Índice de Historia de la piratería de Philip GosseCAPÍTULO QUINTO del Libro ICAPÍTULO SEGUNDO del Libro IIBiblioteca Virtual Antorcha

HISTORIA DE LA PIRATERÍA

LIBRO SEGUNDO

CAPÍTULO I

LOS VIKINGOS Y LOS PIRATAS ANSEATICOS




Los marinos norteños conocidos bajo el nombre de vikings comenzaron a infestar las costas de la Europa durante la Edad Media. El apogeo de su poderío coincide con los comienzos del siglo XI. Más tarde, los vikings se fraguaron una cadena de colonias extranjeras, que se extendía desde Escocia hasta el estrecho de Mesina. La palabra viking por sí misma significa espumador del mar o pirata; pero aquellos filibusteros escandinavos eran algo más que vulgares bandidos: poseían una organización propia y un código estricto de leyes aplicadas al reparto del botín y preveían castigos en casos de desorden, de felonía y de hurto. Para el joven normando de familia opulenta, el participar en una expedición de los vikings era considerado como parte de su educación.

Crueles y salvajes aun a los ojos de una época cruel y salvaje, los normandos poseían, sin embargo, un sentido desarrollado del gobierno y un talento colonizador (aunque no siempre en el sentido de la adhesión a la metrópoli). Han dejado un sello indeleble de su presencia en todas partes donde se establecieron y sobre todo en Normandía e Inglaterra.

Sus navíos, vistos con ojos modernos, no eran marineros. Y sin embargo los vikings emprendieron a bordo de ellos travesías de altura, no solamente al Mediterráneo, sino incluso hasta la costa de América, y eso quinientos años antes de Colón. Eran embarcaciones largas y estrechas, de escaso calado, y puntiagudas en ambos extremos. Movidas con remo, llevaban, además, un palo provisto de una gran vela cuadrada que se izaba cuando lo permitían el viento y el mar. Los primeros barcos no llevaban más que diez remos a cada lado, y eran tripulados por sesenta hombres que se relevaban a nado. Posteriormente, al construirse naves de mayor tamaño, se emplearon hasta sesenta remeros a la vez. Contrariamente a las galeras del Mediterráneo, los buques vikings no llevaban a bordo sino hombres libres, todos guerreros experimentados. De los dos flancos del navío colgaban los redondos escudos de los vikings, pintados con los emblemas heráldicos de sus dueños. Las armas de los normandos eran el chuzo, el venablo, el hacha, el arco y la espada, y su armadura, la cota de mallas.

La primera aparición en gran escala de vikings en la costa de Inglaterra tuvo lugar en el año 789 de nuestra era. Tres buques normandos llegaron a las playas de Dorset y desembarcaron un destacamento de guerreros que dieron muerte al Baile, saquearon los parajes y huyeron. Desde aquel día, las incursiones sobre Inglaterra, Escocia e Irlanda se convirtieron en acontecimientos anuales, y pronto los normandos acabaron par establecerse en las islas frente a la costa (era su costumbre favorita) desde las cuales les resultaba fácil emprender golpes de mano contra la tierra firme, robando todo cuanto necesitaban: víveres, mujeres y hasta monjes. Finalmente, pasaron a conquistar los territorios adyacentes, y a echar raíces allí, casándose con mujeres del país y constituyéndose comunidades independientes, cuya principal ocupación continuaba siendo la piratería. Esta fue la forma en que se completó la conquista de Inglaterra, como veremos a continuación.

Irlanda recibió la primera visita de los norteños en 795, año en que los vikings se apoderaron de la isla de Lambay en la bahía de Dublín, desde donde se emprendieron luego constantes incursiones por el país. El más formidable de los invasores vikings de Irlanda fue Turgesio que extendió progresivamente sus conquistas hasta hacerse dueño de la mitad de la isla. Nombró entonces a su mujer gran sacerdotisa del más famoso y más culto de los monasterios irlandeses, el de Clonmacnoise. Turgesio fue muerto en combate en 845, pero dejó dos colonias, una en Dublín y otra en Waterford. Por entonces los piratas habían alcanzado Escocia, suprimiendo todas las comunidades de la costa occidental de aquel país.

A mediados del siglo IX veíase a los normados en busca de una presa más rica que las Islas Británicas. Habiéndose aventurado a ir río arriba por el Escalda, el Rin, el Soma y el Sena, conquistaron en 912 el país que desde entonces lleva el nombre de Normandía. Desde allí sus sucesores emprendieron en 1066 la segunda invasión de Inglaterra.

Mientras tanto, Hamburgo había sido quemado, y las flotas de los vikings hicieron rumbo a España. Desde allí pasaron a la costa africana que abrigaría en siglos venideros una raza de corsarios más temibles todavía, y gradualmente se extendieron hacia el Este, alcanzando las desembocaduras del Ródano y aproximándose cada vez más a Italia.

Hasta el momento en que se detuvieron para disfrutar de sus dispersas conquistas, los normados continuaron siendo el terror de los pobladores de todas las costas de la cristiandad, y a las letanías de los contemporáneos venía a añadirse la fervorosa plegaria:

A furare narmanarum libera nos

La liga anseática, una de las instituciones más célebres de la Edad Media, tiene su origen en el terror que inspiraban los piratas norteños. En 1241, las ciudades de Hamburgo y de Lubeck se coligaron ansiosas de proteger sus mercantes contra los asaltos de los corsarios emboscados en los estuarios de los ríos alemanes que desembocan en el Mar del Norte y en el Báltico. Poco a poco se adhirieron otras ciudades libres, y el poderío de la Liga se acrecentó rápidamente. Al fin, su cuartel general se instaló en Wisby, puerto de Gotlanda.

Se siguió una larga historia de luchas entre la Liga y los piratas, en el curso de la cual prevaleció la primera; mas como en los tiempos medievales, los navegantes acostumbraban representar todo género de papeles en el mar y dada la irresistible tentación de desviarse del camino recto del combate legal y del comercio, los marinos hamburgueses no tardaron en aprender el mismo oficio que les incumbía suprimir, y acabaron por ejercerlo tan hábilmente como sus mejores modelos. El comercio de Inglaterra que comenzaba a desarrollarse, se resintió particularmente con sus andanzas durante la segunda mitad del siglo XIV; pero como en aquella época los corsarios ingleses a su vez se habían convertido en los peores enemigos de la navegación, las quejas resultaban ser más o menos iguales de ambos lados.

Al leer los relatos de aquellos tiempos, se siente uno inclinado a preguntarse cómo los mercaderes del Mar del Norte lograban hacer negocios en tales circunstancias. Es probable que compensasen sus perdidas, en parte, aumentando sus precios, y en parte con un poco de piratería a escondidas, procedimiento que les permitía recuperar en un lado lo que perdían en otro.

Durante la segunda mitad del siglo XIV surgieron en el Mar del Norte dos piratas anseáticos particularmente célebres: Godeke y Stortebeker, cuyos nombres aparecían en innumerables demandas de indemnización, formuladas por mercaderes y propietarios de barcos capturados. Los dos señores eran tanto asesinos como ladrones; pero Stortebeker, gentilhombre arruinado y borrachín (su nombre significa el que apura un jarro de un solo trago) era peor que el otro, aunque le aventajara como pirata.

La pareja acabó por volverse contra sus patrones, pasando a trabajar por su propia cuenta. Tal cosa no debía sorprender a la Liga, puesto que ella misma había adoptado la peligrosa política de alentar la piratería firmando, con motivo de sus guerras contra Dinamarca, alianzas con corsarios; la misma política miope que practicarían más tarde los países europeos frente a los berberiscos.

GOdeke y Stortebeker se adhirieron a otros dos bandidos, Moltke y Manteufel (el hombre demonio), formando una pandilla que adoptó el nombre de Vitalienbrüder (Hermanos Abastecedores, o, más familiarmente, los Amigos de Dios y Enemigos del Mundo). La cofradía reclutaba sus tripulaciones entre la hez de todos los puertos del Báltico y se hacía más temible de año en año. En 1392, fue ya lo bastante fuerte para saquear y quemar Bergen, por entonces ciudad principal de Noruega, raptando a los negociantes más ricos y exigiéndoles cuantiosos rescates. Ningún barco mercante regular del Báltico o del Mar del Norte podía esperar vencer en carrera o en combate un buque de la hermandad, y después del saqueo de Bergen, se abandonaron las más importantes pesquerías de arenques porque ningún barco de pesca se atrevía a salir.

La amenaza que pesaba tanto sobre las vidas como sobre los negocios de los mercaderes asumió aspectos tan graves que hubo de intervenir la Corona: se enviaron algunas expediciones para acabar con aquel azote. La primera, equipada por la reina Margarita de Suecia, con la ayuda de Ricardo II de Inglaterra, fracasó por completo. La siguiente, puesta en pie en 1394 por las ciudades de la Ansa y cuyos treinta y cinco buques de guerra llevaban a bordo tres mil hombres, no tuvo, al luchar contra sus propias criaturas, sino un éxito mísero.

Al fin, en 1402, los Abastecedores fueron reducidos. Saliendo bajo el mando de Simón de Utlrecht que llevaba en el palo mayor de la capitana el emblema de la Vaca Abigarrada, -hasta hoy en día es un nombre favorito de los barcos hamburgueses-, la armada de Hamburgo dió con los piratas y los dispersó. Su capitán, Stórtebeker, fue capturado vivo, llevado a Hamburgo y ejecutado públicamente. Contábase en la época del acontecimiento, que el palo mayor de su buque era hueco y estaba lleno de oro fundido de un valor tan fabuloso que la venta del tesoro bastó no solamente para cubrir los gastos de la expedición y pagar indemnizaciones a los mercaderes perjudicados, sino para confeccionar además una corona de oro puro, destinada a adornar la iglesia de San Nicolás, templo de los navegantes.

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