Indice de La vida heróica de Práxedis G. Guerrero de Eugenio Martínez Nuñez LIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo Decimotercero - Casas GrandesLIBRO TERCERO EL ESCRITOR - Capítulo único El escritorBiblioteca Virtual Antorcha

LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO

Eugenio Martínez Nuñez

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO DECIMOCUARTO

Acción revolucionaria de Janos. Sacrificio de Guerrero



Guerrero pide la rendición del pueblo.

Al mediodía del 29 de diciembre llegaron Guerrero y sus treinta y dos compañeros a las puertas de Janos, pequeña población situada a orillas del río de Casas Grandes, yendo a acampar en una de las muchas huertas pobladas de viñedos y arboledas que la rodeaban, con el objeto de dar de comer a sus caballos y dejarlos descansar mientras ellos se enfrentaban con los soldados que guarnecían el pueblo.

Antes de iniciar el ataque, queriendo evitar todo innecesario derramamiento de sangre, Guerrero trató de obtener la rendición de esa plaza por la vía pacífica, y con ese fin comisionó a Leonides Vázquez para que, poniendo un pañuelo blanco en la boca de su carabina, fuera a conferenciar con la primera autoridad del pueblo para haccrle ver la conveniencia de entregarlo sin resistencia, ya que, de lo contrario, la población tendría que sufrir las consecuencias de una toma a sangre y fuego; pero que en caso de que la misma autoridad optara por una defensa armada, debería ordenar que todas las personas neutrales permanecieran encerradas en el fondo de sus casas, desde el momento en que se escucharan los primeros disparos del combate.

A los veinte minutos regresó Leonides Vázquez portando un papel escrito y firmado por don Guadalupe Zozaya, Presidente Municipal de Janos, en donde este funcionario decía que estaba dispuesto a entregar el pueblo, pero que deseaba hablar con el jefe de los rebeldes para discutir las condiciones de la rendición.

Guerrero fue, desde luego, a conferenciar con Zozaya; pero antes de hacerlo dispuso que sus compañeros se dividieran en tres destacamentos, recomendando que si no regresaba a los tres cuartos de hora, procedieran a atacar la población.

Antes del tiempo señalado volvió Guerrero con un pliego que contenía las condiciones propuestas por el Presidente Municipal, y cuyas condiciones se reducían a pedir que la rendición del pueblo se efectuara en la mañana del día siguiente.

Pero Guerrero no se imaginó que había sido víctima de un engaño. Don Guadalupe Zozaya, que, contaba con el apoyo de veinte rurales y más de cuarenta soldados pertenecientes al Tercer Cuerpo Rural y al Cuerpo de Auxiliares del Estado, lejos de pensar en rendirse, tan pronto como supo la llegada de los rebeldes, ordenó que se militarizara a cuantos vecinos se pudiera, y solicitó refuerzos urgentemente a Casas Grandes para aumentar las defensas del pueblo. Esto lo supieron los revolucionarios cuando por la noche capturaron a un sargento que a todo el correr de su caballo venía de aquella ciudad con un documento firmado por el coronel García Cuéllar (1), en donde se decía que ya marchaban los refuerzos solicitados, y que se entretuviera a los bandidos para poder exterminarlos.

Los rebeldes se posesionan de Janos.

Descubierto el engaño, Guerrero consideró que no debía esperar más para comenzar el ataque, y dispuso a sus compañeros para entrar en acción. El gran libertario no sabía que muy pronto iba a morir; pero tuvo el presentimiento de su muerte: dijo a sus amigos que si perdía la vida en el combate, la dirección del grupo la debía tomar Leonides Vázquez, en quien reconocía superioridad sobre sus otros compañeros, por su clara inteligencia y por sus dotes de organizador.

Como a las 10 de la noche, y al grito de ¡Viva el Partido Liberal!, se rompió el fuego con un disparo hecho por Guerrero, tomándose como puntos de objetivo el Cuartel y la Presidencia Municipal. Pero cuando apenas los rebeldes comenzaban a invadir las primeras calles del poblado sucedió algo que los llenó de sorpresa, y fue que desde las azoieas y del interior de las casas eran disparadas las armas de fuego por los vecinos que habían sido convertidos en soldados; no obstante lo cual continuaron la marcha hacia el centro de la población, sorteando una verdadera granizada de balas, y si disparaban sus armas lo hacían sin hacer blanco, ya que estaban combatiendo contra un enemigo invisible. Al cabo de un cuarto de hora llegaron al jardín del pueblo y a las cercanías del Cuartel y de la Presidencia Municipal, donde los defensores se habían hecho fuertes en mayor número, y la lucha se generalizó en pocos momentos, tanto en esos lugares como en otros de la población; pero tras de un reñido combate que se prolongó por espacio de dos horas, los vecinos que habían tomado las armas obligados por la fuerza, dejaron de disparar y se escondieron en sus casas, y los rurales y soldados huyeron a la desbandada, dejando algunos muertos y heridos, y como prisioneros al teniente de rurales Manuel Cárdenas y al Presidente Municipal.

Se reanuda el combate.

Con esta fulgurante victoria revolucionaria no habría de terminar este episodio. Minutos después llegaron los refuerzos de Casas Grandes, ciento cincuenta soldados de caballería y un piquete de rurales, y la lucha se reanudó desde luego con sin igual bravura, haciéndose cada vez más encarnizada. Los dos bandos combatían cuerpo a cuerpo por las calles de Janos, y por cada fusil rebelde habia seis bocas de fuego que repartían la muerte.

Era más allá de la medianoche; las puertas y ventanas del Cuartel, de la Presidencia Municipal y de muchas casas estaban destrozadas, y había muchos heridos; el intrépido Chacón, diez insurrectos más y numerosos rurales y soldados estaban ya sin vida, y sus cadáveres, al ser débilmente iluminados por los fogonazos de los fusiles, se veían tirados aquí y allá con las armas en sus manos y las ropas ensangrentdas. Era una lucha en verdad terrible que alcanzaba los perfiles de una epopeya por los actos de heroísmo que se desplegaban por todas partes. Guerrero dirigía la batalla desafiando la muerte con serenidad extraordinaria, y Benjamín Silva, Leonides Vázquez. Quevedo y Juan Ortiz contagiaban con su valor temerario a los demás compañeros, que plenamente convencidos de que sólo superando sus esfuerzos podrían vencer a un enemigo muy superior en número y armamento, luchaban por su parte con denuedo, con desesperación.

Los fogonazos -dice el historiador Serrano en su libro Episodios revolucionarios- se sucedían sin interrupción, penetrando sus resplandores por entre las hendiduras de las puertas y ventanas. Ni una queja, ni un lamento, ni otro ruido se percibía fuera del estruendo de los disparos mutuos, y como la oscuridad era completa, reinaba una confusión espantosa quc hacía más tétrica la situación en medio del fragor de la batalla.

Uno de los rurales estaba guarecido en el quicio de una puerta, cuando pasaba por allí una patrulla de federales perseguidos por cinco insurgentes, y como vieran una sombra, la silueta de un hombre, dispararon sobre él en los momentos que gritaba e! rural: ¡No disparen que soy yo! Pero ya era tarde: no acababa de articular la última palabra de auxilio cuando cayó rodando bañado en su propIa sangre.

Momentos hubo, dice un testigo presencial -agrega Serrano-, en que confundidos insurgentes y federales, y cubiertos por las sombras de la noche, luchaban como titanes cuerpo a cuerpo hasta vencer o morir.

En una de las calles quedó herido un insurgente, a quien quebraron una pierna, y rodeado de ocho soldados, se defendía tenazmente disparando su carabina, primero desde el suelo donde yacía medio incorporado, y con un machete después, cuando se le acercaron, habiendo herido a varios.

Acérquense, cobardes -les decía-; estoy herido. ¿No véis que no me puedo levantar? Y cuando le intimaron rendición gritaba con las escasas fuerzas que le quedaban: ¡Eso nunca! ¡Viva la Revolución!

Por fin, una descarga de los enemigos que lo asediaban le arrancó la vida, que con gusto sacrificaba por su patria.

Sacrificio de Guerrero.

Cuando apenas empezaba a despuntar el día, ya todo indicaba que la Revolución iba a conquistar una nueva victoria, pues los rurales y soldados, con ser muchos, cedían cada vez más ante las vigorosas acometidas de los libertarios. Sólo faltaba un nuevo esfuerzo para conseguir el triunfo y Guerrero, comprendiéndolo así, subió a la azotea de una casa de la propiedad de un señor de apellido Azcárate, para contrarrestar el ataque de un grupo de soldados que disparaban sus armas desde lo alto del cuartel: mas ello fue con tan mala fortuna, que cuando apenas comenzaba a sembrar el desconcierto en los contrarios, una bala le atravesó la cabeza, entrándole por el ojo derecho y destrozándole la masa cerebral. Y aquel hombre, momentos antes vigoroso y palpitante de inmensas rebeldías, cayó en el techo de la casa acariciado ya por la mano siniestra de la muerte. ¡Sólo ella pudo vencer al que fue la palabra y fue la acción! Se habían realizado sus presentimientos: el apóstol, el rebelde, el hombre bueno, había sido sacrificado por uno de aquellos mismos desdichados por quienes con tanta abnegación había luchado por su libertad y por su bien.

Había nacido a la inmortalidad un astro de primera magnitud, y su cuerpo ensangrentado, tal vez de cara a las estrellas que centellaban aún en el espacio, era arrullado por el viento que mecía las frondas de las huertos cercanos, mientras allá abajo seguía el estruendo de los fusiles en la lucha de siglos que empezaba por redimir de la ignorancia y la miseria a las generaciones futuras.

Vencen de nuevo los rebeldes.

La noticia de su muerte se extendió rápidamente entre los insurgentes, y el dolor de haber perdido al compañero más querido y admirado infundió bríos sobrehumanos a aquel puñado de valientes que, con ímpetus avasalladores, se lanzaron a desalojar a los defensores de sus últimas posiciones. Ya no eran sólo hombres los que luchaban, sino unos seres transfigurados por un heroico desprecio a la propia vida, la que estaban dispuestos a perder antes que permitir que aquel sacrificio fuera estéril.

Y después de sólo una hora de esta última fase del combate, las armas revolucionarias se impusieron sobre aquel ejército de la dictadura. No bien había salido el sol del 30 de diciembre cuando los soldados y rurales huyeron rumbo a Casas Grandes, dejando en su desordenada carrera abandonados en las ensangrentadas calles del pueblo algunos heridos, numerosos cadáveres, armas y caballos que no pudieron llevarse. Serrano, en su libro citado, describe en esta forma el espectáculo que se presenció después de la batalla:

Cuando el sol abrió las puertas del oriente, un cuadro siniestro y desgarrador se iba presentando ante la vista de los espectadores, mudos testigos de aquella tragedia digna de perpetuarse en lienzos.

Las calles cubiertas de cadáveres; regueros de sangre por todos lados que indicaban por dónde se habían arrastrado algunos individuos en su huida; las paredes salpicadas de manchas rojizas y llenas de agujeros por donde penetraron las balas; un campo, en fin, de Agramante cubierto de los negros crespones de la devastación, del luto y de la muerte ...

Desaparece el cadáver de Guerrero.

Tan pronto como los rebeldes se posesionaron de la población, levantaron sus heridos y sus muertos; pero cuando fueron a recoger el cuerpo de Guerrero vieron con asombro que ya había desaparecido, y ninguno supo dónde fueron sepultados sus despojos (2). Aquel que lo escondió no supo que no hizo más que cumplir con lo que hubiera sido la última voluntad del libertario insigne, al hacer que nadie fuera a arrodillarse ante su tumba a derramar lágrimas y depositar coronas, ya que el mismo Guerrero había dicho con una filosofía tan profunda, que difícilmente puede ser comprendida por la sociedad contemporánea, que los pueblos no deben gratitud a sus libertadores, como no deben amor a sus tiranos. ¡Ah!, pero la sangre del mártir, que había manado en abundancia por su frente, había alcanzado a gotear por una canal hasta las losas de la banqueta, y esa sangre fue recogida cuidadosamente por sus compañeros con unos pañuelos blancos, mismos que incineraron después, pues no quisieron que ese líquido intensamente rojo, que había alimentado la vida del hombre excepcional, fuera profanado por pisada alguna.

Una victoria que fue un desastre.

Con la victoria de Janos, que más bien significó un gran desastre para la Revolución, por la pérdida de uno de sus más altos valores, se recogieron al enemigo una buena cantidad de elementos de guerra que después fueron utilizados en la lucha contra la dictadura. Sin embargo, esto se ocultó al redactar una comisión de jefes y generales porfirianos un estudio de las operaciones militares que tuvieron lügar en el norte de la República, desde el 18 de noviembre de 1910 hasta el 25 de mayo de 1911, o sea desde que Aquiles Serdán se levantó en Puebla hasta que el general Díaz renunció a la Presidencia; trabajo que fue publicado en 1913, durante el régimen de Victoriano Huerta, y en el cual, con un criterio netamente pretoriano y rebajando esta gran acción revolucionaria a la más ínfima categoría, solamente se dice que resultó herido un guardia rural y quedaron en poder de los revolucionarios o bandoleros 9 carabinas, 3 caballos, 5 monturas y el pueblo ...

Dan la libertad a los prisioneros.

Horas después de tan costosa victoria los veinte revolucionarios que sobrevivieron a la lucha fueron a recoger los caballos que habían dejado en la arboleda; luego instalaron la autoridad del pueblo a cargo de un vecino que había cooperado en la derrota de las fuerzas del gobierno, y al atardecer del mismo día 30 de diciembre salieron de Janos, paso a paso, y con la cabeza descubierta en señal de duelo por la muerte de Guerrero, a proseguir la insurrección por otros lugares del Estado, llevando en calidad de prisioneros al teniente Cárdenas y al ex Presidente Municipal.

Obedeciendo las últimas instrucciones de Guerrero, el director del grupo rebelde fue desde entonces Leonides Vázquez, quien dos días después de haber salido del pueblo con sus compañeros, puso en libertad a los cautivos, cuando llevado por el rencor bien pudo haber ejercido una venganza por la irreparable pérdida sufrida por la Revolución con el sacrificio del joven libertario.

El grupo de Vázquez, que poco después contó con nuevos compañeros, continuó luchando valerosamente, causando a principios de febrero de 1911 una seria derrota a las fuerzas del coronel Rábago, en el mismo Distrito de Galeana; pero como desgraciadamente ya le faltaba quien lo guiara dentro de los principios del Partido Liberal, no tardó en unirse a la columna maderista de José de la Luz Blanco, con la que siguió apuntándose nuevos triunfos sobre los soldados de la dictádura.

Habla el servilismo.

La pérdida de Guerrero causó una verdadera consternación entre los trabajadores del sur de Texas y entre los miembros del Partido Liberal. Las publicaciones revolucionarias de México y Estados Unidos le dedicaron sentidas páginas, y en las agrupaciones obreras de ambos países se efectuaron ceremonias luctuosas en su recordación. Sin embargo, en las esferas del gobierno la noticia de su muérte produjo una gran alegría, y en los periódicos serviles se dijo que un bandolero había dejado de existir.

Entre las muchas informaciones que la prensa gobiernista de la ciudad de México publicó con motivo de su sacrificío y de la toma de Janos, se encuentra el siguiente mensaje telegráfico transmitido desde el norte de la República por el Enviado especial de El Imparcial, señor Fernando Ramírez de Aguilar, y que apareció en dicho periódico el 2 de enero de 1911:

Chihuahua, diciembre 31.

A última hora comunica la Zona Fiscal de Janos, municipalidad perteneciente al Distrito de Galeana, que la fuerza militar que allí se halla y se compone de cuarenta hombres y un piquete de rurales, desalojó del poblado a treinta y dos rebeldes que se presentaron intentando cometer sus tropelías de costumbre.

El encuentro, que fue reñido, duró desde las 10 de la noche hasta las 4 de la mañana siguiente, hora en que fueron desalojados de dicho poblado los rebeldes, quedando muerto el cabecilla Préxedis Guerrero y otro rebelde. Uno de los rurales que tomaron parte en la refriega quedó herido.

Otra de estas informaciones, publicada el 18 del mismo enero, también en El Imparcial, es la versión de una entrevista celebrada por un redactor del mencionado periódico con la esposa del que fuera Comandante de los rurales de Janos, y dice así:

Procedente de la zona de los disturbios en el Estado de Chihuahua, acaba de llegar a México la esposa del jefe del destacamento de rurales que defendió bravamente a la población de Janos, cuando la asaltaron los revoltosos.

La señora Concepción Figueroa de Cárdenas -así se llama la esposa del teniente de rurales Manuel Cárdenas- nos ha referido en una entrevista que con ella celebramos, los siguientes interesantes detalles acerca de la toma de Janos y de la resistencia que hicieron las autoridades y los vecinos.

El día 29 de diciembre se presentó a las puertas de la población un grupo de revoltosos que llevaban al frente al cabecilla Práxedis Guerrero, e intimó al jefe municipal, don Cuadalupe Zozaya, la rendición de la plaza. Esta, como es natural, les fue negada, y todos los vecinos, animados por un deseo verdaderamente patriótico, invadieron desde luego las azoteas de las casas para defender el poblado. Los revoltosos rompieron el fuego a las 12 de la noche, y el combate se hizo más y más reñido, hasta cerca de las tres de la mañana, en que la pequeña guarnición de rurales (nueve hombres únicamente) se vio precisada a replegarse más aún, cuando los sediciosos arrojaron explosivos, varios de los cuales destruyeron en parte la casa del jefe municipal.

Cuando terminó el combate, se vio que habían muerto, entre otros hombres que figuraban en las filas sediciosas, el cabecilla Práxedis Guerrero y un individuo apellidado Chacón.

Los revoltosos restantes, que se habían apoderado de la población, principiaron por aprehender y tratar cruelmente al Jefe Municipal y al teniente Cárdenas, a quienes condujeron al monte para hacer creer a los vecinos que los fusilarían. Al primero lo pusieron en libertad cuando se les pagaron mil pesos por su rescate, y en cuanlo al segúndo, mientras unos opinaban que lo pusieran en libertad, por hallarse sumamente enfermo, pues apenas podía tenerse en pie, otros opinaban que debía dársele muerte por valiente, como sarcásticamente dijeron. Ante esto, el teniente Cárdenas contestó que sí era valiente, más de lo que suponían, y que siempre estaría a las órdenes del Gobierno constituido.

Los sediciosos pusieron como autoridad municipal a Ireneo Varela, y un tal Sebastián García, alias El Grullo, se encargó de saquear las casas de las autoridades, llevándose entre otras cosas, la espada del teniente Cárdenas. García fue aprehendido y está ahora en Casas Grandes.

Como se ha visto, en las informaciones anteriores cuando menos se concede a los revolucionarios el título de revoltosos, de sediciosos y aun el de rebeldes; pero en donde El Imparcial, que entre los periódicos porfiristas fue el que más calumnió y combatió la Revolución, y que más trató de envilecer al pueblo mexicano con lecciones diarias de abyección y servilismo, coloca a Guerrero y a sus compañeros a la altura de los forajidos, es cuando en una nota publicada en el propio mes de enero dice que:

... un grupo de voluntarios de Casas Grandes encontraron y derrotaron a los bandidos que iban al mando de un tal Guerrero ...

Cerca de la Junta.

Cuando los miembros de la Junta se enteraron del sacrificio de Guerrero, se resistieron a creer tan dolorosa noticia, aunque ya la esperaban con angustia de un momento a otro, pues el gran rebelde era un enamorado del peligro y no era posible que viviera mucho tiempo. Sin embargo, abrigaban la esperanza de volver a verlo, de que todo no fuera más que un rumor; pero al fin tuvieron que convencerse de que había dejado de existir.

En un bello y sentido artículo que Ricardo Flores Magón escribió, dedicado a su memoria, expresa en la siguiente forma las impresiones que agitaban su corazón destrozado por el dolor, cuando después de una tempestad de sentimientos, de duda y de esperanza tuvo la certeza de que ya reposaba bajo tierra el que había sido el más grande" y el más querido de sus amigos y compañeros:

Ultimas noticias procedentes del representante de la Junta en la ciudad de El Paso, Texas, confirman los rumores que circulaban sobre la suerte que corrió en las montañas de Chihuahua el secretario de la Junta Organizadora del Partido Liberal, Práxedis G. Guerrero.

Guerrero ha muerto, dice el Delegado de la Junta. En la gloriosa jornada de Janos dio su adiós a la vida Práxedis G. Guerrero, el joven libertario.

Práxedis ha muerto y yo todavía no puedo creerlo. He acopiado datos, he tomado informaciones, he analizado esos datos, he desmenuzado a la luz de la más severa crítica esas informaciones, y todo me dice que Práxedis ya no existe, que ya murió; pero contra las deducciones de mi razón se levanta anegado en llanto mi sentimiento que grita: no, Práxedis no ha muerto, el hermano querido vive ...

Lo veo por todas partes y a todas horas; a veces creo encontrarlo trabajando en la oficina en sus sitios favoritos, y al darme cuenta de su ausencia eterna, siento un nudo en la garganta. El hermano se fue, tan bueno, tan generoso.

Recuerdo sus palabras, tan altas como su pensamiento. Recuerdo sus confidencias: Yo no creo que sobreviviré a esta Revolución, me decía el héroe con una frecuencia que me llenaba de angustia. Yo también creía que tendría que morir pronto. ¡Era tan arrojado!

Y a eSte hombre magnífico le llama El Imparcial bandido

¿Bandido? Entonces, ¿cuál es la definición de un hombre de bien? ¡Ah, duerme en paz, hermano querido. Tal vez esté yo predestinado a ser tu vengador! ...

... Práxedis era el alma del movimiento libertario. Sin vacilaciones puedo decir que Práxedis era el hombre más puro, más inteligente, más abnegado, más valiente con que contaba la causa de los desheredados, y el vacío que deja tal vez no se llene nunca. ¿Dónde encontrar un hombre sin ambición de ninguna clase, todo cerebro y corazón, valiente y activo como él?

El proletariado ta! vez no se da cuenta de la enorme pérdida que ha sufrido. Sin hipérbole puede decirse que no es México quien ha pcrdido al mejor de sus hijos, sino la Humanidad misma la que ha tenido esa pérdida, porque Práxedis era un libertario.

Y todavía no puedo dar crédito a la terrible realidad. A cada rato me parece que va a llegar un telegrama consolador, dando cuenta de que Práxedis está vivo. La verdad brutal no puede aniquilar en el fondo de mi corazón un resto de esperanza que arde como una lámpara de aceite próxima a apagarse. Y mi torturado espíritu cree encontrar todavía en sus sitios favoritos, en la oficina, donde tanto soñamos con el bello mañana de la emancipación social él y yo, al mártir, inclinado en su mesa de labores, escribiendo, escribiendo, escribiendo (3).



Notas

(1) Coronel Samuel García , Jefe del Estado Mayor del general Díaz, que había pedido salir al norte a combatir la Revolución que hacer méritos ante el dictador.

(2) Hay varias versiones con respecto a que el cadáver de Guerrero fue encontrado o no después de la batalla. Una de esas versiones es que los revolucionarios se llevaron el cadáver al salir de Janos para sepultarlo a unos 3 kilómetros del pueblo, en dirección al Estado de Sonora. Otra versión es que sus compañeros lo sepultaron en las cercanías de Janos, envuelto en una bandera roja con la inscripción de Tierra y Libertad, en un lugar distante sólo 200 metros de la Colonia Fernández. Y la otra versión es que su cuerpo no fue hallado después del combate. Yo creo esta última versión como la más acertada. ya que ninguno de los supervivientes de aquel combate sabe con exactitud qué se hizo con el cadáver de Guerrero. Esta creencia la he venido confirmando por la circunstancia de que habiendo solicitado todos los informes relativos a los familiares de Guerrero, y después de haberles dicho las versiones conocidas, la señorita Clotilde Guerrero, hermana del mártir, me contestó textualmente lo que sigue: Todos los esfuerzos que se hicieron fueron inútiles para saber si fue o no recogido su cadáver. Nosotros conocemos las mismas versiones que usted conoce. Sin embargo, en 1935, siendo Gobernador de Chihuahua el General Rodrigo M. Quevedo, quien estaba dispuesto a publicar el presente libro, y estimando que debería aclararse tan interesante punto, ordenó al Presidente del Ayuntamiento de Janos que abriera una investigación entre los vecinos del citado pueblo con el fin de localizar con exactitud el lugar en que se encontraban los despojos del gran libertario; investigación que fue llevada a cabo con el resultado de que, según el decir de los mencionados vecinos, fueron hallados los restos que se buscaban, Entonces esos restos fueron conducidos con una imponente ceremonia a la capital del Estado donde les fueron tributados grandes honores por la legislatura local (la que por decreto declaró a GUérrero Bebemérito del Estado de Chihuahua), por el profesorado de todas las escuelas, por diversas comisiones de otros tantos centros culturales y por el pueblo, sin faltar los de la guarnición de la plaza, la que le tributó los de General de División: acto este último que juzga muy inadecuado, por el desprecio con que Guerrero veía, de acuerdo con sus ideales libertarios, todas las jerarquías tanto civiles como militares. Pero ahora surge esta interrogación: ¿cómo es posible que después de veinticinco años de su muerte hayan sido encontrados sus restos, mismos que a raíz de su sacrificio no fueron hallados a pesar de los esfuerzos de algunos de sus amigos y de sus mismos familiares, los que más que nadie estaban interesados en encontrarlos para llevarlos al solar nativo y darles sepultura de acuerdo con sus creencias religiosas? ¡A lo mejor en unos despojos extraños se rindieron homenajes al héroe que despreciaba todas las vanidades de este mundo!

(3) Del artículo Praxedis G. Guerrero ha muerto, publicado en Regeneración el 14 de enero de 1911.
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