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CAPÍTULO LXXXIX

Últimos días del sitio de México

Del 10 al 20 de junio de 1867

Cuando la guarnición de México se persuadió de que Querétaro había caído en poder de las Fuerzas Nacionales y que Maximiliano y todo su ejército estaban prisioneros, la desmoralización cundió en ella rápidamente.

La situación de los sitiados se hacía cada día más difícil por la falta de víveres para sostener no solamente a sus fuerzas sino a la gran población de la capital.

Desde mediados de mayo había yo trasladado mi Cuartel General a Tacubaya y se notaba gran contraste entre mi campamento y la ciudad sitiada. La seguridad reinaba en el primero y Tacubaya fue el asilo de las familias que lograban salir de México, convirtiéndose sus calles en un mercado de toda clase de efectos; pues se veían llenas de puestos de ropa, mercería, semillas, carnes y demás artículos, no sólo de consumo, sino también de lujo, hasta el grado de dificultarse el tránsito de carruajes, pues no pudiendo entrar a la plaza los efectos que ordinariamente vienen a ella, se quedaban en mi campamento, y como el consumo era menor que en México, el precio de los efectos era más bajo. También había mercados en todos los demás puestos militares y sus reservas, en proporción al número de hombres de que se componían.

Muy feliz se consideraba la familia que llegaba a mi campamento, en donde encontraba abundancia, abrigo y seguridad. Era de ver cómo la población multiplicada por la creciente avenida de México y los Estados vecinos, se entregaba confiada al comercio, al paseo y a todos los goces de la vida, bajo la salvaguardia del ejército sitiador, mientras ricos y pobres, imperialistas y republicanos, huían de la persecución y extorciones que estaban a la orden del día en la capital.

En una de las reiteradas gestiones que me hicieron los hacendados productores de pulque, para que permitiera su introducción a la capital, me manifestaron que su peIjuicio era muy grande, porque con excepción del flete, tenían que hacer el mismo gasto vendieran o no su producto, pues si no recogían diariamente perdían los magueyes, y convine con ellos en hacer los gastos y recoger el pulque para que no lo perdieran, y desde entonces pude dar dos veces al día a mis soldados, una ración de pulque de a libra.

Mientras que las fuerzas de la plaza disminuían diariamente por la deserción y el hambre, las mías aumentaban considerablemente, pues todos los días recibían refuerzos importantes. En los últimos días del sitio llegaría yo a tener 25,000 hombres mientras que el enemigo tendría cosa de 12,000.

Las fuerzas sitiadoras estaban colocadas en los últimos días del sitio en esta forma: el General Corona con la División de Occidente en la Villa de Guadalupe; el General Riva Palacio con la División del Sur en Mexicalcingo; el General Hinojosa, con la División de Norte en el Peñón Viejo; el General Naranjo, con la caballería en la Hacienda de Los Morales; y el General Félix Díaz, con la fuerza de caballería que había traído de Oaxaca, en la Hacienda de Portales. El General Terán, con la primera Brigada organizada en Oaxaca por el General Don Manuel González, el Batallón Fieles de Oaxaca, Ingenieros, el Escuadrón Juárez y la escolta del Cuartel General, formaban la reserva.

Cuando pasé mi Cuartel General a Tacubaya, por el veinte de mayo, confié el mando de la Línea de Guadalupe al General Don Ramón Corona, a quien el General Escobedo había enviado de Querétaro con su División, luego que tomó aquella plaza para que me auxiliara en mis operaciones sobre la capital.

Al salir de Oaxaca, dejé al General Félix Díaz como Jefe Militar, y cuando estaba yo sitiando a México lo llamé y vino cuando llevaba yo cosa de dos semanas de haber comenzado el sitio. Luego que llegó, formé una División de caballería con las fuerzas que trajo de Oaxaca y con otras que le agregué, que fueron la brigada que mandaba Manuel Toro y la caballería de Leyva. Encomendé el mando de esta División al General Félix Díaz y los Generales Toro y Leyva quedaron como Jefes de sus respectivas Brigadas.

La desmoralización en la plaza y la falta de provisiones de boca se habían hecho tan sensibles que tenía yo frecuentes proposiciones de algunos Jefes de ella para defeccionar y facilitarme su ocupación, proposiciones que no quise aceptar porque tenía la seguridad de ocuparla sin compromisos ni transacciones, muy pocos días después. En uno de los capítulos que siguen, hablaré especialmente de estas proposiciones.

La carta siguiente, dirigida a nuestro Ministro de Washington y fechada en Tacubaya el 26 de mayo de 1867, contiene pormenores respecto de la situación que guardaba el sitio en esa fecha.


Traducción.
Tacubaya (1) mayo 26 de 1867.

Mi muy estimado amigo:

Después de que escribí a usted mi última carta, la División del General Riva Palacio y una Brigada de Puebla, que estaba unida al Ejército de Oriente durante el sitio de Querétaro, han sido incorporadas al Ejército de operaciones contra la ciudad de México, así como el Ejército de Occidente al mando del General Corona y dos Divisiones del Ejército del Norte, bajo las órdenes del General Don Francisco Alatorre; de esta manera formamos por todo unos 35,000 hombres, y dentro de unos cuantos días será nuestra la ciudad de México.

Hubiera yo podido tomarla solamente con las Fuerzas del Ejército de Oriente, pero no tenía yo suficiente caballería para cubrir todas las salidas, por las cuales los principales culpables se habrían escapado; pero ahora con 9,000 caballos estarán bien resguardadas todas las salidas, y sucederá lo mismo que en Querétaro; nadie se nos escapará. Tengo entera fe y confianza en el resultado.

En la ciudad de México la prensa se empeña todavía en engañar al pueblo, negando la caída de Querétaro y la prisión de Maximiliano; pero tanto el pueblo como el ejército tienen noticias de ambas cosas. Considero la ocupación de México un asunto de pocas horas, y no creo que Veracruz intente sostenerse después.

En conclusión, cuando haya usted recibido esta carta estará ya limpio de traidores el suelo mexicano.

Sin tiempo para más, me repito de usted sincero amigo.

(Firmado). Porfirio Díaz.
Señor Don Matías Romero, Ministro de México en Washington.




Notas

(1) Esta carta fue comunicada por nuestro Ministro en Washington al Secretario de Estado de los Estados Unidos de América en nota verbal de 14 de unio de 1867. No habiéndose encontrado el texto español de esta carta, se inserta una traducción tomada de la traducción inglesa. Correspondencia de la Legación Mexicana en Washington durante la intervención francesa. 1860-1867. Nota N° 251. Vol IX, págs. 594 y 595.

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