Índice de Las grandes mentiras de nuestra historia de Francisco BulnesSegunda parte - Capítulo IVSegunda parte - Capítulo VIBiblioteca Virtual Antorcha

LAS GRANDES MENTIRAS DE NUESTRA HISTORIA

Francisco Bulnes

SEGUNDA PARTE

Capítulo quinto

LOS PRETORIANOS


La tragedia antigua clásica, de suntuoso e inmortal espíritu helénico, tiene por condición esencial que la Fatalidad se encargue de establecer y conducir el encrespamiento y ebullición de las pasiones humanas, desde la primera escena generalmente una apoteosis, hasta la final, comúnmente un asesinato, un cadalso, o suicidio. En nuestra trajedia de Texas y la más doliente aún, la de toda la República en su guerra con los Estados Unidos, el siniestro papel de la Fatalidad lo desempeñó nuestra clase militar.

Un ejército no debe pretender ser generador del poder, porque tal función es contraria a su naturaleza. Un ejército verdadero es el tipo perfecto de una jerarquía estricta. Una jerarquía sólo es posible por una disciplina absoluta. En la monarquía pura, el rey es el jefe de esa jerarquía llamada ejército y desde el príncipe heredero hasta el último soldado, todos deben igual obediencia a su ley y a su jefe. El rey no divide su poder, ni lo recibe del ejército, no lo envilece temiéndole. Para Felipe II lo mismo era el duque de Alba al frente de las legiones flamencas, en cuanto a su soberanía como el remendón de sus chinelas. Para Luis XIV lo mismo era Turenne, Vauban o Villars que sus queridas o sus lacayos, a todos les daba un puntapié cuando le convenía. Para Federico I su hijo era un soldado a quien su padre debía atravesar con la espada en caso de insubordinación como estuvo a punto de hacerlo por una desobediencia. Federico II, el autor del Código Militar aceptado por todas las naciones, afirma en él, que el soldado debe tener la gloria de ser el súbdito absoluto porque absoluta debe de ser para él la disciplina.

En el sistema oligárquico como el de la República de Venecia, el ejército era tan súbdito de la República como en la monarquía absoluta. En las Repúblicas democráticas como Suiza o los Estados Unidos el poder emana del pueblo y el ejército es un súbdito absoluto del pueblo, nunca su protector. Todos en esas dos naciones pueden censurar y mandar menos él. Ya hemos visto al presidente Polk tratar al victorioso general Scott con el mismo rigor e impertinencia usual en un soberano absoluto europeo como jefe del ejército.

Sólo en los países donde no hay monarquía, ni oligarquía, ni democracia, el ejército pretende ser el árbitro de los destinos nacionales y el origen del poder público. Pero entonces para que el poder salga del ejército es preciso que brote de la deslealtad del ejército y un ejército cuya función es la deslealtad, no tiene disciplina y deja de ser ejército. Nunca pues, el poder puede salir de un ejército verdadero, sino de una tUrba o soldadesca corrompida por el soborno y deshonrada por la defección.

Cuando un país tiene la desgracia de que el origen del poder se encuentre en una turba armada, corrompida y sin honor, está perdido y destinado a ser presa de los conquistadores más débiles. Tal es su natural destino. Cuando el origen del poder reside en la soldadesca se le da a ésta por recuerdo histórico del nombre de pretoriana.

Bajo el sistema pretoriano no sólo el origen del poder sino también la posición del soberano o su muerte se encuentra a disposición del ejército. El ejército pretoriano es aquel que asesina en la noche al caudillo o héroe que aclamó en la mañana; el que derrumba hoy las instituciones que juró defender ayer; el que sin cesar turba la paz pública y devora la riqueza, la moral, el honor y el patriotismo de la nación, porque la acostumbra a tener por amo todos los vicios y todas las indignidades.

Disponiendo los ejércitos pretorianos del poder público por dos hechos; su corrupción y la impotencia nacional, no lo conceden a los caudillos por sufragio en urna electoral sino por venta al mejor postor. El pretorianismo es la subasta pública de la púrpura imperial, que tiene siempre por principio una orgía de sangre y de pillaje y por final la roca Tarpeya o la puñalada en las espaldas. La civilización ha modificado el programa romano en la mayor parte de las naciones pretOrianas, cambiando el asesinato por el ostracismo o el desprecio.

¿Cómo tiene lugar el remate del poder público por la soldesca en el sistema pretonano?

La soldadesca pide por precio del poder, que el caudillo postor sacie todos los apetitos rapaces y brutales de la turba militar colocándola desde luego fuera de la justicia, de la discipIina, de la probidad, del patriotismo. Como se ve, este precio de la púrpura es muy elevado, por ser indefinido, y aunque el caudillo postor ofrece pagar con el erario público, con la dignidad nacional, con la riqueza social y con todos los derechos, virtudes y energías de la población, no puede haber nación por rica que sea que aguante contra su riqueza y virtudes exacciones ilimitadas. Pero las naciones grandes y ricas pronto aprenden a defenderse contra el pretorianismo de modo que este azote sólo es crónico en las naciones pobres de dinero, de moralidad, de ilustración y dignidad.

El golpe de martillo que abre el remate del poder en el sistema pretoriano, es el cuartelazo. En las naciones latinoamericanas; los soldados rasos no se parecen a los soldados romanos de la época de los césares que pedían arma en mano y con amenazas tremendas su parte del precio del poder; lo que piden los soldados y han pedido siempre en las naciones pretorianas de la América latina que se les deje libres y pobres, pues prefieren todos los males de su triste condición antes que ser soldados. En atención de este hecho, hay que decir, que es impropio llamar soldadesca a las turbas pretorianas de la América latina. En los oficiales está el punto de partida del remate, la corrupción y la insubordinación; en consecuencia debe llamarse pretorianismo de oficialesca en vez de soldadesca.

En 1830, nuestro ejército era un valioso ejemplar de pretorianismo con base oficialesca, diferente del clásico porque, como he dicho, la base del romano era la soldadesca.

El procedimiento de remate en la época a que me refiero y en México, por la turba oficialesca era el siguiente: las oficinas rematadoras eran todos los cuarteles de la nación y las horas de trabajo todas las del día y de la noche. El rematante ambicioso hacía su primera postura ofreciendo a algunos jefes, generalatos, coronelatos, pagos de alcances, batallones sin contabilidad, sobreseimiento de causas criminales, contratos de vestuario, armas, equipo, libranzas, y si era posible un poco de dinero efectivo. En fin se ofrecían; impunidad, riquezas y ascensos; cumpliéndose la fórmula de los pretorianos romanos: fórmula que ha sonado como la estrofa de desolación y deshonor de la América latina: Imperatóre, populum spolia ut nos divites facias; contra interfectus eris justitia nostra.

En el sistema pretoriano se llega al cinismo puro de forma solemne dogmática. Verrés el fastuoso pretor de Sicilia propuso que los procónsules durasen en el poder más de tres años fundándose en que, en el primer año era preciso robar para los padrinos que habían obtenido el nombramiento; el segundo año para los jueces que debían absolverlos de la acusación de peculado y el tercer año para cubrir el porvenir de sus hijos; ya lo veis, agregaba Verrés, para nosotros nada queda.

Una vez hecha la primera postura, ésta determina los primeros pronunciamientos; si el caudillo presidente entraba al remate ofrecía más ascensos, más dinero, más impunidades y más riquezas para que no se le pronunciase el resto de los jefes que aún aparecían fieles en actitud mercantil de vender su lealtad. Entonces se agrupaban estos fieles, diciendo que era preciso combatir a la hidra de la revolución y cuando ya no les era posible explotar más a su jefe presidente por haberlo agotado, defeccionaban a favor de la hidra y declaraban traidor a la patria a su último benefactor. Siempre triunfaba en el remate con semejante táctica de fidelidad, el postor que representaba a la hidra revolucionaria o a la medusa de la anarquía.

La frase técnica para rematar era: yo atenderé mejor que nadie a la ameritada clase militar. Para cerrar las posturas y para triunfar se decía: ¡Todo para mis amigos! ¡todo para el ejército!

Estos remates no podían verificarse sin música para la concurrencia que era la nación. La letra de las sonatas expresaba que la revolución tenía por objeto libertar a la patria de la tiranía o de la anarquía, regenerarla, engrandecerla, cumplirle lo ofrecido, hacerla feliz, librarla del clero o sumergirla en la religión, obedecer su voluntad, ayer monárquica hoY democrática, mañana teocrática, dos horas después oligárquica, un poco más tarde anárquica y después cualquier cosa. La nación acabó por taparse los oídos cuando sonaba esta tediona música compuesta por la cuadrilla de licenciados y granujas inevitables en todo remate y que desempeñaban el papel que el público designa con el despectivo nombre de paleros.

Pocos días después de su triunfo, el nuevo Presidente comprendía que le era imposible cumplir con sus innumerables y onerosos compromisos. Todos querían ser coroneles de caballería con mando y caballos bulímicos; o por lo menos de infantería, o comandantes generales con gastos extraordinarios para perseguir indios bárbaros o mansos, o gavillas imaginarias y disponer de las rentas de las aduanas marítimas y de todas las de las oficinas recaudadoras fiscales. Todos querían llevarse lo más pronto posible el dinero del gobierno o de los particulares, fabricar casa y comprar haciendas, títulos nobiliarios, palacios o establecer casa de juego, de peleas de gallos, de toros, o de hombres. Todos pretendían que los fueros cubrieran todos sus delitos, pasados, presentes y futuros. Todos reclamaban haber sido los primeros amigos del caudillo y tener en consecuencia derecho a siglos de poder y de opulencia comúnmente por no haberle servido más que para desprestigiarlo. El caudillo triunfante comprendía pronto que no era más que el esclavo vil de una canalla en vez de ser el jefe omnipotente de un ejército. Por su parte, la oficialesca pretoriana viendo que no se le pagaba puntualmente el precio ilimitado del remate de la silla presidencial, abría nuevo remate y el asunto empeoraba porque a la numerosa clase militar existente se agregaba la parvada famélica de civiles que se lanzaban por hambre y ambición a la revuelta con el objeto de obtener la posición de amigos primitivos del caudillo en los momentos de mayor peligro y vacilación, título que equivalía a una escritura hipotecaria contra todos los bienes muebles e inmuebles de la nación.

Voy a dar cuenta del resultado de los remates del poder público verificados de 1821 a 1845 por la turba oficialesca o sea nuestro ejercito pretoriano:

1823 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 9 430 790 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 5 409 722
1824 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 8 877 515 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 8452 828
1825 (Primer semestre) ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ...18 946 523 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 10 690 604
1825 a 1826 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 10 030 902 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 11 921 127
1826 a 1827 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 10 640 215 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 15 137 729
1827 a 1828* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 11 343 007 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 10 826 606
1828 a 1829 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 11 191 177 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 12 787 994
1829 a 1830* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 11 182 558 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 11 656 478
1830 a 1831 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 12 899 533 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 14 521 689
1831 a 1832 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 17 656 929 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 13 033 696
1832 a 1833* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 17 287 342 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 11 580 116
1833 a 1834* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 11 298 315 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 12 838 721
1834 a 1835 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 15 058 292 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 9 682 290
1835 a 1836* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 13 456 565 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 14 237 284
1836 a 1837 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 14 712 346 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 11 176 544
1837 a 1838 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 16 153 411 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 8 835 201
1839 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 13 575 306 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 11 602 794
1840 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 15 179 270 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios 14 084 324
1841* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 17 116 878 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 13 452 119
1842 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 17 502 816 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 15 548 540
1843 ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 19 713 416 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 18 237 021
1844* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 20 402 101 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 18 940 294
1845* ... Presupuesto decretado de Guerra y Marina ... 22 851 408 ... Ingresos efectivos de la República Mexicana, ordinarios y extraordinarios ... 16 583 879.

NOTA
El signo *, corresponde a los años de gobiernos derrocados.

Desde 1821 hasta 1845 inclusive, nuestro ejército pretoriano remató el poder diez veces y otras tantas derrocó a los caudillos postores en que fincó el remate. Diez gobiernos derrocados en veinticinco años, fuera de los pronunciamientos sofocados, representan un estado de anarquía. Luego el sistema de poner a remate el poder público no produce gobierno sino anarquía, luego el ejército comete el crimen de lesa nación cuando asegura que en su deslealtad profesional reside el ongen del poder público.

Por el cuadro que acabo de exponer se ve que los caudillos postores triunfantes desde 1822 hasta 1850 remataron el poder ofreciendo por él a la turba oficialesca casi todas las rentas nacionales y que desde el año fiscal de 1831 a 1832 y con excepción de los años de 1835 y 1836 fue preciso comprar la silla presidencial, ofreciendo constantemente una suma muy superior a la total de las rentas de la nación.

En la bandera del pretorianismo está siempre escrita su doctrina: Todo para la clase militar. No se puede dudar que esta doctrina fue sostenida desde 1821 hasta 1845 y aun después y que no alcanzando las rentas nacionales para cubrir las atenciones del ejército la nación adquirió una importante deuda exterior y una más importante deuda interior que todavía estamos pagando y que ascendía a 144 millones de pesos en 1845, sin contar con los 44 millones reconocidos como deuda anterior a la independencia.

En los 23 años corridos de 1823 a 1845 importaron las rentas nacionales ... 291 236 796
Decretaron para el ejército los caudillos postores para rematarle la silla presidencial en dichos años ... 326 506 715
Rebajando la deuda pública anterior a la independencia y lo que importó lo gastado en otras atenciones públicas, contrajo la nación para los remates del poder y para el ejército por deuda exterior e interior hasta 1845 ... 106 000 000
Destinado por la nación sólo para remates del poder público en 23 años quedando sin caminos, sin puertos, sin ferrocarriles, sin paz, sin honor y sin el territorio de Texas, Nuevo México y California ... 486 000 000.

Hay que agregar lo que la Nación ha dado a las fuerzas pronunciadas que formaban parte del ejército y que se echaban sobre las rentas públicas y los propiedades particulares, y esta suma tan difícil de calcular no puede bajar en veintitrés años de sesenta millones de pesos. A esta cantidad hay que agregar todavía los millones que la Nación ha pagado a los gobiernos extranjeros por ultrajes y todo género de atentados cometidos por militares déspotas y brutales, contra extranjeros residentes en el país. Conforme a la promesa del pretorianismo: Todo para la clase militar, ¿esta debe haber sido por el consumo de tantos centenares de millones desde 1821 hasta 1846, una clase opulenta, muy bien pagada, llena de comodidades, muy prestigiada en la sociedad y con una suerte frenéticamente envidiada por todos los civiles? Nada de eso; la clase militar de 1821 a 1845 ha sido lá más hambrienta, la más extenuda por las enfermedades, los vicios y las más tremendas miserias. Los huérfanos de los militares casi han muerto de hambre y sus familias con muy raras excepciones representaban a las víctimas de la desolación más amarga y han tenido para no morir en medio de la calle que implorar la caridad púbUca o agotarse consumidas por la tuberculosis y la anemia, como costureras de los soldados confeccionando ropa de munición cruelmente explotadas por sórdidos contratistas de vestuario.

La suerte de la clase militar antes de 1880, era tan negra, tan desesperada, tan humillante, tan miserable, tan desprestigiada que no había madre de familia que no exclamase una o varias veces: Prefiero ver muerta a mi hija antes que casada con un militar, y todos los padres de familia llegaron á decir: Preferimos contemplar a nuestros hijos limpiando atarjeas antes que verlos militares.

De modo que en teoría el pretorianismo promete todas las riquezas de una nación maltratada, pisoteada y aniquilada como botín para hacer opulenta a la clase militar y en la práctica hemos visto que lo que el pretorianismo ha proporcionado al ejército, ha sido inconmensurable miseria, infinito deshonor, completo desamparo para sus familias, naufragio perpetuo de sus aspiraciones, ardiente aversión nacional y desprecio del mundo civilizado. El ejército mexicano está bien pagado, bien tratado, bien equipado y en vía de elevarse al rango de verdadero ejército, órgano noble de la patria, desde que ha cesado el pretorianismo, desde que no ha desempeñado la inmoral e imbécil tarea de poner a remate la silla presidencial.

¿Entonces si la clase militar no había recibido los centenares de millones de pesos que ha costado a la Nación, adonde han ido éstos a parar?

Ya dije lo que se había destinado en los presupuestos al ejército, voy ahora a decir lo que en realidad recibió de 1823 a 1845 apoyándome siempre en datos oficiales tomados de las Memorias de HacIenda y muy especialmente de la notabilísima de 1869 a 70, formada por el distinguido Ministro de Hacienda, el Señor Matías Romero.

Para que los militares contemporáneos puedan hacer reflexiones sobre el militarismo, presento el siguiente cuadro.

1823 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... No hay datos ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... No hay datos
1824 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... No hay datos ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... No hay datos
1825 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 7 277 534 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... Nada
1825 a 1826 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 13 134 810 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... Nada
1826 a 1827 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 10 155 878 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... Nada
1827 a 1828 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 8 822 569 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... Nada
1828 a 1829 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 7496 297 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 3 719 232
1829 a 1830 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 7 692 632 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 3 461 165
1830 a 1831 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 8 340 659 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 4 329 206
1831 a 1832 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 10 576 256 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 3 350 025
1832 a 1833 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 12 386 602 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 3 507 575
1833 a 1834 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 10 180 620 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 6 160 375
1834 a 1835 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 7 102 202 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 3 026 192
1835 a 1836 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 7 686 926 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 5 294 253
1836 a 1837 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 6 618 142 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 7 463 590
1837 a 1838 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 8 790 662 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 5 294 236
1839 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 7 088 140 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 10 342 815
1840 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 5 998 908 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 12 484 048
1841 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 6 628 537 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 11 698 755
1842 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 6 777 052 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 15 471 300
1843 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 6 367 329 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 18 324 502
1844 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 6 671 663 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 17 606 755
1845 ... Pagado al ejército a cuenta de su presupuesto ... 5 086 344 ... Pagado a los agiotistas en efectivo a cuenta de sus créditos ... 16 492 302

Si la gran masa de la clase militar ha sido la más desgraciada de la Nación, ¿qué suerte han tenido los aclamados, los distinguidos, los ídolos del ejército? Los generales Iturbide, Guerrero, Victoria, Bravo, Negrete, Echavarri, Moreno y Andrade fueron declarados por el ejército héroes de nuestra Independencia a quienes los mexicanos debían eterna gratitud, respeto y admiración. ¿Y qué hizo el ejército con esos sus ídolos? Asesinar infamemente a Iturbide y a Guerrero rebelarse contra Victoria y humillarlo, desterrar a Bravo y hacer morir en la pobreza o en la miseria en suelo extranjero a Morán, a Andrade, a Negrete y a Echavarri después de haberlos declarado traidores a la patria, indignos, soeces y canallas. Y si Hidalgo, Morelos, Matamoros y Mina, hubieran vivido después de la independencia, la turba ofidalesca pretoriana llamada ejército, los habría asesinado o desterrado, después de haberlos deshonrado, insultado, escupido y pisoteado.

Separando a los presidente interinos, el ejército aclamó jefes de la Nación y colocó en el Capitolio, a Iturbide, Victoria, Gómez Pedraza, Guerrero, Bustamante, Santa Anna, Herrera y Arista. Ya he dicho que asesinó a Iturbide y a Guerrero y humilló a Victoria previa rebelión; desterró a Pedraza; dos veces a Bustamante, tres a Santa Anna, una a Herrera y otra a Arista. Á todos sus prohombres el ejército en sus actas de pronunciamiento los ha declarado tiranos, malvados, traidores a la Constitución o a la Patria, venales, malos mexicanos dignos de oprobio, de castigo, de maldición y del cadalso. ¿A quién respetó esa turba desgreñada, famélica, viciosa y antipatriota? Sólo a su hambre, a sus vicios, a sus ambiciones de pereza, rapiña y desorden. Si no fuera por la Historia, los militares que hemos tenido nobles y patriotas se hubieran quedado dentro de la tumba que les construyó el ejército; ¡la infamia!

El sistema pretoriano es infalible en sus procedimientos e inexorable en su lúgubre putrefacción. ¿Qué ha hecho el pretorianismo con los héroes de la independencia de la América del Sur? Bolívar recibió incienso como un pontífice, flores como una Virgen, himnos como un héroe y fue aclamado por su ejército como un dios fenicio o persa y al fin tuvo que saltar por una ventana para evitar los puñales de la turba oficialesca que quiso asesinarlo. El divino Sucre fue asesinado. Morazán el fundador de la nacionalidad centroamericana, asesinado también; O'Higgins y San Martín tuvieron que repatriarse y morir en el silencio pavoroso de los dioses sin culto y de los ídolos arrojados a la basura. Páez y Soublette fueron desterrados y después de ellos continuó la marcha macabra pretoriana con los presidentes, sobresaliendo Bolivia donde la turba oficialesca ha asesinado a once de sus ídolos en menos de cincuenta años.

En la Roma imperial tuvo lugar la apoteosis del pretorianismo. Los generales que obtuvieron la púrpura por el sufragio orgiaco de la soldadesca, fueron veinticuatro. De ellos los soldados asesinaron a diecisiete. Othon tuvo que suicidarse para evitar ser asesinado por Vitelio caudillo del cuartelazo iriunfante. Decio hubiera sido asesinado por sus soldados si derrotado no cae en un pantano donde muere. Valeriano hubiera también caído bajo el puñal o la espada del prefecto del pretorio que era el Ministro de la guerra imperial, si no hubiera tenido la fortuna de morir prisionero de guerra. A Claudio II lo mató a tiempo la peste. Sólo Vespasiano, Tito y Septimio Severo mueren de enfermedad debido en gran parte a que se empeñaron en disciplinar al ejército y a no permitirle que se mezclara en cuestiones políticas. No cabe pues duda que el sistema pretoriano es una perla engastada en la punta de un puñal para los militares distinguidos a quien según la Historia no ha favorecido.

Un ejército pretoriano no puede ser base de nada serio. Las tropas que el Vice-Presidente Don Anastasio Bustamante envió a Texas, para que apoyasen las disposiciones que el gobierno creía conducentes para salvar aquel territorio; se le pronunciaron el año de 1832, a favor del Plan de Veracruz. En 1833, la administración liberal triunfante nombró Comandante General de los Estados internos de Oriente al general Don Vicente Filisola con encargo especial de vigilar y repnmlr a los colonos de Texas, pero las fuerzas puestas bajo su mando, como era natural se le pronunciaron en el camino. Filisola nos cuenta lo que hicieron los revolucionarios para Conseguir que se pronunciasen las tropas que bajo sus órdenes marchaban a Texas:

Con esto, y ofrecerles a las tropas que volverían para México, consiguieron los revolucionarios decidirlas a todo lo que quisieron y la noche del 19 se pronunciaron por el plan de Escalada adicionándolo en los términos que les pareció más conducentes a sus ulteriores objetos (1).

Desde entonces se convenció el General Filisola que el ejército mexicano no defendería el territorio de Texas y que dejaría que fuese arrebatado a la nación por un puñado de aventureros a quienes el mismo ejército con sus vicios e indisciplina tenía que enseñar a que despreciasen las armas mexicanas.

Y como por más que hizo (por evitar el pronunciamiento el general Filisola) no lo pudo conseguir, desde entonces desconfió de que en lo sucesivo pudiesen ser mejor reprimidos los colonos de Texas, ni vueltos a la obediencia de las leyes de la Federación (2).

Si en 1836 una parte pequeña del ejército mexicano llegó a penetrar en Texas, fue porque el general Santa Anna le había hecho creer en primer lugar, que él era un segundo Alejandro el Grande, un Invencible, un dios bélico del Hindostán, un Mesías, un ser divino. Siempre que un ejército pretoriano encuentra un caudillo extraordinario que le parece invencible y que sabe seducirlo por la corrupción, se produce entre ambos una verdadera luna de miel más o menos larga. Aun los caudillos ordinarios gozan de pequeña luna de miel con sus pretorianos, que dura algunos días pasados los cuales les dan un puntapié o los matan conforme al ritual en uso. Después de la famosa batalla de Zacatecas, Santa Anna produjo la convicción de ser el Marte de América y los pretorianos durante la luna de miel que le concedieron, aceptaron ir a Texas por poco tiempo, pero en 1843 cuando Santa Anna quiso de nuevo llevarlos, lo arrojaron del poder.

Después del desastre de San Jacinto, el ejército mexicano de operaciones tuvo que evacuar a Texas. ¿Por qué no volvió?

Porque siendo tan urgente reparar aquella pérdida (la de San Jacinto) y volver al campo de las guerras con elementos superiores, el estado del país era intranquilo y diferentes y serias conmociones que sobrevinieron como era natural impedían concentrar la atención y los recursos para oponerlos a Texas (3).

¿De manera que el país por su intranquilidad y serias conmociones se oponía a la reconquista de Texas? El país jamás se opuso a semejante empresa, al contrario siempre se manifestó ardiente para que se llevase a cabo una nueva campaña. El autor de las serias conmociones y de la intranquilidad que hicieron imposible dicha nueva campaña, fue siempre la ameritada clase militar.

¿Por qué el ejército no marchó a Texas á reparar los reveses y las vergüenzas de 1836? El general Tornel, Ministro de la Guerra nos lo dice: Por la necesidad de mantener fuerzas en todos los departamentos para enfrentar las revueltas (4).

¿Pero quiénes hacían las revueltas? Únicamente la clase militar.

En 1838 el gobierno había logrado reunir en Matamoros un cuerpo de operaciones sobre Texas, pero los pretorianos se pronunciaron en San Luis Potosí y la expedición fracasó.

Para atacarlos el gobierno mandó traer de Matamoros mil hombres al mando del General Amador que llegaron después de buena hora porque no sirvieron para derrotar a Ugarte y además se impidió con esta desmembración del ejército destinado a Texas, la reconquista de aquel Departamento (5).

El general Tornel leyendo como Ministro de la Guerra la memoria de su ramo, en la Cámara de Diputados los días 7 y 8 de Enero de 1839 decía:

Es indispensable para atender a dos guerras (contra Texas y contra Francia) preparar y combinar elementos de defensa cuando escasean recursos y cuando hay que atender al mismo tiempo a las disensiones interiores.

Se ve pues que para un ejército pretoriano no importa que el país tenga que sostener al mismo tiempo hasta dos guerras extranjeras; no por tan pequeño motivo han de cesar las disensiones interiores o sean los pronunciamientos. Cien guerras extranjeras puede haber en una nación asolada por pretorianos, sin que se suspenda la tarea de la clase militar de mantener siempre a la orden del día y en los cuarteles, el remate de la silla presidencial, al mejor postor, pagadera con los dineros del presupuesto y la impunidad para todos los crímenes que se encuentren dentro del amplio fuero militar.

El señor Tornel, terminaba la lectura de su memoria con un arranque megalómano: Hay que sostener, decía, las glorias del pueblo contra un invasor extranjero (6). Hubiera sido mejor decir: Hay que sostener la integridad de nuestro territorio; porque en 1839, ¿cuáles eran las glorias del pueblo? ¿Haber hecho su independencia? Hay que convenir en que durante la guerra de independencia más de la mitad del pueblo combatió contra ella, pues siempre fue más numeroso el ejército mexicano realista que el insurgente: la verdadera gloria de la independencia corresponde a nuestros grandes héroes que pelearon contra España y contra la mayoría del pueblo. Es ya tiempo de dar a cada uno lo que es suyo. Por otra parte, nuestra independencia se consumó debido al cuartelazo de Don Agustín Iturbide secundado por la mayoría de los jefes realistas siendo los más importantes de ellos españoles.

¿Cuáles habían sido las glorias populares después de la independencia? ¿Proclamar a Santa Anna el Mesías cuando en 1834 se convirtió en paladín de todos los rencores y privilegios del clero? ¿Haber adquirido en muy pocos años la reputación de ser un pueblo anárquico, vicioso, flojo e ingobernable? ¿No tener crédito financiero, moral, ni intelectual? ¿Manifestarse en la actitud de un agonizante para quien están abiertas las puertas del infierno de la conquista extranjera o de la disolución social?

El Señor Suárez Navarro pintando nuestro estado social en 1833 dice:

En todas épocas y en todos países las facciones políticas han sido inconsecuentes en los medios que emplean para el logro de sus fines; mas en la República Mexicana los partidos han sido tan miserables y mezquinos en sus proyectos e intrigas, que no encontramos en su historia, nada grande, nada admirable en la serie de los disturbios que ellos han promovido en tantos años como la nación cuenta de existencia. Notaremos la sorprendente facilidad con que se han estrellado los muy pocos personajes que han querido infundir un soplo de vida a este país infortunado; el egoísmo, la ignorancia, la depravación de costumbres, la ambición personal y más que todo, la extraordinaria degradación moral del pueblo han sido y serán los obstáculos de su regeneración social (7).

¿cuáles eran pues esas glorias del pueblo que había que defender? ¿Las batallas del Gallinero y de Zacatecas? ¿El saqueo del Parian? ¿Los tumultos judaicos contra los extranjeros.

El general Santa Anna impulsado por una sed de venganza personal descrita como un vuelo de patriotismo tomó desde 1841 empeño en abrir la campaña de Texas y llegó a reunir fuertes elementos.

Como el designio del General Santa Anna fue invariablemente emprender la reconquista de Texas con una división de quince mil hombres y era además necesario cubrir los departamentos con una fuerza igual, fue preciso aumentar el ejército que existía en 1841 y casi se llegó a duplicar como aparece en los documentos insertos en la Memoria expresados, pero la revolución que estalló echó a rodar la obra del patriotismo (8).

¿Y quién hizo la revolución de 1844? El ejército.

Alamán en 1830, no podía conocer los sucesos posteriores que deshonraron al ejército, pero sí conocía los anteriores que lo habían deshonrado ya. Alamán debía saber que el ejército era netamente pretoriano y los ejércitos pretorianos no tienen nacionalidad; su patria, en su rapacidad, su deshonor, su indisciplina y su cobardía. La educación anticientífica de Alamán lo perdió: quería reproducir fotográficamente en 1830, el gobierno colonial esencialmente civil, y consiguió entregar la República al militarismo y clericalismo.

Para resolver la cuestión de Texas lo menos mal posible y tal vez bien, era indispensable encontrar una solución en que para nada interviniese la clase militar.



NOTAS

(1) Filisola, Guerra de Texas, tomo I, pág. 385.

(2) Filisola, obra citada, pág. 388.

(3) La Verdad desnuda sobre la Guerra de Texas, pág. 28, Biblioteca Nacional.

(4) Documento citado, pág. 29.

(5) La Verdad desnuda sobre la Guerra de Texas, pág. 30.

(6) Obra citada, pág. 34.

(7) Suárez Navarro, Historia de México, tomo I, pág. 303.

(8) La Verdad desnuda sobre la Guerra de Texas, pág. 33.

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