Índice de Estado de la revolución después de la prisión de Hidalgo y sus compañeros de Lucas AlamánCAPÍTULO VICAPÍTULO VIII - Primera parte -Biblioteca Virtual Antorcha

ESTADO DE LA REVOLUCIÓN DESPUÉS DE LA
PRISIÓN DE HIDALGO Y SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

CAPÍTULO VII

Rivalidades entre los individuos de la junta de Zitácuaro. - Algunas de sus providencias- - Unesele el Dr. Cos. - Muerte del teniente coronel Céspedes, de D. Tomas Ortiz y otros. - Ataca Calleja y toma a Zitácuaro. - Incendio de esta villa y castigo de sus habitantes. - Vuelve Calleja con su ejército a Marabatio. - Operaciones en el valle de Toluca. - Toma Porlier el cerro de Tenango, y marcha a Tecualoya y Tenancingo. - Llegada de Morelos y su ejército. - Segunda acción de Tecualoya. - Ataque de Tenancingo y retirada de Porlier. - Agrias contestaciones entre el Virrey y Calleja. - Marcha este a la capital. - Su entrada triunfal en ella. - Premios concedidos al ejército.


Mientras Calleja disponia con repugnancia y ejecutaba con lentitud su marcha a Zitácuaro, habian ocurrido en aquella villa, residencia de la junta soberana, y en el seno de la junta misma, sucesos de que es menester dar noticia.

Desde el día de la instalación de la junta, se echaron de ver principios de desavenencia entre los individuos que la componían. Rayon no encontró la docilidad que esperaba en los compañeros que habia hecho nombrar, los cuales llevaron a mal que se declarase presidente perpetuo, y comenzaron a mirarle con ceño y aun a separarse enteramente de él, sin que se restableciese la confianza aún cuando en el exterior parecia que habia una reconciliacion. La conducta de mis compañeros, decia Rayon a Morelos, ha variado en alguna parte, pues nos hallamos reunidos y removido en cierto modo el principal motivo de mi total disgusto, aunque el genio pueril y carácter débil, creo no lo abandonarán en el resto de sus días (1).

En el público tampoco era reconocida la nueva autoridad tan sumisamente como los que la ejercian hubieran deseado, y para sostenerla habia sido menester proceder a la prisibn de D. Tomas Ortiz, sobrino del cura Hidalgo, nombrado por este comandante de aquellos distritos, en los que y en todo el Sur se habia hecho notable por su rapacidad, contra el cual y contra los comisionados de la junta, que ella misma calificó de devorantes (2), Morelos se había quejado agriamente y habia dado providencia para recogerlos, lo que la junta aprobó. Esta habia tomado todo el tono de un monarca absoluto; hacíase tratar de majestadj se calificaba de tribunal soberano; en todas sus comunicaciones hablaba sIempre de sus ejércitos, sus oficiales, y aun a Morelos, cuyo favor trataba de captarse por todos los medios posibles, en la frecuente correspondencia que con él seguia, lo trataba sin embargo, de su teniente general, y al ejército que este habia reunido lo llamaba tambien su ejército del Sur, aunque en él no hubiese mas autoridad reconocida que la del mismo Morelos.

La casualidad, o mas bien los compromisos que en tiempos de revolucion arrastran a los hombres mas allá de su intencion, proporcionó a la junta un útil auxiliar. El Dr. Cos habia permanecido detenido en Querétaro, primero en el convento de S. Francisco y despues en la casa que se le permitió habitar, hasta que estrechado por la falta de recursos, dirigió al Virrey una representacion en que manifestaba lo ocurrido con Iriarte en Aguascalientes, su presentacion a Calleja, la órden que este le dió para pasar a México y la arbitrariedad de la detención que estaba sufriendo (3). A consecuencia de esta exposicion, dió Venegas órden al comandante de Querétaro García Rebollo, para que dejase libre a Cos, mandándole se prentase en la secretaría del virreinato, y Cos la cumplió con tal puntualidad, que habiendo llegado de noche a la capital, fue a presentarse al Virrey en su palco en el teatro donde estaba. Recibiólo bien y le previno ocurriese el siguiente dia al palacio, y entonces pareció quedar satisfecho de las explicaciones que Cos le dió, mandándole sin embargo que se presentase todos los dias a la misma hora. Hízolo así durante quince dias, al cabo de los cuales, sin que hubiese precedido otra cosa, al volver Cos a su casa se encontró con la órden de salir inmediatamente de la ciudad para volver a su curato a Zacatecas. Indignado con tan repentina y no merecida variacion, representó manifestando que en el estado que los caminos tenían, infestados por multitud de cuadrillas de insurgentes, corria gran riesgo de caer en sus manos, y protestaba contra el Virrey por las consecuencias que esto pudiese traer. Púsose en marcha sin esperar la respuesta, y a los dos dias fue encontrado y detenido por una partida dependiente del cura Correa, quien lo condujo a Zitácuaro. Rayon y los demas individuos de la junta, recibieron a Cos con desconfianza teniéndolo por espía del Virrey, y así permaneció en una posicion dudosa, hasta que creyéndose perdido con el gobierno por lo que le habia pasado con el Virrey y por su reciente permanencia entre los insurgentes, ofreció decididamente sus servicios a la junta que los aceptó, dándole el encargo de levantar un regimiento, a que dió el nombre de la muerte. Así Venegas, por una desconfianza que por otra parte no tenia nada de extraño en el estado en que se encontraba, precipitó a la revolucion a un hombre de gran talento, de ingenio fecundo en invenciones y que hubiera sido mas peligroso que lo que fue, si se hubiera encontrado con gentes más dóciles a sus consejos y mas dispuestas a seguir sus buenas ideas.

Otra presa de diverso género hicieron las partidas que ocupaban el tránsito a Querétaro. Pasaba con una escolta a principios de Noviembre por Tepeji del Rio, el capitan de fragata D. Manuel de Céspedes, venido de la Habana para ser empleado en la guerra, e iba a tomar el mando de la seccion que habia estado a las órdenes del capitan de la Acordada Columna; pero habiendo caído enfermo en aquel lugar, tuvo que detenerse no obstante el peligro a que se le avisó estar espuesto. Atacado por una partida de insurgentes, mandada por el brigadier Cañas, que ocupaba la serranía de Chapa de Mota hasta la villa del Carbon, cayó en su poder con cinco heridas graves, al intentar salir a caballo del meson en donde estaba alojado (4). Conducido a Zitácuaro, la junta esperaba su alivio para premiarle su venida en union de otros europeos que habian sido aprisionados en aquellos dias (5). En consecuencia fueron fusilados tres europeos y dos mexicanos el 20 de Noviembre, y sus cabezas con las de Mora y demas oficiales muertos en el ataque de Torre y las de Villalva y otros, cuyos cadáveres quedaron en el campo de Tenango cuando Porlier se vió obligado a abandonarlo (6), formaban la horrenda linea que con estos despojos puestos en escarpias, rodeaba a Zitácuaro. La junta hizo publicar un bando en nombre del rey Fernando VII, con motivo de estas ejecuciones, intimando la misma pena a los que proclamasen la gracia del indulto o incurriesen en alguna falta, de una manera tan indefinida, que quedaba el campo abierto para proceder con la mayor arbitrariedad (7).

En medio de las ilusiones que la junta se hacia, imaginando que la reunion de las divisiones del ejército del centro, o como la junta les llamaba, imitando el lenguage que contra los insurgentes usaban los realistas, las gavillas que lo formaban, y la concurrencia de Calleja con Trujillo y el obispo Abad y Queipo en Acámbaro, tenia por objeto juntar los caudales de los europeos y escoltar a estos para embarcarse con ellos en Veracruz, como con otra multitud de noticias absurdas lo comunicó la misma junta a Morelos, hubo de desengañarse del verdadero objeto de la marcha de Calleja, por un correo interceptado, por el que el Virrey reiteraba a aquel general las órdenes para apresurar sus movimientos. Conociendo entonces lo peligroso de su posicion por las grandes fuerzas que marchaban sobre Zitácuaro, las que la junta exageraba haciéndolas subir a ocho mil hombres, trató de aumentar los medios de defensa, recogiendo varias de las partidas que habia en las cercanías, y con este motivo se presentó en aquel punto el cura Correa con trescientos hombres (8). Los vocales de la junta aunque preveian que iban a sufrir un recio ataque, se manifestaban animosos y resueltos a la defensa, aun a costa de sus vidas, y se prometian, obteniendo el triunfo, dar con él fin a la guerra (9).

La aproximacion de Calleja aceleró la muerte de D. Tomas Ortiz y de sus compañeros D. José María Arnaldo y D. Juan Santa Ana. Habian sido condenados a la pena capital, pero se habia suspendido la ejecucion en consideracion a los servicios que habian prestado; mas aproximándose el ataque y temiendo la junta los males que podrian resultar, si siendo derrotadas sus tropas quedasen aquellos libres, los hizo fusilar el dia último del año de 1811 (10). Estas ejecuciones fueron consideradas por los enemigos de Rayon como unos frios asesinatos, calculados, así como la muerte de Iriarte en el Saltillo, para afirmar su poder, quitando del medio rivales peligrosos, y como nadie ha censurado tan acremente la conducta de los insurgentes como los insurgentes mismos, cuando llegaban a enemistarse, de manera que se podria formar el mas horrendo cuadro de la revolucion sin hacer otra cosa que copiar lo que han dicho y publicado en sus manifiestos unos contra otros, el Lic. Rosains y el Dr. Velasco, a quienes veremos muy en breve desempeñar papeles muy principales, han hecho los mas fuertes cargos a Rayon sobre estos acontecimientos, de los cuales la muerte de Ortiz y de sus compañeros la atribuye el mismo Rayon en su causa, contestando a la acusacion que sobre ella le hizo D. Mariano Ortiz, hermano de D. Tomas, a sentencia dada por Liceaga despachando como semanero, pues la junta hacia funciones judiciales y en todo obraba soberanamente, recayendo el auto sobre la causa que se instruyó a Ortiz y a sus socios, por el delito de conspiracion y sedicion de que fueron acusádos.

Segun antes se dijo (11), Calleja se situó con su ejército a fin del año de 1811 en S. Felipe del Obraje, para combinar sus movimientos con Porlier que ocupaba a Toluca, y en espera de la artillería, municiones y refuerzos que habian de mandársele de México, para dirigirse sobre Zitácuaro. Atribuyendo el mal éxito de los dos anteriores ataques al punto escogido para darlos, que fue la cañada de S. Mateo, que de aquella villa conduce hácia el valle de Toluca por una estrecha garganta, se habia propuesto marchar desde Marabatío a entrar por el camino de Tuxpan, que proporcionaba ocupar facilmente el de los Laureles y cerrar la salida por ámbos, sacando de su venida a S. Felipe la ventaja de hacer dudar a Rayon el paraje por donde intentaba atacarlo, para lo cual habia de retroceder a Tultenango, que era punto dudoso, y marchar luego con rapidez a Manibatío para tomar el camino de Tuxpan. Este plan estaba concebido en el supuesto de que Porlier podria ocupar con las tropas de su mando la cañada de S. Mateo, y cortar así la retirada que por ella podrian hacer los insurgentes al cerro de Tenango y Tenancingo (12); pero habiéndose adelantado hasta S. Felipe con este objeto, y tambien para ponerse en comunicacion con Toluca y México, por no haber recibido noticia alguna durante diez y seis dias que estuvo esperando órdenes del Virrey en Marabatío, a causa de la completa interceptacion de los caminos, tuvo que renunciar a estos intentos, por haberle manifestado el Virrey (13) que con motivo del descalabro sufrido por la division de Soto en Izúcar, se habia visto precisado a mandar al teniente coronel Andrade que estaba en el camino de Querétaro, para aumentar con la tropa que mandaba la guarnicion de Puebla, y poner aquella ciudad a cubierto de un golpe de mano, por lo que no podia enviar tropa ninguna para reforzar a Porlier, ni este con solos ochocientos hombres inclusos los patriotas que tenia en Toluca podia tampoco alejarse de aquella ciudad, para contribuir al ataque de Zitácuaro.

Resolvióse pues Calleja a entrar por la cañada de S. Mateo, quedando acordado que Porlier atacaria al mismo tiempo el cerro de Tenango, para hacer una diversion e impedir que de aquel punto se auxiliase a Zitácuaro. En consecuencia, y habiendo recibido tres abuses, cuatro piezas de a ocho, el batallón de la Corona que estaba en Toluca con doscientos ochenta y cuatro hombres y ochenta y ocho dragones de Puebla que le mandó el Virrey con cantidad de armas y municiones, se puso en movimiento el primer dia de pascua de Navidad para la hacienda de S. Gerónimo, distante cinco leguas de S. Felipe del Obraje, situada a la entrada de la Sierra que por todos rumbos circuye a Zitácuaro, en distancia de doce a veinticinco leguas. La fuerza de su ejército, la mayor con que dice él mismo que habia operado desde el principio de la campaña, consistia en dos mil setecientos sesenta y un infantes, dos mil ciento treinta y cuatro caballos, que hacen el total de cuatro mil ochocientos noventa y cinco combatientes, ademas de la artillería, compuesta de tres abuses, cuatro cañones de a ocho, dos culebrinas y catorce cañones de a cuatro, mil indios zapadores y cincuenta dragones que los escoltaban. Dejaba en varios puntos y en los hospitales, ademas de la baja sufrida por desercion que era considerable, mil quinientos cuarenta y tres hombres, todo conforme a los estados remitidos al Virrey en 14 de Diciembre de 1811.

En Zitácuaro habia, segun los informes de los espías, dado el uno de ellos en un pedazo de género de bretaña, para que pasase como mercancía, 36 cañones, casi todos de grueso calibre, que se aumentaban con dos que cada semana se fundian, colocados en baterías bien construidas y ventajosamente situadas; seiscientos a setecientos hombres armados de fusil y bien disciplinados, los mas de ellos soldados que habian sido del regimiento de las Tres villas, hechos prisioneros cuando Torre fue derrotado, o desertores de la guarnicion de Valladolid, y veinte a treinta mil indios y chusma, que se reunian al primer llamamiento de los pueblos y rancherías inmediatas, y ocupaban las alturas en que habia dispuestas grandes piedras o galgas que rodar, y defendian las zanjas, que como hemos dicho, hablando del ataque de Emparan, rodeaban por todas partes la poblacion.

Muy dificil fue la marcha a traves de la serranía, y el ejército tardó ocho dias en andar doce leguas hasta ponerse a la vista de Zitácuaro, habiendo habido varios en que en veinticuatro horas no pudo adelantar mas de media legua. Las dificultades naturales del terreno se hallaban aumentadas con zanjas, derrumbes de árboles y peñascos y otros obstáculos del arte, que hacia mayores el continuo llover y nevar, propio de la estacion en aquellas montañas. La caballería padecia escasez de forrajes, pero la tropa disfrutaba abundancia de mantenimientos, no obstante haber sido retirados o destruidos los víveres en muchas leguas a la redonda, porque Calleja, cuidadoso siempre de la manutencion del soldado, habia hecho conducir todo lo necesario para que se alimentase bien y abundantemente, en mil trescientas mulas de carga que seguian al ejército, y cuya custodia era objeto de no pequeño cuidado y embarazo.

Superados todos estos obstáculos a fuerza de trabajo y constancia, abriendo nuevos caminos y teniendo en muchos puntos que hacer pasar la artillería a brazo, acampó el ejército delante de Zitácuaro el 1° de Enero de 1812, el mismo dia en que entró Morelos en Taxco. Calleja, dejando la tropa sobre las armas, se adelantó con su estado mayor, un batallon de granaderos, dos escuadrones de caballería, y las guerrillas o partidas de descubierta, a reconocer la situacion de la plaza e imponerse de sus obras de defensa. Las guerrillas enemigas que salieron al encuentro, fueron prontamente rechazadas y obligadas a volver al recinto fortificado, y Calleja pudo situarse a muy poco mas del alcance de las baterías, en una eminencia que las dominaba. Estando en esta posicion, se dejó ver en el cielo una nube que se prolongaba por larga extension en forma de palma (14). Calleja, dirigiendo la palabra al teniente coronel D. José María Echagaray, que mandaba los dos escuadrones de caballería que le acompañaban, le dijo; Echagaray, vea vd. la palma; nuestra es la victoria. Esta voz circuló por todo el ejército, y los soldados aclamando vivas a su general, esperaron con confianza el éxito feliz de la próxima batalla.

De este incidente, en el que parece que Calleja se aprovechó con habilidad de un fenómeno natural harto comun y que se ve con indiferencia cuando no hay ocasion de interpretarlo por prodigio (15), se hizo un milagro que el P. Diaz Calvillo de S. Felipe Neri o la Profesa, como en México se llama a esta congregacion, atribuyó a la Vírgen de los Remedios, protectora de las armas españolas, en un libro que sobre esto escribió, en que dió en una estampa la figura de la palma, lo que fue materia de sangrienta y mordaz crítica por parte de los adictos a la insurreccion.

Observó Calleja en este reconocimiento, que en un cerro aislado de corta elevacion próximo a la villa, habia en su cumbre un reducto bien construido con diez y seis piezas, y que por su falda y la del cerro del Calvario, que hace frente a los caminos de Tuxpan y los Laureles, corria una línea de baterías, todas con merlones de cuatro varas de grueso excepto una construida a barbeta, situadas en parajes oportunos para flanquear el camino de S. Mateo, que era el que el ejército debia seguir. Notó también que el cerro y el pueblo estaban circundados a medio tiro de cañon por una barranca profunda, la misma en que Emparan tuvo que detenerse en su ataque; formábanla los derrames de la sierra, habiendo sido escarpados por el arte los puntos accesibles, y para aumentar sus defensas, habian abierto una zanja de tres varas y media de profundidad y cuatro de ancho, que rodeaba a ménos de tiro de fusil al pueblo, al cerro y a toda su fortificacion, la que habian llenado de agua con una presa e inundado casi todo el frente del ataque, abriendo multitud de hoyos de un palmo de diámetro y una Vára de profundidad para impedir el paso de la caballería, y como al aproximarse Calleja tocaron generala y se presentaron cada uno en su puesto, pudo calcular la fuerza enemiga que reguló en treinta y cinco mil hombres y de ellos doce mil de caballería, número sin duda muy exagerado.

Con estos datos, Calleja formó su plan de ataque evitando en él todos los escollos en que creian los independientes que se estrellase. Propúsose tomar al enemigo por la espalda, dominando e inutilizando sus baterías, miéntras le amenazaba con un ataque por el frente. A este último objeto destinó al coronel García Conde con su regimiento de dragones de Puebla, los dos batallones de la Corona y cuatro piezas, quien dando un rodeo; debia allanar el paso de una profunda barranca, para evitar los fuegos del enemigo al desembocar al camino, y rompiendo los suyos cuando Calleja lo hiciese, llamar la atencion de los insurgentes prolongando su línea por la izquierda, cuando viese que estos comenzasen a ponerse en desorden, para ocupar el camino de los Laureles por donde era probable tratasen de salvarse con la fuga. Calleja por la derecha con el grueso del ejército, atravesando los montes, fue a situarse en la loma de S. Juan el Viejo, en la que colocó una batería de tres obuses, cuatro cañones de a 8 y dos culebrinas de a 4, con la cual dominaba la falda del cerro y enfilaba todas las baterías de la izquierda de los insurgentes, cogiendo por la espalda algunas de su derecha. Allanados tres senderos que conducian a la barranca, marcharon por ellos bajo los fuegos de esta batería, tres columnas de ataque; mandaba la primera el teniente coronel D. Joaquin de Castillo y Bustamante y la componia el segundo batallon de granaderos, los escuadrones de España y México a las órdenes del teniente coronel Echagaray con seis piezas de campaña; el primer batallon de granaderos, tres escuadrones de S. Carlos con el teniente coronel Campo, dos cañones de a 8 y las dos culebrinas que se habian de tomar de la batería cuando fuese menester, formaban la segunda dirigida por el coronel D. José María Jalon, y la tercera compuesta de varios cuerpos de caballería a las órdenes de los tenientes coroneles Oroz y Meneso, tenia por objeto cubrir la derecha de las dos anteriores, y extenderse por el camino de Tuxpan hasta ponerse en contacto con García Conde en el de los Laureles, cerrando de este modo la retirada por ambos. Quedó una reserva compuesta del regimiento de Guanajuato, que mandaba su coronel el conde de Casa Rul, el 1° de patriotas de S. Luis o tamarindos, a las órdenes de Oviedo, y dos escuadrones de S. Luis a cargo de su coronel el marques de Guadalupe Gallardo. El bagaje estaba custodiado por un batallon mixto, compuesto de compañias de varios cuerpos, el 2° de patriotas, dos escuadrones de lanceros mandados por Armijo y cuatro piezas.

A las once de la mañana del 2 de Enero se rompió el fuego, y aunque vivo a pnncipio por una y otra parte, a la media hora era ya muy lento el de los insurgentes, y sus tropas formando olas, vacilaban en sus posiciones. Pusiéronse entonces en movimiento las columnas de ataque; García Conde con la suya echó sobre la zanja uno de los puentes prevenidos con este objeto; Castillo Bustamante penetró hasta el pueblo, y habiendo encontrado un cuerpo de caballería de pintos de tierra caliente, los dispersó y puso en fuga, acuchillándolos en el alcance los escuadrones de España y México, y mientras entre ambas columnas tomaban las baterías de la izquierda y derecha del reducto, la de Jalon y los cuerpos de la reserva que Calleja hizo mover simultáneamente, entraron por todas partes en el recinto fortificado, no pudiendo resistir los insurgentes este ataque bien combinado. A las dos de la tarde no quedaba dentro del recinto un solo insurgente vivo, a excepcion del subdelegado y otros pocos que fueron hechos prisioneros; todos habian huido, precipitándose muchos en las mismas zanjas que habian abierto para su defensa. Los individuos de la junta se pusieron en salvo; a D. Ramon Rayón, hermano de D. Ignacio, le mataron un caballo y en la caída se hirió un ojo, de cuyas resultas quedó tuerto toda su vida (16). Calleja tomó en Zitácuaro cuarenta y tres cañones, recobrando entre ellos los tres que perdió Torre cuando fue derrotado y muerto; cogió tambien mil seiscientas balas de cañon de varios calibres, toda especie de municiones, dos fundiciones de artillería de bronce, un taller de armería, una maestranza con todas las oficinas necesarias para fabricacion de pólvora y municiones, un acopio grande de víveres, seis mil carneros, gran porcion de reses y cantidad de otros efectos. D. Ignacio Rayón tenia siempre gran cuidado de proveerse de todo lo necesario para la guerra, y D. Ramon su hermano era ingeniosísimo y activo para suplir a fuerza de arbitrios y teson, la falta de todos los útiles y para saber proporcionárselos o construirlos.

Dícese que Rayon, persuadido de que no podria defenderse Zitácuaro, dominado por las alturas circunvecinas, cuando fuese atacado por fuerza competente, trató de abandonar el punto al aproximarse Calleja (17), y que así se lo aconsejaba su hermano D. Ramon, pero que temió perecer en una conmocion de los indios, que ensobervecidos con las ventajas obtenidas sobre Torre y Emparan, se creian inexpugnables y se hubieran echado sobre la junta, si esta hubiera manifestado la intencion de salir del pueblo. Sea de esto lo que fuere, es cierto que la defensa estuvo muy léjos de corresponder a los preparativos que para ella se habian hecho y a la fama adquirida en los dos anteriores ataques. La junta, cuyo prestigio cayó mucho con este suceso, se retiró a Tlalchapa, donde se reunieron los dispersos (18) y de alli se trasladó a Sultepec. Calleja no siguió el alcance, pues aunque destinó alguna caballería a perseguir a los fugitivos por el camino de los Laureles, fue con poco efecto.

Tenia Calleja que vengar en Zitácuaro la ignominia de dos derrotas de las armas reales; la instalacion en aquella villa de la junta creada por Rayón, que apoyada y sostenida por proclamas y la circulacion de otros papeles, extendia su influjo en gran parte del reino; y la decision que aquellos habitantes habian manifestado por la revolucion, habiendo habido mujer que en el ataque, se abalanzó a un soldado, matándole el caballo de una puñalada. Irritaba mas su enojo la vista de las cabezas de los oficiales muertos en el primer asalto, y de los que habian sido hechos prisioneros y fusilados posteriormente, puestas en escarpias como se ha dicho, alrededor de la poblacion. Por estos motivos, queriendo hacer en esta villa un terrible castigo, hizo fusilar el dia siguiente de su entrada al subdelegado con otros diez y ocho individuos, poniendo en libertad a setenta prisioneros que tuvo por seducidos, y el 5 de Enero publicó un bando (19) por el que mandó que todos los vecinos, sin distincion de condicion, edad, ni sexo, saliesen dentro del término de seis dias, permitiéndoles llevar lo que pudiesen de sus bienes; para que a la salida del ejército, fuese la villa reducida a cenizas. El cura y todos los eclesiásticos seculares y regulares, debian ser remitidos a Valladolid a disposicion del obispo, a quien tambien se habian de enviar los vasos y paramentos sagrados, conforme a inventario formado con intervencion del capellan de la plana mayor del ejército. Las tierras, así de propiedad comun como particular, fueron aplicadas a la real hacienda; los indios quedaron privados de sus privilegios, ofreciendo a estos y a los demas habitantes que se presentasen dentro de ocho dias; el perdon de la vida, pero no la restitucion de sus bienes, debiendo ser destinados los primeros a allanar las fortificaciones levantadas para la defensa de aquel punto. Declaró Calleja en el propio bando sujeto a las mismas penas todo pueblo que admitiese a los individuos de la junta, o a cualquier comisionado de ellos o que hiciese resistencia a las tropas del rey. La cabecera del distrito se trasladó a Marabatío y se prohibió volver a formar allí poblacion, permitiendo solo hacer rancherías para usos de labranza. La ejecucion de este bando se cometió al conde de Casa Rul, nombrado gobernador de aquella villa. En consecuencia, a la salida del ejército, al que se dió licencia de entregarse al saqueo, se vieron levantarse por diversos puntos las llamas que en breve consumieron la poblacion, y lo mismo se hizo con varios pueblos de indios inmediatos, que habian tomado mas activa parte en la revolucion. Tal fin tuvo la villa de S. Juan Zitácuaro, a la que la junta habia dado el título de Villa imperial (20), una de las más ricas poblaciones de la intendencia de Valladolid, por el comercio activo que hacia estando situada a la boca de la tierra caliente. La ventaja de esta posicion hizo que se restableciese pronto, y no habiéndose llegado a vender las tierras por cuenta de la real hacienda, sus dueños volvieron a entrar en posesion de ellas.

Cuidadoso siempre Calleja por el peligro a que habia dejado expuesto el bajío de Guanajuato, a su salida de aquella provincia, el dia siguiente de la toma de Zitácuaro, hizo marchar a Marabatío con una fuerte division al coronel García Conde, con el objeto de perseguir y dispersar las reuniones que hubiese por aquel rumbo y el de Tlalpujahua, asegurar la comunicacion entre México y Valladolid, y cubrir a Querétaro y al bajío. En los dias que aquel general permaneció en Zitácuaro, hizo allanar los fosos y baterías que rodeaban aquel recinto, sacando la artillería, municiones y víveres tomados, y concluidas estas operaciones, se retiró con todo el ejército, siguiendo el camino de Tuxpan para salir a Marabatío, tanto por ser el mas practicable, cuanto porque su intento era volver al bajío y seguir efectuando sus planes, para concluir la pacificacion de las provincias centrales, que habia tenido que interrumpir por la marcha a Zitácuaro.

Segun el plan adoptado definitivamente contra esta villa, Porlier debia cubrir la salida de la cañada de S. Mateo, para evitar que los insurgentes desembocasen por ella, y emprender el ataque del cerro de Tenango con las tropas de Toluca, conforme quedó combinado con Calleja (21) para lo cual pidió Porlier refuerzos al Virrey, quien en la apurada situacion en que por todos lados se hallaba, no pudo mandarle mas que 130 infantes del provincial de México y cincuenta dragones de Querétaro, a las órdenes del teniente de navío D. Francisco Michelena (e), uno de los mas bizarros oficiales de los marinos enviados de la Habana. Con la llegada de esta tropa, y habiendo recogido a Toluca el destacamento de ciento cincuenta infantes de Puebla y cien dragones de México, que custodiaba el paso importante de Lerma a las órdenes de D. José María Calderon, entonces capitan del provincial de Puebla, y despues uno de los generales mas distinguidos de la República, formó Porlier una division de cuatrocientos infantes, doscientos cuarenta caballos, un obus y cuatro cañones de a 4. Dejando en Toluca suficiente resguardo y dispuesto todo para la marcha, en el supuesto de que esta iba a ser para la cañada de S. Mateo, recibió Porlier la órden del Virrey para dirigirse a Tenango, como lo verificó el 28 de Diciembre de 1811, y el dia siguiente, a la vista y tiro de cañon del cerro, destacó a Michelena para que con su division subiese por la izquierda, miéntras el fuego se sostenia por el frente, y con porcion de indios zapadores, se cubria parte del foso abierto de cerro a cerro que impedia el paso para el pueblo. Michelena, dando un largo todeo, logró subir al cerro por la espalda y a las ocho de la noche se hizo dueño de la posicion, tomando nueve cañones y cantidad de pertrechos y víveres. Calderon siguió a Michelena para sostenerlo, y el 30 toda la division entró sin resistencia en el pueblo, que habia sido abandonado en la noche anterior por los insurgentes. Porlier hizo guarnecer este punto importante por D. José Barachina (e), que habia quedado mandando en Lerma despues de la salida de Calderon, encargándole allanase todas las fortificaciones conduciendo a Toluca la artillería y pertrechos, y él mismo se dirigió a Tenancingo, en donde entró sin oposicion el dia último del año, habiendo tenido que cegar en tan corto tránsito, ocho fosos profundos que los insurgentes habian abierto para impedir el paso de la artillería. El pueblo estaba casi desierto habiendo huido sus moradores, los unos por adicion a la causa de la insurreccion, otros por temor de las tropas realistas, por la voz que se habia hecho correr de que entraban a degüello en las poblaciones que ocupaban. Porlier trató de restablecer la confianza, y reuniendo a los indios de las inmediaciones, hizo trabajar en destruir las fábricas de cañones y cureñas, así como tambien las fortificaciones construidas para defensa del pueblo, que consistian en un foso de circunvalacion de cinco a seis varas de ancho y tres de profundidad, y parapetos de estacas y tablones con troneras para la artillería.

Los insurgentes fugitivos de Tenango, habiendo abandonado tambien a Tenancingo, se hicieron fuertes en la barranca de Tecualoya. Porlier, el dia siguiente de su entrada en Tenancingo, mandó al capitan Calderon con una corta division a hacer un reconocimiento, y el 3 de Enero marchó con todas sus fuerzas para atacar aquella fuerte posicion (22). Los insurgentes situados en el lado opuesto de la barranca, enfilaban con su artillería el camino que los realistas podian tomar para atacarlos. Porlier, no obstante las dificultades del terreno, colocó la suya enfrente, y cuando vió desconcertados a los enemigos con el vivo fuego que les hizo, mandó bajar a la barranca a Michelena y a Calderon con tropa tomada de todos los cuerpos, y estos cubiertos por la artillería, subieron al lado opuesto, pusieron en dispersion a los insurgentes y les tomaron sus cañones. Porlier pasó en seguida la barranca y siguió el alcance, volviendo luego hácia el pueblo de que se habia aposesionado ya Michelena. El resultado de esta expedicion fue haber tomado tres cañones, porcion de armas, balas de cobre y campanas para fundirlas, traidas de los pueblos inmediatos, y porcion de víveres que se condujeron a Tenancingo. Fueron destruidas una fundicion de cañones y una fábrica de pólvora establecidas con mucha perfeccion, segun las califica Porlier, y murieron en la accion Sanchez y Rubí, jefes de los mas considerados entre los independientes.

Iban acercándose entre tanto las tropas con que Morelos marchaba de Taxco, para auxiliar a Oviedo que mandaba en Tenango. Se habia dejado ver un cuerpo de quinientos caballos de aquellas hácia Tianguistengo, y Galiana llegó a mediados de Enero a Tecualoya, siguiéndole el mismo Morelos con D. Nicolás Bravo y Matamoros, que entre todos conducian un cuerpo de tres mil doscientos hombres (23). La situacion de Porlier en Tenancingo venia a ser muy dificil y peligrosa; conservábase en aquel lugar esperando la llegada de Calleja con el ejército del centro, porque el Virrey habia dado órden a este general para que se moviese en aquella direccion, pero habiéndolo rehusado como despues veremos, Porlier se encontró solo, teniendo que batirse con pocas fuerzas contra todas las de Morelos. Recibió únicamente algunos refuerzos y entre estos el muy importante de los criados o negros de las haciendas de Yermo, que habiéndose visto obligados a abandonarlas, cuando Morelos las ocupó a su paso de Cuautla a Taxco, se habian retirado a México, de donde marcharon a Toluca a unirse con Porlier.

El 15 de Enero al anochecer pasaron la barranca de Tecualoya algunas partidas de los insurgentes, pero se retiraron despues de algun tiroteo; Porlier mantuvo sus tropas sobre las armas, y recelando que los insurgentes se hubiesen dirigido a Tenango, dió aviso al comandante de aquel punto, y se previno él mismo para obrar segun lo demandase la direccion que húbiese tomado el enemigo. Sabiendo el 16 que este habia vuelto a la fuerte posicion de Tecualoya, determinó atacarlo en ella ántes que pudiesen llegar todas las fuerzas de Morelos, que sabia estar en marcha. Con este intento salió de Tenancingo el 17, y encontrando al enemigo en la misma posicion que en el ataque anterior, fue tambien el mismo su plan. Roto el fuego por la artillería de una y otra parte, situada en los lados opuestos de la barranca, pasó esta una columna mandada por el teniente de navío D. Pedro de Toro, compuesta de tropa de marina, fijo de México y provincial de Puebla, esta última a las órdenes de Calderon, con cien dragones de México mandados por el capitan D. Joaquin Cos. Siguióse una empeñada refriega en el opuesto lado en la que murió Oviedo, pero el triunfo quedó por los realistas, quienes apoderándose de la artillería de los insurgentes, la volvieron contra ellos causándoles grande matanza y los siguieron hasta el pueblo, pero encontraron este bien fortificado, y fueron rechazados con pérdida. Siendo inútiles sus esfuerzos y temiendo que llegasen nuevas tropas a las órdenes del cura Rabadan, en auxilio de Morelos que estaba en el pueblo, emprendieron la retirada con harta dificultad, teniendo que abandonar al paso de la barranca la artillería que habian tomado, y que cortar un puente en el camino a Tenancingo, para detener algun tanto el alcance de los independientes.

No tardaron estos en presentarse delante de Tenancingo (22 de Enero). Morelos conducia el mismo todas sus fuerzas reunidas para el ataque; Porlier habia concentrado las suyas en la plaza del pueblo, en la que se habia parapetado. A la una del dia rompieron los insurgentes el fuego sobre la plaza, y aunque rechazados en los diversos ataques que intentaron, consiguieron abocar su artillería a las calles que salian a aquella. Porlier dispuso entonces hacer una salida en la que tomó sus cañones, lo que se debió a la bizarría de los negros de Yermo y de su comandante, el administrador de las haciendas de aquel D. José Acha, que volvieron triunfantes a la trinchera arrastrando los cañones. El fuego continuó incesantemente el resto del dia y toda la noche, y el horror de esta se aumentó con el incendio de las casas que rodeaban la plaza, el que los insurgentes imputaron a Porlier haber causado para obligarlos a alejarse, y de que aquel habló en su parte como de cosa casual. Quedaban a los insurgentes dos cañones colocados en una altura, desde la cual causaban gran daño a los sitiados; salió a tomarlos Michelena y logró poner en desórden la tropa de Galiana, quien tuvo dificultad en reanimarla. Ya se habia hecho dueño Michelena del primero de estos cañones, cuando cayó muerto, envuelto por una emboscada que no habia apercibido. Retiróse la tropa consternada a la plaza, y no quedando esperanza de resistir por mas tiempo; muerto Michelena, herido Toro y otros varios de los mejores oficiales; aumentándose la pérdida en muertos y heridos a cada instante, y careciendo de forrajes que habia consumido el incendio; reducido el circuito que los realistas ocupaban a solo la plaza y la iglesia; temiendo además que los insurgentes recibiesen nuevos refuerzos, resolvió Porlier retirarse, siendo del mismo parecer unánimes sus oficiales, y así lo verificó a las diez de la noche del 23, abandonando once cañones que dejó clavados, pero llevándose sus heridos y bagajes.

Bravo siguió el alcance, pero sin empeñarse mucho en él por lo fatigado que estaban los caballos de su caballería, y Porlier, tomando un camino largo y que hacia mas penoso el tener que atravesar un campo barbechado, llegó el 24 a Tenango, de cuyas alturas inmediatas se habian vuelto a aposesionar los insurgentes, y de alli regresó a Toluca, en donde entró en el estado mas lamentable, sin artillería, con su tropa muy disminuida, llevando consigo gran número de heridos y con su gente triste y abatida (24).

Con la retirada de Porlier, los insurgentes volvieron a enseñorearse de Tenango y de todos los puntos de que habia costado tanto trabajo y sangre desalojarlos. Parece indubitable, que si mientras Porlier se defendia heroicamente en Tenancingo, hubiese llegado Calleja con el ejército del centro, para lo que hubiera sobrado tiempo, si este general hubiese cumplido las órdenes del Virrey, la gloria de Morelos se hubiera eclipsado desde entonces, pues no hubiera podido resistir a aquellas fuerzas; pero Calleja no se movió de Marabatío hasta el dia 23, esto es, el mismo en que Porlier estuvo a punto de perecer en Tenancingo. Morelos, habiendo permanecido tres dias en este pueblo, retrocedió a la tierra caliente, dejando en Tenancingo a Marin; pasó por Cuernavaca apoderándose de aquellas ricas haciendas, y el 9 de Febrero de 1812 entró en Cuautla de Amilpas con la fuerza de tres mil hombres, mandados por Matamoros, Bravo y Galiana. Roca, que habia permanecido en Ameca, con la tropa que le quedaba despues de su retirada de las Carreras, abandonó precipitadamente estos puntos y se replegó a Chalco de donde pasó a México, habiendo llegado las avanzadas de Morelos hasta aquel último pueblo. No se sabia a que atribuir, porqué Morelos no emprendió seguir a Porlier a Toluca y apoderarse de aquella ciudad; creyóse fuese por saber que Calleja estaba en marcha con su ejército, o por su predileccion a la tierra caliente, que le proporcionaba grandes ventajas; pero por su correspondencia con la junta retirada a Tlalchapa se vé, que el motivo fue el proyecto de marchar sobre Puebla, de cuya ciudad estaba tan seguro de hacerse dueño, que habiéndole manifestado Rayon en nota de 28 de Enero su deseo de verlo y conocerlo personalmente, le contestó que esto no podria ya ser hasta Puebla.

En esta expedicion al valle de Toluca, se distinguieron Galiana y D. Nicolás Bravo. El primero tenia el mando en la accion de Tecualoya, y ambos llevaron todo el peso y la gloria del ataque de Tenancingo. Morelos, enfermo por una caida que tuvo en Izúcar, no asistió al ataque el primer dia, y en el segundo estUvo sentado en una caja de guerra, dando desde allí sus órdenes (25).

Llegaron por este tiempo a Veracruz las primeras tropas mandadas de España para sostener al gobierno de México. Tanto este como los españoles residentes en el pais, veian con admiracion y desconfianza la fidelidad de las tropas mexicanas, y temiendo no fuese duradera, habian estado pidiendo continuamente, ya por medio de sus relaciones particulares, ya el consulado oficialmente, el envío de todas las tropas que se pudiese; medida que era muy practicable, aun en las circunstancias en que la España se encontraba, porque no eran soldados lo que en ella escaseaba, franqueando el consulado los fondos para el equipo y transporte, y por otra parte las tropas españolas, aunque frecuentemente batidas por los franceses, eran sin embargo bastante disciplinadas y aguerridas para el género de guerra que en México se hacia.

Por efecto de estas continuas solicitudes, desembarcó en Veracruz el 14 de Enero el tercer batallon del regimiento de Asturias y el 16 el 1° de Lovera, salidos ambos de la Coruña a bordo de los navíos Miño y Algeciras. El primero entró en la ciudad al anochecer, en medio de un gran concurso que le esperaba con hachas de viento encendidas, y así fue conducido al cuartel que le estaba destinado. Con igual aplauso fue recibido el de Lovera, y los oficiales de ambos fueron obsequiados en las casas particulares, por lo que en nombre de todos, el mayor de Lovera D. José Enriquez que mandaba el cuerpo, dió las gracias por oficio al gobernador de la plaza D. Carlos de Urrutia, para que este lo hiciese a toda la poblacion (26).

En Jalapa, en donde dominaba el espíritu español aun mas que en Veracruz, fue todavía mayor el entusiasmo que la llegada de estas tropas excitó. A la entrada del batallon de Lovera (23 de Enero), cuatro señoras de la misma villa, salíeron a colectar en el vecindario un donativo en favor de la tropa de aquel cuerpo; en breve recogieron ochocientos pesos, que repartieron a los sargentos, cabos y soldados, estando el batallon formado para recibir este obsequio (27).

Poco despues llegó de Cádiz el navío Asia (20 de Enero), con algunos transportes, conduciendo al primer batallon del regimiento de infantería Americano (28). Con estas tropas llegaron el brigadier D. Juan José de Olazabal y el mariscal de campo conde de Castro Terreño, aunque este último no venia con comision, sino por asuntos particulares. En seguida vinieron otros cuerpos y otros jefes, segun se dirá én su lugar.

Era el intento de Calleja volver a las provincias del interior desde Marabatío, a donde regresó con su ejército despues de la toma de Zitácuaro, para situarse con todas sus fuerzas en Celaya, atendiendo con ellas a los puntos que conviniese; pero el Virrey angustiado por los sucesos de la tierra caliente, le dió las órdenes mas estrechas para que por el camino mas directo pasase a Taxco, cuando acababa de entrar allí Morelos y antes de que este se dirigiese a Tenancingo. Calleja manifestó que la marcha que se le mandaba hacer, por caminos difíciles y para la artillería casi impracticables, no seria otra cosa que la destruccion del ejército, cuya fuerza principal consistia en la caballería, que seria la que mas sufriese; que dejando descubiertas las provincias del interior, la revolucion volveria a extenderse en ellas rápidamente, y destruidas las fuerzas de que hasta entonces se habia aprovechado el gobierno para contenerla, no tendria ningunas que emplear ni en la tierra caliente, donde eran de poca utilidad las tropas del interior, ni en el interior despues de aniquiladas aquellas en la tierra caliente; por cuyas razones proponía, que dejándosele volver al bajío, como era su plan, se formase otro ejército con las tropas de Puebla y con los tres mil hombres que próximamente se esperaban de España, los que segun hemos dicho, llegaron en efecto por este tiempo, y que con este se operase contra Morelos, mientras Calleja con el suyo terminaba la pacificacion de las provincias del interior. Apoyaba estas razones el obispo electo de Michoacan Abad y Queipo, quien, en una muy fundada representacion, hizo patente la ruina cierta que iban a sufrir las provincias que componian su obispado, estando expuesta la misma capital de él a ser invadida próximamente, si el ejército del centro se alejaba, resistiéndolo tambien los intereses particulares de los individuos del mismo ejército.

Este se componía en gran parte de las milicias de S. Luis y Guanajuato, y de los cuerpos nuevamente levantados en la primera de estas provincias, y siendo todos o los mas de los oficiales hombres de bienes y de arraigo, repugnaban dejar abandonadas sus casas y familias, para ir a hacer la guerra a paises remotos y en los que no tenían intereses inmediatos que defender. No era pues una resistencia caprichosa la de Calleja, sino fundada en buenas y sólidas razones; pero la situacion del Virrey era tambien demasiado apretada, para poder pensar en otra cosa que en lo mas urgente (29).

A medida pues que Morelos avanzaba al valle de Toluca y que la posicion de Porlier venia a ser mas comprometida, repetia Venegas las órdenes mas perentorias para la pronta marcha de Calleja, quien tuvo por fin que emprenderla saliendo de Marabatío el 23 de Enero, aunque antes habia pedido su retiro, a cuya pretension el Virrey contestó anuente, sin contrariar la solicitud como lo habia hecho el año anterior en los términos mas encarecidos, cuando Calleja pidio separarse del mando en la villa de Leon. Venegas, con la llegada de Olazabal y otros jefes, de quienes acaso tenia mas concepto militar que de Calleja, creia ya menos necesario a este; en lo que ciertamente se equivocaba, pues por la misma clase de oficiales que segun arriba he explicado, componian el ejército, la autoridad del que los mandaba era menos obedecida que reconocido el influjo de la persona, y mudada esta, la obediencia, si no desaparecia del todo quedaba bien menoscabada.

Calleja insistió en su renuncia en 26 de Enero desde Ixtlahuaca, y el Virrey nombró para sucederle al brigadier de marina D. Santiago Irisarri, hombre enteramente desconocido en el ejército. Luego que en este se entendió la variacion de general, el descontento fue sumo, y casi todos los jefes de los cuerpos dirigieron al Virrey desde Toluca en 30 de Enero, una representacion en que manifestaron que solo querian servir a las órdenes de Calleja. Las circunstancias eran demasiado críticas para que el Virrey empeñase una cuestion de autoridad en que podia quedar vencida esta dando lugar a una revolucion militar, nunca mas que entonces peligrosa. Creyó pues prudente remitir a Calleja copia de la representacion, con oficio de 31 del mismo, en que le exhorta y conjura a que no abandone el servicio, desentendiéndose de hablillas y murmuraciones, aunque terminando con decirle, que si no se considerase capaz de tolerar las fatigas, se lo comunicase sin pérdida de tiempo, para tomar la correspondiente providencia.

Calleja contestó en los términos que constan en la nota siguiente, que por la importancia de su contenido he creido deber copiar a la letra.

Exmo. Sr.

Me ha sorprendido la copia de representacion de los jefes de este ejército, adjunta al superior oficio de V. E. de ayer a las once de la mañana, en la que entre otros, dan por orígen de las enfermedades que sufro, la sensacion que pueden haber hecho en mi espíritu, murmuraciones y hablillas despreciables, a las que soy tan superior, que miro con lástima al débil, que no encontrando el camino del honor y de la gloria, entra por las sendas tenebrosas de la negra calumnia.

Este ejército, restaurador del reino, vencedor en cuatro acciones generales y treinta y cinco parciales, está muy a cubierto de toda murmuracion racional, y yo muy tranquilo sobre este punto.

Yo he hecho por mi patria cuantos sacrificios ella tiene derecho a exigir de mí, sin pretension ni aun a que se conozcan; y si ahora hablo de ellos, es porque la necesidad de desvanecer hasta el mas leve indicio de que los economizo por resentimientos, me obliga a ello.

Yo he sido el único jefe en el reino que ha levantado y conservado tropas, arrancándolas del seno mismo de la insurreccion, y este propio ejército, cuyo mando me hizo V. E. el honor de confiarme, se compone de ellas en la mayor parte. Abandoné mis intereses que hubiera podido salvar como otros, y que fueron presa del enemigo; dejé mi familia en la ciudad de mi residencia, para alejar de sus habitantes la sospecha de que temia se perdiese; la expuse al mayor riesgo, y con efecto, perseguida por los montes, cayó en sus manos, y por miras interesadas me la volvieron escoltada por sus tropas, con la propuesta de que si yu dejaba las armas de la mano, me devolverian mis intereses, me asignarian una buena hacienda, me señalarian veinte mil pesos de renta anual, y me acordarian la graduacion de general americano.

Soy tambien el único jefe que ha batido y desbaratado las grandes masas de rebeldes, y soy finalmente ei único, que despues del ataque que padeció mi salud ocho dias antes de la batalla de Calderon, se puso a la cabeza de sus tropas casi mortal, y ha continuado un año a la del ejército en los mismos términos.

Todo es notorio, como el sincero deseo del bien público que me ha conducido; y si los miserables restos de salud que me quedan fuesen útiles a mi patria, no dude V. E. un momento que los sacrificaré; pero ella me ha reducido a término que por ahora, me es absolutamente imposible continuar con un mando que tantos obstáculos pone a su restablecimiento. Si puesto en sosiego, régimen y curación metódica (lo que no es combinable con la situacion actual) restableciese mi salud, lo manifestaré a V. E. sin perder instante, a fin de que me emplée en cuanto me crea útil; por lo que ruego a V. E. nuevamente se sirva nombrarme sucesor.

Dios, &c.
Toluca, Febrero 1° de 1812, a la una y media de la tarde.

El Virrey hubo de resolver, para evitar mayores inconvenientes, que Calleja continuase con el mando del ejército y siguiese con este a México, para hacer frente a Morelos que se temia avanzase sobre la capital, y que en Toluca permaneciese Porlier con su division.

Señalóse para la entrada triunfal del ejército del centro en México el dia 5 de Febrero, en el que aquella ciudad celebra la fiesta de su patron, el mártir mexicano S. Felipe de Jesús, cuya funcion se solemnizaba entónces con una procesion, que despues de la misa salia de la catedral e iba a S. Francisco, en la que se representaba en diversas andas o pasos la historia del santo (30); la carrera se adornaba con esmero y en las calles de Plateros, cuyo oficio empezó a ejercer el mismo santo en la parte mas temprana de su vida, se ponian suntuosos altares por los individuos de aquella arte, floreciente en aquel tiempo. Como en todo se buscaban interpretaciones siniestras, se dijo por los afectos a la revolucion, que se habia escogido aquel dia para que el adorno de las calles destinado a la funcion devota, sirviese para ostentar un recibimiento solemne al ejército, que de otro modo no se habria hecho.

Desde la garita del Paseo nuevo, por la que las tropas habian de hacer su entrada, se pusieron arcos de flores, y antes de llegar a ella, al paso por el lindero de la pequeña hacienda de Becerra, cuyo dueño D. José Ignacio Vizcaya fue capitan de la compañía de gastadores de la Columna de granaderos y murió de enfermedad en S. Luis, habiéndose distinguido en toda la campaña, su tio el arcediano Beristain hizo poner un arco con una inscripcion honrosa al difunto y al cuerpo en que habia militado. A las doce y media de la mañana, una salva de artillería anunció la llegada de la vanguardia a la garita, donde esperaban al general para acompañarle los jefes principales de la plaza y otros militares de distincion (31). Marchaba al frente Calleja con su estado mayor y una lucida escolta (32); seguian por su órden los cuerpos, formando la cabeza de la columna los granaderos, en cuya primera fila se hacia notar D. Domingo Mioño, español, natural de Galicia, y avecindado en Colima, donde habia gozado de comodidades, quien para dar ejemplo a sus paisanos de la decision con que debian obrar en su propia defensa, servia como soldado, y nunca quiso ser mas que el primer granadero de la Columna, como Latour d' Auvergne lo habia sido en Francia de la República.

México presenciaba por la primera vez un espectáculo militar imponente; el concurso era inmenso y la gente veia con admiracion aquellos soldados cuyas proezas habia leido, y en especial aquellos cuerpos levantados por Calleja en S. Luis, que habian hecho de una manera tan bizarra la campaña, y a cuya aproximacion habia debido la capital un año ántes, no haber sido devastada por la muchedumbre que Hidalgo condujo hasta las Cruces, estimulada por el deseo del pillage y la desolación.

Un accidente inopinado turbó la solemnidad de la entrada. Al pasar el general Calleja delante de la última casa de la primera calle de Plateros, junto al portal de Mercaderes, con los vivas y aplausos del pueblo, se alborotó el caballo que montaba el mariscal de campo D. Júdas Tadeo Tornos, director de artillería, que iba al lado de Calleja, y parándose de manos dió con ellas en la cabeza de este, tirándole el sombrero y haciéndole caer en tierra, cuyo golpe fue bastante fuerte para que fuese menester llevarlo cargado a la casa del platero Rodallega y ponerlo en cama por algun rato, hasta que un tanto repuesto, pudo ir en coche a presentarse al Virrey a palacio (33). Los que se habian burlado del prodigio de las palmas de Zitácuaro, tuvieron ahora ocasion de contraponer agüero a agüero, teniendo por mal anuncio el que Calleja en medio de su triunfo, cayese con el mariscal Tornos, que tambien fue derribado del caballo, a los pies del altar de un santo mexicano, en el dia de la fiesta de este y en la misma calle en donde este habia ejercido el oficio de platero.

El ejército desfiló delante del palacio, saludándole y aplaudiéndolo el Virrey, que salió a los balcones para verlo pasar. Su fuerza en este dia era de 2.150 infantes y 1.832 caballos, que hacian el total de 3.982 hombres, número que parecerá muy corto, atendiendo a las grandes victorias que obtuvo sobre reuniones de gente, aunque indisciplinada, incomparablemente mas numerosas; pero entonces se hacia mucho con poco, mientras que despues la impericia de los que han mandado ha sido cansa de que nada se haya hecho con mucho.

Acompañaban al ejército mil quinientas cargas de víveres, cantidad de parque y la artillería tomada en Zitácuaro, todo lo cual hizo que tardase en entrar desde las doce y media hasta las cuatro de la tarde. Seguíanle porcion de mujeres y estas llevaban consigo los despojos del saqueo de aquella villa. La plana mayor se presentó en seguida a cumplimentar al Virrey, quien con ella y los empleados superiores y otros individuos que acostumbraban asistir a su corte, se trasladó a la catedral magnificamente iluminada. Recibiólo el cabildo eclesiástico y se cantó un solemne Te Deum, para dar gracias a Dios por las victorias obtenidas por aquel ejército.

La tropa se alojó en los conventos, habiendo estado la víspera el Virrey mismo en el de S. Agustin, destinado a la columna de granaderos, para cuidar de que se dispusiese aquel cuartel con toda comodidad. Calleja se hospedó en la casa del conde de casa Rul (34); en la que fueron continuos los convites y obsequios, concurriendo a la mesa los jefes del ejército y todas las personas distinguidas de la ciudad, y en ella se ensalzaron en los brindis en prosa y verso las victorias del ejército y las hazañas del general, cuyo mérito se calificó superior al de Fabio Máximo y otros capitanes de la antigüedad. Se hicieron en el teatro funciones en obsequio del ejército y su jefe, y cuando este se presentó en él, fueron grandes los aplausos y los vivas; Venegas concurrió la primera noche, y viendo que hacia un papel secundario y desairado, no volvió las siguientes. Debió desde entonces ver en Calleja un rival, y persuadirse que el favor popular estaba enteramente de parte de este. En obsequio del ejército, los panaderos que casi todos eran españoles, a quienes se pidieron a prorata las raciones de pan necesarias, no quisieron cobrar cosa alguna en los dias 5 y 6 de Febrero.

La llegada del ejército a la capitai venció la repugnancia del Virrey para conceder premios a sus individuos. Calleja habia instado repetidas veces, como en otros lugares hemos visto (35), y en especial despues de la batalla de Calderon, sobre la necesidad que en su concepto habia, para reanimar el valor y entusiasmo del ejército, de conceder a la tropa y oficiales algun premio o distincion, que les hiciese olvidar los riesgos a que se exponían, y apreciar su suerte, contrariando ademas la idea que los sediciosos esparcian, de que servian a un gobierno que ni estimaba ni recompensaba sus servicios (36).

El Virrey, conviniendo en los principios que Calleja asentaba, le expuso en contestacion que no habia recibido todavia la autorizacion que habia pedido a la regencia para conceder ascensos, grados y otros premios, pero que aun cuando se decidiese a hacer gracias o promociones provisionales, pidiendo la aprobacion del gobierno supremo, debia tenerse presente que el agraciar es fructuoso cuando se hace con equidad, y perjudicial cuando es sin ella.

Para proceder pues debidamente, evitando hacer quejosos, el Virrey dejó a discrecion de Calleja el decidir, si atendidas las circunstancias, debian hacerse algunas gracias y el proponerle las que le pareciese. Calleja, pulsando sin duda las mismas dificultades que el caso ofrecia en llegando a tratar de personas, se redujo a proponer se concediese un distintivo honorífico, y el Virrey en consecuencia dispuso se diese un escudo de oro a los jefes, de plata a los oficiales y de plaqué a la tropa, en que la cifra de Fernando VII estuviese sostenida por un perro y un leon, símbolos del valor y de la lealtad, y en la orla el lema: Venció en Aculco, Guanajuato y Calderon (37). Este escudo, aunque decretado desde aquel tiempo, como en su lugar se dijo, no se habia concluido hasta la llegada del ejército, y entonces fue cuando se le distribuyó.

Pero era menester un premio algo mas efectivo, y con este fin se hizo una promocion general. Habíéndose dado ya por el Virrey el empleo de mariscal de campo a Calleja, se concedió el grado inmediato a todos los jefes y oficiales del ejército veterano; el grado que tenian en las milicias se les dió en el ejército, a los coroneles de aquellas, y a los oficiales un grado en su propia clase. Entonces obtuvieron los grados de tenientes coroneles y capitanes, muchos de los que han sido despues generales de la República.

Estas gracias no fueron solo al ejército del centro, sino que se hicieron extensivas a otros individuos de otros cuerpos, y se concedieron otras de diversas clases por señalados servicios, tales como los honores de predicador del rey al P. Bringas, misionero del colegio de la Cruz de Querétaro, que siguió al ejército y fue gran enemigo de la revolucion; los de intendente de provincia al secretario del virreinato D. Manuel Velazquez de Leon, y otros de esta clase (38).

Igual promocion se hizo en las tropas de Nueva Galicia, dando el empleo de mariscal de campo a Cruz, y los grados y ascensos correspondientes a todos los oficiales de aquel ejército. Aunque la promocion fue tan general, fueron muchos los que quedaron descontentos como el Virrey temia, y como el espíritu de partido de todo sacaba ventaja, se notó que a los oficiales de marina venidos de la Habana, todos europeos, se les dió un ascenso efectivo, aunque los servicios que habian prestado fuesen mucho menores que los del ejército de Nueva España, cuyos oficiales casi todos eran americanos. ¡Tan dificil es la condicion del que gobierna en tiempos de partidos, que no consigue acertar, ni aun con los mejores deseos y previendo los riesgos que corre!

Grande fue la herida que la disciplina militar recibió con las contestaciones y altercados entre el Virrey y el general Calleja, y todos los incidentes sucesivos contribuyeron mucho a hacerla mas profunda. Aquellas contestaciones hicieron ver, que la autoridad suprema era ménos considerada en el ejército que el influjo personal del general, y esto produjo resfrio y desconfianza entre ambos, y los jefes de los cuerpos aprendieron a formar partidos, y a hacerse temer con la representacion que hicieron, sosteniendo a su general. Dícese que aun la opinion comenzó a vacilar entre los oficiales mexicanos, por efecto de la lectura de los muchos papeles seductores que Rayon artificiosamente dejó esparcidos en Zitácuaro, y no contribuyó poco la mansion de algunos dias en la capital. Todas estas causas hicieron que el ejército, cuando salió de ella para seguir la campaña, no tuviese aquel entusiasmo y decision que al principio de esta, que son los anuncios felices de la victoria.


Notas

(1) Oficio de Rayon a Morelos. Tlalchapa, Enero 18 de 11!12. Archivo general.

(2) Id. firmado por la junta toda, Zitácuaro, Septiembre 4 de 1811. Archivo general.

(3) Véase fol. 27. Todas estas noticias me las ha dado el P. D. Mudo Valdovinos, a quien las comunicó el maestrescuelas de Morelia D. Pedro Rafael Conejo, amigo del Dr. Cos, de cuya boca las oyó.

(4) Declaracion del soldado de dragones de España José Vargas, que acompañaba a Céspedes y quedó por muerto en el ataque del meson, y socorrido por el cura del pueblo y otros sujetos caritativos, se restableció y fue a presentarse a México. Archivo general.

(5) Oficio a Morelos firmado por Liceaga, su fecha en Zitácuaro 4 de Noviembre. Archivo general. Cuéntase que Rayón trató de ganar a Céspedes para que sirviese en su partido, y solicitó con empeño que por lo ménos hiciese algun acto de sumision o reconocimiento a la junta, y que Céspedes contestó con resolución; que la marina real de España no tendria nunca que afrentarse por acto alguno de debilidad de su parte. Preguntándole entonces Rayón que habria hecho con él si hubiera caído en su poder, le respondió: que lo habria hecho fusilar inmediatamente. Estas palabras fueron su sentencia.

(6) Véanse capítulos IV y V de este edición cibernética.

(7) Véase este documento en el apéndice núm. 4.

(8) Así lo dice el mismo Correa en su manifiesto citado. Calleja dice que fue mucho mayor número. De las tropas de Morelos no fueron ningunas, aunque Calleja dice que entraron en Zitácuaro ciento ochenta hombres bien armados; ni aun mencion se hace en la correspondencia de la junta con Morelos de haber pedido auxilios algunos.

(9) Hay sobre todo esto varias comunicaciones de la junta a Morelos en el archivo general.

(10) Oficio de Liceaga a Morelos, de Tlalchapa. Enero 13 de 1812. Archivo general.

(11) Véase el capítulo V de esta edición cibernética, al fin. La relacion del ataque de Zitácuaro la he tomado principalmente del parte de Calleja, inserto en la Gaceta de 8 de Febrero de 1812, tomo 3°, núm. 180, fol. 135, el cual es como todos los de aquel general, muy claro y completo; del expediente muchas 'veces citado de las campañas de Calleja publicado por Bustamante, y del Cuadro histórico de este tomo 1°, en que repite lo mismo.

(12) Recuérdese la descripcion de Zitácuaro, Capítulo IV de esta edición cibernética.

(13) Oficio de 20 de Diciembre.

(14) En el mar es comun esta figura de nubes, que los marinos llaman rabos de gallo.

(15) Calleja en su parte citado no habla nada de este suceso que recuerda la aparicion de las águilas, cuando Germánico iba a atacar a los alemanes. Interea, pucherrimum augurium, octo aquilae, petere silvas et intrare visae, imperatorem advertere: Exclamat, Irent, sequerentur romanas aves, propria legionum numina. Tac. Ann Lib. 11, XVII.

(16) Así lo refiere Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 313.

(17) Dicelo así el mismo Bustamante, quien sin duda lo oyó a los Rayones, con quienes tuvo muchas relaciones de amistad. Siempre que se habla de Rayon sin expresar nombre, entiéndase D. Ignacio.

(18) Segun Correa en su manifiesto, la junta debió su salvacion a los esfuerzos del mismo Correa, quien reunió a sus individuos, haciendo alto cuatro dias en Huaniqueo y los condujo a Tlalchapa.

(19) Se insertó en la Gaceta de 11 de Febrero de 1812, tomo 3°, núm. 182, fol. 156: Bustamante lo ha copiado, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 318.

(20) Así lo dice Calleja én su parte.

(21) Véase los partes de Porlier sobre este ataque de Tenango, en las Gacetas extraordinarias, de 30 de Diciembre de 1811, tomo 2°, núm. 160, fol. 1.231, y de 18 de Enero de 1812, tomo 3°, núm. 170, fol. 61.

(22) Ademas de la Gaceta citada de 18 de Enero, véase tambien la extraordinaria de 5 del mismo, en que está el primer parte de Porlier.

(23) Así lo dice Morelos en sus declaraciones, quíen tanto en ellas, como en su correspondencia, no habla de socorrer a Zitácuaro como dice Bustamante, sino a Oviedo en Tenango.

(24) Véase el parte de Porlier en la Gaceta de 11 de Febrero, núm. 182, fol. 159, publicado a continuacion del de Calleja de la toma de Zitácuaro, acaso para que causase ménos impresion. Bustamante, en la relacion de estos sucesos en el tomo 1° del Cuadro histórico, los equivoca todos. Supone que la toma de Tenango por Porlier fue el 17 de Enero, y que no hubo mas que una accion en Tecualoya; errores que no se comprende, como pudo caer en ellos cuando cita las Gacetas en que consta todo lo contrario.

(25) A esta enfermedad atribuye Bustamante la vuelta de Morelos a tierra caliente, pero esta no puede haber sido la causa, pues la misma enfermedad tenia cuando pasó a Tenanclngo. Morelos en sus declaraciones dice que la retirada de Porlier fue el 24, pero parece debe estarse a lo que dijo el mismo Porlier el dia siguiente del suceso. Tambien dice Morelos que cogió una culebrina y tres cañones chicos; sin duda porque estos eran los de Porlier, y los demas hasta once, eran los que Porlier habia tomado en el primer dia del ataque.

(26) Gaceta de 4 de Febrero, número 177, fol. 114.

(27) Gaceta de 20 de Febrero, núm. 187, fol. 196. Entre los suscriptores se halla con 5 ps. D. José Ignacio Paz, que tenia entonces en aquella villa una escuela, y fue despues en México tremendo sansculote.

(28) Gaceta de 15 de Febrero, núm. 184, fol. 177.

(29) Expediente de las campañas de Calleja publicado por Bustamante, fol. 156. Todo esto además se hizo público por aquel tiempo en México donde yo estaba y lo oí.

(30) Esta procesion sale ahora por la tarde despues de vísperas, pero llama mucho menos la atencion desde que se han suprimido los pasos.

(31) Diario de México de 10 de Febrero, tomo 16, fol. 165.

(32) Está sacada esta relacion de la Gaceta de 6 de Febrero, tomo 3°, núm. 179, fol. 133, de los Apuntes manuscritos del Dr. Arechederreta, y del Cuadro histórico de Bustamante, tomo 1°, fol. 323.

(33) El Dr. Arechederreta en sus Apuntes manuscritos, refiere muy por menor este suceso, de que no se habla en la Gaceta.

(34) Rul vivia en la gran casa de la calle de Capuchinas núm. 12. Estaba entonces separado de su mujer, que no pudiendo sufrir la irregular conducta de su marido, se habia retirado al convento de Regina. El respeto de Calleja hizo que se reconciliasen y uniesen. En el diario citado de 10 de Febrero, tomo 16, fol. 165, pueden verse las poesias de Beristain y del oidor Foncerrada, en el convite del dia de la entrada.

(35) Véanse aquí, en nuestra Biblioteca Virtual Antorcha los capítulos V y segunda parte del Capítulo VIII de La revolución del cura D. Miguel Hidalgo, hasta la muerte de éste y de sus compañeros.

(36) Estas contestaciones, que son todas del mes de Enero de 1811, se hallan en el expediente de las campañas de Calleja y las ha publicado Bustamante en la obra que tiene este título, fol. 83 y siguientes.

(37) Véase aquí, en nuestra Biblioteca Virtual Antorcha el Capítulo VI de La revolución del cura D. Miguel Hidalgo, hasta la muerte de éste y de sus compañeros. Este escudo dió motivo a mil chistes graciosos, por parte de los afectos a la revolucion.

(38) Véase toda esta promocion en el suplemento a la Gaceta de 9 de Febrero de 1812, núm. 181, fol. 143 y en las siguientes.

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