Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoCUARTA PARTE - Lección IICUARTA PARTE - Lección IVBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

CUARTA PARTE

Lección III

Poder Ejecutivo. Estado de las rentas públicas. Efervescencia de los partidos. Nuevo Congreso. Inglaterra y Guatemala. Acta Constitutiva. Vuelta de Iturbide a México. Deuda contraída en Londres. Federalistas. Iturbidistas.


El Congreso, a la desaparición del Iturbide de la escena, nombró un nuevo Poder Ejecutivo, compuesto de los generales Bravo, Victoria y Negrete, y suplentes, Guerrero, don Miguel Domínguez y don Mariano Michelena. Como secretario único y jefe de los cuatro ministerios apareció García Illueca, persona que sin distinguidos talentos, tenía expedición para el despacho de los negocios y muy acrisolada honradez; pero su inexperiencia en los negocios mismos, el cúmulo de éstos y el desorden consiguiente a la dilatada época de trastornos porque el país había atravesado, hacían que todo fuese confusión y barullo (1).

Donde se hacían más sensibles los efectos de este desorden, era en el estado que guardaban las rentas en todos sus ramos; unos aniquilados, como la importación, el tributo, los estancos, etcétera, por la fuerza de la revolución, y los otros resentidos hondamente por la falta de tráfico y la paralización del trabajo.

Se proyectó desde luego un empréstito en el extranjero (mayo de 1823) que no podía realizarse del momento, y se abrió la puerta, con la venta de un millón de existencias de tabaco, a esa serie escandalosa de negocios de agio que ha llegado hasta lo estupendo y lo inverosímil.

También se quisieron poner en planta nuevas contribuciones, pero sin datos, sin conocimientos, como al acaso, y sobre todo sin quietud. El barón Louis decía: Dadme paz y os daré hacienda, lo que se ha convertido en axioma infalible.

Entretanto, con la desaparición de Iturbide, su partido, como todos los partidos personalistas, con la falta de su jefe se había refugiado en los partidos que representaban ideas, y éstos eran dos, el partido republicano federalista que traía su tradición de Morelos y el Congreso de Chilpancingo, y el español, el de las clases y fueros, el retrógrado, el educado a la sombra del trono por el inquisidor, el encomendero y el soldado del Rey.

La prensa agitaba las intensas pasiones que se exacerbaban en esos centros revolucionarios.

Los jefes de la fuerza armada se afiliaron en distintos partidos. Morán y Negrete se declararon centralistas. Bustamante, Guerrero Quintanar y Barragán, federalistas. Santa Anna proclamó la Federación en San Luis, de hecho las provincias comenzaron a fungir como Estados soberanos.

Un nuevo Congreso, convocado por el anterior, se instaló en 1823. En él sobresalían los diputados federalistas con Ramos Arizpe y don Valentín Gómez Farias a la cabeza, y a la de los centralistas Mangino, el doctor Mier y otros menos notables.

El ministerio lo componían Alamán, Arrillaga (Hacienda), don Pedro la Llave y don José Joaquín Herrera.

En ese tiempo Guatemala se separaba de México, y Chiapas formaba parte integrante de nuestra nación.

Inglaterra y los Estados Unidos entablaban sus negociaciones con México.

Mientras el Congreso se ocupaba en redactar el Acta Constitutiva, zanjando las bases de la Federación, estalló en México el movimiento de Lobato, pidiendo la separación de sus destinos a los españoles. El movimiento fue reprimido por la energía del Congreso y la presencia del general Guerrero.

El Acta Constitutiva declaraba la soberanía nacional, la independencia de los Estados, la organización en los poderes supremos, la independencia del Poder Judicial, la intolerancia religiosa, los fueros del clero y la milicia, etcétera.

El Acta Constitutiva se celebró con entusiasmo.

El 20 de noviembre de 1823 salió Iturbide de Liorna con el objeto de volver a México a restablecer su antiguo poder (2).

El 7 de febrero, don Francisco de P. Migoni, agente del gobierno mexicano en Londres, contrató allí con la Casa de Goldsmith y Compañía un préstamo de tres millones de libras esterlinas, de las que se debía pagar a la Casa de Staples un millón de pesos que había suplido, y éste es el origen de la deuda inglesa, o sea de la deuda contraída en Londres (El señor licenciado Casasús ha publicado en un tomo la historia de la deuda llamada inglesa con todos sus interesantes pormenores).

La Federación estaba proclamada y reconocida, pero los que debían plantearla eran sus acérrimos enemigos. El partido de Iturbide tomaba creces Y aun se inició en el Congreso la elección de un dictador. Se anunció la llegada de Iturbide, y el Congreso lo declaró fuera de la ley.



Notas

(1) El juicio sobre el ministerio de que aquí se trata, puede verse en Zavala, Ensayo crítico de las revoluciones de México desde 1808 hasta 1830, tomo I, página 362.

(2) Véase Cuevas, Porvenir de México, y las Memorias de Iturbide.

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