Índice de El Proletariado Militante (Memorias de un internacionalista) de Anselmo de LorenzoAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

TOMO SEGUNDO

CAPÍTULO SÉPTIMO

IV CONGRESO ESPAÑOL Y VI CONGRESO INTERNACIONAL

Llegué a Barcelona.

Mis primeros pasos por la Rambla determinaron la vía que había de seguir toda mi vida.

Hallé a mi amigo y compañero Garcia Viñas. Nuestro primer saludo fue ceremonioso y desconfiado: internacionales entusiastas en el Congreso de Barcelona y una temporada en Madrid, no sabíamos en aquel momento a qué lado se hallaba el compañero cuya mano estrechábamos en la división surgida en la gran unidad internacional.

Por fortuna éramos jóvenes, sinceros y con mucha vida por delante, y la amistad juvenil triunfó por completo, impulsándonos a confundirnos en estrecho abrazo.

Tras breve explicación sobre las circunstancias que nos habían acercado de aquel modo, nos citamos para vernos con otros amigos a la noche en un café.

Acudí a la cita, y allí sentí la renovación de mi entusiasta energía a la vista de aquellos jóvenes que dirigían en Barcelona, en Cataluña y puede decirse que en toda España, el movimiento obrero revolucionario: Farga, Albagés (Francisco y Gabriel), Pellicer, Llunas, Gasull, Nácher y, entre otros, mi amigo y compañero de Madrid José Miranda, quien me obligó a rescindir el contrato que había hecho para habitar como realquilado con una familia y me llevó a vivir a su casa.

Nuestras explicaciones y mi manera especial de considerar el proletariado, el ideal emancipador y los conflictos procedentes de nuevas ideas y del choque de las pasiones, allanaron las dificultades y desvanecieron las prevenciones, quedando en paz y buena armonía con todos.

Lo peor era mi situación individual: Barcelona atravesaba una gran crisis por efecto de la insurrección carlista, que se extendía, no diré triunfalmente, pero sí muy generalizada en toda Cataluña, habiendo llegado hasta el extremo de verse Barcelona sin comunicación terrestre con las demás provinciaa dd Espana y recibir el correo de Madrid por mar desde Valencia.

Con mucha dificultad logré encontrar trabajo en malísimas condiciones, pesándome no haberme dirigido a París cuando me hallé mal en Marsella, en vez de dirigirme a Barcelona. La solidaridad de mis compañeros me sacó adelante hasta que logré una plaza bien retribuída de corrector en la imprenta de una casa editorial.

La regularidad de mi situación coincidió con la muerte de mi buen amigo Miranda, víctima de una terrible enfermedad crónica. Quedaba su viuda con un hijo de seis años, sin recursos y en presencia de un porvenir obscuro, sin ninguna posibilidad favorable. No podía quedarse en Barcelona, donde no tenía familia ni medios de vida, ni podía ir a Madrid o a su pueblo en la provincia de Guadalajara, donde si bien tenía parientes todos eran pobres, y ni podía pagarse el viaje.

En nombre de la amistad y compañerismo que me había unido al difunto, y como un deber de gratitud por los beneficios que de él y de ella misma había recibido, ofrecí a aquella buena mujer los recursos necesarios para su vida, que ganaba yo con mi trabajo. Tuve la dicha de que fueran aceptados, y tras la aceptación, con la vida bien arreglada, el buen trato, y la sabia juvenil que nos animaba, la amistad se convirtió en amor, y convinimos en unir nuestras vidas fundando una familia.

Han pasado treinta y cinco años, y en el momento de escribir estas letras, ante mi buena compañera, mis hijos, mi hijo adoptivo y mis nietos, bendigo la dichosa resolución que me ha dispensado inmensos beneficios, y que me ha permitido dedicar gran parte de mi vida a la emancipación del proletariado en virtud del grandioso impulso que recibí en Madrid por obra de Fanelli.

Ingresé en la Sección de la Federación Barcelonesa y emprendí nueva actividad.

Hallábase Barcelona en una situación excepcional. Imperaba una gran reacción. La burguesía, asustada por el desarrollo que había adquirido la organización obrera, y la autoridad, dispuesta a someter y dominar la efervescencia política que agitó a la ciudad durante el efímero período republicano, habían establecido un régimen tiránico en que no era permitida la menor manifestación socialista.

Disuelto aquel Ateneo Obrero que, en la calle de Mercaders y después en el convento y templo de San Felipe Neri, albergaba las secretarías y archivos del Centro Federal de Sociedades obreras, que participaba de los caracteres de Bolsa del Trabajo y Club revolucionario; suprimida La Federación, órgano de la Federación barcelonesa de La Internacional; reducidas muchas sociedades a no tener local social y otras a tenerle clandestino; hallándose la Comisión federal de la Federación Regional Española, residente en Madrid obligada a vivir en secreto; en análogas condiciones todas las sociedades y federaciones diseminadas por toda España, la crisis de la restauración causó daños inmensos.

No obstante, en junio de 1874 pudo celebrarse secretamente en Madrid el IV Congreso de la Federación Regional Española, con la presentación de 48 federaciones locales, en el cual la Comisión federal dió lectura de una extensa y detallada Memoria, exponiendo una relación de los hechos más culminantes ocurridos desde el Congreso de Córdoba en enero de 1873 hasta el 18 de junio de 1874. En aquella fecha la Federación Regional se componía de 1900 federaciones locales con 349 secciones, o sociedades de oficio, o sindicatos, según la moderna tecnología. Además había en constitución 135 federaciones con 183 secciones.

En aquel Congreso se revisaron los Estatutos de la Federación Regional Española, introduciendo, entre otras reformas de menor importancia, las siguientes:

El art. 9 del reglamento núm. 2 del folleto Organización Obrera, Estatutos de la Federación Regional Española, fue sustituído por este:

Art. 9. La Federación Regional Española no reconoce soberanía alguna. Cada federado es libre en la sección, como cada sección es autónoma en la Federación local, como ésta lo es en la Federación Regional. Unicamente existen pactos tomados de común acuerdo, que todos, tanto individuos como secciones y federaciones, se comprometen a respetar bajo la pena de no pertenecer a la sección o federación.

Los delegados son simples mandatarios de las federaciones que representan, pudiendo acordar lo que no se oponga al mandato de sus representados.

El art. 15 quedó reformado de esta manera:

Artículo 15. Como las huelgas han de ser sostenidas por las secciones de resistencia que las aprueben, cuando se trate de la cooperación y solidaridad de todas las Uniones y Federaciones de Oficios para hacer triunfar un paro, la Comisión federal señalará el dividendo que corresponda a cada federado.

Como se ve, la Federación Regional Española persistía en lo que puede llamarse vicio de origen. Mucha libertad en el artículo 9; limitada luego por la autoridad de la Comisión federal y por las condiciones económicas. Sostenía la resistencia supeditada al subsidio para el huelguista y aumentaba la gravedad del caso de la manera siguiente:

Disponía el artículo 22:

Para sufragar los gastos de la Comisión Federal, las Federaciones locales remitirán cada mes al tesorero de la misma la cuota de cinco céntimos de peseta por federado.

Pues ese artículo fue sustituído por este otro:

Artículo 22. Para sufragar los gastos de la Comisión federal y atender a la acción revolucionaria, las Federaciones locales remitirán cada mes al tesorero de la misma la cuota de 10 céntimos de peseta por federado. La Federación que deba más de tres cuotas mensuales, se considerará incluída en el artículo 6 de los Estatutos.

Y el artículo 6 trata, no de la expulsión de la Federación local que no cumpla con lo que prescriben los Estatutos, sino de la pérdida de los derechos que considere adquiridos.

Y de tal manera se imponían en aquel Congreso las condiciones económicas, dominando sobre los principios, que tomó el siguiente acuerdo:

El Congreso resuelve que la Comisión federal invite a las Federaciones locales que tienen atrasos a que paguen, al mismo tiempo que su cuota corriente, por lo menos un 10 por 100 del importe de sus retrasos y que aquellas que dejen de hacerlo se consideren incluídas en el artículo 6 de los Estatutos.

De tal modo dominaba la preocupación de la huelga fundada sobre el pago del subsidio al huelguista, que se trató de la huelga general y le tomó el siguiente acuerdo:

El Congreso, sin rechazar de un modo absoluto la huelga general como último medio pacífico de transformar la sociedad, aconseja a los trabajadores emprendan una vía franca y decididamente revolucionaria, consagrando todos sus esfuerzos a preparar y organizar la gran Revolución Social Internacional que ha de derribar el inicuo orden presente planteando sobre sus ruinas la Igualdad y la Justicia por medio de nuestras propias fuerzas.

Se dió cuenta de los acuerdos del VI Congreso Internacional, celebrado en Ginebra en septiembre de 1873, que fueron aprobados.

La situación especial de España en aquella época fomentaba la preocupación política nacional, como se demuestra por el siguiente acuerdo recaído sobre el tema Sustitución del pacto de resistencia por el de propaganda y organización:

El Congreso resuelve:

Que se reduzca cuanto sea posible el número de huelgas parciales;

Que no se aprovechen y favorezcan más que desde el punto de vista de la propaganda y de la organización, y que se limiten únicamente a los casos en que sea preciso este medio;

Que sin suprimir el pacto de la resistencia se limite cuanto se pueda.

El régimen del secreto a que las circunstancias obligaban a aquel Congreso le privó del esplendor de la propaganda de que disfrutaron sus antecesores de Barcelona, Zaragoza, Córdoba y hasta la Conferencia de Valencia, por medio de sus sesiones públicas y de los mitines de controversia. La Federación Regional había entrado en un período que puede calificarse de conspiración, obligada por la persecución y por sus aficiones revolucionarias, y el Congreso se creyó en el caso de hacer esta declaración:

El Congreso se declara solidario de todos los actos revolucionarios que, como los de Alcoy y otros puntos, han llevado a cabo los internacionales de la Región Española, y envía un abrazo fraternal a todos los obreros de los diferentes países que sufren persecución por la infame burguesía, al mismo tiempo que un recuerdo de gratitud hacia las víctimas inmoladas por su amor a la gran causa de la Liquidación Social.

Reconoce como un deber la represalia mientras se trate a los trabajadores como a las fieras y se les nieguen sus derechos.

El VI Congreso internacional se celebró en Ginebra en septiembre de 1873, convocado por las Federaciones regionales que aceptaban la autonomía y la federación, con representación de Inglaterra, Suiza, federación jurasiense, Francia, España, Holanda, Bélgica y la adhesión de los Estados Unidos.

La Memoria de la Comisión federal española se leyó la primera, fue escuchada con atención y recibida con aplauso. Por ella se sabe que la federación regional española constaba en 20 de Agosto de 1873 de 270 federaciones locales con 557 secciones de oficio o de resistencia y 117 secciones de oficios varios; 11 uniones de federaciones de oficios, que contaba un total de 447 secciones federales en sus agrupaciones técnicas para la resistencia.

Los delegados belgas, holandeses, ingleses, franceses e italianos expusieron verbalmente el estado de sus federaciones respectivas, en todas próspero y halagüeño, sirviendo de base a las más consoladoras esperanzas.

Según el delegado holandés, la desviación del Congreso de la Haya reanimó el vigor de los trabajadores holandeses.

A juicio del delegado inglés, la causa de los escasos progresos de La Internacional en Inglaterra se deben a los manejos de Marx y a la indiferencia que se apoderó de muchas secciones después del Congreso de La Haya. A la sazón había 21 secciones que se habían declarado en pro del Congreso de Saint-Imier y en contra del Consejo general.

Francia se hallaba bajo la presión del terror versallés causado por la persecución contra los comunalistas.

En Italia, según su delegado, no podía decirse que existiera La Internacional antes de la proclamación de la Comuna de París. Hasta que Mazzini empezó a injuriar a los obreros parisienses, no se despertó en los obreros italianos el espíritu de solidaridad y La Internacional arraigó profundamente en Italia. El primer Congreso regional tuvo lugar en Rimini en 1872, el segundo en Bolonia en 1873, donde se reunieron 70 delegados en representación de 200 secciones.

La Federación del Jura presentó una Memoria manifestando que todos los países donde La Internacional contaba una organización seria, se habían levantado contra los acuerdos votados por los marxistas. El pacto de Saint-Imier, fue el punto de partida de una reorganización, y siete Federaciones regionales, es decir, casi la totalidad de las Federaciones de La Internacional se han adherido a este pacto. Habla también la Memoria de la suspensión de la Federación jurasiense hecha por el Consejo de Nueva York, y de las simpatías que acto tan arbitrario como absurdo le valieron de parte de todas las Federaciones organizadas.

Con gran satisfacción recibió el Congreso el siguiente telegrama, que inserto como dato interesante:

Berlín, al Congreso Internacional, Ginebra.

La Asamblea popular reunida en Berlín el 2 de septiembre, en número de 6.000 trabajadores, cree de su deber, en presencia de los regocijos que celebra la burguesía a propósito de batallas y conquistas, hacer esta franca y libre declaración: Nosotros, trabajadores, condenamos todo odio nacional y queremos la fraternidad de los pueblos, a fin de que la clase obrera de todas las naciones se emancipe del yugo de la reacción y de la potencia del capital; en su consecuencia, tendemos nuestra, mano fraternal a aquellos que en todos los países combaten a nuestro lado sobre el terreno del socialismo.

A tan expresivo y cariñoso saludo, considerado como prueba de independencia frente al autoritarismo de la democracia social alemana, contestó el Congreso con el telegrama siguiente:

Ginebra, a los obreros berlineses.

Compañeros: los delegados del Congreso internacional autónomo, reunidos en Ginebra, agradecen vuestro fraternal saludo, y se congratulan al ver que los trabajadores alemanes, haciendo frente a las persecuciones gubernamentales y a las intrigas autoritarias, se declaran solidarios de sus hermanos internacionales en la lucha contra el capital.

En la discusión del tema Revisión de los Estatutos se acordó, por unanimidad, la disolución del Consejo General, la desaparición de este poder del seno de La Internacional, porque se había llegado a demostrar que las Federaciones y la Asociación podrían vivir sin él, habiendo llegado, además, a ser innecesario y funesto. De esta opinión participaron los delegados ingleses John Hales y Eccarius, que habían sido secretarios generales del Congreso general de Londres y a quienes constaba positivamente las ingerencias dictatoriales de aquel Consejo.

El acuerdo de la disolución del Consejo general fue adoptado por unanimidad y saludado con entusiasta aplauso.

El empeño especial de aquel Congreso consistió en concluir definitivamente el pacto de solidaridad entre las Federaciones regionales, revisando los Estatutos generales de la Asociación, que las necesidades y el progreso social hacía indispensable, y que debía haber hecho el Congreso de la Haya.

Para la revisión sirvió de base el proyecto presentado por la Federación belga, siendo adoptados los considerandos que precedían a los Estatutos primitivos, porque se reconoció que constituyen el verdadero programa de las reivindicaciones proletarias en pocas y elocuentes palabras.

Tras los considerandos, que tienen ya valor doctrinal e histórico, he aquí la obra estatutaria del Congreso de Ginebra:

Las Federaciones regionales representadas en el Congreso internacional reunido en Ginebra en 19. de septiembre de 1873, inspirándose en la anterior declaración de principios, han revisado los Estatutos generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores, y han sido aprobados en la forma siguiente:

Artículo 1° La Asociación Internacional de los Trabajadores tiene por objeto realizar la unión de los trabajadores de todos los países sobre la base de la solidaridad y la lucha del trabajo contra el capital; lucha que debe conducir a la emancipación completa del trabajo.

Artículo 2° Quien adopte y defienda los principios de La Internacional, puede ser admitido en ella bajo la responsabilidad de la sección que le admita.

Artículo 3° Las Federaciones y Secciones que componen la Asociación, conservan su completa autonomía, es decir, el derecho de organizarse según su voluntad, administrar sus propios intereses sin ninguna ingerencia exterior y de determinar por sí mismas la marcha que crean conveniente seguir para llegar a la emancipación del trabajo.

Artículo 4° La Asociación celebrará un Congreso general cada año el primer lunes de septiembre.

Artículo 5° Toda Sección, cualquiera que fuere el número de sus asociados, tiene el derecho de enviar un delegado al Congreso general.

Artículo 6° La misión del Congreso es manifestar las aspiraciones de los trabajadores de los diversos países y de armonizarlos por medio de la discusión.

A la apertura del Congreso cada Federación regional presentará una memoría sobre la marcha de la Asociación durante el año finido. No se hará uso del voto más que en los asuntos administrativos; las cuestiones de principios no podrán ser objeto de una votación.

Los acuerdos del Congreso general no tendrán fuerza ejecutiva sino para las Federaciones que los acepten.

Artículo 7° En el Congreso general se votará por Federación representada; cada Federación regional un voto.

Artículo 8° El Congreso encargará a una Federación regional la organización del Congreso siguiente; la Federación que reciba este mandato servirá de Oficina federal internacional para la Asociación. A ésta se le remitirán con tres meses de anticipación por lo menos los asuntos o temas que las federaciones o Secciones deben incluir en la orden del día del Congreso, para que pueda ponerlos en conocimiento de todas las Federaciones regionales.

La Oficina federal podrá servir de intermediaria en los casos de huelga, y para la estadística y correspondencia en general entre las Federaciones que quieran servirse de ella con este objeto.

Artículo 9° El Congreso designará la ciudad en que haya de celebrarse el Congreso siguiente. Los delegados se reunirán por derecho propio el primer lunes de septiembre en la localidad designada sin necesidad de convocatoria previa.

Artículo 10° Una votación hecha por las Federaciones regionales, por iniciativa de una Federación o Sección, podrá en el curso del año, según las eventualidades, cambiar el sitio y la fecha del Congreso general, o convocar un Congreso general extraordinario.

Artículo 11° Cuando una nueva Federación regional quiera adherirse a la Asociación, lo anunciará con tres meses de anticipación antes del Congreso general a la Federación que sirva de Oficina federal internacional; ésta lo anunciará a todas las Federaciones regionales, las cuales manifestarán si aceptan o no el ingreso de la Federación solicitante y darán mandato a su delegado para que lo manifieste en el Congreso general.

Sobre el tema Organización del trabajo, se tomó el siguiente acuerdo:

El Congreso, considerando que es indispensable para llegar a la organización del trabajo que las asociaciones obreras se constituyan por cuerpos de oficio y se federen regional e internacionalmente;

Considerando además que para sostener la lucha contra el capital y poder afirmar la solidaridad entre todos los trabajadores es necesario conocer científicamente las condiciones de la producción en sus diversos aspectos y realizar la organización de las uniones de oficios.

El Congreso recomienda a todas las Secciones la organización por cuerpos de oficios y por Federaciones regionales e internacionales, constituyendo así las Uniones de oficios símiles. Para esto ha fijado su atención en la experiencia adquirida en España, experiencia que ha demostrado la necesidad de tomar por base la organización de las Uniones, no sobre la centralización sino para afianzar la autonomía de las Secciones y Federaciones de los oficios y adquirir con más exactitud los conocimientos estadísticos entre la producción y el consumo, debiendo unirse estas Federaciones entre sí por medio de un pacto de solidaridad y de defensa mutua.

Para llegar prontamente a la realización de las Federaciones y Uniones de Oficios, el Congreso invita a las Federaciones y Uniones que hay constituídas a que activen esta organización publicando en los órganos de la Asociación Internacional de los Trabajadores todos los conocimientos y datos que la experiencia facilite.

El Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores, reunido en Ginebra el 1° de septiembre de 1873, declara que la Asociación tenderá a practicar entre todos los trabajadores del mundo, cualquiera que sea la organización que hayan adoptado, la solidaridad para la lucha contra el capital y para lograr la emancipación del trabajo.

Sobre el tema Estadística del trabajo se aprobó el dictamen presentado por la Comisión correspondiente, concebido en los siguientes términos:

Compañeros: la Comisión que habéis nombrado para el estudio de este tema, opina que antes de haéer los cuadros de la estadística del trabajo y de la producción, será de grandísima utilidad determinar en cada Federación y todo lo exactamente posible las fuerzas positivas de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Ha opinado también unánimemente que los motivos que le han inducido a proponer la confección de los primeros cuadros sólo pueden ser expuestos en sesión administrativa.

En cuanto a los cuadros mencionados, cree la comisión que, a pesar de las dificultades que presenta su realización, deben hacerse cuanto antes se pueda a este objeto.

Los internacionales todos comprenderán fácilmente su utilidad; los trabajadores podrán conocer de una manera exacta y por sí mismos el número de obreros de ambos sexos ocupados en cada profesión, el número de horas de trabajo por día y el salario diario que perciben. Pueden también hacerse cargo por sí mismos de la demanda de trabajo, lo cuál servirá para evitar muchas veces o para regularizar las crisis.

El conocimiento exacto de todas las condiciones del trabajo será también de gran importancia en lo referente a las huelgas.

La legitimidad de las reivindicaciones obreras será fácilmente apreciable con la comparación de los diversos datos que tales cuadros proporcionen y la huelga podrá regularizarse de una manera seria y decidida.

En el porvenir será mayor aún la importancia de la estadística, porque será como la clave de la ciencia social: servirá para fijar la duración normal de la jornada del trabajo, para establecer las bases del cambio y para determinar el valor de los productos.

Reconocida la necesidad de la estadística general del Trabajo, ¿qué medios son los indicados para formar en todas partes esos cuadros? ¿quiénes han de formarlos? ¿cuál ha de ser su extensión?

Esa estadística han de formada los mismos trabajadores, porque nadie como nosotros puede conocer realmente y de una manera completa las múltiples condiciones en que se desarrolla el trabajo. Las estadísticas llamadas oficiales son hechas por los burgueses con la idea de explotar el trabajo. y han producido siempre cifras que no podemos tener en cuenta.

Aunque algunos exageran la dificultad de este trabajo, la verdad es que sólo los obreros debemos hacerlo, teniendo, como tenemos, ocasión y aptitud necesaria.

Elíjase en cada Federación regional una comisión central de estadística y el proyecto será pronto un hecho.

En cada localidad tendrá cada corporación obrera una comisión especial de estadística. Las comisiones de las sociedades de una región, reunidas en Congreso, formularán un cuadro uniforme para llenarlo. La misión de esas comisiones se limitará a llenar esos cuadros de una manera permanente, modificando diariamente los números variables. De ese modo los elementos de la estadística estarán siempre a disposición de todas las corporaciones.

Esa organización no trae consigo gasto alguno, sólo exige constancia.

Pongan los trabajadores manos a la obra insistiendo colectivamente con perseverancia, y desde mañana pueden tener a su disposición, de una manera mucho más completa que todos los gobiernos del mundo, la estadística del trabajo.

La comisión piensa que esos cuadros de la estadística del trabajo y de la producción deben hacerse siguiendo el método científico que seamos capaces de comprender, procediendo de lo sencillo a lo complejo, de lo particular a lo general.

He aquí expuesto el método en sus grandes divisiones:

I.- De la organización general del trabajo.

II.- De las relaciones entre patronos y obreros.

III.- Del salario y del producto; relaciones del trabajo con los obreros.

IV.- De las instituciones obreras adheridas a los talleres de que dependen y de las instituciones obreras debidas a la iniciativa de los trabajadores mismos.

V.- De las condiciones de existencia de los trabajadores.

VI.- Del estado físico, intelectual y moral de los trabajadores.

Tal es el cuadro general de la Estadística del trabajo.

En la primera parte, la más sencilla y al mismo tiempo la más general, se tratará de las subdivisiones del trabajo realizado en los establecimientos o a domicilio; de la intervención de las máquinas, de los aparatos, de los telares en la producción y de la influencia de esos instrumentos de trabajo, de los útiles proporcionados por el patrono o que ha de proporcionarse el obrero.

También se tratará en esta primera parte del número de los obreros de ambos sexos empleados en los diversos oficios, del número de niños y de adultos ocupados, de la duración del aprendizaje, de la duración de la jornada de trabajo en invierno y en verano, del trabajo del día y del de la noche, de las épocas de fuga y de las de calma, y, por último, de las crisis periódicas.

En la segunda se examinará con qué condiciones son admitidos los obreros al trabaJo, la manera de contar el trabajo realizado y las garantías que tengan los obreros en este concepto. Cuál es en general la actitud de los jefes de taller o de trabajo ante las reclamaciones de los obreros.

La cuestión de la cartilla del obrero, la de las multas impuestas y la de las mermas hechas en el salario por los patronos por motivos diversos, encontrarán también lugar adecuado en este punto; así como la de averiguar de qué manera ejercen ciertas influencias los burgueses o directores para impedir a los obreros que manifiesten libremente sus opiniones y para impedirles que formen parte de La Internacional.

La tercera parte consagrada al salario y al producto, y a las relaciones del trabajo con los productos, tratará del límite del salario tomando por base una unidad del tiempo. Por ejemplo: cuál es el salario de la jornada, del cuarto de jornal, de la hora de trabajo, el de las mujeres y el de los niños; salario de noche, etcétera; de la medida del salario teniendo por base la unidad del producto, por ejemplo: remuneración del trabajo a piezas, a la unidad de longitud, de superficie, de volumen, etc.

En cuanto a las relaciones entre el trabajo y el producto, se fijará el salario anual, el beneficio neto del patrón anualmente, y qué relaciones hay, por consiguiente, entre la parte del trabajo, o sea el salario, y los beneficios del capital.

La cuarta parte se hermana con lo precedente, porque el salario de los obreros y los beneficios de los patronos pueden sensiblemente ser modificados según ciertas circunstancias. Por ejemplo: existen instituciones obreras íntimamente ligadas con los establecimientos y en cuya intervención intervienen los patronos, como almacenes de substancias alimenticias, sociedades de socorro mutuo, cajas de previsión, de ahorros, de inválidos, etcétera, destinadas a limitar indirectamente el salario de los obreros para aumentar los beneficios del capital ¿Proporcionan verdaderamente tales instituciones algunos servicios a los trabajadores en relación con lo que se disminuye el salario para alimentar esas diversas cajas? Examínese detenidamente.

Cuando se conozcan con toda la exactitud posible todos esos datos y otros que con ellos tienen relación directa, y que por su extensión no pueden enumerarse aquí, el obrero conocerá las causas reales y efectivas de las miserables condiciones de existencia que le impone la sociedad actual.

Entonces sabrá por qué su régimen alimenticio habitual es malo; por qué está obligado a recurrir al pequeño crédito que le impone condiciones onerosísimas que merman más y más su salario, y por qué no puede habitar, ni vestir, ni cuidarse convenientemente.

Sabrá las causas de su malestar habitual de salud y de las enfermedades a que está constantemente expuesto.

Sabrá por qué no puede aprovecharse de los beneficios de la instrucción y hará todos los esfuerzos para que sus hijos a lo menos, por su empeño y con el concurso de todos, mejoren su situación en el taller y en la sociedad y puedan aprovecharse de las experiencias alcanzadas, proseguir la misma tarea y llegar al fin a esa emancipación moral y material tan deseada y que es el objeto mismo de la Revolución Social.

El Congreso internacional de Ginebra, tuvo una gran significación progresiva; planteada, por efecto atávico, la lucha entre la autoridad y la libertad en el seno de los mismos libertadores, aquel Congreso proclamó la libertad de los trabajadores, emancipándose del yugo de sus mismos emancipadores.

A la tendencia centralizadora y autoritaria del Consejo general de La Internacional, o, para hablar con más exactitud, de Marx, y de Engels, a pesar de su notable inteligencia, seguía a Marx, por sugestión, el Congreso oponía la independencia de la organización obrera amparada en la federación y emancipada de todo resto de autoridad.

No ya la dirección de un hombre inteligente y exclusivista en sus doctrinas, sino el pensamiento de todos y de cada uno de los asociados, con su libre iniciativa, discutida y libremente aceptada y rechazada, circulando libremente por toda la Asociación hasta poder convertirse en determinante de la voluntad de todos los asociados, y pudiendo cada uno convertirse a su vez en centro intelectual de todos en cuanto concibiera una idea práctica y aceptable, tal era el alcance que tuvo la independencia proclamada en el Congreso de Ginebra, por efecto de la iniciativa de los internacionales del Jura, desarrollada por los belgas y apoyada con entusiasmo por coincidencia por los españoles.

Por desgracia, al triunfo de la idea no correspondió la sanción de los hechos: la falta de nobleza de los hombres superiores y la incapacidad de los ignorantes e ineducados, dejó que aquel triunfo quedara como un aviso, como una indicación precursora, como una abstracción teórica sin realidad práctica por el momento, a causa del obstáculo político autoritario que oponían la preocupación y el atavismo. Las gentes no sabían ser libres, estaban harto viciadas en el mando y la obediencia, en el dogma y la fe y no podían ser para sí su realidad, su derecho, su Dios, su todo, como dijo Pi y Margall, definiendo el hombre, y ocurrió, con pena lo consigno, lo que mi querido amigo y viejo compañero, James Guillaume, expone en el preámbulo del IV volumen de L'Internationale.- Documents et Souvenir y traduzco a continuación:

Engels, escribió a Sorge, en septiembre de 1874: Con tu retirada, la vieja Internacional ha dejado de existir. Lo que quería decir sencillamente que la camarilla marxista quedaba desamparada. Para recobrar la influencia perdida, Engels y Marx idearon impulsar la constitución de partidos socialistas nacionales, destinados a reemplazar las Federaciones de la Internacional. La maniobra se intentó primeramente en Bélgica y en Suiza: en 1877 se constituyeron un partido socialista belga por los flamencos y un partido democráta socialista por los suizos alemanes, con el declarado propósito de efectuar el fracaso de La Internacional, la que, lejos de haber dejado de existir, gozaba a la sazón de gran vitalidad. El movimiento anti-internacional continuó en los años sucesivos extendiéndose en Francia en 1880, después de la amnistía y de la vuelta de los proscriptos; aquel año escribió Marx a Sorge en 5 de noviembre:

Sin duda habrás observado que la Egalité, gracias a la entrada de Guesde en nuestras filas y a los trabajos de mi yerno Lafargue, se ha convertido en un verdadero periódico obrero. También Malón, en la Revue Socialiste, aunque con las inconsecuencias inseparables de su naturaleza ecléctica, se ha visto obligado (éramos enemigos, porque fue uno de los fundadores de la Alianza) a convertirse al moderno socialismo científico, es decir, al socialismo alemán. Para él he redactado el Cuestionario, que se publicó primeramente en la Revue Socialiste y que, tirado aparte, circuló en toda Francia. Poco después vino Guesde a Londres para elaborar aquí, conmigo, Engels y Lafargue, UD programa electoral para los obreros con motivo de las próximas elecciones generales.

La Emancipatión, que ha comenzado a publicarse en Lyon hace poco, será el órgano del partido obrero, constituído sobre la base del socialismo alemán. Tenemos además, campeones hasta en el campo de los mismos adversarios, en el campo radical. Theiss trata los asuntos obreros en el Intransigeant, de Rochefort; vino a Londres, después de la derrota de la Comuna, como proudhoniano, como todos los socialistas franceses que pensaban, y aquí se ha transformado totalmente por sus relaciones personales conmigo y por un concienzudo estudio del Capital. Por otra parte, mi yerno Longuet, renunciando a su plaza de profesor en King's College, ha vuelto a París, donde ha llegado a ser uno de los redactores más influyentes de la Justice, de Clemenceau, el jefe de la extrema izquierda. Tan bien ha trabajado, que Clemenceau, que todavía en abril último tomó públicamente posición contra el socialismo, acaba de pasarse a nosotros en su reciente discurso pronunciado en Marsella contra Gambetta, lo mismo como tendencia general que en el detalle de los puntos esenciales contenidos en el programa mínimo. ¿Cumplirá su promesa? Poco importa; el caso es que ha introducido nuestro elemento en el partido radical, cuyos órganos admiran como maravilloso en boca de Clemenceau lo que afectaban ignorar o desdeñar cuando solamente lo afirmaba el partido obrero.

Como comprenderás -porque ya conoces el patriotismo francés- las cuerdas secretas que han movido los leaders desde Guesde y Malon hasta Clémenceau, han de quedar reservadas entre nosotros. Conviene no hablar de ellas; porque cuando se obra para los franceses ha de hacerse anónimamente para no herir el sentimiento nacional.

Esta carta nos hace asistir al nacimiento del partido socialista francés. En ella se ve quien fue el verdadero padre de ese partido, que se dividió pronto en capillas rivales, para satisfacción de las ambiciones de los jefes, teniendo todas las fracciones el carácter común de impulsar a los trabajadores al terreno del parlamentarismo. Era la influencia alemana- Marx lo declara con orgullo- que había hecho desviar el movimiento, y la desviación duró casi un cuarto de siglo.

Mas a pesar de los esfuerzos de los políticos, los asalariados de Francia, en su generalidad, no olvidaron estas verdades reconocidas y proclamadas por la generación precedente: La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos.

La emancipación de los trabajadores no es un problema nacional, sino internacional.

Viviendo su vida de clase, los trabajadores continuaron la lucha económica; y mientras los parlamentarios dedicaban toda su actividad a reclutar un ejército electoral, ellos se organizaban en agrupaciones locales (bolsas del trabajo), de una parte, en federaciones de oficios, de otra. De la unión de esas dos organizaciones salió en 1895 la Confederación General del Trabajo, colocada en su mayoría sobre el terreno del sindicalismo revolucionario.

¿Y qué es la Confederación General del Trabajo más que la continuación de La Internacional?

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