon por el Virrey conde de Monterrey, y se cambió en Monte Morelos, que no se ha conservado. Veremos otros varios cambios, hechos a semejanza de los que en Francia se verificaron en la revolucion y que cesaron con ella.

(33) Decretos de las cortes, número 5, tom, 1°, fol. 10. Madrid, imp. nac., 1820.

(34) El oficio de Cruz a Hidalgo se insertó en la Gaceta de 16 de Abril, núm. 45, fol. 321.

(35) Esta contestacion se halla agregada a la causa de Hidalgo, y la publicó Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 237.

(36) Causa de Hidalgo. Contestacion al cargo once.

(37)Idem al cargo segundo.

(38) Campañas de Calleja, fol. 115.

(39) Comunicacion de Rayon a Calleja. Campañas de Calleja, Col. 108.

Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo VII - Primera parteCapítulo VIII - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha