Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoPRIMERA PARTE - Lección XVSEGUNDA PARTE - Lección IBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

PRIMERA PARTE

Lección XVI

Arquitectura. Industria. Usos y costumbres.


Los toltecas, como ya hemos dicho, contaban entre los títulos que denotaban su civilización, el de ser adelantados en arquitectura: los chichimecas, acolhuas y otras naciones aprendieron de ellos y dejaron monumentos de sus adelantos en este arte, de los que se mencionan los de las orillas del Gila y los de las inmediaciones de Zacatecas.

Las casas de los pobres eran de cañas o de ladrillos y fango. Cuando la familia no era del todo infeliz, además de las piezas para la habitación había un ayahucalli u oratorio, un temazcalli o baño y un pequeño granero.

Las casas de la gente acomodada eran de piedra y cal; tenían dos pisos; sus muros eran tan blancos y relucientes, que al verlos por vez primera los españoles los creyeron de plata; el pavimento era de una mezcla igual y lisa.

No usaban puertas, pero sí cortinas, y junto a ellas colocaban tiestos u otros objetos que hicieran ruido cuando alguno entraba.

Supieron los mexicanos construir arcos y bóvedas, como lo creditan los baños de Texcoco, y así como servirse de adornos que suponen civilización avanzada. Las columnas cuadradas y cilindricas no tienen base como las nuestras, y en general los cimientos de los edificios eran débiles.

En tiempo de Ahuízotl se aplicó el tezontli a las construcciones y desde entonces se generalizó, dando mayor ligereza y solidez a los edificios.

Los templos, los palacios de Moctezuma y otros monumentos dicen más que lo que nosotros pudiéramos, y justifican lo que decía Cortés en una de sus cartas a Carlos V:

Tenía Moctezuma casas tan grandes y maravillosas que no puedo dar a entender de otro modo su excelencia y grandeza si no es diciendo que no las hay iguales en España.

Construyeron los mexicanos muchos y buenos acueductos.

Los más notables eran los de Chapultepec, que conducían el agua a la ciudad; de piedra y mezcla, de cinco pies de alto y de dos pasos de anchura, y el de Tezcacingo cerca de Texcoco.

Además de la piedra común, trabajaban los aztecas el mármol, el jaspe, el alabastro, el ixtli, y otras piedras finas. Del ixtli hacían espejos guarnecidos de oro, y aquellas excelentes navajas que usaban en sus espadas y de que se servían los barberos.

Los joyeros pulían con perfección varias piedras preciosas, con especialidad las esmeraldas, y ninguno se enterraba sin que tuviera una colgada en el labio inferior para que le sirviese de corazón, según ellos decían.

Los alfareros no sólo hacían toda clase de vajilla para los usos domésticos, sino cosas de pura curiosidad. Los más famosos alfareros fueron los de Cholula, y después de la Conquista, los de Cuautitlán.

Los carpinteros trabajaban muy bien toda clase de madera, usando instrumentos de cobre para su ejercicio.

Las fábricas de tejidos eran conocidas y propagadas entre los aztecas, aunque les eran desconocidos la lana, la seda común y el cáñamo.

Suplían esas materias con algodón, pluma, pelo de conejo y de liebre, y el cáñamo con fibras de palma y de maguey.

Del hilo de maguey se servían para cuerdas y otros utensilios.

Curtían muy bien las pieles de cuadrúpedos y de las aves, dejándoles unas veces el pelo y la pluma, o quitándoselos según el uso que de ellos querían hacer.

Clavijero, para dar una idea de la industria, y de los adelantamientos de los mexicanos en las artes, copia la lista de las curiosidades enviadas por Cortés a Carlos V. En esa lista se mencionan las imágenes del sol y de la luna, de oro la primera y de plata la segunda, perfectamente trabajadas; brazaletes y collares con esmeraldas y rubíes, zapatos, pieles, espejos de piedra y tejidos de algodón, que fueron justamente admirados en Europa.

Además del conocimiento que tenían los mexicanos en varias industrias, como ya hemos expuesto, mencionan algunos historiadores sus adelantos en la medicina.

A los médicos mexicanos -dice Clavijero- debe la Europa el tabaco, el bálsamo americano, la goma copal, el liquidámbar, la zarzaparrilla tepaneca, piñones purgantes, etcétera.

Tenían eméticos como el miexóchitl, diuréticos como el agispatli, antídotos contra las mordeduras de las serpientes, como el guaco y el coapatli, estornutarios como el zozoyátic; febrífugos como el chatálhuic, y multitud de plantas de que hace mención el doctor Hernández.

Usaban para los baños del temazcalli, especie de horno en que recibían baños de vapor.

Es raro que los mexicanos no estuvieran expuestos a muchas enfermedades, atendiendo a sus alimentos que ofrecen singularidades notables.

Comían en sus días de miseria, y aun después, raíces de plantas acuáticas, culebras, insectos y moscas. De los huevos de ciertas moscas formaban el ahuautli. Comían esa nata fangosa que nada sobre las aguas, que se conocía con el nombre de tecuítlatl, es decir, excremento de piedra. Cuando mejoró la fortuna de los mexicanos, el principal alimento fue el maíz en sus diferentes preparaciones.

Comían también el cacao; la chía para las bebidas.

Los mexicanos no hacían consumo de carne como los europeos; no obstante, en los banquetes y en las mesas de los ricos se servían ciervos, conejos, jabalíes mexicanos y otros varios cuadrúpedos, peces y aves.

Las frutas más estimadas eran mamey, zapote, chicozapote, piña, chirimoya, aguacate, anona, pitahaya, capulín, tuna; siéndoles desconocidas, entre otras frutas, las peras, las manzanas y los melocotones.

El condimento de los manjares, además de la sal, era el chile y el tomate.

La bebida más estimada como vino era el pulque, palabra tomada de la lengua araucana, que se aplica a toda clase de bebidas en Chile.

Los vestidos de los mexicanos eran sencillos en extremo, y se reducían, en los hombres, al máxtlatl y al tilmatli, y en las mujeres al cueitl y al huepilli. El máxtlatl es una faja con las extremidades pendientes por delante y por detrás. El tilmatli era una capa cuadrada, de cerca de cuatro pies de largo, cuyas extremidades se anudaban al pecho o sobre un hombro.

El cueitl eran las enaguas comunes de que se servían las mujeres; se reducía a una tira, también cuadrada, en que se envolvían desde la cintura a media pierna.

Hombres y mujeres, entre los mexicanos, se dejaban crecer el pelo. Las mujeres llevaban la cabellera suelta, y los hombres se la ataban con cintas y la adornaban con penachos de plumas.

Adornaban el traje con flecos de oro, con plumas y joyas, y los hombres y mujeres usaban brazaletes, collares y pendientes de piedras preciosas en las orejas, en el labio y la nariz.

No correspondían a tanto lujo los muebles y artículos domésticos.

Las camas se reducían a una o dos esteras de junco; los ricos tenían sábanas de algodón o telas tejidas de plumas. La almohada de los pobres era una piedra o un pedazo de madera. Comían alrededor de una estera o petate. Tenían servilletas, platos, fuentes, ollas y jarros de barro. En ninguna casa faltaban el comal y el metate.

Jícaras y tecomates eran los vasos en que comúnmente bebían.

Desconocían los mexicanos el uso de la luz artificial. Sacaban fuego, cuando les era necesario, con el roce de dos palos.

Parece que comían una sola vez: comían poco, pero bebían mucho y con frecuencia. Fumaban muy poco. Para asearse y lavar sus ropas se servían del amoli, conocido hoy porque lo usa como jabón nuestra gente pobre.


NOTA.

Esta última parte de la historia antigua referente a las leyes y costumbres, así como el estado de civilización de los mexicanos, sería difusa al extremo, y aun inconveniente por su superficialidad, si no hubiera sido dispuesta con dos objetos: primero, para despertar en el ánimo de la juventud el amor a más serios estudios análogos al carácter filosófico de la historia, y en segundo lugar para que el maestro, con su buen criterio y en vista de la aptitud de sus discípulos, compendie o amplíe estas materias, por desgracia muy descuidadas en estos compendios.

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