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LOS MÁRTIRES DE SAN JUAN DE ULÚA

Eugenio Martínez Núñez

CAPÍTULO DÉCIMOTERCERO

EL CAUTIVERIO DE EUGENIO MENDEZ


Siendo muy joven se lanzó a la lucha.


Desde que en los albores del siglo comenzó la agitación liberal y revolucionaria en la República, Eugenio Méndez Aguirre, que era originario de la ciudad de Veracruz y donde estudiaba jurisprudencia, unió sus esfuerzos a los de los ciudadanos que luchaban contra la Dictadura. En 1902, apenas a los 16 años de edad, se reunió en su misma tierra natal con Laureano Mejía, Aristeo Martínez Núñez, Augusto Aillaud, Rogelio García, Teodoro Hernández, Francisco Gassós y otros jóvenes de ideas levantadas para combatir los desmanes del Gobierno local desde las columnas de un valiente periódico que con el título de La Voz de Lerdo había fundado el inolvidable poeta Santiago de la Hoz como órgano del Club Sebastián Lerdo de Tejada, que el mismo De la Hoz había establecido para propagar, de acuerdo con el Club Ponciano Arriaga de San Luis Potosí, los nuevos ideales de redención y de justicia en el propio puerto jarocho y poblaciones circunvecinas.


Es perseguido y enviado a San Juan de Ulúa.

Además de haberse declarado en dicha publicación como enemigo del régimen dictatorial, Eugenio Méndez confirmó su actitud rebelde en una ceremonia cívica que en 1903 tuvo lugar en una plaza pública del puerto, pronunciando una vibrante composición en que en cláusulas candentes denunciaba los atentados y aun los crímenes del Gobierno porfirista; y como era natural, su viril discurso acabó de conquistarle la animadversión de las autoridades veracruzanas, que desde entonces lo vigilaron estrechamente y lo hicieron objeto de continuas hostilidades. Entonces, viendo que en su solar natío no gozaba de garantías, tuvo que abandonar a su familia para trasladarse a esta capital, a fin de proseguir sus estudios en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y continuar colaborando en publicaciones independientes. Aquí en México se reunió con Teodoro Hernández y otros jóvenes escritores antiporfiristas que estaban coludidos en el movimiento revolucionario que Hilario Salas, de acuerdo con la Junta del Partido Liberal, preparaba en el sur de Veracruz, circunstancia por la cual las autoridades, achacándole alguna participación en el propio movimiento, del cual sólo era un sincero y ardiente partidario, ordenaron que fuera capturado en su domicilio de las antiguas calles del Padre Lecuona, hoy de Costa Rica, y que se le remitiera como reo peligroso a la fortaleza de San Juan de Ulúa.


En la prisión.

Durante su encarcelamiento, que se prolongó por espacio de dos años, el talentoso y casi adolescente Eugenio Méndez sufrió todas las vejaciones, todos los atentados y todos los ultrajes que padecían los presos políticos, y para hacer menos pesadas las horas negras e interminables de su encierro, se dedicaba a escribir versos de combate en que su espíritu juvenil, ansioso por el advenimiento de un mundo mejor sin miserias ni opresiones, expresaba sus anhelos y pensamientos de libertad, de amor y de justicia. Pero en medio de sus tristezas y dolores experimentaba de vez en cuando la alegría de ser visitado por su madre, la señora doña Pastora Aguirre, dama de grandes cualidades y virtudes que le llevaba consuelo y alimento, y que en su misma residencia de la ciudad de Veracruz, a pesar de no disfrutar de una desahogada posición económica, daba albergue a los familiares de algunos de los otros luchadores que también se hallaban en el presidio, atendiéndolos en todas sus necesidades y compartiendo con ellos sus sinsabores y penalidades.


En libertad.

Cuando a fines de 1908 obtuvo su libertad, Eugenio Méndez volvió de nuevo a la ciudad de México a reanudar sus estudios, y ya una vez obtenido el título de abogado, se fue a radicar a la población veracruzana de Ozuloama, donde se consagró al ejercicio de su profesión para atender las necesidades de su numerosa familia. Estando en dicho lugar estalló la Revolución maderista, en la que no tomó parte por las razones mencionadas; y al caer la dictadura, haciendo remembranzas de sus luchas pasadas y de su cautiverio en San Juan de Ulúa, así como explicando los motivos que tuvo para no intervenir en dicho movimiento, el 13 de septiembre de 1911 publicó las siguientes declaraciones en el periódico liberal metropolitano el Diario del Hogar:

... yo tuve la honra de hacerme ciudadano en el Castillo trágico que mira con sus ojos de ventila al puerto, pues en el tal Castillo cumplí mis veintiún años, y antes había tenido el honor de declamar en el Parque Ciriaco Cruz de mi tierra, en el año de 1903, unos versos que provocaron la cólera del Dictador. El Comandante Militar de Veracruz, Joaquín Maas, consignó al Ministro de la Guerra mi poética peroración, fui despojado de mi beca de estudiante, haciéndoseme desde entonces más díficil la obtención de mi título profesional, y cayendo sobre mí la vigilancia policiaca que sufrí durante dos años, hasta que en 1907 se me arrebató por la mano del esbirro de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, y se me condujo con esposas a la prisión de Veracruz. No hago estas evocaciones para atraer sobre mí miradas y admiraciones; por temperamento rehuyo exhibiciones y popularidad, y pruébolo con hechos: he permanecido en esta ppqueña ciudad a pesar de mi vieja amistad con los señores Madero y Sánchez Azcona. En estos momentos en que la baja pasión zumba en las antesalas de todos los palacios de gobierno, y en que la mayoría de los perseguidos y pseudoperseguidos de antes, ocurren a pedir silla en los nuevos festines, yo me he resuelto a seguir viviendo de mi esfuerzo honrado en la lucha por la vida ...

Yo no pertenezco a una familia rica. Muerto mi padre, heme puesto al frente de mi casa y subvengo a mis necesidades y a las de mi familia con mi trabajo profesional. A mis amigos que conocen mi carácter, mis antecedentes y mis antiguas prédicas revolucionarias, extrañará seguramente que yo no hubiera tomado las armas en la pasada revolución: ello debióse a que necesito trabajar para sostener a mi madre y a mis hermanos. Por otra parte, mi abstención activa en la revolución maderista, coincide con mi abstención activa en pedir prebendas o sinecuras.


Colabora en el Gobierno del general Aguilar.

Después de haber sido asesinados los primeros mandatarios Madero y Pino Suárez y de haber triunfado el constitucionalismo, el Lic. Eugenio Méndez fue llamado por su antiguo amigo y correligionario el general Cándido Aguilar que, como se sabe, en 1914 era Gobernador y Comandante Militar del Estado de Veracruz, para que colaborara en su administración revolucionaria; le confirió puestos de primera importancia, los cuales el Lic. Méndez, por su probidad características y amplia cultura general, desempeñó con gran acierto, honradez y alto sentido de responsabilidad.


Representante popular, catedrático y hombre de letras.

Años después se fue a la capital de la República, donde en dos ocasiones fue Diputado al Congreso de la Unión por sendos distritos de su tierra natal; en la Cámara se distinguió como orador de empuje, por sus ideas progresistas y por el interés que en todo tiempo demostró por resolver los problemas de sus representados; y posteriormente, también por elección libre y espontánea de sus conterráneos, fue a ocupar un sitial en el Senado de la República, en el que dejó huella imborrable de su gestión parlamentaria en beneficio del noble y generoso pueblo de su tierra el heroico Estado de Veracruz.

Asimismo, el Lic. Méndez desempeñó diversas cátedras en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, sobresaliendo por sus amplios conocimientos en la materia, e igualmente destacó como hombre de letras, produciendo algunas obras de carácter histórico, científico y literario, todas ellas poco conocidas, pero a juicio de los eruditos, de gran mérito.


Su deceso.

El Lic. Méndez, que fue un hombre alto, de complexión robusta, de alma bondadosa y de magnífica presencia, no sobrevivió mucho tiempo a su actuación en el Senado. En 1938, sin dejar de ejercer sus actividades profesionales para atender el sostenimiento de su familia y la educación de sus hijos, comenzó a sentirse enfermo, teniendo alternativas de gravedad y alivio, hasta que el 31 de julio de 1940, a los 53 años de edad, dejó de existir en su modesta residencia de Tacubaya, rodeado por el cariño de los suyos y de la más alta estimación de sus conciudadanos.

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