Indice de La vida heróica de Práxedis G. Guerrero de Eugenio Martínez Nuñez LIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo undécimo - Sobre la brechaLIBRO SEGUNDO EL REVOLUCIONARIO - Capítulo Décimotercero Casas GrandesBiblioteca Virtual Antorcha

LA VIDA HERÓICA DE PRÁXEDIS G. GUERRERO

Eugenio Martínez Nuñez

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO DUODÉCIMO

Ante el movimiento maderista



Es muy fácil suplantar un ídolo en la conciencia de los idólatras. Por eso los suplantadores tienene mejor suerte que los reformadores
Práxedis G. Guerrero

Aparece don Francisco I. Madero.

Como se ha visto, a pesar de los éxitos militares de la dictadura, el país entero se encontraba ya estremecido por el aliento de la Revolución. El Gobierno porfirista, apoyado en la fuerza de treinta mil bayonetas, comenzaba a sentirse débil ante el empuje, no de los fusiles insurgentes, sino de la opinión de un pueblo que despertaba para lanzarse a la conquista de su libertad perdida.

Así las cosas, y cuando ya la tenaz campaña sostenida desde 1900 a base de talento y de inmensos sacrificios por los miembros del Partido Liberal había demostrado al mundo que el pueblo mexicano languidecía oprimido por una casta de tiranos y déspotas ambiciosos que eran indignos de la confianza pública; y cuando, en fin, la causa revolucionaria se había iniciado vigorosamente con una serie casi no interrumpida de levantamientos, fue que aparecieron los arribistas de la politica, los caudillos, los aventureros dispuestos a aprovechar los anhelos de emancipación de las grandes masas para sus fines personales y sus ambiciones.

Fue entonces cuando apareció el señor don Francisco I. Madero, un acaudalado industrial y terrateniente del Estado de Coahuila, que después de haber figurado mediocremente en la política de su tierra natal y dé haber asumido una actitud casi indiferente ante las aspiraciones populares en la época más peligrosa de la lucha por la libertad se decidió por fin a tomar parte en ella, ya cuando el terreno estaba intensamente preparado por los precursores y que el general Díaz se tambaleaba en las alturas de la ya minada silla presidencial.

Las intenciones de Madero.

Pero el señor Madero no apareció con la sana intención de destruir los privilegios y las inmoralidades del viejo régimen, sino en realidad, con la de obtener un elevado puesto público (1). El se presentaba, no a hacer una revolución contra la dictadura, sino simplemente a participar en una campaña electoral al avecinarse la octava imposición del general Díaz, aspirando a la Vicepresidencia de la República y aceptando a don Porfirio al frente del Gobierno; pero en vista de los obstáculos que se opusieron a sus pretensiones, y que son del dominio de cuantos conozcan nuestra historia, resolvió tirar el guante al Dictador y encaminar sus pasos a la primera magistratura del país.

Comienza la campaña política maderista.

Después de haber sido proclamado candidato a la Presidencia de México por sus partidarios en abril de 1910, Madero se lanzó a su propaganda electoral acompañado por algunos intelectuales de la dictadura como Juan Sánchez Azcona y otros, que se habían vuelto antiporfiristas de última hora; y como los suplantadores tienen mejor suerte que los reformadores por dondequiera brotaban legiones de adeptos del nuera líder o de enemigos de la dictadura, que creían sinceramente que Madero sería la salvación de México y lo seguían por todas partes, cayendo algunos de los mejores en el transcurso de la campaña política, sacrificando sus vidas lastimosamente sosteniendo los raquíticos enunciad9s de Sufragio Efectivo y No Reelección.

Obra de adulación y engaño.

Entonces algunos escritores, pretendiendo hacer obra de verdad pero guiados en el fondo por un bajo sentimiento de adulación, publicaron varios libros plagadós de errores y falsedades, con los que quisieron arrojar sobre don Francisco el mérito de haber sido el autor intelectual del gran movimiento de insurrección que venía agitando la RepÚblica. El periodista Rafael Martínez (Rip Rip), llamado la Magdalena de la Revolución por haber prevaricado, fue uno de los que más se distinguieron en esa labor de engaño, y en su libro La Revolución y sus hombres, donde pretende ignorar el origen del movimiento social de México y la influencia creadora y decisiva que en él tuvo el Partido Liberal Mexicano, dice que Madero en su obra La Sucesión Presidencial, publicada en 1909, abordaba francamente la difícil cuestión política y era el primero, después de muchos años, que tenía el suficiente valor civil para decir en letras de molde las verdades que en voz baja todos se repetían y para conjurar a la nación, a fin de que hiciese cesar para después de 1910, el estado de cosas que regía antes de esa fecha.

¡Cosas asombrosas nos decía Rip Rip! ¡Madero era el primero en declarar que el gobierno de Díaz era una dictadura que tenía al pueblo mexicano en la esclavitud y en la miseria! Entonces, la campaña que el Partido Liberal venía sosteniendo abiertamente contra la tiranía desde el año primero de este siglo (siglo XX), campaña hecha no sólo con inteligencia y con valor civil, sino con abnegación y sufrimiento, ¿no era acaso la única fuerza moral y material determinante de ese movimiento social que colocaba a la nación en condiciones de alcanzar sus libertades y derechos?

No es obrero, es burgués.

Como era natural, ante esta nueva fase de la situación mexicana, Guerrero se vió en el deber de desvanecer los errores que circulaban al derredor de la persónalidad de Madero escribiendo una serie de bien argumentados artículos para orientar a la opinión pública acerca de las intenciones personalistas que animaban a este señor, así como también, y bajo el título que encabeza este párrafo, había publicado otro el 3 de abril de 1910 en su periódico Punto Rojo, en el cual despoja al líder antirreeleccionista de su vestidura apostólica para colocarlo en el lugar que en realidad le correspondía. Este artículo, cuya lectura será siempre interesante, dice así:

En un artículo del Monitor Democrático, encaminado a levantar la personalidad de don Francisco I. Madero, candidato del mencionado periódico para presidente de México, se dice que ese capitalista es un obrero agrícola, que ha sudado al lado de sus trabajadores; frases que pueden ser útiles para crearle simpatías entre los obreros que no lo conocen, pero que están muy lejos de ser verdades. Madero ha sido y es un burgués neto y nunca manejó el arado que el Monitor dice abandonó para empuñar la pluma del apóstol -cuando ya otros habían denunciado con entereza los crímenes de la dictadura, a quien Madero atribuye haber gobernado con el mínimum del terror; después que muchos abnegados habían sacrificado sus vidas por la libertad del pueblo-. No hay tal obrero agrícola, sino un gran terrateniente; un hacendado de los muchos que, con más o menos piedad explotan al trabajador mexicano.

Hay diferencias de consideración entre el obrero que trabaja la tierra y el amo que aprovecha ese trabajo. Sino, habría que admitir que los Terrazas, los Molina y los Creel son también obreros agrícolas, porque tienen acaparadas enormes extensiones de terrenos.

No hay que vestir los ídolos de papel de china, porque suelen sudar en las procesiones.

Madero prepara un movimiento armado.

Mientras tanto Madero y sus partidarios, que también habían sido objeto de persecuciones y encarcelamientos, después de las elecciones, en las que una vez más don Porfirio violara el voto popular claramente manifestado en favor de su contrincante, viendo que por los medios pacíficos de la democracia no podían arrancar al viejo dictador de la primera Magistratura, prepararon un movimiento armado que tendría que estallar el 20 de noviembre; mas como Madero, para atraerse un mayor número de prosélitos que lo apoyaran en su empresa se había hecho pasar desde un principio como miembro activo del Partido Liberal y obrar de acuerdo con su Programa (2), cosa que dan todavía como cierta algunos historiadores, Guerrero, los Flores Magón, Villarreal y Rivera se apresuraron a explicar muy claramente que siendo los fines de Madero y su partido simplemente personalistas, no podían estar de acuerdo con los principios libertaríos del Partido Liberal.

Una circular.

Y para mayor abundamiento, enviaron la siguiente circular a todos los correligionarios:

Los Angeles, California, noviembre 16 de 1910.

Estimado compañero:

La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha tomado posición respecto a los planes revolucionaríos que se están preparando, así como sobre la fecha del movimiento y la ninguna liga que el Partido Liberal tiene con el partido maderista; parece que Madero está precipitando un movimiento personalista que tendrá principio el 20 de este mes o a más tardar el 1° del próximo diciembre y, como si ese movimiento maderista se efectÚa, los liberales tendremos la mejor oportunidad que pueda presentársenos para rebelarnos también, la Junta recomienda a usted que se prepare y recomiende a sus amigos que se preparen y estén listos para que, si hay alguna perturbación en el país originada por los maderistas, aprovechemos el momento de confusión para levantarnos todos los liberales. Esto no quiere decir que la Junta recomiende a usted que hnga causa común con los maderistas ni que sus amigos lo hagan. Simplemente se recomienda a los liberales aprovecharse de las circunstancias especiales en que estará el país si los maderistas perturban el orden. La Junta no ha celebrado pacto alguno o alianza con los partidarios de Madero porque el Programa del Partido Liberal es distinto del programa del Partido antirreeleccionista. El Partido Liberal, quiere libertad política, libertad económica por medio de la entrega al pueblo de las tierras que detentan los grandes terratenietes, el alza de los salarios y la disminución de las horas de trabajo; obstrucción a la influencia del clero en el gobierno y en el hogar. El Partido antirreeleccionista sólo quiere libertad política, dejando que los acaparadores de tierras conserven sus vastas propiedadés, que los trabajadores sigan siendo las mismas bestias de carga y que los frailes continúen embruteciendo a las masas. El Partido Antireeleccionista, que es el de Madero, es el partido conservador. Madero ha dicho que no pondrá en vigor las leyes de Reforma. Muchos liberales, engañados por los maderistas, han engrosado las filas de Madero, de quien se asegura que está de acuerdo con noóotros. No hay nada más inexacto que eso. Por cuestión de principios, el Partido Liberal no puede estar de acuerdo con el maderismo. Así, pues, la Junta recomienda a usted que al levantarse en armas aprovechando el movimiento de Madero no haga causa común con el maderismo conocido por antireeleccionismo; pero que sí trate con todo empeño de atraer bajo las banderas del Partido Liberal a todos los que de buena fe se precipiten a la lucha. Procure usted por todos los medios que su iniciativa le sugiera contrarrestar la tendencia del elemento maderista, para que la revolución sea benéfica al pueblo mexicano y no el medio criminal para que escale el Poder un grupo de ambiciosos. Si los maderistas no llevan a cabo el movimiento proyectado, entonces pasará a ver a usted un Delegado de la Junta para tratar los asuntos del Partido Liberal. El programa del Partido Liberal es el promulgado el 1° de julio de 1906 en St. Louis Miissouri.

Reforma, Libertad y Justicia.
Ricardo Flores Magón.
Antonio I. Villarreal.
Librado Rivera.
Práxedis G. Guerrero.
Enrique Flores Magón (3).

Muchos de los liberales a quienes se envió esta circular no la recibieron en su oportunidad y en gran parte a eso se debió la confusión que sufrieron al luchar conjuntamente con los maderistas por algún tiempo.

Un llamamiento heroico.

Ricardo Flores Magón, dirigiéndose una vez más a los campesinos y a los obreros que habían abandonado su trabajo y sus hogares para formar los batallones revolucionarios que habrían de derrocar la dictadura, exponiendo ya francamente sus ideas ácratas, adelantándose al tiempo y tratando de encauzar la Revolución hacia la conquista de mayores reivindicaciones que las puramente políticas, les decía con voz profética sólo veinticuatro horas antes de que estallara el movimiento maderista:

La Revolución va a estallar de un momento a otro. Los que por tantos años hemos estado atentos a todos los incidentes de la vida social y política del pueblo mexicano, no podemos engañarnos. Los síntomas del formidable cataclismo no dejan lugar a la dudas de qUé algo está por surgir y algo por derrumbarse, de que algo va a levantarse y algo está por caer. Por fin, después de treinta y cuatro años de vergüenza, va a levanar la cabeza el pueblo mexicano, y por fin, después de esa larga noche, va a quedar convertido en ruinas el negro edificio cuya pesadumbre nos ahogaba.

Es oportuno ahora volver a decir lo que tanto hemos dicho: hay que hacer que este movimiento, causado por la desesperación, no sea el movimiento ciego del que hace un esfuerzo para librarse del peso de un enorme fardo, movimiento en que el instinto domina casi por completo a la razón. Debemos procurar los libertaríos que este movimiento tome la orientación que señala la ciencia. De no hacerlo así, la Revo]ución que se levanta no serviría más que para sustituir un presidente por otro presidente, o lo que es lo mismo un amo por otro amo. Debemos tener presente que lo que se necesita es que el pueblo tenga pan, tenga albergue, tenga tierra para cultivar; debemos tener presente que ningún gobierno, por honrado que sea, puede decretar la abolición de la miseria. Es el pueblo mismo, son los hambrientos, son los desheredados los que tienen que abolir la miseria, tomando, en primer lugar, posesión de la tierra que, por derecho natural, no puede ser acaparada por unos cuantos, sino que es la propiedad de todo ser humano. No es posible predecir hasta dónde podrá llegar la obra reivindicadora de la próxima revolución; pero si llevamos los luchadores de buena fe el propósito de avanzar lo más posible por ese camino; si al empuñar el winchester vamos decididos, no al encumbramiento de otro amo, sino a la reivindicación de los derechos del proletariado; si llevamos al campo de la lucha armada e] empeño de conquistar la libertad económica, que es la base de todas las libertades, que es la condición sin la cual no hay libertad ninguna; si llevamos ese propósito encauzaremos el próximo movimiento popular por un camino digno de esta época; pero si por el afán de triunfar fácilmente; si por querer abreviar la contienda quitamos de nuestras tendencias el radicalismo que las hace incompatibles con las tendencias de los partidos netamente burgueses y conservadores, entonces habremos hecho obra de bandidos y asesinos, porque la sangre derramada no servirá más que para dar mayor fuerza a la burguesía, esto es, a la casta poseedora de la riqueza, que después del triunfo pondrá nuevamente la cadena al proletariado con cuya sangre. con cuyo sacrificio, con cuyo martirio ganó el poder.

Preciso es, pues, proletarios; preciso es, pues. desheredados, que no os confundáis. Los partidos conservadores y burgueses os hablan de libertad, de justicia, de ley, de gobierno honrado, y os dicen que:, cambiando el pueblo los hombres que están en el Poder por otros, tendréis libertad, tendréis justicia, tendréis ley, tendréis g0bierno honrado. No os dejéis embaucar. Lo que necesitais es que se os asegure el bienestar de vuestras familias y el pan de cada dia; el bienestar de las familias no podrá dároslo ningún gobierno. Sois vosotros los que tenéis que conquistar esas ventajas, tomando desde luego posesión de la tierra, que es la fuente primordial de la riqueza, y la tierra no os la podrá dar ningún gobierno, ¡entendedlo bien!, porque la ley defiende el derecho de los detentadores de la riqueza; tenéis que tomarlo vosotros a despecho de la ley a despecho del Gobierno, a despecho del pretendido derecho de propiedad; tendréis que tomarlo vosotros en nombre de la justicia natural, en nombre del derecho que todo ser humano tiene a vivir y a desarrollar su cuerpo y su inteligencia.

Cuando vosotros estéis en posesión de la tierra, tendréis libertad, tendréis justicia, porque la libertad y la justicia no se decretan; son el resultado de la independencia económica, esto es, de la facultad que tiene un individuo de vivir sin depender de un amo, esto es, de aprovechar para sí y para los suyos el producto íntegro de su trabajo.

Así, pues, tomad la tierra. La ley dice que no la toméis, que es de 'propiedad particular; pero la ley que tal cosa dice fue escrita por los que os tienen en la esclavitud, y tan no responde a una necesidad general, que necesita el apoyo de la fuerza. Si la ley fuera el resultado del consentimiento de todos, no necesitaría el apoyo del polizonte, del carcelero, del juez, del verdugo, del soldado y del funcionario. La ley os fue impuesta, y contra las imposiciones arbitrarias, apoyadas por la fuerza, debemos los hombres dígnos responder con nuestra rebeldíá.

Ahora, ¡a luchar! La Revolución, incontenible, avasalladora, no tarda en llegar. Si queréis ser libres de veras, agrupaos bajo las banderas libertarias del Partido Liberal; pero si queréis solamente daros el extraño placer de derramar sangre y derramar la vuestra jugando a los soldados, agrupaos bajo otras banderas, las antireeleccionistas por ejemplo, que después de que juguéis a los soldados, os pondrán nuevamente el yugo patronal y el yugo gubernamental; pero, eso sí, os habréis dado el gustazo de cambiar el viejo Presidente, que ya os chocaba, por otro flamante, acabadito de hacer.

Compañeros, la cuestión es grave. Comprendo que estéis dispuestos a luchar; pero luchad con fruto para la clase pobre. Todas las reroluciones han aprovechado hasta hoy a las clases encumbradas, porque no habéis tenido idea clara de vuestros derechos y de vuestros intereses, que, como lo sabéis, son completamente opuestos a los derechos y a los intereses de las clases intelectuales y ricas. El interés de los ricos es que los pobres sean pobres eternamente, porque la pobreza de las masas es la garantía de sus riquezas. Si no hay hombres que tengan necesidad de trabajar a otro hombre, los ricos se verán obligados a hacer alguna cosa útil, a producir algo de utilidad general para poder vivir; ya no tendrán entonces esclavos a quienes explotar.

No es posible predecir, repito, hasta dónde llegarán las reivindicaciones populares en la Revolución que se avecina; pero hay que procurar lo más que se pueda. Ya sería un gran paso hacer que la tierra fuera de propiedad de todos; y si no hubiera fuerza suficiente o suficiente conciencia entre los revolucionarios para obtener más ventaja que ésa, ella sería la base de reivindicaciones próximas que por la sola fuerza de las circunstancias conquistaría el proletariado.

¡Adelante, compañeros! Pronto escucharéis los primeros disparos; pronto lanzarán el grito de rebeldía los oprimidos. Que no haya uno solo que deje de secundar el movimiento, lanzando con toda la fuerza de la convicción este grito supremo: ¡Tierra y Libertad! (4)

Estalla la Revolución.

Como se había anunciado, el movimiento preparado por Madero y sus partidarios estalló el 20 de noviembre de 1910, en cuyas vísperas se había registrado la más grande de las tragedias de la campaña antirreeleccionista con el sacrificio de Aquiles Serdán, de Fausto Nieto y de Rosendo Contreras en la ciudad de Puebla; pero esta insurrección, que fue secundada generosamente por millares de ciudadanos en toda la República y que hubíera podido representar para el pueblo mexicano un bello porvenir de enormes conquistas y reivindicaciones, sólo fue una desdichada guerra civil con la que entró el país en una nueva fase de su vida política simplemente. Se luchaba nada más por llevar al Poder un nuevo grupo de gobernantes que serían otros tantos tiranos, ya que el caudillo no ostentaba en su bandera de combate verdaderos principios de transformación social que garantizaran la libertad y el bienestar económico del pueblo trabajador. Y no era justo que tanto sacrificio, que tanta abnegación, que tanta sangre derramada en los levantamientos preparatorios y la que se derramaría después y en fin, que tantas tentativas hacia la libertad resultaran infructuosas sólo por satisfacer los intereses personales de un pequeño grupo de politicos qHe sólo ambicionaba ocupar las vacantes que iban a quedar en los más altos puestos del Gobierno.

Labor de orientación.

Así pues, el interés principal en aquellos momentos trascendentales por que atravesaba la nación era fijar una clara orientación a los revolucionarios en armas. Y fueron Guerrero, los Flores Magón y Rivera, quienes desde las columnas de Regeneración abordaron esa tarea escribiendo sin descanso artículos que marcaban de un modo preciso la actitud que debía asumir el pueblo rebelde ante esa lucha armada. Ellos se esforzaban por infundir a los desheredados que formaban la masa insurgente la convicción de que sus intereses eran distintos a los del caudillo y demás jefes del movimiento maderista quienes, una vez constituidos en gobierno, dejarían que las clases privilegiadas del país continuaran administrando las fuentes de la riqueza nacional, siendo que sólo con la repartición inteligente y equitativa de las mismas entre las clases productoras se conseguiría la emancipación de los trabajadores.

Pero no por eso halagaban el sentimiento popular con frases de lisonja tratando de librar a los oprimidos de la responsabilidad de su desgracia contraída dentro del fenómeno social de la Revolución, en el cual la misma sumisión del pueblo es la causa determinante de la tiranía. Por eso decía Guerrero:

La tiranía es el crimen de las colectividades inconscientes contra ellas mismas y debe atacársele como una enfermedad social por medio de la revolución social, considerando la muerte de los tiranos como un incidente inevitable en la lucha, un incidente nada más, no un acto de justicia.

Y Flores Magón agregaba:

El tirano no es un producto de generación espontánea: es el producto de la degradación de los pueblos. Pueblo degradado, pueblo tiranizado. El mal, pues, está ahí: en la masa de los sufridos y los resignados, en el montón amorfo de los que están conformes con su suerte.

Guerrero y los Flores Magón invocaban siempre los más elevados sentimientos y las más viriles facultades del espíritu humano. Ellos abogaban por la creación de un estado social henchido de bondad y perfección que asegurase la felicidad sobre la tierra, y estimulaban a las multitudes para que de una vez para siempre abandonaran su papel de parias y se convirtieran en hombres dignos de vivir una existencia de acuerdo con todos los derechos y todas las ventajas que ofrece la verdadera civilización.

Y si sus palabras sinceras, que enseñaban un porvenir de libertad y de justicia para los de abajo, no eran escuchadas en toda la República, se debía a que su tribuna, Regeneración, no podía circular libremente en este país, y por lo mismo, la inmensa mayoría del pueblo mexicano ignoraba hasta qué punto era posible llevar las reivindicaciones por medio de la Revolución.



Notas

(1) Ver las páginas 139 y siguientes del capítulo La última reelección, de la obra ya mencionada del doctor Luis Lara Pardo.

(2) Es cierto que Madero fue miembro activo del Partido Liberal Mexicano. En 1905, al establecerse la Junta Organizadora de dicho partido, expedimos la credencial número 4 a don Francisco I, Madero, Pero cuando don Pancho vio en 1906, en nuestro Programa de 1° de julio de ese año, nuestros capitulos sobre Tierras y Capital y Trabajo, sintió enfriarse sus entusiasmos liberales y se mantuvo en prudente expectativa. Más tarde, a instancias de su señor padre, que era íntimo amigo del ministro de Hacienda, José Ives Limantour (jefe reconocido del Círculo Científico), se desligó de nosotros; pero eso no obstó para que usase su credencial de miembro efectivo del Partido Liberal Mexicano, para hacer creer a los nuestros que estábamos en connivencia con sus fines políticos y personalistas, y atraerlos a sus filas; lo que nosotros no pudimos evitar, dada la serie de tenaces persecuciones que sufríamos y lo difícil que era comunicarnos con todos los compañeros esparcidos en la República, a causa del espionaje que ejercían los esbirros y que se decomisaba nuestra correspondencia. En otras palabras, Madero aprovechaba a su favor, para sus fines personales, el prestigio que le daba nuestra credencial; prestigio que supo usar para desvirtuar nuestros trabajos netamente social-económicos, desviando a la Revolución por el estrecho sendero de una vulgar revuelta política, bajo la desteñida bandera de No Reelección, que quedó demostrado con Porfirio Díaz, cuán fácil es burlar; ya que el viejo dictador enarboló esa misma bandera con el Plan de Tuxtepec, que lo llevó al poder; mismo en el cual burló la No Reelección que predicara, y el no menos desprestigiado principio de Sufragio efectivo. Lo que hizo en realidad Madero, con su revuelta personalista, fue luchar por su clase, desviando el curso social y económico de la Revolución Social Mexicana. (Nota de Enrique Flores Magón).

(3) Tomado de la obra ya citada de Diego Abad de Santillán.

(4) Artículo La Revolución, publicado en Regeneración el 19 de noviembre de 1910.
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