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CAPÍTULO XC

Rendición de las fuerzas Austro-húngaras

Del 20 de mayo al 24 de junio de 1867

Luego que se supo en México la ocupación de Querétaro y captura de Maximiliano, el Príncipe Khevenhüller, Jefe de las Fuerzas húngaras y austriacas que defendían la plaza, me ofreció que no tomarían parte en ningún combate que tuviera por objeto defender la ciudad; que aunque Márquez y los suyos negaban el hecho de la captura de su soberano, él no lo dudaba; y en la creencia de que toda resistencia armada podría perjudicar a Maximiliano más bien que servirle, y no teniendo él otro objeto en el país que su servicio, me avisaba que seguiría esa conducta, si en cambio le ofrecía yo que le permitiría marchar al puerto de Veracruz, con todos los Jefes, Oficiales y tropa que estaban a sus órdenes con objeto de embarcarse con ellos para el Austria.

Contesté a Khevenhüller que le concedería lo que solicitaba si rompía la línea de los sitiados, se me presentaba en Tacubaya y me entregaba sus armas, municiones y caballos que no fueran de propiedad particular, y que en cambio yo le facilitaría los recursos pecuniarios y vehículos que necesitara para llegar con sus subordinados hasta Veracruz y embarcase allí. Khevenhüller me contestó que le era imposible ejecutar lo que yo le prevenía, pero que se encerraría con toda su fuerza en el Palacio Nacional, y en los momentos en que empezara algún combate, izaría su bandera blanca y se abstendría a tomar parte en él; y que esperaba que por esta conducta le concedería yo las consideraciones que a mi juicio fueran de equidad, pues su principal objeto era no hacer más difícil la situación de su soberano.

Después de tomada la capital y por las exigencias amistosas del Barón de Csismandia, concedí a Khevenhüller en primer lugar, que conservara sus armas y mando durante tres días, sin que él ni sus subordinados pudieran salir del recinto del Palacio Nacional y de sus oficinas anexas en donde estaban acuartelados, y le impuse la responsabilidad de conservar los archivos, mueblaje y demás objetos que contenía el edificio.

Algunos días después exigí la entrega de su armamento y caballos y le facilité recursos y vehículos para llegar a Veracruz; esto es, le concedí lo mismo que le había ofrecido para el caso de que saliera y se me presentara en Tacubaya.

El Capitán Chainét francés, y que mandaba una guerrilla francesa de cerca de doscientos hombres de soldados cumplidos, me hizo proposiciones análogas a las de Khevenhüller, y le previne que permaneciera en su cuartel que estaba en el Convento de San Pedro y San Pablo con sus armas hasta nueva orden. Recogí sus armas y despaché a Chainét a Veracruz con sus soldados en las mismas condiciones que a Khevenhüller, quien le ofreció pasaje en La Novara para él y los suyos.

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