Índice de Prolegómenos de la Independencia mexicana de Lucas AlamánCapítulo VII - Primera parteCapítulo VII - Tercera parteBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO SIETE

Segunda parte




Gobierno del arzobispo Lizana.- Remesas de caudales a España.- Préstamos y donativos.- Nombramiento de vocal para la junta central.- Providencias del arzobispo contra los españoles.- Destierro de Cancelada.- Destierro del oidor Aguirre y su regreso.- Conspiración en Valladolid.- Reveses sufridos en España.- Resuélvese la convocación de las cortes para 1° de Mayo de 1810.




Frecuentes habian sido los ejemplares de haberse encargado el virreinato a los arzobispos de México que lo habian desempeñado con acierto, pero en las difíciles circunstancias en que se le confirió al Sr. Lizana, no era de esperar un buen resultado de tal medida, atendido el estado complicado de las cosas y el carácter personal de aquel prelado (1). En la proclama que publicó dándose a reconocer con la nueva autoridad de que habia sido revestido, manifestó las miras de benignidad y conciliación con que se proponia ejercerla, no habiéndola admitido por otra razón, que por no rehusarse a servir en lo que el gobierno lo creia útil en las penosas circunstancias en que se hallaba la nación, pues débil, anciano y enfermo, no bastaba ni aun a soportar el peso de la mitra, que habia estado inclinado a renunciar. Todas estas frases, que han venido a ser puramente de estilo y que han perdido toda su fuerza y todo derecho a ser creidas a fuerza de prodigarse, eran ciertas y sinceras en aquel virtuoso prelado, quien para dar ejemplo del desprendimiento a que excitaba en la misma proclama, cedió para la guerra de España el sueldo que como virrey debia disfrutar, así como antes habia cedido para el mismo objeto todos los sobrantes de su renta episcopal.

Para dedicarse enteramente a los negocios del virreinato, el arzobispo encargó el gobierno de la mitra a su primo el inquisidor Alfaro, el cual no se limitaba a la dirección de los asuntos eclesiásticos, sino que también intervenia en todos los del gobierno político, y muy poco dispuesto a dividir su poder con nadie, alejó enteramente el de los oidores que habian predominado en el virrey anterior. Aprovecháronse de la debilidad de carácter del arzobispo y del estado de enfermedad en que se hallaba, que frecuentemente le obligaba a hacer el despacho en la cama, muchas personas influyentes del partido americano, en especial D. Manuel de la Bodega, que habiendo estado privado de la toga por algunos años por haberse casado sin licencia del rey (2), habiá sido repuesto en ella por este tiempo por influjo del oidor Aguirre, y volvió desde entónces a figurar en el teatro político, en el que lo veremos continuar haciendo distinguido papel. Por efecto de todas estas influencias el arzobispo, que habia propendido a la convocación de un congreso nacional; que arredrado por las dificultades que su sola composición presentaba, habia vuelto atrás y se habia declarado por el extremo opuesto; que habia estado de acuerdo con el partido que se declaró contra Iturrigaray, a cuya prisipon y deposición contribuyó, aunque obrando con tal pusilanimidad que en el acto de hacerla mandó cerrar las puertas de su palacio, las visitó cuidadosamente, dejó en guarda de ellas gente de su confianza, y haciendo celebrar misa a la media noche, recibió la sagrada comunión como viático; ahora por un nuevo cambio de principios, se declaró contra el partido que antes siguió, manifestó según se asegura su error y arrepentimiento, y comenzó a perseguir a los que eran el único apoyo de la dominación española en México, para entregarse en manos de los que querian destruirla. Este cambio de principios del arzobispo virrey en tan delicadas circunstancias, dió el mayor impulso a la revolución, pues de él se aprovecharon diestramente los que la promovian para hacerle desconocer el peligro, y le indujeron a dictar las providencias que más directamente conducian a sus fines.

No por esto se entibiaba el empeño del arzobispo en socorrer con caudales a la España. Pocos dias después de haber tomado posesión del virreinato, llegó a México el comisionado inglés Cockranc (3), enviado por su gobierno para llevar fondos y fue recibido y tratado con más consideración que si fuese ministro plenipotenciario, visitándole las autoridades, algunas corporaciones, entre ellas el consulado y muchas personas de distinción. Las cuantiosas remesas hechas durante el gobierno de Garibay, habian agotado los fondos existentes en la tesorería, y no quedando ningunos que mandar e instando Cockrane por el pronto despacho de la fragata de guerra en que habia venido, el arzobispo se dirigió a algunos cuerpos y particulares para que hiciesen un préstamo o adelanto de tres millones de pesos, reembolsables con los primeros ingresos en las cajas reales. La prontitud con que franquearon sus fondos los principales comerciantes españoles y algunos ricos mexicanos, y las cuantiosas sumas que en pocos dias exhibieron, prueban tanto la disposición que habia para servir al gobierno, como la confianza que este inspiraba y los grandes caudales que entonces existian (4). Entre las personas que más se distinguieron se ven los nombres de D. Antonio Basoco, que prestó 200.000 ps.; igual suma el prior del consulado D. Francisco Alonso de Teran y su hermano D. Antonio; 150 000. D. Tomas Domingo de Acha; D. Gabriel de Iturbe y D. Sebastian de Heras, 100.000 ps. cada uno; el juzgado de capellanías 75.000; D. Eusebio García 6O.OOO; el cabildo eclesiástico de México, el consulado, Yermo, Escalante, Eguia y Noriega 5O.OOO cada uno, y otros muchos comerciantes 50.000 y 25.000, y otras sumas considerables; el marqués del Apartado 80.000, y el de Guardiola 10.000, estos dos últimos mexicanos, siendo pocos los que de entre estos contribuyeron y con cantidades comparativamente módicas. De este modo se reunieron en breve tiempo 5.176.855 ps., en los que se comprendieron 400.000 ps. que el arzobispo hizo tomar por fuerza de la casa del duque de Terranova, marqués del valle de Oaxaca, descendiente de Hernan Cortés, aunque en la lista aparecieron como préstamo voluntario de D. Manuel Santa María, gobernador de su estado y marquesado (5). El reintegro de estas sumas comenzó a hacerse aun antes del tiempo ofrecido, y desde 6 de Septiembre de aquel año, se publicó aviso para que ocurriesen a recibirlas los que no quisiesen dejarlas a rédito a 6 por 100 (6). Estos actos de generosidad se repitieron bajo diversas formas: para las viudas y huérfanos de los que morian en la guerra, para zapatos para el ejército que combatia con los franceses, para socorro de los vecinos de Zaragoza y otros objetos de igual naturaleza. Varias señoras de México excitaron a hacer un donativo a las personas de su sexo, y aunque la colectación sólo se verificó en la capital, Guadalajara y Sombrerete, se reunieron 29.000 pS (7). Aun las pobres indias del pueblo de Huautla, invitadas por el cura, recogieron entre sí diversas sumas que se comprendieron en el donativo general (8).

Aunque habian sido tan considerables las remesas de fondos que se habian hecho a España, las necesidades habian ido siempre en aumento y la junta central tuvo que ocurrir a medios extraordinarios. Uno de estos fue negociar un empréstito voluntario de 20.000.000 de pesos en Nueva España, para lo que se comunicaron órdenes al arzobispo. Nada en las circunstancias podia aumentar tanto el descontento como esta demanda de dinero, siendo la salida continua de él uno de los motivos de queja de los americanos, y era además impracticable la reunión de esta suma, como manifestó Abad y Queipo en una exposición que dirigió al arzobispo virrey en 12 de Agosto, proponiendo otros arbitrios (9). Todo esto lo hizo presente a la junta central el arzobispo, ofreciendo hacer sin embargo cuanto pudiese para que el préstamo se verificase, más por entonces no dió otro paso en esto.

Diéronse también órdenes por el gobierno de España para la confiscación de los bienes del marqués de Branciforte y del duque de Terranova; el primero por haber seguido a los franceses en su retirada de Madrid, y el segundo por haber admitido el nombramiento de embajador en Paris de Murat rey de Nápoles, que era donde el duque residia. Del primero casi no hubo bienes algunos que recoger, y en cuanto al segundo hizo proceder el arzobispo al embargo, no solo de lo que era perteneciente al duque, sino que también hizo llevar a la tesorería los fondos del hospital de Jesus del patronato de este, los de las cajas de comunidad de los pueblos del marquesado del Valle, y hasta los depósitos de sueldos de los empleados de la casa, y si no se procedió a la venta de las propiedades del duque, se debió a la oposición del fiscal de real hacienda Zagarzurrieta, quien hizo ver en su pedimento que no se podia privar a nadie de sus bienes sin un juicio y sentencia en forma, por lo que la disposición del gobierno no podia entenderse más que como un secuestro temporal. Así se hizo, y los bienes se conservaron para ser en adelante objeto de providencias no menos injustas, por parte de los gobiernos independientes, como en su lugar veremos (10). El 4 óe Octubre de 1809 se hizo la elección del individuo qUe debia concurrir a la junta central en representación de la Nueva España (11). En la terna que formaron el arzobispo virrey y la audiencia para que en ella se hiciese el sorteo, obtuvo el primer lugar con todos los votos D. Manuel de Lardizabal, natural de Tlaxcala e individuo del consejo de Castilla; salió en el segundo su hermano D. Miguel con nueve votos, y con uno el oidor Aguirre, y para el tercer lugar tuvo seis votos D. José Mariano de Almansa regidor de Veracruz, tres el oidor Aguirre, y uno el obispo auxiliar de Oaxaca Fr. Ramón Casaus: la suerte decidió en favor de D. Miguel de Lardizabal. Esta elección se solemnizó en todas partes y especialmente en Puebla, a cuya intendencia estaba unida Tlaxcala, pero el nombrado era desconocido para todos, pues desde su niñez permaneció en España, en la que después hizo mucho y no muy plausible papel.

Cada dia se manifestaba más contrario el arzobispo al partido que prendió y depuso a Iturrigaray. Persuadiósele que los españoles intentaban hacer lo mismo con él, y sus temores llegaron a tal punto, que por una órden de la plaza de 5 de Noviembre, se hicieron todas las prevenciones necesarias para evitar uua reunión armada en las inmediaciones del palacio, que fuese a atacar a este (12). Los españoles inquietos con este estado de cosas y con el rumbo que tomaba en España la causa de Iturrígaray, tan contrario a lo que ellos se habían figurado, resolvíeron mandar a D. Márcos Berazaluce (13), con un poder firmado por muchos de los que concurrieron a la prisión de aqra que se presentase como parte e informase con exactitud de todo lo ocurrido. Tuvo el arzobispo conocimiento del viaje de Berazaluce y se persuadió que su objeto era representar para que se le removiese del virreinato, con lo que por medio del alcalde de corte Villa Urrutia, dió órden verbal al de igual clase Collado, para que procediese a prenderlo como lo verificó, llevándolo a la cárcel pública y tomando antes todas las medidas convenientes para evitar su evasión y coger sus papeles. Fue preso tambien el escribano D. Juan Manuel Pozo, que extendió el poder y se sacó de su oficio el protocolo en que aquel constaba, el que habian concurrido a firmar multitud de personas, sin ningún género de misterio. En seguida se les mandó poner en libertad, y en la órden que para ello dió el prelado virrey, decia: que habiéndosele denunciado el instrumento que se estaba firmando, y no sabiendo lo que era ni los sujetos que lo subscribian, habia decretado la prisión del escribano y la sorpresa del protocolo, pero que habiéndolo visto, no habia embarazo para que corriese. ¡Con tanta ligereza se le hacia proceder aun en materias delicadas! Berazaluce presentó el pasaporte que se le habia dado por el virrey Garibay, con lo que se le permitió seguir su viaje, pero emprendido este bajo tan malos auspicios, no tuvo resultado habiendo muerto en el mar de vómito negro, tres dias después de su salida de Veracruz. Igual suerte tuvo en la Habana D. Manuel de Mier y Terán, a quien mandaron los españoles a reemplazar a Berazaluce, sabido el fallecimiento de este.

Pero si la muerte privaba a los españoles de los agentes que mandaban a sostener su causa en la corte, el mismo arzobispo los proveyó del más activo y eficaz que pudieran desear, en la persona de D. Juan López Cancelada, editor de la Gaceta de México. Habia sido este uno de los más acérrimos enemigos de Iturrigaray, y después de la prisión de este, presentó a la audiencia un escrito tan cáustico contra el alcalde de corte Villa Urrutia, pidiendo se le declarase traidor y se le castigase como tal, por el voto que firmó para la reunión del congreso, que aquel tribunal mandó se tachase todo por calumnioso, y condenó al autor a pagar quinientos pesos de multa o a dos meses de prisión. Resentido con el arzobispo por ciertas contestaciones que ocurrieron sobre inserción de las listas de donativos en la gaceta, y exasperado como todo el partido español, por la política que aquel prelado seguia, se desató contra él en términos tan descompasados en las conversaciones y concurrencias, que el arzobispo mandó prenderlo y que se le formase causa por la junta de seguridad y buen órden, de que luego hablaré. Presentáronse muchas personas contra él por insultos y agravios que les habia inferido, entre otros el mismo Villa Urrutia, y el fiscal Robledo pidió que como reo de calumnia grave, continuase preso hasta la finalización de la causa, que terminó con mandarlo a España bajo partida de registro en el navío Algeciras. Llegado a Cádiz, fue puesto en libertad y comenzó a escribir sobre asuntos de América, de los cuales se tenia en España muy escaso conocimiento. Cancelada no tenia instrucción alguna; escribia mal, en estilo tosco y con voces groseras, pero lo animaba aquel fuego de la convicción que a veces compensa estas faltas. Sus escritos produjeron tal efecto, que su primer opúsculo sobre la prisión de Iturrigaray y sucesos que la precedieron (14), estuvo muy cerca de causar un motin popular en Algeciras, en donde el ex-virrey residia, en que su vida habria corrido riesgo. El ayuntamiento de México hizo una representación con motivo de este impreso, ofreciendo presentar un manifiesto para vindicar su conducta, y pidió que entre tanto, se asegurase la persona de Cancelada. Los diputados que fueron de Nueva España a las cortes de Cádiz y el Dr. Mier, tomaron con empeño no sólo contestar, sino cubrir de injurias al autor de aquel papel, que habia hecho conocer el verdadero espíritu que se llevaba en las juntas convocadas por Iturrigaray; pero Cancelada sin arredrarse, siguió escribiendo en un periódico, que tituló el Telégrafo americano, al que contrapuso el Censor, el diputado Alcocer. Pocas personas han servido a España con tanto zelo como Cancelada, sin haber recibido remuneración alguna: Fernando VII a su regreso le hizo poner en un convento, y después no he oido que haya vuelto a figurar.

Otro destierro se hizo en persona de más alta categoría. El arzobispo, desazonado por la censura que de sus providencias hacia el oidor Aguirre de que se le daban informes acaso exagerados (15), o temeroso de otros intentos que se atribuian a aquel magistrado por los que rodeaban al prelado virrey y a cuyas insinuaciones prestaba demasiado fácil ascenso, le mandó salir para Puebla a pretexto de una comisión, y aun se dijo que iba a enviársele a España. La irritación que tal medida causó en el partido español y la desaprobación que de ella hicieron los mismos americanos, a lo menos los más moderados, obligaron al arzobispo a derogarla. Aguirre volvió pocos dias después de su salida y fue recibido en triunfo por su partido, con gran descrédito del arzobispo, quien con esta facilidad en dictar providencias contrarias, daba a conocer que o no meditaba debidamente lo que hacia, o que después de hecho no tenia firmeza para sostenerlo. Túvose por cierto que todo este incidente fue originado de intriga fraguada por una señora de una familia distinguida, célebre en aquel tiempo por su belleza, a quien el arzobispo desterró en seguida a Querétaro. Estas providencias arbitrarias se atribuian al influjo que el inquisidor Alfaro ejercia sobre el arzobispo, y ellas hacian que los españoles de México escribiesen desfavorablemente contra este, tanto a la junta central como en sus correspondencias particulares con los comerciantes de Cádiz. Apoyaba estas noticias siniestras un individuo de su misma casa y familia, D. Pedro José de Fonte, canónigo lectoral, que habia venido de España con el arzobispo a quien debia su fortuna y ascensos, y que despues fue arzobispo de México, él cual dió aviso a la junta central o a algún individuo de ella, de todo lo que estaba pasando en México: dícese que alguno de los empleados en la secretaría envió este informe al arzobispo, quien tuvo por ello tal sentimiento, que aun en su última enfermedad prohibió que Fonte entrase a su cuarto (16). No es creible tal extremo, pues el arzobispo era varón humildísimo, y muy lejos de llevar tan adelante sus resentimientos, estuvo a visitar al oidor Aguirre cuando este enfermó de muerte.

No obstante las condescendencias que el arzobispo virrey tenia con el partido americano, el espíritu de independencia crecia por todas partes, por lo que aquel prelado, aunque no daba toda la importancia que tenian a los movimientos que ya asomaban, creyó necesario reglamentar y dar una forma permanente a la junta consultiva formada por Garibay, para entender en las causas de infidencia. Hízolo así por decreto de 21 de Septiembre de 1809, denominándola junta de seguridad y buen órden, debiendo componerse del regente de la audiencia, un oidor y un alcalde de corte con un fiscal, quedando sujetos a este tribunal privilegiado todos los que tratasen de alterar la paz y fidelidad del reino, o manifestasen adhesion al partido francés por medio de papeles, conversaciones o murmuraciones sediciosas (17). Compusieron este tribunal el regente Catani, los oidores Cal derón y Blaya y el fiscal Robledo.

En el mismo mes de Septiembre tuvo principio la conspiración que se formó en Valladolid, capital del obispado y de la provincia de Michoacán (18). Por la disolución del cantón habian vuelto a esta los dos regimientos provinciales de infantería y caballería formados en ella, y se juntaban en aquella ciudad D. José María García Obeso, capitán del primero, Fr. Vicente de Santa María, religioso franciscano, y otros sujetos, quienes en sus reuniones hablaban de los sucesos políticos, que eran el asunto de todas las conversaciones. Llegó por aquel tiempo a Valladolid D. José Mariano de Michelena, natural de la misma ciudad y teniente del regimiento de infantería de línea de la Corona, que iba a enganchar gente para su cuerpo. Fogoso y emprendedor por carácter, Michelena redujo a un plan formal de conspiración lo que hasta entonces no habia sido más que meras conversaciones, y tomaron parte en el proyecto el cura de Huango D. Manuel Ruiz de Chaves, el Lic. D. José Nicolás de Michelena, hermano del militar, el Lic. Soto Saldaña, el teniente D. Mariano Quevedo, que habia ido a reclutar para su regimiento de Nueva España, y otros muchos. Comenzaron a solicitar a otros en los pueblos de la provincia, con el objeto de formar en la capital de ella una junta o congreso que gobernase en nombre de Fernando VII, si España sucumbia al poder de Napoleón, lo que entonces se daba por seguro: contaban para realizar sus intentos con el regimiento provincial de infantería, habiendo entrado en la conspiración muchos de los oficiales de él, especialmente Mier y Muñiz, capitanes de las compañías de la ciudad; con los piquetes que mandaban Michelena y Quevedo y con los indios de los pueblos inmediatos, cuyos gobernadores estaban en comunicación con García Obeso, que era considerado como el jefe principal de la conjuración, aunque el alma de todo era Michelena. Tratóse en las juntas de que el primero tuviese el mando político y el segundo el militar, pero temiendo los inconvenientes de esta separacion, se resolvió que García Obeso ejerciese una y otra autoridad, y que Michelena con los dos regimientos provinciales saliese a la intendencia inmediata de Guanajuato a propagar en ella la revolución, excitando a los indios con la dispensa del pago de tributo, con lo que estaban seguros de que en breve tendrian diez y ocho o veinte mil hombres. La revolución debia estallar en Valladolid el 21 de Diciembre, sorprendiendo al asesor D. José Alonso de Terán, que estaba haciendo de intendente y al comandante de las armas Lejarza; un herrero declaró que un sargento de Nueva España le habia mandado hacer porción de puñales para matar a los europeos.

Aunque el asesor habia tenido anuncio de la conspiración desde el 14 de Diciembre, habia permanecido en observación sin proceder a la aprehensión de los conjurados; pero advertido de la proximidad del riesgo en la mañana del 21 por el mismo que habia dado el primer aviso, que fue el cura del sagrario de aquella catedral D. Francisco de la Concha, a quien lo comunicó en conciencia el cura de Celaya, residente en Valladolid, que lo sabia por D. Luis Correa, uno de los asistentes a las juntas, mandó prender al P. Santa María y en seguida a los demás. Las declaraciones de varios de los presos y la denuncia espontánea que otros hicieron, pusieron en claro todo lo que se intentaba, sosteniendo los conjurados que el plan no tenia otro objeto que defender los derechos de Fernando VII, y evitar que el reino fuese entregado a los franceses por los españoles residentes en él. El Lic. Soto, quiso excitar un movimiento en los barrios, sabiendo la prisión de sus compañeros, pero fue sin efecto y tuvo que ocultarse. La causa siguió instruyéndose con empeño por el asesor Terán, quien daba frecuente aviso de su estado al arzobispo virrey. Este, creyendo que un procedimiento riguroso podria precipitar la revolución, dispuso en Enero del año siguiente, que García Obeso pasase a servir en el cantón que se habia de formar en S. Luis Potosí, a las órdenes del coronel Emparan; Michelena al de Jalapa, en que se habian de nuevo reunido algunas tropas y los demás que aparecian como reos principales se presentasen en México a donde la causa se remitió, dándose a todos los restantes por prisión la ciudad de Valladolid y sus arrabales. García Obeso confirió su poder a D, Carlos Bustamante, quien obtuvo del arzobispo que se le permitiese pasar a México y allí permaneció libre con todos los demás, hasta que comenzada la revolución del cura Hidalgo, fueron todos reaprehendidos y el teniente Michelena puesto en el castillo de S. Juan de Ulúa. Volvióse a seguir entonces la causa por la junta de seguridad, sin que se descubriese conexión alguna entre la revolución intentada en Valladolid y la que habia estallado en Dolores, en lo que fundaron los presos la solicitud del indulto que se les aplicó en el año de 1813, habiendo sido remitido antes a España a continuar sus servicios contra los franceses el teniente Michelena, y los demás fueron puestos en libertad, aunque con restricciones que no se alzaron del todo hasta Julio de 1817. El P. Santa María se habia huido del convento de S. Diego en donde estaba preso, y murió en Acapulco a donde fue a unirse con el cura Morelos que estaba sitiando aquel castillo. García Obeso falleció poco tiempo después (19), y casi sólo D. José Mariano de Michelena sobrevivió hasta ver la independencia, que fue el primero en promover con un plan formal de conspiración, por lo que obtuvo a su regreso a México el empleo de general de brigada.

Hase pretendido que D. Agustin de Iturbide, teniente entonces del provincial de Valladolid, entró en esta conspiración y que fue quien la denunció, descontento con sus compañeros porque no le ofrecian el alto grado que pretendia obtener entre los jefes que se habian de nombrar, conforme el plan de empleos y sueldos que se encontró entre los papeles de los conspiradores; pero en la causa no sólo no se halla indicio alguno de tal complicidad y denuncia de Iturbide, que asienta por cierta D. Carlos Bustamante en su Cuadro Histórico, fundado en una instrucción que le dió el general Michelena, sino que se hallan las pruebas de todo lo contrario. El asesor Terán, en nota reservada al arzobispo virrey de 8 de Enero de 1810, recomendó a Iturbide por su eficacia en la aprehensión de Correa, habiendo tenido para verificarla que andar veinticinco leguas, y propuso a aquel prelado le escribiese una carta particular dándole las gracias, y es claro que si Iturbide hubiese sido el denunciante de la conspiración, el asesor en una comunicación reservada no hubiera omitido hacer mérito de ello, cuando recomendaba un servicio de menor importancia. Además, el mismo Iturbide aparece entre los testigos, declarando que concurrió por casualidad a la casa del Lic. Michelena en donde se tenian las juntas, y habiendo encontrado en ella a varios de los que las formaban, estos parecieron desconcertados por su presencia y afectaron estar en conversación sobre cosas indiferentes. Si Iturbide hubiera estado en el secreto, sus compañeros viéndole entre los testigos que deponian contra ellos, no hubieran dejado de echarle en cara su felonía, tanto más que no anduvieron escasos en mutuas recriminaciones. Es pues claro por todo lo dicho, que Iturbide no tuvo parte en la conspiración, y que obró leal y francamente contra ella, lo que está en consonancia con todos sus procedimientos en aquella época.

En la misma instrucción dada por el general Michelena a Bustamante se dice, que entraban en esta conspiración los capitanes del regimiento de la reina Allende y Abasolo; que Michelena pasó a Querétaro a tener una conferencia con el primero, y que el segundo debia haberse presentado en las juntas de Valladolid y que por no haber podido verificarlo, dirigieron ambos una carta manifestando estar de acuerdo en todo lo que se intentaba, la que por estar en cifra no pudo ser entendida por el asesor Teran que mandó agregarla a la causa. No hay en ella el menor indicio de todo esto, aunque por no haberse instruido completamente, quedaron sin descubrirse las ramificaciones que el plan tenia en otros puntos, especialmente en la capital y Querétaro; más sin embargo, es de notar que en los autos que se formaron y se hallan íntegros en el archivo general, no hay carta alguna en cifra, y que el mérito en que los conspiradores fundaron su solicitud para el indulto, según arriba se ha dicho, fue la ninguna conexión que su proyecto tuvo con la revolución que se habia verificado, no haciendo tampoco referencia alguna a la conjuración de Valladolid los jefes de aquella en sus respectivas causas. Pudo sin embargo haberse ocultado la conexión de una y otra por la interrupción de la sumaria, que dió lugar a que los conspiradores quedando en libertad, siguiesen trabajando para la ejecución de su plan con más experiencia y precaución.

Para calmar la inquietud que causaron estos sucesos, el arzobispo virrey en su proclama de 25 de Enero de 1810 dice con referencia a ellos: Yo lo publico y declaro con suma complacencia: en el tiempo de mi gobierno en este virreinato, ni en la capital, ni en Valladolid, ni en Querétaro, ni en otro pueblo en que ha habido algunos leves acaecimientos y rumores de desavenencias privadas, he encontrado el carácter de malignidad que los poco instruidos han querido darles, pues ellos no han nacido de otro orígen, que de la mala inteligencia de algunas opiniones relativas al éxito de los sucesos de España, o de falsas imposturas, en que se ha desahogado el resentimiento personal, y en esta inteligencia he procedido- y procederé en semejantes particulares acontecimientos, en cuanto baste a acrisolar la conducta de los inocentes, y a corregir las equivocaciones y ligereza de los otros, y pues vuestro virrey está tranquilo, vivid vosotros también seguros. Con esta falsa confianza y dando la bendición, como dijo en otra proclama, con el bastón de virrey en una mano, y el báculo pastoral en la otra, creia el buen prelado afianzar la tranquilidad de un pais, en que el fuego revolucionario que desde la capital se atizaba, iba cundiendo con tanta más celeridad, cuanto que con el resultado de la conspiración de Valladolid y con estas proclamas, se daban a los conspiradores todas las seguridades que podian apetecer, y se arredraban los que pudiesen denunciarlos.

Tomábanse entre tanto por el arzobispo medidas de defensa, a lo que le inducian los que influian en sus resoluciones, contando con que las tropas que se levantasen, serian otros tantos apoyos de la independencia, en cuya idea se confirmaban viendo complicados en la conspiración de Valladolid varios oficiales de aquel regimiento provincial, y aún los de línea que estaban allí de bandera. Mandáronse pues reunir algunos cuerpos de milicias, y se arreglaron en batallones las compañías sueltas que Iturrigaray habia creado en varios pueblos, las que hasta entonces eran imaginarias, no habiendo tenido aquel más objeto que recibir gratificaciones con la provisión de los empleos de esta clase que eran entonces estimados, y este es el origen de los batallones de Tula, Cuautitlán, Tulancingo y otros: se aumentó un batallón a los dos que formaban el regimiento fijo de Veracruz, y se comenzó a levantar un cuerpo de infantería con el nombre de fijo de Santo Domingo, destinado a guarnecer la parte de aquella isla cedida a la Francia por el tratado de Basilea que se acababa de recobrar, cuyo cuerpo nunca llegó a salir para su destino. Compráronse armas en los Estados Unidos; se despachó un bergantin de guerra a Manila para traerlas de allá, y se iba a mandar un comisionado a Lóndres con el mismo objeto, a cuyo fin se abrió una suscripción que produjo considerables sumas (20). Además de los cien cañones de artillería que estaba construyendo D. Manuel Tolsa por cuenta del tribunal de minería, presentó un proyecto D. Francisco Rengel para establecer una fundición en que se haria un cañon semanario, y necesitándose 8.000 ps. para habilitar los moldes y demás útiles, los franqueó el cabildo eclesiástico de Michoacán por medio del Lic. D. Carlos María Bustamante, quien autorizado por el gobierno, siguió colectando otras sumas con el mismo objeto (21).

Nuevos y muy graves acontecimientos de España complicaron más y más el estado de las cosas en México. Se ha dicho más arriba que la guerra de Austria en 1809 obligó a Napoleón a retirar sus ejércitos de España, reduciendo sus operaciones a una mera guerra defensiva. Aprovechando estas circunstancias, avanzó como también hemos visto, el ejército ingles que a las órdenes de Lord Wellington ocupaba a Portugal, y siguiendo el curso del Tajo se situó en Talavera, unido con el ejército español del mando de D. Gregorio de la Cuesta, mientras que otro ejército español a cuya cabeza estaba D. Francisco Javier Venegas, se extendió hasta Aranjuez amenazando a Madrid. Aunque el ejército aliado rechazó con gloria a los franceses en Talavera, no sólo no aprovechó aquella ventaja, sino que como sucede casi siempre cuando obran juntas tropas de diversas naciones sin reconocer a un solo jefe, los ingleses desavenidos con los españoles se retiraron a Portugal, y dieron ocasión a que los franceses cargasen con todas sus fuerzas sobre Venegas, quien imprudentemente se aventuró a dar la batalla de Almonacid en la que fue derrotado. Los franceses no emprendieron sin embargo por entonces nada sobre las Andalucías, con lo que los restos del ejército español retirados a Sierra morena, se rehicieron y aumentaron en términos de avanzar de nuevo sobre Madrid, cuya ocupación se tenia por tan segura, que los empleados que se hallaban en Sevilla, ansiosos de volver a la capital, estaban ya disponiendo su marcha.

No escarmentados los generales españoles con el mal éxito de cuantas batallas habian dado, excepto la de Bailen, aventuraron la de Ocaña en la que el ejército español fue completamente desbaratado y puesto en fuga. Era ya para entonces concluida la guerra de Austria, con lo que Napoleón habiendo aumentado sus tropas en España, determinó que estas, a cuya cabeza se puso su hermano José, invadiesen las Andalucias: los españoles no pudieron defender las gargantas de Sierra morena y los franceses se derramaron por todas aquellas provincias, no habiéndose salvado más que la isla gaditana por la oportuna retirada del duque de Alburquerque, que contraviniendo a las órdenes que se le habian dado, con una marcha rápida vino a cubrirla con el ejército que mandaba en Extremadura, y llegó al puente de Suazo cinco dias antes que los franceses que marchaban a ocuparlo.

La junta central, al acercarse los franceses a Sevilla, dispuso retirarse a la isla de Leon que hace parte de la gaditana, pero apenas habian empezado a salir algunos de sus miembros, cuando la facción que le era contraria en la junta de aquella capital, se declaró contra ella y quiso constituirse en junta soberana, cuyas facultades ejerció hasta que los franceses ocuparon la ciudad. ¡Lamentable ejemplo de los excesos a que conducen las disensiones intestinas, que no basta a apagar ni aún el común e inminente riesgo! Los individuos de la central al trasladarse a la isla de Leon corrieron gran peligro de sus vidas y a duras penas pudieron llegar a aquel punto, donde para evitar un motin popular que hubiese terminado de una manera violenta la existencia de aquel cuerpo (22), tuvieron que disolverse, creando en sus últimos momentos una regencia de cinco individuos, que salvase a la nación de la anarquía procediendo con más prontitud y energía que un cuerpo numeroso, y convocando las cortes para cuya instalación señalaron el 1° de Marzo siguiente, determinando en su decreto de 29 de Enero de 1810 la forma que habian de tener y órden de proceder en ellas, que no tuvo efecto porque la regencia no lo publicó, y aun se supuso haberse extraviado.




Notas

(1) D. Carlos Bustamante lo elogia diciendo (Sup. a los tres diglos, fol. 244) que era tan candoroso como un niño. ¡Qué calidad para gobernar en las circunstancias en que tomaba el mando!

(2) D. Manuel de la Bodega y Mollinedo fue privado de la toga por haberse casado con Doña Soledad Maldonado de Puebla. Era natural del Perú, y entre las comisiones importantes que desempeñó siendo oidor, fue una la de formar la causa del asesinato ruidoso del gobernador de Yucatán D. Lucas de Galvez, para lo que pasó a aquella península. Su reposición se verificó en 19 de Abril de 1809.

(3) Cockrane llegó a México el 26 de Julio. Véanse las gacetas de aquel tiempo sobre las atenciones que se le tuvieron. A su paso por Puebla, habiendo manifestado deseo de tener dos de los mejores cuadros de la vida de la Vírgen, de Murillo, que están en el convento del Carmen, se le regalaron inmediatamente.

(4) La lista de los prestamistas consta en la Gaceta extraordinaria de México de 11 de agosto de 1809, tom. 16, núm. 102, fol. 761, y Gaceta de 23 del mismo, núm. 105, fol. 787. Véanse en el apéndice número 14 las sumas dadas en esta y otras ocasiones por Basoco y Yermo.

(5) Toreno en su historia tomo 3°, fol. 110. Ap. nÚm. 3 fol. 306, presenta este despojo como uno de los actos de generosidad de los españoles residentes en América, y el gobierno de España lo creyó así, pues premió a Santa María con la Cruz de Carlos III.

(6) Gaceta de 6 de Septiembre, tom. 16, núm. 110, fol. 826.

(7) Gaceta extraordinaria de 13 de Noviembre de 1809, tomo 16, núm. 137, fol. 1024.

(8) Gaceta de 28 de Agosto, id. id., núm. 105, fol. 786 y 787.

(9) Colección de sus obras desde el fol. 122 en adelante. México, Imprenta de Ontiveros, 1813; y Dr. Mora en el lugar arriba citado.

(10) El apoderado del marqués de Branciforte era D. Silvestre Diaz de la Vega, director del tabaco, hombre de capacidad e instrucción y amigo de aquel virrey, quien dijo no haber en su poder otra cosa que un cajón de conchas y unos plumajes de los caballos del coche, los que entregó. Bust. Suplem. a los tres siglos, tomo 3° fol. 266, con referencia a la correspondencia del arzobispo virrey. Los comisionados para el secuestro de los bienes del duque de Terranova, fueron D. José María Laso oficial de las cajas, y el oidor Bodega. Lo tomado por el gubierno en este secuestro y el producto de las rentas de la casa mientras duró, con lo que ya se había mandado tomar por el arzobispo cuando Cockrane vino, forma el principal crédito del duque contra el gobierno.

(11) Gaceta extraordinaria de 4 de Octubre, tomo 16, núm. 122, fol. 901.

(12) Martiñena ha publicado esta orden de la plaza, fol. 78.

(13) Este Berazaluce concurrió en representación de los voluntarios que prendieron al virrey Iturrigaray, a la formación del inventario de sus bienes. Véase toda la relación de su prisión, en Martiñena, fol. 76.

(14) El título era Verdad sabida, y buena fe guardada. Origen de la espantosa revolución de Nueva España, comenzada en 15 de Septiembre de 1810. Cádiz, imprenta de D.Manuel Santiago de Quintana, 1811. Todas las noticias relativas a Cancelada referidas aquí, están sacadas del prólogo del tomo 1° de la obra de Mier.

(15) Dícese que Aguirre, hablando del arzobispo, lo llamaba por desprecio el colegial por alusion a su impericia en el gobierno. Aguirre previó la persecución de que sería objeto gobernando el arzobispo, pues, pocos días ántes de que este tomase posesión del virreinato, solicitó su jubilación.

(16) Así lo refiere el Dr. Mier, quien atribuye la comunicación del informe de Fonte al ministro Sierra.

(17) Gaceta de México de 23 de Septiembre de 1809, tomo 16 núm. 116, fol. 866.

(18) Todo lo relativo a esta conspiación, lo he sacado de la causa instruida a los conspiradores, que se halla en el archivo general, y de la correspondencia reservadisima que sobre este asunto siguió el asesor de la intendencia Terán, con el arzobispo virrey.

(19) D. Gaspar Cevallos, español, dependiente que había sido del padre de García Obeso, español tambien, y a cuyo servicio empezó a hacer su fortuna, pasó a México para auxiliar al hijo de su amo en su trabajo, y fue su fiador para que saliese de la prisión: sostúvole en esta a sus expensas, y después de su muerte siguió manteniendo a su hermana, a la que dejó parte de su fortuna, que repartió entre esta señora, unos sobrinos suyos, el hospital de S. Juan de Dios de México, encargado a las hermanas de la caridad, al que hizo mucho bien durante su vida, y los pobres de Morelia en donde hizo su caudal. Estos ejemplos de lealtad y generosidad, eran frecuentes entre los españoles viejos residentes en México.

(20) En la Gaceta de México de 30 de Marzo de 1810, tomo 1° núm, 55, f. 169, puede verse la circular del arzobispo virrey, en que especifica las disposiciones tomadas para aumentar tropas y proporcionar armamento.

(21) Véase en las gacetas de 23 de Marzo, tomo 1° núm. 32, fol. 247, y 10 de Abril, tomo 1° n. 40, f. 303, lo relativo a esta fundición de cañones.

(22) Muchos de los individuos que componían la junta fueron perseguidos. El conde de Tilly murió preso en el castillo de Santa Catalina en Cádiz, acusado de que de acuerdo con el duque de Alburquerque, había intentado embarcarse para América con una parte de las tropas que aquel mandaba, viendo perdida a Sevilla. Otros sufrieron otros indignos tratamientos que pueden verse en Toreno, tomo 4°, lib. 15, fol. 133.

Índice de Prolegómenos de la Independencia mexicana de Lucas AlamánCapítulo VII - Primera parteCapítulo VII - Tercera parteBiblioteca Virtual Antorcha