Índice de Prolegómenos de la Independencia mexicana de Lucas AlamánCapítulo III - Primera parteCapítulo IVBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO TRES

Segunda parte




Vacuna.- Edificios públicos y particulares.- Estatua ecuestre.- Monedas y medallas.- Aumento de la ilustración.- Periódicos.- Estado de la opinión.- Fidelidad de la Nueva España durante tres siglos.- Primeras ideas de independencia.- Persecución de los franceses.- Varias conspiraciones.- Decreto sobre bienes eclesiásticos.- Disgusto general que causó.- Cantidades percibidas por el gobierno español por este arbitrio.- Viaje del baron de Humboldt y sus efectos.- Guerra con Inglaterra.- Escasez y carestía de los efectos de Europa.- Foméntase con este motivo el laborio de las minas de azogue.- Ferreteria de Coalcoman.- Temores de invasión.- Canton de Jalapa.- Estado político del reino.




Las frecuentes epidemias que en diversas épocas se habian sufrido, habian sido no sólo un obstáculo para el aumento de la población, sino una de las causas de la diminución de esta en la clase de los indios, especialmente las viruelas, que desconocidas antes de la conquista, se habian presentado pocos años despues de terminada esta. Para precaver sus estragos, luego que se verificó en Inglaterra el importante descubrimiento de la vacuna, el virrey Iturrigaray con laudable zelo la hizo llevar de la Habana y propagar en México, haciendo el primer experimento en su hijo D. Vicente, de edad de veintiun meses (1), y despues se comunicó el pus de brazo a brazo desde España, por medio de niños conducidos a este efecto, en la expedición que por órden del rey se hizo, bajo la dirección de D. Francisco Javier Balmis, habiéndose generalizado después en toda la América, por otras expediciones sucesivas, este benéfico preservativo.

Al mismo tiempo se trabajaba con grande empeño en mejorar la policía y ornato de las poblaciones, construyéndose en todas las principales, grandes y magníficos edificios. No es mi objeto entrar en todos los pormenores relativos a este asunto, sobre el que se extiende mucho el virrey conde de Revilla Gigedo, en la instrucción que dejó a su sucesor (2), que he tenido tantas veces ocasión de citar: haré solo una breve indicación de lo más notable, y que caracteriza mejor este periodo de verdadero y sólido progreso. La capital del virreinato carecia de paseos proporcionados a su población y riqueza, no habiendo habido por mucho tiempo otro que el de la Alameda, formado por D. Luis de Velasco, segundo virrey de este nombre. El virrey marques de Croix, la hizo ampliar en los años de 1768 Y 69, dándole doble extensión y haciendo desaparecer el horrible espectáculo del brasero o quemadero de la inquisición, que estaba entre la parte antigua de este paseo y el convento de S. Diego. Tratábase después de extenderla aun más gobernando el virrey Iturrigaray, bajo la dirección del oidor D. Cosme de Mier, juez conservador de los propios del ayuntamiento, para lo qUe estaban formados y aprobados los planes (3), Otros paseos se abrieron, y se plantaron hermosas arboledas en las entradas principales de la capital, bajo el gobierno de los virreyes Bucareli, Revilla Gigedo y Azanza, El segundo fue el que más eficazmente contribuyó a la hermosura y aseo de la ciudad, aumentando y perfeccionando lo que habia sido ya comenzado por sus antecesores los condes de Fuenclara y de Galvez para el empedrado y alumbrado de esta, dando a la plaza mayor la amplitud y forma que después tuvo y arreglando la policía de seguridad. El agua para el uso de una población tan numerosa, habia estado reducida a la cañería antigua de Santa Fe, construida en tiempo del marques de Guadalcázar, a la que se añadió la de la fuente de Chapultepec, que llevó hasta S. Juan de la Penitencia el marques de Mancera, y que hizo conducir sobre arcos hasta la plaza del Salto del agua el duque de Linares, costeando la obra con los productos del estanco de la nieve, que quedó despues aplicado a las rentas reales como uno de los ramos del fondo común; pero siendo todavía escasa, se aumentó considerablemente con nuevas vertientes recojidas en los montes de Coajimalpa, cuya importante obra se ejecutó bajo la dirección del síndico D. Juan Francisco Azcárate, habiendo comenzado a correr el 21 de Enero de 1803, para celebrar el cumpleaños de la virreina Doña María Inés de Jáuregui.

El siglo de la conquista y el siguiente habian sido la época de los monumentos religiosos, habiéndose levantado en ellos magníficas iglesias y conventos: el inmediato fue el de los edificios públicos y particulares, sin dejar por esto de construirse tambien nuevas iglesias y de adornar con mejor gusto las antiguas. Reparado el palacio de los virreyes que habia sido quemado en el motin de 8 de Junio de 1692, siendo virrey el conde de Galve, y restablecida la casa del ayuntamiento que corrió igual suerte en aquella revolución; durante el gobierno del marques de Casafuerte, se construyó por la real hacienda la casa de moneda, y por el consulado que tenia entonces en arrendamiento las alcabalas, el vasto edificio de la aduana. Levantáronse después la cárcel de la Acordada, y más adelante el hospicio de pobres, la escuela patriótica y la extensa fábrica de tabacos (4). Muchas casas particulares fueron adornando las principales calles de la capital, y últimamente se erijió el suntuoso edificio del colegio de minería. Un viajero inglés que ha dicho que México es una ciudad de palacios, no ha estado distante de la verdad, atendida la extensión, solidez y magnificencia de muchas casas particulares y aun el general aspecto de la población; pero no era sólo la capital lo que de esta manera se adornaba y extendia, sino que iguales adelantos se notaban en casi todas las capitales de provincia y aun en muchas poblaciones de segundo órden.

El lujo de las artes se manifestó también en producciones de mero ornato, como la magnífica estátua ecuestre de bronce, única hasta ahora en América, que el marques de Branciforte hizo erijir a sus expensas en la plaza de México a Cárlos IV, con una espaciosa plazoleta adornada con balaustrada, hermosas fuentes y puertas de hierro (5), todo dirijido por el célebre D. Manuel Tolsa. Para que la moneda mexicana, que era la de mayor circulación en el universo, correspondiese por su forma a lo extendido de su uso, Cárlos III mandó a México al insigne grabador en hueco D. Gerónimo Antonio Gil, uno de los mas hábiles artistas de su género en Europa, el cual no solo abrió los troqueles de la moneda, sino que perpetuó con excelentes medallas los principales sucesos de aquella época, tales como la que hizo acuñar el tribunal de minería, con ocasión del nacimiento de Fernando VII, y la posterior por la muerte de Carlos III, en que representó a las bellas artes llorando alrededor del sepulcro de su ilustre protector (6). Grabó despues Gil las medallas que las principales ciudades y corporaciones del reino hicieron acuñar para la jura del rey Carlos IV, época de la mayor grandeza y lujo de la Nueva España, y la que el marques de Branciforte mandó hacer en 1796, con motivo de la erección de la estatua ecuestre. La fundación de la Academia de S. Carlos, reunió en México muy distinguidos profesores de las bellas artes, más por desgracia no formaron una escuela digna de su saber y conocimientos, y pocos años después de la muerte de Gil, las medallas que como veremos, se acuñaron en gran número, forman con las suyas un triste contraste.

Todas estas públicas solemnidades daban lugar a certámenes literarios, en que para obtener los premios ofrecidos y todavía más por la gloria de merecerlos, competian los poetas y los oradores en composiciones castellanas y latinas, muchas de ellas muy apreciables y sobre todo las últimas muy superiores a lo que pudiera presentarse hoy en aquella línea. La afición a la lectura se iba extendiendo, abundando los buenos libros por el aumento que el comercio de ellos habia tenido en Madrid y otras ciudades de España, y no era raro encontrar bibliotecas bien compuestas en las casas de los particulares, no sólo en la capital, sino también en las ciudades de provincia (7). Los libros prohibidos, no obstante las escrupulosas pesquisas de la inquisición, circulaban bajo de mano y algunas personas aun eclesiásticas los leian (8), pocos con licencia, y los más sin formar mucho escrúpulo de hacerlo sin ella. Esta clase de lecturas habia ido difundiendo, aunque todavía entre pocas personas, los principios y máximas de los filósofos del siglo pasado, y la inquisición, que hasta entónces no habia tenido que perseguir mas que a los judíos portugueses, bígamos y frailes apóstatas, tuvo este nuevo campo, que por desgracia vino a ser tan fructífero, que algunos años después los inquisidores solicitaron que se les aumentase el sueldo, por el gran aumento de trabajo que el libertinaje y la incredulidad les daba, pués tenian mas de mil causas pendientes (9). Entre los presos y procesados por aquel tribunal, por adictos a las opiniones de la escuela filosófica de aquel siglo, fue uno el catedrático de matemáticas del colegio de Guanajuato, Rojas, que despues del autillo y reclusión a que fue condenado, se huyó a Nueva Orleans.

El rumbo que iban así tomando las cosas, puso en alarma al gobierno que quiso contener el impulso ya recibido, impidiendo en Venezuela el estudio de la filosofía moderna, y haciendo cesar en Guatemala la sociedad patriótica y el periódico que esta publicaba. En México, este género de impresos, los más a propósito para difundir rápidamente las ideas buenas o malas, y con más frecuencia estas que aquellas, vino a ser materia de rigurosa vigilancia. Durante los dos siglos de la dominación austriaca, no hubo otros papeles públicos que las gacetas generales o relaciones de los sucesos de flota a flota, en que la parte principal la ocupaban las provisiones de empleos, mitras y canongías, especialmente de la Nueva España, dándose razon separadamente de alguna batalla famosa, de la aparición de algún cometa u otro suceso notable. En 1728, D. Juan Francisco Sahagún de Arévalo, Ladrón de Guevara, clérigo presbítero del arzobispado y primer historiador y cronista de la ciudad de México (10), comenzó a publicar una gaceta mensual, que contenia las noticias de las elecciones anuales de los alcaldes y regidores de los ayuntamientos y prelados de las religiones, la muerte de las personas principales y todos los sucesos notables del reino, con muy poco de Europa y algunas noticias históricas, y así continuó hasta fin de 1739, más desde el año de 40 cesó la publicación y ya salió solamente un número mensual para los tres años de 40, 41 y 42. Antes que el P. Sahagún, habia escrito también algo de este género el Illmo. Sr. D. Juan Ignacio Castorena y Ursúa, originario de Zacatecas y nombrado obispo de Yucatán en 1729, de quien Beristain en su Biblioteca dice haber sido el primero que publicó en México gacetas o periódicos, pero sin dar otra noticia de cuales fueron estos, y en 1768 el presbítero D. José Antonio Alzate, nacido en Ozumba cerca de Chalco, empezó a dar a luz las gacetas de literatura (11) que contribuyeron mucho a esparcir buenos conocimientos, particularmente sobre las ciencias exactas y naturales a cuyo estudio se habia aplicado el autor, el cual mereció por sus diversas obras, ser nombrado sócio corresponsal de la academia de las ciencias de Paris. No contribuyó menos al mismo objeto el doctor en medicina D. José Ignacio Bartolache, con su Mercurio volante, que contenia noticias importantes y curiosas sobre física y medicina, y comenzó a salir en 1772 (12). Desde Enero de 1764 se publicó la gaceta con un pliego pequeño cada quince dias, de que tenia privilegio a principios del siglo presente, Don Manuel Antonio Valdés, pero desde Enero de 1806, habiéndose encargado de la redacción Don Juan López Cancelada, se publicaron dos números semanarios, reduciéndose en su mayor parte, a la reimpresion de las noticias insertas en las gacetas del gobierno de Madrid. El diario de México, establecido por el alcalde de corte Villa Urrutia, que empezó a salir en 1° de Octubre de 1805 en medio pliego pequeño, y el de Veracruz en la misma forma, no contenian más que piezas de poesía y noticias literarias o estadísticas, y el segundo estaba dedicado especialmente al comercio. Un oidor, que solia ser el decano, era el censor de la gaceta, y el virrey Iturrigaray se encargó de serlo personalmente del diario, cuando permitió su publicación después de haberla suspendido por algún tiempo. Los catecismos y libros elementales y el calendario, se publicaban por privilegio, y todos los demás escritos se sometian ántes de su impresión a exámen por la autoridad civil y la eclesiástica, y para que saliesen a luz era necesaria la licencia de ambas.

El largo hábito de la obediencia absoluta al monarca, habia hecho de esta un principio asentado y por todos reconocido. Sin embargo, se veia con disgusto por los mexicanos la continua salida de dinero para la metrópoli y para los situados de América y Asia, y entre las personas ilustradas se comenzaban a difundir algunas especies poco favorables a la autoridad de los reyes de España, mucho más cuando algún incidente particular excitaba la rivalidad entre europeos y americanos, que aunque en muchas poblaciones como en Veracruz y Guanajuato, casi no era conocida entre la gente principal, en otras se manifestaba con viveza. Así fue como en Valladolid de Michoacán, habiendo vacado dos plazas de regidores de aquel ayuntamiento, hizo postura a la una D. José Joaquin de Iturbide, europeo, y a la otra D. José Bernardo Foncerrada, criollo, y habiéndose presentado a competir con este D. José Antonio Calderón, europeo también, Foncerrada se irritó tanto, que hizo subir la postura a una cantidad exorbitante, en términos que el virrey Mayorga, para cortar la contienda, creyó prudente mandar que se fijase por tasación el precio del empleo, y este se sortease entre los contendientes Foncerrada y Calderón, y habiéndole tocado a este último, Foncerrada se expresó ágriamente contra los europeos y contra la autoridad y derechos del rey, de lo que hizo denuncia en 18 de Julio de 1780, el P. prior del Cármen de Valladolid Fr. José de S. Martin, (13), al ministro de Indias Galvez, y este mandó por real órden de 11 de Marzo de 1786, dirigida al virrey su sobrino conde de Galvez, que informase reservadamente el Corregidor de aquella ciudad D. Policarpo Dávila. El denunciante decia que si Foncerrada, que no tenia a su disposición más que los rancheros de mangas que formaban la compañía de milicias de Tancítaro, agregada después al regimiento de Pázcuaro, contase con mayores medios, era capaz de hacer una resolución. El informe de Dávila fue prudente y las cosas no pasaron adelante.

Estas opiniones sin embargo eran enteramente aisladas y reducidas a pocos individuos, y la fidelidad de la Nueva España permanecia inalterable, como lo habia sido durante tres siglos. Las revoluciones que en este largo periodo hubo, si se exceptúa la que tramaron los hijos de los conquistadores para conservar los repartimientos de indios, no fueron más que motines accidentales, excitados por causas pasajeras y en que sólo tomó parte la plebe, como los ocurridos en México en 1692 por la escasez y carestía de comestibles, y en Guanajuato y S. Luis Potosí por la expulsión de los jesuitas. Durante la guerra de sucesión, la América toda se conservó adicta a la casa de Borbón, cuyo dominio tuvo tiempo de afirmarse antes de comenzar las hostilidades, y Felipe V, ocupado Madrid por dos veces por las tropas aliadas que sostenian los derechos de la casa de Austria, creyendo no poderse conservar en el trono de España, pensó en trasladarse a México y hacer de esta ciudad la capital de sus dominios ultramarinos. El mismo gobierno español fue el que estableció el principio y origen de donde habia de dimanar la pérdida de sus posesiones en el continente de América: celebrado imprudentemente por Cárlos III el pacto de familia tan funesto para España, esta se vió arrastrada contra sus intereses verdaderos a todas las guerras que se suscitaron entre la Francia y la Inglaterra, y añadiendo error a error, favoreció y auxilió por esta misma causa la revolución de las colonias inglesas de América. Apénas se habia firmado el tratado de Paris de 1785, por el que fue reconocida la independencia de los Estados Unidos, cuando el ministro mismo que acababa de celebrarlo por órden de la corte, el conde de Aranda, manifestó al rey en una exposición que pudiera llamarse profética, las consecuencias inevitables que iba a tener el paso imprudente que contra su opinión se habia dado, y desarrollando con admirable perspicacia cual habia de ser la política ambiciosa de la nueva República, y los deseos de imitarla que indispensablemente habian de nacer en las colonias españolas, propuso con el acierto y previsión digna de un hombre de estado, el único remedio que en su concepto quedaba para asegurar a la España las ventajas del nuevo mundo, dando a las posesiones que en este tenia, una forma capaz de resistir los embates de una nueva naturaleza a que el dominio español iba a verse expuesto, estableciendo para ello tres de los infantes sobre los tronos que habian de erijirse en México, el Perú y Nueva Granada, tomando el rey de España el título de emperador y ligando por convenientes condiciones todas las cuatro monarquías, de suerte que no pudiesen salir de la familia real de España, y se mantuviesen siempre unidas por la reciprocidad de los intereses (14). Estos prudentes consejos no fueron escuchados, y aunque en Nueva España por la dificultad de las comunicaciones y el cuidado vigilante en embarazarlas, el ejemplo de la nueva República no hubiese producido un efecto muy inmediato; se echó de ver luego su influencia en Nueva Granada y Venezuela, y aunque más lentamente en México también, comenzando desde aquella época a manifestarse intentos de revolución, de otra naturaleza muy diversa de los que hasta entonces habian aparecido.

La vigilancia del gobierno fue por esto mismo mayor; y sus temores parece que excedieron del motivo que realmente habia de tenerlos. Aumentáronse estos con la revolución de Francia, y por las doctrinas sediciosas que por ella se propagaron, lo que hizo que el virrey marques de Branciforte excitase repetidamente el zelo, no muy tibio por cierto, de la inquisición para no dejarlas echar raiz, persiguiendo de acuerdo ambas autoridades a los franceses, que no obstante la severa prohibición de no dejar entrar extranjeros en el pais, con diversos pretextos se habian ido introduciendo, muchos de los cuales fueron llevados a las cárceles de la inquisición, otros a la de la corte, y todos con muy pocas excepciones obligados a salir del reino. Extendiose la persecución a varios españoles y mexicanos, y entre éstos fue comprendido más adelante como se ha dicho D. José Antonio Rojas, el cual desde Nueva Orleans a donde pudo retirarse, dirijió a todas las autoridades y multitud de personas particulares, una relación impresa de los procedimientos de que habia sido víctima, explicándose de la manera más cáustica contra los que entendió habian sido sus delatores, y terminando con presentar a sus paisanos el cuadro de la felicidad de los habitantes de los Estados Unidos, y los artículos esenciales de su constitución; que debian ser objeto de la imitación de los mexicanos. Este papel fue prohibido por un edicto fulminante de la inquisición y recogidos bajo pena de excomunión, todos los ejemplares que habian venido, pero todo esto iba produciendo un efecto acaso mas profundo, por lo mismo que era más lento. Las causas de infidencia vinieron a ser frecuentes, y de las más notables de ellas será conveniente dar alguna noticia (15).

La primera fue la que se comenzó en 1794 contra D. Juan Guerrero y socios, por el intento que concibieron de alzarse con el reino. El autor de la conspiración y los principales cómplices eran europeos. Guerrero era natural de Estepona en el reino de Granada, y habia venido de Filipinas en calidad de contador de la nao S. Andrés. Se quedó en Acapulco por enfermedad, y habiendo subido a México, solicitó se le pagase su sueldo, lo que se le negó por el virrey Revilla Gigedo, diciéndole que ocurriese a Manila. La miseria a que quedó reducido le hizo proyectar una revolucion, y habiendo pensado apoderarse de la nao a su vuelta a Manila, para ir a conquistar con ella alguna provincia de la China, se fijó en el plan de sorprender una noche al mayor de plaza de México, amenazándole quitarle la vida para obligarle a firmar una órden en virtud de la que se pusiesen a su disposición ciento cincuenta hombres de alguno de los regimientos de la guarnición, y dejando a aquel jefe bien asegurado, marchar con esta tropa a la cárcel de la Acordada: poner en libertad ochocientos criminales que en ella habia: hacer lo mismo en la cárcel de corte y en la de ciudad y con estos forajidos, hacerse de las personas del virrey, del arzobispo y de los oidores: echarse sobre los caudales de la casa de moneda, de la tesorería y de los más ricos comerciantes: levantar en el palacio una bandera llamando al pueblo a la libertad, y conceder a los indios la de los tributos: de Veracruz creia apoderarse con sólo mandar un enviado, y abrir el puerto a los buques de todas las naciones, sin dejar salir ninguno para que no llegase la noticia a España, aunque temia poco de las tropas que de allá pudiesen venir, estando aquel gobierno ocupado en otras atenciones. Comunicó este plan al presbítero D. Juan Vara, capellán del regimiento de la Corona, gallego, aunque habia recibido las órdenes en México, a quien ofreció hacerlo arzobispo, y a D. José Rodriguez Valencia, andaluz, de profesión peluquero, mayordomo que habia sido del regente de Guadalajara Beleña, el cual debia ser nombrado embajador a los Estados Unidos para pedir auxilios, ofreciendo a aquel gobierno grandes ventajas. Entraron también en la conspiración D. Antonio Reyes, alias obispo, oficial retirado de dragones de España, de cuyo cuerpo habia salido con licencia absoluta; D. Mariano de la Torre guarda del tabaco, y D. José Tamayo maestro barbero: estos tres últimos americanos. El P. Vara dió conocimiento de lo que se intentaba a D. Antonio Recarey Caamaño su paisano, en cuya casa vivia, que era uno de los principales plateros, arte que entonces estaba floreciente, y Caamaño hizo inmediatamente la denuncia al alcalde de corte D. Pedro Valenzuela, y persuadió al P. Vara a que se denunciase él mismo al arzobispo Haro. Preso Guerrero en 15 de Septiembre de aquel año, lo fueron en seguida los demás cómplices, y después de largas actuaciones, en las que el fiscal Borbón pidió se pusiese a Guerrero a cuestion de tormento, la audiencia acordó se diese cuenta al rey, sin proceder a imponer castigo alguno en espera de su resolución, lo que dió motivo a la real orden de 27 de Marzo de 1800, por la que se dispuso, con consulta del consejo de Indias, en atención a la larga prisión y padecimientos de los reos, que Guerrero fuese destinado por seis años al presidio del Peñón en la costa de Africa, del que no pudiese salir aun después de concluida su condena, sin real permiso y noticia de su enmienda: que al P. Vara se remitiese bajo partida de registro a Galicia, encargando al arzobispo de Santiago que luego que llegase, lo pusiese recluso en un convento o casa de ejercicios espirituales, por todo el tiempo que estimase suficiente hasta que diese señales de verdadero arrepentimiento, con perpetua prohibición de volver a la América; en cuanto a D. José Rodriguez Valencia, se le desterró también perpetuamente de todos los dominios de Indias, mandándolo bajo partida de registro a su patria, que era Cartama en el reino de Granada. Tamayo habia muerto en la prisión; Torre fue destinado también al Peñon por dos años, y Reyes habia sido ya remitido a España. Al ejecutar estas disposiciones resultó, que el presbítero Vara se habia fugado del castillo de S. Juan de Ulúa, en donde estaba preso: Guerrero se detuvo por enfermedad en Perote, y su genio enredador prevaleció de tal manera sobre la bondad del gobernador D. Jayme Alzubide, que éste le confió su correspondencia, y lo detuvo a pretexto de enfermedad, cuando sus compañeros marcharon a Veracruz, lo que hizo que el ministro contador D. José Govantes informase reservadamente de lo que pasaba al virrey Marquina, quien dió órden terminante para que se le hiciese salir, como se verificó, y todos fueron embarcados para sus destinos en Enero de 1802.

Por este mismo tiempo otro aventurero español, D. Francisco Antonio Vazquez, oficial de marina, denunció una conspiración tramada, según decia, entre las personas más notables del reino para entregarlo a los ingleses, con cuyos auxilios contaban, estando a la sazón aquella potencia en guerra con la España. Para hacerse de la coñfianza del conde de Perez Galvez, el denunciante finjió ser su pariente, tomando el nombre de Benitez Galvez, y supuso que éste y la familia de Barragan, una de las mas acaudaladas de Rio Verde, estaban en la conjuración.

Si el plan de Guerrero no era más que una fantasía de una imaginación andaluza excitada por la miseria, impracticable en su ejecución, para la que no contaba con medios algunos, de que aun el mismo parecia haber desistido cuando fue preso, y por lo mismo fue excesiva la pena que se le impuso después de ocho años de prisión, y de éstos, cuatro en un calabozo, y algún tiempo con grillos; la conspiración denunciada por Benitez Gahez, no parece haber sido otra cosa, que un medio forjado para adquirir el mérito de la delación. Después de muchos trámites, el virrey Marquina en 1801 remitió a España bajo partida de registro al denunciante.

Mas formalidad tuvo la conspiración llamada de los machetes, tramada por D. Pedro Portilla, cobrador de los derechos de la ciudad de México, en la plazuela de Santa Catarina. Dió conocimiento de ella al virrey Azanza en 10 de Octubre de 1799, D. Isidoro Francisco de Aguirre, recién llegado a México de Guadalajara, donde habia estado empleado en el resguardo del tabaco, y siendo primo de Portilla, éste, creyéndolo quejoso del gobierno, lo puso en el secreto de lo que se intentaba. Los conspiradores eran trece, todos parientes o amigos de Portilla, algunos de ellos guardas de las plazas de la ciudad, y otros oficiales de relojería y platería. Tenian sus juntas en una casa que para este objeto habian tomado en el callejón de los Gachupines número 7, y habian comprado y hecho afilar algunos machetes, de donde esta conjuración tomó su nombre. El objeto de ella era hacer una revolución para apoderarse del reino, echando de él o dando muerte a los gachupines, tomando por insignia una venera o medalla con la imágen de la virgen de Guadalupe. Los medios de ejecución venian a ser los mismos proyectados por Guerrero, y se reducian, a apoderarse de las cárceles: poner en libertad a los presos, y con estos hacerse dueños del palacio y las oficinas: prender a las autoridades y a los europeos, tomándoles sus caudales, y convocar al pueblo por una proclama, dejando para después resolver si el gobierno habia de ser un congreso como en los Estados Unidos, u otra forma que se elijiese. Aunque las circustancias de los sujetos que habian formado este proyecto, dice el virrey Azanza en el informe reservado que hizo al rey en 30 de Noviembre del mismo año, me debieron dar poco cuidado, pues ni por su crédito, ni por sus facultades, ni por su talento eran propios para una empresa de esta especie; pero como por una grande fatalidad, existe en esta América una antigua división y arraigada enemistad entre europeos y criollos, enemistad capaz de producir las más funestas resultas, y que siempre debe ser temible por ellas al gobierno, tuve por preciso mirar seriamente este asunto, y tomar activas providencias para cortar el mal antes que adquiriese incremento. Siguiendo el virrey por medio de Aguirre el hilo de la trama, cuando consideró que era ya tiempo de asegurar a los reos y proceder contra ellos, convocó una junta del regente de la audiencia y de varios ministros de ella, en la que se acordó se procediese a la prisión, verificándola en el acto de estar reunidos los conspiradores, y así se efectuó en la noche del 9 de Noviembre sin ruido ni escándalo, por el alcalde de corte D. Joaquin de Mosquera y Figueroa, natural de Caracas, y a quien veremos en el curso de esta historia ocupar más altos puestos. Túvose el mayor cuidado, dice el virrey en su citado informe, en ocultar al pueblo el motivo de la prisión para evitar hablillas y reflexiones peligrosas, y pávulo al encono que desgraciadamente reina entre europeos y criollos, y aunque asegura que consideraba con esto cortada en su origen una conspiración que califica por de mala naturaleza, por la disposición que habia en el pueblo a dividirse en los partidos de gachupines y criollos, se tiene entendido que Azanza veia próximo un movimiento, y estaba ansioso de dejar el mando. La causa se siguió, no sólo con la lentitud que requieren los trámites en negocios en que se hallan complicados varios reos, sino con la que exigia la circunstancia de procederse con el miramiento que pedian las consideraciones de la política; por lo que según en ella se adelantaba, se daba cuenta al virrey por el juez comisionado, y se acordaba en la junta de ministros que éste habia formado desde el principio, lo que convenia seguir haciendo, no habiéndose llegado a pronunciar sentencia, que los fiscales de lo criminal y de lo civil pidieron fuese meramente consultiva, dándose con ella cuenta al rey, y aguardando su resolución. Varios de los reos murieron en la prisión, y otros continuaron en ella, sin que en los cumulosos autos que se formaron, se vea cual fue la terminación. El principal, Portilla, ha vivido hasta estos últimos tiempos, y hecho algún papel después de la independencia.

En el gobierno del virrey Marquina se descubrió una conspiración de indios en la Nueva Galicia, suscitada por uno de ellos llamado Mariano, hijo del gobernador del pueblo de Tlaxcala, que pretendia hacerse rey, y tenia relaciones con los pueblos de Colotlan y Nayarit. Se suponia que era fomentado por una persona tilulada de México, que se creia ser el conde de Miravalles, dueño de considerable extensión de tierras en las inmediaciones de Tepic, y que todo se hacia con conocimiento y auxilio de los ingleses: la mujer de José Gerónimo Perez, indio del pueblo de Iscatlan, que se hallaba preso en Tepic a causa de la conspiración, comunicó a Manuela Maldonado que el dia de la Vírgen de Guadalupe del año de 1800, habian de alumbrar en la festividad de su santuario inmediato a México, unos cirios compuestos de mixtos incendiarios, ofrecidos de limosna, para que a cierta señal ardiese el templo, y en medio de la confusión que esto causase, se haria volar el palacio del virrey, que estaria de antemano minado por sus cualro ángulos, y que los indios en general estaban en comunicación con los tlaxcaltecas y los de la Sierra. Esta misma especie difundió en Tepic un transeunte desconocido que pasaba a Sonora. La Maldonado puso todo en conocimiento de D. José Maldonado, vecino de Tepic, en cuya casa se habia criado y cuyo nombre habia tomado por este motivo, y este dió parte al comandante de aquel punto, quien a su vez lo dió al presidente de Guadalajara D. José Fernando Abascal, el cual comisionó en 30 de Abril de 1801 al administrador de rentas de Ahuacatlan D. Ramon Moran de la Bandera, para que pasase a Tepic, y con todas las precauciones que se le previno, procediese a hacer una información sumaria. Nada resultó probado por esta, habiéndose tomado muchas declaraciones, ni tampoco se pudo averiguar cosa alguna en el proceso que en Guadalajara se formó contra José Simón Mendez, monaguillo de la catedral, al cual se encontró una proclama sediciosa. El movimiento intentado se reprimió, habiendo sido aprehendidos porción de indios, que fueron conducidos a las cárceles de Guadalajara y Tepic, en donde murieron en el hospital muchos de enfermedad y entre ellos el José Gerónimo Perez, que habia sido el que habia andado poniendo en comunicación á los de Colotlan, e igualmente su mujer, que habia dado el aviso a la Maldonado, y aunque se creia que la conspiración se extendia a los indios yaquis y mayos en Sinaloa, el comandante militar de aquella provincia D. Alejo García Conde, en parte dado al presidente de Guadalajara desde Arizpe en 2 de Julio de 1801 asegura, que todas las noticias que sobre la conjuración se habian dado eran abultadas, probándolo por el hecho de que el capitán D. Pedro Villaescusa, a quien habia encargado procediese a hacer una averiguación de los hechos, se hallaba con toda seguridad en el centro de los pueblos que se decia estaban de mala fe, con solo una escolta de veinticinco hombres. El mérito contraido por Abascal en reprimir esta conspiración, le fue premiado con el virreinato de Buenos Aires y despues con el del Perú (16).

Aunque estas conspiraciones fuesen por sí mismas poco temibles, la repetición de ellas manifiesta que se iban acumulando materiales para más formales intentos, y la importancia que el gobierno les daba, prueba que conocia el peligro a que se hallaba expuesto. Sin embargo, la corte de Madrid, en el conflicto en que la ponia su propia prodigalidad y las exigencias continuas e imperiosas de su aliado Napoleón, se aventuró a dar un motivo poderoso de descontento, mandando por real cédula de 26 de Dieciembre de 1804, en virtud de breves pontificios, que se enajenasen las fincas de fundaciones piadosas y se recogiesen los capitales impuestos, cuyas escrituras estuviesen cumplidas, para hacer entrar todos estos fondos en la caja de consolidación de vales reales, con destino a la amortización de estos, a cuyo fin habian de remitirse a España, obligándose el erario a reconocer los capitales y pagar los réditos con hipoteca de las rentas reales. Aunque en España se habia tomado una medida semejante (17), pudo considerarse hasta cierto punto como benéfica, pues recayendo sobre bienes raices que se pusieron en venta, asegurando al clero rentas equivalentes a las que estos producian, aquellas propiedades saliendo de manos exentas, no sólo se hacian más productivas pasando a los nuevos propietarios, sino que entrando en la clase de contribuyentes, aumentaban la suma de las contribuciones, por las que comenzaban a pagar desde que mudaban de poseedor; pero en México el caso era absolutamente diverso.

Según en su lugar hemos visto, con el transcurso de los años se habia ido acumulando aquel género de fundaciones, a las que reconocian capitales, en sumas muy cuantiosas, casi todos los propietarios de fincas rústicas y urbanas, las cuales se hallaban afectas a estas hipotecas; y como una vez hecha la imposición que era por nueve años, nunca se exigia la devolución del capital mientras se pagaban con puntualidad los réditos, las más de las escrituras se hallaban cumplidas, o debian estarlo dentro de poco tiempo; de donde resultaba, que todos los propietarios iban a tener que exhibir sumas muy considerables que no estaban en estado de pagar, con lo que haciéndose efectivas las hipotecas, habíanse de poner en venta multitud de fincas, no de bienes eclesiásticos, sino de hacendados particulares, arruinando gran número de familias y haciendo bajar el precio de las mismas fincas, por las muchas que se habian de sacar a pregon, con perjuicio gravísimo de la agricultura, del comercio, de la minería, y en último resultado de las rentas reales, cuya diminución habia de ser una consecuencia precisa de la ruina de los propietarios. Para la ejecución de estas providencias, se establecieron juntas en las capitales de cada virreinato, y de los respectivos obispados, compuestas de las principales autoridades civiles y eclesiásticas, y de los comisionados régios que se nombraron especialmente para este objeto; y para estimular el zelo de todos estos funcionarios, se les asignaron considerables tantos por ciento sobre los fondos que recojiesen. El virrey Iturrigaray encontró en esto una ocasión de manifestar su zelo por el cumplimiento de las disposiciones de la corte, y de satisfacer a un tiempo su codicia, y así se llevó adelante la ejecución con el mayor empeño. Grande fue el disgusto que tales medidas causaron tanto entre los propietarios, que quedaban arruinados, como en el clero, que no consideraba segura la nueva imposición que se le obligaba a hacer de sus fondos. Hiciéronse varias representaciones, especialmente por los labradores y comerciantes de Michoacán, redactada la de estos por D. Manuel Abad y Queipo, quien estando después en España en 1807, presentó una memoria sobre el mismo asunto a D. Manuel Sixto Espinosa, director de la caja de amortización (18); otra exposición se hizo por el tribunal de minería, demostrándose en todas el grave perjuicio que iban a resentir la agricultura y las artes, para las cuales los fondos piadosos eran un banco siempre abierto, del cual con corto interés sacaban los fondos necesarios para el fomento de todas las negociaciones; lo cual era así, aunque también la abundancia de estos fondos y la facilidad de obtenerlos, era un motivo de ruina para las familias, pues con la desgraciada propensión de los mexicanos a gastar pródigamente cuanti tienen, sin pensar en el porvenir, iban grabando las fincas de que solo eran nominalmente dueños, para venir a parar en quiebras que los dejaban arruinados. Estas representaciones no sólo quedaron desatendidas, sino que sabiendo Iturrigaray que el lic. D. Miguel Dominguez, corregidor letrado de Querétaro, que a la sazón se hallaba enfermo en la capital, era quien habia redactado la del tribunal de minería, lo suspendió de aquel empleo, y no quiso reponerlo, ni aun habiendo recibido órden del rey para ello, la que fue menester se reiterase para ser obedecida. La suma que el gobierno español percibió por este arbitrio, ascendió a la cantidad de 10.656.000 ps. (19), y para recogerla, aunque se hicieron muchas composiciones por las juntas, concediendo esperas y señalando plazos a los que habian de hacer exhibiciones, se hizo también uso de la violencia, y en las gacetas de aquel tiempo son frecuentes los anuncios de las fincas sacadas a pregón, para rematarlas en basta pública, por no poder sus dueños enterar los capitales con que estaban gravadas.

Como si no bastasen estas disposiciones para irritar los ánimos de los habitantes de la Nueva España, al comunicarlas al virrey de México con real órden de 28 de Diciembre del mismo año, se excitó su zelo para que no permitiese se entorpeciese o dilatase su cumplimiento, facultándolo para resolver cualquiera duda que ocurriese, y se le recomendó como cosa en que haria un servicio muy distinguido, que entre tanto se comenzaban a percibir los productos de estas exacciones, recojiese y mandase los caudales que hubiese en las cajas de comunidades y censos de indios, así como los pertenecientes a los santos lugares, redención de cautivos y otros destinos semejantes, haciéndose con puntualidad el reintegro, fundando estas disposiciones en que la paz se habia conservado a fuerza de millones, y que eran necesarios otros muchos para cubrir los que se debian, según los compromisos ya contraidos. Así fue que de las sumas recogidas, entregó a Napoleon D. Eugunio Izquierdo, agente particular de Godoy en Paris, en 10 de Mayo de 1806, por convenio que celebró aun sin estar autorizado para ello, pero que fue aprobado por Godoy, veinticuatro millones de francos, que hacen cerca de cinco millones de pesos (20).

Al mismo tiempo adquirian los mexicanos idea de la riqueza de su pais y de la importancia que podria tener entre las naciones. El gobierno de Madrid, desestimando el recelo y precaución con que hasta entónces se habia procedido, evitando que los extranjeros tuviesen conocimiento de las cosas de América, permitió que el baron de Humboldt, célebre viajero prusiano, visitase las principales provincias de Venezuela, Nueva Granada, el Perú y México, mandando se le diesen en las oficinas todos los datos que necesitase. Sus observaciones fueron no solo astronómicas y físicas, sino también políticas y económicas, y los extractos que publicó estando en el pais, y después su Ensayo político sobre la Nueva España, que salió a luz en Paris en 1811, hicieron conocer esta importante posesion a la España misma, en la que no se tenia idea exacta de ella; a todas las naciones, cuya atención se despertó; y a los mexicanos, quienes formaron un concepto extremadamente exagerado de la riqueza de su pátria, y se figuraron que esta, siendo independiente, vendria a ser la nación más poderosa del universo.

Las guerras con Inglaterra habian sido frecuentes en los reinados de los monarcas de la casa de Borbón, y más especialmente desde el de Carlos III, y sus consecuencias eran muy funestas para la Nueva España, no sólo por la escasez y alto precio de los efectos de Europa, que causaba la interrupción de las comunicaciones marítimas, sino por la falta de azogue, fierro, acero y demás materias necesarias para el laborío de las minas. Tratóse de remediar en alguna manera este grave mal y proveer a las necesidades de las provincias ultramarinas, permitiendo por real órden de 18 de Noviembre de 1797, la introducción de efectos de propiedad española, bajo pabellón neutral, pero las dificultades que la ejecución de esta medida ofrecia, la hicieron casi infructuosa. Sin embargo, la necesidad habia llegado a ser extrema, pues según el informe que el virrey Azanza hizo al ministro de hacienda en 26 de Noviembre de 1798, en todo aquel año no habian llegado a Veracruz mas que diez y nueve barcas y otros buques pequeños, que habian podido escapar a la vigilancia de los cruceroos ingleses, siendo la consecuencia, que el precio de los efectos de Europa: habia subido extraordinariamente: que los productos de la agricultura del pais estaban sin salida, habiendo existentes en Veracruz más de ocho mil zurrones de grana, y que los derechos de introducción y las alcabalas interiores habian sufrido una baja considerable. Por estas razones Azanza se vió precisado a hacer las ampliaciones que creyó indispensables en el comercio de neutrales, con lo que comenzaron a venir bastantes buques, especialmente de los Estados Unidos, proponiendo a la corte se permitiese de preferencia el conducir desde la Habana géneros extranjeros, los que hacia tiempo eran admitidos en aquel puerto. El comercio de Cádiz, que veia con recelo todo lo que podia perjudicar al monopolio que ejercia, se resintió de estas medidas, temiendo que el mercado se hallase de tal manera provisto por los neutrales, que cuando llegase a hacerse la paz, los géneros estuviesen a bajo precio y no pudiesen venderse los efectos que se remitiesen de aquel puerto, lo que obligó al virrey a escribir una carta a un comerciante del mismo, para que la circulase entre los demás, sincerando su conducta y manifestando por la lista de buques neutrales admitidos y nota de precios que remitió, que aquellos temores eran infundados (21). La paz de Amiens vino a poner término a estos males, pero su corta duracion volvió a causarlos de nuevo, habiéndose roto las hostilidades entre España e Inglaterra en 1805, a consecuencia de haber sido tomadas en plena paz por la marina inglesa, cinco fragatas españolas que conducian caudales de Buenos Aires, una de las cuales fue volada en el combate. Volviéronse a conceder con este motivo los permisos a los neutrales, lo que fue para el virrey Iturrigaray otra fuente de riqueza, habiéndose permitido tambien la extracción de caudales a la casa holandesa de Hoppe, relacionada con la de Gordon y Murphy de Londres, y esta con la de D. Tomas Murphy de Veracruz, por cuyo medio se hicieron todas estas lucrativas operaciones.

Para proveer a la minería de azogue y fierro, que eran los artículos de que más necesidad tenia, se emprendió con empeño el laborío de las minas del primero de estos metales, habiéndose trabajado por cuenta de la diputación de minería de Guanajuato, las del Durazno y S. Juan de la Chica, en el reverso de la Sierra que atraviesa aquella provincia, y aunque se extrajo alguna cantidad de azogue, se vió que no podian fundarse sobre ellas esperanzas ningunas. En cuanto al fierro, se estableció por el tribunal general de minería la ferretería de Coalcoman en la provincia de Michoacán, cerca de Colima, y bajo la dirección de D. Andres del Rio, se construyeron los hornos y todas las oficinas necesarias para las multiplicadas manipulaciones que este metal requiere, y comenzaron a labrarse con buen éxito barras, almadanetas y otros útiles de mayor consumo en la minería. Tratóse también de hacer papel de maguey para la fábrica de tabacos, y se aumentaron mucho los consumos de los tejidos del pais, que con este motivo tuvieron notables mejoras.

Durante el largo tiempo de la dominación española en América, no parece que ninguna de las potencias con las que estuvo en guerra aquella nación, formase ningún proyecto serio de invadir el continente, aunque muchas de las islas del archipiélago de las Antillas fueron sucesivamente ocupadas (22): solo la Holanda se apoderó de la costa del Brasil, cuando este pertenecia a la España como parte de la corona de Portugal. Hecha la independencia de los Estados Unidos, algunos aventureros de aquel pais, fueron intentando diversas excursiones, siendo el primero Felipe Nolland, que a principios del año de 1801 se introdujo hasta Nuevo Santander, a pretexto de comprar caballos. Diéronse por el virrey Marquina las órdenes más estrechas para prenderlo al coronel D. Felix Calleja, comandante de la brigada de S. Luis Potosí, en cuya consecuencia marchó una division volante bajo el mando del teniente D. Miguel Muzquiz, quien atacó a Nolland el 21 de Marzo, en unos pequeños fortines que habia levantado en territorio de la tribu tacahuana, y habiendo sido muerto el mismo Nolland, sus compañeros se dispersaron o fueron hechos prisioneros. Sin embargo, se receló que este no fuese más que el principio de más serias empresas, y para estar prevenido para lo que pudiese ocurrir, se reunió en S. Luis Potosí alguna fuerza, con compañías sacadas de los cuerpos provinciales de caballería de las demarcaciones inmediatas. Pocos años después el coronel Burr, vice presidente de los Estados Unidos, intentó invadir la provincia de Texas, objeto desde entonces de la ambición de aquella República, convocando aventureros para establecerse en ella, lo que obligó a mandar a aquella frontera las compañías de milicias de Nuevo Leon y Nuevo Santander, a las órdenes del coronel Cordero.

La Inglaterra con mas extensas miras que las que hasta entonces habia tenido, hizo en 1806 un ataque formal a Buenos Aires, con el objeto de establecerse en las provincias del rio de la Plata, y aunque el ejército que llegó a ocupar aquella ciudad en 1807 se vió obligado a capitular, se preparaba otro que debia haber mandado Sir Arturo Wellesley, tan famoso después con el título de Lord Wellington, y cuyo destino se dudaba si era para el mismo Buenos Aires o para Nueva España. Por estos amagos formó el virrey Iturrigaray desde el año de 1806, un cantón de tropas en Jalapa, Perote y otros puntos inmediatos, en el que se reunieron cosa de catorce mil hombres, tanto de cuerpos veteranos como de milicias, dando a la capital al paso de algunos de los cuerpos que marchaban al canton, el espectáculo nuevo de un simulacro de batalla, no habiendo quedado en ella más guarnición que el regimiento del comercio, formado por soldados que ponian a sus expensas los comerciantes en lugar de servir personalmente, y cuya oficialidad era toda de europeos, y el escuadron urbano organizado en los mismos términos por los panaderos y tocineros. El mando de este cuerpo de tropas, el mayor que habia habido en la América española desde la conquista, se le dió, como segundo del virrey, al brigadier D. García Dávila, gobernador de la plaza de Veracruz, en la que quedó en su lugar el coronel D. Pedro Alonso.

Ejercitábanse asiduamente estos cuerpos en evoluciones militares y en el manejo de las armas, y en el mes de Enero de 1805, estuvo el virrey a hacerlos maniobrar todos juntos, como en una función de guerra, en la llanura del Encero a pocas leguas de Jalapa, en la que se reunieron veinte batallones de infantería, veinticuatro escuadrones de dragones, y un tren de treinta y cuatro piezas de artillería. Así se prepararon las tropas de Nueva España para las operaciones de la campaña; se formó en ellas un espíritu militar que antes no habia; los jefes y los soldados se conocieron y se pusieron en comunicación unos cuerpos con otros, excitándose una noble rivalidad y un empeño de distinguirse, hasta entónces desconocidos en estos paises, que por tantos años habian disfrutado de una profunda paz (23).

El plan de defensa que el virrey se habia propuesto, se reducia a conservar la tropa acantonada en los climas templados, dispuesta a socorrer la plaza de Veracruz u otro punto que fuese atacado, y si aquella se perdiese, defender el tránsito al pais sane, valiéndose de las muchas posiciones ventajosas que presenta el declive de la cordillera, muy rápido por aquella parte, para contener al enemigo en el pais en que se padece el vómito y otras enfermedades, donde estas lo consumiesen. Este plan aprobado por el gobierno de España, y el más prudente que se pudiera adoptar, no gustó al ayuntamiento y comercio de Veracruz, empeñados en que se fortificase la ciudad y se guarneciese con muchas tropas, no obstante haber visto perecer estas en gran número cuando se hizo así por el virrey Azanza, y estas contestaciones fueron el principio de la rivalidad de aquel ayuntamiento con Iturrigaray. El plan del virrey era sin duda muy acertado, y es seguro que con las tropas que tenia reunidas, disciplinadas como estaban, y con los jefes que a su frente se hallaban, el enemigo no habria logrado ocupar la capital, como variadas las circunstancias, se ha verificado con mengua de la nacion.

La reunión de tropas en el canton de Jalapa habia hecho concebir alta idea de la fuerza militar del pais, y los que tenian algún pensamiento de independencia, veian en aquel ejército el medio de efectuarla y sostenerla; aun se dice que esto era materia de conversación entre los mismos jefes de los cuerpos; pero no obstante todas estas circunstancias reunidas, el largo hábito de obedecer a los monarcas españoles, cuya autoridad se hacia más respetable por lo mismo que se ejercia desde tan lejos (24); la inquisición que castigaba como herejía cualquiera duda sobre la legitimidad de los derechos de aquellos soberanos, y el clero cuya influencia se empleaba en sostenerlos en nombre de la religión; hubieran hecho permanecer por mucho años a la Nueva España bajo el cetro de los reyes de la antigua, si no hubieran venido a interrumpir este curso tranquilo de cosas, los grandes acontecimientos de que vamos a ocuparnos en el capítulo siguiente.




Notas

(1) Suplemento a la Gaceta de México núm. 12 de 26 de Mayo de 1804, tom. 12 fol. 93.

(2) Véase por el índice en todos los artículos relativos.

(3) En el suplemento a la Gaceta de 4 de Junio de 1805, tomo 12 fol. 305, en la noticia de los servicios hechos a la ciudad de México por el Sr. D. Cosme de Mier y Trespalacios, que falleció el 3 de Mayo de aquel año, está el proyecto de la extensión y adornos de la Alameda.

(4) Sobre la construccion de esta, véase lo que dice Revilla Gigedo en su Instrucción.

(5) En la Gaceta de 7 de Enero de 1804, tomo 12 n. 3 fol. 19, está la relación por menor de la conducción y colocación de esta estatua por el virrey Iturrigaray; habiéndose puesto una provisional de yeso por Branciforte.

(6) Qui ingenuas revocavit artes, se puso con razón en la medalla

(7) En Guanajuato habia cuatro bibliotecas de más de mil volúmenes entre particulares, ademas de las muy selectaa. del intendente Riaño y del cura Dr. D. Antonio Labarrieta.

(8) El obispo abad y Queipo estaba en este numero, y fue uno de los puntos de la denuncia que contra él hicieron a la inquisición los carmelitas de Valladolid.

(9) Esta solicitud la recomendó el virrey Iturrigaray al ministro Caballero, en carta num. 303, que se halla en el tomo 226 de la correspondencia de los virreyes con la corte, en el archivo general. El sueldo de los inquisidores era 3.140 ps., y casa.

(10) Son los títulos que él mismo se da en su gaceta.

(11) Esta obra se reimprimió en Puebla por el Dr. Troncoso, en cuatro tomos en 4° en el año de 1831, en la imprenta del hospital de S. Pedro.

(12) Berstain, tom. 1° en el art. relativo fol. 157, compara a Bartolache con el ángel que movia las aguas en la piscina, por los buenos efectos que produjo el impulso que dió a las ciencias con este periódico.

(13) La denuncia y tOdo lo actuado en consecuencia de ella, está en el archivo reservado de los virreyes. El Foncerrada de que se trata, fue padre de D. Melchor de Foncerrada, oidor de México, nombrado después consejero de Estado y de D. José Cayetano, canónigo de México y diputado en las cortes de Cádiz. El mismo D. José Bernardo hizo en Valladolid la jura de Carlos IV en 1791, como alferez real, y con este motivo hizo acuñar con su nombre una medalla por Gil.

(14) Esta memoria del conde de Aranda ha sido publicada por Coxe, en su excelente Historia de España bajo el gobierno de los reyes de la casa de Borbón, tomo 6° capitulo 3° adicional, fol. 45 de la traducción francesa de D. Andres Muriel, con muy interesantes adiciones del traductor. Paris 1827. Esta misma memoria fue traducida y publicada en el periódico de México titulado El Tiempo en el año de 1846.

(15) En el archivo secreto de los virreyes, se encuentra la correspondencia seguida por Branciforte con la inquisición sobre todos estos incidentes, y hay también ejemplares del atroz papel de Rojas. Todas las causas de que hablo se hallan en el archivo general, y son muy voluminosas, habiéndose sacado de ellas testimonios hasta por triplicado para remitir a España.

(16) Además de los expedientes que sobre todas estas conspiraciones se formaron y se hallan en el archivo general, puede verse lo que acerca de la de los indios de Nueva Galicia dice D. Cárlos María Bustamante, en el suplemento a la historia del P. Cavo, de los tres sigl0s de México durante el gobierno español, tomo 3° fol. 194. La corona con que se habia de coronar Mariano, a quien llamaban máscara de oro, era la de una ímágen de Sr. S. José de una iglesia de Tepic. En la declaración que se tomó a María Manuela Maldonado en 22 de Julio de 1801, en el pueblo de S. Pedro Iscatan donde estaba casada, dijo ésta contestando a la sexta pregunta que se le hizo por D. Gregorio Perez, teniente de gobernador y comandante de Colotlan y Nayarit, que José Gerónimo Perez le dijo que el rey indio habia de coronarse en Tlaxcala, por ser el que faltaba de los que fueron a Belen a adorar a Dios. Esta especie procedia sin duda de la idea vulgar, que los tres reyes magos eran el uno español, el otro moro, y el otro indio; y habiendo habido en España reyes de las dos primeras naciones, faltaba el de la tercera. La Tlaxcala de que se habla, no es la antigua ciudad de Tlaxcala cerca de Puebla, sino una de las colonias sacadas de ella para establecerlas en las provincias del interior.

(17) La cédula para la venta de los bienes eclesiásticos en España, es de 15 de Oétubre de 1805, y es la ley 1a. del título 5° del libro 1° del suplemento de la Novísima Recopilación, tomo 4° página 6. La cantidad que el sumo pontífice permitió vender de los bienes de las iglesias de España, por su breve de 14 de Junio del mismo, fue la correspondiente a la renta anual de 200.000 ducados de oro de cámara, que equivale a 6.460.000 reales de vellon, que son 320.000 pesos fuertes anuales.

(18) Véanse estas representaciones en la colección de sus obras, publicada en México en 1813: la de los labradores de Michoacán, fecha 24 de Octubre de 1805 fol. 66, y la memoria a Espinosa, con quien tuvo también una conferencia, fol. 95 a 112. En esta conferencia ofreció Espinosa que se concederian a las Américas todas las gracias que Abad y Queipo pedia en su favor, pero que el estado de los negocios no permitía suspender lo dispuesto sobre capitales piadosos.

(19) Bustamante: Suplemento a la Historia de Cavo tomo 3° fol. 250, quien sacó las constancias de los papeles de la secretaría del virreinato. El mismo por lo relativo a Dominguez, fol. 222.

(20) Historia del levantamiento, guerra y revoluciones de España, por el conde de Toreno. México, Imprenta de Galván, 1839, tom. 1°, Lib. 1°, fol. 12.

(21) Manuscritos en poder del autor de la colección de documentos sobre minería y comercio, formada por el padre del mismo.

(22) Los ingleses tomaron la Bermuda en 1612. Los holandeses en 1623 a Curazao y otros islotes frente a la costa de Venezuela. Los franceses la Martinica y Guadalupe en 1635. Los ingleses la Jamaica en 1652. En 1740 atacaron a Cartagena: en 1763 a Manila y la Habana de que se apoderaron y las volvieron en la paz y en 1798 a Puerto Rico. Los franceses se habian hecho dueños con sus filibusteros de una parte de Santo Domingo, y se les cedió toda en la paz de Basilea. Después se cedió a Napoleón la Luisiana, y antes lo había sido la isla de la Trinidad a la Inglaterra, y el territorio de Walis aunque solo para el corte de madera.

(23) En la Gaceta de México del 17 de Febrero de 1808, tomo 15, núm. 15, fol. 115, se halla el diario de las operaciones de las tropas acantonadas, y de las evoluciones mandadas en persona por Iturrigaray, formado por el capitán D. Cristobal Dominguez, ayudante del cuartel maestre general D. Miguel Constanzó, brigadier de ingenieros. El virrey habia destinado el batallón de Guanajuato al servicio de la artillería por ser de gente minera, y quedó no sólo satisfecho de su buen comportamiento, sino de la buena voluntad conque se ofreció a conducir a brazo por falta de mulas, el tren de artillería del Encero a Jalapa, lo que hicieron en cuatro horas y media, llevando cuesta arriba 12 cañones de a 6, y 2 de a 4. Véase dicha Gaceta fol. 123.

(24) Cui majar e longinquo reverentia. Tacitus, Ann, Lib. 1°, cap. 47.

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