Índice de El programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 y sus antecedentes Recopilación y notas, Chantal López y Omar CortésArtículo anteriorEscrito siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

INVITACIÓN AL PARTIDO LIBERAL

El Estandarte periódico clerical de esta ciudad, publicó hace poco el discurso pronunciado en París por el Obispo Montes de Oca, en la Asamblea General del Congreso Internacional de las Obras Católicas.

El Obispo declara ante el mundo que ha infringido la ley en México:

Acabo de hablaros -dice- de pacificación religiosa. Se ha hecho en México a pesar de las leyes que siguen siendo las mismas, gracias a la sabiduría y al espíritu superior del hombre ilustrado que nos gobierna en perfecta paz, hace más de veinte años.

En la alborada de esta era nueva, la Hija mayor de la Iglesia es también la que nos ha proporcionado los primeros elementos de nuestro renacimiento religioso y social. Se trataba de elevar el nivel de educación de la mujer en todas las clases de la sociedad y por la mujer conquistar el mundo.

¡Nosotros nos volvimos naturalmente hacia esta Orden toda francesa, que mejor que ninguna otra sabe educar a las hijas de la nobleza y de la aristocracia, y mantenerlas unidas una vez fuera del convento, mediante congregaciones que tienen grande influencia en la alta sociedad; de esta Orden que junto al pensionado para las ricas, levanta una escuela para las pobres, y en torno de las Hijas de María agrupa otras asociaciones por las cuales ejerce una especie de apostolado sobre las ínfimas clases de la sociedad!

Pero, ¿cómo introducir semejante Orden en un país de donde hacía diez años habían sido arrojadas en masa las Hermanas de la Caridad; en donde las leyes contra las congregaciones estaban en pleno vigor, y donde el jacobinismo parecía reinar como soberano? Nos lanzamos sin embargo en la peligrosa aventura y hemos salido bien. Habíamos menester para esto una especie de Cristóbal Colón en traje de monja, un conquistador por el estilo de Hernán Cortés ... y la hallamos. No es la primera vez que lo digo a las orillas del Sena: cuando vi el buque que a nuestras costas inhospitalarias llevaba las tres primeras religiosas del Sagrado Corazón que debían conquistar nuestros corazones, me parecía contemplar aquella barca sin remos ni velas que en otro tiempo condujo a Lázaro y sus hermanas a las playas de Marsella ...

La sociedad del Sagrado Corazón tiene en México cuatro casas muy florecientes y su influencia es tal que desde su establecimiento en la República, la pacificación ha comenzado.

Al hablar así el Obispo Montes de Oca revela un profundo desprecio a nuestro país y una ilimitada confianza en la impunidad de los delitos de que él mismo se acusa.

Admirable moralidad católica la suya, jactarse de violar la ley para realizar una obra inícua, fanatizar a la mujer y por la mujer conquistar el mundo.

En otra parte de su discurso el Obispo trata de infamar al Partido Liberal. Dice así: ... México es donde la fé y la doctrina y el espíritu católico han derramado su más vivo fulgor. Allí también ha sido más encarnizada la lucha y empujados los combatientes de uno y otro bando a la última extremidad volvieron unos sus ojos a las estrellas del Norte, otros imploraron el auxilio de la Hija mayor de la Iglesia.

Errores del Obispo. Los traidores de México fueron siempre el Clero y sus aliados: jamás el Partido Liberal.

Si vemos muchos de aquéllos en servicios públicos después del triunfo definitivo de Juárez, es porque no han tenido ni el pudor de ocultarse a las miradas de la patria ofendida; es porque la ley magnánima los ha perdonado, pero no la conciencia popular que los juzga siempre ingratos, sumisos al clero y por consiguiente enemigos del país. Y si alguno como el Obispo de San Luis pretende con su propia mancha obscurecer el limpio sol de nuestra historia, no lo podrá lograr.

El país es libre, grande y próspero, gracias al Partido Liberal, pero dormimos demasiado sobre nuestros laureles. La Obra de la Reforma está minada por trabajos subterráneos.

No vayamos a despertar bajo sus ruinas.

El Clero se aprovecha de las libertades que las leyes le conceden, para seguir trabajando solapadamente en contra de las instituciones, de la paz y del progreso de la Nación.

Es preciso vivir alerta contra las acechanzas del eterno perturbador del orden. Su poder es peligroso y nuestra indiferencia alienta y favorece su avance.

El Clero es fuerte con su capital, su aristocracia, sus elementos conservadores en puestos públicos, su prensa, su púlpito, sus mentiras, su inmoral confesionario, y toda esa fuerza la acumula en su arma por excelencia: la mujer. El soplo del fanatismo penetra en el hogar y enciende nuestra sangre. ¡Cuántos ceden y caen debílitados, aislados y vencidos como al contacto de una peste!

La propaganda del Clero es funesta, pero es más grave todavía su constante infracción a la ley.

Entre las infracciones que comete, ninguna más trascental que la existencia de los conventos que denuncia el Obispo Montes de Oca.

Si el clero infringe descarada e impunemente la ley: si es rico, si se apodera directa o indirectamente de todas las energías de la Nación; si educa bajo su programa a las nuevas generaciones; si manda en la mujer; si los liberales no ejercitan su acción; si en los puestos públicos pululan los conservadores, ¿cuál es la influencia, cuál es la fuerza positiva del llamado dominante Partido Liberal?

Debemos combatir en el campo de la razón, en la prensa, en la escuela, en el hogar, las malsanas tendencias clericales.

Y si los enemigos del país predican y practican su odio y su desobediencia a nuestras instituciones, denunciémoslos y aconsejemos orden, moralidad, trabajo y acatamiento a la ley.

No es suficiente honrar con frases de veneración a nuestros libertadores. Es necesario conservar y continuar sus obras e impedir que sus sacrificios resulten estériles.

En presencia del riesgo posible de perder las conquistas de nuestras revoluciones, proponemos a los liberales del país lo siguiente:

l. Que en todas las ciudades del país, se organicen y se sostengan clubs liberales en constante relación entre sí, que procuren impedir infracciones a las leyes de Reforma y que por medio de órganos de prensa den a conocer los abusos del Clero y propaguen las ideas y los principios liberales.

II. Que cada club nombre uno o varios delegados a un Congreso Liberal que se reúna en esta ciudad el 5 de Febrero del año entrante.

III. Que este Congreso discuta y resuelva los medios para llevar a la práctica la unificación, soliparidad y fuerza del Partido Liberal, a fin de contener los avances del clericalismo y conseguir dentro del orden y de la ley la vigencia efectiva de las Leyes de Reforma.

Respetuosamente sometemos las anteriores proposiciones a los ciudadanos liberales del país y esperamos su ayuda.

Es necesario abandonar la viciosa costumbre establecida entre nosotros de esperar de los Gobiernos el remedio de todos nuestros males. La iniciativa particular secundada y extendida hasta convertirse en acción colectiva, es el carácter de las democracias.

San Luis Potosí, 30 de agosto de 1900.

Camilo Arriaga, Juan J. Farías, Dr. Antonio Alonso, Dr. Federico Baquero, Hugo Wuest, Francisco Guerrero, Dr. Horacio Uzeta, Prof. Rafael Rodríguez, José de la Vega y Serrano, Eduardo A. García, Gilberto A. Molgado, Antonio M. Cabrera, Agustín de la Vega, Marlano Quiñones, Agustín Farías, Leopoldo E. Pedroza, Ingeniero Francisco Gándara, Lic. Cruz García Rojas, Mariano Farías, Lic. Ramón Ramos, Jesús Ramos Flores, Roberto Piña, Joaquín R. Esparza, Capitán Manuel Corona, Augusto Cuadra, Capitán Enrique García Primo, Feliciano Espinosa, Prof. Bartolo Guardiola, D. R. Serrato, Gilberto Parra, Lino Gómez, Arturo Díaz de León, Coronel Lenar Chávez, Teniente Antonio Frías, Cap. Nicolás Miranda, Rafael B. Vélez, Cap. Patricio Martínez, Teniente Amado Cristo, Coronel Secundino Gómez, Teniente Juan Martínez Parente, Indalecio Ojeda, Manuel Lara M., Pablo Yáñez, Ingeniero Antonio Prieto, Domingo López, José Verástegui, Carlos M. López, Adrián Castillo, Ingeniero Sebastián Reyes, Paulino N. Guerrero, Coronel Casimiro Guzmán, Dr. Joaquín Tanguma, Benjamín Muro, Rafael Quintanllla, Antonio Díaz Soto y Gama, José Ma. Lozano, G. Torres Garza, Genaro López Zapata, Moisés Gareía, José M. Sáyago, Ignacio Barrios, A. Rangel H., M. Sandoval, Agustín E. Vidales, Pablo José Gama, P. García Peña, Crescenciano Rivera, Candelario Martínez, Herminio G. Pérez, Ingeniero Franco Avalos, Ingeniero Jesús N. García, José R. Ruiz, R. Berlanga, Remigio Charles, Carlos Reyes, Antonio Cárdenas, José Baquero, Antero G. González, Pedro L. Altamirano, Francisco de la Maza, Lic. Ramón de Arriola, Antonio J. Hurtado, M. Arriola, Augusto N. Segura, Luis G. Jáureguz, Pedro M. y Muñoz, Ignacio Castro, Profesor Juan Rentería, Pomposo Ramírez, Ingeniero Rafael Moya, Alberto Sustaita, M. Torres, Atilano Aguayo, Francisco Galván, Daniel H. Pedroza, Ingeniero Pedro M. Linares, Mayor Pedro González Gutiérrez, Fermín Alvarez Segástegui, Francisco B. Espinosa, José M. Roldán, J. M. Espinosa, José Dávalos, Mariano Acevedo, General Manuel Sánchez Rivera, Lic. Mauricio Dávalos, J. Barroeta, Alberto C. Naranjo, Eudosio Luna, Joaquín Rentería, Agustin Olaeta, F. Jiménez, Dr. Gregorio Barroeta, Atanasio Vargas, Adolfo Flores, Francisco D. Torres, Lic. Franco Méndez, Dr. Pedro N. Rentería, Dr. Miguel Garza, Mariano Hernández Toranzo, Francisco A. Sustaita, Victorlano Noriega, Manuel F. Queró, José García, Ignacio González, Manuel Gómez, Ezequiel Cardona.

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