Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo I - Segunda parteCAPÍTULO II - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPITULO II
Primera Parte

Recibe el intendente de Guanajuato aviso de haber estallado en Dolores la revolución.- Alármase la ciudad.- Junta de las autoridades y de los vecinos.- Disposiciones para la defensa.- Descripción de Guanajuato.- Alhóndiga de Granaditas.- Descripción de este edificio.- Resuelve el intendente hacerse fuerte en él.- Traslada a la alhóndiga los caudales reales. Opiniones sobre la resolucion del intendente.- Opónese a ella el ayuntamiento.- Contestación del intendente.- Acopio de víveres.- Fortifícase la alhóndiga.- D. Gilberto Riaño dirije las fortificaciones.- Frascos de azogue convertidos en granadas.- Abolicion de los tributos.- Revista.- Marcha Hidalgo a Guanajuato.- Intima la rendición.- Contestación del intendente.


El intendente de Guanajuato recibió el dia 18 de Septiembre a las once y media de la mañana, el aviso que le mandó D. Francisco Iriarte desde la hacienda de S. Juan de los Llanos inmediata al pueblo de S. Felipe, de todo lo ocurrido en Dolores en la mañana del 16, y creyendo que Hidalgo marcharia sin demora sobre la capital de la provincia, luego que le llegó aquella noticia, bajó al cuerpo de guardia que estaba a la puerta de las casas reales, reunió a los soldados y mandó tocar generala.

Sobrecogióse de terror con esta alarma aquella ciudad opulenta y pacífica, afligida entónces por la muerte de uno de sus mas benéficos vecinos, a quien acababa de darse sepultura (1); cerráronse las casas y el comercio; acudieron a la intendencia el batallón de infantería provincial que se habia puesto sobre las armas por aquellos dias, los vecinos principales, todo el comercio, la minería y tambien la plebe, armados de prisa con las armas que en la ocasion habia podido cada uno procurarse.

Ignoraban todos la causa de aquella novedad, y el intendente, informándoles que el cura de Dolores se habia levantado con la gente de aquel pueblo y marchaba sobre la ciudad, dispuso que se presentasen en el cuartel del batallón provincial los paisanos decentes que tenian armas y que la plebe volviera a sus ocupaciones, estando pronta a acudir a la defensa cuando se tocase la generala (2).

En la tarde de aquel dia el intendente convocó una junta a que asistieron el ayuntamiento, los prelados de las religiones y los vecinos principales. En ella leyó los informes que habia recibido y por los cuales creia ser atacado, y agregó que dentro de pocas horas su cabeza rodaria por las calles de la ciudad.

El mayor Berzabal y algunos individuos del ayuntamiento, le propusieron que marchase inmediatamente con el batallón provincial y los vecinos armados (3) a atacar al cura que no habia podido reunir todavía mucha gente; pero este consejo, que el éxito hizo ver que hubiera sido el mas acertado, pareció por entónces peligroso, no teniendo conocimiento del número y clase de gente que seguia al cura, y cuando para ello era preciso dejar con poco resguardo los caudales públicos que estaban al cuidado especial del mismo intendente.

Resuelto por tanto este a defenderse dentro de la ciudad, mandó cerrar las calles principales con parapetos de madera y fosos, formando un recinto que comprendia la plaza y la parte mas importante de la poblacion.

Los paisanos armados, tanto españoles como americanos unidos al batallón de infantería, hacian todas las fatigas del servicio, y se situaron destacamentos que observasen y defendiesen las entradas mas conocidas, especialmente en los caminos de Santa Rosa y Villalpando, que por la Sierra conducen a Dolores y San Miguel, poblaciones que por aquel rumbo no distan mas que diez o doce leguas de la capital.

Dió tambien órden para que se pusiesen sobre las armas y acudiesen a la ciudad, los escuadrones del regimiento de caballería del Príncipe de los pueblos inmediatos, y mandó expresos haciendo conocer su posicion y pidiendo prontos auxilios al Virrey, al comandante de la brigada de S. Luis, Calleja y al presidente de Guadalajara.

Está acentada la ciudad de Guanajuato en el fondo de un profundo y estrecho valle, dominado por todas partes por elevadas y ásperas montañas. El cerro de S. Miguel, en cuya cumbre se forma una pequeña llanura que se llama de las carreras, por hacerse en ellas las de caballos en los dias de festividades populares (4); lo cierra al Sur y por el Norte el del Cuarto, que trae este nombre de haber estado allí en tiempos antiguos, el cuarto o pierna de un malhechor ejecutado por la justicia.

Al Oriente de la ciudad tiene prindpio un arroyo o torrente seco, excepto en tiempo de lluvias, en el cual crece considerablemente con las vertientes de los cerros, y en su curso tortuoso entre las casas de la poblacion, parece que va arrastrando a estas en desórden; júntase al poniente con otro arroyo que nace en los cerros en que están situadas las minas, que siguen una línea de N. O. a S. E. con respecto a la ciudad y a corta distancia de esta.

La estrechura y escabrosidad del sitio hace que haya muy pocas calles, cuyo piso y latitud permita que rueden en ellas coches; la plaza misma, de una figura muy irregular, apénas tiene un corto espacio llano, ocupando lo demas de ella la cuesta o subida que se llama del marques, y el resto de la poblacion se halla como trepada en los cerros, siendo muy comun que la puerta de una casa venga a quedar al piso de la azotea de su vecina.

Hay, no obstante estos inconvenientes, hermosos edificios, en cuya disposicion se admira la habilidad con que los arquitectos han luchado con las dificultades del terreno, y la economía con que han sabido aprovechar los menores espacios útiles de este.

No hay mas entrada para carruages que la continuacion del mismo valle en que está formada la ciudad, el cual con el nombre de cañada de Marfil, sigue por espacio de una legua hasta el lugar así llamado, en el que viene a terminar la cuesta de Jalapita, y por esta el camino toma la direccion de los llanos de Cuevas, siguiendo el rio la de los campos de Silao a desembocar en el rio Grande, con el que sus aguas van a la laguna de Chapala y mar del Sur.

Toda esta cañada desde la ciudad hasta Marfil y mas adelante, estaba ocupada por las haciendas o ingenios para beneficios de los metales extraidos de las minas, y habia otras muchas en todos los puntos de las inmediaciones en que habia permitido el terreno construirlas.

La poblacion ascendia a setenta mil habitantes, inclusa la de las minas, de las cuales la de Valenciana, que habia estado por muchos años en no interrumpida prosperidad, tenia cosa de veinte mil.

Disfrutábase de grande abundancia; las gruesas sumas que cada semana se repartían en el pueblo, por pago de los trabajos de las minas y haciendas de beneficio, fomentaban un comercio activo, y los grandes consumos de mantenimientos para la gente y pasturas para el gran número de caballos y mulas empleados en las operaciones de la minería, habian, hecho florecer la agricultura en muchas leguas a la redonda. En la ciudad habia muchas casas ricas y muchas mas que gozaban de una cómoda mediocridad; el comercio estaba casi exclusivamente en manos de los europeos, pero muchas familias criollas se sostenian con desahogo en el giro de la minería, y todas eran respetables por la regularidad de costumbres y decoro que observaban. El pueblo, ocupado en los duros y riesgosos trabajos de las minas, era vivo, alegre, gastador, valiente y atrevido.

Una ciudad tan populosa, situada entre las breñas de los cerros, y que se ha comparado con propiedad a un pliego de papel arrugado, no podia ser defendida sino por toda la masa de sus habitantes unidos, para lo que era menester contar con la plebe. Esta se habia manifestado bien dispuesta cuando el intendente hizo tocar generala el dia 18; acudió también en gran número armada de piedras, y ocupó los cerros, las calles, las plazas y las azoteas de las casas, en la madrugada del dia 20, cuando por aviso de la avanzada de Marfil se creyó que Hidalgo se acercaba, con lo que se dió la alarma, y el intendente con la tropa y paisanage armado salió por la cañada a encontrarlo. Sin embargo, aquel jefe creyó desde entónces observar que la disposicion de los ánimos estaba cambiada, y temió que la plebe de la ciudad se uniria a Hidalgo cuando este se presentase, con lo que varió su plan, reduciéndose a encerrarse en un punto fuerte que se pudiera sostener, miéntras era auxiliado por el Virrey o por las tropas de S. Luis Potosí que debia reunir Calleja.

Para asegurar la provision de maiz, alimento de primera necesidad para el pueblo y para las muchas bestias empleadas en las minas, pensó el intendente en construir una espaciosa alhóndiga, en que se pudiese conservar la cantidad bastante para el consumo de un año, evitando así también el inconveniente de las frecuentes alternativas del précio de esta semilla, causadas en especial por la dificultad de los caminos en tiempo de lluvias, y este pensamiento lo tuvo desde el año de 1783, que por la mucha escasez que en él hubo, es conocido por el año de la hambre. Escojió para levantar este edificio un sitio a la entrada de la ciudad, en la loma en que termina hacia el poniente el cerro del Cuarto, que es el punto donde se juntan el rio que atraviesa la poblacion y el que baja de las minas, que por el nombre de una de ellas se llama de Cata. Riaño en esta construccion, quiso manifestar no solo su próvido cuidado para el abastecimiento de la capital de la provincia que gobernaba, sino tambien sus conocimientos y buen gusto en la arquitectura.

Es la alhóndiga un cuadrilongo cuyo costado mayor tiene ochenta varas de longitud: en el exterior no tiene mas adorno que las ventanas practicadas en lo alto de cada troje, lo que le dá un aire de castillo o casa fuerte, y lo corona un cornisamento dórico, en que se hallan mezclados con buen efecto los dos colores verdioso y rojizo, de las dos clases de piedra de las hermosas canteras de Guanajuato. En el interior hay un pórtico de dos altos en el espacioso patio; el inferior con columnas y ornato toscano, y el superior dórico, con balaustres de piedra en los intercolumnios. Dos magníficas escaleras comunican el piso alto con el bajo, y en uno y otro hay dispuestas trojes independientes unas de otras, techadas con buenas y sólidas bóvedas de piedra labrada (5).

Tiene este edificio al oriente una puerta adornada con dos columnas y entablamento toscano, que le dá entrada por la cuesta de Mendizabal que forma el declive de la loma y se extiende hasta la calle de Belen, teniendo a la derecha al subir el convento de este nombre, y a la izquierda la hacienda de Dolores, situada en el confluente de los dos rios.

Al sur y poniente de la alhóndiga corre una calle estrecha que la separa de la misma hacienda de Dolores, y en el ángulo del nordeste viene a terminar la cuesta que conduce al rio de Cata, en la plazoleta que se forma en el frente del norte, donde está la entrada principal adornada como la del oriente, en la que tambien desemboca, frente al ángulo nordeste, la calle que se llama de los Pozitos y la subida de los Mandamientos, que es el camino para las minas.

El edificio tiene en el exterior dos altos por el lado del norte y parte de los de oriente, y poniente, y. en el resto de estos y en el lienzo del sur tres, requiriéndolo así el descenso del terreno; este piso mas bajo no tiene comunicacion con el interior y en el exterior, no hay mas que las puertas de las trojes que lo forman.

Por la descripcion que acabo de hacer de la alhóndiga de Granaditas, que tanta y tan funesta celebridad adquirió en esta ocasion, se echa de ver que este edificio, muy fuerte por su construccion, domina la entrada principal de la ciudad, pero que se halla dominado por el cerro del Cuarto, que continua desde aquel sitio elevándose al norte, y por el de S. Miguel que queda al sur, aunque a mayor distancia.

Este fue el punto en que el intendente resolvió defenderse, y en la noche del 24, sin que nadie llegase a entenderlo, hizo trasladar a él la tropa y paisanaje armado, todos los caudales reales, los municipales y todos los archivos del gobierno y del ayuntamiento. De las cajas reales se llevaron allí 309 barras de plata (6), ciento sesenta mil pesos en moneda de la misma y treinta y dos mil en onzas de oro; de los fondos de la ciudad, treinta y ocho mil pesos de las arcas de provincia, y treinta y tres mil de las de cabildo: veinte mil de la minería y depósitos, catorce mil de ia renta de tabacos y mil y pico de la de correos, haciendo todo una suma de mas de seiscientos y veinte mil pesos (7).

Al amanecer el dia 25 quedó sorprendida la poblacion viendo cegados los fosos, derribadas las trincheras, y sabiendo todo lo ocurrido en la noche precedente. La consternacion fue general, y viendo abandonada la ciudad, casi todos los europeos con sus caudales y muchos criollos, se recogieron y encerraron en la alhóndiga, con lo que puede regularse que la suma que allí se reunió en barras de plata, dinero, azogue de la real hacienda y objetos valiosos, no bajaba de tres millones de pesos. ¡Tan grande era la riqueza que entónces había en el pais, que una suma tan cuantiosa se reunia en pocos momentos en una ciudad de provincia!

El ayuntamiento de Guanajuato en la exposicion que dirijió al Virrey vindicando su conducta y la de aquel vecindario, atribuye a esta resolucion del intendente la pérdida de la ciudad y todas las desgracias que fueron consiguientes, pretendiendo que la plebe habria permanecido fiel y resuelta, y que su espíritu no vino a variar, hasta que notando que se desconfiaba de ella, comenzó a decir que los gachupines y señores querian defenderse solos, dejándola abandonada al enemigo, con lo que en grupos se fue dispersando por los barrios y cerros.

El mayor Berzabal, hombre de conocimientos y práctica militar, desaprobó la resolucion y juzgando imposible sostenerse en la alhóndiga, escribió por aquellos dias a su mujer anunciando lo que iba a suceder, considerándose como destinado a morir víctima de la disciplina y subordinacion militar. No obstante, el brigadier D. Miguel Constanzó, director de ingenieros, a quien el Virrey Venegas pasó en consulta la exposicion del ayuntamiento, calificó por el contrario de juiciosa la resolucion del intendente, y pesando las dificultades que ofrecia la defensa de una ciudad populosa, sin tiempo para fortificarla y aprovisionarla convenientemente, juzgó que el intendente Riaño, meditando sobre todas estas circunstancias, se veria muy apurado para decidirse sobre el partido que mas le convenia tomar, y le pareció por último el ménos malo, concentrar en la alhóndiga las pocas fuerzas de que podia disponer para la defensa de lOs caudales de la real hacienda, del público, de particulares y de las personas que pudiesen o quisiesen reunírsele, lo que es conforme a la sana razon y a la máxima de sabios militares, que se reduce a conservar aquello que se puede defender, para no perderlo todo (8).

Pretendió el ayuntamiento que el intendente desistiesé de la resolucion que habia tomado, y con este objeto acordó celebrar un cabildo con asistencia de todos sus individuos, de los curas, prelados de las religiones y de los vecinos principales, invitando al intendente para que fuese a presidirlo a las casas consistoriales en la mañana del 25, pero se excusó por la fatiga de la noche anterior, proponiendo que la concurrencia se tuviese en Granaditas en aquella tarde.

Hízose así, y en ella tomaron la palabra el alférez real D: Fernando Perez Marañon, el regidor Do José María Septiem, los curas y otros muchos de los concurrentes, procurando persuadir al intendente a que repusiese las cosas en el estado en que estaban; que la tropa se volviera a sus cuarteles; que la ciudad se custodiase; que los caudales reales y municipales se restituyesen a su lugar; que él mismo ocupara las casas consistoriales y los vecinos las suyas, y que se procurara restablecer la confianza pública, pues de lo contrario eran de temer siniestros procedimientos en la plebe, y la ciudad indefensa y desarmada, seria segura presa de los invasores, sobre lo cual protestaron la responsabilidad y cargos que al intendente le resultasen.

Este, firme en su resolucion, contestó que por ningun motivo saldria de la alhóndiga; que en ella consideraba seguros los caudales reales que era su obligacion custodiar; que la tropa habia de permanecer en aquel lugar, y que aun la poca que estaba en la guardia principal y que patrullaba por la ciudad, se habia de recoger a la alhóndiga, y que la ciudad y sus vecinos se defendiesen como pudiesen.

Con tan resuelta contestacion, no quedaba ya lugar a nueva instancia (9).

Tomábanse entre tanto todas las medidas necesarias para poner la alhóndiga en estado completo de defensa y sostener en ella un sitio, que no debia ser largo, pues Calleja contestando a la nueva excitacion que Riaño le habia hecho el 23 para que viniese prontamente a su socorro, le exhortó a que se sostuviese, ofreciéndole con fecha del lúnes 24 que en toda la próxima semana estaria con sus tropas delante de Guanajuato, avisándole anticipadamente su aproximacion (10).

Ademas de cinco mil fanegas de maiz que en la alhóndiga habia, hizo llevar el intendente gran cantidad de harina y víveres de toda especie, y veinticuatro mujeres que hiciesen tortillas (11), con lo que sobraba para mantener por algunos meses de quinientos a seiscientos hombres que allí se habian reunido, no faltando tampoco agua, pues el edificio tiene en su patio un capacísimo algibe (12), que estaba en aquella sazon lleno, como que acababa de pasar la estacion de las lluvias.

Mas de treinta salas de mucha magnitud, todas cubiertas de bóveda, estaban llenas de comestibles, oro, plata en barras y en moneda, azogue y otros efectos de valor.

Construyéronse tres trincheras para cerrar las avenidas principales que conducen a la alhóndiga: la una al pié de la cuesta de Granaditas entre el convento de Belen y la hacienda de Dolores, y en esta última se colocó un fuerte destacamento de europeos armados, tanto para sOstener aquella trinchera, cuanto para impedir que el enemigo, haciéndose dueño de la hacienda, hostilizase desde ella a la alhóndiga; otra trinchera cerraba las bocas calles de los Pozitos y subida de los Mandamientos, y la última cortaba la cuesta del rio de la Cata. Todas estas disposiciones las dirigia D. Gilberto de Riaño, hijo mayor del intendente, que con el grado de teniente, servia en el regimiento de línea fijo de México y se hallaba entónces con licencia en casa de su padre, el cual respetaba mucho sus conocimientos en estas materias, por el empeñoso estudio que este bizarro jóven habia hecho de las obras del marques de Santa Cruz y otros autores militares; tiénese entendido que la resolucion de abandonar la ciudad y concentrar la defensa en solo la alhóndiga, provino del D. Gilberto e invencion suya fue transformar en granadas de mano los frascos de azogue. Son estos unos cilindros de fierro colado de un pié de alto y seis pulgadas de diámetro, con una boca estrecha, cerrada con tornillo (13) llenábanse de pólvora y metralla, practicando un agujero estrecho por donde pasaba la mecha, para darles fuego en la ocasion.

Recogiéronse a la alhóndiga todas las armas y municiones que en la ciudad habia, y se cerró con pared de adobes la puerta del oriente, no quedando mas entrada que por la principal, que como se ha dicho mira a la plazoleta que está al norte.

Para volver a ganar si era posible los ánimos de la gente del pueblo, hizo el intendente publicar con mucha solemnidad un bando en la mañana del 26, aboliendo el pago de tributos. Esta gracia, coricedida como antes se ha visto (14) por la regencia desde 26 de Mayo, no se habia llevado a efecto con motivo o pretexto de formar expediente para su éjecucion, y en las circunstancias en que se publicó, no solo fue vista con frialdad, sino que en la plebe de Guanajuato fue tenida por conceSion del miedo y dió lugar a burlas y chistes, que acabaron de decidir el espíritu de la muchedumbre de una manera funesta para el gobierno.

En los momentos de una revolucion, las providencias más benéficas fuera de la oportunidad, producen un resultado enteramente contrario al que se desea.

En la tarde del 27 hizo muestra el intendente de las fuerzas que estaban a sus órdenes. Dejando en la alhóndiga una corta guarnicion de paisanos armados, marchó a la plaza y formó en ella en batalla el batallon de infantería provincial con cuatro compañias, pues la de granaderos estaba en la columna de estos en México; mandábalo el capitan de la primera compañía D. Manuel de la Escalera, (e) porque su comandante el teniente coronel Quintana (e) estaba enfermo en Leon; pero el jefe que tenia el mando efectivo, era el bizarro mayor D. Diego Berzabal, natural de Oaxaca, uno de los militares que mas honor han dado a las armas hispano-americanas.

La fuerza de este cuerpo llegaba escasamente a trescientos hombres, y alternaban entre sus filas las de los paisanoS armados, casi todos europeos, que formaban una compañía agregada al mismo cuerpo, lo que hacia en todo unos quinientos hombres. Acompañaban a la infantería dos compañías del regimiento de caballería del Príncipe, venidas de Irapuato y Silao, únicas que habian podido reunirse en tan pocos dias; su fuerza no pasaba de setenta dragones mal montados, y las mandaba el capitan D. José Castilla. (e) La vista de tan corta fuerza, debió servir sin duda de nuevo estímulo a la plebe para abandonar la causa del gobierno.

Hidalgo, desistiendo por entónces de todo intento sobre Querétaro, que se habia puesto en estado de defensa tal que le quitaba toda esperanza de tomar aquella ciudad, revolvió desde Celaya sobre Guanajuato, aumentando a cada paso la multitud que le seguia.

Riaño conocia bien toda la dificultad de la posicion en que se encontraba. Los pueblos, decia a Calleja el 26, se entregan voluntariamente a los insurgentes. Hiciéronlo ya en Dolores, San Miguel, Celaya, Salamanca, Irapuato; Silao está pronta a verificarlo. Aquí cunde la seduccion, faltó la seguridad, faltó la confianza; yo me he fortificado en el parage de la ciudad mas idóneo, y pelearé hasta morir, si no me dejan con los quinientos hombres que tengo a mi lado. Tengo poca pólvora, porque no la hay absolutamente, y la caballería mal montada y armada sin otra arma que espadas de vidrio (15) y la infantería con fusiles remendados, no siendo imposible que estas tropas sean seducidas; tengo a los insurgentes sobre mi cabeza; los víveres están impedidos; los correos interceptados. El Sr. Abarca trabaja con toda actividad, y V. S. y él de acuerdo vuelen a mi socorro, porque temo ser atacado de un momento a otro. No soy mas largo porque desde el 17 no descanso ni me desnudo, y hace tres dias que no duermo una hora seguida (16).

Tal era la angustia de espíritu y la fatiga de cuerpo que aquel jefe sufria en tan apuradas circunstancias (17).

El desaliento habia entrado en los europeos, muchos de los cuales abandonaron la ciudad dirigiéndose a Guadalajara, y lo mismo hicieron los que estaban en las avanzadas de la sierra, en los puntos de Santa Rosa y Villalpando, que quedaron desamparados.

El viérnes 28 de Septiembre antes de las nueve de la mañana, se presentaron en la trinchera de la calle de Belen D. Mariano Abasolo, a quien Hidalgo habia dado el empleo de coronel, y D. Ignacio Camargo, que tenia el de teniente coronel (18), con una comunicacion del mismo Hidalgo, dirigida al intendente desde la hacienda de Burras, cinco leguas distante de la ciudad, intimándole se rindiese y entregase a todos los españoles que con él estaban, cuyos bienes habian de ser ocupados, hasta que se hiciesen en el gobierno las modificaciones que el mismo cura creyese necesarias, para lo que estaba autorizado por haber sido proclamado Capitan general de América por cincuenta mil hombres, en los campos de Celaya (19).

El intendente hizo contestar a los comisionados, que necesitaba consultar para resolver, con lo que Abasolo se volvió a encontrar a Hidalgo que venia entre tanto adelantando sobre la ciudad, y se hallaba cerca de ella en la cañada de Marfil; Camargo, con los ojos vendados y demas precauciones establecidas en tales casos, fue llevado a la alhóndiga, en la que se le trató con obsequio y consideración.

Hizo formar el intendente sobre la azotea del edificio separadamente a los europeos armados y al batallón provincial; leyó a los primeros la intimacion de Hidalgo y les preguntó cual era 'su resolucion; permanecieron por un rato mudos, sin atreverse a contestar a una pregunta que envolvia en sí su vida, libertad e intereses, hasta que D. Bernardo del Castillo (20), que habia sido nombrado capitan de la compañía que con ellos se formó, respondió con indignacion, que no habiendo cometido crímen alguno, no podian someterse a perder su libertad y bienes, y que para defender uno y otro, debian resolverse a pelear hasta morir o vencer; todos aplaudieron y repitieron estas últimas palabras.

Y mis hijos del batallon, dijo entónces el intendente, dirigiendo a este la palabra, ¿podré dudar si están resueltos a cumplir con su deber?

A la voz de Berzabal, los soldados contestaron con la aclamacion unánime de Viva el rey.

Contando así con la resolucion de la tropa y paisanaje armado, el intendente, con la misma serenidad con que hubiera despachado un negocio ordinario, puso la siguiente contestacion:

El intendente de Guanajuato y su gente, no reconocen oiro Capitan general que al Virrey de Nueva España, ni mas modificaciones en el gobierno, que las que acordaren las cortes reunidas en la península (21).

Hidalgo, al pie de su comunicacion oficial, recordando su antigua amistad con el intendente, le ófrecia un asilo para su familia en un caso desgraciado; Riaño le contestó que se lo agradecia, y que no obstante sus opuestas opiniones, lo admitia si fuese necesario (22).

Entónces dirigió su última comunicacion a Calleja diciéndole:

Voy a pelear, porque voy a ser atacado en este instante; resistiré cuanto pueda porque soy honrado; vuele V. S. a mi socorro ... a mi socorro.

Guanajuato 28 de Septiembre, a las once de la mañana (23).

Distribuyó Riaño su tropa para recibir al enemigo, colocando una parte del batallon y paisanos armados en la azotea de la alhóndiga; las trincheras se encargaron a destacamentos del batallón y la hacienda de Dolores a los paisanos; puso en la puerta de la alhóndiga una fuerte guardia y una reserva en el patio; la caballería del regimiento del Príncipe quedó en la bajada al rio de la Cata.

Parece que el plan del intendente era, dejar en la alhóndiga al capitan Escalera con la fuerza suficiente para sostener el puesto, y salir él mismo con el mayor Berzabal, la reserva y la caballería, a atacar a los insurgentes en los puntos desde donde mas daño hiciesen y de los que conviniese desalojarlos; plan ciertamente de muy aventurada ejecucion, con el corto número de tropa de que se podia disponer y por los puntos difíciles en que se habia de situar el enemigo, pero que no parece dudoso el que se formó, pues sin esto, no habria tenido objeto ninguno el tener la caballería en el paraje en que la situó.


Notas

(1) D. Martin de la Riva, amigo íntimo del intendente, cuya muerte repentina se atribuyó a la afliccion que le causó el conocimiento que por el intendente tenia, de la revolucion que amenazaba tan próximamente.

(2) Todo lo relativo al ataque y toma de Guanajuato lo refiero por haberlo visto yo mismo, y por informes de personas fidedignas que en todo estuvieron. Yo tenia entonces diez y ocho años, y de todos aquellos sucesos conservo muy fresca la memoria. Tengo tambien a la vista la relacion que publicó aquel ayuntamiento, con el título de Pública vindicacion del ilustre ayuntamiento de Santa Fé de Guanajuato, justificando su conducta moral y política en la entrada y crímenes que cometieron en aquella ciudad, las huestes insurgentes agabilladas por sus corifeos Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. Impresa en México por D. Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1811. Poseo ademas varias noticias manuscritas muy circunstanciadas; formadas por sujetos de crítica, verdad e imparcialidad, y que por lo mismo merecen todo crédito.

(3) Vindicacion del ayuntamiento, fol. 110.

(4) Estas festividades son el dia de Santiago y el de S. Ignacio, patron de la ciudad.

(5) Mi padre, no obstante la amistad que tenia con el intendente, desaprobaba la construccion de este edificio, pareciéndole preferible que los fondos que en él se invirtieron, procedentes de una contribucion de dos reales en cada carga de maiz que se introducia en Guanajuato, se gastasen en hacer el camino que despues se ha empezado por los cerros al norte de la cañada, para evitar el tránsito por esta, harto peligroso en tiempo de aguas, que fue el objeto con que la contribucion se impuso, y censurando con agudeza el demasiado lujo de arquitectura y ornatos, decía que el Sr. Riaño estaba haciendo un palacio para el maiz.

Hay en esta nota una invitación al lector del libro en papel, para que vea un grabado en el que se reproduce la alhóndiga. Nos hemos permitido suprimir esta pequeña introducción de la nota, por considerarla del todo superflua, habida cuenta de que en esta edición cibernética no incluimos ese grabado, por considerarlo carente de importancia. Aclaración de Chantal López y Omar Cortés.

(6) El peso de una barra de plata es 135 marcos, y su valor se regula en 1.100 pesos segun su ley.

(7) Exposición del ayuntamiento, fol. 14. El intendente llevó tambien a Granaditas su familia y muebles, pero habiendo caido enfermo su nieto, entónces recien nacido, salió la familia a casa de los Septienes, con uno de los cuales, D. Miguel, estaba casada su hija Doña Rosa. El niño que dió motivo a esta variacion, es D. Pio Septiem, que es actualmente ensayador de la casa de moneda, y catedrático de química en el colegio de Guanajuato.

(8) Informe de Constanzó al fin de la exposicion del ayuntamiento, fol. 74.

(9) Exposición del ayuntamiento, fol. 17 a 21.

(10) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 25, observa que el correo de Riaño salió de Guanajuato el 23 a la una de la tarde, y la contestación de Calleja partió de S. Luis el 24 a las once de la noche, admirando con razón esta celeridad de comunicaciones.

(11) Por si esta obra se leyere fuera de la República, debo advertir, que por tortillas se entiende: el pan de maiz, que se dispone moliendo este mojado, y haciendo con esta masa tortas delgadas, que en mexicano se llaman tlaxcalli (de donde viene el nombre de la ciudad de Tlaxcalla, tierra de pan), las que se cuecen sobre la lumbre en sartenes de barro llamados comales.

(12) No habiendo en Guanajuato mas agua para beber que la que se recoje en presas que hay en las cañadas, o la de dos o tres ojos pequeños y distantes, en todas las casas de alguna capacidad hay algibes, en donde se deposita la que cae de las azoteas y alcanza para todo el año.

(13) Antes se envasaba el azogue en badanas fuertemente atadas en la boca, formando una bolsa, de las que se ponian tres en cada cajon. Muchas se rompian o soltaban, de lo que se originaba mucha pérdida, por lo que se les substituyeron los frascos de fierro.

(14) Bustamante, Cuadro histórico, tom. 1°, fol. 27, dice que el pago del tributo y el servicio forzado del desagüe en las minas, predispusieron a aquel pueblo, para que tomase una extraordinaria venganza de sus opresores. Esta predisposicion debia por tanto ser antigua, y entónces no puede explicarse cómo ese pueblo se mostró tan bien dispuesto a sostener al intendente, cuando se tocó la generala el dia 18. Fue pues posterior y solo causada por el incentivo del saqueo, que el pueblo empezó a contar por seguro, luego que supo lo acontecido en Dolores y San Miguel. Es tambien digno de notarse, que la única mina en que habia entónces trabajo forzado del desagüe era la de Rayas, cuyos dueños eran todos mexicanos, y debiendo ser estos considerados como los que ejercian aquella opresion, no fue sobre ellos sobre quienes recayó la venganza. A este género de trabajo que se llamaba la botilla porque con estas se hacia el desagüe a mano, eran condenados los vagos y los que merecian aIgun castigo ligero, y se cuidaba de que permaneciesen en este servicio un corto número de dias, para que no se enfermasen. Hoy que se trabaja la mina de la Luz que está en mucha prosperidad, y en la que se contrae la enfermedad llamada de maduros, la misma que se contraía en algunas labores de Rayas, sobra gente voluntaria que trabaja hasta enfermarse gravemente, lo que ha obligado a los dueños de aquella negociacion a poner un hospital en Silao, y a mandar muchos enfermos a curarse a México.

(15) Era muy malo el armamento del regimiento del Príncipe rompiéndose las espadas con facilidad, a lo que alude esta expresion del intendente.

(16) Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, Col. 24, copia esta carta que existe en el archivo general, entre los papeles del antiguo virreinato, en la carpeta de comunicaciones de Calleja.

(17) En uno de los dias en que el intendente estaba disponiendo la defensa de la ciudad, fue a ver a la madre del autor, viuda hacia año y medio, diciendo que estaba abatido de fatiga y que iba a descansar un momento. Al despedirse le dijo, que habia cumplido ya con lo que debia a Dios, habiéndose dispuesto en aquel dia para morir como cristiano, recibiendo los sacramentos; que le faltaba cumplir con lo que debia al Rey, y que lo cumpliria con fidelidad. indicando en sus palabras y sensibilidad con que las dijo, que creia morir en el ataque que se preparaba. Con estas convicciones, ¿cómo no resolvió marchar a S. Luis con la tropa y caudales, en lo que no habría habido dificultad alguna?

(18) En su causa, que está unida a la de Abasolo, dice Camargo que él tambien era coronel, pero que "emulando Abasolo este grado, para desempeñar esta comision, se quitó Camargo uno de los tres galones de la manga, que constituian la divisa de este empleo.

(19) El texto de esta intimación es el siguiente, segun me ha sido comunicado por D. Benigno Bustamante, testigo presencial de todo.

He sido electo capitan general de América en los campos de Celaya, al frente de cincuenta mil hombres. Con esto verá V. S. que tengo autoridad suficiente para intimarle me entregue todos los españoles que con V. S. se hallan encerrados en esa alhóndiga, ocupando por ahora sus intereses, y hasta las modificaciones que pienso hacer en el gobierno.

Dios guarde a V. S. muchos años.

Cuartel general de Burras.
Septiembre 28 de 1810.
Miguel Hidalgo y Costilla, Capitan general de América.

Sr. intendente, etc.

Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 28, agrega a esto variando la redaccion, que Hidalgo decia en el oficio, que por el nombramiento de general estaba bastantemente autorizado para proclamar la independencia que tenia meditada, y para la cual eran un obstáculo los europeos. La sola palabra independencia basta para demostrar la inexactitud de este relato, pues Hidalgo ocultaba este intento cuidadosamente, y nunca tomaba en boca públicamente esta voz.

(20) Padre de D. Pedro Fernandez del Castillo, actual ministro de la tesorería general, y que lo ha sido de hacienda.

(21) Copia que me ha franqueado D. Benigno Bustamante.

(22) Así lo dice D. Carlos Bustamante, Cuadro histórico tomo 1°, fols. 28 y 29. Creo recordar haberlo oido decir en Guanajuato en aquellos dias.

(23) D. Carlos Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 25, con referencia a documento existente en la secretaría del virreinato.

Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítulo I - Segunda parteCAPÍTULO II - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha