Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO VIGËSIMO - ¡Viva la Constitución!, grita el diputado católico Francisco Elguero CAPÍTULO VIGÉSIMO SEGUNDO - Pueblos contra haciendas, síntesis de la lucha electoral en TlaxcalaBiblioteca Virtual Antorcha

INSTALACIÓN
DE LA
XXVI LEGISLATURA

Recopilación, selección y notas de Diego Arenas Guzmán


CAPÍTULO VIGÉSIMO PRIMERO

LA REVOLUCIÓN SE HA DESORIENTADO, AFIRMA EL DIPUTADO SARABIA

El dictamen correspondiente al 10° distrito electoral del Estado de Puebla que favorece como diputado propietario al señor Benjamin Balderas Márquez y como diputado suplente al señor Francisco Arenas Pérez, ha sido leido por el secretario en turno y es puesto a debate este dia sábado 5 de octubre.

Debió haberse discutido aquel dictamen ayer; pero lo impidió, primero, una moción suspensiva del diputado Juan Sarabia, y en seguida, la comprobación de que no había quorum.

El arriba mencionado señor Sarabia viene a hacer uso de la palabra en contra y pronuncia este discurso:

Señores diputados:

Si no tuviera yo la conciencia plena y absoluta de que vengo a defender una causa justa, la más justa de las que se han defendido en este recinto, no me atrevería a dirigirme a vosotros desde esta altura; pero desde el momento en que vengo aqui, no como el representante de un grupo, no como el sostenedor del criterio de un partido, sino como el representante único y exclusivo de mi propia convicción y de mi propia conciencia, con toda tranquilidad os dirijo la palabra, y espero y os suplico que toméis en consideración lo que voy a exponer, para que vuestro voto, al final de esta discusión, pueda ser perfectamente consciente y perfectamente honrado.

Cuando se presentó el dictamen por primera vez, favoreciendo al señor Balderas Márquez como diputado por el 10° distrito electoral del Estado de Puebla, yo ataqué ese dictamen y la Comisión inmediatamente lo retiró. No dejó de asombrarme el procedimiento y si yo hubiera sabido ciertas cosas que después han venido sabiéndose respecto de la Comisión, me habría opuesto a que se hubiera retirado ese dictamen y la hubiera obligado a que se discutiera en aquel momento, porque indudablemente que en aquel momento hubiera yo vencido. ¿Por qué, señores? Por esta sencilla razón: porque la Comisión en este caso, como en muchos otros en que no la guiaba otra cosa que un espiritu de partido, había dictaminado completamente a ciegas. Voy a demostrarlo:

El señor licenciado Luna y Parra, que habia hecho el primer dictamen, me llamó poco después de que yo habia presentado mis ataques y de que se había retirado el dictamen, y me manifestó que no atacara tan fuerte, que la Comisión tendria la mejor voluntad para reconsiderar el asunto y que me invitaba a pasar en su compañía para que fuésemos a la Biblioteca a buscar los votos que yo reclamaba que no se habían computado. No pudiendo yo ir, porque estaba pendiente de la discusión habida en esta Asamblea, y encontrándose junto a mi el señor licenciado Fuentes, candidato a diputado suplente por ese mismo distrito electoral, supliqué al señor Luna y Parra que se acompañase del señor Fuentes y que con él fuera a buscar los expedientes y a hacer el cómputo que se deseaba; se tardó algún tiempo en encontrar los expedientes, y finalmente el señor licenciado Fuentes quedó encargado de buscarlos en compañía de tres empleados. Después de mucho tiempo de hurgar y buscar entre aquel montón de papeles y paquetes, se encontró un cajón perfectamente cerrado con alambres y con grapas y rotulado como procedente de Tehuacán, y se procedió a abrirlo con un cincel que estaba allí en la Biblioteca, por el señor Fuentes y por tres empleados de esta Cámara, uno de los cuales es el señor Miguel Alarcón -no recuerdo el nombre de los otros dos empleados-. Esto demuestra, señores, que la Comisión en este caso, como en otros muchos -y ahora ya no nos causa sensación, porque estamos acostumbrados ya a este procedimiento- no había abierto los expedientes; no obstante que, como lo dije al principio, la reclamación de los señores Amezcua y Fuentes era una de las más extensas y de las más profundas, una de las mejor documentadas y que debían haber llamado más la atención y la conciencia de la Comisión, fue completamente desechada, no se tuvo para nada en consideración, y la Comisión, con un espíritu verdaderamente arbitrario, nos presenta aquí un dictamen que era casi un ucase: en diez palabras se declara diputado propietario al señor Balderas Márquez y no se tomaba en lo más mínimo en consideración ese escrito, esa reclamación honrada, perfectamente justificada y perfectamente fundada de los señores Amezcua y Fuentes, candidatos por el 10° distrito de Puebla.

Para mayor comprobación de este hecho, yo pido a cualquiera de los miembros de la Comisión que están aquí presentes, que me diga si al rendir el dictamen primitivo se habían abierto o no los expedientes de Tehuacán y si estaba o no cerrado el cajón que los contenía.

La Comisión no responde, señores (aplausos).

El señor Rendón advierte que si se puede contestar interrumpiendo a los oradores, no tiene inconveniente en hacerlo, y como el presidente le concede el uso de la palabra, contesta al señor Sarabia:

La Comisión responde a usted, señor Sarabia, por mi conducto, lo que repetidamente ha dicho: que el presidente de la Comisión nunca verificaba cómputos, el miembro de la Comisión que estaba encargado de ese dictamen era el que los hacía; como no está presente el señor Luna y Parra, yo no puedo responder por sus actos; solamente puedo responder por los míos (siseos).

El señor Sarabia prosigue:

De todo esto no se desprende una contestación clara a lo que yo preguntaba: si se habían abierto o no se habían abierto los expedientes. Yo he mostrado los testigos, y como sería muy fácil desmentirme en el caso de que yo estuviera vertiendo falsedades, queda en pie mi afirmación: La Comisión no había abierto el cajón con los expedientes de Tehuacán, y no obstante la reclamación fundada de los candidatos, señores Amezcua y Fuentes, dictaminó completamente a ciegas, únicamente porque tiene el empeño de que el señor Balderas Márquez sea diputado por ese distrito, contra la voluntad del pueblo.

No quiero ocuparme de una multitud de pequeñas irregularidades; no quiero, porque hay en este asunto cosas más graves y más importantes con las que yo atacaré ese dictamen; me desentiendo de la cuestión de los padrones, de la cuestión del registro de candidaturas, de que algunas autoridades se negaron a registrar la candidatura independiente, de la falta de boletas en blanco en varias casillas, etcétera, etcétera; todos esos puntos, como digo, son pequeñeces ante lo verdaderamente grave y verdaderamente trascendental que voy a tratar en seguida.

La Comisión ahora, después de que yo ataqué el dictamen, después de que se vio obligada a estudiar los expedientes, ha hecho una gran explicación y pretende desechar, con ciertas apariencias de fundamento, las reclamaciones de los candidatos independientes.

Voy a contestar algunos de los puntos del dictamen sobre este particular. Uno de los puntos que los candidatos independientes mostraban, no precisamente para que se les agregaran o quitaran votos, sino para demostrar la presión que se había ejercido sobre ellos y el apoyo que las autoridades en general ejercieron a favor del señor Balderas Márquez, es el hecho de que en una casilla de Coayucatepec se ejerció fuerte presión por un juez de Paz para que se disolviera la casilla y para que los ciudadanos no fueran a votar a ella, como en efecto no lo hicieron: Se acompaña un documento, un acta firmada por testigos, y la Comisión nos responde: Como esas firmas no están debidamente legalizadas, no pueden tomarse en consideración. En este caso, la Comisión ha sido muy legalista. No lo ha sido tanto en otros casos en que las reclamaciones favorecían a sus partidarios, y en esos casos sí las tomaba en consideración la Comisión tales como se presentaban. Aquí faltaba la legalización de firmas, faltaban otros requisitos; pero la Comisión se olvida de este punto: que el hecho, que es una flagrante violación del artículo 971 del Código Penal, fue denunciado por los interesados en escrito formal que presentaron ante el jefe político de Tehuacán y fue denunciado por el candidato Amezcua ante el juez de Primera Instancia de ese lugar para que viniese en auxilio de la autoridad federal, y, sin embargo, ni los denunciantes, ni los candidatos fueron citados para la práctica de una sola diligencia.

Convengo yo, señores, en que los documentos presentados ante la Comisión, documentos que envían labriegos, gentes incultas de pueblos apartados, no tengan toda la fuerza legal que ella en este caso desea, no obstante que en otras ocasiones no la exigía -y debo repetirlo, porque ya se ha visto aquí muy frecuentemente que la Comisión tiene dos pesas y dos medidas- convengo, digo, en que esos documentos no tengan toda la fuerza legal necesaria; pero si a esos documentos se agrega el hecho verdaderamente evidente y formal de una acusación presentada ante diversas autoridades pidiéndoles que se cite a esos testigos, entonces la Comisión tenía bastante fundamento para considerar legítimos esos documentos, auténticas esas firmas, y para estimar en todo lo que vale el hecho denunciado por los ciudadanos que fueron atropellados en sus derechos en esa casilla electoral.

En Atzingo, el mismo señor Balderas Márquez se presentó acompañado de un mozo y, pistola en mano, reclamaron al presidente municipal de ese lugar que les entregara las constancias de la elección, porque allí habían obtenido mayoría los candidatos independientes. La Comisión dice también que no hay pruebas sobre este particular, y en ese punto yo contesto lo mismo que he contestado en el anterior: se presentó acusación respecto del hecho de que el presidente municipal de Atzingo fue amenazado brutalmente por el señor Balderas Márquez -que fue antiguamente jefe político-; el amenazado por el señor Balderas Márquez se presentó ante el presidente municipal de Chilac, que es de donde depende, y allí presentó su acusación y allí se levantó el acta, y allí están los testigos de todo este asunto, y, sin embargo, no se promovió ninguna diligencia, no se hizo ninguna reclamación al señor Balderas Márquez, y, lejos de eso, poco tiempo después la Junta Electoral de Tehuacán lo declara con la mayor sangre fría como el diputado que triunfó legalmente, cuando lo cierto es que había motivo para consignarlo a la autoridad y para no computarle votos que indebidamente le estaban computando.

El señor Balderas Márquez -lo acabo de decir- era jefe político de Tehuacán en el mes de enero de este año, y dejó la Jefatura Política, para hacer su campaña de díputado; espero que el señor Balderas Márquez tendrá la bondad de contestarme con una simple afirmación si es cierto lo que le pregunto: ¿Era usted jefe político de Tehuacán en el mes de enero de este año y dejó usted la jefatura para hacer su campaña electoral?

El señor Balderas Márquez corrobora:

Sí era yo jefe político el 31 de enero de este año.

Sí era jefe político -continúa el señor Sarabia-. Además, y esto no me atrevo a preguntárselo, porque sería muy difícil que contestara, en la época en que el señor era jefe político se verificaron las elecciones en el municipio de Zoquitlán, y ahí resultó triunfante de una manera verdaderamente inesperada un señor don Porfirio Medrano; eso sí no tendrá inconveniente en decirlo el señor Balderas Márquez; es amigo de él, muy amigo, y ese señor Porfirio Medrano es el que vino ahora después expidiendo un certificado en contra del señor Amezcua, certificado de que me voy a ocupar. El punto culminante del dictamen de la Comisión para declarar diputado al señor Balderas Márquez y rechazar de la manera más arbitraria los votos que debían tomarse en consideración a los señores Amezcua y Fuentes, es el siguiente: dice la Comisión que en Alcomunga, según los informes de la Dirección General de Estadística, solamente hay cuatrocientos y tantos ciudadanos, por lo cual no debían tomarse ni en serio los 731 votos obtenidos por los señores Amezcua y Fuentes en esa municipalidad. No quiero insistir sobre este punto, señores diputados; en la conciencia de todos está, en el criterio de todas las personas que entienden un poco de la situación de nuestro pueblo humilde, que esos datos de la Sección de Estadística están muy lejos de acercarse a la realidad y ya en el caso del señor diputado José María Lozano se trajeron a colación argumentos verdaderamente serios sobre el particular, para que yo aquí me ocupe con extensión de demostrar que la sección de Estadística está sumamente deficiente en los datos respecto a la población de la República. Con relación a la de Alcomunga, solamente manifiesto a ustedes que los ciudadanos a quienes se tomó en cuenta en la estadística, son los 400 más caracterizados, los arrendatarios de una hacienda que ahí existe, y de la cual viven los habitantes de aquel pueblo, no se tomaron en cuenta a los individuos inferiores, al pueblo bajo, a la peonada, a los indígenas, en general, que sabido es que se ocultan de los que andan tomando los informes relativos al padrón, porque en su criterio estrecho y limitado se les figura que se trata del servicio militar, que se trata de aplicarles gabelas, de cobrar les contribuciones, y otras cosas por el estilo, y, en consecuencia, ocultan su personalidad. De manera que los datos proporcionados por la Dirección de Estadística, de los que la Comisión no se ocupó en lo más mínimo en su primer dictamen y con los que nos viene resultando a última hora, no son datos dignos de tomarse en consideración. La parte más grave es ésta, que dice: No deben tomarse en consideración los 408 votos restantes ... (Leyó).

El punto es grave. Aquí se acusa al señor Amezcua de haber nombrado autoridades, desconociendo a las autoridades legalmente constituidas, y, en consecuencia, se dice: No deben tomarse en consideración los votos emitidos allí. Yo pregunto; me dirijo a la ilustración, no al criterio jurídico, no a la sabiduría de esta Cámara, me dirijo al más rudimentario sentido común de los más humildes de los representantes que aquí se encuentren, y le pregunto: si el señor Jenaro Amezcua candidato independiente por el 10° distrito electoral del Estado de Puebla, había impuesto autoridades, desconociendo a las constituidas; si el señor Amezcua era una especie de rebelde que contra el orden legal y contra el Gobierno se levantaba y colocaba autoridades a su gusto para hacer elecciones a su antojo, ¿cómo es que Jenaro Amezcua se paseaba tranquilamente a los ojos de las demás autoridades, y estaba en Tehuacán y estaba en la Junta Computadora y no se le consignaba a la autoridad, Y no se le mandaba a la cárcel? Es verdaderamente absurdo el cargo que se le hace a Amezcua, y por otra parte, ¿de qué influencia se valía Amezcua para imponer esas autoridades y luchar contra las constituidas, desconocerlas y hacer funcionar a las que se le antojaban? El señor Amezcua no ejerce ninguna autoridad, no es persona influyente, ni siquiera es rico; no tiene ninguno de los poderes que da la influencia, o que da el dinero; el señor Amezcua es un humilde ciudadano, un hombre honradísimo que goza de simpatías en el distrito, pero nada más. No tiene ninguna fuerza material de la cual hubiera podido valerse para imponer esas autoridades, al extremo de desconocer a las autoridades constituidas, como dice aquí el dictamen. De manera que yo vuelvo a preguntar: ¿por qué no se consignaba al señor Amezcua a una autoridad? ¿Por qué, si el señor Amezcua se nos presenta en este dictamen como un verdadero rebelde, como un hombre que desconoce a las autoridades legítimas y pone otras a su gusto, por qué no se le consigna?, ¿por qué no se le castiga? Y lejos de eso, el presidente municipal de Zoquitlán, en un momento en que no estaba preparado para el caso, expide recibos autorizados con el sello de la oficina municipal de los expedientes de las elecciones, ¡que ahora se nos viene a tachar de nulas!

Voy a dar lectura a dos pequeños oficios -son unas cuantas líneas- del presidente municipal, acusando recibo de esos expedientes electorales, de esos mismos expedientes que después se acusan de ilegítimos, porque proceden de pueblo y autoridades que estaban en rebeldía. Un sello que dice: (Leyó).

El presidente municipal, Porfirio Medrano, un buen amigo del señor Balderas Márquez, acusa recibo de los expedientes relativos a las elecciones verificadas por ciudadanos y autoridades que, según él después manifestaba, estaban substraídas a la autoridad legítima del Gobierno y que eran autoridades nulas e ilegales. Hay una verdadera contradicción en este punto: si las autoridades eran ilegales, si eran ilegítimas, si eran autoridades rebeldes, el señor Porfirio Medrano no tenía que andarles acusando recibo, en una forma oficial, de actos relativos a las elecciones. Si les acusó recibo, si llenó con ellas las formalidades que todas las autoridades de la República llenaron en esos casos, quiere decir que no hay tales autoridades rebeldes, que no hay tales autoridades que desconozcan a las autoridades constituidas, puestas por el señor Amezcua, sino que las autoridades son tan legítimas, tan legales, como todas las demás, y, en consecuencia, debe tenerse por perfectamente legal y legítima la elección verificada en Alcomunga.

Pero, a mayor abundamiento, señores, no debía yo quizá ni haberme ocupado de estas demostraciones; lo he hecho únicamente por un exceso de conciencia, porque he querido llevar la razón y el convencimiento a la mente de los miembros de esta Asamblea; pero digo que bien hubiera podido yo evitarme hasta este trabajo, porque aquí se ha sentado una jurisprudencia sobre este punto: las autoridades que no sean judiciales y que no estén dentro de los términos que les marca la Ley Electoral, los jefes políticos, los presidentes municipales, no tienen ni deben tener ninguna autoridad ante este Colegio Electoral, que es muy respetable, para que vengáis aquí a autorizar semejantes compadrazgos. El certificado del presidente de Zoquitlán no debe tener ninguna autoridad, ninguna fe ante nosotros, porque ya se sabe lo que significan esos compadrazgos de jefes políticos y esas complacencias de presidentes municipales amigos, y que no son, en suma, más que atropellos a la ley, atropellos al derecho, a la justicia, y que no tratan de otra cosa que de imponer determinadas candidaturas oficiales contra la voluntad del pueblo y contra las elecciones legalmente verificadas.

Como éste, muchos casos se han presentado aquí en que se ha rechazado de plano determinado informe más o menos oficioso que autoridades políticas han presentado con respecto a algunas elecciones. Me acuerdo del caso del señor Aspe y del caso de don José Villaseñor, de Guanajuato. Ahora bien; si en esos casos se ha considerado perfectamente ilegal, oficioso, hasta reprobatorio y absolutamente indigno de tomarse en consideración, el informe o dictamen de las autoridades políticas que han querido inmiscuirse sin ningún derecho en la cuestión electoral, ¿vamos a tener, en el caso del señor Balderas Márquez, en consideración ese testimonio, únicamente porque se trata de un miembro conspicuo del Partido Constitucional Progresista, únicamente porque se trata de un miembro del gobiernismo acérrimo a quien se trata de favorecer, únicamente porque la Comisión ha tenido y tiene el afán de favorecer al señor Balderas Márquez, porque no vendrá a ser en esta Cámara otra cosa que un voto ciego, sordo y mudo al servicio de don Gustavo Madero? (aplausos).

No, señores; es necesario que nosotros desechemos -no digo que desechemos-, que continuemos en la misma línea de conducta que nos hemos trazado, desechando esas inmiscuciones inmorales de determinadas autoridades para favorecer al candidato oficial.

Ahora voy a demostrar que el señor Balderas Márquez ha sido un candidato oficial, que es un miembro de los incondicionales del Partido Constitucional Progresista, y que hay interés verdaderamente grande -y que lo había desde mucho tiempo atrás- en que este señor resultara electo por angas o por mangas y quisiera o no quisiera el pueblo o la masa de electores del 10° distrito de Tehuacán.

Desde luego, el hecho de que el señor Balderas Márquez haya sido jefe político hasta unos días antes de que se empezase la lucha electoral, es una presunción muy grande de que este señor debió hacer todo lo posible, como en efecto lo hizo, para preparar todas las cosas en favor de su futuro triunfo; pero hay más: existe aquí una carta del señor don Juan Sánchez Azcona, secretario particular del señor Presidente de la República, en que, dirigiéndose al señor Jenaro Amezcua, candidato independiente, le habla del ya casi seguro triunfo del señor Balderas Márquez, en los términos siguientes: voy a leer la carta entera -se trata de dos asuntos distintos: uno, la cuestión electoral, y otro, la cuestión de pacificación-, y en seguida haré una breve explicación sobre el primer punto:

Señor Jenaro Amezcua: (voces: ¡Recio!) (Leyó) (Aplausos al fin de la lectura).

Ahora, señores, debo hacer una advertencia. No se crea que el señor Jenaro Amezcua se dirigió al señor Presidente de la República hablándole de su campaña electoral con el propósito de obtener el apoyo del mismo señor Presidente en sus trabajos electorales, y para eso apelo al señor don Juan Sánchez Azcona, que debe recordar el asunto. Jenaro Amezcua se dirigió al señor Presidente de la República, única y exclusivamente para manifestarle que, teniendo que hacer una gira con motivo de sus trabajos electorales por ese distrito de Tehuacán y encontrándose por allí el rebelde Ledesma, a quien el señor Amezcua conoció porque Ledesma es de los revolucionarios antiguos, y aquél tiene cierta influencia sobre Ledesma, el señor Amezcua ofrecía al señor Presidente que podría influenciar a Ledesma en ciertas condiciones para que depusiera las armas y volviera al estado pacifico en que se había encontrado anteriormente. De manera que el asunto principal de la carta era el de la pacificación de Ledesma y la cuestión electoral, era una simple cuestión incidental que el señor Amezcua mencionaba, pero no pedía al señor Presidente ni su apoyo ni nada, con respecto a su campaña, porque Amezcua no necesitaba pedir eso, puesto que sabía que contaba con el voto de sus conciudadanos. El señor Sánchez Azcona podrá decirnos si es verdad lo que digo.

Para responder la alusión, el señor Sánchez Azcona explica:

Entre los centenares de cartas que se reciben diariamente en la Secretaría Particular no me sería posible recordar en estos momentos el texto de una carta recibida en el mes de mayo próximo pasado. Pero sí puedo asegurar a ustedes que, como al dictar mis contestaciones tengo a la vista las cartas que contesto en una forma o en otra, el señor Amezcua debe haber hecho alguna alusión a su campaña electoral, porque de otra manera no se me hubiera ocurrido contestarle sobre un punto que no tocaba. Los archivos están en Palacio; me sería muy laborioso en este momento ir a buscar una carta; pero ofrezco a la Asamblea buscarla y traerla, aunque ya el asunto para entonces esté decidido.

Por otra parte, alguna alusión debe haber habido, como pedir un consejo al copartidario, al correligionario y, en ese caso con el deseo que hay de unificar candidaturas, era mi deber advertir: En ese distrito hay una candidatura muy adelantada, y es preferible allegar elementos de afinidad a la candidatura que ya existe, que crear mayores divisiones. ¿No han hecho esto en todas partes, dándonos un admirable ejemplo, los señores del Partido Católico, que en ese punto saben lo que es política? No se faltó al deber absolutamente al dar contestación a esa carta que ha leído aquí el señor Sarabia, más por aparato, que porque traiga alguna luz al debate (aplausos).

El Partido Constitucional Progresista aplaude -observa Sarabia y comenta-: Está en su derecho. Yo simplemente respondo a lo dicho por el señor Sánchez Azcona que, en efecto, el señor Amezcua hacía alguna alusión a su gira electoral, puesto que decía que con motivo de esa gira podía ver a Ledesma; y aquí se ve que en la cuestión de Ledesma se le dice, en términos demasiado fríos y que parecen indicar que no se tomaba muy en consideración su proposición, que se entendiera con el gobernador del Estado o con el jefe de las armas, cuando el señor Amezcua sabía perfectamente que no podía entenderse con aquellos señores, y por eso acudió al Presidente de la República y, en cambio, se dedica especial párrafo a la cuestión electoral; esto lo dejo al juicio de la Asamblea. Yo enseño este testimonio como una prueba de que en las altas esferas oficiales ya se consideraba desde el mes de mayo que el señor Balderas Márquez tenía muy adelantada su candidatura y que el señor Amezcua era preferible que se retirara de la lucha.

Por otra parte, señores, el señor Balderas Márquez se ha caracterizado aquí de una manera absoluta como un incondicional del Partido Constitucional Progresista; lo hemos visto en todas las votaciones; yo he tenido la curiosidad de observarlo; jamás ha discrepado con los dictámenes de la Comisión o con aquellos en que aparezca la voluntad de los principales jefes del partido, principalmente don Serapio Rendón. El señor Balderas Márquez tuvo este rasgo: cuando se puso a discusión el dictamen de la Comisión relativo a la credencial de don José Villa señor, por Guanajuato, en que se pedía nulidad, y se llegó a demostrar de la manera más patente la injusticia de ese dictamen, al preguntarse a la Asamblea que los que estuvieran de acuerdo se pusieran en pie, unos cuantos fueron los que se pusieron en pie -fueron dos o tres a lo sumo-, y entre esos dos o tres figuró en primer térmmo el señor Balderas Márquez, que, con un incondicionalismo verdaderamente lamentable, ha estado tratando de captarse las simpatías del partido dominante para que lo apoye hasta lo último y no lo vaya a arrojar de este recinto, a pesar de que la justicia no está de su parte.

Por lo demás, señores, debo entrar aquí en algunas consideraciones de carácter político, ya que he demostrado con las argumentaciones de carácter legal y relativas a la jurisprudencia ya establecida en esta Cámara, que no deben tomarse en consideración las argumentaciones de la Comisión para desechar los votos de los señores Amezcua y Fuentes y dárselos indebidamente al señor Balderas Márquez. Como aqui hay un interés político que sostiene al señor Balderas Márquez, contra el señor Amezcua, yo debo entrar en algunas consideraciones, para que se vea que, de cualquier manera, hasta en el terreno político, es útil para la Cámara y es conveniente que entren a ella más bien el ciudadano Jenaro Amezcua, y suplente, Eduardo Fuentes, que el señor Balderas Márquez y su suplente, un señor Arenas. Esto de Arenas me recuerda una cosa: el jefe político de Tehuacán es un señor Arenas; ese señor Arenas era antiguo empleado del Partido Constitucional Progresista de esta capital y, según confesión de él mismo ante el señor Arenas, se encargaba de organizar manifestaciones de aquellas en que se pagaba a cincuenta centavos por cabeza (aplausos). De manera que un ciudadano que desempeñaba ese empleo y forjaba tales manifestaciones, no es absolutamente extraño que también, como jefe político de Tehuacán, esté forjando diputados para el servicio del Partido Constitucional Progresista. Ahora continúo.

¿Quién es el señor Jenaro Amezcua y quién es el señor Balderas Márquez? Siento mucho entrar en algunos detalles personales; pero es preferible tener en este momento quizá hasta excesiva franqueza para tratar un punto, que tener durante dos años en esta Cámara a un diputado que ni haya sido verdaderamente electo por el pueblo, ni venga a representar un elemento de utilidad y de ilustración en esta Cámara.

El señor Jenaro Amezcua es un antiguo revolucionario, pero revolucionario de buena cepa, porque hay que distinguir entre los que fueron los luchadores de la revolución y los que fueron explotadores de la revolución; hay que distinguir entre los hombres de la lucha y los hombres del botin, y el señor Jenaro Amezcua fue uno de los hombres de la lucha, fue uno de los que en los momentos difíciles, debido a su influencia, debido a las simpatías de que gozaba en Tehuacán, pudo organizar huestes revolucionarias para ponerlas al servicio de la causa del pueblo, cuando la dictadura todavía estaba fuerte, cuando los peligros rodeaban al hombre que en esos momentos se lanzaba al combate; y fue de los que, una vez terminada la campaña, una vez conseguido el triunfo, se han retirado modestamente a trabajar, a vivir de su propia y honrada labor, sin exigir recompensas, y sin pretender, siquiera, exhibir, como tantos farsantes que verdaderamente nos cargan, el título militar que obtuvo en aquellos tiempos, pero que él, modestamente, no ha querido volver a usar. Amezcua obtuvo el grado de coronel revolucionario pero ha tenido el buen sentido y la modestia de renunciar a ese grado y no seguirlo usando ahora que ya no se trata de seguir luchando en los campos de batalla, y, en cambio, el señor Amezcua se dedicó a fundar clubes liberales en el distrito de Tehuacán, y ha fundado cuarenta y tantos clubes liberales en ese distrito. De manera que no es extraño que el señor Amezcua cuente con simpatías en aquel lugar y que los votos de sus conciudadanos estén con él, porque hasta personalmente, en su casa, la señora madre de don Jenaro Amezcua ha sido de tiempo atrás una benefactora de los indígenas de esa región, a quienes cura gratuitamente y a quienes procura hacer los bienes que dentro de su modesta posición le es permitido.

El señor Amezcua es un hombre que viene aquí con un espíritu libre, con un espíritu independiente y con exaltación casi, en el sentido de las reformas revolucionarias; y en esto debo hablar con franqueza a los católicos y a los ciudadanos del antiguo régimen que figuran en el grupo independiente y que quizá tengan tendencias conservadoras: no creáis que viene un hombre que va a estar con vosotros; es un hombre que quizá, cuando se traigan aquí al debate las cuestiones hondas que afectan a la masa humilde de nuestro pueblo y que deben ser solucionadas por el espíritu de la revolución, estará quizá contra el espíritu conservador y estará con los avanzados, con los radicales, con los exaltados como yo mismo; pero que en este momento confío en vuestra honorabilidad e independencia que le deis vuestro voto, como yo mismo he dado mi voto, por justicia, a alguno de los vuestros, que sé que en lo futuro serán mis enemigos (aplausos).

Respecto al señor licenciado Eduardo Fuentes debo advertir que es también uno de los miembros de un grupo humilde, insignificante, modesto, pero eminentemente honrado, que se llama Extrema Izquierda del Partido Liberal, y que lleva inscripto en su programa el cumplimiento de las promesas de la revolución y la satisfacción de los intereses hondos y verdaderos del pueblo mexicano.

El señor Fuentes ha sido desde hace mucho tiempo apoderado de pueblos del distrito de Tehuacán; es ampliamente conocido por ellos, que han recibido los beneficios de las gestiones del señor licenciado Fuentes, y también por eso no es extraño que el señor Fuentes cuente con las simpatías y los votos de los habitantes de aquella región.

De manera, señores, que si, por una parte, tenemos en consideración los antecedentes de los candidatos independientes, su carácter, su honradez, su programa, sus propósitos, todo aquello que los hace simpáticos para el pueblo, todo aquello que no nos deja lugar a duda respecto de que hayan obtenido de una manera perfectamente legal los votos que sus conciudadanos les han dado; y si, por otra parte, ponemos al señor Balderas Márquez con su cargo, con su triste cargo de jefe político, que verdaderamente no es de los que más se prestan para ganarse simpatías, ni para ser desempeñados por hombres de cierta cultura y amplitud de espíritu; si ponemos al señor Balderas Márquez con ese carácter y con esos antecedentes, y sin otro chiste que el de ser un acérrimo partidario del Gobierno y un incondicional apoyador del Partido Constitucional Progresista, debemos considerar, debemos convenir, señores, en que la justicia y la razón están de parte de la candidatura independiente y que los votos que la Comisión trata de restarle indebidamente para obsequiarlos de una manera injusta al señor Balderas, no deben ser tomados así por esta Asamblea, sino que debemos rectificar.

Señores, esta Asamblea debe mantener su criterio; debe, en primer lugar, tomar en cuenta las observaciones que yo he hecho respecto de la autoridad que la Comisión declara en rebeldía, y en segundo, además de esas consideraciones que yo he hecho presentes con exceso de conciencia y por exceso de demostración, debe rechazar de plano las informaciones que vienen de un jefe político perfectamente parcial, que tenía probablemente la consigna de apoyar al señor Balderas Márquez a todo trance, y de un presidente municipal que fue impuesto indebidamente, que fue impuesto por la fuerza y por el rigor de los habitantes de Zoquitlán por el mismo señor Balderas Márquez.

Espero, señores, que, como he dicho, aquellos diputados que no tienen en este asunto un interés de partido, un prejuicio determinado, desecharán el dictamen de la Comisión, para declarar diputados a los ciudadanos Amezcua y Fuentes; y respecto de aquellos miembros del Partido Constitucional Progresista que no sean de los incondicionales, que conserven libertad de conciencia, que sean de aquellos honrados que se dice que todavía existen en ese partido, yo les recuerdo esta hermosa y elocuente frase de Víctor Hugo: que en aquellos casos en que se debaten intereses altos y en que se deben tomar resoluciones trascendentales, siempre debemos preferir esa virgen que se llama la conciencia, ¡a esa prostituta que se llama razón de Estado! (Aplausos).

Tiene la palabra el ciudadano Vicente Pérez, resuelve el presidente de la Junta, y el diputado Pérez defiende los razonamientos de la Comisión Escrutadora de este modo:

El más modesto de la Comisión de Poderes, tiene el honor de dirigiros la palabra, a efecto de venir a sostener la legalidad del dictamen que está al debate, no porque sea yo el más apto entre mis honorables colegas, sino porque la circunstancia de haber sido el ponente, a ello me impele. Seré breve. Hablaré poco, muy poco, y aun cuando esto sea objeto de censura por algún respetable miembro de esta Cámara, seré inquebrantable en la observancia de aquel precepto sapientísimo que se consigna en las páginas de un libro de enseñanza rudimentaria antigua, que aconseja hablar poco, decir verdades, acortar en lo posible las razones y no decir necedades (aplausos).

La Comisión de Poderes, dentro de su papel sereno y frío de verdadera revisora, ha consignado los hechos con toda fidelidad, ha apreciado a la luz de la ley las pruebas exhibidas, y ha concluido su dictamen, conforme a lo alegado y probable.

El dictamen peca de extenso, pero no de injusto; el dictamen es bastante claro, bastante preciso y se defiende por sí mismo. Sin embargo, para ilustrar vuestro soberano criterio, haré algunas apreciaciones.

El señor preopinante ha hablado mucho, pero de crónica política; no se ha referido, como debió, de una manera precisa y terminante, a los puntos del debate. Yo no podré contestar esa crónica política tan extensa hecha aquí, porque creo que no será necesario que yo proteste a ustedes que, dentro del expediente que ha llegado a manos de la Comisión, no hay nada de política, sino puntos de hechos y de Derecho.

El señor licenciado Sarabia (risas) ha confesado aquí lisa y llanamente ...

El señor Sarabia rectifica: No soy licenciado.

Cuasi -comenta el señor Pérez entre risas y aplausos- ... Ha confesado lisa y llanamente que los documentos que en calidad de prueba adujo la fórmula Amezcua-Fuentes, realmente no constituyen una prueba, porque carecen de la necesaria legalización. Y esto no lo ha apreciado solamente la Comisión a la luz de la ley escrita, sino a la luz de la razón. ¿Cómo podía la Comisión dar crédito a firmas puestas al calce de cualquier documento, si las personas que lo subscriben no son conocidas? ¡Qué cosa más fácil que forjar un documento como prueba de X o R y venir a decir: ¡Estas son las fidedignas!

No, señores; no hay ninguna prueba de esta naturaleza, y por ende, la Comisíón se ha visto en el deber de negar las reclamaciones aducidas por parte de la fórmula Amezcua-Fuentes, tanto más cuanto que en contra de las reclamaciones existen pruebas irrefutables. Esas pruebas incontrovertibles consisten en tres documentos indubitables, expedidos por la autoridad facultada para certificar respecto de hechos que consten en sus respectivas oficinas. Y voy a permitirme dar lectura a dos de ellos.

Es el primero el subscripto por el director general de Estadística que, afirma que: El pueblo de Alcomunga, municipalidad de Zoquitlán, distrito de Tehuacán, del Estado de Puebla, tiene 408 habitantes ... (Leyó). Y sin embargo, el número de sufragios que arrojan las dos secciones de Alcomunga, es de 731 votos, y el número de sufragios que arroja la del rancho de Acantepec, es de 230 y tantos votos, cuando solamente son 123 los hombres hábiles para votar. Ya ésta es una cuestión que se ha debatido en la Cámara en el sentido de que deben aceptarse como malos los que excedan del número de votantes, pero la Comisión al haber descontado no solamente el excedente, sino el resto, ha tomado en consideración documentos terminantes, entre otros, la certificación de la Jefatura Política de Tehuacán, que obra agregada al expediente y que voy a leer. Dice así: Carlos M. Zempoaltécatl, certifica ... (Leyó).

Por lo que ustedes acaban de oír, juzgarán si el criterio de la Comisión, ha sido apasionado o ha sido justo.

Ha dicho aquí el señor compañero de Cámara, señor Sarabia, que ha sido cuestión de partido lo que ha motivado el dictamen en el sentido que ustedes han oído leer. No, señores. Yo debo confesar, debo aclarar honradamente que en este asunto en que, por segunda vez, vino a mis manos para su revisión el expediente del señor Balderas Márquez, ninguno absolutamente de mis honorables colegas ha intervenido en él, ni leyéndolo, ni haciéndome recomendaciones, ni mucho menos imponiéndome consigna, y debo decir honradamente también que cuando el señor Pascual Luna y Parra se excusó de conocer el expediente, el señor Rendón -absolutamente textual- me dijo: Señor licenciado Pérez, usted, que es el independiente entre nosotros, tenga la bondad (siseos y campanilla) de hacerse cargo de este expediente y formular su dictamen con arreglo a lo que de él realmente resulte. Debo declararlo así, en honor del Partido Constitucional Progresista, tantas veces vilipendiado aquí (aplausos y siseos).

Para terminar, señores diputados, debo expresar de una vez por todas, y a efecto de alejar sospechas, que no tengo ligas políticas de ningún género, hasta este momento (siseos y campanilla). Hace quince años que estoy dedicado a labores exclusivamente agrícolas, y si después de quince años de haber trocado las Pandectas por el arado, vengo a tomar parte en la cosa pública, es porque estimo que ha llegado el momento en que la patria de un modo ingente reclama el concurso de todos sus hijos; es porque anhelo, es porque debo venir a colaborar con vosotros en las obras más apremiantes, cuanto salvadoras, de purificar, de renovar y dar vitalidad a la patria; y estas obras habremos de realizarlas a trueque de todo, pasando sobre todo, aun sobre nuestras mismas conveniencias, y no por la esperanza de que la nación nos premie, ni por temor a la demanda como nuestras protestas dicen sino porque así cumple a nuestro deber.

Desgraciadamente, y doloroso es decirlo, hasta este momento no hemos correspondido al llamado de nuestros conciudadanos; hasta este momento no hemos hecho más que extraviarnos en el caos político que nos envuelve; no hemos hecho más que engolfarnos en pasiones desenfrenadas, mal reprimidas, en las cuales naufragan aun los viejos pilotos, y yo pregunto: ¿dónde está nuestra brújula?, ¿dónde está el faro que nos guía?, ¿cuál es el rumbo hacia donde vamos? Quisiera engañarme, quisiera ser visionario; pero el laberinto donde hemos penetrado, nos conducirá al abismo, y no por falta de unidad de ideales, no por falta de honradez, no por falta de patriotismo; no, señores compañeros, no os formularé jamás ese cargo. En el seno de esta Asamblea de color bien marcado de independencia, no encontraréis ni un solo miembro que sea revolucionario, que sea oposicionista por sistema; no, señores, no lo encontraréis ni en ese grupo de jóvenes viriles que se tildan de oposicionistas; no lo encontraréis tampoco en ese grupo de hombres honrados que forman el Partido Católico Nacional; no, señores, porque por la voz de sus más honorables miembros se ha proclamado aquí muy alto que han puesto un tupido velo sobre el pasado, que vienen resueltos a sostener y respetar las instituciones que nos rigen, que vienen resueltos a colaborar con el Gobierno constituido y dentro de los derechos del pueblo; y yo creo con vosotros, miembros del Partido Constitucional Progresista, que ese grupo tildado de obstruccionista, que ese grupo tildado de reaccionario, llegada la vez, estará dispuesto a colaborar, unidos, con el objeto de dar fin cuanto antes a la guerra fratricida que nos diezma, y a restañar, si posible fuera con sus propias manos, la sangre de nuestros hermanos que chorrea en los campos de combate, desde las riberas del Bravo hasta las fronteras del Mediodía. Decidme, señores, ¿estáis dispuestos a colaborar en esa obra? (Voces: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!)

No es por falta de unidad de ideales; no es la falta de unidad de ideales la que nos divide; es que sobran pasiones mal refrenadas, sobran resquemores, odios antiguos, celos políticos; y -¿por qué no decirlo de una vez? - existe un apetito desordenado en la distribución del poder. Sí, señores, es ruda la calificación, y no distingo al calificar nuestra conducta, aquí califico la conducta de todo el pueblo; de las disensiones que, como aquí se nos informa, existen en el Ministerio.

Mis palabras están libres de toda sospecha, como la mujer de César. Son sinceras, porque no tengo ligas políticas de ningún género; hasta el actual momento no estoy ligado con ninguno de los grupos o partidos políticos militantes, y si, por desgracia, en el curso de los acontecimientos, de los sucesos, yo no me encontrara algún grupo donde quepan mis ideales de seguir la línea recta como el mejor símbolo de la justicia, y sin más mira que la salud de la nación, me quedaré solo, lucharé solo, o volveré a la montaña de donde he descendido; pero con la frente muy alta, con la conciencia de haber cumplido con mi deber.

Si las actuales luchas parlamentarias no tienen por objeto la discusión de principios, sino la discusión de asuntos de interés común, yo os invito, compañeros, a que nos unamos y luchemos como un solo brazo, como un solo pecho; pero con el corazón latiendo de amor en los altares de la patria (aplausos).

El diputado Rivero Caloca dice en contra del dictamen:

El honorabilísimo señor Pérez, miembro independiente de la Comisión Revisora, según él mismo nos lo ha dicho, no ha aportado en su corta disertación absolutamente ningún argumento que apoye el dictamen; se ha limitado únicamente a decirnos que los votos emitidos en dos casillas electorales o dos jurisdicciones electorales han sido superiores al número de habitantes que da el censo; y a este argumento ya sabemos el valor que se le ha de dar, puesto que en otras discusiones de credenciales se ha tomado en consideración; por consiguiente no es necesario tomarlo en cuenta.

Su segundo argumento ha sido nada más la lectura de un certificado de una Jefatura Política, que mi distinguido preopinante el señor diputado Sarabia ha dicho ya, haciéndose eco de lo que otra vez se ha dicho, que tampoco puede tomarse en consideración. Por consiguiente las palabras del señor Sarabia han quedado sin ninguna respuesta.

El diputado Sarabia vuelve a la liza parlamentaria y refuerza con éstos sus anteriores alegatos:

El argumento Aquiles de la Comisión, o mejor dicho del señor licenciado Pérez, en este asunto, es el informe de Estadística, solamente debo añadir que no tiene nada que ver en este asunto; que con respecto a la cuestión de padrón, la misma Ley Electoral fija la forma en que se han de hacer las reclamaciones y en que se han de tomar en cuenta. Si el candidato oponente hubiera tomado en consideración eso en su debido tiempo, podría también tomarse en cuenta; pero como no lo tomó, como ha sido una comunicación, rendida a última hora y traída fuera de tiempo, del Juzgado 1° de Distrito, no debe tomarse en cuenta. Agrega a lo anterior que quiero recordar antes que es perfectamente seguro, y está probado por todos, que los trabajos de estadística en nuestro país son completamente deficientes, que no pueden tomarse en serio, que no pueden hacer fe; en consecuencia, no tiene aquí ningún valor ni ninguna verdadera importancia.

Respecto al otro punto, el punto del dictamen, dice que se deben descontar al señor Amezcua los votos por la cuestión aquella de que el jefe político informa que él quitó las autoridades legalmente constituidas, etcétera, etcétera.

Lo único que trajo el señor licenciado Pérez, que ha agregado para ilustrar el criterio de la Asamblea, fue la lectura de ese informe de la Jefatura Política; pero precisamente esa lectura da más fuerza a mis argumentos, porque precisamente el tono -y llamo sobre esto la atención de la Asamblea- en que está escrito ese informe, en que se califica al candidato señor Amezcua de insensato y de necio y de yo no sé cuántas cosas, y en que se le injuria y se ve un verdadero espíritu de hostilidad contra él, demuestra de una manera palmaria que esa autoridad no está obrando con independencia; que esa autoridad obraba bajo el influjo de la pasión y con el propósito perfectamente determinado de restarle al señor Amezcua los votos que legalmente ganó, para que de esa manera el señor Balderas Márquez fuera considerado con un triunfo que legalmente no le pertenece.

Respecto también de la imposición de las autoridades por el señor Amezcua, yo no sé cómo las puede imponer un individuo que, como lo dije anteriormente, carece de elementos, de influencias y dinero. Respecto de esas autoridades impuestas a que se refiere el informe de la Jefatura Política, y que ha sido el único argumento que ha podido traer a colación el señor licenciado Pérez ¿por qué no se reclamó eso en la Junta Electoral, sino que se dejaron en pie?, por el contrario, la reclamación del candidato Amezcua y la de los mismos católicos que en esa ocasión, con verdadera honradez y con verdadero espíritu democrático levantaron una protesta en contra de los actos de la Junta Electoral, porque no computaba los votos, sino que los quitaba a los señores Amezcua y Fuentes.

Y ahora voy a demostrar que no se asentó oportunamente eso de las autoridades impuestas por el señor Amezcua, sino que se ha venido a argüir con ello a última hora en esta Junta Electoral, de una manera perfectamente arbitraria e injustificada. Las autoridades retuvieron los votos con objeto de que no se tomaran en cuenta por la Junta Computadora y lo voy a demostrar con la lectura de un acta notarial que es verdaderamente interesante y que se me pasó leer: Acta notarial. En Tehuacán a las doce y media ... (Leyó).

Se ve que en esa ocasión las autoridades tuvieron el cuidado de no presentar a la Junta Escrutadora los votos a favor de la candidatura Amezcua-Fuentes, y esas autoridades son las que después han certificado que los funcionarios han sido impuestos por el señor Amezcua. Entonces, ¿por qué, en lugar de apelar a estos procedimientos de mala ley, de romper paquetes y de abrirlos, contrariando el sistema de elección, abriendo los expedientes para ver probablemente si triunfaba su candidato o triunfaba el contrario, no dijeron a tiempo, sino que hasta ahora nos viene a decir que la elección y las autoridades de aquellos lugares son ilegítimas? Esto prueba, señores, de una manera patente, como ya lo he demostrado en el curso de mi peroración, que había un interés verdaderamente especial, claro y evidente, de sacar diputado al señor Balderas Márquez a toda costa, porque, aunque parezca molesta mi insistencia, yo quiero que en la conciencia de los diputados estén la bondad y la justicia de mi causa.

Si las autoridades de Tehuacán, que después nos han venido con estos informes, consideraron ilegítima la elección, ¿por qué, en lugar de decirlo sencillamente en la Junta Electoral de aquella cabecera de distrito, se reservaron para decírnoslo hasta después y, en cambio, se ocuparon de destrozar paquetes, habiendo dado lugar a que cayeran sobre ellas las sospechas gravísimas que han caído?

Respecto de lo que dice el señor Pérez, tengo que volver a ocuparme de la cuestión política. Tiene razón el señor Pérez al decir que aquí no sabemos adónde vamos, y en presentarnos un porvenir más o menos negro; tiene razón el señor Pérez, pero la culpa de esto no es de todos: la culpa de esto es de un grupo que se ha apoderado del dominio de la política y que no quiere soltarlo, a pesar de la opinión pública y a pesar de que todo está en contra de él, por sus procedimientos de exclusivismo y de ambición, un exclusivismo digno de un inquisidor de la Edad Media; es la culpa del grupo que no tolera a los que no vengan con su bandera y que rechaza a los mismos revolucionarios honrados y sinceros, y que, en cambio, acepta a los antiguos porfiristas con tal de que ahora vayan a su grupo. Esto es lo que está dando lugar al descontento de la opinión, a la desorientación de la misma opinión y del Gobierno; y es verdaderamente curioso, señores, que ahora los revolucionarios, los que levantan la frente, los que hablan de los derechos del pueblo, y los que se creen dueños de la situación, sean personas -como don José Natividad Macías- que después de haber servido muchos años al régimen porfiriano, ahora se pavonean sirviendo al nuevo régimen, mientras que los antiguos independientes, los antiguos revolucionarios, los que antes sufrimos y padecimos, solamente porque no somos hoy defensores incondicionales del nuevo régimen, solamente porque no nos hemos afiliado al maderismo, o al gustavismo, o al porrismo (aplausos), tenemos sobre nuestra frente el baldón y la cólera de ese grupo y somos considerados como personas de desorden, como elemento inconveniente, y si estamos aquí es porque verdaderamente no han podido arrojarnos de esta Cámara. Yo lo sé por mí, porque había el espíritu de rechazar mi credencial, y si ello no se hizo, fue porque realmente no hubo coyuntura para hacerlo y no se atrevieron a dar el escándalo de arrojarme, que si no hubiera sido eso, con mucho gusto me hubieran arrojado (aplausos).

Ya es tiempo de decirlo, señores: la revolución se ha desorientado -yo estoy de acuerdo en eso-, no se han cumplido las promesas; nos hemos ido por caminos extraviados; el país sigue esperando algo verdaderamente serio que lo satisfaga y que lo tranquilice, y no ha encontrado nada de eso, no ha encontrado más que desenfrenos, más que ambiciones; los cientificos del nuevo régimen, substituyendo a los científicos del pasado régimen (aplausos).

Los problemas nacionales, los problemas hondos, la cuestión agraria, la cuestión obrera, lo que debe interesar a los verdaderos revolucionarios, a los que amamos los movimientos revolucionarios porque los considerábamos redentores y a los que creímos que la revolución no está en el cambio simplemente de personajes, sino en el cambio profundo de procedimientos y de sistema; los que no creemos que la revolución se haya cumplido porque don Francisco I. Madero ocupe el lugar de don Porfirio Díaz, y porque don Gustavo Madero pretenda ocupar también el lugar de don Rosendo Pineda (aplausos); los que no creemos que con eso se haya satisfecho la revolución, tenemos que estar indignados contra el grupo al que hacemos responsable de ese procedimiento, de ese exclusivismo, de esa mala orientación del Gobierno, y tenemos que estar contra él mientras no se disuelva o se corrija de una manera verdaderamente patente ante la opinión pública. Y no soy oposicionista sistemático; pero advierto que no puedo considerarme realmente en aptitud de prestar mi apoyo al Gobierno en cualquier sentido, mientras no lo vea definirse, mientras no lo vea orientarse y mientras no lo vea librarse del nuevo Círculo de Amigos del general Díaz, que lo está rodeando y que lo está conduciendo a la perdición y al precipicio (aplausos).

El apetito de Poder de que nos hablaba el señor Pérez, existe, existe en todos los grupos, todos los partidos lo tienen; y creo que están en su derecho de tenerlo, porque el objeto de los partidos es llegar al Poder; pero es preciso cierto límite, y el Partido Constitucional Progresista no solamente tiene el apetito del Poder dentro de cierto límite, sino que lo tiene en el más desordenado desenfreno, lo tiene de una manera escandalosa: las comisiones, dentro y fuera de la Cámara, están repartidas entre sus miembros, y yo tendré oportunidad de presentar aquí próximamente, en esta Cámara, una moción para que ciertos miembros del Partido Constitucional Progresista que tienen una multitud de canonjías que les producen sueldos fabulosos, renuncien a las canonjías o renuncien al papel de diputados, o cuando menos vengan a pedir permiso para desempeñar esas canonjías.

Señores: vuelvo a la cuestión de la credencial y repito y sostengo que hay un interés político en ello.

Yo no quiero calificar la actitud del señor licenciado Pérez; yo creo al señor Pérez honorable, y lo aprecio, lo estimo, porque he visto que, en la generalidad de los casos, su actitud ha sido de honrado y ha sido consciente; pero en este caso -siento mucho decirlo- yo creo que el señor Pérez ha obedecido a compromisos de esos que no siempre se pueden eludir (siseos y campanilla), a compromisos que difícilmente pueden evitarse, porque el señor licenciado Pérez me manifestó a mí, cuando el señor Luna y Parra había renunciado, que él también renunciaría, que él no queria ocuparse de este dictamen, y últimamente he visto, contra todo lo esperado, que se ha ocupado de él; creo que el señor Pérez ha querido por amistad, por determinado afecto, que puede ser perfectamente loable, salvar en este caso al Partido Constitucional Progresista de los cargos que indudablemente esperaba que se le hicieran, y que el Partido Constitucional Progresista, en espera de esos cargos, y para despistar a la Asamblea respecto de lo que yo he estado diciendo, ha querido, ha empleado, ha puesto todos sus esfuerzos de tal manera, que ha logrado que el señor licenciado Pérez se haya visto en la necesidad de sostener este dictamen, que verdaderamente es injusto.

Las razones que obran en el número 5 del dictamen, que el mismo señor Pérez considera como las razones formidables, ya las destruí; las de estadística no tienen ninguna importancia; las del informe del jefe político la tienen menos y, en consecuencia, lo que se pretende aquí hacer, sencillamente, es robar a los candidatos Amezcua-Fuentes la cantidad de cerca de 1,000 votos que tienen encima del señor Balderas Márquez. Esto no es justo, eso no puede admitirlo la Cámara; yo vuelvo a apelar a la independencia de los grupos independientes -mejor dicho, a esos no apelo, porque tengo la seguridad de que de tal manera están convencidos, que no necesito apelar a ellos-; apelo, digo, a aquellos miembros del Partido Constitucional Progresista que tengan sobre sus conciencias y sobre su criterio el prejuicio, el interés o los compromisos de partido, para que en este caso los abandonen y hagan una obra benéfica, porque aquí, en esta Cámara, los necesitamos, no son los votos incondicionales, no los votos ciegos como los que el señor Balderas Márquez va a dar, como los ha dado constantemente, sino voces honradas, voces independientes, que se levanten cuando se trate de los intereses de la patria, y que no vengan a servir a don Serapio Rendón, sino que vengan a servir al país (aplausos).

El licenciado Pérez contrarreplica al señor Sarabia:

La única objeción que con apariencia de seriedad ha expuesto el señor Sarabia, es la distinción que hace entre las boletas, de los documentos privados, y los documentos expedidos por la Dirección de Estadística. Verdad es que un certificado expedido por el director general de Estadística, frente a un padrón municipal, nada significa; pero verdad es también, y grande, que a falta de ese padrón prueba más el certificado de Estadística que la carencia de ese padrón. Esto es por lo que se refiere a este punto.

Por lo que hace al certificado expedido por el presidente municipal de Alcomunga, nada nos ha dicho el señor Sarabia que destruya el valor de ese documento, que es auténtico, y lo es, porque está expedido por autoridad que tiene facultad de certificar respecto de actos que, por razón del conocimiento de su oficina, le pueden constar. Nada nos ha dicho sobre el particular, a pesar de que dice que las elecciones son buenas.

En cuanto a la imputación que me hace, de obrar por obediencia y compromisos politicos, no tiene razón el señor Sarabia; el cargo es injusto, pues el señor Sarabia olvida que mi conducta, que mi misión en la Comisión de Poderes, ha sido absolutamente imparcial, que he procurado equilibrar la lucha entre los contendientes hasta donde me ha sido posible, atendiendo con igual solicitud a tirios y troyanos.

El señor Elguero solicita permiso del presidente para hacer una interpelación a la Comisión, y concedido que le es, la formula así:

Hay un excedente, señor Pérez, sobre los votos, teniendo en cuenta el censo; descontando esos votos, ¿queda siempre una mayoría a favor del señor Amezcua sobre el contrario Balderas?

El señor Pérez contesta:

Con todo gusto voy a contestar a su señoría, leyendo la parte relativa del dictamen, que textualmente dice: A virtud de conceptuarse nulos los setecientos y pico de votos obtenidos ... (Leyó)

El señor Elguero hace nueva pregunta:

Permítame su señoría, ¿por qué se conceptúan nulos todos los votos de esa municipalidad cuyo nombre no recuerdo?, ¿porque exceden del censo, o porque se cree que exceden del censo?

No, señor -replica el señor Pérez-; esa es una cuestión ya definida aquí. No es ese el motivo porque se estiman nulos, sino porque la Presidencia Municipal y la autoridad de Zoquitlán afirman que las elecciones se verificaron, no por las autoridades constituidas, sino por las autoridades puestas por el señor Amezcua (voces: ¡No! ¡No!).

Y voy a dar lectura al documento que hace la prueba (voces: ¡No! ¡No! ¡No!). Si la Comisión ha errado en sus apreciaciones, no es precisamente porque no esté al tanto de lo que pasa fuera del expediente; pero la Comisión tiene que atenerse a los documentos que obran aquí (voces: ¡No! ¡No! y siseos). (Dirigiéndose al público); ascuchad y resolved ...

El señor Aguirre Benavides pregunta:

¿Y qué resuelven?

El señor Pérez salta sobre la interrupción y continúa:

El documento dice: Al ciudadano Benjamín Balderas Márquez.- Con relación a la nota ... (Leyó). Tiene el sello correspondiente al distrito de Tehuacán, municipio de Zoquitlán, y está firmado por el presidente Porfirio Medrano.

El señor Castelazo Fuentes interroga:

Ruego al señor Pérez se sirva decirme ¿qué autoridad desempeñaba el señor Balderas para que las autoridades se hubieran podido dirigir a él oficialmente, dándole informes respecto del resultado de la elección? (Aplausos).

El señor Pérez satisface la pregunta del señor Castelazo Fuentes:

Excusado es decir al señor compañero que el derecho del señor Balderas Márquez se consigna en la Constitución, porque todos tenemos el derecho de petición, y él precisamente para venir a fundar los derechos que aquí sostiene, se ha dirigido al presidente municipal suplicándole hiciera constar estos hechos (aplausos).

Nueva interpelación del señor Castelazo Fuentes:

Para una interpelación. Que se sirva dar lectura a la petición que hizo el señor Balderas Márquez.

Lo dice la misma comunicación -advierte el señor Pérez-, y ruego a usted, señor licenciado me preste su atención.

El señor Castelazo Fuentes pide que se dé lectura a la petición; el señor Pérez hace notar que aquélla obra en el expediente; el presidente exhorta a las galerías para que no interrumpan a los oradores y los dejen en entera libertad; el diputado Guzmán dice:

Para hacer una aclaración, interpelando al señor secretario de Gobierno de Puebla:Honorable Asamblea: Por un acto de absoluta conciencia y de verdadera justicia, para informar a los señores miembros del Partido Católico, yo manifiesto de una manera sincera que he vivido en el distrito de Tehuacán durante once años, y que en este certificado constan las grandes simpatías que gozo en él. El señor Amezcua no es conocido en aquella localidad. Respetando mucho la personalidad del señor Amezcua y de su suplente, a quien no tengo el honor de conocer, debo manifestar a ustedes que si dan su voto aprobatorio a estos señores, la sociedad de Tehuacán, en general, se sentirá lastimada, por no creerlo de justicia.

El señor Pontón nos va a decir de una manera clara y terminante que el señor Amezcua ha hecho una propaganda que no es muy legal; ¿tiene usted la bondad, señor, de informar a esta honorable Cámara?

El señor Pontón quiere que se precise el hecho sobre el cual se le interpela para no hacer disquisiciones inútiles. Y el señor Guzmán precisa:

En una época, cuando era usted secretario de Gobierno, hubo una acusación; me parece que se pedían auxilios para las autoridades de esos rumbos; parece que hay un oficio; si la memoría de usted no le es infiel, procure usted recordar de esas dificultades.

El señor Pontón explica:

Me sería difícil, señores diputados, recordar en estos momentos, después de diez meses de mi separación de la Secretaría de Gobierno de Puebla, ciertos pormenores que están comprendidos en voluminosos expedientes.

Recuerdo únicamente que cuando yo tenía el honor de acompañar al señor gobernador del Estado de Puebla, en su gobierno, vinieron diversas quejas de los pueblos acerca de las intromisiones de los señores licenciado Fuentes y del señor Romero Palafox, para que se vendieran terrenos de las haciendas contiguas a los pueblos.

En aquel momento, en el Estado de Puebla, era pavorosa la situación, por la inseguridad, y el señor gobernador, para tranquilizar el Estado, creyó que no debían utilizar los servicios de cualquiera para hacer gestiones a ese efecto.

Así lo dijo en diversas conferencias el señor licenciado Fuentes; pero el señor licenciado Fuentes, protegido por no sé qué contrato de concesión en la Secretaría de Fomento, insistió en que se diera la orden a las autoridades para que permitieran que los ingenieros fueran a las haciendas a medir los terrenos que se consideraban como ejidos.

El señor gobernador de Puebla, que ha ejercido muchos años su profesión de abogado y, sobre todo, en cuestiones de terrenos, y que hizo un estudio admirable sobre la propiedad en el Estado de Puebla, contestó al señor Palafox y al señor Fuentes -entiendo que en oficio- manifestando que en el Estado de Puebla no había ejidos, aduciendo algunos razonamientos para afirmar su aserción; no obstante, siguieron en sus trabajos los señores Fuentes y Palafox, a tal grado, que llegaron a provocar un verdadero conflicto, tal como la matanza que hubo en Tepatlaxco, y la intervención que tuvo el señor gobernador en esos asuntos fue la correspondiente a su autoridad en el Estado; pero sus observaciones y providencias no fueron bien recibidas por parte de los señores Fuentes y Romero Palafox, quienes acusaron al gobernador ante el Congreso de la Unión.

Aquí existe el expediente, y no conviene entrar en detalles acerca de la acusación,porque no conozco el escrito; pero sí puedo decir que la gestión de los señores Romero Palafox y Fuentes, fue mala para nuestro Estado. Ellos defendían derechos protegidos por tales y cuales concesiones; pero lo cierto es que, a pesar de las exhortaciones del señor gobernador, ellos se empeñaron, el uno en Tepeaca, y el otro en Tehuacán, en soliviantar el espíritu de los pueblos, con el objeto de que a título de reivindicación, se apoderaran de los terrenos de los propietarios; y es penoso que entre en detalles ajenos completamente al caso; pero puesto que la interpelación tiene por objeto formar no solamente la conciencia jurídica sino la moral, debo decir que los pueblos del Estado a que me he referido, se quejaron de que el señor Romero Palafox y el señor Fuentes les vendían copias de títulos tomados del Archivo General de la Nación, haciéndoles creer que eran el título de dominio, y frecuentemente dichos señores recibían gruesas cantidades de dinero como paga de sus servicios, y lejos de llevar la tranquilidad al Estado, ocasionaron dificultades de orden público.

No creo que deba agregar una palabra más, porque quizá entraría en consideraciones completamente ajenas al caso, y en pormenores que no podría comprobar, porque no tengo documentos ni memoria ya de los hechos.

El señor Guzmán deduce:

Como ve esta honorable Asamblea, ejerció alguna presión moral y material el señor candidato Amezcua. Esto es lo único que tenía que decir; dad vuestro voto como queráis.

Como rectificación de un hecho, el señor García Naranjo expresa:

La Comisión ha dado extraordinaria importancia a un documento firmado por la Dirección General de Estadística, y me creo en el deber de ilustrar a esta honorable Asamblea, narrando una conversación que tuve hace dos años con el jefe del referido departamento.

Era yo entonces secretario del Museo Nacional de Arqueología, y en cumplimiento de mis funciones, fui a recabar ciertos datos demográficos, y entonces el señor Peñafiel me dijo que el censo no podría estar reconcentrado, ni podria dar un solo dato exactamente cierto, sino hasta el año de 1916. Esto no llamó la atención porque en países adelantados como Francia y Alemania, la concentración del censo dura tres o cuatro años. Lo hago saber a esta honorable Asamblea, para que no dé tanta importancia a este documento.

Por otra parte, nuestra Ley Electoral es demasiado clara y explícita en esta importante materia.

El diputado García de la Cadena pide la palabra en pro del dictamen y su petición es recibida con siseos, pide entonces que se le conceda para aclarar hechos y obtenido el permiso, dice:

Escuché siseos, y es que algunos de los señores diputados, después de escuchar la elocuencia del señor Sarabia, temen con justicia que yo vaya a desbarrar, y es natural; al señor Sarabia ya lo han declarado aquí licenciado, aparte de lo orador que es; pero yo, conocedor del distrito de Tehuacán y conocedor también de las personalidades que se disputan la curul, conociendo tanto a mi coronel Amezcua como al señor Balderas Márquez, tengo la seguridad de que ilustraré el criterio de ustedes con datos seguros y absolutamente honrados.

El señor diputado Sarabia, para sugestionar a la Asamblea, nos ha hecho una hermosa descripción guerrera del señor Amezcua, ha dicho que es de aquellos primitivos revolucionarios que se lanzaron a la lucha con todo patriotismo, en pos de las reivindicaciones de un pueblo, y en la persecución de los más hermosos ideales; pero no, eso es mentira. El señor Amezcua no fue revolucionario honrado; el señor Amezcua fue de los que se levantaron en armas, cuando la revolución ya había triunfado. Fue, en fin, de los que, cuando estaban seguros de la impunidad, dejaron el hogar vacío para volver a llenarlo. Aquí hay un señor diputado que fue general en aquella época y que precisamente operó con Camerino Mendoza en el Estado de Puebla, teniendo su cuartel general en Tehuacán; y ese señor diputado puede atestiguar lo que yo afirmo y puede decir que ni él ni ninguno de los oficiales de su mando, ni Camerino Mendoza, conocieron jamás como coronel ni como nada a mi señor Amezcua.

Y sin embargo, el señor Sarabia ha personificado a Napoleón en mi señor Amezcua. Lo ha cubierto de gloria y ha hecho que resplandezcan sus hermosas charreteras; pero no, el señor Amezcua, repito, ni es coronel, ni fue revolucionario, ni es conocido en el distrito de Tehuacán, ni puede ser por lo tanto, el representante de aquel pueblo; y, en cambio, el señor Balderas Márquez nació en Tehuacán, ahí ha vivido siempre y allí es conocido como un honrado industrial que fabrica carros, carretones y coches.

El señor Balderas Márquez desempeñó, al triunfo de la revolución y durante seis meses, el cargo de jefe político, cargo que desempeñó con honradez y patriotismo. El 31 de enero renunció a ese puesto, y desde enero hasta junio tuvo tiempo suficiente para hacer su campaña democrática y resultar electo por el pueblo.

Al señor Sarabia le causa extrañeza que las autoridades que puso mi coronel hubiesen existido sin que se les persiguiera por su ilegalidad, pero no, eso no nos debe extrañar. En la época actual hay muchos delincuentes a quienes no se les persigue, y aquí mismo, en las calles de la metrópoli, encontramos al señor Sarabia, que fue victima en la época del general Díaz, que estaba en las mazmorras de Ulúa, y que no habría salido de ellas si la revolución no triunfa; y el señor Sarabia, que le debe su libertad a la revolución, ha ido a Chihuahua a tener componendas con Orozco. Y, sin embargo, el señor Sarabia está aquí en este recinto, porque es diputado al Congreso (una voz en las galerías: ¡Ese es un mérito!).

El presidente de la Junta manda expulsar a la persona que hizo el comentario sedicioso, y García de la Cadena continúa:

Ese mérito también lo tenemos muchos, y yo se lo concedo al señor Sarabia y soy uno de los primeros en reconocer en el señor Sarabia al antiguo luchador. En mis manos estuvo una carta que él escribiera desde el infierno de San Juan de Ulúa, y yo era uno de sus admiradores y uno de los que más altamente lo estimaban, pero eso no quita que declare que no tiene justicia al venir a defender, por amistad hacia el señor coronel Amezcua, una causa que es indefendible; porque, ¿cómo es posible, señores diputados, que nosotros aceptemos una defensa que tiene como base únicamente la amistad, y no la legalidad?

A todos ustedes les consta la honorabilidad del señor diputado Pérez, y él ha hablado con la verdad. En tal virtud, no debemos poner en duda la honradez de ese dictamen ni su imparcialidad; pero si acaso, señores, hay quien dude del señor diputado Pérez en su honradez, entonces erijámosle una estatua al señor Sarabia como prototipo de honorabilidad.

El diputado Navarro T. hace esta moción:

Suplico al señor presidente excite a los señores diputados que están faltando a sus deberes cumplan con ellos, pues las sesiones, según el Reglamento, deben comenzar a las tres de la tarde, y hay diputados que vienen después de las cuatro; además, cuando ya están cansados de oír a un orador, se salen, porque se fastidian y se largan, y a esta hora ya no tenemos quorum para contínuar nuestras sesiones. Esto, naturalmente, defrauda los intereses de la patria; el dinero que la nación gasta para organizar todo lo que está perdido, todo lo que está extraviado, todo aquello que viene a salvarnos del caos. ¿Por qué los señores diputados no están aquí hasta morirse cumpliendo con su deber?

Ciudadano presidente, ¿venimos a una función de teatro, donde gastamos nuestro dinero para salirnos a la hora que nos convenga? No, señores; la nación nos paga, y tenemos que estar aquí todo el tiempo que duren las sesiones (aplausos).

El diputado De la Mora obtiene permiso para esta interpelación:

Parece, señores, que el punto a discusión, la idea cristalizada que no podemos definir su forma y dimensiones, se reduce a esto: que en unas casillas electorales, en las que se dice por los partidarios del señor Balderas Márquez que hubo imposición de autoridades, tuvo el respetable contrincante de él -a quien no tengo el gusto de conocer- una superioridad numérica de votos, superioridad sobre el censo, y otra parte mayor que quiere suprimir la Comisión, por considerar que las elecciones no fueron legítimas. Respecto a la primera parte de esa superioridad, parece que están todos los respetables miembros de este Congreso dispuestos a que se deduzca del total porque es costumbre en esta Asamblea, pero queda una parte, que es la parte mayor, la parte que ha significado el lado donde la balanza debe pesar para decidir; y siendo este punto de legalidad y de conciencia, me permito suplicar al señor Pérez, se sirva decirme si la Junta Electoral, en los momentos precisos de tener ante sus ojos y en sus manos, tan respetable número de boletas y cédulas, no hizo reparo alguno, considerando que esas autoridades no eran reales sino ficticias; si hubo alguna presión del oponente y si hubo alguna protesta legal, bien fundada.

Si la respuesta que me dé el miembro de la Comisión, satisface a mí y a muchos de los miembros de la Cámara, bastará para que votemos en conciencia.

Es muy sencilla la contestación que su señoría desea -responde el señor Pérez.

La Junta Electoral del Distrito no pudo tener a la vista, no pudo hacer el cómputo de la municipalidad de Zoquitlán, porque no habían llegado los expedientes.

En cuanto a las boletas de los votos que usted divide en dos partes y que en conjunto forman 731, la Comisión de Poderes, no solamente desconoce las boletas de doscientos y tantos que exceden, según el certificado de Estadística, del número de individuos con capacidad para votar, sino que hay un argumento toral que hiere de nulidad a los 731 votos, porque, según certificado que obra allí, expedido por el presidente municipal de Zoquitlán, esas elecciones se verificaron, no bajo el imperio de las autoridades constituidas, sino por autoridades impuestas por la fórmula Amezcua-Fuentes.

Este es el documento único que tiene la Comisión a la vista y en el que se funda para decir que esos votos son nulos, porque no se han recibido en condiciones de legalidad.

Al cabo de varios incidentes, una mayoría de 82 ciudadanos diputados vota en favor de los señores Balderas Márquez y Arenas Pérez, en tanto que 42 católicos, liberales, liberales radicales y en general, opositores al régimen del presidente Madero, reprueban el dictamen.

Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO VIGËSIMO - ¡Viva la Constitución!, grita el diputado católico Francisco Elguero CAPÍTULO VIGÉSIMO SEGUNDO - Pueblos contra haciendas, síntesis de la lucha electoral en TlaxcalaBiblioteca Virtual Antorcha