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3.2. La expedición del Emperador alemán Conrado III.

En el mes de mayo de 1147, se puso en marcha un poderosísimo contingente conformado por cerca de veinticinco mil elementos.

Acompañado, entre otros, por los Reyes Ladislao de Bohemia y Bolislao IV de Polonia, así como por su sobrino y heredero, Federico, Duque de Suavia, y por los obispos de Metz y Toul, Esteban y Enrique, el Emperador germano siguió, en su camino a Tierra Santa, la llamada ruta de Carlomagno.

Su paso por los dominios del Rey húngaro Giza, ocurrió sin incidentes, y ahí fue visitado por una embajada bizantina encabezada por Demetrio Macrembolites y Alejandro de Gravina, quienes, azorados por el tamaño del contingente, temerosos preguntaron al Emperador germano que si su arribo a tierras imperiales era en calidad de amigo, prestase juramento de buen comportamiento durante su estancia en el Imperio, a lo que Conrado accedió.

El 20 de julio, el poderoso ejército de la cruz penetró en el Imperio por Branitchivo, siendo auxiliado por guías bizantinos enviados por el gobernador de la provincia Búlgara, Miguel Bramas, quien además les proporcionó víveres.

A su llegada a Sofía, Conrado fue recibido con honores por el gobernador de Tesalónica, Miguel Paleólogo. Pero después de que el ejército de la cruz partió, cundió en su interior la indisciplina, y comenzaron a generarse saqueos, abusos y asesinatos contra los campesinos residentes en la zona. En Filipópolis, los combatientes de la cruz dieron un pésimo ejemplo que hizo recordar el cúmulo de fechorías cometidas durante el desarrollo de la cruzada popular, y en Andrianópolis, los desórdenes alcanzaron su clímax, produciéndose varias escaramuzas contra las fuerzas imperiales en las que se registraron bajas de ambos bandos.

Finalmente, el 10 de septiembre de 1147, Conrado y su ejército arribaron a Constantinopla bajo la discreta vigilancia de los soldados del Imperio, que había ordenado el Emperador Manuel Comneno.

Conrado partiría rumbo a Calcedonia, en donde recibiría dos recomendaciones del Emperador. La primera aludía a la conveniencia de dejar en las ciudades al elemento no combatiente que le acompañaba, o sea a los peregrinos y futuros colonos; y, la segunda, le aconsejaba seguir la ruta costera protegida por guardia imperial. Pero el Emperador germano no hizo el menor caso de esas recomendaciones, y avanzó hacia Nicea, teniendo la ocurrencia de dividir su ejército en dos columnas. Colocó al mando de una a Otón de Freiungen, a quien encargó a los no combatientes, ordenándole seguir la ruta costera, y poniéndose él al frente de la otra columna, siguió la ruta interna recorrida en el pasado por la cruzada señorial.

Conrado partió de Nicea, el 15 de octubre arribando a Dorileo diez días después. Posteriormente continuaría su marcha, pero en el camino sería sorprendido por una emboscada musulmana. El Emperador logró huir regresando a Nicea, pero su poderoso ejército fue destruido.


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