Índice de Historia de la piratería de Philip GosseAPÉNDICE VAPÉNDICE VIIBiblioteca Virtual Antorcha

HISTORIA DE LA PIRATERÍA

APÉNDICE VI

DISCURSO SOBRE LOS PIRATAS Y LOS REMEDIOS PARA SUPRIMIRLOS




Hace una veintena de años le plugo al rey Carlos II enviarme a Nueva Inglaterra con instrucción de investigar sobre el comercio de aquella región. Observé que armaban allí barcos de sesenta a setenta toneladas, todos muy bien equipados, que llaman corsarios y a los que se enviaba sin asomo de comisión a las Antillas españolas, donde cometían toda clase de violencias contra la población, después de lo cual regresaban con grandes cantidades de plata acuñada o en lingotes, de alhajas, de joyas de iglesia, y demás riquezas. La cosa llegó tan lejos que el embajador de España se quejó ante Su Majestad y finalmente se convino en que Su Majestad equiparía cinco o siete fragatas bien armadas, incumbiendo los gastos al rey de España, con intención de capturar y de destruir a los piratas. La ejecución de este plan se confió a sir Robert Holmes que tenía poderes, por sí mismo o por persona interpuesta, de conceder perdones a cuantos acudiesen a la proclama de Su Majestad, a dar suficientes garantías de su deseo de vivir pacíficamente. Mas como el rey de España no efectuara los pagos acordados, este proyecto fracasó. No oí hablar de ningún acto de piratería, cometido en aquellas regiones durante los últimos años. Y es que los piratas han descubierto un viaje más provechoso y menos arriesgado: recorren el Mar Rojo y les quitan allí a los moros cuanto poseen sin tropezar con resistencia, llevando luego el botín al continente americano o a las islas adyacentes, donde encuentran acogida y abrigo y donde se equipan los barcos destinados a estas expediciones.

A mi última llegada a Inglaterra, llamé la atención de los tribunales de la aduana de Su Majestad, sobre el hecho de que los gobernadores de las plantaciones, al permitir a los piratas de todas las naciones convertirse en patronos o propietarios de buques, se hacían culpables de alentar el comercio ilegal; y propuse como remedio que ningún corsario fuese admitido por los gobernadores a disfrutar de libertad o privilegio alguno en las plantaciones a menos de haber hecho entrega de suficiente fianza (no menos de 1,000 libras), la cual se recaudaría por cualquier persona que designase Su Majestad, etc.

Los principales lugares que frecuentan los piratas y donde son recibidos, son los siguientes:

Las Islas Bahamas: hace ocho años, aproximadamente, John Hoadley, capitán de un buque de 32 cañones, llegó a la isla de la Providencia, frente a las costas de Brasil, llevando a bordo gran cantidad de azúcar y a poco tiempo quemó su barco dentro del puerto. El año anterior, Thomas Wolley y Christopher Gossse de Nueva Inglaterra, trajeron de las Indias un navío holandés de 40 cañones. Encontrábanse a bordo sumas importantes. Los dos se repartieron el dinero y quemaron el buque en Andrew Island aunque todavía quedaba a bordo un gran cargamento de pimienta.

La Carolina del Sur: Además de otros barcos que han atracado allí procedentes de las Antillas españolas, señalo un barco de Jamaica que hizo escala hace cinco años, de regreso del Mar Rojo, con una tripulación de 70 hombres, cada uno de los cuales recibió, como su parte, 1,000 libras en monedas de oro y de plata. El barco fue confiscado en nombre de sus propietarios como precio. Comprado luego por un grupo de negociantes, fue embargado por haber ido a Virginia, pero los patrones fueron absueltos por el jurado.

Pensilvania: Varios piratas, procedentes de la Carolina del Sur, se trasladaron de allí a Horkill y a otros puertos de Pensilvania y recibieron, con asentimiento de los gobernadores, permiso para establecerse y comerciar en dichos lugares. Se botó allí una corbeta de 10 cañones, construída para el tráfico en el Mar Rojo. Varios piratas tenían invertido fondos en este barco. Lo vi en el astillero. Hace más o menos cuatro años, un tal Cross entró en el puerto de Horkill a bordo de un buque español de 24 cañones y 70 hombres, para cargar víveres. Temía ser apresado por la fragata de Virginia y navegó desde Horkill a las Bermudas, donde atracó en espera de sus aprovisionamientos encargados en Filadelfia y que le fueron enviados.

Road Island ha sido durante mucho tiempo y continúa siendo el principal refugio de los piratas. En abril de 1694, Thomas Tew, llegando a bordo de su corbeta desde el Mar Rojo, trajo 100.000 libras en oro y plata, además de un buen cargamento de marfil que fue comprado por mercaderes de Boston. Su parte fue de 12,000 libras por él mismo y su corbeta. A poco tiempo, Tew regresó al Mar Rojo, y ante tal éxito alentador se armaron otros tres barcos que debían reunirse con él. Su retorno se esperaba en la primavera pasada en uno de los puertos arriba mencionados. Se supone que Tew se dirigirá hacia las Bahamas.

Boston, en Nueva Inglaterra: Todos los años, se equipan allí uno o varios veleros con destino al Mar Rojo, so pretexto de navegar a los establecimientos de las Antillas. Sir William Phipps, el último gobernador, invitó a los corsarios a trasladarse de Pensilvania a Boston, asegurándoles plena libertad de tráfico. Tew era depositario de 2,000 libras de un mercader de Boston; otros poseían dinero en Road Island, y ciertos gobernadores se han enriquecido gracias a sus tratos con los piratas.

Con objeto de suprimir estos piratas y para evitar que vuelvan a producirse tamañas fechorías, se sugiere humildemente:

1° que ninguna persona sea nombrada gobernador hasta que su nombramiento haya recibido la aprobación de Su Majestad, previa deliberación del Consejo, tal como está previsto por la ley contra los fraudes y abusos en el comercio de las plantaciones.

2° que plazca a Su Majestad enviar una fragata de primera clase bajo las órdenes de alguna persona de confianza y familiarizada con las islas Bahamas y demás lugares favoritos de los piratas, con misión de otorgar el perdón a cuantos se muestren dispuestos a dar garantías de establecerse pacíficamente en las plantaciones. Que Su Majestad se digne conceder el perdón a uno de los hombres de Tew, actualmente en Inglaterra y que puede revelar las intrigas de los piratas. Si tal empresa se lleva a cabo con celeridad y discreción, no dudo de que se logre sorprender a muchos piratas en las Bahamas y en la Caroliná del Sur. No se atreverán a refugiarse en medio de los españoles o de los franceses ahora que hay guerra.

3° que se dispense toda clase de aliento con objeto de descubrir cuáles sumas de dinero y cuáles alhajas han sido obsequiadas a los gobernadores o a sus hombres de confianza en las plantaciones, ya sea por los piratas o por sus agentes; que estas sumas sean confiscadas en nombre de Su Majestad; que se abra una instrucción contra los gobernadores por demérito y que toda persona que tiene en su posesión dinero o bienes procedentes de los piratas y que lo declare sea indemnizada, pero en caso contrario se les haga igualmente objeto de diligencias judiciales por instigadores y cómplices de los piratas.

Todo lo expuesto lo firma humildemente.

E. RANDOLPH (1696).

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