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AÑO DE 1901

La Invitación al Partido Liberal encuentra eco en muchas regiones del país. Así, la respuesta a ésta conllevara a la celebración del Primer Congreso Liberal el 5 de febrero en el teatro de La Paz, en San Luis Potosí. Entre la participación de los congresistas destacó la de Ricardo Flores Magón quien acudía representando al periódico Regeneración y al Comité Liberal de estudiantes de San Luis Potosí. Muchos años después su hermano Enrique relató lo acontecido en los siguientes términos:

Los delegados empezaron a llegar, Ricardo entre ellos, y tantos espectadores como podían caber. Afuera, la gente que no había podido entrar, llenaba las calles.

Uno tras otro, los oradores pasaron a la tribuna y atacaron al gobierno. Pero se evitó la crítica directa contra Díaz, con gran impaciencia de Ricardo que escuchó atentamente notando la intencionada exclusión del tema central.

Por fin le llegó su turno.

Se dirigió hacia la plataforma. Alto, fuerte, con sus veinticinco años, imponía. Había algo en su aspecto severo que parecía dejar entrever lo que iba a decir. El público calló.

Ricardo hizo una pausa, echó una larga y lenta mirada al teatro abarrotado, y dejó oír su poderosa voz:

¡Lo que hay que atacar es el gobierno de Díaz. No es más que una madriguera de ladrones! Sus palabras rompieron el silencio como tiros de pistola.

Como una marea corrió un murmullo de asombro, y en las galerías estalló una tormenta de chiflidos de desaprobación.

Con los puños cerrados, Ricardo se adelantó en la plataforma. Cesó la rechifla. Entonces rugió: ¡Porque el gobierno de Díaz es una madriguera de ladrones! De nuevo se oyó una rechifla ensordecedora, junto con gritos de traidor ¡Echenlo! Pasó una piedra rozándole la cabeza. Ricardo, levantando el puño, con los ojos echando fuego, y con su imponente figura que parecía engrandecerse, repetía: ¡Porque el gobierno de Díaz es una madriguera de ladrones!, y al decirlo por tercera vez se descargó en la palma de la mano izquierda un puñetazo tal con la derecha, que se oyó en todo el teatro.

El efecto que esto tuvo fue verdaderamente como el de una descarga eléctrica. Entusiasmado por su vehemencia, su valor y su personalidad dominadora, el público estalló en una salva de aplausos. Cuando cesó, Ricardo prosiguió:

Hablemos como hombres. Yo les pregunto, ¿cómo vamos a convencer al pueblo de que el Partido Liberal es su partido que se propone reparar las injusticias que contra él se hacen? Sólo hay una contestación posible: señalando directamente, así, con el dedo condenador al que maneja la administración nacional, esa máquina monstruosa que aplasta bajo sus ruedas sus esperanzas, sus aspiraciones, y sus cuerpos. Hizo una larga pausa. El público, paralizado, esperaba lo que iba a decir después. Levantando lentamente el dedo hacia la galería, con pausadas palabras, dijo:

El presidente Porfirio Díaz es la araña que teje la tela del engaño y la injusticia que las arañas menores imitan. Ya saben ustedes quiénes son. Los gobernadores de los Estados, los generales, los jefes políticos. Con la voz temblándole de furia, expuso en detalle los sueldos miserables, las deplorables condiciones de vida y de trabajo que padecía el pueblo que trabajaba en fábricas, molinos y minas; de los peones en las haciendas, de la esclavitud, disfrazada con el eufemismo de trabajo de contrato, que existía en las plantaciones de tabaco de Valle Nacional, de donde apenas regresaba un esclavo de cada cien: de las confiscaciones y robos a la gente del pueblo por obra de los secuaces de Díaz.

Todas estas injusticias tienen su origen en Porfirio Díaz.

El es la ley. Para mantener su dictadura les concede un poder ilimitado a las harpías que le siguen, quienes se ceban en la sangre del pueblo. El público, en atenta tensión escuchó lo que Ricardo proponía para reformar al país: ¡Expulsar a Díaz! En el ínterin, reemplazado con el presidente de la Suprema Corte, como lo decretaba la Constitución, y finalmente, el pueblo votaría libremente por los candidatos presidenciales que ofrecieran los diversos partidos políticos, inclusive el Partido Liberal.

Terminó de hablar. Por un momento no hubo más que silencio. Parecía como si su atrevida propuesta hubiera petrificado a la audiencia. Siguió luego un estallido de aclamaciones que sacudieron las paredes del teatro.

(Tomado de Kaplan Samuel, Peleamos contra la injusticia, México, Libro Mex Editores, 1960, pág. 65-67).

De este Primer Congreso emanarían las Resoluciones tomadas por el Primer Congreso Liberal de la República Mexicana. Documento que sin lugar a dudas marca el principio del fin del porfirismo a la vez que incuba los gérmenes del movimiento emancipador que brotaría varios años después.

El periodo precursor de la revolución mexicana tiene su origen en estas resoluciones. El régimen porfirista así lo entendió, de aquí su inusitada represión en contra de los partícipes; de aquí el haber querido apagar este primer chispazo a cualquier precio antes de que incendiara al país entero.

Sin embargo, la dictadura falló en su cometido y lo único que logró fue posponer el incendio. Porque la semilla sembrada en el Congreso de San Luis Potosí estaba destinada a germinar no obstante pusiesen en su camino miles de obstáculos.

Chantal López y Omar Cortés

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