Índice de El Proletariado Militante (Memorias de un internacionalista) de Anselmo de LorenzoAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO DÉCIMO SEGUNDO

CONGRESO DE BARCELONA
Inauguración

El domingo 19 de Junio de 1870, en el Teatro del Circo de Barcelona, a las diez y media de la mañana, inauguró sus sesiones el primer Congreso obrero español, con asistencia de un centenar de delegados de Andalucía, Valencia, Aragón, ambas Castillas y gran mayoría de Cataluña, no siendo posible mayor representación por falta de tiempo, medios, y, sobre todo, de organización.

Los delegados ocupaban las primeras filas de butacas, y todas las demás localidades se hallaban atestadas de trabajadores de ambos sexos, estando además llenos los pasillos y aun agolpándose la gente a la entrada por la imposibilidad de hallar sitio para todos.

Habían acudido los trabajadores agrupados y como en manifestación por sociedades y aun por talleres y fábricas, atestiguando así la consideración y respeto que les inspiraba el grande y trascendental acto que iba a realizarse.

La presidencia estaba en el centro del escenario. Detrás ostentábase artístico grupo de banderas, en cuyo centro dominaba un estandarte rojo con el lema en letras doradas y bien legibles No más derechos sin deberes, no más deberes sin derechos, simbolizando las antiguas y decrépitas naciones en disposición de convertirse en una sola entidad regida por la justicia. A ambos lados se habían colocado grupos de herramientas en representación del trabajo. A los extremos del proscenio, a cada lado, había una mesa para los secretarios y delante hallábase la tribuna para los oradores. Finalmente, en el sitio de la orquesta había mesas para los periodistas y taquígrafos.

Momentos de expectación solemne: la sala rebosando vida, esperanzas, ilusiones, consuelos y cuanto moralmente anima lo presente y da vida a lo porvenir, y el escenario desierto.

A la hora señalada preséntase solo Rafael Farga, acércase a la mesa, hace virar un timbre, establécese un silencio profundo y pronuncia estas hermosas y conmovedoras palabras:

Compañeros delegados: Vosotros los que os congregáis aquí para afirmar grande obra de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la que econtiene en sí la emancipación completa del proletariado y la extirpación absoluta de todas las injusticias que han reinado y reinan sobre la haz de la tierra; los que venís a fraternizar con los millones de obreros, esclavos blancos y negros que bajo su rojo pendón se cobijan; queridos hermanos, en nombre de los trabajadores de Barcelona, ¡paz y salud! ...

Formidable trueno de aplausos interrumpe al orador. Los delegados, en pie y vueltos al público, visiblemente conmovidos, saludan y aplauden también, y por unos momentos siente aquella multitud las plácidas sensaciones de la felicidad.

Limítome a consignar las ideas más culminantes del discurso de bienvenida:

El derecho, el deber y la necesidad, prosigue el orador, nos reunen aquí para discutir los problemas de la economía social ... La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, dicen los estatutos de La Internacional, afirmación fundada en el hecho de que no hay institución ni clase social alguna que por la obrera se interese; todas las que del monopolio y de la explotación viven, sólo procuran eternizar nuestra esclavitud ... El capital es el gran tirano que gobierna las sociedades presentes. No hay otra cuestión verdaderamente de fondo en la humanidad que la tremenda lucha entre el capital y la pobreza, entre la opulencia y la miseria ... El Estado es el guardia y el defensor de los privilegios que la Iglesia bendice y diviniza, y lo único que nos resta a nosotros, pobres víctimas del desorden social presente, es, cuando lo tenemos, el salario, fórmula práctica de nuestra esclavitud ... Queremos que cese el imperio del capital, del Estado y de la Iglesia, para construir sobre sus ruinas la Anarquía, la libre federación de libres asociaciones de obreros.

Mientras hablaba Farga, presentáronse en el escenario los compañeros destinados a completar la ceremonia de la inauguración. Francisco Tomás, delegado de la sección Internacional de Palma de Mallorca, y Tomás González Morago, de la de Madrid, hablaron después, dirigiendo análogo saludo y exponiendo las mismas ideas, con gran contentamiénto y aceptación del público; y pasó a ocupar la presidencia Andrés Bastélica, emigrado francés y representante de varias sociedades francesas.

Leyóse una comunicación del Comité federal de La Internacional de Suiza, en la que se consignan estos pensamientos:

La política, la religión y los gobiernos han sido creados por nuestros amos, burgueses, curas y reyes, para mejor dominarnos, para mejor sojuzgamos, para debilitamos, dividiéndonos en partidos.

Creedlo, hermanos de España, si la grande causa del trabajo debe un día dominar el mundo y transformar la sociedad, es necesario que, en cumplimiento de uno de nuestros más superiores deberes, rechacemos absolutamente todo lo que hoy se llama política.

No debemos ocuparnos de República nacional, de República europea, de Estados Unidos de Europa ... Si tocamos siquiera con la punta del dedo esta organización actual de los gobiernos; si prostituimos nuestro corazón y nuestra honradez luchando por ellos o contra ellos en su terreno, la política; si no nos constituimos como trabajadores fuera del Estado, pasarán los años esperando en vano nuestra emancipación.

En otra comunicación del Consejo general belga de La Internacional, se hallan los siguientes párrafos:

Antes de la creación de La Internacional muchos eran los hombres generosos que habían consagrado todos sus esfuerzos a la fraternidad humana, y sin embargo, fracasaron todos, porque, más o menos impregnados de ideas místicas, se contentaban con apelar a los sentimientos generosos, sin tener en cuenta que un sistema social no puede fundarse sobre los sentimientos, sino sobre la harmonía de los intereses.

Penetrados de la idea de que no puede obtenerse reforma social alguna verdadera sino dando satisfacción a los intereses del trabajo, hemos debido romper con todos los metafísicos de la política y con sus sermones sentimentales; hemos renunciado a toda esperanza de mejoramiento proveniente de un cambio de gobierno, y hemos tomado por línea de conducta la abstención en materia política. Consideramos todos los gobiernos igualmente despreciables, de modo que pedir a los obreros que se pronuncien por tal o cual forma de gobierno, es preguntarles por cuál de los gobiernos prefieren ser asesinados.

Hubo un tiempo en que todas las aspiraciones del pueblo se resumían en la palabra República. Al grito de ¡viva la República! los revolucionarios de las pasadas épocas derribaron tronos y altares, arrostrando peligros, desafiando a la muerte y haciendo todo género de sacrificios. ¡Sombras de los héroes que del 92 al 69 cubristeis con vuestros cadáveres los campos de batalla de Europa; que en las guerras civiles de España preferisteis la guerra al despotismo; que en las reivindicaciones de Italia os habéis consumido en los infectos calabozos austriacos; que en las jornadas de 1830 y de 1848 luchásteis gloriosamente en las barricadas: todos los que en los tres cuartos de siglo pelearon, sufrieron y murieron por la República, levantaos, y ved a qué ha quedado reducido vuestro ideal; ved el espectáculo que ofrece la gran República de los Estados Unidos que nos citan como modelo! No tienen rey ni emperador, pero tienen las grandes compañías, los reyes del oro, del hierro, del algodón ... (1). Y si se nos dice que la falta está en el mercantilismo y no en la República; ved si los republicanos son capaces de desarraigar uno solo de los monstruosos abusos que bajo la dominación del capital ahogan imperios, monarquías y repúblicas.

Estas comunicaciones, inspiradas en el más puro criterio revolucionario, y cuya extensión no permite insertarse íntegras, fueron recibidas con aplausos, a pesar de la preocupación política de algunos delegados y de parte del público.

El peesidente Bastélica dirige la palabra al Congreso y a la concurrencia. Era este joven, ilustrado y entusiasta, de mirada chispeante, voz bien timbrada y con movimientos rápidos y enérgicos, a la vez que reveladores de una educación distinguida. Gozaba fama de agitador, y tenía la honra de haber sido perseguido por las autoridades despóticas del imperio, lo que le obligó a salir de Marsella y refugiarse en España.

Estas circunstancias le dieron por un momento un realce extraordinario, hasta el punto de electrizar al auditorio y conmoverle profundamente. Por desconocimiento del español, se expresó en francés, con vehemencia, pasión y arte. Herrán traduce a continuación el discurso:

Trabajadores españoles: En nombre de la solidaridad universal tomo asiento en este Congreso de la región española delegado por los trabajadores franceses afiliados a La Internacional; en nombre de esa misma solidaridad universal me habéis otorgado el honor de presidir esta sesión solemne; os lo agradezco cordialmente. La unión de los pueblos debia verificarse por la Asociación Internacional de los trabajadores; se ha verificado ya; lo atestigua mi presencia en este Congreso.

La síntesis de su discurso resultó la censura razonada y la negación enérgica del Estado, de la Iglesia, del privilegio y de las fronteras, para constituir el ideal de la gran familia humana, viviendo libre y feliz en el régimen de la Anarquía. Terminando con estas palabras:

Al terminar, propongo un ¡viva la Asociación Internacional de los Trabajadores!

En las actas que tengo a la vista se lee a continuación esta nota:

(Unánimes y entusiastas vivas resuenan en el coliseo, lleno completamente de obreros y obreras).

Suspendida la sesión por causa de la hora de la comida, y reanudada por la tarde con no menor concurencia del público y asistencia de todos los delegados, se presentó y aprobó por aclamación unánime la siguiente proposición:

Al Consejo general de la Asociación Internaciona] de los Trabajadores.

El Congreso regional español de trabajadores acepta completamente y en toda su pureza los Estatutos generales y acuerdos de los Congresos obreros universales de la Asociación Internacional de los Trabajadores, a la cual se adhiere, acordando enviar al Consejo general, como representante de todas las secciones del mundo, un cariñoso y fraternal sa]udo.

R. Farga Pellicer.- E. Borrel.

Dado en Barcelona, local del Congreso Obrero Español en 19 de Junio de 1870.- El presidente de la sesión, A. Bastélica.

En cumplimiento del orden del día, los delegados dan cuenta del estado de las sociedades que representaban. Este punto lo interpretaron la mayoría de los delegados por exposición de las penalidades propias de su oficio, del género de explotación a que cada cual se hallaba sometido y aún de la miseria especial de la localidad de su residencia, y juzgando útil su extracto literal, aunque conciso, del mismo, lo expongo a continuación:

Bové, delegado de los hiladores, jornaleros y tejedores mecánicos de Barcelona.- Los trabajadores de las clases de vapor de Cataluña estamos esclavizados desde las cinco de la mañana hasta horas avanzadas de la noche ... En Reus, por ejemplo, donde se levantan fábricas de primer orden, los trabajadores sufren atrozmente, sujetados a trabajar muchas horas por un escaso jornal ... En Valls, trabajan las mujeres catorce o quince horas por 8 o 10 miserables pesetas ... En Manresa y sus cercanías se trabaja a veces hasta diez y ocho horas diarias por 8 reales de jornal ... En Villanueva, Martoreu y Sallent, se ha mejorado algo la situación, merced a la constancia en la asociación.

Rabassa, de los zapateros de Barcelona.- Cuando veo que somos una colectividad de esclavos que nos arrastramos por esta miserable tierra, y al toque de una campana nos metemos más bien en mazmorras que en talleres, o bien salimos de éstos para descansar en mezquinos jergones, no puedo menos que sentir indignación.

Nuet, de los cerrajeros de Barcelona.- Hay cerrajeros que trabajan doce y catorce horas diarias. Nosotros tenemos la desgracia que no experimentan otros oficios, consistente en la imposibilidad de aprender nuestro oficio hasta después de muchos años, pudiendo decirse que morimos siendo aprendices. Cuatro años de sufrimientos inauditos representa el aprendizaje, que no acertaré a decir si son de cárcel, de deportación o de qué.

Sans, de los hiladores, jornaleros y tejedores mecánicos de Barcelona. Yo, que he recorrido presidios de esclavos blancos y vivo en ellos, sé lo que son penalidades. Oprime tener que manifestaros que nuestros hermanos están obligados a soportar once, diez y seis o diez y ocho horas de trabajo.

Gras, de los marineros de Barcelona.- La clase marítima es la más desheredada. En nuestros primeros años ingresamos y quedamos ligados por toda la vida. Somos esclavos en la matrícula de mar. Nosotros tenemos semanas de uno o dos años: hacemos el viaje, ganamos salario y depositamos nuestra confianza en el capitán para que nos mantenga; de esto resulta que cuando en alta mar nos encontramos, el capitán, el hombre que hemos adoptado como padre, nos escatima la comida, destinándonos malos comestibles ... Después de un largo viaje permanecemos cierto tiempo con nuestras familias, y como los frutos del viaje han sido escasos, después de pagadas las deudas contraídas por las familias, solicitamos de nuevo trabajo, que solemos hallar cada vez en peores condiciones.

Franquesa, de los naiperos de Barcelona.- Obreros: al contemplar hoy por primera vez al Congreso regional español, yo, que por tanto tiempo me he visto envilecido por los carnívoros explotadores, me siento regenerado.

Farrés.- Yo soy representante de la clase de vapor de Barcelona, clase triste y lamentable, porque los burgueses han declarado a los hombres inútiles para el trabajo, y les han substituído por mujeres y niños. Téngase esto en consideración, porque sólo el hombre es útil para el trabajo y no la mujer. Los hombres no sabemos qué hacer, pues que no hemos nacido para robar, sino para trabajar.

Grases, de los tejedores de Reus.- La corporación que represento sufre la explotación mas penosa que pueda imaginarse.

Cea, tipógrafo, de la Sección Internacional de Valladolid.- Los trabajadores de Valladolid se encuentran en una situación tan precaria como todos los de España.

Mora, zapatero, de la Sección Internacional de Madrid.- Es imposible formarse idea de lo que en Madrid pasa, de lo que en Madrid se sufre; allí ocurre lo que no ocurre en provincias. Pervertidas las clases superiores y cundiendo en ellas la mayor inmoralidad, tratan de extender e infiltrar esa misma perversión entre los trabajadores. Allí no hay más que ambición, y por lo mismo no se hace otra cosa más que preparar el terreno para el medro personal, haciendo sufrir horriblemente a los obreros y pretendiendo tenernos como esclavos.

Vaus y Villaplana, de los tejedores de Alcoy.- Mucho tiempo hemos estado sufriendo; hasta hoy el patrimonio del obrero ha sido la miseria y la fatiga; todo por haberse fiado de los que le explotaban.

Larguísima sería esta recopilación de notas si hubiera de recoger todo lo que en las actas del Congreso consta exponiendo dolorosas quejas. Basta con lo expuesto para formarse idea de la situación de los trabajadores españoles en el momento de presentarse como la aurora de la esperanza la gran diosa y salvadora asociación.

Muchos delegados expusieron los trabajos de organización, efectuados por sus comites, y algunos presentaron notas de verdadero valor histórico, de que prescindo por no corresponder al plan que vengo desarrollando.

Así fue aquella memorable inauguración. La iniciación revolucionaria del Proletariado Militante español quedaba consumada. A partir de aquel momento, los partidos, las religiones, las sectas, pudieron tomar nota de que los trabajadores les retiraban su concurso para dedicarse a luchar por una idea nueva que era una gran verdad antes desconocida, y para conseguir un ideal que era la realización práctica de aquella justicia buscada en vano por las generaciones precedentes.

Grandioso acto, glorioso día en que quedó fija, indestructible y como promesa infalible la seguridad de la emancipación obrera, hagan y digan cuanto quieran los que mandan, los que explotan y los que engañan.

Los privilegiados, que, en su afán de monopolio, pretenden hasta hacerse dueños del movimiento que rige la vida, y del tiempo en que se desenvuelve el progreso; lo mismo que los escépticos, que niegan el poder de la verdad y se burlan de las reivindicaciones de la justicia, no pueden ya levantar la voz para imponer sus errores, por más que les apoyen la rutina y la fuerza; ni les servirá tampoco de argumento el fracaso de cuanto en materia religiosa, filosófica o política tuvo un día aspecto revolucionario, porque ahí está el Proletariado Militante que anula el Decálogo de Moises, el Sermón de la Montaña de Jesús y la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de la Convención con esta sencilla fórmula: Pas de devoirs sans droits; pas de droits sans devoirs. No hay deberes sin derechos; no hay derechos sin deberes.

Y esta fórmula, si difícil y costosa de imponer a la sociedad, se impondrá, al fin, y no fracasará, no defraudará ninguna esperanza.

Ahí está como garantía ese mismo Proletariado Militante que se lanza a la conquista de la justicia y no quiere el privilegio ni aun en beneficio propio.


Notas

(1) Véase cómo cerca de treinta años antes de la guerra de España con la República norteamericana, cuando todavía la burguesía española ensalzaba hasta la exageración la República Modelo, ya estaban los trabajadores conscientes y revolucionarios enterados de las maldades que en el seno de aquella se cobijaban. Por lo mismo aCOgieron estos con desprecio la exageración contraria en que cayeron los burgueses cuando calificaban de tocineros a los ciUdadanos de los Estados Unidos.

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