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EL GRAN CONGRESO LIBERAL

Se acercan para la patria días de gloria. Las energías particulares, desdeñando nuestra vieja y perniciosa costumbre de esperar del poder toda iniciativa benéfica, alistan en estos momentos sus mejores armas para lanzarse con valor y entereza al campo de 1a lucha par la libertad.

En estos momentos los ciudadanos de buena voluntad de la República preparan su viaje para dirigirse a la ciudad de San Luis Potosí, que es hoy la Jerusalén de nuestros ideales democráticos.

El próximo día 5 de febrero se reunirá en dicha ciudad el gran congreso liberal.

Al contrario del fanatismo religioso, que doblega la cerviz ante un hombre valetudinario cuando siguiendo al cura egoísta y embaucador atraviesa el océano para llegar lleno de unción y de farsa a la adusta y empalagosa Roma, los buenos liberales mexicanos se presentarán con la frente alta, iluminada de noble orgullo, a la ciudad de San Luis Potosí.

Y van con la frente alta porque no van a pedir como el fanático, sino a exigir como el ciudadano. Van con la frente alta porque conocen que son libres, porque conocen sus derechos, porque saben bien que sólo los culpables están obligados a bajar la cabeza, y sólo el servilismo y la bajeza pueden doblar las rodillas.

A la libertad hay que verIa de frente y no apartar la vista de ella porque se disipa. El que titubea sale derrotado; el cobarde recibe como recompensa el grillete y las esposas del esclavo.

La misión que va a desempeñar el gran Partido Liberal de la República es de saludable trascendencia. En el congreso se discutirán los medios prácticos que haya para infiltrar el liberalismo en el espíritu de las masas. Allí se tratará la aplicación del remedio para contrarrestar la influencia del clero en el hogar, influencia que sólo sirve para corromper el corazón femenino, dando por resultado los crímenes a que orilla la concupiscencia monástica y la educación hipócrita y falsa de la niñez.

Se tratará también de estudiar la manera práctica de hacer efectiva la nacionalización de los bienes eclesiásticos, puestos hoy en manos de testaferros fanáticos, estudiándose al mismo tiempo la manera de lograr el aniquilamiento de la influencia política del clero y de sus adeptos que ascienden al poder contra las protestas de los ciudadanos honrados que ven en esos actos la ruina de nuestras libertades, que, no obstante haberlas conquistado a sangre y fuego, se ven pospuestas a esa incalificable debilidad política, que haciéndonos retrogradar, pretende entregarnos atados de manos al funesto partido que, en sus extrañas fermentaciones, ha producido la traición y el crimen.

Otras muchas importantísimas cuestiones serán puestas al debate.

No obstante la bondad de la causa, no han faltado los desahogos clericales, pues acobardados los conservadores ante la actitud potente y resuelta del Partido Liberal, actitud ocasionada por la imprudencia del partido de retroceso, no han cesado de escandalizar, hasta el grado de decir que el congreso liberal será una injuria para la religión católica.

La maldad clerical tiene que calumniar para combatir.

Nunca ha sido noble la lucha de ese partido de sombras y de ruinas. Esta maldad no se ha tentado el corazón, porque no lo tiene, para decir que el congreso liberal es un peligro para la tranquilidad pública.

El congreso liberal no es un peligro para la tranquilidad pública, es un peligro para las maquinaciones del clero corrompido, como los gendarmes son un peligro para los malhechores.

El criminal tiembla cuando sabe que se le espía, que se observan de cerca sus manejos: por eso es por lo que los conservadores tiemblan al solo anuncio del congreso; porque comprenden la importancia de éste, y ellos no tienen limpia la conciencia.

Pero contra las calumnias de la clerigalla, los ciudadanos honrados aplauden la celebración del congreso, que es un acontecimiento en esta época de debilidades e infames contubernios con los jurados enemigos de la libertad. Aplauden los ciudadanos honrados, porque comienza el renacimiento de nuestras muertas instituciones, que dará como sazonado fruto la regeneración política y social.

(De Regeneración, N° 24 del 31 de enero de 1901).

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