Indice de la edición cibernética Rebelde en el paraiso yanqui. La vida de Emma Goldman, una anarquista rusa de Richard DrinnonCapítulo trigésimosegundo - España: La cima de la montañaApéndice - Videos: Ejecución de León Czolgosz - Entrevista a Emma Goldman en 1934 - Documental Emma Goldman: Una mujer sumamente peligrosa Biblioteca Virtual Antorcha

Rebelde en el paraiso Yanqui.
La vida de Emma Goldman, una anarquista rusa
Richard Drinnon
Capítulo trigésimotercero
Hasta el último aliento



Era lógico pensar que había llegado el momento en que Emma Goldman se sentaría por fin en una mecedora a descansar en alguna agradable casita de no importa dónde.

Pero en el otoño de 1939, poco después de estallar la guerra imperialista contra la cual había jurado luchar, cuatro de sus amigos italianos de Toronto fueron acusados de tener en su posesión literatura subversiva y detenidos en cumplimiento de un nuevo decreto de defensa nacional. Sin vacilar, retornó a la palestra, organizó una comisión, contrató los servicios de un verdadero as como abogado defensor y contribuyó a lograr que se retiraran las acusaciones contra tres de los muchachos.

¿Cómo podía quedarse tranquilamente cruzada de brazos frente a la confabulación de la escuadra antirroja y a la maligna fuerza policial de este país? (1)

¡Habían vuelto los viejos tiempos de los Estados Unidos!

El cuarto italiano, Arthur Bartoletti, debía responder al cargo de ser un extranjero en cuyo pbder se habían encontrado armas ofensivas.

Anteriormente, Bartoletti, antifascista militante, había revelado la existencia de una escuela fascista en Winder. Emma estaba convencida de que ésta era la verdadera causa de la detención y temía que lo deportaran a Italia, lo cual significaría una muerte casi segura.

Organizó una comisión para salvar a Bartoletti y apeló a sus amigos de los Estados Unidos. Casi exhausta por esta última campaña, le escribió a una amiga, de modo bastante incoherente:

estuve sentada ante mi máquina (de escribir) día (s) y hasta medianoche bombardeando a nuestros italianos y españoles de Nueva York y de otras ciudades, para pedirles dinero.

Pocos días más tarde admitía, a otro amigo, que estaba casi agotada por la lucha que he estado librando casi sin ayuda de nadie (2).

Aunque sus esfuerzos fueron quizá decisivos para la salvación de los jóvenes italianos, se había exigido demasiado y había desgastado casi toda su maravillosa y aparentemente inagotable energía.

En enero de 1940, decía en una carta que uno de aquellos muchachos estaba enfermo y que ella iba todos los días al lugar donde vive para tomarle la temperatura y proporcionarle los debidos cuidados (3).

Su corazón, que ya había dado muestras inequívocas de debilitamiento, comenzó a provocarle serios trastornos. Pese a ello, subía las escaleras para llegar a la habitación de su camarada enfermo, y hasta iba caminando a tomar el tranvía que la llevaba a las reuniones.

Tal como lo deseó siempre, partió de esta vida luchando.

El 17 de febrero de 1940 sufrió un ataque y falleció el 14 de mayo del mismo año.

El 18 de ese mes se cumplió uno de sus mayores anhelos: retornar a la tierra de sus amores.

El Servicio de Inmigración y Naturalización permitió que llevaran sus restos a los Estados Unidos para ser enterrados en el Cementerio Waldheim de Chicago, donde descansan cerca de las tumbas de sus camaradas de Haymarket.

2

Emma Goldman, la mujer, no carecía de defectos. Tenía algo de prima donna: un modo imperioso que desarmonizaba lastimosamente con sus principios anarquistas y, en ocasiones, una increíble insensibilidad respecto de los sentimientos de los demás.

Bien había dicho Berkman que no era fácil vivir con ella.

Muy exacta fue la observación de Tom Bell, cuando señaló que un viejo amigo de Emma Goldman podría confeccionar una asombrosa lista de las cosas que ella no deberia haber hecho:

Este amigo podría hablar de las innumerables oportunidades en las que ella se había mostrado impaciente, irritable, irrazonable, injusta, totalmente equivocada; de las veces que había hecho notar bien que tenía sistema digestivo y órganos sexuales, que le molestaban el hígado o los oídos; de las incontables ocasiones en que atacó sin motivo, dijo lo que no debía y no quiso atender razones. Y así muchas otras cosas.

Al igual que la mayoría de los seres humanos, distaba mucho de ser un ángel. Pero también estaba en lo cierto Bell cuando añadió que ese mismo viejo amigo

Tampoco podría olvidar las veces que ella fue paciente y cariñosa con individuos pesados e insoportables a quienes sabía camaradas sinceros, las veces que fue generosa y amplia, que mantuvo su presencia de ánimo en medio del tumulto. Asimismo recordaría las oportunidades en que, pese a todo, se mostraba alegre y amistosa, y era capaz de compartir las bromas, aunque las mismas se refirieran a ella ... Jamás, ni una sola vez, nos falló en momentos de crisis, y era entonces cuando, infaltablemente, mostraba toda su estatura de gran mujer (4).

Quizá el hecho de que su carrera estuviese jalonada por una gran cantidad de crisis, sea la razón de que los estudios sobre Emma Goldman, su autobiografía inclusive, parezcan exagerar sus dimensiones: durante todos los períodos críticos alcanzó cimas extraordinarias.

El hecho de que Emma rayara siempre a gran altura en las crisis, explicaría su desusada capacidad para la amistad. Su correspondencia revela que mantenía contacto con gran variedad de personas, desde distinguidos escritores hasta parias sociales y presos. Imaginamos que todos ellos veían en Emma, además de una mujer valerosa y enérgica, un alma de ilimitada compasión. Tal como, lleno de asombro, observó Henry Alsberg:

Usted ha protegido a tantos indefensos y desamparados (física y espiritualmente), ha sido una madre para tantos fieles amigos sin preguntarles nada ni exigirles explicación alguna ... (5).

Aunque su pensamiento político-social nunca fue original, sus ideas formaron parte integral de su vida y le dieron fuerzas para alcanzar la cumbre. Donde más se equivocó fue en su posición respecto de la violencia.

Aun después de reconocer que desde el punto de vista ético, son censurables los actos de violencia individual, en ningún momento, ni siquiera al final de su vida, abandonó la ilusión de que la violencia en gran escala -en este caso la acción defensiva de sus camaradas españoles- serviría para traer al mundo la paz, la libertad y la justicia con las que ella tanto había soñado.

Pese a todo, llegó más allá que la mayoría de sus contemporáneos cuando analizó y trató de solucionar honestamente el problema de la relación entre fines y medios; además, América y Europa se enriquecieron con su constante defensa de las verdades relegadas e impopulares.

Dondequiera los hallase, indefectiblemente combatió a los burócratas que no consideran al hombre como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar objetivos institucionales.

Se opuso a la conformidad sistematizada en los Estados Unidos y al terror organizado en Rusia. Diagnosticó, acertadamente, que los atenuantes, el determinismo y el historicismo desmayados que esgrimieron los liberales para excusar la opresión y las matanzas comunistas, eran una enfermedad moral. Criticó con justicia la ingenua fe de los liberales y socialistas en el Estado omnímodo, y su creencia de que las reformas económicas bastarían para arreglarlo todo.

Por cierto que sus intentos de espiritualizar la política, su menosprecio por quienes creían ciegamente en el mecanismo estatal, su enfática defensa de la necesidad de pequeños grupos como factor de equilibrio, contribuyeron a contrarrestar la ortodoxia prevaleciente en el campo político izquierdista.

Hasta su último aliento, libró una incansable batalla por la libertad individual. Los versos con que comienza el poema de Karl Shapiro, Muerte de Emma Goldman, por lo demás acertado y sensible, no dicen verdad: Emma murió triunfante. Hasta el final de sus días logró mantener una integridad única.



Notas

(1) EG a M. Eleanor Fitzgerald, 13-11-1939, BPNY, DEG.

(2) EG a M. Eleanor Fitzgerald, 13-11-1939, BPNY. DEG; a Harry Kelly, 17-11-1939, BPNY, DEG.

(3) EG a Liza Kadolsky, 26-1-1940, BPNY, DEG.

(4) Bell a AB, 23-2-1933, IIHS, AB.

(5) Alsberg a EG, 18-6-1929, IIRS, EG.
Indice de la edición cibernética Rebelde en el paraiso yanqui. La vida de Emma Goldman, una anarquista rusa de Richard DrinnonCapítulo trigésimosegundo - España: La cima de la montañaApéndice - Videos: Ejecución de León Czolgosz - Entrevista a Emma Goldman en 1934 - Documental Emma Goldman: Una mujer sumamente peligrosa Biblioteca Virtual Antorcha