Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO SEXTO - La ideología liberal, según el licenciado Trejo y Lerdo de Tejada CAPÍTULO OCTAVO - La revolución clama en el desiertoBiblioteca Virtual Antorcha

INSTALACIÓN
DE LA
XXVI LEGISLATURA

Recopilación, selección y notas de Diego Arenas Guzmán


CAPÍTULO SÉPTIMO

LA CONTRARREVOLUCIÓN, LA PORRA, Y LA CONTRAPORRA

La aprobación sin debate, de sendos dictámenes que declaran legales las elecciones de los señores Juan Sánchez Azcona, para diputado propietario ,por el 12° distrito del Distrito Federal; Carlos Argüelles para suplente por el mismo distrito; doctor Luis G. Unda para diputado propietario por el 9° de Puebla, y licenciado Ismael Palafox para suplente del doctor Unda, sirve de puente, en esta sesión del 12 de septiembre, entre tempestad y tempestad de pasiones políticas, desatadas por la dialéctica incisiva, maliciosa, demoledora y analítica de Luis Cabrera.

Su espíritu batallador apresta los arreos de combate a medida que van dejándose oír en el recinto parlamentario los términos de esta proposición:

Examinado el expediente relativo al 16° distrito electoral del Estado de Veracruz, aparece que fueron electos diputados: propietario, el C. José Castellot, Jr., y suplente, el C. Tirso W. Cházaro.

El Partido Independiente protestó contra la legalidad de las elecciones, afirmando:

1.- que el jefe político ordenó a algunos de los secretarios de los presidentes municipales, que se hiciera la elección a favor de Castellot y Cházaro, y;

2.- que el señor Castellot, Jr., no es vecino de Zongolica, por no tener bienes raíces en el municipio.

La carta particular que fue enviada a los secretarios de los municipios, no prueba en manera alguna la presión de las autoridades, pues se contrae a vagas indicaciones que la hacen aparecer como recomendación amistosa y no como exigencia que pudiera tener el carácter de presión oficial. Respecto del segundo capítulo, el señor Castellot presentó un título de propiedad, que es bastante para justificar que efectivamente tiene bienes raíces en el municipio.

Por estas razones, la Comisión que subscribe, propone:

1. Son de declararse buenas y legales las elecciones de diputado propietario y suplente del 169 distrito del Estado de Veracruz, propietario, el C. José Castellot, Jr., y suplente, el C. Tirso W. Cházaro.

Una nota al pie de este dictamen da constancia de que el licenciado Rendón se excusó de dictaminar. El diputado Francisco Arias hace estas objeciones a la proposición de los escrutadores:

He venido a conocer al señor Castellot -antes lo conocía de nombre- y me encuentro con un orador independiente, fogoso, inteligente y enérgico. Tiene él todas mis simpatías; pero yo, como veracruzano, señores, sostengo aquí que los distritos de Veracruz deben ser representados por veracruzanos. Yo daría mi voto y felicitaría al Estado de Campeche, si el señor Castellot fuera diputado por Campeche; igualmente el señor Vidal y Flor, si ocupara una curul por Tabasco; igualmente el señor Braniff, si viniera por el Distrito Federal. Pero, séñores, en los distritos veracruzanos, sobran veracruzanos, como en los de la Huasteca que representan a la Huasteca (aplausos).

Yo he venido aquí del puerto de Veracruz, porque allí nací; allí me crié; allí he demostrado todos mis esfuerzos en pro de la libertad, en pro del progreso y en pro de la patria; por ella sucumbiría.

Por lo tanto, señores, no me guía un personalismo tonto; me guía, señores, el respeto del espíritu de la ley; el espíritu de la ley es que cada representante verdaderamente represente la tierra donde ha nacido (aplausos).

El diputado Urueta replica:

Como el señor licenciado Rendón se excusó de conocer en este caso, tócame contestar al señor Arias sus objeciones en contra del dictamen.

Creo que el señor Arias ha ido un poco más allá de donde la ley permite, porque la Ley Electoral, en su artículo 116, es terminante. Para los efectos del artículo 56 de la Constitución Federal o Territorios, a los ciudadanos que tengan estos requisitos:

I. Que hayan nacido en su territorio.
II. Que tengan bienes raíces en él, cuando menos tres meses antes de la elección.
III. Que hayan residido en él, por lo menos tres meses antes de la elección.
IV. Que tengan comercio o industria establecidos por lo menos seis meses antes de la elección, y giren un capital no menor de tres mil pesos.

En consecuencia, no es exclusivamente requisito para estar avecindado en un Estado el haber nacido en él. Puede una persona no haber nacido en el Estado y, sin embargo, estar avecindado en dicho Estado. Conforme a la Constitución, si se tienen bienes raíces en él cuando menos tres meses antes de la elección; éste es el texto de la ley. En consecuencia, aquí la única discusión posible estriba en el punto en que la ha colocado el señor Cabrera. El señor Cabrera ha solicitado la lectura del título de propiedad; una vez que el título se lea, se descubrirá si el título es bueno o malo; si efectivamente el señor Castellot posee bienes raíces en el Estado de Veracruz, entonces está dentro de la ley, y el dictamen de la Comisión es indiscutible; si resulta que el señor Castellot no posee bienes raíces en el Estado de Veracruz, entonces el dictamen de la Comisión viene por tierra (aplausos).

De acuerdo con la petición hecha por Cabrera antes de que el debate fuese iniciado, la Secretaría lee un título de propiedad de un terreno en Zongolica, vendido en doscientos pesos por don José Castellot, senior, a don José Castellot, junior.

Cabrera advierte:

Es muy barata la vecindad de un diputado por doscientos pesos. ¡Ahí están las formas! (aplausos). En cambio, a otros nos ha costado ocho o diez años de residencia el llegar a hacer una vecindad, acumulando grano por grano el terreno que poseemos. Tiene razón el señor Arias en lo moral, aunque en lo jurídico no la tuviera, en impugnar la credencial del señor Castellot. Ahí están las formas de que nos hablaba el señor Urueta: ahí está el fondo que debemos ver; ahí está el fraude. Seria indigno, verdaderamente indigno de la seriedad de esta Asamblea, si fuéramos a admitir como prueba suficiente de la vecindad del señor Castellot en el cantón de Zongolica, un título de propiedad, que, lo diré con franqueza, se ve a todas luces cuál era el propósito de él en el mes de febrero del año de la elección ...

El diputado Elguero interrumpe a Cabrera para pedir la palabra en pro del dictamen.

Cabrera reanuda:

Voy a nombrar juez de la causa al señor Elguero, después de que me haya acabado de escuchar. El Partido Católico, en todas las veces que ha tenido necesidad de avecindar a sus miembros para que pudieran llevar un candidato en dos o tres partes, supo hacer estas cosas perfectamente bien; cuando el Partido Científico, que todavía no era tan maestro (siseos, aplausos, campanilla); cuando dos de los más connotados científicos, que todavía no eran tan maestros (siseos, voces: ¡Cállate!, aplausos, campanilla); cuando los señores Castellot, padre e hijo, que todavía no son tan maestros en sus trabajos (siseos, campanilla), tuvieron necesidad de acudir al expediente de la compra de terrenos, dejaron, sin embargo, la puerta abierta, detrás de la cual debía colarse la verdad con su linterna para ver el fondo de esos títulos de propiedad. El señor Castellot, padre, que esta mañana estaba en esta Asamblea y que ahora siento no esté ...

Castellot hijo interrumpe en tono de reto:

No está él; pero aquí estoy yo para responder por todo lo que usted quiera.

Los católicos, los liberales de oposición, los antiguos cadetes del grupo científico-porfirista que en 1910 bregaron bajo las banderas de la reelección, y sobre todos ellos, los concurrentes a las galerías, se entregan a manífestaciones frenéticas ante aquel rasgo de amor filial del señor Castellot hijo, hacia el señor Castellot padre.

Los aplausos, los ¡bravos!, los ¡vivas!, ahogan la voz de Cabrera, que apenas logra que se oigan estas palabras suyas:

Lo que voy a decir es que ... , cuando nueva explosión de siseos, gritos y llamamientos al orden por el presidente de la Asamblea lo obligan a permanecer expectante en la tribuna.

Pedro Antonio Santos increpa: ¿Quién vota aquí? ¿Las galerías o los diputados? Y lo abruman voces de ¡Fuera! ¡Fuera! Un diputado cuya identidad pasa desapercibida reclama: Pido que se cumpla con el Reglamento y se mande desalojar las galerías; pero su reclamo se pierde entre alto diapasón de Noes y de vítores a los independientes.

Los que no han sabido combatir en los campos de batalla ..., grita Pedro Antonio Santos, y los siseos, los apóstrofes suben de tono.

Hernández Jáuregui pide la palabra para una moción de orden y el presidente de la Junta afirma:

La mejor moción de orden es reiterar a las galerías la súplica de guardar el decoro debido.

Hernández Jáuregui insiste en su moción, que es ésta:

Para recordar al señor licenciado Cabrera que tiene padre, que tuvo padre, si no vive; que no hable de los padres delante de los hijos; para eso pido la palabra (aplausos).

Cabrera responde:

Interpelo y sigo. ¿Sabe el señor Jáuregui lo que voy a decir?

En medio de otro aluvión de siseos, de gritos, de aplausos y de repicar de la campanilla del presidente, Hernández Jáuregui confiesa:

No lo sé.

Entonces -concluye Cabrera- ¿por qué habla?

Y la tempestad adquiere renovado ímpetu, que en parte se aquieta al conjuro de la palabra de Díaz Mirón.

Pido a las galerías que oigan con atención o paciencia lo que los oradores digan, y que, en seguida -y aun cuando infrinjan el Reglamento, cuyo cuidado no me incumbe directamente- hagan, si les fuera consentido, manifestaciones ruidosas. Producirlas antes, e impedir así la libre expresión de las ideas de ciertos diputados, pugna con la razón, atropella la justicia. Que los miembros de la Asamblea que contribuyen al tumulto ensordecedor, se sirvan dejar hablar con entera libertad al señor Cabrera, con quien no tengo ligas, ni quiero tenerlas (aplausos), porque en un artículo de periódico, me llamó tránsfuga del dehesismo, y mintió. Mintió entonces, y de cara se lo grito ahora.

Pero jamás pongo mis pasiones sobre mis deberes; y creo que en el presente caso, el señor Cabrera está ejercitando un derecho que merece respeto, un derecho sagrado: el de emitir su pensamiento en el debate.

En resumen, suplico al concurso de arriba y de abajo que se dignen cumplir con una ley de la conciencia, con una prescripción de la equidad, escuchando al señor Cabrera (aplausos).

Cabrera prosigue:

Tengo la mala suerte de que antes de que se oiga lo que voy a decir, se tema que diga yo alguna inconveniencia y se me dan consejos para que no la vaya a decir.

Pierda cuidado el señor Hernández Jáuregui, que procuraré conducirme como buen muchacho (risas).

Pregunté si se encontraba presente el señor senador Castellot, porque lo vi ayer y esta mañana, y viendo que no se encontraba presente, iba a abstenerme de decir algo; pero estando presente el señor su hijo y habiendo tomado la digna actitud que tomó, la única que corresponde a un buen hijo, la única que todos tienen el deber de tomar, usaré de la palabra, y puesto que estoy en presencia de un hijo, me limitaré a decir algo que ya antes manifesté, algo que dije públicamente y publiqué en los periódicos del mes de marzo, bajo mi firma. En consecuencia, no tendría nada de particular que yo dijera aquí algo que leyeron todos absolutamente y me refutó por escrito el señor licenciado Fernando Duret, que se encuentra ahí sentado, y que, en consecuencia, es absolutamente del dominio público, a saber: que el señor Castellot, en los meses de febrero y marzo, estaba completamente insolvente porque había cedido hasta el último bien de su propiedad a favor del Banco de Campeche, al Banco de Campeche al cual adeudaba la considerable suma de millón y pico de pesos; pero no quiero hacer ya hincapié en esta circunstancia de insolvencia. Sí quiero analizar la venta de un terreno cuya extensión no recuerdo; pero me recordará la lectura del documento, y que en febrero estaba todavía en manos del señor Castellot y era vendido al señor su hijo en un documento privado, al precio de $200.00. A lo que me voy a referir exclusivamente, para que no tengan miedo de que me vaya yo a deslizar los señores de Veracruz, es a las condiciones jurídicas necesarias para que puedá decirse que una persona tiene bienes raíces en un lugar, porque tener bienes no es simplemente haber firmado un contrato de transmisión de dominio con su señor padre.

El lote tiene una superficie de 4.117,546 metros cuadrados,que linda con ...

Cabrera da lectura a los datos contenidos en el documento a que ha estado refiriéndose y continúa:

Esta es la forma en que se efectuó la traslación de propiedad, buscando, como había yo dicho, las condiciones de validez de este documento; aquí se trata de un documento privado, por virtud del cual se venden doscientos mil metros cuadrados de terreno en la cantidad de doscientos pesos, o sea a razón de un peso los mil metros. Ignoro si el precio será o no el justo; debe serlo; ignoro si el terreno está o no está situado en una de las municipalidades agregadas al 17° distrito electoral; quiero suponerlo; pero en ninguna parte de la República, y no obstante nuestra diversidad de legislaciones, ni en el mismo Estado de México, que tiene una de las legislaciones más abstrusas y, en consecuencia, más flexibles, puede sostenerse que este documento acredite propiedad de un inmueble.

Los instrumentos públicos, para que hagan fe respecto de terceros, necesitan la inscripción en el Registro; estos son los instrumentos públicos; pero en cuanto a instrumentos privados, es todavía más necesaria su inscripción en el Registro PÚblico, porque si en este punto la Ley del Distrito Federal es igual a la del Estado de Veracruz (y apelo al testimonio de toda la diputación del Estado de Veracruz), exige que el documento haya sido inscripto en el Registro Público de la Propiedad, para comenzar a surtir sus efectos la traslación de propiedad (siseos).

He querido expresamente tomar una de las formas estrictas de ataque dentro de la ley contra de este documento, porque no quiero acudir a la presunción de simulación, presunción que desde luego se fortalece, y crea la sospecha de que no fuera efectiva esa tenencia, como quiere la ley, o sea posesión, como dice el señor Urueta, o sea propiedad, como digo yo. Y esa presunción se fortalece cuando se ve que la fracción de doscientos mil metros vendida, ni siquiera está identificada.

Ahora bien; yo pregunto: el señor Castellot, Jr., siempre ha vivido en México; el señor Castellot Jr., ha nacido en Campeche; pero al señor Castellot Jr., le ha ocurrido ir a lanzar su candidatura en el distrito de Zongolica. Esto no obstante, yo votaré en favor de la credencial del señor Castellot, si él me dice cuántas veces ha ido a ese terreno, a quién tiene de administrador, o si siquiera lo ha visto ... (siseos, voces: ¡No! ¡No!, campanilla).

Yo aseguro que el señor Castellot ni moral, ni física, ni materialmente es dueño de ese terreno. El señor Castellot no tiene, pues, bienes raíces en el Estado de Veracruz, y no debería ser designado como candidato a diputado por dicho Estado. No me guía a hacer objeción a su credencial el espíritu estrecho de que nuestros linderos de Estado a Estado sea suficiente motivo para no admitirlo como diputado; pero la ley exige determinados requisitos, y el señor Castellot, al tener otro lugar por donde lanzar su candidatura, no debió escoger precisamente el distrito en donde poseía el único bien raíz -pues no sé si tiene algunas otras propiedades-; pero donde poseía doscientos mil metros de terreno todavía indiviso, que le había vendido el señor su padre; no debió lanzar su candidatura por aquel lugar, y diré que éste es notoriamente un indicio de que el señor Castellot no es realmente un vecino ni puede considerarse como vecino de ese lugar.

Ahora bien, señores diputados; la ley exige su aplicación; pero exige ante todo una explicación, una interpretación de los hechos, en que se vea que no ha sido forzada, en que no se vea la creación especial de la vecindad con el objeto de obtener la curul, sino que la curul venga a ser como la derivación de un derecho, de una relación, de intereses, del amor al lugar por donde se lanza la candidatura; que indique el conocimiento de las necesidades de aquel lugar, en contacto con los hombres, en contacto con aquel pueblo, y la ley ha querido interpretar que existe ese contacto, que existe ese conocimiento, que existe ese amor, que se llenan algunas de las condiciones que aquí se fijan; pero cuando especialmente se va a crear la vecindad, se está violando la ley, se está infringiéndola, y ante todo se está burlando la voluntad de la ley al querer que el distrito, el Estado o el lugar donde hemos nacido, o donde tenemos nuestros intereses, esté digna y conscientemente representado.

Interpelo, por consiguiente, al señor Castellot después de haber obtenido la lectura del documento para que nos diga si ha vivido en Zongolica, que nos convenza moralmente de que en efecto siente por aquel lugar el amor que siente cada uno de nosotros por el lugar que nos vio nacer, cuando menos el amor que se siente por el lugar donde está radicado el patrimonio de sus hijos.

El señor Castellot da lectura a varios artículos del Código Civil que rige en el Estado de Veracruz y agrega:

Mi título, señores, llena estos requisitos. En el expediente apárece una carta publicada por cinco clubes de Zongolica, componentes del partido gavirista, enemigo del señor gobernador Lagos Cházaro, que, encabezados por el señor Rafael Cosme Jiménez, hicieron los trabajos de elección.

No quiero hablar de una manera emocionante a ustedes. El señor que me precedió en el uso de la palabra, parece que le ha causado, si no escozor, cuando menos desagrado, el justo dictamen de la Comisión, que ciertamente no merecía las simpatías del señor Cabrera.

Dejo al buen juicio de ustedes la resolución de este asunto; estoy seguro de que resolveréis con toda conciencia; cualquiera que sea el resultado, acataré respetuoso la voluntad de la Cámara (aplausos).

El diputado Rivera Cabrera pide informe sobre si el terreno del señor Castellot está o no registrado en el Catastro del Estado de Veracruz; el señor Rendón interviene:

Aunque no formo parte de la Comisión dictaminadora en este caso, porque no quiero que mis afectos personales para el señor Castellot pudieran entenderse de distinta manera, siempre me creo obligado, como de la Comisión, a dar los informes que se me piden.

¿Se quiere informe del Catastro? Aquí está el pago de la contribución; creo que eso es lo suficiente. Este terreno pertenece totalmente al señor senador don José Castellot, quien paga contribución por todo el terreno; aquí está la hoja comprobatoria, que así lo dice.

A su vez interviene el diputado Arias:

Quiero volver a repetir al señor licenciado Castellot, hijo, que no me anima adversión alguna; sostengo un principio, y creo que honradamente debo creerlo.

Yo daré mi voto por el señor Castellot; pero yo quiero, señores, que en el Estado de Veracruz se sepa que hubo una voz de Veracruz que se levantó en defensa de un derecho que el señor Cabrera llama moral y que el señor Urueta lo niega con la ley. Está bien; pero el señor Castellot habla del partido gavirista que lo sostuvo en el cantón de Zongolica. Yo pido, señores, creyendo lo que el señor Castellot dice, que también se lea el expediente de acusación que ante la Comisión Permanente se hizo contra la presión de Lagos Cházaro en la elección de diputados, y los telegramas originales dirigidos a Zongolica recomendando la elección del señor Castellot (aplausos y siseos).

Llega a la tribuna el joven diputado Armando Z. Ostos, que se esmera en distinguirse como fuerte adversario polémico del licenciado Cabrera, y vehemente desde el inicio hasta el fin de su peroración, se gana aplausos y vítores de los católicos, de los restauradores, de los contrarrevolucionarios.

Señores de la Junta -clama con acento patético-: Verdadera sorpresa me ha causado oír los argumentos del señor licenciado Cabrera, cuya fama de jurisconsulto no solamente corre por todo el Distrito Federal, sino por todos los ámbitos de la República. Pero, ¡ah! señores, ¡qué bien hicieron los estudiantes de la capital ...! (bravos, aplausos, campanilla). Decía, señores: ¡qué bien hicieron los viriles estudiantes de la capital en abandonar la Escuela de Jurisprudencia, cuyo director es el señor Luis Cabrera, para ir a beber la savia de la Escuela Libre, donde están los Agustín Rodríguez, los Emilio Rabasa y los Francisco León de la Barra! (aplausos).

Y digo que hicieron bien, porque por lo que ha expuesto aquí el señor licenciado Cabrera -permitidme que, a pesar de mi juventud de abogado lo diga- ha demostrado que ignora los principios más elementales del Derecho Civil (aplausos).

Señores; yo no soy jurisconsulto -¡ojalá y llegara a serlo!- Yo soy un joven abogado que acaba de salir de la escuela, apenas comienzo a luchar; pero el caso aquí es tan sencillo, que creo poder demostrar que el título del señor Castellot es perfectamente legítimo y que el señor Cabrera ha dicho solemnes disparates (aplausos).

Yo no sé dónde se fue Blas Urrea ... (risas y aplausos). Cuando todos los jóvenes veíamos en los periódicos de oposición, escritos vibrantes, valientes, contra el gobierno anterior, nos fijábamos en el seudónimo Blas Urrea y preguntábamos por todas partes: ¿Quién es? Cuando se me dijo: Es el señor licenciado Luis Cabrera, lo admiraba, señores; deseaba conocerlo, y cuando lo encontraba en la calle, de pies a cabeza lo veía. Pero ¡ah!, señores: el talento de Blas Urrea ha huido con la famosa frase: La Revolución es la Revolución (aplausos).

Yo quisiera, señor Cabrera, que volviera a nacer Blas Urrea; yo quisiera que vuestro talento volviera a lucir; la nación necesita de vuestro talento. ¿Qué ha pasado, señor, con el director de la Escuela Oficial? (aplausos). ¿Qué os pasa, señor?

Voy a entrar al terréno legal.

Señores: El título del señor Castellot es perfectamente legítimo. Vamos a examinarlo: llena los requisitos exactos para que haya contrato: hay capacidad de los contrayentes, hay mutuo consentimiento, hay objeto lícito, y las formas externas están llenadas.

Por otra parte, señor Cabrera, recordad -y ya lo dijo el señor Castellot- que compraventa es un contrato de transmisión, que habiendo consentimiento en la cosa y en el precio, existe la compraventa; si el señor senador Castellot y su hijo don José convinieron ambos en la cosa, convinieron ambos en el precio, legalmente es compraventa, o ¿qué cosa es, señor Cabrera? (Aplausos). ¿Qué importa el mayor o menor valor del predio? Así, yo puedo vender un palacio que pudiera tener en una de las calles de la capital en un peso, y es compraventa: existe la cosa y existe el precio. Esto es, en cuanto al contrato, está perfectamente definida la compraventa.

Por otra parte, el señor Cabrera se quiere salir por el orden moral; y debo decirle que, atendiendo a las circunstancias de padre e hijo, un padre puede vender a un hijo no solamente doscientas mil hectáreas de terreno en doscientos pesos, sino que puede donárselas libremente (aplausos).

Y en la donación, señor Cabrera, el licenciado Castellot no habría dado un solo centavo a su padre. Si hubiera preferido donarle el terreno, el señor Castellot fuera poseedor de terrenos en Veracruz, tanto como por un contrato de compraventa.

Y nos habla después del registro y demuestra el señor Castellot, con la ley expresa que no es necesario el registro. Pero más: voy a cóncederle al señor Cabrera que sea necesario el registro.

Señor Cabrera: ¡recuerde usted las leyes, y entonces los estudiantes volverán a la Escuela! (aplausos).

El registro en materia civil es para efectos privados, para derechos de tercero; pero nunca para efectos de orden público; como en un caso electoral.

Mañana, tengo embargados los bienes del señor Castellot, y otro individuo quiere entablar también embargo; éste me dice: Yo tengo preferencia, porque ese contrato de compraventa no está registrado; para eso son los efectos del registro; para efectos de tercero, para efectos privados. Agarrábais, Blas Urrea, ese título y veíais hectáreas, hectáreas y hectáreas (risas). ¡Qué importan las hectáreas si esto no es el efecto constitutivo del contrato de compraventa! Lo es el consentimiento y el precio.

Pues bien, señores; ahora voy a demostrar otra tesis que no probó el señor Cabrera, porque también hubiera disparatado.

El señor Cabrera se olvidó de que ese contrato sólo puede ser nulo por medio de una ejecutoria judicial; ese contrato llena la forma y tiene los elementos constitutivos de la compraventa; ninguno de nosotros, pues, tenemos derecho para declarar que no es válido ese contrato (aplausos).

Si se hubiera promovido la falsedad de ese contrato y hoy se hubiera venido aquí con una ejecutoria ante nosotros y se nos hubiera dicho: Aquí está la ejecutoria que demuestra que ese contrato de compraventa es nulo; entonces, ante la ejecutoria, debemos inclinarnos, mientras no exista, señores diputados, porque solamente los tribunales son los que deben conocer de la interpretación y aplicación de las leyes; mientras esa ejecutoria no exista, debemos inclinarnos respetuosos ante ese contrato. Si vamos más allá, si examinamos el espíritu del artículo 116, veremos, señores, que nos dice claramente que, tengan bienes raíces en él cuando menos tres meses antes de la elección. Esa es nuestra única labor: examinar si tres meses antes de la elección el señor Castellot poseía ese terreno. El título nos dice que en el mes de febrero se le transfirió el dominio de esas hectáreas y hectáreas, y de febrero a junio hay más de tres meses; está perfectamente llenado el artículo 116.

Por otra parte, el señor licenciado Cabrera formula posición al señor Castellot; le dice: Señor Castellot, dime cuántas veces has ido a Veracruz, dime cuántos viajes has hecho a Zongolica. y qué ¿la Ley Electoral exige acaso que el diputado haya hecho uno, dos, tres o cien viajes a su distrito? (aplausos).

Señor Cabrera, dispensadme si en el calor de mi peroración os he ofendido; mi ánimo en lo personal no ha sido ese; yo he querido, señor Cabrera, en mi humildad profesional, daros la mano para llevaros por el Código Civil (risas, bravos, aplausos).

Un director de la Escuela principal de la República, de la Escuela de Derecho, de esa Escuela donde han de nacer los futuros padres de la patria, debe ser perfectamente competente; debe conocer las leyes (aplausos). Por eso lamento que Luis Cabrera dirija la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

Y, señor Arias: yo no nací en Veracruz, no soy hijo nativo de allí; pero la mitad de mi educación profesional la recibí en las aulas de Jalapa, capital del Estado, y allí pude ver que los veracruzanos no son provincialistas y que los veracruzanos abren los brazos a todos, así se llamen campechanos, así se llamen jalapeños.

Pero, ¡ah! señor Arias, venís a reclamar que, porque no nació en Zongolica, no puede ser diputado el señor Castellot. Puede ser diputado y puede representar dignamente a Zongolica, aunque no haya nacido allí. Señores; ¡cuántos hijos nacidos en un pedazo de tierra, más dañan a esa tierra que los que allí no han nacido! (aplausos). Señor Arias; leed allí: Ignacio de Allende. Ignacio de Allende nació en España, y ¿qué hizo? Allí está su nombre; después de Hidalgo es el segundo héroe de la patria, y, sin embargo, no nació en la República. El ilustre, el invicto militar Francisco Xavier Mina, ¿de dónde era? Netamente español y vino expresamente a ayudarnos por nuestra emancipación. Señor Arias, ¿por qué presumís, teniendo tan buen cerebro, que el señor Castellot no puede representar al Estado de Veracruz, que tanto ama y que tanto amamos todos? Recordad que el general Laffayette, francés, ayudó a la emancipación americana.

El Estado de Veracruz es la República Mexicana, es la patria. Señor Castellot, podéis ser diputado por Zongolica con todo honor, porque la tierra de Llave así lo desea (voces: ¡Bien! ¡Bravo! y campanilla).

El señor Arias trata de contestar una alusión personal; el presidente de la Junta advierte que las alusiones y las mociones de orden no están clasificadas en el Reglamento; el señor Hernández Jáuregui, en medio de manifestaciones aprobatorias y desaprobatorias, dice:

Es para conservar el orden que tanta falta hace. Además, creo que debe darse la preferencia al que pidió la palabra primero. Para que no se permita a los señores diputados increparse directamente, porque se van a establecer aquí discusiones personales; que dirijan a la Asamblea.

El señor Arias consigue que se le deje hablar y expresa:

El señor Ostos se ha dirigido a mí, y en tono afable y cariñoso contesto a dicho señor:

Yo no he dicho que el señor Castellot se presentara por Cosamaloapan; por Cosamaloapan se presentó el ciudadano Vidal y Flor, que es de Tabasco. Yo he dicho, señores, y me han convencido los señores Urueta y Cabrera, que solamente en el terreno moral era buena mi tesis; pero por el derroche de erudición que ha hecbo el señor Ostos, pido que en cuanto se modifique la Ley Electoral, se quite ese capítulo que habla de los individuos que hayan nacido en el distrito que representen (siseos, murmullos), puesto que, según el señor Ostos, no es una condición primordial, no tienen la ventaja, no tienen la superioridad los que nacieron allí.

El señor Ostos pretende hacer una rectificación; voces, siseos y gritos se lo impiden, y el señor Rendón aparece en la tribuna parlamentaria. Desarrolla así sus ideas:

Algún periódico dijo que nosotros, los del Partido Constitucional Progresista, deseábamos que no hubiera más voces en esta Cámara que las de nuestro propio partido y que, para ese objeto, nos empeñábamos en que ciertos parlamentarios, cuya reputación es bien sólida, no queríamos que estuvieran aquí. Yo no puedo mencionarlos, porque no es necesario; ampliamente sabe el público a quiénes me refiero; pero sí puedo decir, señores, que esté o no esté en la lista el señor licenciado Castellot, Jr., jamás nosotros, los del Partido Constítucional Progresista, hemos querido dejara de pertenecer a esta Asamblea un hombre que tan bien sabe representar los derechos del pueblo (aplausos).

Por este motivo, aparte de los afectos que le tengo al señor Castellot, séame permitido decir unas cuantas palabras en su defensa.

Dice el señor licenciado Cabrera que el título del señor Castellot es desconocido, mejor dicho, el título de propiedad del señor Castellot no está conforme a las reglas que exige la ley del Estado de Veracruz. Ese punto se ha encargado de contestarlo brillantemente el señor licenciado Ostos, por cuyo motivo no fatigaré a la Asamblea con volver a él; pero el señor Cabrera también ha aludido al punto de que el señor licenciado Castellot es poco menos que desconocido en aquellas regiones, y a este efecto, como aquí hay un periódico que habla del asunto, y un periódico que es muy leído en toda la República, indudablemente que lo que diga debe haber sido leído cuando se publicó; por lo mismo no nos tacharán de parciales, al citar ese periódico, que es El Imparcial, del 26 de julio del año en curso ...

Lee el señor Rendón una gacetilla de El Imparcial, referente a las elecciones de Zongolica, Que atestigua, como es natural por razones de compañerismo político la gran popularidad del señor Castellot en aquella región. La lectura de esa gacetilla da base al señor Rendón para continuar:

Esto demuestra, señores, que el señor licenciado Castellot, Jr., por simple simpatía, si es que no ha ido por esos rumbos, tiene partidarios allí, y que los votos han sido dados en su favor, puesto que los diversos grupos políticos del distrito porque ha sido electo, se muestran sorprendidos de que su candidatura no hubiera triunfado y protestan que, cuantas veces fuera necesario, votarán por él.

Quiero decir que el señor Castellot tiene popularidad en ese distrito; esto borra cualquiera impresión que pudiera haber causado la argumentación del señor Cabrera, al decir que el señor Castellot nunca había estado por esos rumbos. Es probable que el señor licenciado Cabrera haya padecido un error, porque el señor Castellot, acompañando a uno de los candidatos en su gira política pnr el Estado de Veracruz, muy repetidas ocasiones tuvo que recorrer ese Estado.

Ahora bien; ¿por qué esas pequeñeces de criterio para exigir que solamente el nacido en un distrito pudiera representarlo? Yo recuerdo a esta Cámara, señores, que el gran don Ignacio Ramírez era solicitado por muy distintos Estados de la República para que tuvieran el honor de ser representados por él en la Cámara Nacional; ¿por qué? Porque todos somos mexicanos, porque todos somos hermanos, porque no solamente el nacido en un distrito ha de tener la honra de representarlo. ¿Para qué volver a aquellas ideas antiguas, completamente erróneas, de la patria chica? Son un anacronismo, y por eso no deben prevalecer en los tiempos modernos, señores, pues que se trata hoy de amplitud de miras, puesto que se quiere obtener al presente, el concurso de las personas inteligentes; nosotros abrimos los brazos con mucho gusto para recibir a quien ha sido ungido por la opinión pública, como el señor Castellot (aplausos).

La discusión se quiere extraviar, señores, y estoy seguro que no lo meditó perfectamente el señor licenciado Cabrera al hablar del padre del señor Castellot. El señor senador don José Castellot es un hombre perfectamente honorable; si por desgracia en sus negocios ha tenido mal éxito, su honradez no está a discusión absolutamente; si no ha podido cumplir sus compromisos, no es porque vergonzosamente quiera eludirlos; no, señores; los hombres más honrados están sujetos a las contingencias de los malos negocios (aplausos). El honorable señor senador Castellot es un verdadero luchador, a pesar de los años que ya tiene encima, de las desgracias que ha padecido por cumplir sus compromisos; así se es un hombre honorable. Si ha vendido a su hijo una porción de terreno es injusto que el señor Cabrera lo ponga en duda, porque aquí en este expediente que el señor Cabrera ha tenido en sus manos, están los testimonios de que el señor senador Castellot, a su vez adquirió en propiedad esos terrenos, y si los adquirió en propiedad y pagaba contribuciones por ellos, no es razonable poner en duda que esos terrenos existían y que no fueron más que hectáreas, hectáreas y hectáreas. Eso no es justo, repito. Si se quiere atacar al señor Castellot por que su candidatura no sea buena, decirle entonces clara y francamente: Señor Castellot; los sufragios en vuestro favor no son verdaderos. Pero venir a buscar minucias de esta naturaleza sería tanto como suponer que no queremos que esté en esta Cámara el señor Castellot y que le tenemos miedo a su palabra vibrante (aplausos).

Y si hemos dicho y hemos afirmado que queremos parlamentarios de verdad, en buena hora que vengan todos los que sean parlamentarios; vengan en buena hora representantes de todos los distintos partidos políticos; en buena hora vengan las gentes de talento para ilustrarnos, porque entonces la patria recibirá los productos de sus buenos hijos (aplausos, bravos, vivas).

Con este espaldarazo del licenciado Rendón al licenciado Castellot, puede asegurarse que la votación de los diputados será a favor de la credencial que ha estado siendo debatida. En efecto, la mayoría de los representantes le da su aprobación Acto continuo, el señor Lozano pide la palabra y da forma a esta moción de orden:

El artículo 62 de la Constitución dice que las Cámaras podrán funcionar con la mitad más uno de los miembros totales que arroje el censo de la Representación Nacional. El artículo 62 dice:

El Congreso tendrá cada año dos periodos de sesiones ordinarias: el primero, prorrogable hasta por treinta días útiles, comenzará el día 16 de septiembre y terminará el día 18 de diciembre; y el segundo, prorrogable hasta por quince días útiles, comenzará el 1° de abril y terminará el último día del mes de mayo.

En la actualidad hay ya mayoría de diputados a quienes se ha aprobado su credencial, y el texto del artículo 62 es imperativo y tenemos que acatarlo todos los mexicanos.

Ahora bien, se me dice que por medio de escarceos retóricos, de simulacros literarios y políticos, se pretende declarar el día 15 de septiembre que el XXVI Congreso de la Unión queda legalmente instalado, sin haber discutido para aquel entoñces las credenciales de mis amigos los señores Olaguíbel y García Naranjo y Pascual García y la mía, y entonces, ya pasado ese plazo, quedamos nosotros con el candado de la incompetencia legal, porque no siendo todavía diputados, no podemos asistir a las discusiones.

Ahora bien, señores diputados, respetable y justiciera mayoría; yo pido a vosotros que, de acuerdo con el Reglamento en su artículo 23, fracción IV, que os otorga la soberana y omnipotente facultad de discutir los asuntos según os venga en gana, ordenéis si en ello me acompañáis, que se discutan inmediatamente, pues que los dictámenes de las credenciales a que me he referido fueron hechos desde el día 10 (aplausos).

El presidente de la Junta opina que el señor Lozano tiene razón y que procede el debate de los dictámenes por éste mencionados, si ya están listos. El señor Vidal y Flor expresa:

Abundo en los deseos de mi compañero el señor diputado Lozano; únicamente me permito suplicar se acabe de dar lectura al expediente electoral mío, que es idéntico al del señor CasteHot; ya se había empezado a darle lectura.

El señor Galindo Pimentel a su vez pide:

Tengo mi credencial por el Estado de México; quiero saber de una vez si pertenezco a esta respetable Asamblea o no. Pido a la Cámara me diga si se va a discutir o no mi credencial.

El señor González Garza puntualiza:

Era de suponer que el señor mi preopinante hiciera la misma solicitud; yo también, como el señor Vidal y Flor, abundo en los razonamientos que el señor Lozano ha expuesto; pero, en cambio, está el artículo 79 del Reglamento interior de la Cámara, que textualmente dice:

En esta Junta y en las demás que a juicio de la Cámara fueren necesarias, se calificarán a pluralidad absoluta de votos, la legitimidad del nombramiento de cada uno de sus miembros, y se resolverán irrevocablemente las dudas que ocurrieren sobre esta materia.

A los señores Vidal y Flor, Lozano y mi preopinante, les consta el abrumador trabajo que han tenido las comisiones y que el tiempo no ha sido suficiente para terminar todo lo necesario. Y yo, como uno de los miembros de la mayoría a la cual injustamente se le ha atacado para después convencerse de que ha sido erróneamente, suplico al señor licenciado Lozano no prejuzgue ni crea que son los de la mayoría o los intereses de la mayoría los que quieren que su credencial quede fuera de discusión. Yo soy de los que quieren que sea discutida cuanto antes, porque lo estimo y lo aprecio y reconozco su gran talento; pero le suplico que tome en consideración este artículo y resuelva en definitiva.

El señor Rendón interviene con estas explicaciones:

Me informan, porque yo no estaba en el salón en ese momento, antes de que se dijera tal cosa. El elocuente señor Olaguíbel me preguntó en lo privado acerca del mismo punto, y yo le he dado mi palabra de honor -y se dignó confiar en ella el señor Olaguíbel- de que nosotros no pondríamos ninguna obstrucción para que sus credenciales sean discutidas; únicamente le supliqué al señor licenciado Olaguíbel que nos permitiera despachar todo este grupo que está aquí, que probablemente no merecerá discusión, lo que daría por resultado que quedáramos libres mañana o pasado mañana, para discutir luego las credenciales que faltan. Por mi parte, si hay quien crea en mi palabra de honor, repito que así será.

En nombre de la mayoría o minoría, que aseguro están conmigo, les protestamos a los que han creído tal cosa, que no sucederá.

El señor Olaguíbel corrobora las afirmaciones del señor Rendón.

Es rigurosamente exacto -€xpresa- como ha afirmado el señor licenciado Rendón, que yo le pregunté cuándo se discutiría el dictamen que a mi elección se refiere, y le hice saber la especie que hasta mí había llegado y que no es otra que la que ha expuesto el señor licenciado Lozano. El señor licenciado Rendón me contestó, en efecto, que me aseguraba que si tal conjura existía, él lo ignoraba; que la Comisión no estaba en ello, y que, de cualquier modo, antes de que tal cosa sucediera, antes de que el Congreso se constituyese en virtud del mandato imperativo de la ley, las credenciales a que el señor Lozano hizo referencia, serían discutidas y falladas.

Me complazco en reconocer la exquisita honorabilidad del señor licenciado Rendón; creo en su palabra como en una escritura pública; creo que los demás miembros de la Comisión son merecedores de igual confianza; pero una triste y dolorosa experíencia sobre cierta conducta que parece oponerse o, por lo menos, querer retrasar el fallo sobre nuestra suerte, me hace temer que ni el señor licenciado Rendón, ni sus dignísimos compañeros de Comisión Revisora, puedan remover obstáculos que yo no preciso, porque no estoy en el secreto de los dioses; pero existen y harían absolutamente posible y factible lo que el señor Lozano teme y yo por mi parte, presiento.

Por lo que a mí toca, señores diputados -y os digo diputados, porque si no lo sóis todos los presentes, en mi deseo y en mi voluntad está que todos lo seáis, y porque al daros este título me considero excluido por no sé qué presentimiento que puede tener más de una base sólida-; por lo que a mí toca, decía yo, que los obstáculos que se presenten acaso no puedan ser removidos, y para esto se ha presentado por conducto del señor licenciado Lozano esta proposición, que es legal y que está dentro del Reglamento. La Cámara puede resolver si esos dictámenes deben conocerse, sin darnos preferencia, porque no la merecemos; pero teniendo en cuenta que estamos visible, pública y notoriamente señalados por el dedo de una malevolencia (voces: ¡Muy bien!, aplausos).

Nuevamente interviene el señor Lozano y aclara:

El señor Roque González Garza, a quien agradezco los buenos conceptos que para mí tuvo, incurrió en un quid pro quo.

Yo me dirigí en verdad a la justiciera mayoría; pero no hablé de la mayoría de las boletas rojas, sino de la mayoría que discernió la victoria ayer en la mañana al señor Mascareñas. A esa fue a la que me dirigí.

En apoyo de los promotores de este debate propone don Francisco Pascual García:

Si las razones expuestas por los señores Olaguíbel y Lozano son congruentes, como lo son en efecto, y si la Comisión está dispuesta a que se discutan las cuatro credenciales a que se han referido, creo que es de procederse inmediatamente a su discusión.

¿Qué obstáculos hay para que inmediatamente se proceda a la discusión de esas credenciales?

Pido, pues, a la Mesa, ordene se discutan las cuatro credenciales; las que se refieren a los señores Lozano, Oliguibel, García Naranjo y la mía (aplausos).

Es ahora el señor Rendón quien toma parte en el debate con esta breve exposición:

En nombre de la Comisión y en el de mis correligionarios, he empeñado mi palabra de honor de que no se pondrán obstáculos para la discusión de las credenciales a que se ha hecho referencia.

Ese cúmulo de credenciales que se refieren a numerosos diputados, probablemente puede ser despachado en la sesión de hoy, y tendremos libre todo el día de mañana para ocuparnos de esas credenciales a que aluden los señores (voces: ¡No! ¡No!).

De esta suerte, tendremos hasta más ciudadanos diputados con derecho a votar en favor, como espero que lo harán.

Pueden tener la seguridad los señores mencionados que sí se tratará de sus credenciales. Hemos dicho, y lo repetimos, que deseamos que se haga. Si por desgracia hoy no terminamos con la discusión de todas estas credenciales, se hará en la sesión de mañana. De modo que rogamos que nada más se acabe con esto.

Una pertinente observación del señor Jara:

Me parece que no hay justicia en la petición del señor Lozano y de las personas que lo acompañan, porque la misma ... (siseos, voces: ¡Cállate!, campanilla); ansiedad que ellos tienen para conocer el resultado de sus credenciales, es la que tienen los demás compañeros (voces: ¡No! ¡No!, siseos).

Por consiguiente, ¿qué invocan? ¿por qué se les ha de dar la preferencia a esas cuatro credenciales, si hay muchos señores diputados que están en el mismo caso?

Tal como si el señor Jara hubiese dicho imperdonable irreverencia, las galerías y los diputados de la oposición lo abruman con manifestaciones de desagrado; en tanto que el presidente de la Junta dice:

El ciudadano Lozano por las razones que ha expuesto pidió que se discutieran las cuatro credenciales a que se ha referido. La presidencia accedió inmediatamente a lo solicitado, con la condición de posibilidad material. En mi concepto, la mayoría a que se ha referido el señor Lozano y a la que él no pertenece, tiene la más estricta obligación de llevar a su extremo su deferencia con cualquier individuo de la minoría (aplausos).

El señor García Naranjo pide que se pregunte a la Asamblea si aprueba o no la proposición de Lozano, pues aunque confía en la honorabilidad de los miembros de la Comisión, teme que, quizá mañana surjan obstáculos, como impedir la entrada a las galerías, o algunos otros, que irán retardando y debilitando enteramente nuestra situación.

A esto el señor Rendón replica:

El señor licenciado García Naranjo puede estar seguro de que padeció un error (voces y gritos: ¡No! ¡No!). Me hacen el favor de oirme; después, con justicia, si les parece, me condenarán; pero antes de oírme es prematuro condenarme.

Decía yo al señor García Naranjo que nadie prohibió la entrada a las galerías; cuando esta mañana, por errónea disposición o por deficiente disposición, no se abrían las puertas, el señor licenciado Lozano lo hizo notar e inmediatamente se abrieron.

Nosotros pedimos sencillamente que, puesto que hay muchísimos diputados que están en las mismas condiciones que los cuatro de que se trata, y como todos ellos han estado suplicando a la Comisión, la Comisión ha urgido a los mecanógrafos para que terminaran los trabajos relativos a sus respectivas credenciales. La misma Asamblea puede reconocer cuán deficientes resultan los trabajos de los mecanógrafos, que hoy al dar cuenta de los electos por el Distrito Federal, faltaba en el dictamen el nombre de los declarados electos. Los dictámenes referentes a los señores de que hablo, están en poder de los mecanógrafos, y por su extensión no han sido terminados; de modo que, concluyendo la discusión hoy, ellos mismos podrán ir a trabajar; pero hay que dar tiempo a los mecanógrafos para que los pongan en limpio y nosotros podamos ocuparnos de su discusión mañana. Hoy no; es lo mismo que pedirnos una imposibilidad. Los respectivos dictámenes están hechos totalmente; lo que no está hecho es el trabajo material, porque los mecanógrafos, como los taquígrafos, como véis, señores diputados, están ocupados durante la sesión; únicamente pueden trabajar en las horas en que no están en la sesión; por eso se ha retrasado el trabajo.

Estas explicaciones, les ruego que las acepten porque son sinceras y exactas (voces: ¡No!, siseos).

Pero Lozano está insatisfecho y contrarreplica:

La Comisión, ante la evidente justicia de nuestra solicitud, se ha refugiado en la muralla de la imposibilidad física. No puede haber tal imposibilidad, porque ese dictamen o dictámenes que afirmó que ya estaban hechos, deben haber sido vertidos a un taquígrafo o a un mecanógrafo. El trabajo de la taquigrafía o el de la mecanografía en copia que se les haya dado basta para que se nos lea y así pueda la Cámara juzgar, porque de otra suerte, me temo mucho que mañana a las ocho de la mañana las galerías estén pletóricas, no del pueblo honrado que nos escucha, no de esa juventud vigorosa y llena de savia, sino tal vez de elementos que por obediencia y disciplina vengan a acallar nuestras palabras (voces: ¡Bravo!, aplausos).

Don Francisco Pascual García insiste en que debe ser votada la proposición de Lozano, y Rendón amplía las razones que ha dado para probar la imposibilidad de que los dictámenes en conflicto sean discutidos hoy.

El señor licenciado Francisco Pascual García -dice- no tiene derecho de dudar de la oferta de la Comisión, porque hasta este momento en nada le ha faltado al señor García cuando la Comisión le ha ofrecido algo.

Ofreció la Comisión que para el día 10 estarían listos todos sus trabajos y han estado listos los dictámenes, dictándoselos a todos los taquígrafos de la Cámara que están aquí reunidos; no tiene otros taquígrafos la Cámara; si los tuviera, con mucho gusto los ocuparía la Comisión; de tal manera, señor García, que para formular el nuevo dictamen del señor Aspe, fue necesario que se ocupara personalmente la Comisión de hacerlo, porque estos empleados, cuando se retiran de la sesión, necesitan traducir lo que está escrito, y como para las ocho de la mañana necesitábamos que estuvieran listos los dictámenes y todavía los empleados no habían terminado, nos pareció demasiado abrumador exigirles, y la Comisión personalmente trabajó.

Para la sesión de hoy teníamos listo todo el Distrito Federal, por súplica especialque hicimos a los mecanógrafos. En ese distrito figuraba la credencial del señor Manuel J. Sierra. El señor licenciado Sierra manifestó que, por un cuidado de familia, probablemente no vendría a la sesión y que suplicaba, por ese motivo, se pospusiera la discusión de su credencial, porque quería discutirla personalmente, en lo cual le asistía justísimo derecho; y respetando su deseo, aquí he separado el dictamen relativo. De modo que la Comisión no solamente no elude esos casos, sino que, al contrario, quiere que se despachen; si el señor licenciado García duda de la veracidad de las palabras del presidente de la Comisión, es muy sencillo mostrarle el dictamen referente al señor licenciado Sierra.

Así, la Comisión reitera que ha cumplido con sus obligaciones. En lo que probablemente no se ha fijado el señor licenciado García es que no son obligaciones de la Comisión escribir los dictámenes; su obligación es dictarlos a los taquígrafos, pero no escribirlos, que esto entraña un trabajo secundarío y material que no le incumbe.

Nueva turbonada provoca el licenciado Cabrera al precisar de esta manera el verdadero móvil del debate:

No me gusta eludir el fondo de la cuestión tal como la han presentado los señores Lozano y García Naranjo.

¿Cuál es la razón por la que el señor Olaguíbel no la ha presentado en esa forma? ¿Cuál es la razón por la cual se pide que hoy se voten esos dictámenes? Pues precisamente la infracción de un artículo reglamentario: La ayuda de las galerías (voces: ¡No! ¡No!). Sí, señores; si lo que se teme es que mañana no haya en las galerías el público de hoy, decirlo con franqueza, sin escudarse detrás de nadie. Me gusta el valor civil de los señores Lozano y García Naranjo; creo que debe corresponder a sus antecedentes. Ellos dicen: Tal vez mañana no haya en las galerías esa juventud entusiasta que vibra (voces: ¡No! ¡No!).

Pues bien, señores, yo, que tal vez tendré que diferir en muchos puntos respecto de algunas de las credenciales, de estas que se han mencionado ante vosotros, creo que es honrado decir que cuando se trata de poner una moción al debate, se vea claro lo que hay en el fondo, y la razón de la moción no es la falta de tiempo; ¿es que se quiere aprovechar el momento psicológico?, pues decirlo.

Lozano se irgue imponente sobre su curul y con énfasis declara:

Sí, eso es lo que quiero, ganándose una ovación estruendosa de los concurrentes a galerías.

Cabrera replica:

Pues a esa franqueza de los señores Lozano y García Naranjo, yo contesto con la ley en la mano. Yo, que he dicho en la mañana que aplaudir o sisear no significa tomar parte en el debate, sí digo que las galerías siguen tomando parte en el debate y que eso es lo que quieren los señores (voces: ¡No! ¡No! ¡No!), y que eso es lo que quieren los señores Lozano y García Naranjo (voces: ¡No! ¡No! ¡No!, campanilla) y como las galerías ayudan (voces: ¡No! ¡No! ¡No!) si no tomaran parte en el debate, serían muy torpes los señores Lozano y García Naranjo, si no insistieran (voces: ¡No! ¡No!) en querer que tomaran parte en él (voces: ¡No! ¡No!).

El artículo 195 del Reglamento dice:

Los concurrentes a las galerías se presentarán sin armas; guardarán respeto y compostura y no tomarán parte en los debates con ninguna clase de demostración ...

Díaz Mirón, desde su curul, pide la palabra; Cabrera continúa:

Pero aquí los señores Lozano y García Naranjo precisamente ...

Díaz Mirón interrumpe:

Para una moción de orden: Insisto en que el público no prive del derecho de hablar a los diputados; y me obstino en ello, en nombre de la libertad y de la razón, pues ya manifesté otra vez que no tengo afecto al señor Cabrera, que resulta víctíma de la presión de arriba. Si nos dejáramos esclavizar por las galerías, ellas mismas nos despreciarían; y en caso de continuar el escándalo, yo tomaría mi sombrero y me iría porque si no quiero ser siervo de la tiranía de uno, no quiero ser tampoco siervo de la tiranía de muchos.

Los diputados de la mayoría revolucionaria aplauden y expresan parabienes al orador que ha conseguido poner al tumulto un paréntesis propicio a Cabrera, quien concluye:

Si, pues, la moción se presenta francamente fundada en la influencia favorable de las galerías, yo soy el primero en oponerme a la moción; y al efecto, invito a los compañeros que no quieran ser víctimas de las galerías, para que se sirvan acompañarme a abandonar el salón y dejarlo sin quorum.

Son varios los diputados que se muestran dispuestos a llevar al cabo la sugestión de Cabrera. Se ponen en pie, en tanto que desordenadamente piden la palabra Urueta, en nombre de la Comisión; Olaguíbel, Díaz Mirón, nuevamente, y Arias. Este último la obtiene y opina:

Estimo despectivo para los señores diputados que crean que su voto depende de las galerías; creo, señores, que somos conscientes para poder arrostrar esto; no a esa juventud vigorosa, sino al voto de la multitud; pero nuestro voto no depende sino de nuestro valor y de nuestra conciencia.

Olaguíbel echa combustible a la hoguera cuando advierte:

El señor licenciado Cabrera ha aludido a mí de una manera directa, y concediendo al señor Lozano y al señor García Naranjo el valor civil de presentar una proposición clara y sin velos, dice que yo no he hablado con la misma precisión; es muy posible. El licenciado Cabrera conoce mi franqueza; yo no puedo tener disimulo ante una Asamblea, a la que respeto profundamente. El objeto de esta proposición, y lo declaro aquí, es única y sencillamente que mañana las galerías no estén llenas con el nefando elemento de La Porra.

Los concurrentes a galerías, que son en su mayor parte estudiantes de las escuelas Preparatoria y de Leyes, donde el clima ideológico es pasionalmente hostil a los hombres de la Revolución y al gobierno de Madero, prorrumpen en bravos y aplausos para Olaguíbel. El diputado Hay intenta ganar la buena voluntad de aquella Contraporra.

Nosotros venimos aquí -expresa- a discutir cuestiones serias, no nimiedades, con nuestra conciencia de hombres honrados. Ahora bien, ¿es justo que algunos de nosotros nos guiemos por las galerías para apoyar un caso o para rechazarlo? No está en la dignidad de ningún diputado decir que las galerías influyen para votar en pro o en contra. Eso en cuanto a los diputados.

En cuanto a las galerías, en cuanto se refiere al pueblo mexicano, por quien, muchos hemos luchado (murmullos), espero yo de su caballerosidad ...

La caballerosidad se manifiesta en gritos de ¡Porra! y en siseos de las galerías. Pero el señor Hay sigue creyente en ella.

... espero yo de su caballerosidad -agrega- y de su amor a la patria, que, puesto que aquí vienen representantes del pueblo, deben dejarnos obrar con toda libertad, (siseos, voces: ¡Cállate!) o no sólo eso, sino que en el caso que no se cumpla con el Reglamento, ellos serán los primeros en arrojarnos.

Ahora bien; ya se ha suscitado esta cuestión, pues en la mañana se decía que las galerías están a favor de un individuo y que mañana quizá no lo estarán. Creo, señores, que las galerías son estrictamente honradas. Pues bien, señores, fundado en ese principio, creo que las galerías de hoy, las de mañana y las del futuro, sean las mismas y en todo caso se abstendrán de tomar participación en cualquier sentido, favorable o desfavorable. Eso también lo pido porque está en el Reglamento.

Pero los halagos del señor Hay sólo infunden mayor insolencia a los contraporristas; a un grado tal, que encienden el espíritu bravío de Díaz Mirón, que en tono admonitorio lanza este reto:

Aunque no resulto personalmente mártir de los siseos y los denuestos anónimos, declaro cobardes a quienes insultan escondidos en el gentío. Y, por si mis palabras hubiesen agraviado a quienes las dirijo, saldré fuera para esperar a los ofendidos, muchos o pocos. Y pido que el señor presidente levante la sesión.

Y el presidente la levanta porque no hay otro medio de sosegar el tumulto.

Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO SEXTO - La ideología liberal, según el licenciado Trejo y Lerdo de Tejada CAPÍTULO OCTAVO - La revolución clama en el desiertoBiblioteca Virtual Antorcha