Índice de El Proletariado Militante (Memorias de un internacionalista) de Anselmo de LorenzoAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

TOMO SEGUNDO

CAPÍTULO PRIMERO

JOSÉ LÓPEZ MONTENEGRO

Al reanudar mis tareas escribo en primer término el nombre del que fue compañero de los que sufren y mi buen amigo particular.

A la fecha del segundo Congreso regional español de La Internacional residía en Zaragoza, y como en la celebración de aquel acto, aunque no fue delegado, lo mismo que en el desarrollo de las ideas en la localidad y en toda la esfera de acción de la propaganda española tuvo gran intervención, le dedico estas líneas que, por ínfimas que resulten, en mi propósito valen por una corona dedicada al luchador constante, al que, siguiendo el imperativo de la conciencia, se dignificó colocándose al lado de los humillados rebeldes y abandonando las dulzuras del privilegio, que le brindaba vida fácil y alegre, las trocó por las amarguras de la lucha por la idea, no en un sacrificio único y decisivo, sino despreciando incesantemente las sugestiones de la buena vida, a que tenía siempre libre acceso por el regreso a su antigua profesión, ante las estrecheces de la miseria.

Militar caballeresco, romántico; arrastraba el sable con aquel desenfado del que lleva la vida según el impulso recibido, pareciéndole que todo en el mundo había de subordinarse a proporcionarle alegría, honores y riqueza, no importandole que otros sufrieran por causas que ignoraba, ni reparando siquiera en que él mismo pudiera arrancar lágrimas a algún desgraciado, y así hubiera seguido si el amor no hubiera representado para él su camino de Damasco.

No es este lugar a propósito para una biografía, ni tampoco puedo hacerla; me basta consignar que regenerado por el amor, descendiendo desde su posición privilegiada y de porvenir brillante al nivel de la pobre mujer primeramente seducida y abandonada y después tomada por compañera de su vida, ingresó en el proletariado militante, cambiando los términos de la lucha: de serVidor de la burguesía, burgués galoneado él mismo y sacrificador de obreros rebeldes, se convirtió en ardiente propagador de la igualdad social, sufriendo por ello persecuciones y miseria.

Su ardor guerrero y ciertos resabios políticos revolucionarios lleváronle al Canton de Cartagena, de donde salió ileso del fracaso por la célebre escapatoria de la Numancia, declarada pirata por el gobierno de la República, bajo e poder del presidente Nicolás Salmerón.

Vuelto a España después de larga y penosa emigración, y reducido a los escasos recursos del maestro de escuela, en Sabadell y en Sallent, elaboró conciencias infantiles, ilustró supersticiosos y rutinarios jornaleros y trabajó como lo hacen los leales e inflexibles enamorados de la idea.

Como rebelde e inadaptable al régimen tiránico de la sociedad actual, sufrió en la Carraca por no jurar acatamiento a la dinastía amadeísta, y en Montjuich, por efecto de la persecución promovida en Barcelona con motivo del famoso proceso del Castillo Maldito.

Le conocí en Madrid, antes de que se declarara anarquista; le vi en Zaragoza y después en París llevando la vida del emigrado pobre; asistí con él en Reus a una conmemoración de la Comuna de París, en una especie de ágape celebrada con los compañeros reusenses en el Maset, donde hizo deClaraciones acerca de su vida verdaderamente sensacionales.

Le vi por última vez en Barcelona, poco antes de su viaje a América, y por cierto en ocasión de haber de desengañarle acerca de la publicación de cierta obra en verso. Si es cierto que nadie es perfecto, él pecaba por los versos. Teniendo grandiosidad de pensamiento y sabiendo expresarle en prosa clara, enérgica y sugestiva, a veces empequeñecía todo eso en las estrechuras de la rima y del consonante, y dejaba de ser buen pensador para ser poeta malo, escribiendo versos ramplones.

Quizá presentía que no nos veríamos más: al despedirnos me estrechó fuertemente contra su pecho y me dió un beso. Conmovidos ambos, nuestra última mirada fue velada por lágrimas, y nuestras palabras temblaban por efecto de intensa emoción.

Volvió a Barcelona, donde la vejez, la enfermedad, las privaciones y la ingratitud pusieron punto final a una existencia dedicada al bien de la humanidad.

Como buen recuerdo y útil enseñanza reproduzco el discurso que pronunció en Zaragoza en la inauguración del casino obrero La Fraternidad.

Vagan los pueblos por las regiones de una metafísica incomprensible, en tanto remiten la mayoría de sus dolencias al arte de la política.

Mientras la humanidad estuvo en tutela, mientras los hombres no supieron que lo eran, nadie podía salir de ese círculo de hierro llamado autoridad, gobierno, dirección; pero tan pronto como la ley indestructible del progreso reveló al mundo que todos debemos ser iguales, la idea gebierno sólo quedó utilizable para los menores; la autoridad ha cambiado de forma, descendiendo a la familia, y la dirección sólo cabe, en lo que a la vida se refiere, al padre; y en lo que en la inteligencia necesita, al maestro.

El no gobierno, la anarquía, sinónimo del gobierno de cada uno por sí y para sí, es la ley de lo venidero, es el último y supremo adelanto de la ciencia social.

Ese adelanto trae consigo el cambio completo de la sociedad, no una transacción o una reforma, sino una variación absoluta que, reconociendo en el hombre condiciones diferentes de las que antes se le atribuían, producirá el efecto de una creación al dar a los pueblos una sola ley: la libertad, y una sola creencia: la de la justicia.

La sociedad vieja y caduca se trocará en nueva y lozana; el hombre negará al uso de su razón.

Dos tendencias, dos sistemas, coexistieron en la sociedad antigua: el individualismo y la centralización: como absolutos, absorbentes; como absorbentes, irreconciliables e inadaptables.

La ciencia determina para lo futuro que aquellas fuerzas, en vez de repelerse, se auxilien; en lugar de disgregarse, converjan.

¿Cómo lo ha resuelto la ciencia? Magníficamente: en una sencilla expresión: todos para uno y uno para todos; la sociedad toda, para un individuo solo; el individuo, para la sociedad.

El mundo de ayer obligaba a un solo hombre a sustentar un peso enorme ... el peso de la vida; el mundo de mañana se compromete a que todos los hombres ayuden a sU hermano a levantar aquel peso, para que el favorecido a su vez arrime el hombro cuando todos lo necesiten.

Y evidentes son los absurdos de ayer y la verdad de mañana, porque la centralización consistía en hacer masa al individuo dejándole impotente para sí, y el individualismo conducía a dejar a cada uno, por falta de auxilio, impotente para sí y para los demás.

¿Quién podrá, quién se atreverá, pues, a negar la conveniencia del mañana? ...

Nos falta demostrarlo en otra forma. Por medio de la significación, relación y deducción de las tres palabras que deben ser la única ley y el exclusivo gobierno de los hombres: libertad, igualdad, fraternidad.

En efecto; no hay libertad donde no existen los iguales y los hermanos. No hay igualdad donde no existen los hermanos y los libres. No hay fraternidad donde faltan los libres y los iguales.

Todos los decálogos del mundo, toda la moral consiste en este principio: no hay derechos sin deberes; no hay deberes sin derechos y la ecuación, el producto de la trinidad santa, es justicia.

Dadnos un igual qué no ame y esclavice ... ¡imposible!

Dadnos un hermano que esclavice y supere ... ¡imposible!

No hay triángulo equilátero sin tres líneas iguales ...

El hombre de raza, el de clase, el de privilegio, no es igual a los demás; por consecuencia, ni es libre ni ama como ellos.

El plebeyo, el desheredado, el pobre, el trabajador, aunque ame y considere iguales a los otros, no es libre como ellos.

¿A qué engañar, pues, a las naciones con falsas esperanzas e hipócritas denominaciones de la libertad?

Hijos del trabajo, corazones honrados cuya salvación pende de vuestra separación de la política y de vuestra solidaridad económica, uníos; cumplid, aunque solo sea entre vosotros, la obligación del amor recíproco; sed hombres dignos de la sociedad que viene, huyendo de los crímenes que manchan la solidaridad que se va; corramos todos a destruir las tiranías, las infamias, los privilegios, la holgazanería, madre de todos los vicios, y realicémoslo sin oro y sin armas, sin sangre y sin miserias. Sólo con defenderos, sólo con un esfuerzo pequeñísimo de nuestra voluntad, consumiendo y produciendo entre nosotros y mirando a la política actual y a los que la hacen, como la plaga más siniestra contra la redención obrera, llegará, trabajadores, no lo dudéis, la hora de la emancipación, porque en la organización de los trabajadores está el secreto de nuestra fuerza insuperable y de la debilidad de los privilegiados.

En la prensa obrera de su tiempo dejó muestra de su saber, de su entusiasmo y de su fe en el ideal, siendo notables sus artículos sobre la organización y la eficacia revolucionaria de la huelga general.

Como orador en las asambleas de organización y en los mitines de propaganda reunía excelentes condiciones y prestó eminentes servicios. Con fácil palabra, voz grave y sonora, simpática presencia y lógica contundente dominaba al auditorio y difundía notablemente las ideas.

La circunstancia de proceder de una clase superior le dió cierto ascendiente sobre algunos atávicos de humilde extracción que se sentían especialmente favorecidos con el compañerismo y la amistad de un superior que se dejaba tutear y aun sufría ciertas familiaridades que tocaban a la falta de respeto.

José López Montenegro dejó buena memoria en el proletariado español.

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