Indice de La vida heróica de Práxedis G. Guerrero de Eugenio Martínez Nuñez LIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo duodécimo - Ante el movimento maderistaLIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo Décimocuarto Acción revolucionaria de janos. Sacrificio de GuerreroBiblioteca Virtual Antorcha

LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO

Eugenio Martínez Nuñez

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO DECIMOTERCERO

Casas Grandes



Un hombre de acción.

Según ya lo había manifestado en múltiples ocasiones, como Guerrero considerara que no eran suficientes los artículos periodísticos para imprimir a la Revolución el impulso necesario en aquellas especiales circunstancias por las que atravesaba el país estremecido por una guerra intestina, y siendo, ante todo, un hombre de acción de los que no se conforman con permanecer a la expectativa, quiso sumar de nuevo su esfuerzo personal al de los grupos rebeldes que luchaban en México por los principios libertarios del Partido Liberal.

A fines de noviembre de 1910 se encontraban grupos liberales insurreccionados en los Estados de Sonora, Chihuahua, Tlaxcala, Morelos, Durango, Oaxaca, Tabasco y Veracruz; pero debido a la desorientación causada por la propaganda maderista, muchos de los grupos que luchaban en los Estados del Sur y que no habían recibido la circular a que se refiere el capítulo anterior, estaban en la creencia de que el Partido Liberal obraba de acuerdo con el antirreeleccionismo, por lo que la Junta les envió unos delegados para sacarlos del error en que se hallaban. Uno de estos delegados iba a ser Guerrero, quien al fin resolvió no desempeñar esa comisión en vista de que los acontecimientos se precipitaron en el norte y de que no era conveniente gastar el tiempo en viajes que no eran absolutamente necesarios, sino aprovecharlo para entrar de lleno a la lucha armada que ya lo llamaba con urgencia. Esto lo hace saber con las siguientes líneas de fecha 13 de diciembre y dirigidas a Cándido Donato Padua, que como se sabe era uno de los jefes rebeldes del Estado de Veracruz:

... Hay que obrar con rapidez y energía. Nuestros amigos de la sierra de Chihuahua y algunos grupos maderistas del mismo punto están causando serias derrotas a la tiranía.

Pronto abriré la campaña en el norte, tal vez cuando usted reciba esta carta ya esté yo en el campo de la acción.

Aprieten ustedes cnanto puedan por el sur, mientras enciendo la frontera para dar oportunidad y medios a los grupos del interior de lanzarse a la lucha. Hagan ustedes constar por cuantos medios sea posible que se levantan para sostener el Programa del Partido Liberal y procurará atraerse a todos los maderistas de buena fe, convenciéndolos de lo absurdo que es luchar por personalismo, pudiendo hacerse verdaderamente libertaríos.

Los acontecimientos me impidieron ir a ver a ustedes como se lo ofrecí. Me habría complacido combatir al lado de ustedes, ya no hay tiempo que perder.

A la lucha como todos los buenos.

La victoria nos espera si sabemos ganarla (1).

Se interna a territorio mexicano.

Para entrar en acción, Guerrero abandonó la pluma en Los Angeles y se dirigió a la ciudad de El Paso, en donde organizó un grupo de veintidós revolucionarios, entre los que se encontraban algunos veteranos de la lucha y otros que por primera vez empuñaban las armas contra la dictadura. Entre los primeros figuraban Prisciliano Silva, Lázaro Alanís, Julian Alvarez, Jesús Longoria y Calixto Guerra, de los rebeldes de Las Vacas y José Inés Salazar de los de Palomas, y entre los segundos Margarita Méndez, Leonides Vázquez, Juan Ortiz, Benjamín Silva, Jesús Ruiz, Luz Mendoza, Rafael Campa, Cenobio Orozco, Rodrigo M. Quevedo (actualmente General de División), y otro correligionario de apellido Chacón así como el escritor socialista Lázaro Gutiérrez de Lara, que también había abandonado sus labores periodísticas en Regeneración para acompañar a Guerrero en su nueva expedición revolucionaria.

Y, contrariando el parecer de algunos de sus compañeros de la Junta que, según el propio Guerrero sin duda querían verlo morir de fastidio en aquel país embustero, el joven libertario abandonó el suelo de los yanquis el 19 de diciembre y en la noche de ese mismo día se internó al frente de su grupo en el Estado de ChihUahua pasando por Ciudad Juárez (2).

Su plan revolucionario.

El plan revolucionario inmediato ideado por Guerrero era capturar algunas poblaciones de cierta importancia como la Ascensión, San Pedro, Janos, Corralitos, Casas Grandes, Terrazas, San Diego, San Buenaventura, San Lorenzo y otras más, para luego ya con mayores elementos marchar sobre la ciudad de Chihuahua, desde donde iría avanzando a otros puntos del Estado, implantando en todas partes el Programa del Partido Liberal para impedir que la Revolución se perdiera en un nuevo sacrificio estéril si sólo se alcanzaban las ventajas prometidas en la bandera política de Madero.

Esto no era sólo un sueño generoso de Guerrero. Era cierto que al cruzar la línea divisoria su grupo era pequeño, pero también era cierto que en el interior del país lo esperaban otros muchos revolucionarios que, sumados, compondrían una columna de importancia. Por otra parte, el sentimiento popular estaba ya suficientemente preparado en Chihuahua para un movimiento revolucionario de acuerdo con el Programa del Partido Liberal, y no se necesitaba más que un nuevo esfuerzo para hacer que el pueblo se levantara en apoyo del mismo Programa porque sabía que con su implantación gozaría del disfrute de mayores beneficios que los que le pudiera proporcionar el maderismo o cualquiera otra bandera política similar.

En efecto, en el Estado de Chihuahua, donde todavía se conservaba fresca la memoria de los acontecimientos revolucionarios de 1906, y que era junto con Coahuila y Veracruz una de las entidades de la República donde por virtud de la intensa propaganda libertaria que la Junta y sus delegados habían venido sosteniendo desde años atrás, existía más arraigada la convicción de que había que ir a la lucha no para cambiar de amos, sino para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Este estado de cosas no sólo era conocido aquende el Bravo, sino también en los Estados Unidos. El importante periódico norteamericano The New York Herald, para convencerse de la situación creada en nuestro país por la Revolución, envió un representante a varios Estados de la República para que hiciera uná exacta y serena relación de los sucesos, y este representante publicó en su periódico el 19 de marzo de 1911 el resultado de sus observaciones. Decía que si quería uno darse cuenta clara y comprensiva de la Revolución de México, debía prescindir del pensamiento de que hubiera una rebelión manejada por un solo centro y por una sola cabeza; agregando que aunque en todo el país había un movimiento revolucionario decidido, éste había alcanzado mayores proporciones en el Estado de Chihuahua que en el resto de la República. Y en cuanto a la influencia que Madero ejercía en la rebelión, he aquí lo que manifestó dicho corresponsal:

En Chihuahua nada les importa Madero ... Entre los revolucionarios, el sentimiento es favorable en todo a Flores Magón, y la mitad de los que han tomado las armas lo han hecho cuando Madero les aseguró, por medio de sus agentes, hace tres meses, que en caso de triunfo habría elección libre y de buena fe, y los amigos de Flores Magón tendrían entonces oportunidad de votar por él (3).

Guerrero comienza la campaña.

Conociendo todas estas circunstancias, a las pocas horas de haber cruzado la frontera Guerrero y su grupo llegaron a la sierra de Ciudad Juárez, y después de una penosa jornada de dos días por el desierto entraron a Sapeyó, que era una estación del Ferrocarril del Noroeste de México, a treinta y nueve kilómetros al sur de Ciudad Juárez. En este lugar Guerrero concibió la idea de esperar el primer tren con el objeto de apoderarse de la máquina y de algunos carros para continuar la marcha con mayor rapidez hacia el interior de Chihuahua.

Efectivamente, en la tarde del 23 de diciembre llegó un tren mixto procedente de Ciudad Juárez que, protegido por una pequeña escolta, conducía cien pasajeros, en su mayor parte trabajadores mexicanos conocidos con el nombre de surumatos y que regresaban de los Estados Unidos después de haber prestado sus servicios como braceros (4), así como una regular cantidad de armamento destinado a la guarnición de Casas Grandes. Sin perder tiempo, los rebeldes intimaron la rendición de la escolta, cosa que obtuvieron sin ningún esfuerzo porque los soldados, comprendiendo la inutilidad de toda resistencia, entregaron las armas. Y mientras una parte del grupo desenganchaba los carros que no les eran necearios, otros individuos de la partida -como dijo El País el 1° de enero de 1911- bajaron a los pasajeros sin robarles nada de lo que traían, e invitando a la rebelión, de un modo especial a los surumatos, pero éstos rehusaron, diciendo que tenían familias a muy largas distancias, y que necesitaban trabajar para sostenerlas.

Los rebeldes dejaron en libertad a los soldados, y luego embarcaron en el furgón en que era transportado el armamento por unas mulas de carga que habían utilizado en su travesía por el desierto. Ellos ocuparon un carro de tercera clase, e inmediatamente pusieron el tren en movimiento rumbo al sur, obligando al maquinista que imprimiera a la locomotora la mayor velocidad posible.

A medida que el tren avanzaba se iban destruyendo los puentes para impedir una rápida persecución de las fuerzas federales; y al llegar a la estación Guzmán, se habían quemado ya cuatro de madera y uno de mampostería había sido volado con dinamita.

En Guzmán esperaba Guerrero encontrar algunos compañeros; pero éstos, en número de veinticinco, habían partido ya para Sabinal, donde se le unirían más tardé; en Guzmán sólo quedaron dos, quienes le informaron dónde se hallaban los demás.

El mismo día 23, por la noche, Guerrero, antes de cortar las líneas telegráficas, envió el siguiente mensaje en clave a sus compañeros de la Junta:

23 de diciembre de 191O.

Hasta hoy sin novedad. Ferrocarril del Noroeste sin puentes. Voluntarios uniéndosenos.

Práxedis G. Guerrero.

Los revolucionarios permanecieron toda la noche en la estación Guzmán, que pertenecía a un rancho situado en las inmediaciones de la hermosa laguna del mismo nombre, y en donde fueron muy bien recibidos por el dueño de la propiedad, llamado Cruz González. Este señor les proporcionó cincuenta caballos y alguna cantidad de víveres, como donativo para el fomento de la causa libertaria.

En la madrugada del día 24 abordaron el tren y marcharon hacia el sur con el objeto de recoger en El Sabinal a los veinticinco rebeldes que esperaban a Guerrero. En este lugar permanecieron todo el dia, probablcmente discutiendo el plan de ataque a Casas Grandes, ciudad que Guerrero pensaba amagar desde luego: pero ai fin resolvieron volver a la estación Guzmán, que sería la base de sus operaciones del momento, pues dejando incomunicado dicho punto por el sur y por el norte, podría partir de allí una expedición hacia algunos lugares del sudeste del Distrito de Galeana, cuyo ataque iniciaría Prisciliano Silva el día último del año para ir extendiendo la Revolución hacia la región meridional del Estado. A Guzmán regresaron en las primeras horas del domingo 25 de diciembre, y en el nuevo recorrido incendiaron otros cinco puentes de madera, dejando con tal motivo, totalmente incomunicada esa estación.

Se divide el grupo.

En Guzmán se dividió la guerrilla en dos grupos: uno, compuesto de treinta y dos rebeldes entre los que se hallaban Rodrigo M. Quevedo, Margarito Méndez, Leonides Vázquez, Benjamín Silva, Cenobio Orozco, Juan Ortiz y Chacón, quedó dirigido por Guerrero; y el otro, integrado por diecinueve, donde figuraban Jesús Longoria, Calixto Guerra, Lázaro Alanís, José Inés Salazar y Gutiérrez de Lara, quedó al mando de Prisciliano Silva, quien, contando con el armamento recogido en el tren capturado, marchó inmediatamente con sus hombres por el rumbo de la laguna de Santa María a desarrollar el plan revolucionario que ya se ha mencionado. Pero antes de que se separaran los grupos, se convino en que durante los combates que se sostuvieran con las fuerzas del Gobierno, para diferenciarse de los maderistas, deberían usar como emblema una bandera roja que tuviera la inscripción de Tierra y Libertad, y que los rebeldes llevaran en el sombrero una franja también roja con el mismo lema, que dicho sea de paso, fue el lema libertario usado desde enero de 1911 por la Junta del Partido Liberal (5).

El primer informe de prensa.

A raíz de estos acontecimientos, que fueron conocidos inmediatamente en Ciudad Juárez, un corresponsal de El País, desvirtuando la donación del señor González y diciendo entre algunas verdades varias mentiras, redactó el siguiente mensaje para su periódico.

Ciudad Juárez, 26 de diciembre.

Un tren del Ferrocarril del Noroeste, que se dirigía a Terrazas, conducido por el maquinista americano Cobler y el fogonero mexicano Mendoza, fue detenido por una partida de rebeldes al mando del cabecilla Práxedis G. Guerrero, y que eran en número de veintiséis.

Eran las cinco de la tarde. El maquinista y el fogonero fueron maniatados y sueltos hasta que prometieron conducir a aquella gente hasta la estación Guzmán.

Allí bajaron los rebeldes y saquearon un restaurante chino, apoderándose de cincuenta caballos de un rancho de la propiedad de don Cruz González, la cual casa estuvo custodiada todo el jueves por temor al asalto, y cuando la dejaron indefensa, entonces se presentaron aquéllos (6).

El tren siguió su marcha hacia El Sabinal, donde la cuadrillá recogió a veinticinco hombres más, y en la estación siguiente todos abandonaron el convoy.

Cuatro días después otro corresponsal rectificó lo del saqueo al restaurante chino en una comunicación enviada al mismo periódico, el 31 de diciembre, y publicada el 1° de enero, en la que decía:

... los rebeldes cenaron a la fuerza en el restaurante de un chino, que perjuraba por Confucio, a quien no robaron, como se ha dicho.

La suerte de los surumatos.

En cuanto a los surumatos y demás pasajeros que viajaban en el tren capturado, fueron devueltos a Ciudad Juárez, en espera de ser reparada la vía para que pudieran llegar a su destino. Ellos habían enviado noticias de su situación a dicha ciudad, en un armón del ferrocarril, y desde luego salió un tren de auxilio con algunas tropas para recogerlos. En ese mismo tren viajaba el superintendente de la División del Ferrocarril del Noroeste, Jorge Rutledge, en compañía de una cuadrilla de trabajadores, quienes desde luego procedieron a reparar los puentes destruidos entre Guzmán y El Sabinal.

Una entrevista.

Ya para el 26 de diciembre había una gran cantidad de carbón de piedra, de comestibles y herramientas detenidos en Ciudad Juárez, con destino a varios minerales y centros ferrocarrileros situados al sur de Guzmán; y como esos materiales no podían ser transportados a causa de los puentes destruidos, el señor Rutledge fue hasta la estación Guzmán a entrevistar a Guerrero para suplicarle que tomando en cuenta los perjuicios de consideración que estaban sufriendo las compañías, no volviera a destruir la vía. Pero Guerrero, conociendo el peligro que representaba para la Revolución el que estuvieran las comunicaciones al corriente, le contestó que no volvería a molestar al ferrocarril, síempre que no transitaran tropas federales por las vías férreas de aquella zona (7).

Rumbo a Casas Grandes.

En la mañana del día 27, Guerrero y los treinta y dós rebeldes, bien armados y montados, que componían su grupo, abandonaron la estación Guzmán y se internaron por la sierra en dirección a Casas Grandes. Al cabo de largas horas de rudo caminar por senderos agrestes, llegaron a Corralitos, pueblo distante unos 80 kilómetros al sur de Guzmán, y que ocuparon sin que nadie les opusiera la merior resistencia. La breve permanencia de Guerrero y sus compañeros en esa pequeña población, causó alegría y despertó esperanzas entre los moradores, la mayor parte de los cuales se quejaban, como se quejaban todos los humildes campesinos del Estado, de pérdidas de sus terrenos vecinales, los que sin razón legal pasaban a poder del coronel Terrazas que, no conforme con sus seis millones de hectáreas, quería aumentar todavía más sus inmensos latifundios que lo colocaban a la cabeza de los más grandes detentadores de la tierra, no sólo en México, sino en el mundo entero. Y no solamente se quejaban los vecinos del despojo de sus tierras, sino también de pérdidas de ganado de su propiedad, agregando que por cometer el delito de reclamarlos, eran castigados por los brutales caciques de la sierra. De manera que esas pobres gentes, con la llegada de los revolucionarios que en todas partes implantaban la bandera justiciera del Partido Liberal, se vieron libres de la tiranía de sus opresores y abrigaron la esperanza de poder vivir en lo futuro sin que nadie los molestara, ni en sus vidas ni en sus pequeños intereses.

Las intenciones de Guerrero eran atacar desde luego la ciudad de Casas Grandes. Indicó que se cortaran en varios trechos las líneas telegráficas y telefónicas, y que se desconectara la vía férrea un kilómetro al norte del pueblo, dejando algunos compañeros encargados de impedir las reparaciones. Al mismo tiempo envió el siguiente aviso a unos trabajadores que se hallaban componiendo la vía destruida entre Corralitos y Las Minas de San Pedro:

Hemos dicho a ustedes que no reparen esta línea, y volvemos a insistir en ello. Hagan ustedes saber al superintendente que es mejor que se absténga de enviar cuadrillas al sur de San Pedro, hasta después del 5 de enero. pues de lo contrario, no nos haremos responsables de sus vidas (8).

Después de esta advertencia ningún trabajador quiso salír al camino a hacer reparaciones, y con ese motivo quedó interrumpida por algún tiempo la comunicación ferroviaria entre San Pedro y Casas Grandes.

Demanda la rendición de la plaza.

El día 28, desde el pueblo de Barranco, estación de ferrocarril 10 kilómetros al sur de Corralitos, demandó por teléfono la rendición de Casas Grandes, cosa que le fue negada por las autoridades, circunstancia por la cual se dispuso a organizar a sus compañeros para iniciar el ataque en esa misma fecha.

Este era en realidad un gesto temerario de Guerrero, ya que las fuerzas que guarnecían la población eran en número considerable, pues se componían de 450 soldados de distintas armas, aparte de 20 rurales y de las guardias civiles formadas por los vecinos que habían sido obligados a tomar el fusil al extenderse la rebelión por los diferentes rumbos del Estado, elementos todos éstos bajo el mando del teniente coronel Cervantes, que había llegado a Casas Grandes el día 26. Pero a pesar de estas circunstancias favorables para una magnífica defensá, cuando el jefe político del Distrito de Galeana, don Francisco Mateos, recibió la demanda de Guerrero (9), atemorizado por la fama de temible que habían creado en torno del joven libertario los periódicos gobiernistas, y creyendo que la partida que éste comandaba sería de algunos centenares de rebeldes, envió rápidamente un correo a caballo al lugar más cercano en que hubiera servicio telegráfico con la capital de Chihuahua (10), para que pusiera un mensaje al Gobernador del Estado solicitando auxilios con urgencia, y cuyo mensaje, según las informaciones oficiosas de la época, terminaba así:

Resistiremos hasta el último momento, pero enviadnos tropas a la mayor brevedad.

Al recibir el gobernador el mensaje de Mateos (11), no obstante saber que Casas Grandes estaba bien protegida por numerosas fuerzas federales, al mismo tiempo que giró órdenes al coronel Tamborrel, Jefe de las armas en Ciudad Juárez, para que sin pérdida de tiempo enviara un tren de tropas a disposición del jefe político, dictó las medidas necesarias para que cien soldados de infantería salieran desde luego de la ciudad de Chihuahua con el mismo destino, y que ciento cincuenta dragones que se encontraban acantonados en la estación Gallego, sobre la vía del Ferrocarril Central, al sur de Ciudad Juárez, marcharan violentamente por el campo para reforzar todavía más la guarnición de la población amagada. Sin embargo, ninguna de estas tropas llegó a Casas Grandes el mismo día 28, sino hasta el día siguiente, debido a las enormes distancias de cientos de kilómetros que tuvieron que recorrer, ya en ferrocarril las que salieron de Ciudad Juárez, o ya por los pésimos caminos de la sierra o por los arenales del desierto las que habían sido enviadas de Chihuahua y de la estación Gallego.

Guerrero insiste en su demanda.

Mientras tanto, en la tarde del 28, a pesar de contar con sólo treinta y dos insurrectos, y de no ignorar que la guarnición de Casas Grandes era muy numerosa y bien armada, Guerrero, abrigando la esperanza (segÚn se dice) de encontrar algunos compañeros que secundaran el movimiento en las afueras de la ciudad y, sobre todo, teniendo la convicción de que las causas sólo triunfan por el esfuerzo de sus adeptos, tuvo el gesto viril de pedir por segunda vez la entrega de la plaza, advirtiendo a las autoridades que si ésta no se realizaba en un término de dos horas, avanzaría en son de guerra sobre la población.

Enfrentarse sólo treinta y tres hombres contra más de quinientos, hubiera sido una lucha no sólo desigual, sino estéril, sin esperanza de alcanzar victoria; hubiera sido un suicidio, un sacrificio innecesario, una falta de cordura. Así lo comprendieron al fin los rebeldes, desistiendo de llevar a cabo aquel ataque que solamente hubiera causado el aniquilamiento de un puñado de vidas que hacían falta para luchar en condiciones menos adversas por el triunfo de la Revolución (12).

Hacia Janos.

La noche del 28 la pasaron reponiendo un poco las energías gastadas en diez días de intensa actividad, y en la mañana del 29, sin que nadie intentara perseguirlos, Guerrero y sus compañeros se rétiraron de Corralitos en dirección a Janos, población del mismo Distrito de Galeana, a unos treinta y cinco kilómetros al noroeste de aquel pueblo, y donde algunas horas más tarde habrían de sostener uno de los más sangrientos combates librados contra la dictadura por los guerrilleros del Partido Liberal.



Notas

(1) De El antiporfirismo, por el general Rubén García.

(2) Cuando se disponía a partir al combate, Guerrero obsequió al niño Antonio Rivera, hijo de Librado Rivera, toda su biblioteca, en la que figuraba una colección de las obras del maestro Francisco Ferrer Guardia. También dejó en poder de la esposa de John Kenneth Turner, insigne autor de México bárbaro, un legajo, que ella guardó cuidadosamente y que fue entregado a la familia de Guerrero después de la muerte del joven libertario. Entre esos papeles encontró su familia una libreta escrita con sus Memorias, joya de gran valor histórico y literario que probablemente nunca sea conocida por el público.

(3) Este era uno de los medios a que recurría Madero para ganar partidarios; pero es sabido de sobra que Flores Magón no luchaba por escalar puestos públicos, pues siendo un libertario no podía aceptar el funcionamiento del Estado ni las jerarquías sobre la tierra.

(4) Eran llamados surumatos a todos los trabajadores mexicanos que se encontraban prestando sus servicios en las minas de Morenci, Arizona, en los aserraderos, en las obras de albañilería y en las haciendas o ranchos de Texas y Nuevo Mexico. Los primeros que se contrataron procedían de Surumato, población cercana a La Piedad de Cabada;, Michoacán, y de ahí se derivó e! nombre de surumatos que se aplicaba a cuantos llegaban de México a trabajar en las zonas fronterizas norteamericanas.

(5) Como se ve el lema Tierra y Libertad no es invención del zapatismo.

(6) No era posible que esa finca hubiera dado custodiada el jueves por temor al asalto, puesto que hasta el viernes se había pensado apenas capturar el tren en Sapeyó.

(7) Según El País, Guerrero ya conocía personalmente a Rutledge. En su número 4 de enero de 1911, se lee esta nota curiosa sobre el gran revolucionario: Este era, segÚn se cree. un telegrafista del Ferrocarril Central que había trabajado en Jiménez. Ese individuo tuvo la avilantez de poner un telegrama a Mr. Rutledge, superintendente del Ferrocarril del Noroeste, dándole cuenta de los perjuicios causados en la vía y diciéndole que el había tenido el gusto de conocerlo y de tratarlo.

(8) Este aviso fue publicado en El Imparcial, el 30 de diciembre de 1910.

(9) Según los periódicos gobiernislas, Mateos contestó a Guerrero con alta dignidad que prefería morir a entregar la población.

(10) Según algunas informaciones, Mateos mandó a ese correo hasta el pueblo de Ascensión a poner el mensaje: pero como dicho pueblo está muy distante de Casas Grandes, lo más probable es que lo hubiera mandado a otra población más cercana.

(11) En vista de que Mateos no lograba sofocar la rebelión en el Distrito de Galeana, el Gobierno le exigió la renuncia de su empleo, poniendo en su lugar al cacique Donaciano Mápula. A consecuencia de su destitución falleció Mateos en Ciudad Juárez en un estado de postración que inspiraba lástima el 18 de enero de 1911.

(12) Debido a la falta de comunicaciones en que había quedado Casas Grandes, en Ciudad Juárez y en otras poblaciones de Chihuahua circuló la noticia de que Guerrero, al frente de varios centenares de revolucionarios, se había apoderado de la plaza en donde, según El Imparcial, había asolado al pueblo con sus tropelías de costumbre. También se rumoraba en Ciudad Juárez que Madero había estado en Casas Grandes algunos dias en unión de Guerrero, a quien había señalado para alborotar todo Galeana, lo cual. además de ser falso, indicaba que muchos ignoraban todavía la división fundamental entre liberales y maderistas. Otros periódicos publicaron también amplios informes sobre la supuesta toma de Casas Grandes por Guerrero, El País. en su número del 1° de enero de 1911, decía: ... Los rebeldes tomaron la ciudad de Casas Grandes, tras de incomunicarla por telégrafo y por ferrocarril; pero el Gobierno envió tropas a la mayor brevedad, las que ya deben haber librado alguna acción ...
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