Índice de Prolegómenos de la Independencia mexicana de Lucas AlamánCapítulo VII - Segunda parteApéndice Documento 1 Biblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO SIETE

Tercera parte




Establecimiento de la primera regencia.- Precipitada remoción del arzobispo Lizana.- Gobierno de la audiencia.- Donativos para armamento y otros objetos.- Junta para un préstamo de veinte millones.- Convócanse las cortes.- Nombramiento de diputados.- Instalación de las cortes.- Es nombrado virrey D. Francisco Javier Venegas.- Su llegada.- Providencias que trajo.- Indignación que causaron.- Conclusión del libro primero.




Las noticias de la invasión de las Andalucías y de la disolución de la junta central recibidas en América, causaron la revolución de Buenos Aires, Caracas y Santa Fé, en donde se establecieron juntas que gobernasen durante la ausencia de Fernando VII, convocadas por los mismos virreyes y autoridades españolas, que fueron luego depuestos declarándose poco tiempo después la independencia, del mismo modo que se intentó hacer en México con la junta que iba a reunirse por órden de Iturrigaray. A Veracruz llegó el aviso de estos sucesos el 25 de Abril de 1810, por el bergantín S. Francisco de Paula salido el 2 de Febrero de Málaga, en donde en aquella fecha no se sabia todavía el establecimiento de la regencia, y el gobernador de aquella plaza tuvo por tan sospechosos al capitán y pasajeros conductores de tan tristes nuevas, que los hizo quedar presos a bordo, así como toda la tripulación, haciendo antes una prolija visita y exámen de sus equipages. Dábase por perdida la causa de España, y así lo creyeron el arzobispo y los oidores que en tres acuerdos continuos y secretos, trataron de lo que en tales circunstancias debia hacerse, habiéndose decidido a invitar a la infanta Doña Carlota Joaquina, que antes habia pretendido ser reconocida regenta por ausencia de su hermano Fernando VII, para que con esta investidura, viniese a gobernar estos dominios (1). Las noticias que en seguida se recibieron de la instalación de la regencia, impidieron se llevase a efecto esta resolución, frustrándose por la segunda vez el establecimiento pacífico de una monarquía, con lo que la independencia se habria hecho por sí misma, sin los sacudimientos violentos que la nación ha sufrido y que tendrá todavía que sufrir por largo tiempo.

Los individuos nombrados para la regencia fueron el obispo de Orense D. Pedro de Quevedo y Quintano, célebre porque llamado al congreso de Bayona, contestó con dignidad y firmeza, combatiendo los intentos de Napoleón por quien fue proscrito; D. Francisco de Saavedra, presidente que, habia sido de la junta de Sevilla y ministro de hacienda de la central; D. Francisco Javier Castaños, a quien honraban los laureles de Bailen, aunque algo marchitos con la derrota de Tudela, y D. Antonio Escaño, oficial distinguido en la marina: la elección del vocal que debia ser americano, recayó en D. Estévan Fernandez de Leon del consejo de Indias, pero por no haber nacido en América aunque su familia estaba radicada en Caracas, y por la oposición que mostró la junta de Cádiz, fue inmediatamente subrogado por D. Miguel de Lardizabal y Uribe, vocal nombrado para la jUnta central por la Nueva España. La regencia fue solemnemente reconocida y jurada en México (2), y se mandó por el arzobispo virrey que lo fuese por todas las autoridades y corporaciones del reino, como se verificó y se procuró alentar de nuevo la confianza perdida con los recientes acontecimientos, publicando las disposiciones del nuevo gobierno para continuar con empeño la guerra; sin embargo, la impresión que aquellos habian producido no podia desvanecerse con estas esperanzas, y sólo los españoles se prometían ver salir a su patria triunfante de entre tantas desgracias, pero en los americanos habia la persuasión contraria, y en verdad era difícil figurarse, ni aun con la más ardiente imaginación, que de la isla gaditana y de las líneas formidables de Torresvedras (3), a fuerza de constancia y heróica resistencia, habia de salir el fuego que cundiendo por toda la Europa y enlazándose unos sucesos con otros, habia de acabar ppr echar por tierra aquel coloso de poder que parecia entonces invencible (4). Al mismo tiempo que la regencia, se estableció en Cádiz una junta elegida popularmente, que aunque al principio no tuvo más objeto que atender a la defensa de la plaza, vino a hacerse superior y más poderosa que la regencia misma. Compuesta de comerciantes relacionados con los de México, e impuestos por estos de lo que pasaba bajo el gobierno del arzobispo, hicieron que la regencia le removiese del mando que se le previno entregase a la audiencia, y aunque esto se hizo con el pretexto honroso de su edad y enfermedades (5), remunerando sus servicios con la gran cruz de Carlos III, no por eso dejó de sentir este desaire que sufrió con cristiana resignación, pero que le hizo declararse más contrario a Yermo y a los españoles a cuyo influjo lo atribuia.

El arzobispo en su administración política se habia dedicado a todos aquellos ramos que de más cerca se tocaban con su oficio pastoral. Las heladas extemporáneas habian hecho perder en el año de 1809 mucha parte de los maices, alimento principal del pueblo, que quedaba expuesto a la escasez y carestía para el año siguiente, y trató por prudentes reglamentos de evitar estos males, impidiendo el monopolio de las semillas que pudiera haberlos aumentado. Cuidó de remediar los desórdenes del juego y otros escándalos públicos, pero quiso trasladar las virtudes de la mitra a las funciones del gobierno político, lo que ha hecho que la audiencia de México haya dado a su gobierno el nomhre de pontificado, en un informe célebre hecho a las cortes de España, de que tendré que ocuparme mucho en su lugar (6). El arzobispo reconoció cuando la revolución estalló, que habia sido engañado en el sistema que en su gobierno siguió, y entonces veremos que quiso remediar con excomuniones y pastorales el mal que habia precipitado por imprevisión. Murió un año después estimado por sus virtudes, reconociendo hasta sus más decididos contrarios que si habia errado, habia sido por equivocación, pero sin que jamás se sospechase de su lealtad y recta intención (7).

Si habia sido un error de la junta central conferir el mando de la Nueva España al arzobispo Lizana en las críticas circunstancias en que se le entregó, fue todavía mayor el de la primera regencia en confiarlo a la audiencia en momentos más difíciles, pues una corporación de letrados, lentos en sus procedimientos y acostumbrados á las ritualidades del foro, no podia ser adecuada para gobernar en un tiempo en que se requeria toda la actividad y expedición de un hombre sólo y enérgico. Aun en tiempos ordinarios y tranquilos, se habian echado de ver los inconvenientes que resultaban del gobierno de las audiencias, en los casos en que el virrey moria sin que hubiese pliego de providencia, como se habia acostumbrado y prevenian las leyes; por lo que, como antes hemos visto, se habia mandado que en tales ocurrencias el mando recayese en el militar de mayor antigüedad y graduación. No parece sino que la regencia en esta ocasión, influida por la junta de Cádiz, no trató de otra cosa que de remover cuanto antes al arzobispo, sin pensar mucho en quien habia de sucederle. Pudo tambien ser que debiendo durar corto tiempo el gobierno de la audiencia, no se creyese que habia inconveniente, viendo que aquella corporación habia sido el apoyo del partido español, y la que había dictado todas las primeras providencias despues de la prisión de Iturrigaray, pero desde entónces habian ocurrido alteraciones de mucha importancia en el seno mismo de aquel cuerpo. El regente Catani, sobre quien debia recaer el peso principal de la administración, era un anciano octogenario, sometido a las iguales influencias que el arzobispo, sin el mismo desprendimiento de ambición e intereses mundanos que aquel prelado, y estaba además enemistado con el oidor decano Aguirre, habiéndose formado cada uno su partido y entrado a engrosar el opuesto a Aguirre el oidor Bodega, que habia gozado de mucho crédito con el arzobispo. Existia pues una discordia declarada entre los mismos que iban a ejercer la autoridad y de ella se resintieron todos los actos de esta.

El 8 de Mayo entró la audiencia en ejercicio del poder supremo, y en 9 del mismo organizó su gobierno, procurando darle la actividad y expedición que era posible en una corporación numerosa. Declaróse que conforme a las leyes y disposiciones de la materia, el gobierno superior del reino y la capitanía general pertenecian a la audiencia en cuerpo, y que la presidencia de esta, la superintendencia de real hacienda y subdelegación de correos, habian recaido en el regente. Que este despachase por sí sólo y como delegado de la audiencia, todas las providencias diarias y las que estimase urgentes, dando en seguida cuenta. Que en el ramo militar se consultase para mayor acierto con una junta de jefes, y que en todos los demás despachasen por si los oidores comisionados, y para que quedasen expeditos el regente y los dos oidores ocupados en la junta de seguridad, esta se compusiese del gobernador de la sala del crimen y de los dos alcaldes de corte más antiguos, quienes habian de consultar con el acuerdo las providencias meramente gubernativas, quedando expedita la jurisdicción de la sala para las de justicia (8).

Se continuó colectando el donativo para procurar armamento, pero no se mandó el comisionado que habia de ir a comprarlo a Inglaterra. Este donativo produjo más de doscientos mil pesos, y al mismo tiempo se recogia otro que fue todavía más cuantioso, para mandar zapatos a los ejércitos de España donde se dificultaba hacerlos, segun manifestó a la audiencia el comandante del navío inglés Baluarte, Flemming, invitando a una suscripción con este objeto, y otra se hizo en Veracruz para pagar el flete de un buque que condujo a Cádiz azufre y plomo para las fábricas de municiones: todo lo cual manifiesta cuanto abundaba el dinero, no obstante las grandes sumas que se habian remitido a España y las que se estaban sacando para Inglaterra por el giro de letras, autorizado por la regencia hasta la cantidad de diez millones de pesos (9), y no menos la generosidad con que se daba para estos objetos patrióticos, especialmente por los europeos eStablecidos en el pais. La regencia mandó al arzobispo diese gracias a los que habian contribuido a los donativos y préstamos anteriores, proponiendo los premios de que juzgase dignos a los que más se habian distinguido, y la audiencia cumplió la primera parte de esta disposición, publicando en la gaceta la real órden para satisfacción de los interesados (10). Para realizar el préstamo de veinte millones solicitado por la junta central, se habia procedido gobernando el arzobispo a nombrar los comisionados de los consulados de México, Veracruz y Guadalajara, que debian componer la junta que se habia de establecer en México. Reunidos estos, se instaló la junta el 19 de Mayo presidida por el regente Catani, y en su primera sesión hizo el nombramiento de secretario y tesorero, acordó los puntos principales que habian de servir de base de sus operaciones, y pidió los datos necesarios sobre los productos de los ramos que se habian de hipotecar para el pago de los intereses, a todo lo cual se dió publicidad, invitando a que concurriesen con sus luces, todos los que pudieran contribuir al acierto en tan delicada materia. No se procedió por entónces a mas, y los acontecimientos sucesivos impidieron absolutamente que tuviese efecto este empréstito, que siempre se tuvo por irrealizable (11).

Hemos visto en su lugar que la junta central al disolverse, acordó las medidas que tuvo por conducentes para acelerar la reunión de las cortes. Desde que aquella se hallaba en Aranjuez, propuso se convocasen D. Gaspar Melcbor de Jovellanos, y antes lo habia dispuesto en Bayona Fernando VII, encargando la ejecución al consejo de Castilla. La experiencia de los negocios, que suele calificarse de rutina y adhesión a añejas ideas, habia hecho que se opusiese constantemente el conde de Floridablanca, pero muerto este en Sevilla a donde la central se trasladó, se volvió a promover la reunión e hizo proposición en forma D. Lorenzo Calvo de Rozas, la que después de largo exámen y opuestos pareceres se aprobó, y en 22 de Mayo de 1809 se publicó el decreto de que se ha hecho mención, limitado a declarar el restablecimiento de la representacion legal de la monarquía en sus antiguas cortes, y a formar una comisión de cinco individuos que fijase la forma que estas habian de tener, materias de que se habian de ocupar y parte que la América habia de tener en ellas.

A grandes dificultades estaba sujeto el arreglo de estos puntos, y para vencerlas, era menester comenzar por formar una especie de constitución, por la que se reuniesen en un sólo cuerpo los diversos reinos que en diferentes tiempos y con parliculares mOtivos, recayendo en una misma persona, habian venido a formar la actual monarquía española. Cada una de sus partes tenia su legislación especial y en tiempos antiguos habia tenido sus cortes, a las que generalmente concurrian los tres brazos de la nobleza, eclesiástico y del estado llano, representado este por los procuradores que nombraban los ayuntamientos de las ciudades y villas que tenian este derecho o que eran llamadas por los reyes, y estos ayuntamientos eran de elección popular. Las alteraciones que todo esto habia sufrido habian reducido la celebración de cortes, desde el establecimiento de la dinastía de Borbón, a la concurrencia en Madrid de los diputados de algunas ciudades de Castilla y de Aragón para la jura del príncipe de Asturias. Navarra habia conservado las suyas con los tres brazos; Vizcaya sus juntas populares bajo del célebre árbol de Garnica, y Asturias las de los diputados de sus concejos.

La junta central habia resuelto que las cortes fuesen de dos cámaras, formada la una por los diputados nombrados popularmente, y la otra por la reunión de los dos estamentos de la nobleza y el clero, siguiendo los principios que sostuvo Jovellanos, y en este concepto se expidió la convocatoria para la elección de diputados de las provincias de España, los que debian hallarse reunidos en la isla de Leon para 1° de Marzo de 181O: se dejó para después el citar a los individuos que habian de componer la cámara de los privilegiados por creerlo más pronto, y nada se resolvió en cuanto a la representación de la América. Esta, en el decreto de 31 de Enero, dado por la central en el momento de su disolución, se determinó fuese por entonces solamente supletoria, sorteando entre los naturales de América residentes en España, cuarenta individuos entre los que habian de sortearse veintiseis diputados, y lo mismo se previno respecto a las provincias de España que no podian hacer elección por estar ocupadas por los franceses. Este decreto no habiéndose publicado, y no teniendo empeño la regencia en la pronta reunión de las cortes, por real órden de 14 de Febrero mandó se procediese a la elección directa de diputados en las provincias de América y Asia, nombrando el ayuntamiento de las capitales de las provincias tres individuos, de entre los cuales se había de sortear el que hahia de ser diputado. Estos se previno concurriesen en la isla de Mallorca, donde esperarian la reunión de las cortes, que los sucesos de la guerra obligaban a dilatar hasta que pudiera hacerse con la seguridad y solemnidad conveniente. La audiencia hizo publicar por bando esta disposición en 16 de Mayo (12), y mandó se procediese a la elección de diputados por las provincias del virreinato, sin comprender las internas que independientemente la hicieron, y contando entre aquellas para este efecto, aunque no eran intendencias, a Quérétaro, Nuevo Leon y Nuevo Santander y también a la ciudad de Tlaxcala, por las consideraciones que siempre se le habian guardado, por los servicios hechos por los antiguos tlaxcaltecas en la época de la conquista. Hiciéronse las elecciones en cumplimiento de esta órden y recayeron en su mayor parte en eclesiásticos, cuyo influjo era grande en aquel tiempo, y que veian en la diputación un camino abierto a las canongías y otros ascensos de la carrera, o en jóvenes abogados que residian en España pretendiendo empleos (13). Mucbos de los diputados se embarcaron en el navío ingles Baluarte, y cada uno llevó consigo algunos parientes o recomendados a quienes proporcionar empleo con el influjo legislativo, sin que se opusiese a este espíritu de pretender empleos en España el deseo de hacer la independencia en América, pues se contaba con hacer valer en esta y que quedase subsistente, lo que se hubiese obtenido en aquella.

Pero mientras la regencia llevaba tan despacio la reunión de las cortes, nuevos incidentes le obligaron a acelerarla. Los diputados de algunas juntas provinciales que estaban en Cádiz, presentaron a la regencia en 17 de Junio por mano de dos de ellos (14), una animada exposición recordando la olvidada promesa de la pronta reunión de aquel cuerpo, objeto entonces de los deseos y esperanzas de la nación. Después de una disputa no poco acalorada, la regencia dio una respuesta satisfactoria, y amedrentada por la agitación que se advertia en los espíritus y por las repetidas exposiciones de la junta del mismo Cádiz, promulgó el 18 del propio mes de Junio, un decreto por el que mandó se procediese sin demora a las elecciones de diputados en donde no se hubiesen verificado; que estos estuviesen en la isla de Leon en todo el mes de Agosto inmediato, y que las sesiones se abriesen luego que hubiese reunido un número suficiente de ellos. El modo de elección que se estableció fue, que las ciudades de voto en cortes nombrasen un diputado, otro cada junta de provincia, y uno en fin por cada 50.000 personas, teniendo voz en la elección los españoles de cualquiera clase, avecindados en el lugar donde aquella se hacia, de mas de 25 años y con casa abierta, no requiriéndose tampoco ninguna otra condición en los elegidos. Para suplir por las provincias de España ocupadas por los franceses, se juntaron en Cádiz los nativos de cada una de las que estaban en este caso, presididos por un consejero de Castilla y nombraron un diputado por la respectiva, y en cuanto a las Américas y Asia, no pudiendo llegar a tiempo los diputados que se habia mandado nombrar, se elijieron 28 por los nacidos en ellas que residian en Cádiz, presididos por el consejero de Indias D. José Pablo Valiente, y estos suplentes quedaron ejerciendo durante todo el tiempo que permanecieron estas cortes, por no haber llegado a ellas nunca todos los propietarios.

La regencia se dejó arrastrar por la opinión que por entónces parecia preponderante, y hallando encontrados los pareceres del consejo y de las diversas personas que sobre ello consultó, desoyendo el voto respetable del ilustre Jovellanos, decidió que no se convocase la cámara en que la central habia querido se reuniesen los dos estamentos de la nobleza y del cielo. Inslaláronse pues las cortes en el teatro de la isla de Leon el 24 de Septiembre de 1810 con una sola cámara, en la que predominando las ideas mas exageradas de reformas e innovaciones y tomando por modelo la asamblea nacional de Francia, se vieron asomar luego los proyectos mas avanzados, no para remediar los muchos y graves males de que ciertamente adolecia la monarquía, sino para arruinar esta por sus cimientos y dar principio a la guerra civil, a la ruina y confusión en que cayó aquella desgraciada nación y de que ha sido víctima por tanto tiempo, propagando con los mismos principios iguales males en las provincias de ultramar, las cuales al separarse de su metrópoli quedaron en posesión de tan funesta herencia.

La regencia al comunicar a la audiencia el decreto de 14 de Febrero en que se mandaba proceder a la elección de diputados, dirigió una proclama a los americanos. En ella se repetia la declaración ya hecha por la junta central de que los dominios de América y Asia eran parte integrante de la monarquía; que como tales les correspondian los mismos derechos, y que en consecuencia, debian mandar sus diputados al congreso nacional. Desde este momento, españoles americanos, decia la regencia, os veis elevados a la dignidad de hombres líbres: no sois ya los mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estabais del centro del poder; mirados con indiferencia, vejados por la codicia, y destruidos por la ignorancia. Apenas se puede creer que hubiese españoles que desconociesen hasta este punto la historia de la dominación de su patria en América, y que en un documento tan importante, se atreviesen a censurar de una manera tan ofensiva, todo cuanto se habia hecho por sus antepasados durante tres siglos. Los extranjeros enemigos de España y los americanos en sus declamaciones contra esta, no han usado de frases más fuertes que las que ofreció por modelo la regencia misma en su proclama. He oido que la redactó el poeta D. Manuel José Quintana, y en verdad que este hecho no prueba mucho en favor de la intervención de este género de literatos en materias políticas (15).

La regencia se engañaba creyendo que los americanos quedarian satisfechos con estas concesiones, como ni tampoco con las que más adelante decretaron las cortes. Espíritus fuertemente excitados por un poderoso interés y movidos por grandes miras políticas, no se satisfacen nunca sino logrando su intento. La revolución pues continuó tomando mayor incremento, durante los cuatro meses del gobierno débil y flojo de la audiencia: diéronse a esta repetidos avisos de la conspiración que se tramaba en Querétaro y otros lugares, pero creyó que bastaban para contener tan graves movimientos, las providencias que dictase la junta de seguridad. La conspiración tuvo pues tiempo de formarse y ramificarse, cuando llegó a Veraruz el nuevo virrey nombrado por la regencia, D. Francisco Javier Venegas.

Si hemos de creer que los trastornos de la naturaleza son un anuncio de los políticos, y que ciertos acontecimientos extraordinarios son avisos que la divina Providencia dá a los hombres para prevenirlos de los males que tienen sobre su cabeza, como lo creian los antiguos cuyas historias están llenas de estas noticias, diremos que en la noche del 19 de Agosto, un viento impetuoso del norte que cambió luego al sur con aguaceros y fuerte marejada, hizo se perdiesen en Veracruz mucho número de buques y puso en conflicto la población; el mismo fenómeno se observó en Acapulco, siendo grande el número de casas de madera que fueron arrasadas (16), y antes en la tarde del 20 de Mayo cayó un rayo en la ermita de los Remedios, lo que hizo trasladar la santa imágen, antiguo objeto de veneración de los mexicanos, a la catedral y en seguida fue llevada a diversas iglesias, adornándose extraordinariamente las calles del tránsito (17), lo que si es para muchas personas un acto devoto de culto religioso, para las más no es otra cosa que ocasión de lujo y entretenimiento, a que se da el nombre de piedad y devoción.

Habiase distinguido el nuevo virrey en la guerra que a la sazón sostenia España contra Napoleón. Al principio de esta era teniente coronel retirado de las milicias de Ecija y concurrió a la victoria de Bailen: mandó después el cuerpo que se formó para proteger la retirada de los restos del ejército batido en Tudela y tuvo a sus órdenes una división del que se organizó con las reliquias de aquel y que mandó el duque del lnfantado, a quien pudo con fundamento imputarse el triste resultado de la batalla de Uclés, en que fue completamente desbaratado el cuerpo que estaba a cargo de Venegas. Diósele en seguida el mando en Jefe del ejército de la Mancha, y después de muchos movimientos y operaciones sobre Aranjuez y Toledo, fue derrotado en Almonacid, sobre lo que le hizo graves cargos el general Cuesta en un manifiesto que publicó, y al que contestó Venegas en México. Cuando se verificó la invasión de las Andalucías y la disolución de la junta central, se hallaba Venegas de gobernador en Cádiz, a cuya junta, y a la circunstancia de ser sobrino de D. Francisco de Saanvedra, individuo de la regencia que acababa de nombrarse, debió el nombramiento de virrey de Nueva España, cuyo empleo se dice estaba destinado por la junta central para D. José de Bustamante, que pasó a ser capitan general de Guatemala.

Llegó Venegas a Veracruz en la fragata Atocha el dia 15 de Agosto y tardó en el viaje a la capital más de lo que habian acostumbrado sus antecesores, instruyéndose en el camino del estado de las cosas y relacionándose con las personas que le pareció oportuno, especialmente con el obispo de Puebla Campillo, con quien contrajo amistad estrecha y con el intendente de aquella ciudad Flon que lo acompañó a México. El 15 de Septiembre le entregó la audiencia el mando en la villa de Guadalupe, y el dia siguiente hizo su entrada pública, con las solemnidades y pompa acostumbradas.

Venegas estaba en la medianía de la edad; tenia buenos modales y la revolución y la guerra de España le habian hecho adquilir el conocimiento de los hombres, expedición en el trabajo y una actividad en el despacho de los negocios de que pocos de sus predecesores habian dado ejemplo. Tenia probidad y desinterés y si las circunstancias en que tuvo que ejercer el mando hubieran sido más felices, se le habria contado sin duda entre los mejores virreyes de Nueva España. Su traje sencillo y trato fácil, llamaron mucho la atención de los habitantes de la capital, acostumbrados a ver a los virreyes vestidos y peinados como en la corte de España, que habia conservado los usos de la de Francia antes de la revolucion, y observando en el palacio un ceremonial imitado del de los monarcas españoles, que lo habian continuado sin alteración desde los príncipes de la dinastía austriaca, con lo que se extrañaba mucho que se presentase con el pelo cortado, sin polvos y con botas y pantalón, el alto funcionario revestido de la suprema dignidad (18).

El primer acto público del nuevo virrey fue convocar, tres dias después de su llegada, una junta muy numerosa presidida por él mismo, que se reunió en el salon principal del palacio. Al lado del virrey estaban en sillones con cojin delante, el arzobispo, el ex-virrey Garibay, y el capitán general nombrado para Guatemala, Bustamante: seguian la real audiencia, los diputados elegidos para las cortes que se hallaban en México, las principales dignidades eclesiásticas y prelados de las religiones, jefes militares y de oficinas, títulos y varios propietarios y comerciantes. Venegas hizo leer la proclama que con fecha 5 de Mayo dirigia la regencia a los americanos, pues aunque la habia recibido la audiencia, no habia hecho uso de ella en espera de la llegada del virrey que estaha próxima, en la que manifestando la regencia el estado de la guerra, pedia los auxilios necesarios para continuarla: leyóse también la lista de las gracias concedidas a diversos sujetos de la capital por los donativos, préstamos y otros servicios hechos a la causa de la patria, del rey y de la religión; en seguida se procedió a examinar el plan presentado por los fiscales para realizar un donativo que habia de colectarse por clases y profesiones, y además por barrios y por manzanas, nombrando comisionados al efecto. Todo lo aprobaron los concurrentes y aun algunos se suscribieron inmediatamente, como lo hizo el arzobispo con treinta mil pesos, y el arcediano Beristain con una sortija de brillantes que llevaba en la mano, apreciada en mil doscientos pesos, y otros lo hicieron después, aunque con sumas menos considerables que las de los donativos anteriores, lo que probaba que a fuerza de tanto pedir para tantas y diversas cosas, habia disminuido la voluntad de dar y no menos los medios pecuniarios para hacerlo (19).

Esta nueva demanda de dinero y la lectura de la lista de gracias, produjeron el más fatal efecto en el de los americanos. Aunque se decia que las gracias habian sido concedidas por los donativos y préstamos hechos para auxiliar a la España, y estaban en general calculadas según la importancia de estos; recayendo muchas de ellas en los principales autores y cooperadores a la prisión de Iturrigaray, se tuvieron como premios de esta. Concedíase la gran cruz de Carlos III a los dos ex-virreyes, el arzobispo y Garibay: títulos de Castilla a D. Gabriel de Yermo, D. Diego de Ágreda, D. Sebastian de Heras y D. José Mariano Fagoaga: diversos honores, distinciones y grados a otras muchas personas, siendo de notar que se dió el grado inmediato a D. Juan Gallo, que no quiso entregar la guardia de Iturrigaray, y no se le dió a D. Santiago García que lo hizo, no obstante haberse distinguido con considerables donativos y préstamos, y que la misma gracia se concedió a Salaberria y Ondraeta, que tanta parte tuvieron en la prisión del virrey. (20). Yermo no quiso admitir el título, tanto por sostener que no habia sido guiado en sus procedimientos por interés alguno, cuanto por no perjudicar a sus hijos con el mayorazgo de cien mil pesos que era menester fundar en favor del primogénito, y Fagoaga tampoco uso de él. Al mismo tiempo que estas gracias, vino la jubilación del regente Catani, que aunque debia considerarse como un favor, habiéndosele concedido con todo su sueldo y en la edad avanzada que tenia, se tuvo como un castigo y como un medio de dejar vacante la regencia para D. Guillermo de Aguirre, que disfrutó corto tiempo este honroso empleo, habiendo muerto poco después. El alcalde de corte Villa Urrutia fue nombrado oidor de la audiencia de Sevilla, residente entonces en Cádiz, lo que se reputó un destierro honroso, y como no habian venido los despachos de las gracias concedidas, sino sólo la lista de ellas que el virrey leyo en la junta y todo se atribuia a la junta de Cádiz, compuesta de comerciantes corresponsales de los de México, se dijo, no sin chiste, que tales gracias habian venido en factura, a estilo de comercio. La indignación que todo esto excitó en los americanos dispuso mucho la opinión en fayor de la revolución, que cuando la junta se celebraba habia comenzado ya en el pueblo de Dolores, de la provincia de Guanajuato, en la madrugada del dia 16 de Septiembre, el cura D. Miguel Hidalgo, cuyo principio y curso hasta la muerte de este y de sus primeros compañeros, será el asunto del segundo libro de esta historia. Echemos, antes de concluir el presente, una rápida ojeada sobre los sucesos que él abraza.

Llamaban los antiguos fatalidad, o decretos irrevocables del destino, a este encadenamiento de sucesos que naciendo los unos de los otros, parece que van arrastrando los primeros a los que los siguen y estos a los últimos de una manera irresistible, contribuyendo a precipitar a una nación a su final exterminio los errores, las omisiones, los crímenes y hasta las virtudes de los hombres, y sirviendo para llevar las cosas al último extremo, aquellos mismos medios que se emplearon para evitarlo. Nosotros, guiados por las verdades de la fe cristiana, debemos reconocer y adorar en todos los sucesos humanos los decretos de la Providencia divina, que por fines inexcrutables a nuestra limitada capacidad, deja en juego las pasiones de los hombres hasta que le conviene contenerlas, y desbaratando sus planes por los medios más inopinados, sabe sacar bien del mal y todo lo conduce por senderos que no podemos penetrar. Hemos visto un gobierno establecido y sucesivamente mejorado por la sabiduría y experiencia de tres siglos; consolidado por el hábito de una larga obediencia; afianzado en el respeto y amor de los súbditos, repentinamente conmovido por una causa muy ajena de toda previsión: y miéntras todo el pueblo fiel a su soberano, manifiesta su lealtad de una manera la más entusiástica al saber su prisión y ofrece con decidida voluntad, sus personas y haberes para sostener sus derechos, pocos individuos proyectan aprovechar estas mismas circunstancias para hacer la independencia. Encuentran abrigo estas ideas en una corporación entonces muy considerada; foméntalas un virrey engañado o seducido; despiértanse las propensiones que todas las colonias tienen y que mas o menos tarde se desenvuelven, a separarse de sus metrópolis; todas las pasiones vienen en su apoyo, la ambición de honores, de empleos, de riquezas; la desconfianza y las rivalidades nacen cuando más asegurada parecia la unión y la obediencia al soberano; en nombre de este se trama la desmembración de sus dominios, y cuando un golpe atrevido parecia haber sofocado estos intentos, el gobierno de España, en vez de aprovechar los momentos para asegurar, por medios oportunos y que estaban muy en su posibilidad una dominación que se le escapaba, deja caer durante dos años enteros las riendas del gobierno en manos débiles o incapaces, y queriendo recobrar un prestigio perdido por medio de concesiones que hubieran acaso lisonjeado en otras épocas, pero que eran apreciadas en muy poco cuando se tenia ante los ojos la independencia, apoya con expresiones indiscretas todas las quejas de los americanos; confirma y avalora estas como justas, sin acertar a satisfacerlas con el remedio que para en adelante propone. Parece pues que todo conspiraba a la ruina del dominio español en Nueva España, pero este habia sido fundado sobre tan sólidos cimientos; tal habia sido la prudencia con que se habia conservado y afirmado en aquellos siglos, que las orgullosas pretensiones del nuestro se atreven a calificar de bárbaros e ignorantes, que todavía pudo resistir por largo tiempo a los más furiosos embates, y fueron necesarias otras nuevas e imprevistas causas para hacerle dar en tierra: semejante a aquel antiguo roble de que habla Virgilio (21), que atacado por los leñadores que a porfia intentan derribarlo, aunque casi cortado su tronco, resiste todavía a los repetidos golpes de la hacha; sacude con majestad su elevada copa y vencido por fin, arrastra en su caida a los mismos que lo derribaron.




Notas

(1) Aunque no consta este hecho en ninguno de los libros impresos; lo hallo consignado en los apuntes manuscritos de mi hermano el Dr. Arechederreta, quien tenia íntima amistad con el oidor D. Tomás Gonzalez Calderón, hombre de influjo en la audiencia de la que después fue regente, y por quien hubo de saberlo habiéndose tratado todo esto con mucha reserva.

(2) Se prestó el juramento por el arzobispo virrey, audiencia y demás autoridades superiores el 7 de Mayo de 1810, y se mandó solemnizar el acto con repiques, iluminación y demás regocijos públicos. Gaceta de 8 de Mayo, tomo 1° núm. 52, fol. 384, y en la misma se insertó la real cédula comunicando la instalación de la regencia, y mandándola reconocer. En las gacetas siguientes se expresan todas las autoridades que fueron reconociéndola en todas las provincias.

(3) Líneas de defensa formadas en las inmediaciones de Lisboa por lord Wellington, en las que se estrellaron los esfuerzos de Massena, que tuvo que emprender una desastrosa retirada.

(4) Véase para todo lo relalivo a sucesos de España, la historia del conde de Toreno, de la que he extractado lo que aquí refiero.

(5) Véase el oficio que se le dirigió por el marqués de las Hormazas, ministro de la regencia, fecha 22 de Febrero de 1810. Gac. de México de 15 de Mayo 1810,tom. 1°, núm. 53, fol. 391. Los tomos de la gaceta empezaron nueva numeración desde enero de 1810.

(6) Representación de la audiencia de México a las cortes de España, sobre no poderse observar la constitución de 1812. Lo ha impreso en la carta 2a. del tomo 4° de la 2a. edición del Cuadro histórico, D. Carlos María Bustamante, quien atribuye la redacción de este importante documento al oidor D. Pedro de la Puente, calificándolo por esto sólo de hombre de talento, aunque malvado. Puente no tenia ni el talento ni la instrucción necesaria para escribir este papel, que es obra del Lic. D. José María Torres Calaño, relator de la misma audiencia y del real acuerdo, cuya confianza merecia. El Lic. D. José Bernardo Couto, que fue pasante de Torres Cataño, me ha asegurado haber visto en su estudio el borrador de esta representación. Torres Catalio ha muerto en 1845, y siempre fue tenido por uno de los letrados más distinguidos de México. El párrafo en que la audiencia califica de pontificado el gobierno del arzobispo, es el 36 fol. 48 de dicho tomo.

(7) La misma equivocación que en lo político, padeció el Sr. Lizana en otros puntos. A todos los juzgaba por sí mismo; en todo creia que se obraba con buena intención y esto hacia que en todo se engañase fácilmente. Viendo las frecuentes pérdidas que los bienes eclesiásticos sufrian por las quiebras de los mayordomos y atrasos de los capitalislas que reconocian fondos, se llegó a persuadir que la imposición más segura era la leal hacienda, y así protegió con el mayor empeño el plan de la consolidación, creyendo que al mismo tiempo hacia un servicio a la corona y aseguraba aquellos bienes. Todo lo que le tocó de su tanto por ciento lo destinó, porque era desinteresadísimo, a fundar la octava de Corpus, que debia celebrarse en la catedral con la misma solemnidad que el mismo dia de Corpus, e impuso el capital necesario en las cajas reales, como estaba mandado. No tuvo el gusto de ver celebrar su función ni aún una vez, pues desde el primer año cesó el pago de los réditos, y ese y los demás capitales que entraron en el fondo de consólidación, quedaron perdidos.

(8) Véase el auto de la audiencia de 9 de mayo, inserto en la gaceta fol. 411, en el que están por menor todas estas disposiciones.

(9) Se concedió este permiso por real órden de 13 de Marzo de 1810, publicada en la gaceta de México de 19 de Junio, tomo 1°, núm. 60, fol. 606. El encargo del giro de letras lo tuvo la casa de D. Tomas Murphy.

(10) Dos fueron las reales órdenes expedidas con este motivo: la una en 9 de Febrero, relativa al prestamo de tres millones para despachar a Cockrane, y la otra de 17 del mismo, sobre los donativos en general, ambas publicadas en la gaceta de 29 de Mayo tomo 1|, núm. 60, fol. 443. Después se hizo otro préstamo de pronto reembolso de 555.000 ps. entre pocos individuos, para despachar el navío inglés Baluarte. Gaceta de 31 de Julio, Tom. 1°, núm. 83, fol. 617.

(11) Fueron los comisionados por el consulado de México, D. Gabriel de Yermo y el conde de la Cortina; por el de Veracruz, D. José Ignacio de la Torre y D. Pedro Miguel de Echeverria, por el de Guadalajara, D. Juan José Cambero y D Eugenio Moreno de Tejada: como ministro de real hacienda D. Antonio de Medina, contador de las cajas del mismo Guadalajara. Fueron nombrados secretario D. José María Quiros, que lo era del consulado de Veracruz, y tesorero D. Patricio Humana, oficial mayor de la secretaria del virreinato. Véase la gaceta de 8 de Junio, tomo 1°, núm. 66, fol. 474, en la que esta inserta la real orden de 10 de Enero que contiene todas las instrucciones sobre el modo de proceder a levantar el empréstito, dadas por el marqués de las Hormazas, ministro de hacienda de la junta central.

(12) Gaceta de 18 de Junio, tomo 1°, núm. 56, fol. 413.

(13) Véase en el apéndice núm. 15 la lista de los diputados que entonses se nombraron.

(14) Los dos encargados de esta comisión fueron D. Guilermo Hualde chantre de Cuenca, y el conde de Toreno, autor de la historia de que he sacado todos estos hechos.

(15) Véase esta proclama en la gaceta de México de 18 de mayo de 1810, tom. 1°, fol. 413. Ha sido copiada y comentada en todos los papeles de los independientes, como una confesión de parte que no admite replica.

(16) La noticia de estos huracanes dada por los gobernadores de Veracruz y Acapulco se publicó por órden de la audiencia en la gaceta de 24 de Agosto, tomo 1°, nÚm. 92, fol. 686.

(17) D. Carlos Bustamante publicó en aquel tiempo una memoria con la relación de estas solemnidades, impresa en casa de Ontiveros.

(18) Siendo entonces muy frecuente el uso de los pasquines, que ocupaban el lugar de la libertad de imprenta, apareció uno referente al traje del virrey que decia,

Con botas y pantalón
Hechura de Napoleon.

Porque aun en estas cosas menudas se queria mantener la idea de que se trataba de entregar el reino a los franceses. Los virreyes hasta Venegas, siendo de la clase de tenientes generales y alguno de capitán general, usaban el uniforme riguroso de su empleo, que era calzon corto y chupin encarnado, casaca azul con vuelta encarnada, con los bordados de oro del grado respectivo. Generalmente estaban condecorados con cruces que realzaban su dignidad.

(19) Véase la acta de la junta, la proclama de la regencia y la real órden con que la acompañó el ministro Sierra, así como tambien la lista de los asistentes a la junta en la gaceta de 25 de Septiembre de 1810, tomo 1°, nÚm. 107, fol. 776.

(20) Gaceta de 21 de Septiembre, tomo 1°, núm. 104, fol. 764.

(21) Eneida, lib. 2, verso 626.

Índice de Prolegómenos de la Independencia mexicana de Lucas AlamánCapítulo VII - Segunda parteApéndice Documento 1 Biblioteca Virtual Antorcha