Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo VICapítulo VII - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO VII

Primera parte

Batalla del puente de Calderon. Derrota y fuga de los insurgentes. Oficiales que se distinguieron. Acciones señaladas. de valor. Reflexiones sobre esta y las batallas anteriores.- Informe reservado de Calleja al Virrey.- Contestacion de este.- Entra Calleja en Guadalajara.- Llega Cruz en el mismo dia.- Proclama de Calleja a su ejército.- Marcha Cruz A S. Blas.


Amaneció el día 17 de enero de 1811, y con su luz se dejó ver el ejército de Hidalgo ocupando una loma escarpada de bastante elevacion, que corria a la izquierda del arroyo que lo separaba de los realistas en la longitud de tres cuartos de legua, hasta descender a un llano o plano inclinado de grande extension, donde se hallaba reunida la principal fuerza; en lo alto de la loma estaba colocada una batería de sesenta y siete cañones, apoyada su espalda en una barranca profunda y flanqueada por sus costados por otras baterías menores, que a distancias iguales la defendian y abrazaban toda la circunferencia del terreno por donde debia pasar el ejército real, intermediando ademas el arroyo o barranca que corria en la direccion de Este a Sudoeste sin otro paso que el puente, descubierto a todos los fuegos de las baterías de los insurgentes. Calleja resolvió atacar esta formidable posicion con solo su ejército, sin esperar la llegada del de Cruz, ya fuese para no dar a Hidalgo tiempo de reunir mayores fuerzas, como él dice en su parte oficial, o como entónces se sospechó, por no partir con otro la gloria del triunfo, aunque este se presentaba tan difícil, que mas que temer rivales, parece que debia desear colaboradores.

Su plan de ataque, concebido sobre el conocimiento que las batallas anteriores le habian dado de la inamovilidad de laS masas indisciplinadas de los insurgentes, que esperaban en la posicion que una vez tomaban el ataque de sus contrarios, dejando a estos la ventaja de elegir el tiempo y el lugar, y de multiplicar sus fuerzas con la destreza de las evoluciones, se redujo a que el conde de la Cadena, con una division que puso a sus órdenes, atacase por la izquierda, aguardando el movimiento que el mismo Calleja haria por la derecha con el resto de las fuerzas, para caer despues ambos a un tiempo sobre la gran batería, situada en lo alto de la loma.

Marchó en consecuencia Flon a ejecutar la parte que de este plan le correspondia, con el regimiento de infantería de la Corona a cuya cabeza estaba su coronel D. Nicolás Iberri, y la caballería de la ala izquierda, compuesta del regimiento de dragones de México, que en este dia estuvo a las órdenes del capitan baron de Antoneli (e), por haber tomado el mando de la ala derecha el coronel de este cuerpo Emparan; el de Puebla, y un piquete del de Querétaro, a los que despues se unió el de S. Luis, mandado por el marques de Guadalupe Gallardo, el conde de S. Mateo Valparaiso y el mayor Tobar.

Llevaba esta division cuatro cañones, y habiendo atravesado el arroyo por el paso que la noche anterior habia encontrado Linares arriba del puente, comenzó a subir la loma, defendida por gran número de independientes con cuatro cañones; los de los realistas, teniendo que ser llevados a mano por la fragosidad del terreno, no podian seguir el paso de la infantería, por lo que Flon atacó con solo esta al grueso de enemigos que tenia a su frente, lo desalojó de su posicion y le tomó los cuatro cañones que tenia y un carro de municiones. Llegó entre tanto la artillería, por el empeño y actividad del conde de casa Rul, coronel agregado al regimiento de la Corona, y rompiendo inmediatamente el fuego sobre los enemigos, estos se vieron obligados a retroceder, perdidas sus baterías, hacia el cuerpo principal de su ejército.

Al mismo tiempo Calleja con el resto del suyo se movió sobre el puente, y sosteniendo con el fuego de su artillería la subida a la loma de la columna de la izquierda, en cuyo auxilio destacó la compañía de gastadores de la Columna de granaderos, al mando de su capitan D. José Ignacio Vizcaya, dándole órden de unirse a aquella, lo que verificó con mucha bizarría, arrostrando el ataque de gran número de insurgentes que intentaron cortarla, a los que rechazó, proveyéndose de cartuchos de sus cadáveres y tomándoles dos cañones.

Calleja, examinando de mas cerca las dificultades que el paso del puente ofrecia, se adelantó por la derecha situándose con parte de su fuerza en una pequeña altura, desde la cual rompió el fuego sobre una batería que los contrarios tenian a su izquierda, miéntras que el coronel Emparan con un escuadron de dragones de España y el regimiento de S. Carlos avanzaba por el camino antiguo, dando vuelta para coger al enemigo por la espalda, y el coronel Jalón con el primer batallón de granaderos, el de patriotas de S. Luis y cuatro escuadrones de lanceros, mandados por Pesquera, Collado, Armijo y Orrantia, bajo las órdenes del capitan Meneso, atravesaron el arroyo, no obstante el vivo fuego de la artillería y la cantidad de piedras y flechas que arrojaba el gran número de insurgentes que bajaron a defender el paso, subieron a la orilla izquierda y se apoderaron de la batería que la formaban siete cañones.

La accion entónces se empeñó por ambas alas, y la victoria estuvo un momento por los insurgentes. Cargaron estos en gran número sobre la caballería de la derecha; Emparan que la mandaba, fue herido gravemente en la cabeza y le mataron el caballo de una lanzada; el regimiento de S. Carlos retrocedió por dos veces y empezó a huir, siguiendo el ejemplo de su coronel D. Ramon Cevallos, poniendo en desórden a los demas (1); en estas críticas circunstancias, Jalon con el primer batallón de granaderos acudió a su socorro; interpúsose entre la caballería y los insurgentes mezclándose con estos, y formando en batalla se echó sobre ellos a la bayoneta, haciendo tal matanza que no huyo bayoneta ninguna en el batallón que no estuviese teñida en sangre, y unido con la caballería los persiguió con tan buen éxito, que no volvieron a presentarse por aquel costado.

Por el de la izquierda, Flan, llevado de su ardiente espíritu y apartándose del plan que se propuso Calleja, emprendió el ataque de la gran batería sin aguardar el movimiento de la derecha, de que resultó, que rechazado por dos veces y habiéndosele acabado las municiones de artillería, empezaron a vacilar los cuerpos de su division y algunos a retroceder en desórden. Llegó entónces atravesando el puente el teniente coronel D. Bernardo Villamil, mandado por Calleja en su auxilio, con el segundo batallón de granaderos a las órdenes del teniente coronel D. Joaquín de Castillo y Bustamante, dos escuadrones de caballería del cuerpo de Frontera, al cargo de su comandante D. Manuel Diaz de Solórzano y dos cañones, y cargando a la bayoneta hizo retroceder al numeroso cuerpo de infantería y caballería, que aprovechando el momento trató de envolverlo, y contuvo despues a los insurgentes tomando posicion los granaderos al frente de la gran batería, cuyo fuego sufrieron con serenidad durante dos horas, aunque con muy poca pérdida.

Componian este bizarro batallón las compañías de granaderos de Toluca, Celaya, Guanajuato, Valladolid y Oaxaca, miéntras que los cuerpos a que pertenecian las de Celaya y Valladolid habian seguido a Hidalgo, y algunos de sus jefes se hallaban actualmente en las filas de este.

En tal estado, viendo Calleja que su izquierda se sostenia con dificultad al frente de la gran batería, se encaminó a aquel punto por el puente, dando órden para que le siguiese una parte de las tropas de la derecha.

Los insurgentes habian concentrado todas sus fuerzas en esta batería, por lo que Calleja aprovechando el entusiasmo que su presencia habia inspirado en la tropa, resolvió desalojarlos de ella haciendo un esfuerzo pronto y extraordinario.

Con este objeto, mandó reunir los diez cañones que formaban su artillería, y que se dirigiesen contra la batería enemiga, sostenidos a su izquierda por el segundo batallón de granaderos y el regimiento de la Corona, con órden de desplegar en batalla luego que el terreno lo permitiese, y a su derecha por el batallón de patriotas de S. Luis y los cuerpos de caballería que a gran galope debian echarse sobre las piezas, sosteniendo este ataque la division de la derecha que a la sazon desembocaba por el puente. Este movimiento decisivo se verificó con acierto y valor; la artillería batió durante diez minutos, a poco mas de medio tiro de fusil, la gran batería de los insurgentes, y habiendo dispuesto avanzase para hacer uso de la metralla a ménos de tiro de pistola, se pusieron aquellos en fuga con tal precipitacion, que dejaron cargados a metralla casi todos sus cañones, sin detenerse a dispararlos.

Quedaba todavía üna batería de seis cañones de grueso calibre sobre la izquierda, a donde se habian refugiado los insurgentes rechazados de todas partes. Para completar el dia, Calleja la hizo atacar por el segundo batallón de granaderos, los dragones de México, Puebla, Querétaro, cuerpo de Frontera y parte del de S. Luis, bajo las órdenes del coronel D. Diego García Conde, sosteniendo el ataque el regimiento de la Corona.

Aquel punto fue bien presto tomado, quedando con esto coronada una victoria que habia estado indecisa por seis horas. Los realistas se hicieron dueños de toda la artillería (2), armas, banderas y pertrechos de los insurgentes, y estos huían en todas direcciones, en una masa tan apretada, que la caballería destinada a seguir el alcance, tenia dificultad para abrirse camino por medio de ella.

Los generales, como en todas las ocasiones semejantes, fueron los primeros en ponerse en salvo, huyendo cada uno como pudo sin esperar a los demas, pero todos con direccion a Zacatecas.

Rayón logró recoger el dinero que habia quedado a alguna distancia del campo de batalla, que ascendia a cosa de trescientos mil pesos, y con él se dirigió a Aguascalientes, a donde fueron acudiendo muchos de los dispersos, que en su tránsito cometieron todo género de robos y desórdenes.

Distinguiéronse en esta accion varios oficiales, cuyos nombres se encontrarán frecuentemente en el curso de esta historia. Además de los que se han citado en la relacion de ella, los partes del general en jefe y de los mayores generales de las diversas armas hacen honrosa mencion de D. Saturnino Samaniego (e), que en el ataque de la gran batería mandaba un trozo del segundo batallón de granaderos y salió herido; de D. Mariano y D. Pedro Otero, jóvenes de la primera distincion de Guanajuato, que fueron oficiales del regimiento del Príncipe y aunque se les confirieron grados militares por Hidalgo, se agregaron en aquella ciudad al ejército de Calleja, y servian el uno en el regimiento de la Corona y otro en la Columna de granaderos; de D. José María Bustamante, oficial del batallón de Guanajuato, ayudante que fue del intendente Riaño en la alhóndiga de Granaditas, en donde recibió una herida grave en la cabeza, que estaba agregado a la artillería por sus conocimientos matemáticos; del ayudante de dragones de México D. José Moran, que fue despues marques de Vivanco, y hacia funciones de sargento mayor de aquel cuerpo; del teniente veterano de S. Luis D. Manuel Tobar, el cual retrocediendo en desórden su cuerpo cuando fue rechazada la ala izquierda, en el ataque intentado por Flon contra la gran batería, se sostuvo con firmeza con un destacamento de dragones de su regimiento, y unido a las tropas que condujo Villamil, contribuyó a contener el avance de los insurgentes, y de D. José María Bocanegra, que servia como voluntario en el mismo cuerpo, y que andando el tiempo ha ocupado los puestos principales de la República.

Refiérense en los mismos partes muchas acciones señaladas de valor y entusiasmo de algunos oficiales y soldados, tales como la de Eugenio Balcazar, dragon de los de México, que hallándose enfermo en el hospital ambulante al principio de la accion, salió del carro en que se le conducia, tomó la espada de un lancero y se dirigió al ataque, y habiendo muerto al paso a un insurgente le tomó el caballo, y montado en él se abrió camino con muerte de otros dos que se le opusieron, hasta llegar a su compañía, en la que continuó durante toda la accion, y concluida esta volvió al hospital muy agravado con la fatiga del dia, de la dolencia que padecia. José Dominguez, del regimiento de Puebla, mató cinco insurgentes para recobrar un estandarte del cuerpo de Frontera, que habia caido por muerte del oficial que lo llevaba. El alférez del cuerpo de Frontera D. Zenon Fernandez, atacado en compañía del soldado Victorio Solano por seis enemigos, los hizo huir matando a uno de ellos, aunque quedando muerto Solano.

Varios soldados tomaron banderas que presentaron a sus jefes, y el teniente D. José María Cascos del mismo cuerpo de Frontera, con el soldado Ponciano Arcos, se echó sobre un cañon, que cogieron entre ambos en el acto de estarlo cargando los artilleros insurgentes, y despues de la accion lo presentaron en el parque.

Por premio de tan espléndida victoria y de las anteriores ganadas por el ejército del centro, el Virrey Venegas concedió a todos los individuos de él, que hubiesen merecido la aprobacion del general y de sus jefes particulares, un escudo de distincion que llevasen al lado izquierdo del pecho, en el que estaba esculpida la cifra de Fernando VII, en una tarjeta que sostenian un leon y un perro, símbolos del valor y de la fidelidad, y en el contorno el lema, Venció en Aculco, Guanajuato y Calderon.

El título de conde de Calderon, fue concedido por el Rey Fernando al general en jefe, cuando este volvió a España.

La pérdida de los insurgentes fue muy considerable, aunque no encuentro expreso en ningun documento el número de muertos y heridos; la de los realistas ascendió a cuarenta y uno de los primeros, setenta y uno de los segundos y diez extraviados; pero aunque fuese tan corta para una accion tan importante, tuvieron la muy grande del conde de la Cadena, D. Manuel de Flon, segundo jefe del ejército, que habiendo acompañado al general en jefe hasta tomar la gran batería, se separó de él para seguir el alcance, en el que se adelantó tan indiscretamente que vino a hallarse solo; dióle muerte un soldado del regimiento provincial de Valladolid (3), y su cadáver se encontró a alguna distancia del camino, cubierto de multitud de heridas y contusiones de toda clase de armas. Enterrósele en la parroquia del pueblo inmediato de Zapotlan, de donde algunos dias despues fue trasladado a la catedral de Guadalajara, con los huesos de los españoles degollados en las barrancas cercanas a la ciudad, haciéndoseles solemnes exéquias (4).

Entre los heridos se contaron el coronel Emparan y el capitan D. Gabriel Martinez, comandante del escuadron de dragones de España.

Increible parecerá una pérdida tan insignificante por parte del ejército real, habiendo estado empeñado durante seis horas de accion, con un número tan crecido de enemigos y expuesto por mucho tiempo al fuego de una batería de sesenta y siete cañones, muchos de ellos de grueso calibre (5) y se tendrá por fabuloso que cien mil hombres de infantería y caballería, con tanta artillería, ocupando una posicion ventajosa, se hayan dejado batir por cinco o seis mil soldados que los desalojaron, vencieron y pusieron en completa dispersion y fuga; pero la explicacion se hallará fácilmente, si se atiende a la composicion y elementos de uno y otro ejército, y a los jefes que los mandaban y dirigian.

Los insurgentes, careciendo de competente número de fusiles, pretendian suplir su falta con la artillería; fundian un gran número de cañones, por lo general mal hechos; colocábanlos en una eminencia que dominase los campos circunvecinos, y no se puede decir que los sostenian con su infantería y caballería, sino que ponian detras de ellos una multitud de hombres a pie, la mayor parte indios, con pocos fusiles y muchas hondas y proyectiles de su invención, que producian poquísimo efecto, y a los costados masas de gente del campo a caballo con lanzas, en cuyo manejo tenian poca instruccion y ménos en las evoluciones propias de la caballería.

Esta fue la disposicion de batalla en Aculco y en Calderon. Presentábanse los realistas; rompian sobre ellos los insurgentes un fuego que era casi siempre desacertado, porque los cañones apénas podian variar la puntería por la mala construccion de las cureñas, y miéntras los realistas casi no perdian tiro, asestándolos a una gran muchedumbre cuyo estrago aumentaba el terror, los fuegos de los innsurgentes eran poco mas que puras salvas, sin causar daño al enemigo.

Las tropas reales, alentadas por la poca pérdida que experimentaban, cargaban con denuedo, cuando por el lado opuesto los insurgentes, con la que habian sufrido, estaban ya sobrecogidos de terror y prevenidos para la fuga, al ver aproximarse las columnas de ataque de sus contrarios. Los jefes de estos multiplicaban sus fuerzas, moviéndolas fácilmente a donde convenia, y aprovechaban las ocasiones que la serie de los sucesos de una batalla les presentaban.

Así hemos visto que Calleja en Calderon, auxilió su derecha cuando la vió apretada por el enemigo; corrió a sostener su izquierda notando que vacilaba, y con gran presencia de ánimo se puso al frente de sus columnas para atacar la gran batería, y con este movimiento decisivo aterró a los insurgentes y los puso en una fuga tan precipitada, que no aguardaron ni aun a disparar sus cañones, que abandonaron dejándolos cargados a metralla.

Los generales insurgentes, en la fuga siempre los primeros, no se presentaban en ninguna parte en el calor de la accion; no sabian precipitar con oportunidad sus masas informes sobre un enemigo ya en desórden para acabar de desbaratarlo a fuerza de número, y retirándose de batería en batería, las perdian todas esperando a ser atacados en cada una. Para ellos todo ataque era derrota, y no habia nunca retirada, porque toda retirada era siempre huida. Esto mismo hemos visto en nuestros dias, aunque contando en apariencia con mejores elementos.

Dícese que la dispersion de Calderon la causó en gran parte una granada de a cuatro, que cayendo en un carro de municiones, lo hizo volar e incendió la grama seca que cubria el campo, llevando el aire el humo y el fuego contra los insurgentes (6). Pudo suceder tal incidente, aunque no hacen mencion de él los jefes del ejército real en sus relaciones que acompañan al parte del Calleja, lo que es bastante extraño, pues el comandante de artillería, que tanto encarece los servicios que su arma prestó en esta accion, no hubiera omitido una circunstancia tan relevante; dícese solo que el campo se incendió con el continuo fuego de las dos piezas que Villamil llevó en auxilio de la division de Flon (7). Pero sin ocurrir a este accidente fortuito, basta lo dicho para conocer que las causas generales y permanentes eran suficientes para producir el mismo resultado, sin que este pueda atribuirse a falta de valor en los mexicanos, pues lo eran los que combatian por uno y otro partido, a excepcion de los jefes, de los cuales habia muchos entre los realistas que eran españoles, aunque fueron mexicanos varios de los oficiales que mas se distinguieron, tales como Iberri, coronel de la Corona, Bustamante, Moran y Tobar.

La batalla del puente de Calderon fue, hablando propiamente, la primera en que el ejército de Calleja se halló. En Aculco no hubo acción; los insurgentes huyeron al primer cañonazo. En Guanajuato, aunque el fuego duró mas tiempo, esto no procedió de una resistencia tenaz, sino de que habiendo situado los independientes muchas baterías en diversas alturas, el pasar de unas a otras ofrecia dificultad, teniendo que atravesar por cañadas y barrancas, conduciendo a mano la artillería. En Calderon la experiencia de las acciones anteriores habia dado a los jefes insurgentes mas conocimientos, y la muchedumbre de gente y el gran número de cañones, inspiraba a los soldados confianza y atrevimiento; esto hizo que el combate fuese mas empeñado y el éxito dudoso, habiendo estado en algun momento la victoria por los insurgentes, que sin duda la hubieran obtenido, si sus generales hubieran sabido aprovecharse de sus ventajas, y la hubiesen acabado de fijar con un golpe de valor y resolucion.

El mismo Calleja en su correspondencia con el Virrey, explica el riesgo que corrió, y la diversa importancia de esta accion respecto a las anteriores.

En nota reservada, escrita en el campo de Zapotlanejo el dia siguiente a la batalla, que acompañó con el primer parte que de ella dió, dice a Venegas (8):

En mis oficios de ayer y hoy, doy cuenta a V. E. de la accion que sostuvieron las tropas de este ejército contra el de los insurgentes, y hago de ellas todo el elogio que merecen, atendido el feliz resultado de la accion, llevando por principio hacer formar a ellas mismas y a todo el ejército una idea tan alta de su valor y disciplina, que no les quede esperanza a nuestros enemigos de lograr jamas ventajas sobre un ejército tan valiente y aguerrido; pero debiendo hablar a V. E. con la ingenuidad inseparable de mi carácter, no puedo ménos de manifestarle, que estas tropas se componen en lo general de gente bisoña, poco o nada imbuida en los principios del honor y entusiasmo militar, y que solo en fuerza de la impericia, cobardía y desórden de los rebeldes, ha podido presentarse en batalla del modo que lo ha hecho en las acciones anteriores, confiada siempre en que era poco o nada lo que arriesgaba; pero ahora que el enemigo con mayores fuerzas y mas experiencia, ha opuesto mayor resistencia, la he visto titubear y a muchos cuerpos emprender una fuga precipitada, que habria comprometido el honor de las armas, si no hubiera yo ocurrido con tanta prontitud al paraje en que se habia introducido el desaliento y desórden.

El Virrey en contestacion manifiesta:

... que no le coge de nuevo lo ocurrido en esta accion, pues tenia formada la misma idea, supuesto que hubiese mas resistencia de la experimentada en las acciones anteriores, siendo cosa general y constante en todas las tropas que no tienen práctica de la guerra, ni están organizadas con perfeccion.

Venegas hablaba en esto por lo que habia visto suceder muchas veces en la guerra que España sostenia entónces contra los franceses, y por lo que a él mismo le habia pasado en los ejércitos que habia mandado, y que habian sido puestos en fuga y dispersion.

El resultado de esta accion estuvo pues muy incierto; si él hubiera sido favorable a la causa de Hidalgo, este como él mismo decía, habria marchado en triunfo sobre Querétaro y México, y acaso se habria podido apoderar de estas ciudades y dar glorioso fin a su empresa, aunque no habria sido sin resistencia; pero la victoria, habiéndose declarado por Calleja, produjo muchas consecuencias en favor de la causa realista, e hizo que se recobrase en poco tiempo cuanto se habia perdido.

El dia siguiente de la accion se dirigió Calleja a Guadalajara, y habiendo llegado el 20 de Enero al pueblo inmediato de S. Pedro, se presentaron a él la real audiencia, compuesta de los ministros qüe habian quedado de nombramiento real, el cabildo eclesiástico y secular, los prelados de las religiones, la universidad y Repúblicas de indios, manifestando el mas vivo reconocimiento al general y al ejército que los habian libertado de la opresion en que vivian, protestando su amor y fidelidad al legítimo gobierno. Aunque Calleja no tuviese por muy sinceras las expresiones de todos, creyó necesario usar del lenguaje de la benignidad para inspirar confianza, segun el mismo dice en sus comunicaciones reservadas al Virrey (9).

El 21 hizo su entrada en la ciudad cuyas calles estaban colgadas y adornadas, recibiéndosele con repique de campanas, y salvas de cohetes; Calleja entró al frente de su ejército, acompañándole todas las autoridades; se dirigió a la iglesia catedral, en donde le esperaba el cabildo eclesiástico, y habiendo entrado en ella con su estado mayor, se cantó un solemne Te Deum, concluido el cual se trasladó al palacio, en donde fue cumplimentado por las corporaciones y funcionarios públicos; demostraciones que en tales casos no suelen ser mas que el tributo de humillacion que el vencido paga al vencedor, pero que en el presente eran una manifestacion de verdadero regocijo, porque como he tenido ocasion de decir otras veces, en las poblaciones que ocupaban y dominaban por algun tiempo los insurgentes, la clase distinguida quedaba de tal manera cansada de su gobierno, que consideraba como libertadoras a las tropas reales, y como tales eran recibidas.

Contribuyó al regocijo de este dia el que en la tarde del mismo sin aviso anterior, se presentó el brigadier Cruz con su ejército, que despues de la accion de Urepetiro habia forzado sus marchas para unirse al de Calleja.

Estos dos jefes no se conocian; se trataron sin embargo con cordialidad, glorioso cada uno con su triunfo, y aunque por ser Cruz mas antiguo en el grado de brigadier, debia haber tomado el mando en jefe de todas las fuerzas, por consideracion a Calleja le entregó el de las suyas luego que llegó (10), quedando despues acordado que cada uno se conservara al frente de sus respectivas tropas, habiéndose convenido tambien que Cruz saldria con las de su mando para recobrar a S. Blas, como lo verificó poniéndose en marcha el 25 de Enero, y que Calleja permaneceria en Guadalajara arreglando el gobierno de la provincia, para acudir con el ejército del centro a donde la ocasion lo pidiese.

Con la entrada de los dos ejércitos en Guadalajara, salieron de los lugares en que se habian escondido, los españoles que habian podido escapar del degüello. Salió tambien de la casa de la corregidora de Bolaños, donde habia permanecido oculto, y en la que fue asistido por aquella señora y su hija en una grave enfermedad que sufrió, el brigadier D. Roque Abarca, presidente de aquella audiencia e intendente de la provincia. Haciendo Hidalgo mucho aprecio de él, quiso ganarlo a su partido, fundado acaso en las diferencias que este jefe habia tenido con la junta y con los europeos, y le ofreció el empleo de capitan general, que Abarca rehusó segun el mismo informó a Calleja (11). Sin embargo, un escritor pretende que no obstante esto, se familiarizó con Hidalgo y le dió algunas instrucciones, que fue el motivo por el cual el Virrey Venegas le mandó formar causa (12); pero la verdad es que Abarca lleno de terror, nunca salió del lugar en que se habia escondido ni vió a Hidalgo, y Calleja, que como se ha visto por lo ocurrido con Quintana en Guanajuato, no se manifestaba indulgente con los jefes europeos que faltaban a sus deberes, en informe reservado dirigido al mismo Virrey, califica su conducta de débil, vacilante, y poco correspondiente a su carácter y representacion, pero no insinúa sospecha alguna de traicion (13).

Abarca pidió que se le juzgase en consejo de guerra, lo que no se verificó, pero tampoco se le restituyó a su empleo, y algun tiempo despues murió en Panamá en viaje para España (14).

Presentóse tambien a Calleja el intendente de Zacatecas, D. Francisco Rendon, y fue nombrado intendente del ejército del centro.

Calleja dirigió a sus soldados una proclama el 24 de Enero (15), congratulándose con ellos por la brillante victoria que acababan de ganar, y exhortándolos a que al renombre de libertadores de la patria y restauradores del trono y de la paz, que con ella habian adquirido, reuniesen el de los valientes mas honrados, evitando todo vicio ó accion indecorosa, que de algun modo pudiese empañar su gloria.

El 24 publicó otra (16) dirigida a los habitantes de la Nueva-Galicia; en ella encarecia la humanidad con que se habian conducido las tropas reales en todos los pueblos por donde habian pasado, y daba las mayores seguridades sobre la fidelidad con que se observaria el indulto que habia hecho publicar, amenazando con la pena capital a los que fuesen cogidos con las armas en la mano, y con el incendio y el exterminio a las poblaciones que despues de haberse indultado, volviesen a ponerse en revolucion.

Comparaba su conducta con la de Hidalgo, manifestando el estado de ruina y desolacion a que este habia reducido el Reino, y por prenda de la bondad e indulgencia que en él encontrarian dice, que habiendo vivido veinte años en este suelo, lo reputaba como su patria, estando enlazado con familias mexicanas con los vínculos mas estrechos, por lo que miraba como propios los males del país.

La audiencia y el cabildo eclesiástico se apresuraron a dirigir al Virrey sus protestas de fidelidad (17) y la universidad hizo mérito en la suya (18) de no haberse degradado con acto alguno de obsequio hacia Hidalgo, ni con ninguna de las demostraciones acostumbradas con los gobiernos legítimos; colectó ademas un donativo para el ejército entre los individuos de su claustro, y comisionó a varios de estos para que predicasen y escribiesen, rebatiendo los principios que se habia tratado de difundir por la imprenta, miéntras fueron dueños de ella los insurgentes.

La audiencia y las demas autoridades se habian restablecido por sí mismas, luego que Hidalgo salió de Guadalajara, y hemos visto que se presentaron a felicitar a Calleja a su llegada al pueblo de S. Pedro: sin embargo, este general hizo diligente indagacion acerca de la conducta que habian observado el regente D. Antonio Villa Urrutia y otros funcionarios.

El primero, aunque habia sido considerado por Hidalgo y visitado por él estando o fingiéndose enfermo, no asistió a la audiencia mientras aquel permaneció en Guadalajara, habiendo sido nombrado regente en su lugar Chico, por lo que no solo fue continuado en su empleo, sino que despues pasó al consejo de Indias.

El oidor Sousa, que continuó asistiendo al tribunal, habia hecho una protesta secreta ante el escribano Arroyo, secretario de cámara.

Estableció Calleja una junta de seguridad, que presidió el Dr. Velasco, para juzgar todas las causas de infidencia, a la que pasó todos los papeles que Hidalgo dejó, de que resultaban cargos a varias personas y todas las denuncias que contra ellas se hacian, entre otras contra el conde de Santiago de la Laguna, que hemos visto figurar en los sucesos de Zacatecas, a quienes concedió el indulto luego que se le presentaron.

Tambien creó otra junta de caridad y requisicion de bienes de europeos, para recoger los pertenecientes a estos y auxiliar a sus familias, la cual corrió tambien con la conduccion de sus cadáveres, para enterrarlos y hacerles el funeral que antes se ha dicho (19).

Una de las primeras disposiciones de Calleja fue, hacer llevar públicamente a las rccogidas a la jóven que Hidalgo habia conducido consigo a Guadalajara, y mandarle formar causa.

Los jueces quedaron cautivados por su discrecion y modestia, y toda la ciudad se interesó en su favor, por lo que Cruz cuando se le confirió el gobierno de la provincia la hizo poner en libertad, y recibida en una casa decente, se condujo con decoro, dejando una memoria honrosa en aquella poblacion, en la que casó con un empleado, de cuyo matrimonio existe descendencia.

Mientras Calleja organizaba el gobierno de Guadalajara, Cruz marchó con las tropas de su mando a Tepic y S. Blas. El cura Mercado, que habiéndose hecho dueño de esta última plaza mandaba en todo aquel rumbo, intentó defender los pasos dificiles del camino con un cuerpo considerable de gente y catorce cañones, con que se situó en la barranca de Maninalco, colocando dos de estos en una altura casi inaccesible; pero atacado vigorosamente el 31 de Enero por el batallon de Puebla, a cuya cabeza iba el teniente de navío D. Bernardo de Salas, desamparó el puesto sin mas resistencia que disparar seis cañones, cuatro de ellos a metralla sin efecto alguno, dejando abandonados los otros dos que tenia sobre la altura.

Sin dilacion dispuso Cruz que el mismo batallon con sesenta caballos, se dirigiese al portezuelo, para cortar la retirada de los fugitivos que se encaminaban a S. Blas, pero éstos sin esperar la llegada de estas tropas, volaron sus municiones dejando cuatro cañones de a 24 y dos de a 8, y se llevaron solamente cinco de a 4: en su alcance mandó Cruz un destacamento (20).

La fama de la victoria alcanzada por las tropas reales en Calderon, la proximidad de Cruz, y las medidas que éste tomó desde Agualulco, disipando por medio de las seguridades que dió acerca de la fidelidad con que el indulto se observaria, los temores que los insurgentes habian propagado, persuadiendo que los jefes de las tropas del gobierno a nadie perdonaban, hicieron que se presentase un número considerable de individuos a entregar las armas, y habiendo sido bien recibidos y tratados, se retiraron a sus casas, contribuyendo a restablecer la tranquilidad en sus respectivos domicilios (21).

Las mismas causas produjeron una reaccion en favor del gobierno en Tepic y S. Blas. Se hallaba en el primero de estos puntos, mandando interinamente la primera division de las milicias de la costa del Sur D. Francisco Valdes, quien aprovechando esta circunstancia, levantó al pueblo proclamando al gobierno y aprehendió a los jefes insurgentes que allí se encontraban. Inmediatamente el mismo Valdes y D. José Leonardo Carcía, con el título este de comisionado del pueblo, pusieron en conocimiento de Cruz todo lo ocurrido, pidiéndole se aproximase a marchas forzadas, porque segun una correspondencia que interceptaron, temian ser atacados por un mariscal Aldama, pariente de los Aldamas compañeros de Hidalgo, que andaba por aquellas inmediaciones (22).

Cruz envió en su auxilio el batallon de Puebla, y cien caballos que mandaba D. Luis Quintanar (23).

En S. Blas, el cura de aquel pueblo D. Nicolás Santos Verdin, convocó secretamente a los vecinos para aprehender en la noche del 31 de Enero al cura Mercado, que habia vuelto de las barrancas para hacerse fuerte en aquella plaza, y tambien a los demas jefes de la revolucion y a las compañías de indios que la guarnecian.

Entre 8 y 9 de la noche a la seña de tres campanadas, los conjurados se echaron sobre los cuarteles y casas de las personas que intentaban prender, de las cuales D. Joaquin Romero, comandante de la plaza nombrado por Mercado, se defendió a puerta cerrada, haciendo fuego por una ventana hasta que le mataron a él, a Estévan Matemala, comandante de la artillería, y al iñdio centinela, quedando muertos en la refriega dos de los vecinos y heridos cuatro.

El cura Mercado fue hallado el siguiente dia muerto, en la profundidad de un voladero contiguo a la casa del comandante, en donde sin duda cayó intentando huir. Fueron presos el padre del mismo cura, D. José Antonio Ptrez, los coroneles D. José Manuel Gomez y D. Pablo Covarrubias, D. Pedro del Castillo, guardia de corps del cura Hidalgo, varios eclesiásticos y ciento veinticuatro indios, que para mayor seguridad fueron puestos a bordo de la fragata Princesa, miéntras llegaba Cruz (24). Este, despues de haber hecho sacar de las barrancas la artillería que dejó en ellas Mercado, trabajando en ello con gran empeño la tropa, a la que habia logrado entusiasmar tanto, que sufrian los soldados con gusto las mayores fatigas, estimulándose unos cuerpos a otros a la voz de viva el Rey, llegó a Tepic el 8 de Febrero y fue recibido con las mayores demostraciones de júbilo; dirigió inmediatamente una proclama a los habitantes, manifestándoles su satisfacCÍon al ver el entusiasmo con que se habian apoderado de la artillería y jefes de los insurgentes; dábales las gracias por ello en nombre del Virrey, y exhortaba a los que hubiesen tomado parte en la revolucion, a usar del indulto que habia hecho publicar al mismo tiempo. Mandó poner en arresto a los oficiales que firmaron la capitulacion de S. Blas y dió órden para que se les instruyese causa; reunió a los vecinos principales para tratar de las medidas de defensa; dejó en el mando a Valdes, y reorganizó la primera division de milicias del Sur, dejando en aquel punto los cinco cañones de a 4, últimamente tomados a los insurgentes con la competente dotacion de municiones; nombró los empleados civiles y de rentas, recayendo la eleccion en los sujetos de mejor nota, y cuidó de que se recogiese todo lo aprehendido a los insurgentes, restituyendo a sus dueños los efectos que acreditaron pertenccerles, quedando el vecindario contento con estas providencias.

Sentenció a muerte a varios de los jefes independientes que fueron aprehendidos, los que fueron ahorcados y entre ellos D. Juan José Zea, coronel nombrado por Hidalgo, que era uno de los comisionados para los degüellos de españoles en Guadalajara (25).


Notas

(1) Así lo dijo Calleja al Virrey en carta reservada de 30 de Enero, extractada por Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 160.

(2) Segun el estado formado por el jefe de artillería del ejército real D. Ramon Díaz de Ortega, que se publicó unido al detalle de la accion, el número y calibre de piezas tomadas a los insurgentes, es como sigue: quince pedreros de 3/4, 2 y 3: treinta y siete piezas de a 4; una de a 6; dieciocho de a 8; catorce de a 12; una de a 16 Y otra de a 24, y otras ocho de las fundidas en Guadalajara, que no se pudieron reconocer por estar desbarrancadas en una barranca profunda, que hacen en todo noventa y cinco. Tomóse también gran número de balas de cañon, que no siendo útiles para la artilIería del ejército real, se dejaron enterradas con los cañones fundidos por los insurgentes que se inutilizaron.

(3) Este soldado mostraba en Guadalajara una cartera que habia cogido del cadáver. D. Carlos Bustamante atribuye, sin prueba alguna, la muerte de Flan, al mismo Lino, que incitó al pueblo de Guanajuato para los asesinatos de los europeos en Granaditas.

(4) Esta funcion fúnebre se celebró el 11 de Febrero.

(5) La relacion nominal de muertos y heridos de cada cuerpo, se publicó en el parte de Calleja, en lo que no cabia ocultacion.

(6) Bustamante, Cuadro histórico, t. 1°, fol. 188, y lo he oido referir a otros.

(7) Relacion particular de lo que hizo la Columna de granaderos.

(8) La ha publicado Bustamante, Cuadro histórico, t. 1°, fol. 159, y Campañas de Calleja, fol. 82, sacándola de la secretaría del virreinato, en el expediente respectivo.

(9) Comunicacion de Calleja a Venegas, que se halla en el expediente respectivo, impreso por Bustamante. Campañas de Calleja, fol. 95.

(10) El Virrey habia dejado a la prudencia de ambos arreglar como habia de quedar el mando, y en carta de 25 de Enero le dice a Cruz: Me he enterado por el mismo (parte) de que en el instante de su llegada entregó V. S. el mando de sus tropas al Sr. brigadier D. Félix Calleja, con lo que ha dado V. S. la prueba más convincente de su conducta, y de que nada ama tanto como el buen servicio del Rey, que considera V. S. podrá conseguirse mas facilmente, estando todas las tropas bajo el mando de aquel jefe, aunque de menos antigüedad de grado que V. S.

(11) Dueños ya de la ciudad los insurgentes, me propusieron el empleo de capitan general: no solo ofrecí el cuello antes de admitirlo, sino que les dije que me degollasen primero que volverme a hacer la proposicion. Carta de Abarca a Calleja. Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 101.

(12) Bustamante, que tiene el empeño de persuadir que los principales jefes españoles estaban penetrados de la justicia de la independencia, y propendian a hacerla. Campañas de Calleja, fol. 101.

(13) Las noticias que adquiero acerca del Sr. Abarca, me confirman cada vez mas en el concepto que manifesté a V. E. anoche, de que su conducta ha sido débil, vacilante y poco correspondiente al carácter y representacion de un jefe, que debia haber sostenido a costa de su misma vida los deberes del honor, y los intereses del soberano. Oficio de Calleja a Venegas en S. Pedro, 20 de Enero de 1811, a las diez de la noche. Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 102.

(14) Abarca estaba casado con una hija del Dr. Velasco de la Vara.

(15) Gaceta de 29 de Enero, t. 2°, núm. 14, fol. 95.

(16) Gaceta de 5 de Febrero, t. 2°, núm. 16, fol. 107.

(17) Idem, idem, fol. 109 y 110.

(18) Gaceta de 22 de Marzo, t. 2°, núm. 35, fol. 216.

(19) Bustamante, Campañas de Calleja, fol. 103.

(20) Gaceta extraordinaria de 10 de Febrero, t. 2°, núm. 20, Col. 129.

(21) Parte de Cruz fecho en Ixtla el 3 de Febrero, inserto en la misma Gaceta. Bustamante atribuye la marcha de Cruz sobre S. Blas, al empeño de coger un cofrecito con alhajas que Mercado llevaba; y fue tal su Cortuna que Mercado al retirarse a S. Blas, le dejó el tal cofrecito con su artillería, y así cayó en poder de Cruz. ¿Risum teneatis?

(22) Partes de Valdes y García a Cruz, Gaceta citada.

(23) Parte de Cruz, id.

(24) Parte del cura Verdin a Cruz, Gaceta extraordinaria de 12 de Febrero, núm. 22, fol. 142.

(25) Parte de Cruz al Virrey, de San Leonel a pocas leguas de Tepic, camino a Guadalajara, de 17 de Febrero, inserto en la Gaceta de 26 del mismo, núm. 28, fol. 178.

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