Indice de la edición cibernética Rebelde en el paraiso yanqui. La vida de Emma Goldman, una anarquista rusa de Richard DrinnonCapítulo decimoseptimo - Difusora de las artesCapítulo Décimonono - ¡Muni! ¡Muni! El caso Mooney, 1916Biblioteca Virtual Antorcha

Rebelde en el paraiso Yanqui.
La vida de Emma Goldman, una anarquista rusa
Richard Drinnon
Capítulo decimoctavo
Iniciadora del movimiento pro limitación de la natalidad



Cuando Nora Helmer cerró tras sí la puerta de su casa de muñecas, como acertadamente observara Emma Goldman, la heroína de Ibsen abrió la gran rebelión femenina contra la dominación masculina.

Indiscutiblemente, la industrialización y la urbanización crearon condiciones favorables para la lucha de la mujer, por cuanto el Estado, la escuela y la fábrica pasaron a hacerse cargo de muchas de las funciones hasta entonces cumplidas por la familia tradicional. Esto no quita que la liberación de la mujer se lograra gracias a su empeño.

En los líricos años que precedieron a la Primera Guerra Mundial ya había avanzado considerablemente en su camino. No hacía mucho, los hombres argüían que no debía permitirse a las mujeres seguir estudios superiores, puesto que en un curso de botánica, pongamos por caso, el profesor tenía que referirse a los órganos sexuales de las plantas, de manera que las estudiantes que oyeran esos conceptos quedarían automáticamente señaladas como indignas de relacionarse con sus hermanas respetables.

Pero ya en 1913 el doctor A. A. Brill, uno de los primeros norteamericanos que siguieron la escuela de Freud, pudo pronunciar una conferencia sobre La Masturbación ante las damas de la Child Study Association. La antigua santurronería sexual había comenzado a perder terreno. Pese a los denodados esfuerzos de Comstock y sus sucesores, el panorama comenzó a cambiar: el desnudo pasó a ser cosa común en las artes, las novelas tomaban de modo cada vez más franco la relación entre los sexos, en las obras de tesis se atacaba abiertamente el papel tradicional de la mujer, y hasta se impusierbn ideas feministas postuladas por extremistas tales como Emma Goldman e Isadora Duncan.

Aunque la gran mayoria de las mujeres norteamericanas seguía zurciendo medias y preparando la comida, lo hacían, por así decirlo, con un ojo puesto en la puerta por donde Nora había escapado.

Los individuos conservadores e intransigentes en el campo social, como lo era Theodore Roosevelt, encontraban escandalosa la conducta de la mujer moderna. Ésta respetaba tan poco el sagrado amparo del matrimonio, que se inclinaba cada vez más a buscar su libertad; es así que, en 1914, el número de divorcios ascendió a cien mil.

Lo que era peor aún, las mujeres habían permitido que se redujera el promedio de nacimientos, especialmente en las familias de alta posición social y económica.

Protestando airadamente cbntra el suicidio de la raza del que era culpable, T. R. se puso a la cabeza de las fuerzas que se lanzaron vanamente a impedirles huir de la cocina y, preciso es decirlo, del dormitorio (1).

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En concepto de Emma Goldman y de muchas de sus hermanas, la maternidad voluntaria era un paso decisivo en la emancipación femenina.

La mujer ya no quiere participar en la producción de una raza de seres humanos enfermizos, débiles, decrépitos y desdichados -declaraba una y otra vez en sus conferencias-. Desea tener menos hijos, pero en mejores condicIones, engendrarlos y criarlos con amor y por libre elección, no por obligación, como lo impone el matrimonio.

En una conferenoia sobre una obra de Brieux (disertación que subtituló Porqué los Pobres No Deben Tener Hijos) se declaró partidaria de dar a la mujer los medios para prevenir la concepción de hijos que no desea ni amará, de darle libertad y fortaleza para elegir al padre de su hijo y decidir cuántas criaturas traerá al mundo y en qué condiciones.

Desde el prihcipio de su carrera, Emma defendió el derecho de la mujer a considerar la concepción como una elección personal. Cuando un examen médico al que fue sometida en 1890 reveló que tenía la matriz invertida, lo cual le produciría siempre dolores y le impediría tener hijos, se negó a hacerse operar aduciendo que no quería agregar otro niño a los miles de criaturas miserables que andaban por el mundo. En cambio, daría su amor a todos los niños y a un ideal que les prometía la libertad en la cual podrían desarrollarse plenamente.

Desde el comienzo, pues, practicó una suerte de forma personal de limitación de la natalidad. En años posteriores, se acrecentó su interés por el problema. Cuando trabajaba como partera y enfermera en el East Side, tenía que rechazar muy a su pesar los desgarradores pedidos de aborto formulados por las madres involuntarias; debía hacerlo porque sabía cuáles eran las consecuencias de las malas operaciones y no conocía ningÚn método efectivo para prevenir el embarazo.

Por fin, como ya vimos, en 1900 asistió a una conferencia neomalthusiana internacional en París, gracias a los buenos oficios de su amigo Victor Dave.

En la oportunidad, escuchó de buen grado todos los argumentos presentados en favor de la limitación de la familia y observó demostraciones en las que se enseñaron técnicas anticoncepcionales.

Al término de la conferencia recibió instrucciones impresas que le serían útiles para su futuro trabajo.

A su retorno, comenzó a ocuparse del tema en sus conferencias y ensayos. Colaboró estrechamente con Moses Harman, habiendo lanzado un ofrecimiento de suscripción conjunta para Mother Earth y el American Journal of Eugenics, que dirigía aquél.

Luego, en 1910, publicó un estudio de la personalidad de Harman en el que lo proclamaba iniciador del movimiento de libre maternidad en los Estados Unidos. Sin embargo, como consideraba que la limitación de la familia era simplemente una de las facetas de su misión; no quería arriesgarse a ser encarcelada por hablar en público sobre los métodos contraconceptivos, razón por la cual se constreñía a proporcionar información sólo cuando así se lo requerían privadamente.

Más iarde, en 1914, se inició causa judicial contra Margaret Sanger por la publicación de Woman Rebel; después se arrestó al esposo de la señora Sanger por vender, durante la ausencia de ésta, su folleto Family Limitatíon (La Limitación de la Familia) a un agente de Comstock.

Entonces Ernma decidió que había llegado el momento en el que tenía que dejar de hablar sobre este tema o bien hacerle justicia práctica. Me pareció que debía compartir con ellos las consecuencias de la lucha por la limitación de la natalidad.

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El 28 de marzo de 1915, Emma habló ante seiscientas personas reunidas en una de las comidas quincenales que solía celebrar el Sunrise Club.

Ante aquel público integrado por médicos, abogados, artistas, comerciantes, policías de Comstock y liberales de ambos sexos, explicó las razones y el origen del movimiento pro Limitación de la Familia y luego describió de modo franco el uso de diversos métodos anticoncepcionales.

Estaba tan segura de que su primera conferencia sobre la contraconcepción le significaría un arresto, que fue al club provista de un libro que pensaba leer en la cárcel.

Contrariamente a lo esperado, nada de esto sucedió hasta agosto, cuando ella y Reitman llegaron en gira a Portland, Oregón.

Se los acusó de hacer circular literatura de carácter ilegal; el tribunal municipal los encontró culpables y les impuso una multa de cien dólares a cada uno.

Scott Wood, poeta y abogado amigo de ambos que residía en Portland, acudió en su ayuda y presentó una apelación ante la cbrte del distrito. El juez de distrito William Gatens desechó el veredicto anterior por falta de pruebas, observando en la ocasión:

La desgracia de este país es que aún existe demasiada mojigatería ... Nos choca que se hable en público de muchas cosas que conocemos muy bien en secreto, pero no tenemos el valor de levantarnos y admitirlo ...

Agradablemente sorprendida, Emma siguió adelante tratando de alentar a los radicales pueblerinos a promover la limitación de la familia.

En su camino hacia el Este, pronunció conferencias soBre La Limitación de la Natalidad o El Derecho de los Hijos a No Nacer en las principales ciudades.

El público se mostraba muy interesado y atento, especialmente cuando se componía de hombres.

Las mujeres -le escribió Emma a un amigo-, son imposibles, se ríen tontamente y a escondidas, simulando sobresalto, y ponen en situación tan incómoda a los hombres presentes en la sala que los obligan a actuar como necios. A decir verdad, hablar sobre la limitación de la natalidad ante muchas mujeres es un martirio.

En abril de 1915, Margaret Sanger se quejó a Emma y a los lectores de Mother Earth de no haber recibido de sus amigos radicales la cooperación que esperaba de ellos; solicitaba urgentemente que se le hicieran llegar fondos para seguir adelante con su lucha.

En una nota, Emma le aseguró:

Mother Earth y todas las personas relacionadas con la publicación nunca han vacilado ni vacilarán en ponerse del lado de nuestra valiente amiga, Margaret H. Sanger.

Fiel a su palabra, Emma reunió 40 dólares en Chicago, 20 en St. Louis y diferentes sumas en otras ciudades, dinero que envió a la señora Sanger.

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Emma fue finalmente arrestada en Nueva York el 11 de febrero de 1916, a causa de una conferencia sobre una cuestión médica que pronunció en el New Star Casino.

Inmediatamente después de su detención se realizó un acto de protesta en el Carnegie Hall, al cual asistieron, según un periodista, cuatro policías estenógrafos, una gran cantidad de agentes vestidos de civil y varios miles de admiradores de Emma Goldman.

Aquel arresto llevó a su culminación el creciente apoyo público a la limitación de la natalidad: Leonard Abbott, viejo amigo de Emma y editor asociado de >Current Literature, fue quien presidió la asamblea, en tanto que los doctores William J. Robinson y A. L. Goldwater se encargaron de atacar la injusta medida tomada contra Emma, pronunciándose en favor de la contraconcepción.

Bolton Hall, abogado y partidario del impuesto único, y Theodore Schroeder, conocido abogado de la Free Speech League, analizaron los aspectos legales de la limitación de la natalidad; por su parte, John Reed y Anna Strunsky Walling levantaron también su voz de protesta contra el arresto de Emma.

Durante la reunión se leyó una carta enviada por Margaret Sanger én la que manifestaba su apoyo a los fines de la asamblea.

Tras varias audiencias, se fijó el día 20 de abril para la iniciación del juicio.

La noche anterior, Ann Sloan y varios amigos de Emma dieron una cena en su honor en el Brevoort Hotel. También en esta oportunidad se contó con la presencia de distinguidos representantes del mundo artístico y profesional: J Goldwater y otros médicos; Henri, Bellows, Sloan, Minor, Boardman, Robinson y otros artistas; John Cowper Powys, el escritort inglés, y Alexander Harvey, editor de Current Literature.

Durante la comida, la señora Rose Pastor Stokes, esposa de J. G. Phelps Stokes, millonario industrial y propietario de ferrocarriles, distribuyó entre la concurrencia folletos con información sobre las técnicas contraconceptivas.

Al inquirirle un periodista del Times de Nueva York por qué desafiaba así a la ley, replicó que simplemente quería hacer lo mismo que Emma Goldman.

El hecho de que la policía no detuviera a la señora Pastor Stokes impulsó a Max Eastman a escribir en The Masses que aquélla tenía por norma el dejar en libertad a quien sea, pero a Emma Góldman castigarla siempre.

El proceso tuvo más de espectáculo que de procedimientd judicial. Un periodista observó que cientos de personas asistieron al mismo como si fueran a ver una obra de teatro en la cual Emma Goldman representaba el papel protagónico.

Las veintenas de artistas, intelectuales y radicales que presenciaron la justa entre Emma y las fuerzas de la represión no se vieron decepcionadas. La acusada pronunció un apasionado alegato en favor de la limitación de la natalidad, en el cual incluía estadísticas acerca de la elevada proporción de nacimientos entre la gente pobre y referencias a su experiencia personal como, enfermera en trágicos casos que atendió en el East Side. Terminó con una cita tomada de la obra Justice de John Galsworthy {que se estaba representando en Broadway): Su Señoría, detrás de todo delito hay vida, una vida palpitante.

Naturalmente, Su Señoría la declaró culpable y le dio a elegir entre pagar una multa de cien dólares o pasar quince días en presidio. Entre vivas y aplausos de los espectadores, la acusada escogió esto últímo.

Por primera vez en más de una década, volvió a la cárcel para pasar una merecida temporada de descanso.

Cuando salió del Queens Country Jail, fue saludada con otra gran reunión en el Carnegie Hall, la que esta vez se anunció como Acto Pro Limitación de la Natalidad en Honor de Emma Goldman en Libertad.

Durante aquel verano, Emma estuvo ocupada con el caso de Tom Mooney, pese a lo cual siguió hablando sobre los métodos preventivos.

En octubre la detuvieron nuevamente en Nueva York por distribuir información sobre la contraconcepción, pero en esa oportunidad la encontraron inocente, en parte porque lo era en realidad y en parte porque contó con la defensa de un hábil abogado, Henry Weinberger, enérgico partidario del impuesto único.

Tiempo atrás había advertido a sus seguidores que la reducción de los nacimientos sólo era una pequeña fase de su programa total. Ahora, a principios de 1917, dirigía su atención hacia otros problemas por creer, con justicia, que ya había cumplido con creces su parte en la campaña.

Había divulgado ideas sobre la limitación de la natalidad de uno a otro extremo del país, había ayudado a organizar grupos encargados de hacer la propaganda y había atraído la atención pública hacia la causa merced a sus detenciones. Se sentía satisfecha de dejar la dirección del movimiento en manos de quienes consideraban la paternidad voluntaria como una panacea para todos los males sociales.

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Entre las personas que atribuían importanda capital a la limitación de la natalidad sobresalía especialmente Margaret Sanger. Esta mujer también había sido enfermera y sufrido enormemente al conocer los problemas de las madres involuntarias, cuando trabajaba en el mismo barrio pobre de inmigrantes donde Emma había actuado unos diez años atrás. Socialista de izquierda, estaba en estrecho contacto con los anarquistas salidos de las oficinas de Mother Earth. Hutchines Hapgood recordaba:

Conocí a Margaret Sanger ... en Provincetown, en 1913; era una mujer muy hermosa; en aquella época cultivaba la amistad de Emma Goldman y otros anarquistas, quienes le hicieron conocer las nuevas ideas sobre la limitación de la natalidad.

La señora Sanger viajó al exterior aquel mismo año para ampliar sus conocimientos sobre el tema; durante su estada en el extranjero solicitó la ayuda del viejo anarquista Víctor Dave, entre otros.

A su retorno, publicó The Woman Rebel, aventura de periodismo personal que seguía las líneas de Mother Earth.

Es indiscutible que Emma ejerció gran influencia sobre la señora Sanger.

Como recalcó un estudioso del movimiento:

Margaret Sanger tomó mucho de Emma Goldman y de los anarquistas en lo que se refiere a la terminología y a la teoría reformatoria que caracterizó a The Woman Rebel.En rigor de verdad, el primer número de dicha publicación incluía un extracto del ensayo de Emma sobre El Amor y el Matrimonio, en el cual postulaba el derecho de la mujer a no tener hijos, si así lo deseaba, puesto que no era una máquina.

Al iniciarse acción judicial en su contra por el número de abril de 1914 de su revista, la señora Sanger escapó a Europa.

Mientras estuvo ausente, se distribuyó entre el público su folleto La Limitación de la Familia (1914), impreso secretamente por el anarquista Bill Shattoff.

Cuando volvió a los Estados Unidos, recibió el apoyo de Emma y otros radicales. Para la época en que el gobierno desistió de la acción legal contra ella, la señora Sanger ya se dedicaba enteramente a la causa que había abrazado. Finalmente, desesperada ya de obtener un respaldo valedero de las esposas de los esclavos asalariados, como las llamaba, se dirigió a las mujeres adineradas e inteligentes en busca de ayuda.

Con gran habilidad, encauzó el movimiento hacia respetables canales conservadores, afirmando que era necesario lograr una legislación que autorizara a los médicos, y exclusivamente a ellos, a instruir acerca de la contraconcepción. A partir de entonces, su nombre se convirtió en sinónimo de la lucha por la limitación de los nacimientos.

En sus crónicas sobre aquellos heroicos años, la señora Sanger ignoró o restó toda importancia al papel cumplido por Emma. En My Fight for Birth Control, publicado en 1931, la señora Sanger no menciona las actividades de Emma, lo cual vuelve confusos algunos pasajes, como, por ejemplo, aquél donde se refiere al arresto de Bolton Hall, Ida Rauh y Jesse Ashley, sin aclarar que fueron detenidos por distribuir el folleto de Emma intitulado Why and How the Poor Should Not Have Many Children (Cómo y por qué los pobres no deben tener muchos hijos), o que la propia Emma había caído también en la redada.

En su autobiografía (1938), cuenta que existía un ávido interés por dicha cuestión en aquellos años de 1916, y se refiere al problema concomitante: el evitar que las personas atolondradas y demasiado emotivas se dejaran llevar por personas de intenciones equívocas.

En un capítulo que lleva el sugestivo título de Atended a Mi Causa, consigna que:

Emma Goldman y su administrador, Ben Reitman, lanzaron tardíamente una campaña en favor de la limitación de la natalidad, mas no con el propósito de imponerla sino con el de utilizar estratégicamente para su propio programa anarquista el valor publicitario que el tema había logrado.

Para Margaret Sanger, la limitación de la natalidad era el pivote de la civilización, como intituló en 1923 uno de sus libros. Al igual que los progresistas de su época, tenía necesidad de una fórmula mágica, de algo así como una contraparte en el campo de la contraconcepción, de la famosa combinación de iniciativa-referéndum-voto-secreto-elección -directa-de-senadores (2).

Naturalmente, le molestaba que Emma Goldman se negara a considerar la limitación de la natalidad como una panacea universal; y también era lógico que deseara hacer olvidar el origen radical del movimiento una vez que comenzó a buscar principalmente el apoyo de las mujeres adineradas e inteligentes.

Tampoco resulta extraño, dada su dedicación unilateral a mi causa, que se inclinara a pasar por alto la contribución de otras figuras importantes, tales como Emma Goldman, Mary Ware Dennett, distinguida liberal, William J. Robinson, uno de los primeros médicos interesados en el asunto, o de precursores como Moses Harman.

El hecho es que, por comprensible que sea su conducta, las omisiones cometidas por la señora Sanger quitan, innecesariamente, méritos a su aporte a la campaña en favor de la paternidad planeada.

6

Por muy diversas razones, Emma Goldman fue, pues, una de las figuras femeninas más importantes de los años anteriores a la Primera Guerra Mundial.

Contribuyó a desarraigar los peores aspectos de la mojigatería y la beatería que se prolongaban desde la era victoriana. Al atacar vigorosamente la tradición que hacía un objeto de la mujer, ayudó a ampliar el campo de acción de ésta.

También criticó efectivamente a las mujeres que tomaban como fetiche un problema único, tal como el sufragio ubiversal o la limitación de la natalidad. Sus ideas eran provocativas, pero en la práctica Emma actuaba mucho menos desenfrenadamente de lo que se pensaba en general, pues primero y ante todo era una figura materna, no una libertina. Puede decirse, en suma, que la revolución de la moral social que se verificó en aquellos años se debió en gran parte a los esfuerzos de Emma.

No tardó en llegar el reconocimiento del papel trascendental cumplido por Emma en bien de la causa feminista, aunque muchos pronto se inclinaron a olvidarlo. En 1922, el periódico Nation, por ejemplo, quiso incluir su nombre en la lista de las doce mujeres más extraordinarias del momento:

Emma Golaman es una gran mujer y una buena norteamericana, a pesar de que no estamos de acuerdo con ella en casi ningún punto y de que la comisión de asuntos internos la ha borrado de la nómina de socios de este restringido club que se llama los Estados Unidos. Como publicista, sobrepasa notablemente a Ida Tarbell.

Una década más tarde, John Haynes Holmes puso el nombre de Emma junto a los de las mujeres más prominentes del mundo, entre quienes se encontraban Jane Addams, Annie Besant, Margaret Sanger, Mme. Curie y Helen Keller.

Hubo dos escritoras inglesas que la juzgaron una de las figuras femeninas más destacadas de la época. Margaret Goldsmith la eligió como una de las Severz Women against the World )Siete Mujeres Contra el Mundo) (1935), y la novelista Ethel Mannin dedicó su Women and the Revolution (Las Mujeres y la Revolución) (1939) a Emma, porque ha consagrado toda su vida a la causa de la revolución y porque es usted la más grande revolucionaria de nuestros días.

Sin embargo, la mayoría de sus contemporáneos no la hicieron objeto de tan altas loas. Sus adversarios del gobierno, en especial, distaban mucho de considerarla merecedora de alabaqza. A sus ojos, ella era simplemente la Roja más peligrosa que andaba por esos mundos.



Notas

(1) T. R. advirtió que si cada matrimonio no tenia cuatro hijos, término medio, la raza disminuiría su número. Éste era el suicidio de la raza que tanto lo asustaba.

(2) Todos puntos capitales de la plataforma progresista (Nota de las traductoras).
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