Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección IIICUARTA PARTE - Lección VBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección IV

Desembarco y muerte de Iturbide. Elección de presidente y vicepresidente de la República. Proclamación de la Constitución de 1824. Federación. Estados que la formaron. Reflexiones sobre la Constitución. Inglaterra y los Estados Unidos reconocen la independencia. Desocupación de Ulúa. Decreto de 20 de diciembre de 1827. Plan de Montaño y pronunciamiento de Tulancingo. Nuevas elecciones. Candidaturas de Pedraza y Guerrero. El gobernador don Lorenzo Zavala. Pronunciamiento de la Acordada. Saqueo del Parián. Presidencia del general Guerrero. Invasión de Barradas en Tampico. Santa Anna y Terán. Triunfo de las armas nacionales. Plan de Jalapa. Presidencia de Bocanegra. Su prisión. Don Pedro Vélez en el poder, asociado al general Quintanar y a don Lucas Alamán.


Iturbide desembarcó en Soto la Marina a mediados de julio y fue fusilado en Padilla el 19 o 20, en virtud de un decreto que ha dado triste celebridad de injustos y de bárbaros a los congresos en que tuvo origen.

La noticia se esparció en momentos por todos los ámbitos de la República, llegando a México el día 26. La impresión del pueblo fue de profunda tristeza; el gobierno y la prensa guardaron noble circunspección.

En virtud de la convocatoria de elecciones para los poderes supremos, resultó electo presidente de la República el general don Guadalupe Victoria, y vicepresidente el general don Nicolás Bravo.

La Constitución federal se proclamó el 4 de octubre de 1824.

Federación es el pacto de confraternidad y alianza celebrada por determinadas entidades políticas que se someten a él y lo reconocen como suprema ley, según las reglas de ese mismo pacto o Constitución.

Esas entidades políticas o Estados, tienen toda su libertad administrativa en su régimen interior, sin más restricciones que las establecidas en la Constitución para mantener la armonía entre las entidades que forman el pacto.

Para el cumplimiento de ese pacto, para la conservación de esa armonía, estableció la Constitución poderes centrales o gobierno que limitando su acción a las facultades que el pacto concede, legislen, juzguen, apoyen y hagan efectivos los preceptos de la Constitución.

Ese gobierno federal lo componen el presidente de la República, las cámaras de representantes, diputados y senadores; la primera representando al pueblo, y la segunda la autonomía o personalidad colectiva de los Estados.

Hay un tercer poder que es el Judicial, con sus funciones independientes designadas.

Los Estados de la Federación eran:

Chiapas.
Chihuahua.
Coahuila y Texas.
Durango.
Guanajuato.
México.
Michoacán.
Nuevo León.
Oaxaca.
Puebla.
Querétaro.
San Luis Potosí.
Sonora y Sinaloa.
Tabasco.
Tamaulipas.
Veracruz.
Jalisco.
Yucatán.
Zacatecas.
Los territorios de la Alta y Baja California.
Colima.
Santa Fe de Nuevo México.
Tlaxcala.

Si se examina profundamente el estado de los espíritus que inspiraron la Constitución de 1824, se verá que había un muy corto número que, empapados en la civilización del siglo, en las ideas dominantes, en la revolución francesa, sabios en las ciencias sociales, predicaban doctrinas de muy pocos comprendidas; otros se conformaban con algunas concesiones referentes a la Constitución de 1812, y los más, en plena ignorancia, apoyaban transacciones que nada decidían y depositaban en la Constitución los gérmenes de la anarquía futura.

En la constitución económica nadie pensaba. La Constitución, transigiendo con el clero y el ejército, minaba en su base los principios democráticos, y sobre todo, planteándose sobre el molde monárquico y colonial, apoyado por los hábitos y conveniencias de las clases privilegiadas, hacían para lo futuro contingente y peligrosa la marcha de la sociedad. Y sin embargo, los derechos Y garantías que otorgaba la Carta Fundamental, la hacían amar del pueblo y considerar como un inmenso progreso.

La Inglaterra y los Estados Unidos reconocieron la independencia de México.

Los españoles desocuparon Ulúa.

El antiguo partido centralista o español organizó el rito escocés, y Guerrero, inspirado o auxiliado por el ministro americano Poinsen, fundó el rito yorkino, insurgente o liberal exaltado (1).

Al abandonar Dávila San Juan de Ulúa, se trató por algunos insensatos del restablecimiento del trono español y este deseo produjo la conspiración del padre fray Joaquín Arenas, quien pagó con la vida su temeridad (2).

Negrete Y Echávarri se pusieron a la cabeza del partido antiespañol y produjeron el decreto de 20 de diciembre de 1827 de expulsión de españoles, que enconó los odios, dio por resultado cuantioSa emigración de caudales, y puede considerarse como medida bárbara e impolítica bajo todos sus aspectos.

El 23 de octubre, un oscuro teniente coronel, don Manuel Montaño, se pronunció en Otumba, pidiendo en su plan el cumplimiento de la Constitución y la expulsión del ministro Poinsett, a quien se llamaba fundador de las logias yorkinas. Los generales Bravo y Barragán, escoceses, se pusieron en movimiento, pero fueron vencidos por el general Guerrero en Tulancingo, en enero de 1828; después de hechos prisioneros, fueron desterrados a Guayaquil.

Las elecciones para nuevo presidente se aproximaban; el gobierno falseaba el voto público, influyendo por Pedraza, ministro de la Guerra (3); el partido liberal exaltado puro quería a Guerrero. La candidatura de Pedraza triunfó y el partido de Guerrero apoyaba su descontento en la parcialidad oficial.

Zavala, gobernador del Estado de México y uno de los liberales más influyentes y sabios con que contaba el partido federalista, y unidos a él varios jefes del ejército, entre ellos don Santiago García Velázquez de León y el general don José María Lobato, el 30 de noviembre se pronunciaron en el edificio de la ex Acordada desconociendo a Pedraza y proclamando a Guerrero, y se lanzaron sobre Palacio: tres días duró la lucha que convirtió en campo de batalla a la capital horrorizada. Pedraza huyó, y el populacho desenfrenado se entregó a todo género de desórdenes saqueando el Parián, vasto edificio que ocupaba el centro de la Plaza Mayor y gran depósito de mercancías y caudales; tal escándalo fue el baldón y el descrédito del movimiento de la Acordada (4).

En enero de 1829 el Congreso, con un carácter de facción, anuló la elección de Pedraza y eligió presidente a don Vicente Guerrero (insurgente) y a don Anastasio Bustamente (iturbidista).

En el breve periodo de esta administración, llegó a Tampico la expedición española del brigadier don Isidro Barradas, con objeto de restaurar el poder colonial.

El 27 de julio de 1829 desembarcó Barradas en Cabo Rojo con cuatro mil hombres y armamento y municiones para formar un numeroso ejército.

El partido español enemigo de la independencia en México, y los expulsos españoles en España, Cuba y los Estados Unidos, provocaron más especialmente esta tentativa descabellada de reconquista.

Los Estados de Veracruz, Zacatecas, San Luis, Nuevo León y México enviaron sus milicias nacionales al punto mismo del desembarco, y el general Santa Anna, según unos con nombramiento de General en jefe, según otros nombrado por sí, dispuso una flotilla, equipó gente, arbitró recursos y desplegó talentos, actividad y medios que hicieron poderosa la organización de la resistencia.

El general Terán preparaba fuerzas en Altamira a siete leguas de Tampico, lleno de capacidad y ciencia, atacaba más certero aunque menos impetuoso que Santa Anna.

Barradas se fortificó a tres millas de Tampico y publicó una proclama invitando a que se le uniesen los antiguos súbditos de España.

El 10 de septiembre las fuerzas de Santa Anna y Terán combinadas asaltaron a Barradas: después de un ataque de doce horas, le hicieron capitular el 11, estipulando que los españoles entregaran las armas y evacuaran el territorio qe la República; comprometiéndose a no tomarlas jamás contra ella (Zavala, Ensayo crítico de las revoluciones de México desde 1808 hasta 1830, Tomo II, pág. 193).

La noticia de tan señalada victoria inundó de regocijo a la nación entera, que la celebró con demostraciones entusiastas; a los generales Santa Anna y Terán se les ascendió a generales de división, y al general Guerrero se le felicitó por tan plausible triunfo (La noticia se recibió de noche; espontáneamente se iluminó la ciudad; hubo cohetes y repliques, y llego al delirio el entusiasmo del regocijo público).

Los enemigos del general Guerrero no retrocedieron ante los sucesos; el mismo general Bustamante sublevó las tropas que se habían puesto a sus órdenes en expectativa de los movimientos de los españoles, y proclamó el 4 de diciembre el plan llamado de Jalapa, desconociendo como presidente al general Guerrero por su viciosa elección.

El general Guerrero reunió fuerzas y se dispuso a marchar contra los rebeldes. Antes el Congreso nombró al licenciado don José Mana Bocanegra para que se pusiese al frente del poder. Entretanto, en la capital se fraguó una conspiración alentada por el gobernador del Distrito, conspiración que estalló el 22 de diciembre, quedando preso Bocanegra y elevado al poder don Pedro Vélez, presidente de la Corte de Justicia, asociado al general Quintanar y a don Lucas Alamán, designados por el Consejo de gobierno. Este triunvirato funcionó hasta fin de diciembre de 1829, época en que puede considerarse concluida la presidencia del general Guerrero.



Notas

(1) El señor Mateos, don Manuel, ha publicado un interesante trabajo sobre el establecimiento de las logias en México. La primera logia yorkina se instaló en la calle de Ortega número 4.

(2) Véase a Pérez Verdía, página 268. No obstante su afirmación, nos atenemos a lo dicho por Zavala, tomo II. El padre Arenas fue fusilado sobre el puente de Chapultepec que lleva al camino de Tacubaya. Los escritores más concienzudos de la época atribuyen a quimeras y a la audacia del fraile este escándalo.

(3) Véase Sosa, Mexicanos distinguidos, biografía de Gómez Pedraza.

(4) En 30 de septiembre de 1843, siendo alcalde del Ayuntamiento don Luis G. Cuevas, se publicaron documentos importantísimos sobre el Parián, y se citan los escritos del señor licenciado Rodríguez de San Miguel sobre el particular. Zavala (tomo II), como reo del pronunciamiento del Parián, se ocupa muy detenidamente del motín de la Acordada. Véase Cuevas, Porvenir de México, página 493.

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