Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO VIGËSIMO PRIMERO- La Revolución se ha desorientado, afirma el diputado Sarabia CAPÍTULO VIGÉSIMO TERCERO - Último debate sobre credenciales de diputadosBiblioteca Virtual Antorcha

INSTALACIÓN
DE LA
XXVI LEGISLATURA

Recopilación, selección y notas de Diego Arenas Guzmán


CAPÍTULO VIGÉSIMO SEGUNDO

PUEBLOS CONTRA HACIENDAS, SÍNTESIS DE LA LUCHA ELECTORAL EN TLAXCALA

Por falta de quorum no pudo llevarse al cabo la sesión del Colegio Electoral iniciada el pasado martes, y hasta hoy, miércoles 9 de octubre, reanudan los diputados los debates sobre credenciales de sus presuntos colegas.

Toca el turno en primer término a las de los señores licenciado Enrique Rodiles Maniau e Ignacio Avalos, que contendieron dentro del sexto distrito electoral del Estado de Puebla en las pasadas elecciones, para diputado propietario el primero y para suplente el segundo.

El dictamen de la Comisión es favorable a los mencionados señores y la mayoría de quienes componen esta Asamblea dan su aprobación a dicho dictamen.

Viene a continuación la lectura del referente a las elecciones en el 2° distrito de Tlaxcala, que dice:

Del examen del expediente relativo al 2° distrito electoral del Estado de Tlaxcala, aparecen electos como diputados: propietario, el ciudadano Emique Sánchez, y suplente, el ciudadano Agustín M. Grajales.

Varios vecinos de Huamantla protestan contra esta elección. Resulta perfectamente comprobado que integraron la Junta Computadora tres personas, y no siete, como lo previene la ley; que el cómputo fue firmado por una sola persona, en vez de tres, como lo previene la ley; que el acta de computación de votos y declaración de diputados está autorizada por el presidente municipal y los ciudadanos Miguel Romero y Herlindo Ramírez, que formaron el Colegio Electoral, y no por siete personas, como lo previene la ley; pues aunque firmada el acta por siete personas, cuatro de éstas no tienen las cualidades a que se refiere el articulo 5° del decreto de 22 de mayo, y los que debieron firmar el acta, son los que en la misma aparecen protestando en mayoría de cuatro y se retiraron sin firmar. Siendo vicioso el cómputo de votos sufragados, fue necesario hacerlo de nuevo, y la Comisión obtuvo el resultado siguiente:

Gerzayn Ugarte, 3,014 para diputado propietario, contra 2,924 que obtuvo el ciudadano Enrique Sánchez; el ciudadano Emiliano Ramírez Luna, 3,014 para diputado suplente, contra 2,924 que obtuvo el ciudadano Agustín M. Grajales.

Por lo expuesto, la Comisión propone:

I. Son de calificarse corno buenas y legales las elecciones verificadas en el 2° distrito electoral del Estado de Tlaxcala.
II. Son diputados, propietario y suplente, por el 2° distrito electoral del Estado de Tlaxcala, los ciudadanos Gerzayn Ugarte y Emiliano Ramírez Luna.

El diputado José N. Macias pide la palabra en contra de este dictamen y lo rebate así:

Pocas veces he visto que la Comisión de Poderes se haya levantado en contra del precepto de la Ley Electoral de una manera tan clara y manifiesta como en el presente caso.

En otras circunstancias, la Comisión de Poderes habria podido decir a vuestra soberanía, que no se había hecho el cómputo o que se había dejado a un lado determinado número de expedientes electorales; pero en el presente, la computación fue hecha en tiempo oportuno. Las violaciones de hecho que pudo haber en la forma, no fueron legalmente reclamadas, y hoy, no obstante esto, no obstante que la credencial que le fue expedida al ciudadano diputado Sánchez no tiene vicios de ninguna especie, viene a hacerla a un lado, para pedir que se declare que la elección ha sido buena en favor del señor Gerzayn Ugarte.

No quiero hacer una discusión cansada, y voy a someter a vuestra consideración, por un lado, la legalidad de la credencial del señor Sánchez, y por otro, todas las violaciones de ley, todos los atropellos que se han cometido por la autoridad política de Tlaxcala, con el objeto de traer al señor Ugarte al seno de la Representación Nacional.

Está aquí original la credencial expedida por la Junta; voy a darle lectura, y en seguida consideraré el vicio que le atribuye la Comisión. Dice el acta así: En Huamantla, a las nueve de la noche ... (Leyó). Como ven los señores diputados, esta Acta es reveladora de todas las tropelías y de todos los atentados que allí se cometieron por el aspirante Ugarte y por el juez de Primera Instancia de Huamantla, licenciado Maldonado.

Los miembros de la Junta Electoral se reunieron conforme a las prescripciones de la Ley Electoral, y después de haberse reunido y nombrado a su Comisión, se hizo la declaración de diputados a favor del señor Sánchez y de la persona que figuró con él como candidato a diputado suplente.

Después de hecha esta declaración, los gritos y amenazas del señor Ugarte y del señor juez Maldonado, quien lo defendía, hicieron que tres miembros de la Junta se separaran, y los miembros restantes fueron los que levantaron esta acta y expidieron la credencial correspondiente. Se tiene, pues, esta cuestión legal, que se presentó desde luego: ¿esta acta es nula, como dice la Comisión por el hecho de que no la hayan firmado todos los miembros del Colegio Electoral? La Comisión dice que sí, y la ley dice que no y sobre la Comisión está el precepto de la ley, y la ley debe cumplirse.

El artículo 89 de la Ley Electoral vigente, artículo que debió observar la Junta Electoral del 2° distrito de Tlaxcala, dice así:

Artículo 89. Las actas originales se firmarán por todos los electores presentes y los representantes de los partidos políticos. Las copias de las actas y las credenciales irán firmadas por los individuos de la Mesa. El que se negare a firmar será castigado con la pena que fija el artículo 965 del Código Penal del Distrito Federal.

Se ve, por este concepto, que es claro y terminante, que el hecho de que los miembros del Colegio Electoral se nieguen a firmar el acta los hace reos del delito que prescribe el artículo 965 del Código Penal; pero este precepto no nulifica el acta. De manera que si tres de los miembros de la Junta Electoral se separaron del Colegio después de que el presidente de ese Colegio Electoral hizo la declaración correspondiente, la declaración es válida y legítima, y esa declaración no puede de ninguna manera viciarse por el hecho de que tres de los miembros de la Junta Electoral se separaran de ella.

Leyendo el acta -y ya se habrá notado por los señores diputados-, se ve que los tres miembros de la Junta Electoral violentamente salieron de allí por las amenazas, por las injurias graves que el aspirante Ugarte estuvo profiriendo contra ellos, y por las amenazas e injurias que estuvo profiriendo el juez Maldonado, que, haciendo a un lado sus funciones de juez, que lo alejaban por completo de aquella lucha electoral, fue a proferir allí toda clase de amenazas contra la Junta, por el hecho de que la Junta no se prestó a satisfacer las pretensiones y las ambiciones de Ugarte.

Se tiene, pues, que esto está probado, y el acta misma, dice: Hechas las protestas de los señores licenciado Agustín Maldonado, representante del Partido Constitucional Progresista del Estado ... (Leyó). He aquí pues, señores, lo que pasó y por qué motivo no se firmó el acta.

En el expediente a que ahora pediré que se dé lectura por la Secretaría, hay un acta en que consta que tres miembros de la Junta se separaron de ella, que volvieron al día siguiente y firmaron esa acta, y en ella declaran que se salieron de la Junta debido a las amenazas, debido a las injurias que los señores Maldonado, Ugarte y Carvajal profirieron contra ellos; pero de ninguna manera porque estuvieran conformes con la declaración que se había hecho por el presidente en contra de ellos.

Así pues, señores diputados, el hecho de que estos tres miembros de la Junta se hayan separado, no significa que el Colegio estuviera incompleto, porque la separación tuvo lugar después de verificado el cómputo y después de que se había hecho por el presidente del Colegio la declaración correspondiente. La falta de firmas de esos vocales no nulifica el acta, porque la ley dice que esas personas incurrirán en pena por no haberla firmado; pero de ninguna manera establece que será nula el acta.

Ahora hay otra cosa: La Comisión de Poderes no ha tenido en consideración para nada que Ugarte, Maldonado y Carvajal no hicieran la protesta contra la declaración de la Junta en la forma prevenida por la ley, y éste es otro precepto sobre el cual ha pasado abiertamente la Comisión de Poderes.

Al tratar la Ley Electoral de la nulidad de las elecciones secundarias, dice:

Artículo 115. La Cámara de Diputados, al hacer el cómputo de los votos emitidos en favor de los senadores por el Distrito Federal, de los ministros de la Suprema Corte de Justicia y del presidente y vicepresidente de la República, y al discutir las credenciales de los diputados al Congreso de la Unión resolverá las reclamaciones de nulidad que conforme a este capítulo se le hayan presentado. Son condiciones para que pueda tomarse en consideración una reclamación, las siguientes:
I. Que se haya protestado por escrito y en el acto mismo de la elección, contra la infracción correspondiente, ante el Colegio Municipal; y si no se hubiese querido admitir la protesta, que ella conste en acta notarial levantada el mismo día en el protocolo del notario.
II. Que la reclamación se presente ante la Cámara de Diputados o ante la Comisión Permanente antes del día en que haya de votarse sobre la credencial respectiva
.

De manera que, para que la Comisión de Poderes hubiera podido consultar la nulidad de la credencial del señor Sánchez, era requisito indispensable, conforme a ese precepto, que es claro y terminante, que los señores Maldonado, Carvajal y Ugarte hubieran presentado por escrito, ante la Junta Electoral, la protesta correspondiente, y esa protesta no se presentó; estos señores dijeron que protestaban; pero no dijeron por qué protestaban y la ley no quiere sólo que se diga que se protesta, sino que se proteste por escrito, indicando clara y sucintamente cuál es el hecho que constituye la infracción y cuál es el precepto legal infringido. No hay aquí, señores diputados, constancia legal por escrito; y desde hoy pido a la Secretaría o a la Comisión de Poderes que venga a señalar dónde están los escritos que los opositores hayan presentado formulando su protesta contra la declaración del Colegio Electoral de Huamantla, para que esta honorable Cámara pueda tomarlos en consideración, según lo exige clara y francamente el artículo a que acabo de dar lectura.

Ahora, señores diputados, séame permitido hacer historia de esas elecciones, para que se vea con toda claridad que el señor Ugarte es un diputado que ha querido imponer el gobernador de Tlaxcala, y que la Comisión de Poderes, con toda sumisión, ha querido obsequiar los deseos del gobernador de Tlaxcala, trayendo al señor Ugarte a la Representación Nacional.

Al verificarse las elecciones en el Estado de Tlaxcala, o más bien, al prepararse, de acuerdo con los preceptos de la ley, los presidentes municipales de cada localidad distribuyeron sus secciones, fijaron el lugar donde se habían de instalar en cada sección las casillas electorales, y fijaron las personas que habían de instalarlas; después hicieron el nombramiento de escrutadores, y quedó la elección debidamente preparada para que pudiera tener verificativo. El señor gobernador del Estado de Tlaxcala, que, a semejanza del señor gobernador del Estado de México, quiso distribuir las tres curules que debía dar su Estado, entre sus amigos y colaboradores eficaces, designó un amigo y partidario suyo para cada distrito, y señaló al señor Gerzayn Ugarte para que fuera a trabajar por el 2° distrito electoral, o sea por el distrito de Huamantla. La elección andaba muy mal ahí, porque el señor Ugarte, que es perfectamente conocido en aquella localidad, que es odiado por todos los habitantes, porque este señor Ugarte es un hombre bueno para todo; es un hombre que, como decía Séneca, a fuerza de ser un hombre bueno para todo, es un hombre bueno para nada; de donde resultaba que todo el mundo rechazaba al señor Ugarte; pero el gobernador, que en esto se diferencia un poco del de el Estado de México, que con tanta gracia nos pintaba el ciudadano diputado Olaguíbel; el gobernador del Estado de Tlaxcala, no tiene absolutamente respeto por la ley, ni por la justicia, ni por la moral, ni por nada, dijo: Me he de salir con la mía y, al efecto, se propuso pisotear todas las leyes, todos los preceptos de la Ley Electoral, y van a ver los señores diputados lo que hizo para conseguir su objeto.

Está aquí un certificado a la disposición de la Cámara, que dice: Crescencio Juárez, secretario del Ayuntamiento ... (Leyó). De manera que la Ley Electoral dispuso una cosa, la Ley Electoral quiso que las autoridades políticas de cada Estado no tuvieran la menor ingerencia en las elecciones, y el señor gobernador del Estado de Tlaxcala, para proteger el sufragio libre en favor de sus paniaguados y dependientes, alteró las disposiciones de la Ley Electoral, y en vez de que las elecciones se verificaran en el lugar determinado por la Ley Electoral y de acuerdo con ella, se alteró la víspera de la elección, para que se hicieran las elecciones en las cabeceras de los municipios. Esto, señores diputados, es una agresión tan brutal contra la ley, que estoy seguro que en ninguna otra parte de la República se hizo cosa semejante.

Y no se diga que se ha hecho un misterio de esta imposición, que se la ha ocultado, que se dejó únicamente a la responsabilidad de los presidentes municipales; no, señores; se ha hecho alarde de ella. Algunos de los ciudadanos que fueron a ejercer su derecho electoral en Tlaxcala, ocurrieron a la Legislatura del Estado, por una aberración, y acusaron al señor gobernador de haber infringido estos preceptos, y la Legislatura de aquel Estado, de la que Ugarte forma parte y de la que es señor absoluto, porque trae aquella Legislatura enteramente a su disposición, como luego lo demostraré, hizo que se pronunciara una resolución, a la que luego daré lectura y en la cual un alto abogado del Estado de Tlaxcala fue a defender al señor gobernador; y van a ver los señores diputados cómo, en lugar de haber ocultado esa violación brutal a la ley, se hizo alarde de su infracción.

Está aquí el periódico oficial de Tlaxcala, que se llama La Nueva República, correspondiente al 7 de septiembre de 1912, y aquí está toda la historia de la acusación ante aquella Legislatura, a que me acabo de referir; y el ciudadano abogado que fue a defender al gobernador, dijo lo siguiente: El gobernador expidio una circular manifestando que tenía conocimiento de que algunos hacendados ... (Leyó).

Aquí tienen los señores diputados confesada por el abogado del gobernador, acusado ante la Legislatura de la violación de estos preceptos, confesada de la manera más palmaria y más franca la violación de la ley. De manera que cuando la Ley Electoral excluye toda intervención de la autoridad política en las elecciones, porque la considera siempre dañada, porque la considera siempre intencionada, porque la considera siempre perjudicial al sufragio público, el señor gobernador, para proteger el sufragio, se levantaba contra la Ley Electoral y violaba la ley, alterando la designación de las casillas y la designación del lugar donde debían establecerse, y natural era, señores, que, al haberse alterado las casillas, se alterara también la designación de los electores; ya no hubo ni el número de casillas, ni los instaladores, ni los electores designados para el objeto, conforme a la ley. He aquí una violación manifiesta a la Ley Electoral.

La Legislatura de Tlaxcala, que notoriamente era incompetente para conocer de esta violación, porque un delito de esta clase es exclusivamente de la competencia de vuestra soberanía, viene a dictar el fallo a que voy a dar lectura, y por este fallo veréis hasta dónde ha llegado en Tlaxcala la maléfica influencia del señor Ugarte, porque este fallo es obra exclusiva de Ugarte, y nada más de Ugarte. Dice asi la resolución de la Legislatura: (Leyó).

De manera que no había personalidad en los acusadores, ni estaban probados los cargos, ni era competente la Legislatura y, sin embargo, absolvía al señor gobernador, declarando que no era reo de los cargos que se le hacían. ¿Se ha visto, señores diputados, aberración peor que ésta? Pues ésta es obra exclusiva de Ugarte, porque es el inspirador de la Legislatura de Tlaxcala; y antes de ocuparme de esto, voy a ocuparme de los trabajos de Ugarte, que disponía, al contrario del señor Olaguíbel, de automóviles, teléfonos y música; el señor Ugarte disponía también de la fuerza y de ello puede dar testimonio uno de los diputados que figuran entre nosotros, el señor Tamariz, que fue una de las víctimas de la persecución encarnizada del señor Hidalgo.

El señor Ugarte comprendía perfectamente que la cosa andaba mal para él; que, a pesar de esa disposición dada la antevíspera de la elección, de que se concentraran las casillas electorales a la cabecera de cada municipalidad, los vecinos no habían de votar por él, sino que habían de estar abiertamente en su contra, y entonces Ugarte, haciendo uso del Poder, dirigió esta carta circular que hoy presento, dirigida a todos los presidentes municipales; de manera que no se dirigió a sus partidarios, sino a los presidentes municipales. Se dirigió a los presidentes municipales, a los jefes políticos, convertidos en auxiliares suyos, para pedirles auxilio en su elección. He aquí la carta publicada en este periódico de Tlaxcala, y aquí la veréis enteramente reproducida. La carta original dice así: (Leyó).

Nótese que los presidentes municipales eran correligionarios y amigos de Ugarte, y no se ocupaban de andar buscando votos entre la peonada; no, eso era poco; eran los correligionarios, los amigos, los presidentes municipales (continúa la lectura). Debía haber dicho: más el mío, porque él era el tlaxcalteca mayor (sigue la lectura).

De manera que el señor Ugarte tenía por correligionarios, por amigos pagados, a los presidentes municipales, y a pesar de todas esas circunstancias, no pudo obtener el número de votos bastante, y fue a amenazar a la Junta para obligarla a disolverse, haciendo salir a tres de sus amigos, a fin de que no se pudiera expedir la credencial a favor de Enrique Sánchez.

Ahora, señores diputados, es necesario que acabéis de conocer la figura moral y política de Ugarte. Este Ugarte corre parejas enteramente con el gobernador de Tlaxcala, se han declarado protectores del sufragio -nada más que en favor suyo- (risas), y de esta manera no hay ley que no atropellen, no hay ciudadano a quien no molesten y a quien no encarcelen, y no hay derecho que no violen. Hace algún tiempo, por renuncia de un diputado, se convocó a elecciones; de esta lucha electoral resultó que en Calpulalpan un señor Esteban Loyo era diputado para la Legislatura local; se recibieron en la Legislatura los expedientes electorales, la Cámara se erigió en Colegio Electoral y unánimemente declaró que era diputado por ese distrito Esteban Loyo. Como no le gustó esta declaración al gobernador, porque Esteban Loyo era un hombre independiente que no se prestaba a ser un adlátere de Ugarte, entonces éste le sugirió esta idea: que como aquella declaración era un decreto, se necesitaba que aquel decreto pasara al Ejecutivo para que éste lo promulgase, y como Ugarte manda en aquella Legislatura, el decreto pasó al Gobierno que hizo inmediatamente observaciones a este decreto, para no promulgarlo, y es el caso que hasta la fecha el decreto no está promulgado, el pueblo de Calpulalpan se quedó burlado en sus derechos y el señor Loyo esperando que se le llame, y esperará hasta el día del juicio, porque se acabará el período de la Legislatura y nunca se cumplirá el decreto. Esta es una aberración que sólo en Tlaxcala puede ocurrir, porque no se puede presentar en ninguna otra parte de la tierra.

Ahora acaban de efectuarse las elecciones para gobernador y para diputados al Estado. Ha habido, señores diputados en esa Entidad Federativa, toda clase de atentados; hoy, nada menos, se me enseñaba por un grupo de personas un informe que traen a la Secretaría de Gobernación, en que vienen las fotografías en que todos los electores eran llevados entre cuerpos de patrullas, porque no sufragaron en favor de una persona a quien el señor Hidalgo quiere sacar para el puesto próximo de gobernador, porque es pariente suyo; de manera que tuvieron los electores sufragio efectivo, muy efectivo, entre hileras de soldados, para que no se fueran por otro lado y no fueran a sufragar en favor del candidato independiente; esta es la democracia, esta es la libertad existente en el Estado de Tlaxcala.

Pero todavía hay más: la Legislatura del Estado abrió el período de sesiones el día 19 de este mes; hubo dos o tres sesiones, y ya no ha podido haber más, porque el señor Gerzayn Ugarte está aquí cuidando esta credencial, y allá, como los otros tres diputados suyos que quedan, irían entonces a formar minoría con los cuatro independientes restantes, no van, y, en consecuencia, la Legislatura no funciona. De manera que el señor Ugarte es realmente el hacedor del buen tiempo en Tlaxcala; todo cuanto se hace allí es obra de su soberana voluntad, y como esto compete enteramente al gobernador de Tlaxcala, todas las leyes están violadas.

Por todo esto, señores diputados, ya concluyo -no quiero fatigar más vuestra atención-, y os ruego os sirváis dar un voto reprobatorio a la segunda proposición del dictamen que está a discusión.

A continuación de Macías y en defensa del dictamen, el licenciado Cabrera ocupa la tribuna.

Señores diputados -dice-: Trátase en el presente caso de la discusión entre dos candidatos que por la casi igualdad de sufragios obtenidos, uno y otro acusan la mayor efectividad del sufragio en una de las regiones de nuestra República.

El 2° distrito del Estado de Tlaxcala tuvo dos competidores, de los cuales uno reúne, al decir del Colegio Electoral, 2,950 votos, mientras que su contrincante llegó a la suma de 2,941; hay, pues, una diferencia de 9 votos, y precisamente lo pequeño de la diferencia entre un candidato y otro, acusa una lucha realmente reñida; a eso se debe la importancia que este debate tiene y a eso se deben los esfuerzos tan meritorios e inauditos, cuanto ineficaces, que ha hecho el señor licenciado Macías en defensa de la credencial del señor don Enrique Sánchez, a quien ni siquiera nos ha mencionado. El señor Enrique Sánchez no se encuentra presente, y si se encontrara, tampoco habría venido a hacer la defensa de su credencial.

El señor licenciado José N. Macias, guiado por generosos impulsos, salidos de su corazón hacia el señor gobernador efectivo de Tlaxcala, don Próspero Cahuantzi, ha venido a hacer la defensa del candidato de éste y a impugnar lo que él llama la credencial ilegal del que él dice ser el candidato del señor gobernador don Antonio Hidalgo, señor Gerzayn Ugarte. Es, pues, la lucha entre el gobernador efectivo, don Próspero Cahuantzi, y el gobernador constitucional don Antonio Hidalgo.

La casi igualdad de votos obtenida entre ambos candidatos exige -y me inclina a solicitar de los señores diputados una atención en que cualquiera otra credencial podría haber tenido un interés que sólo puede obtenerse aquí por la justicia que asiste a la credencial cuya defensa tomo.

Se trata de las elecciones en que compitieron don Enrique Sánchez y don Gerzayn Ugarte -que no es el gobernador de Tlaxcala, porque, por lo que ha dicho el señor Macias, podria creerse que don Gerzayn Ugarte es el gobernador de Tlaxcala-, y tratándose de la discusión de esta credencial, hay que tomar en consideración tres puntos: primero, la forma en que se hizo el cómputo; segundo, el resultado efectivo del cómputo; tercero, las posibilidades o probabilidades de presión o fraude durante las elecciones, de parte de uno u otro candidato.

Debo advertir ante todo a los señores diputados -y para esto apelo al testimonio del señor licenciado Tamariz y al del presente decreto, expedido por el Gobierno del Estado de Tlaxcala- que Calpulalpan no fue el distrito donde compitieron los señores Gerzayn Ugarte y Enrique Sánchez y que, en consecuencia, todo eso que nos ha dicho el señor Macías acerca de las cartas de Calpulalpan y de la instalación de casillas, todo se refiere al distrito del señor Tamariz; ¿es Calpulalpan su distrito de usted, señor licenciado Tamariz? (El ciudadano Tamariz asintió). Muchas gracias.

El Estado de Tlaxcala fue dividido en tres distritos electorales: el 1°, que es el de Tlaxcala, dignamente representado aquí por el señor doctor Isaac Barrera; el 2°, que es el de Huamantla de cuya credencial se trata, y el 3° que es el de Calpulalpan, también muy dignamente representado aquí por el señor licenciado don Eduardo Tamariz. En consecuencia, todo lo que habéis oído acerca de la instalación de casillas en Calpulalpan, las cartas de Calpulalpan, etcétera, etcétera, sale sobrando porque estamos tratando del 2° distrito electoral, que es el de Huamantla.

El día 5 de julio del presente año, tenía su última reunión el Colegio Electoral de Huamantla, compuesto de siete personas, cuyos nombres son los siguientes, según aparece en los documentos oficiales enviados a esta Cámara: don Miguel Ortega, el presidente municipal; Emilio Carbajal, Miguel T. Romero, Aurelio Montiel, Félix Carpio, Herlindo Ramírez y Rodolfo Ortega. De estas siete personas, se encargaron de hacer el cómputo, según constancias que obran también en este expedíente, las siguientes: Emilio Carbajal, Aurelio Montiel y Félix Carpio; concluyeron los trabajos, aun cuando el cómputo se quedó en borrador, y en el momento de hacerse la declaración, surgieron, como dijo el señor Macías y como consta en el acta, dudas acerca del cómputo, y disputas agrias, porque precisamente la declaración afirmaba que había llegado el candidato Sánchez a 2,950 y que Ugarte había quedado en 2,941; la diferencia era de 9 votos, y así se explica que la más insignificante infracción en el cómputo, fuese motivo de la más agria y acalorada protesta. ¿Por qué?, porque por un voto, por dos, se perdía una credencial y se ganaba otra. Sucedió, pues, según las constancias del expediente -no leídas como lo hizo el señor Macías, sino leídas como lo voy a hacer yo-, que de las siete personas que componían el Colegio Electoral, cuatro se separaron y tres se quedaron, y esas tres que se quedaron y esas cuatro mismas que se separaron, confesaban al día siguiente, en un acta, que no se había hecho nada por falta de quorum; en consecuencia, todos los actos ejecutados por aquella Junta, a partir de la separación de las cuatro personas, no podían tener realmente validez, porque carecía de quorum el Colegio Electoral.

La credencial de don Enrique Sánchez viene firmada -ya ha dado a ella lectura el señor licenciado Macías- por las siguientes personas: don Miguel Ortega, miembro de la Junta: don Miguel T. Romero, miembro de la Junta; don Herlindo Ramírez, miembro de la Junta, y por otras personas perfectamente extrañas y perfectamente desconocidas, que fueron invitadas y llamadas por los tres miembos restantes de la Junta, y que firmaron, sin tener funciones de tales.

La Comisión de Poderes tiene razón: nos encontramos en presencia de unas elecciones perfectamente válidas, perfectamente legales, perfectamente concluidas; pero con la sola circunstancia de que en el momento de procederse a hacer el cómputo, la declaración la hizo una minoría de la Junta, y el cómputo se quedó en borrador, porque la mayoría de los miembros de la Junta no concurrieron para esa declaración oficial. ¿Cuál es, pues, la situación de este asunto? ¿Ha habido elecciones? Sí, indudablemente que sí, y apelo al testimonio de los señores Tamariz y Barrera para que digan si Tlaxcala no dio uno de los mejores ejemplos de elecciones durante la pasada campaña.

El señor Tamariz apoya el dicho de Cabrera con enfática afirmación, y éste continúa:

En efecto, señores; el Estado de Tlaxcala hizo elecciones, e hizo buenas elecciones, se encontraba perfectamente organizado y, además, por una razón que tocaré más adelante, ha podido realizarse la perfecta organización de los partidos políticos antagónicos y que son la Liga de Agricultores de Tlaxcala y el Partido Liberal Antirreeleccionista.

En estas condiciones, ¿qué debía hacer entonces la Comisión de Poderes? Pues traer a la vista todos los datos que se le proporcionaban, rectificar el cómputo, ver los vicios de que podía adolecer, y decir a vuestra soberanía si en su concepto tuvo o no la mayoría don Enrique Sánchez. Eso es lo que hizo la Comisión de Poderes, y obró con justicia, como voy a demostrarlo; el resultado de los trabajos de la Comisión fue que el señor Ugarte tuvo mayoría sobre don Enrique Sánchez.

Voy a permitirme hacer una reseña de esta campaña electoral; pueden estar tranquilos los miembros del Partido Católico de esta Cámara que, como el señor Tamariz, traen su credencial de la Liga de Agricultores del Estado de Tlaxcala, que los trataré con toda cortesía y consideración.

La Liga de Agricultores del Estado de Tlaxcala, la encabezan los señores don Próspero Cahuantzi, don Ignacio Torres Adalid y don Vicente y don Manuel Sánchez Gavito, es una organización económico-rural perfecta, y de una gran fuerza política en el Estado de Tlaxcala. La Liga de Agricultores del Estado de Tlaxcala viene trabajando desde hace tiempo, y estoy seguro que, después del ejemplo que nos dio el Estado de Morelos en el año de 1908, en que vimos luchar en el campo electoral francamente a los pueblos contra las haciendas, obteniendo el triunfo don Pablo Escandón como candidato de los hacendados, no ha habido en nuestra República otro ejemplo más notable de una lucha entablada entre los pueblos y las haciendas, como la que acaba de ocurrir en el Estado de Tlaxcala y como la que continúa ocurriendo día a día en ese mismo Estado. La lucha en el Estado de Tlaxcala se entabló por parte de los pueblos con la organización política que ha sido posible darles, imperfecta, tan imperfecta, que el señor Macías nos ha dado idea de ella con esa epístola de Gerzayn Ugarte, en la cual pide a sus amigos se reúnan, que le ayuden a vigilar la elección en Huamantla; la Liga de Agricultores, en cambio, estaba perfectamente organizada para la campaña.

Ahora bien; el señor licenciado Macías se queja de intervención y de arbitrariedad del gobernador del Estado de Tlaxcala en favor del candidato de los pueblos; yo me quejo de arbitrariedad de la Liga de Agricultores en contra de los candidatos de los pueblos, y para que se tenga una idea de cómo Gerzayn Ugarte en Huamantla combatió contra don Enrique Sánchez, básteme decir que Gerzayn Ugarte era el candidato de los pueblos, mientras que Enrique Sánchez era el candidato de los hacendados; basta hacer constar ese hecho para justificar los actos del señor gobernador del Estado de Tlaxcala, que, naturalmente, y con toda justicia, que yo alabo y elogio, no quería que se establecieran las casillas precisamente dentro de las haciendas; y para justificar esta actitud del gobernador de Tlaxcala, voy a hacer una pequeña lectura. Todas las haciendas que voy a mencionar pertenecen a la Liga de Agricultores y votaron por Enrique Sánchez.

Hacienda de Piedras Negras.- Propietario: Lubín González, primo hermano del candidato Enrique Sánchez.
Hacienda de Coaxamaluca.- Propietario: Carlos González, tío carnal de Enrique Sánchez.
Hacienda de La Laguna.- Propietario: Romárico González, primo hermano de Sánchez.
Hacienda de San José.- Propietario: Manuel González, tio carnal del candidato.
Hacienda de Zoac.- Propietario: Leopoldo Carbajal, primo hermano del candidato.
Haciendas de Toltecapa y El Potrero.- Propietario: Emilio Sánchez, hermano de Enrique.
Hacienda de Ahuatepec.- Propietaria: Lucrecia Sánchez de Fernández de Lara, hermana de Enrique Sánchez.
Hacienda de San Miguel Atenco.- Propietario: Miguel González, tío del candidato.
Hacienda de La Noria y Anexas.- Propietario: Gonzalo Sánchez, hermano de Enrique.
Haciendas de Zacatepec y Pie Chico.- Propietario: José María González, tío carnal de Enrique.
Hacienda de San Antonio Zoapilla.- Propietario: el mismo Enrique Sánchez.

Ya podéis imaginaros, señores diputados, que si razón tenía el gobernador de Tlaxcala para no querer que se establecieran las casillas dentro de las haciendas en Calpulalpan, ¿qué sucedería en Huamantla?

Pero hay un poco más: siguen todos los hacendados y amigos que también pusieron toda su influencia al servicio del candidato Sánchez, por pertenecer a la Liga de Agricultores:

Hacienda de Baquedano.- Propietario: Miguel Torreblanca, miembro prominente de la Liga de Agricultores y el más firme apoyo de Sánchez en toda la campaña.
Hacienda de Toemetitla.- Propietario: Bernardo Picazo, colindante de las haciendas de los González y de la de Gonzalo Sánchez.
Hacienda de Tenexas.- Propietario: Justo Bretón, también colindante de los González.
Hacienda de Tepeyahualco.- Propietario: Manuel Calderón, colindante de Gonzalo Sánchez y de Miguel Torreblanca.
Hacienda de Tecoac.- Propiétario: Gustavo Bretón, miembro prominente de la Liga.

Ahora bien, señores diputados, de toda esta lista, ni un voto le quiero quitar a don Enrique Sánchez que, por razón de la influencia de los hacendados, se llevó todos. En contra de la credencial de Enrique Sánchez votaron los pueblos y, sin embargo, 2,941 votos dice la Junta -el pedazo de Junta- que había obtenido Ugarte, por 2,950 de Sánchez. y cuando había un gran número de haciendas -pasan de cincuenta- en donde todos absolutamente votaron de acuerdo con la Liga de Agricultores, ¿habrá o no habrá razón para decir que es muy sospechosa la legalidad de los votos emitidos en favor de Enrique Sánchez? Pues, sin embargo, señores, no quiero descontar nada de eso. No son más que 9 los votos de diferencia; pero puedo comprobar a los señores diputados, aquí, delante de vosotros mismos, que esos 9 votos de düerencia fueron obtenidos por Sánchez en el último momento por simple adición indebida de votos que no conquistó en los comicios. Repito, no quiero quitar a Sánchez los votos que obtuvo por presión que los hacendados pudieran haber hecho en favor de él; quiero quitarle los que justamente no tuvo, y darle a Ugarte lo que injustamente le quitaron en el momento de la computación.

¿Podrían hacerme la gracia los señores Lozano e ingeniero De la Mora de pasar junto a mí a ayudarme cinco minutos nada más para una pequeña revisión? Es simplemente el cotejo de un acta con el borrador del cómputo, y me permito suplicar a la Presidencia permita que me ayuden dichos señores, porque así, mientras yo tengo el documento, uno de los señores tiene el acta y otro revisa el cómputo.

El presidente Escudero autoriza a los diputados Lozano y De la Mora para que auxilien a Cabrera en la tarea por éste solicitada, cuya naturaleza enuncia él mismo en esta forma:

El señor Ugarte presentó entre muchos de los comprobantes respecto de las reclamaciones que hizo todo el legajo de sus actas electorales; estas actas obran en el expediente número 4 que se encuentra aquí. La Junta Computadora remitió en borrador, y sin firmar, el único cómputo que se hizo referente a esta credencial, y el cual acusa 2,950 votos en favor de un candidato y 2,941, a favor de otro.

Ahora bien, señores diputados; hay seis reclamaciones por votos abonados de más a don Enrique Sánchez; de estas seis reclamaciones, solamente voy a pedir que leamos tres.

Fojas 6 de este volumen. ¿Cuántos votos tiene, señor Lozano?

El señor Lozano compulsa y contesta: Cuarenta votos.

El señor Cabrera inquiere: ¿Cuántos tiene el cómputo, señor De la Mora

El señor De la Mora, después de practicar igual operación que su colega Lozano, dice: Cuarenta y cuatro.

Cabrera deduce: El cuadro estadístico arroja, pues, 4 votos de más.

Fojas 60. Sección 1. Xaltocan. ¿Cuántos votos acusa esta acta señor Lozano?

El señor Lozano declara que son catorce votos. Cabrera pide al señor De la Mora: ¿Cuántos votos acusa este cómputo, señor De la Mora?

De la Mora testifica que son veintidós, y Cabrera concluye: Había, pues, ocho votos de diferencia en favor de Sánchez.

Fojas 87 del legajo. Sección 8a. Tetla. ¿Cuántos votos acusa el acta, señor Lozano?

El señor Lozano hace constar que son 96, Cabrera al interrogar al señor De ia Mora sobre cuántos arroja el padrón, obtiene de este señor la declaración de que ha encontrado 106 votos.

Diez votos de diferencia en favor de Sánchez hace notar Cabrera y sigue:

Esto era cuando se trataba. de ponerle votos de más a Sánchez; ahora vamos a ver lo que sucedía cuando se trataba de quitarle votos a Ugarte. Existen diez reclamaciones por votos que fueron quitados a Ugarte; pero de esas diez reclamaciones, no voy a examinar más que tres; veamos cualesquiera.

Fojas 20. Sección 2a. Coahuixtla. ¿Cuántos votos acusa el acta?

El señor Lozano encuentra 28 votos en ella, y a pregunta de Cabrera, el señor De la Mora se halla 25 en el padrón; de donde Cabrera concluye: Fueron, pues, quitados al señor Ugarte tres votos. Lo que sigue es interesante. Fojas 64. Sección 1a. Xaloxtoc.

El señor Lozano halla 129 votos en el acta y el señor De la Mora 71 en el cómputo, lo que da razón a Cabrera para precisar: 58 votos de diferencia en contra de Ugarte.

Con razón, y con mucha razón, reclamaba Ugarte, porque un hombre no es dueño de sus acciones cuando ve, como él veía, ese cómputo en que se le quitaban sin justicia votos; y yo habría hecho lo mismo: un escándalo.

En igual forma puedo comprobar todos los datos del cálculo que personalmente he formado, así como los del cómputo que formó la Comisión de Poderes.

Muchas gracias, señor Lozano, y muchas gracias, señor De la Mora.

El señor Gerzayn Ugarte comprueba con este cuaderno de actas, comparándolo con este cómputo, en que apenas se acusan nueve votos que le llevaba adelante el señor Sánchez, que, rectificado dicho cómputo, tiene mayoría:

Enrique Sánchez
Votos según el acta y según el borrador de cómputo ... 2,950

Rectificaciones

ACTA - 4. 14 CASILLA - Huamantla VOTOS OBTENIDOS - 48 VOTOS COMPUTADOS - 51 DIFERENCIA - 2
ACTA - 29. 4. CASILLA - Alzayanca VOTOS OBTENIDOS - 70 VOTOS COMPUTADOS - 71 DIFERENCIA - 1
ACTA - 37. 4. CASILLA - Terrenate VOTOS OBTENIDOS - 40 VOTOS COMPUTADOS - 44 DIFERENCIA - 4
ACTA - 55. 7. CASILLA - Barrón Escandón VOTOS OBTENIDOS - 37 VOTOS COMPUTADOS - 38 DIFERENCIA - 1
ACTA 60. 1. CASILLA - Xaltocan VOTOS OBTENIDOS - 14 VOTOS COMPUTADOS - 22 DIFERENCIA - 8
ACTA 87. 8. CASILLA - Tetla VOTOS OBTENIDOS - 96 VOTOS COMPUTADOS - 106 DIFERENCIA - 10
Da una diferencia de 26 votos, por lo que rectificando el coputo tendríamos: Computados = 2950 votos - diferencia de 26 votos dará un total de 2924 votos.

Tenemos entonces 26 votos que no eran suyos; sin embargo, cuando se trató de los votos de Ugarte, el asunto fue tratado exactamente en forma contraria, restándole. Veamos:

Gerzayn Ugarte
Votos según el acta ... 2941

Rectificaciones probadas

ACTA 20. 2a. CASILLA - Cuapiaxtla VOTOS OBTENIDOS - 29 VOTOS COMPUTADOS - 25 DIFERENCIA - 4
ACTA - 27. 2a. CASILLA - Alzayanca VOTOS OBTENIDOS - 2 VOTOS COMPUTADOS - O DIFERENCIA - 2
ACTA - 47. 2a. CASILLA - Txompantepec VOTOS OBTENIDOS - 60 VOTOS COMPUTADOS - 58 DIFERENCIA - 2
ACTA - 54. 6a. CASILLA - Barrón Escandón VOTOS OBTENIDOS - 49 VOTOS COMPUTADOS - 47 DIFERENCIA - 2
ACTA - 56. 3a. CASILLA - Yanquehmecan VOTOS OBTENIDOS - 79 VOTOS COMPUTADOS - 78 DIFERENCIA - 1
ACTA - 59. 6a. CASILLA - Yanquehmecan VOTOS OBTENIDOS - 81 VOTOS COMPUTADOS - 80 DIFERENCIA - 1
ACTA - 64. 1a. CASILLA - Xalostoc VOTOS OBTENIDOS - 129 VOTOS COMPUTADOS - 71 DIFERENCIA - 58
ACTA - 68. 4a. CASILLA - Santa Cruz VOTOS OBTENIDOS - 84 VOTOS COMPUTADOS - 83 DIFERENCIA - 1
SIN ACTA 7a CASILLA - Santa Cruz VOTOS OBTENIDOS - 60 VOTOS COMPUTADOS - 59 DIFERENCIA - 1
ACTA 81. 4a. CASILLA - Tetla VOTOS OBTENIDOS - 73 VOTOS COMPUTADOS - 72 DIFERENCIA - 1
Da una diferencia total de 73 votos, por lo que rectificando el cómputo tendriamos: computados - 2941 votos más la diferencia de 73 votos, que en este caso se aumentaros, dará un total de 3014 votos (Hemos cambiado la redacción de estos ejemplos buscando hacerlos más comprensibles. Aclaración de Chantal López y Omar Cortés).

Aquí viene bien decir a vuestra soberanía y especialmente al señor Macías, que no me llamen cuentachiles; pues en este caso se trata de dos credenciales en que apenas hay 9 votos de diferencia y en que un voto de más o menos en favor o en contra que fuera, es muy justo descontarlo o aumentarlo; porque fueron las elecciones más reñidas que hubo en el Estado de Tlaxcala, y en esas elecciones, quitando a Sánchez, nada más los 10 votos que se le aumentaron indebidamente en Tetla, donde absolutamente manda la Liga de Agricultores, donde tuvo 96, que eran todos los empadronados, y le dieron 106; quitándole nada más esos 10 votos, no llega a tener la mayoría.

Pero hay que descontar todos los 26 votos de más, y no se necesita ir a Tlaxcala para comprobarlo, porque aquí están las actas, aquí está el cómputo, y aquí se ve cómo las actas acusan un número y el cómputo otro.

Tratándose de los votos de Ugarte, se hizo la maniobra contraria: se le quitaron en total 73 votos; ya se vio que en una sola partida que hemos comprobado, se le quitaron 58 votos, y que el acta dice una cantidad y el cómputo otra. Esto es suficiente para que no tengáis reparo en dar vuestro voto en favor del dictamen de la Comisión, porque es justo, justísimo, que en una lucha tan encarnizada, tan empeñada, como la que se entabló en Tlaxcala entre la Liga de Agricultores y los Antirreeleccionistas, se dé a cada cual lo suyo, y en este caso, 1, 2, 9 votos son suficientes para quitar a alguien lo suyo. En cualquiera otra credencial, en la discusión de cualquiera otra elección, discutir 1, 2, 9 o hasta 400 votos nos habría parecido inútil, porque la diferencia era debida a vicios en la elección y se versaban cantidades desiguales; pero en este caso, los candidatos iban, como se dice en términos de hipódromo, sacándose apenas los hocicos al llegar a la meta, y, en consecuencia, era preciso ver con toda exactitud quién iba delante y quién tenía la ventaja. El Partido Liberal Antirreeleccionista tenía la conciencia de haber ganado; pero cuando tenían esa certeza ,los candidatos del Partido Antirreeleccionista, vieron que la Junta, con sólo poner 106 votos, en lugar de los 96 de Tetla, resolvia la elección en favor de Sánchez.

Hay otra razón para convencer a los señores diputados: ¿cómo se explican que en todas, absolutamente todas las credenciales que hemos revisado, no se hubiera presentado el caso de que un Colegio Electoral se hubiera disuelto? Porque indudablemente que no se había cometido una injusticia tan flagrante, tan palpable y que repugnó a la conciencia de los miembros de la Junta. Cuatro de los miembros de la Junta fueron los que se separaron de la Junta; señor Macías, tenga usted la bondad de leer cuidadosamente el acta, y verá usted que sólo tres miembros han dicho que el señor Sánchez tuvo mayoría, mientras que los otros cuatro miembros de la Junta no han querido prestar su firma a la infamia que se trataba de cometer. El vicio provino, pues, de la conducta de la Junta, mas no de las elecciones mismas; en consecuencia, lo lógico, lo justo, es declarar buenas y legítimas las elecciones, porque protesto a ustedes que lo fueron, los mismos candidatos de Tlaxcala nos aseguran que lo fueron; y qué, ¿porque no hubo un cómputo, vamos a declarar que no es buena la elección, cuando la organización misma de los partidos garantizaban la elección?

La Junta no pudo decir su última palabra, porque surgieron dificultades del momento, y entonces la Junta prefirió dejar que esta Cámara fuese la que resolviese. Esta Cámara no necesita absolutamente meterse en más trabajos, pues el mismo borrador del cómputo que aparece dando el triunfo a 2,960 votos al señor Enrique Sánchez, las mismas armas con que viene a luchar a favor de su credencial el mismo don Enrique .8ánchez, nos ayudan a encontrar la verdad.

Aquí está el cómputo y aquí están marcadas todas las irregularidades que se han cometido; en consecuencia, es justo que votéis en favor del señor Ugarte.

El diputado Elorduy pide al presidente le permita hacer una interpelación al licenciado Cabrera antes de que éste se retire de la tribuna. El presidente accede y Elorduy expresa con estas palabras su interpelación:

¿Tiene usted la bondad de decirme, señor licenciado Cabrera, si explicó la Junta las razones porque se retiraron estos votos al señor Sánchez?

Cabrera contesta:

Absolutamente ninguna, porque no se levantaron actas. Pero voy a decir al señor Elorduy la razón en que se pretendió fundar la reducción para Ugarte y el aumento para Sánchez; ésta consistía en la diferencia que se decía existir entre el número de boletas y el número de votos asentados en las actas. Cuando hay discrepancia entre las boletas y el acta, la duda debe resolverse ateniéndose al acta; así se ha hecho siempre que se ha procedido con honradez, así se ha reconocido, y ese mismo es el criterio que han sostenido los miembros del Partido Católico en el seno de esta Cámara, porque el acta es un verdadero testimonio de la votación, mientras que las boletas son un mero accidente; las actas llevan las rimas de los que en ellas intervinieron, y como es una regla -y no me atrevo ni siquiera a dudar del criterio de la Asamblea a este respecto-, cuando hay una duda respecto de las boletas, notoriamente debe resolverse en favor del acta que fue levantada y firmada, y no en favor de un paquete de boletas.

Pues bien, señores; en este caso puedo decir que había discrepancia entre las actas y las boletas, y esto dio lugar a que al señor Sánchez se le apuntasen todas sus boletas, aunque viniesen en mayor número que los votos acusados por sus actas, mientras que a Ugarte sólo se le computaban las boletas sin hacer caso de las actas. Es absolutamente insostenible semejante deducción o aumento.

Las actas originales están aquí, y han estado a la vista de los señores diputados que me han hecho el favor de ayudarme en el cómputo; está también aquí el cómputo para hacer la prueba: con una sola partida, con los 10 votos de Tetla, es suficiente para fallar en favor de Gerzayn Ugarte.

El diputado Torres Rivas, a su vez, interpela:

¿Tiene usted la bondad de decirme el señor licenciado Cabrera si he entendido bien? Dice que sólo hubo una diferencia de 9 votos a favor del competidor del señor Sánchez; ¿cómo está esa diferencia?

El licenciado Cabrera explica:

El cómputo es el siguiente, señor Torres Rivas: Enrique Sánchez, según decía la Junta Electoral -los tres miembros de la Junta Electoral- y según dice este cómputo, había obtenido 2,950 votos. Gerzayn Ugarte, según el mismo cómputo, obtenía 2,941; había, pues, 9 votos de diferencia apenas entre Gerzayn Ugarte y Enrique Sánchez; pero esos 9 votos de diferencia, con sólo quitarle a Sánchez los 10 votos de Tetla, que injustamente se le aumentaban allí, quedan compensados, y queda la mayoría en favor de Ugarte. La diferencia era tan pequeña, que por eso se forzó tanto el cómputo, en partidas de 2, de 3 votos que se aumentaban a Sánchez y se quitaban a Ugarte. Así es que, en justicia, con una sola partida que le quitemos a uno, o con una sola partida que le agreguemos al otro, de las que estamos aquí comprobando por la comparación de estos dos documentos, triunfa Gerzayn Ugarte sobre Enrique Sánchez en esta elección que se confiesa reñidísima, pero que en justicia por unos cuantos votos ganó Gerzayn Ugarte y perdió Enrique Sánchez.

El señor Torres Rivas observa:

Es decir, que, sin embargo de la presión oficial en contra del señor Sánchez y sin embargo del gran interés de la Comisión a favor del señor Ugarte, ¿ni aun así puede el señor Ugarte llegar a tener los votos del señor Sánchez?, ¿ese es el resultado? (Voces: ¡No! ¡No!)

Cabrera concluye:

Agradezco muy sinceramente al señor Torres Rivas la interpelación que me ha hecho, porque me indica que no he sido bastante claro en algunos de los puntos (voces: ¡Sí! ¡Sí! Campanilla).

A pesar de la presión que se dice oficial, el señor Enrique Sánchez sacaba 2,950, votos según el cómputo; a pesar de la presión efectiva que digo yo hizo la Liga de Agricultores en las haciendas, Gerzayn Ugarte sacaba 2,941, según el cómputo. Hechas las rectificaciones que acusan estas actas, en comparación con este cómputo, el señor Gerzayn Ugarte tiene 3,014, sin quitarle los 73 que le quitaron.

El señor don Enrique Sánchez tiene 2,924, quitándole los 26 que ue se le agregaron. Es, pues, justísimo rectificar el cómputo y declararlo en favor de Gerzayn Ugarte.

El licenciado Querido Moheno es el orador en turno, cuyos argumentos en contra del dictamen son salpicados con frases y alusiones irónicas. Dice:

El profundo respeto que yo profeso a la honorable Asamblea, como diría mi excelente amigo el señor Rendón, me obliga en todas las ocasiones a no dirigiros la palabra, sino cuando creo que puedo estar a la altura de mi misión, quiero decir, a la mayor altura que yo sea capaz de alcanzar. Mi estado nervioso no es ahora el más propicio para eso, y por eso, contra mi costumbre, comienzo pidiendo mil perdones por el mal rato que voy a daros.

La novia del señor Cabrera de que nos hablaba ayer el señor Trejo, y con quien yo suelo tener ciertas intimidades (risas), sin que lo tome a mal su señoría (dirigiéndose al ciudadano Cabrera: Me refiero al Reglamento, señor), me habría dado pie para oponerme a que él, momentáneamente divorciado de ella, trajera a esta tribuna a su señoría el distinguido diputado Lozano y a su señoría el no menos distinguido señor De la Mora, para leeros un cómputo que, en resumen, da el mismo resultado que la célebre y oxidada carabina de Ambrosio, porque, señores, resulta que esos padrones que ustedes ven, son papeles mojados, porque no están firmados por nadie; pero no quise quitarle al señor Cabrera la ocasión de obtener una victoria fácil, aunque precaria; el argumento era efectivista y había de dejar a su señoría obtuviera el máximum de efecto de que era capaz. Y nótese aquí la diferencia que todos los escritores, que todos los críticos han observado entre un parlamentario y un escritor; quizá las condiciones del parlamentario están reñidas con las del escritor, y si la vieja crítica no nos lo hubiera demostrado, su señoría sería la demostración viviente. En efecto, cada vez que el señor don Luis Cabrera, bajo la advocación de Bias Urrea, toma la pluma, puede decirse que pone una pica en Flandes, obtiene una victoria; y cada vez que su señoría se pára aquí, hasta hoy siempre ha ido a un fracaso colosal (voces: ¡No! ¡No!).

Es inútil decir que no, señores, porque lo podría comprobar. Os diré lo que decía Lord MacAulay: es más fácil decir no allá abajo, que probar las cosas en esta tribuna. Si yo no lo critico; si yo tengo una verdadera estimación por el señor Cabrera, y hasta lo saben todas las personas de esta Cámara con quienes me he ocupado de su señoría; pero, señores, no todas las personas sirven para todo; yo lo tengo por uno de los escritores más instruidos y por un abogado de los más distinguidos del país; pero, repito, cada quien para lo que ha sido hecho: si encargáis a Gambetta hacer un guisado de liebre, haría una abominación: cada quien en su papel, y esto es todo.

Y bien, un párroco de aldea, uno de esos distinguidos varones que no sólo existen en la novela, sino también en la vida real y que honran a la humanidad -y conste que yo no he sido, ni soy, ni seré católico; pero eso no me quita reconocer que entre los sacerdotes hay buenas personas, honorabilísimas-, uno de esos tipos del buen sentido campesino, que no se engaña fácilmente, y que hasta al dogma le pone ciertos reparos cuando no se lleva bien con el sentido común, decía alguna vez: algo tiene el agua cuando la bendicen; y yo creo que aquí hay algo de por medio, imitando a aquel ilustre párroco, cuando la Comisión y el señor Cabrera tan resueltamente acometen contra el señor Sánchez. Porque, es lo que yo digo: aun cuando el señor Rendón diga que no, el señor Cabrera debe tener alguna martingala, pues no puede ser casual que siempre pierda; algún secreto debe tener su señoría; acaso siempre acoge las causas malas, las que se pierden, y ésta debe ser una de ellas.

En efecto -y permitidme el desorden que mi estado psicológico me impone-, el modo de razonar de su señoría es muy curioso: el señor Enrique Sánchez, según él, no vive en Tlaxcala, sino en medio de una tribu de parientes; allí todos son sus parientes; nos transportó aquí el registro civil de la vieja ínsula de Cahuantzi para demostrarnos que todos los hacendados son sus tíos, hermanos, cuñados; que todos son parientes por consanguinidad o afinidad del señor Sánchez; y si recuerdan ustedes que entre todas las entidades federativas de la República, en ninguna como en Tlaxcala predomina la vida rural y acaso en ninguna como en Tlaxcala predomine también el analfabetismo, tiene uno que irse de espaldas ante las conclusiones peregrinas traídas por su señoría. Porque aquí resulta este absurdo: que un individuo, como don Enrique Sánchez, con todos los elementos para triunfar, sale perdiendo, y esto, en verdad, es sencillamente absurdo.

¿Quién manda -pregunto yo- en las haciendas?, el dueño, cuando está en ellas, y cuando no, el administrador, y la voluntad sumada de todos los siervos de la gleba resulta absolutamente nula frente a la cantidad enorme de poder que reúne el administrador o el propietario. De manera que dentro de los términos de la lógica ... (Toses). No sé, señores, si es que el invierno se aproxima, o que estoy cansando a la Asamblea; pero, en todo caso, es lo más fácil decirlo: yo no tengo empeño en continuar.

Según los elementos de toda lógica, según los elementos de la ciencia matemática, la ciencia modelo, en el producto deben estar comprendidos todos los factores; es absurdo, por consecuencia, que quien tenía todos los factores de triunfo, resulte derrotado.

La Liga de la Defensa Social, quiero decir, la Liga de los Agricultores de Tlaxcala, según su señoría el señor Cabrera, tiene por modo absoluto el dominio de los electores de Tlaxcala; y bien, ¿cómo conciben sus señorías que quien tiene un dominio, e interés en ejercerlo, se encuentre burlado por quien ningún dominio tiene? ¿Es que la lógica ya no rige las acciones humanas?, ¿o es que el señor Cabrera nos está tomando el pelo, como se dice vulgarmente?

Efectivamente, señores diputados, yo creo que no digo a ustedes ninguna novedad cuando afirmo que, dentro de las haciendas de Tlaxcala, los peones votarán siempre como quiera el patrón que voten. ¿Por qué?, por un fenómeno que fue cstudiado aquí ayer y anteayer perfectamente por el señor Carlos Trejo: por la esclavitud económica. ¿Qué independencia quieren ustedes que tenga un pobre individuo de pie en el suelo, que gana $0.18 diarios, que no conoce el alfabeto, frente al señor Torres Adalid, que tiene un formidable capital con el cual puede mover todas las fuerzas que los capitales mueven en todos los países del planeta?

Claro está que yo, como vosotros, quisiera que fuese real el desiderátum del señor Cabrera: que el voto del señor Torres Adalid, con todos sus millones, con toda su culturá, fuera igual al voto del pobre diablo a que antes me refería. ¡Oh! ¡Esto sería admirable!, pero desgraciadamente no es verdad: en Tlaxcala, como fuera de Tlaxcala, como en todo el resto del país y como en todos los países del universo donde hay el cáncer del analfabetismo, el patrón de una hacienda siempre hará que sus peones voten como él quiera. Moralmente, esta clase de votos no tiene ningún valor; yo soy el primero que he declarado que el derecho de votar es la suprema prerrogativa del ciudadano, y no es una función de esclavos. La elección que se funda en votos de peones, moralmente es mala; pero legalmente es irreprochable. Las leyes de la conciencia moral no siempre marchan de acuerdo con las leyes que expide vuestra soberanía. Ante la conciencia moral, una elección de inconscientes no es buena, el individuo que funda su credencial en el voto de 10,000 siervos, no es el representante de nadie, porque el esclavo, el siervo que no tiene conciencia, que no tiene libertad de votar, no es nadie legalmente; pero el propietario tiene derecho de llevar sus mesnadas a votar, y, por desgracia, por los vicios de nuestra Ley Electoral, esos votos valen tanto como el voto de un individuo eminentemente consciente, como Olaguíbel, por ejemplo.

Ahora bien, señores diputados, como aquí estamos considerando el aspecto legal de la cuestión, es evidente que los votos de esos peones, si en Tlaxcala el orden universal no está invertido -que todo es posible en Tlaxcala-, es evidente que, si la vida es allí eminentemente rural, como lo es, y si los grandes propietarios de las haciendas querían sacar al señor Sánchez diputado, evidentemente han debido ganar la elección. Esto puede establecerse a priori y sin necesidad de detalles numéricos cuya falsedad es evidente.

Pero, dice el señor Cabrera, la cuestión es sencilla: su candidato tiene 9 votos menos que el otro, y en forma muy graciosa nos dice: Esto es fácil de resolver: quitadle 10 votos a Sánchez y dadle 10 votos a Ugarte, para mí es igual. Evidentemente que sí, aquí, para el señor Cabrera, lo importante es que Ugarte resulte diputado, y sea que se le quiten 10 votos a Sánchez, o se le abonen a Ugarte, el resultado que persigue su señoria es el mismo. En esto sí estuvo lógico y un poco más sincero de lo que convenía, él nos decía: Que venga aquí Ugarte, aunque sólo sea por un voto, y por arte de prestidigitación; pero yo creo que esto no le parece a la Asamblea muy honorable, aun cuando sí es sumamente fácil; si vosotros quitáis 10 votos a Sánchez y le abonáis 10 votos al señor Ugarte, evidentemente el señor Ugarte va a venir aquí; pero, ¿es eso lo que debemos hacer? Evidentemente no.

La operación matemática que ha hecho aquí el señor diputado Cabrera, a quien yo tributo mis respetos; tanto más entusiastas, cuanto más cerca lo tengo (risas), es lo que, dentro del terreno de las matemáticas, se llama una demostración por el absurdo; pero yo invito a quien esté convencido, a quien sepa, a quien se haya formado un juicio de ese balance, de ese toma y daca del señor Cabrera, a que me diga cuál es ese balance. El silencio de la Asamblea me dice que todos se han quedado in albis (voces: ¡No! ¡No!).

¿Alguno de ustedes conoce el resultado?, que se pare ese valiente y me diga cuál es el resultado (voces: ¡Las actas!).

¡Las actas, señores! Pero las actas sin firma no son actas, si se puede decir así, medias actas, pero no precisamente actas (voces: ¡Están firmadas!). ¡No, señor, qué van a estar firmadas!

Vuelvo a repetir una y mil veces que es más fácil interrumpir y decir no desde allí, que probar en esta tribuna, y yo no tengo inconveniente en ceder la palabra a quien me venga a decir qué fue lo que sacó en limpio de los cálculos del señor Cabrera: a quién se le dió y a quién se le quitó.

Pero no pára allí lo absurdo; si se nos dice que hacia el rumbo de la Villa hay un formidable nubarrón que un viento del Norte trae hacia la ciudad, concluimos que lógicamente, dentro de algunos minutos debemos esperar que caigan torrentes de agua; pero he ahí que, en lugar de agua, llueven hidalgos, pero no hidalgos de los de Tlaxcala, sino de la Tesorería. Evidentemente vuestras señorías rechazarían conclusión tan reñida con sus antecedentes; porque hasta en política, hasta en los escamoteos de credenciales, la lógica es una obligación. Y bien; ya hemos visto que, según todos los antecedentes, era de esperarse lógicamente que la votación favoreciese a Sánchez y, sin embargo, no es así, sino que, según la novísima contabilidad del señor Cabrera, el electo es Ugarte.

Pero sigamos aqelante: ¿quién fue el que hizo ese escamoteo, quién le quitó a Ugarte y quién le dió a Sánchez votos? Pues seguramente la Junta Escrutadora, la Junta que expidió la credencial con tres firmas. Pero aquí culmina lo absurdo de la argumentación que vengo combatiendo. Según el señor Cabrera, la Junta estaba a favor de Sánchez, y resulta que la mayoría de esa Junta -que se pasa los días escamoteando nú~eros para favorecer a Sánchez-, cuando ve que Sánchez ha alcanzado la mayoría, se fuga para no darle la credencíal. ¿Es esto juícíoso?, ¿tiene esto sentido común? Porque sí la credencíal de Sánchez viniese firmada por la mayoría de los siete miembros que constituyeron la Junta, entonces diríamos que la minoría, oprimida por la mayoría -a no ser que en Tlaxcala las minorías opriman a las mayorías, al revés de lo que pasa en todo el mundo-, diríamos que la minoría de tres miembros, oprimida por la mayoría de cuatro, no teniendo más derecho que protestar, se había marchado, a fin de evitar que se consumara el fraude. Pero, señores, ¡si quien se fuga es la mayoría!, ¿por qué esta mayoría, que había estado cometiendo el fraude, se va a la hora de que su propio fraude iba a dar resultado? Y si esa mayoría era honrada y si se iba por no acompañar a la minoría en su fraude, ¿por qué entonces ella, con el carácter de la mayoría, con la legalidad que le asistiera, no expidió la credencíal a Ugarte?

Me parece, señores diputados -bromas a un lado-, que esto es sencillamente elemental, porque eso de que un gigante se venga a quejar de que lo ha atropellado un niño, es sencillamente irrisorio. Si la presuncíón legal exime de prueba, en ninguna parte se va a admitir que un coloso se queje de atropellos de un enano; jamás se admitirá que una mayoría se diga oprimida por una minoría.

Pero, para resolver la cuestión, necesitamos aplicar un criterio netamente nacíonal: en México, en cuestiones electorales, las dudas deben resolverse siempre contra quien tenga el apoyo de las autoridades. Creo que no hay en la Asamblea absolutamente nadie que dude de esto. Todas nuestras autoridades en todos los tiempos se han propuesto sistemáticamente violar el sufragio. De manera que honradamente, dentro de este recínto, si se nos habla de dos competidores en una eleccíón, uno que cuenta con el apoyo de las autoridades, y el otro no, todos, sin exceptuar ni al mismo señor Rendón, en nuestra concíencia fallamos la duda en favor del que no contó con el apoyo oficíal. ¿Por qué, señores diputados? Pues me vais a excusar de reptir una cosa que todos sabemos; porque en nuestro país, desgraciadamente, el abuso ha sido el sistema, y precísamente por esO se hizo la revolucíón de noviembre, para acabar con el sistema del abuso, con un sistema que entre nosotros era una segunda naturaleza.

Ahora bien; ¿el señor Sánchez ha tenido el apoyo oficial? Los antecedentes del señor Sánchez, los antecedentes del señor Ugarte y los antecedentes del señor gobernador de Tlaxcala, dicen que no, a priori. El señor Sánchez, a quien conozco desde la escuela, nunca, ni por excepción, ha sido funcíonario público; es un hombre que desde muchacho pidió la subsistencía al trabajo rudo del hombre fuerte y resuelto; el señor Ugarte ... Señores, yo no quiero ofender al señor Ugarte; pero hay cosas que es necesario decir, a pesar de todo. De manera que lo que voy a decir, si ofende al señor Ugarte, en el caso de que esté aquí, le pido mil perdones; no lo diré con el fin de lastimarlo. Como miembro de esta Asamblea, tengo que exponer los hechos, y mi honradez me hace confesar que yo no conozco al señor Ugarte sino a través de narracíones que de él me han hecho; si esas narracíones no son verídicas, yo declino toda responsabilidad.

El señor Ugarte comenzó su carrera política por maestro de escuela; pero no uno de esos beneméritos maestros de escuela que abundan aquí, que han ido a prepararse a la Escuela Normal, no, es maestro de escuela del pueblo del viejo tipo, de a $5.00 mensuales; y ya sabemos, señores diputados, porque la sociología lo ha demostrado, que una cultura insuficiente jamás favoreció el desenvolvimiento moral; la alta cultura, la que discíplina el espíritu, esa produce los grandes apóstoles; una cultura a medias generalmente produce a los estafadores: naturalmente que yo no estoy hacíendo este cargo a este señor. Y en aquella humildísima labor, no cumpliendo el evangélico deber de enseñar al que no sabe, sino el de dar de palmetazos en los nudillos a los muchachcs de pueblo, en esa labor encuentra al señor Ugarte ¿quién?, dirán ustedes; ¿la revolucion? No, señores; el ídolo de basalto, el gobernador Cahuantzi; pero no el ídolo caído, sino cuando estaba en lo más alto de su poder en Tlaxcala. Viendo Cahuantzi que el chico era listo y que prometía, trájoselo a Tlaxcala, y ahí le colmó de empleos, lo hizo secretario particular, lo hizo diputado, lo hizo todo lo que se le puede hacer en una ínsula que no es tan providente como Tlaxcala, aun cuando los impuestos se cobren a tiros, como solía hacerlo el señor Cahuantzi. ¿Y sabéis qué pasó cuando el señor Cahuantzi cayó -que tardó mucho en caer- por obra de la revolución de noviembre? El primero que se volvió en su contra fue el señor Ugarte. Tal es, al menos, lo que me refieren hombres de cuya honorabilidad yo no tengo ningún motivo para dudar. Si no es cierto, tenga el señor Ugarte la seguridad de que no seré yo quien le niegue una rectificación en cualquier parte.

Pero viene el Gobierno del señor Hidalgo.

El señor Hidalgo, señores, no es precisamente un demócrata, es casi un sansculotte, es un enemigo de la chistera y un divorciado de la levita; ciertamente, señores, la chistera y la levita todavía no están prohibidas en este país ni constituyen un grave peligro; pero en Tlaxcala, sí; allí se trata de implantar para siempre el dominio del sombrero de petate y, naturalmente, el señor Hidalgo no podía estar con don Enrique Sánchez, que no cultivaba el huarache; precisamente tenía que enfrentarse con él, con tanta más razón cuanto que estaba sostenida su candidatura por la Liga de Agricultores de Tlaxcala. En efecto; para que ustedes sepan cómo las gasta el señor Hidalgo, voy a referir a ustedes una frase de él, de cuya veracidad respondo, garantizando que es cierta en todas sus partes.

A todo el que iba a hablarle de candidaturas, le contestaba: No, hijitos; aquí no saldrá más que quien me mande don Gustavo Madero (aplausos y risas). Esto es rigurosamente cierto. Yo no digo que el señor don Gustavo Madero le mandase nada; eso, allá su señoría, en su conciencia, sabe a qué atenerse, pero yo respondo de que el señor Hidalgo tiene ese criterio constitucional. Para él no hay Ley Electoral, ni Constitución, ni nada más que don Gustavo, y de allí no pasa su señoria el señor gobernador.

Me parece que los señores de la Liga de la Defensa Social -y dale con la Liga de la Defensa Social-, de la Liga de Agricultores -algunos de ellos por lo menos-, saben algo del hecho al cual voy a referirme ahora. Y lo sabe también el señor Macías, que, aunque parece interesado, su interés no es otro que el de cumplír con su deber.

Agonizaba la Diputación Permanente del XXV Congreso Constitucional, de la que era el señor Macías presidente y yo secretario, cuando llegó una queja, no recuerdo firmada por quiénes ni de qué pueblos -porque a mí los nombres de Tlaxcala todos se me resisten y se me olvidan-; pero el hecho es que llegó una queja pidiendo a la Cámara interviniese en alguna manera para poner fin a este atentado: en alguna población de aquel Estado se había hecho una elección, y como el resultado fue contrario, no sé si al señor Ugarte, pero sí a algún candidato favorecido por el señor Hidalgo, las autoridades de allí encerraron los expedientes en el Ayuntamiento, le pusieron un fuerte candado, e impidieron a todo hijo de vecino que se acercara. Respondo de que este hecho es cierto y de que la Diputación Permanente se dirigió al honorable señor ministro de Gobernación pidiéndole que, por vergüenza nacional, se impidiera el atentado, porque no se podía absolutamente hacer que las autoridades de Tlaxcala permitieran que se sacaran aquellos expedientes, seguramente porque el resultado no era favorable al candidato del señor Hidalgo. ¿Es o no es verdad, señor Macías?

Es cierto, confirma el señor Macías.

Y si alguien lo dudase, me parece ... -prosigue Moheno, y Cabrera interrumpe:

¿En qué distrito?

Yo no soy fuerte en geografía tlaxcalteca -contesta Moheno, y Cabrera observa:

No hay más que tres.

Moheno reanuda su discurso.

Le digo a usted que no sé si es en alguna cabecera. Garantizo por mi honor que es cierto, y si su señoría tiene dudas, ahí está el señor oficial mayor que puede enseñarle el expediente.

Ya ven, pues, los señores diputados cómo este demócrata de nuevo cuño, el señor Hidalgo, sabe emplear todos los positivos razonamientos de la fuerza, ahí donde le aprieta el zapato, aunque no sé si su señoría usa zapatos (risas).

Señores diputados: temo que no haya podido convenceros; pero no lo achaquéis a la causa, achacadlo a que el paladín de ella es un pobre diablo, y un pobre diablo que hoy está más pobre ciertamente que de costumbre. Y ahora, atended a lo que voy a deciros: soy y seré siempre enemigo de los ricos; soy, de corazón, anarquista intelectual; si por mí fuera, hace mucho tiempo que no existiera el Estado ni toda esa balumba de instituciones que Kropotkine ha hecho pedazos definitivamente. Pero mientras haya leyes, Estados, instituciones; a los Estados, a las leyes y a las instituciones atengámonos, respetemos esas leyes y esas instituciones, y resolvamos conforme a ellas; no nos dejemos arrastrar de la reacción, ultrademócrata en la forma, aun cuando algo más que conservadora en el fondo, que inició la revolución de noviembre, conforme a la cual un rico no puede ser honrado ni tener nunca justicia. Aquí se está aplicando la parábola del Evangelio -y siento que no esté aquí don Pascual García para que me rectificase- que dice: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, y no que un rico entre al reino de los cielos.

Ciertamente, señores, yo sé que hay ricos abominables, sencillamente detestables; yo sé que cuando la riqueza no se hereda, casi siempre es producto del fraude, de la violencia o de la rapiña; pero alguna vez también, señores diputados, hay un rico que tiene pundonor, que tiene vergüenza y, sobre todo, razón, y este es el caso; yo no sé por cierto si el señor Sánchez es rico, me he venido a enterar de que lo es, por la narración del señor Cabrera; yo lo conocí de dependiente de una casa de comercio hace veinte años y no me había enterado de que este señor hubiera llegado a ser rico home; tanto mejor para él. Pero, señores, si en vuestra conciencia no es un delito ser rico, si vosotros creéis, como yo, que, aun cuando sea por experiencia, se puede ser rico y tener vergüenza y justicia, ese caso ha llegado: votad por el señor Sánchez, siquiera sea porque la Comisión vota en contra del señor Sánchez (aplausos).

El diputado Macías interpela:

Suplico a su señoría diga si ese cómputo a que ha dado lectura trae algún sello y alguna firma, o si viene carente de sellos y carente de firmas.

Cabrera responde:

Lo voy a decir, porque las interpelaciones se contestan siempre de una manera franca.

He leído hace un momento el acta en que decían los miembros de la Junta que mandaban a la Cámara el cómputo sin firmar, marcado con tinta roja y con el sello del Colegio Electoral; este es el cómputo y tiene el sello del Colegio Electoral marcado con tinta roja, sin firmar, porque los miembros de la Junta se disolvieron antes (una voz: ¡Sin firmar!). Es cierto; pero está el sello de la Junta.

El señor De la Mora obtiene permiso para hacer esta interpelación:

Con el objeto de hacer una comparación entre los números que existen en el cuadro estadístico con relación a esos expedientes que el respetable compañero Lozano leyó, y efectivamente me parece que hay divergencia muy marcada entre los números que indicaban las actas y los números del dato estadístico a que se hace referencia. Mi pregunta es ésta, señor Cabrera: usted, que estuvo viendo todos los datos del cuadro estadístico, ¿pudo observar que esos eran los únicos errores, o había otros que pudieran ser de más o menos importancia?, y, por lo tanto, la diferencia o adición última queda todavía obscura para nosotros; y segundo, si su señoría comparó todos esos datos y comparó todas las actas con esos números, ¿pudo cerciorarse de que las sumas parciales dentro de las columnas son también exactas?

En respuesta a la interpelación del señor De la Mora, el licenciado Cabrera dice:

Voy a contestar con mucho gusto la interpelación del señor De la Mora, y voy a referir meramente hechos en este caso, porque, como dice el señor Moheno, es muy fácil decir no, y es muy difícil probar las cosas aquí. Pero el señor Moheno ha comenzado por sembrar en el espíritu de los señores diputados la sospecha de que ese cómputo se hizo sobre papeles sin importancia alguna, lo cual no es cierto, pues el cómputo se hizo sobre las actas originales firmadas en las casillas; aquí están esas actas en este legajo que ha circulado en vuestras manos, y todas, una por una, tienen las firmas.

Ahora, por lo que se refiere a la interpelación que hace el señor De la Mora, le manifiesto que las sumas vienen perfectamente rectificadas, que las únicas partidas en donde hay esas diferencias, son las que he apuntado, y en el cuadro de cómputos vío el señor De la Mora marcadas con un circulito de lápiz, o con un circulito rojo. Al final del Cómputo se hacen ciertas referencias, por ejemplo: Sección 4a. El acta contiene 40 votos, y eran 44. Fue protestada.- Sección 72. Para asentarse, etcétera, etcétera.

Ahora bien; el señor Enrique Sánchez no presentó ninguna protesta respecto de ese cómputo; el señor Gerzayn Ugarte sí presentó protesta, que no tuvo en consideración la Junta, porque se levantó y se fue sin fimar; así es que no había Colegio donde se presentara.

Los únicos errores en este cómputo fueron los que he rectificado, y son precisamente contra los que Ugarte reclamaba a la hora de la discusión en la Junta; fueron todos éstos encerrados en el circulito y que reclamaba el señor Ugarte con mucha razón; y las rectificaciones que he hecho han sido entre las actas originales procedentes de las casillas y el proyecto de cómputo que no llegaron a firmar los miembros de la Junta, porque los mismos que computaron no estuvieron conformes precisamente con esas adiciones y deducciones arbitrarias que el presidente municipal quería se hicieran. En resumen, aquí están consignadas las dieciséis o dieciocho rectificaciones de votos. Esas dieciséis o dieciocho rectificaciones de votos, hechas al cómputo que acusaba 2,950 y 2,941 votos, para uno y otro candidatos, dan exactamente lo que dice el dictamen, o sean de 3,014 para Ugarte y 2,924 para Sánchez.

No he hecho más que referir los hechos; pero el señor licenciado Moheno, contra esos hechos, y abusando de su talento, ha venido a querer demostrarnos, por un sistema de reducción al absurdo, que eso no puede ser, y aunque aquí están los hechos, él quiere demostrar que no debía ser así. Esto me recuerda aquel cuento de Voltaire, en el cual refiere la milagrosa salvación del ojo izquierdo de Zadig el tuerto. El doctor que lo había asistido, maravillado de que Zadig no hubiese perdido el ojo izquierdo, como el doctor aseguraba, escribió un libro para probar que debía haber perdido el ojo, porque las llagas del ojo izquierdo son incurables; y agrega Voltaire: Zadig no lo leyó.

Y eso ha querido hacer el señor licenciado Moheno. Los hechos dicen una cosa; pero él, por medio de una argumentación, quiere llegar a demostrar que en Tlaxcala debe haber triunfado el señor Sánchez. Esto se debe a que el señor Moheno no conoce el Estado de Tlaxcala; pero yo debo decirle al señor Moheno que yo sí conozco el Estado de Tlaxcala; que yo he vivido siendo maestro de escuela en la hacienda de Tecomaluca, en el distrito de Morelos, y que, por lo mismo, sé lo que son las haciendas, y sé que fuera de las haciendas hay otra clase de población que se agita, lucha y tiene vida fuera de las haciendas, porque nuestra República está formada así: las haciendas frente a las poblaciones. Debo decir al señor licenciado Moheno que si conociera Tlaxcala, sabría que precisamente en este 2° distrito y en todo el Estado de Tlaxcala, los elementos industriales y obreros y las poblaciones vienen tomando una participación muy importante en los trabajos electorales. En el presente caso, los elementos obreros y los elementos de las poblaciones fueron los que dieron el triunfo al señor Ugarte, frente a los elementos de las haciendas del señor Sánchez.

Por lo demás, me excuso, señores diputados, de argumentar frente a los hechos, porque los hechos dicen que hubo elecciones; allí están los señores Tamariz y Barrera, que fueron los testigos y saben que allí se luchó verdaderamente; y puedo probar, no con argumentos, sino con otros dos hechos, que se pudo ganar a los hacendados en el Estado de Tlaxcala; el último gobernador fue electo contra la voluntad de la Liga de Agricultores, sostenido precisamente por las poblaciones, el Partido Antirreeleccionista y las fábricas; otro hecho: que el señor Barrera ganó contra la Liga de Agricultores; hay otros muchos hechos, pero creo ya innecesario cansar más vuestra atención.

Señor Ugarte; digo mal, señor Moheno ...

Moheno interrumpiendo:

Sí, distingamos.

Cabrera continúa:

Señor Moheno, precisamente Cristo, el gran Maestro clamó contra las injusticias de la humanidad, que ha dado eternamente la justicia como vos la dáis: al rico; dijo que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja, que el que un rico entrara al reino de los cielos, y era precisamente porque él venía a reformar el criterio humano, que cree que el rico debe tener siempre la razón, y que el pobre hombre que, como Ugarte, viene luchando desde abajo, absolutamente desde abajo, y que ha llegado a formarse un prestigio político, ése no debe tener razón y debemos rechazarlo, solamente porque había sido maestro de escuela de a $5.00. No, señor Moheno; yo reclamo justicia para Ugarte como la reclamaría para mí; yo he andado ese camino y comencé desde abajo, absolutamente desde abajo; yo conozco el Estado de Tlaxcala y también fui maestro de escuela de a $12.00 mensuales; y yo comprendo la gran injusticia que encierra el decir que el hacendado, por ser rico y poderoso debe presumirse que tiene la razón, mientras que el pobre, el que viene sin una profesión, todavía sin siquiera la profesión de maestro, que se abre su camino a fuerza de carácter, porque lo tiene Ugarte; a fuerza de talento, porque lo tiene Ugarte; a fuerza de energía, porque la tiene Ugarte, a éste debamos cerrarle la puerta; y que don Enrique Sánchez, que nació hacendado, que nació acomodado, que nació con gran parentela, pues es pariente de los González de Piedras Negras y de casi todos los hacendados de Huamantla, deba tener la razón porque es rico.

Si las voces que llegan por trasmano al licenciado Moheno fuesen ciertas, aun suponiendo que el señor Gerzayn Ugarte fuese un bribón -que aseguro que no lo es-, no por esa razón dejaria de tener el señor Ugarte en este caso la razón y dejaría de haber ganado real y legitimamente la elección, y aun cuando el señor Sánchez sea un hacendado, como lo es, emparentado con un rico comerciante de Apizaco, con todos los González, de Piedras Negras, de Huamantla, de Tetla, de Atlanga y de todas las demás haciendas de Tlaxcala, sin embargo, a pesar de eso, el señor Sánchez ha perdido la elección. Porque, señores diputados, en este caso, como en todos en el Estado de Tlaxcala, ha podido más la población encerrada dentro de los murales de fierro de las haciendas, esa población que se ahoga viviendo trabajosamente sin tener siquiera un pedazo de terreno donde llevar a pastar una cabra o donde tomar una raja de leña, esa población ha podido más que las haciendas mismas. Los hacendados han votado por Enrique Sánchez, las poblaciones han votado por Gerzayn Ugarte, y el pueblo de las fábricas ha venido a votar con las poblaciones. y no quiero apelar a la argumentación que me proporciona aquí el señor Moheno; pero sabemos que tiene más valor moral el voto de un ciudadano de la poblaCión, de un hombre que libremente lo manifiesta y lo expresa en favor de su candidato, que cien votos de la peonada que, antes de ir a la raya del domingo, va a votar a favor del candidato de su amo.

El diputado Hay, impresionado acaso por el ambiente emotivo que ha creado la palabra de Moheno, formula esta transacción:

A riesgo de ser motejado aquí de pobrísimo orador -y ruego al señor diputado Querido Moneno me perdone cuando a él le toque hablar sobre los malos oradores-, hablo en este caso, y hablo contra la Comisión, porque creo que en conciencia debemos hablar, no porque se haya hecho un acto indebido, no porque se haya obrado sin honradez, sino porque creo que esta elección debe ser nulificada, puesto que no hay base suficiente para juzgar con buen criterio sobre la justicia y sobre qué lado rige ella. Estamos viendo una lucha tenaz por parte de dos abogados inteligentes como son sus señorías Macías y Cabrera, y acabando de hablar cada uno de ellos, nuestro criterio no sabe a quién inclinarse. No obstante que no somos veletas, en este caso hemos visto que el licenciado Cabrera ha necesitado largo tiempo para demostrar la veracidad de una supremacía de 9 votos; hemos visto, por otro lado, que en una Junta, cuatro de los miembros de ella se abstuvieron de votar por creer que hubo una injusticia al levantarse el acta.

Ahora bien, señores; ante esta cuestión, ante una cuestión en que el fiel de la justicia se inclina al menos pobre, yo creo que ningún diputado puede dar su voto con un perfecto criterio en favor de ninguno de los señores diputados, y, por lo tanto debemos pedir a la Comisión que honradamente, como ha dictado este dictamen, pida que, para poder formarse un mejor juicio de la voluntad del pueblo tlaxcalteca, sea retirado el dictamen hecho y que pida la nulidad de las elecciones (aplausos).

No voy ni en favor ni en contra de ninguno de los señores; quizá pudiera yo tener más simpatías por uno de ellos; pero puedo hacerlas a un lado, porque a uno de ellos lo he conocido recientemente, y al otro no tengo el gusto de conocerlo. Me han dicho miles de cosas; pero yo no quiero creer nada; quiero ignorarlo todo. Lo único que deseo es que veamos claro y muy claro, que el sufragio sea efectivo y que no haya chanchullos en una mesa electoral, y que todos podamos ver con los ojos abiertos qué es lo que vamos a votar. Pido, entonces, señores, que honradamente nulifiquemos el dictamen presentado y pidamos la nulidad de la elección, para que haya oportunidad de votar por el que sea verdaderamente electo por el pueblo (aplausos).

Moheno habla de nuevo para esclarecer un hecho:

Voy a ser muy breve, señores -expresa-. En el calor de mi deshilvanada peroración, emití una idea precisamente contraria a lo que yo quería expresar: dije que yo era anarquista militante, y quise expresar todo lo contrario: anarquista intelectual. Yo condeno el terrorismo, de todo corazón.

Ofrecí a su señoría demostrar cómo el Gobierno de Tlaxcala intervenía secuestrando los expedientes, y voy a hacerlo.

Cabrera interrumpiendo:

¿En qué distrito?

Voy a contestar a su señoría -dice Moheno-; pero me permito recordarle que el que hace un cesto, hace un ciento, y si su señoría el gobernador de Tlaxcala es capaz de apalear a los electores en Huamantla, no sé por qué se va a prosternar ante el sufragio efectivo en otro dfstrito: esto me parece humano. Lo que váis a escuchar ocurrió en Tlaxcala, viene firmado el oficio, y su señoría va a enterarse de él en este momento. Dice así: (Leyó el oficio de la Junta Electoral del primer distrito del Estado de Tlaxcala a la Comisión Permanente del XXV Congreso de la Unión, en que manifiesta que algunos miembros del Partido Liberal Antirreeleccionista le impiden que remita a la Legislatura local y a la Cámara de Diputados los expedientes relativos a las elecciones de senadores y diputados, así como que tampoco le permiten que haga al juez de Distrito del propio Estado la consignación de las infracciones a la Ley Electoral denunciadas ante la misma Junta).

Ignoro si la consignación se llevó a efecto; el hecho es éste, señores -y yo no sé si al fin la intervención del ministro de Gobernación hizo cesar este escándalo-; el hecho es que estos papeles ponen de manifiesto que allí se estaba oprimiendo brutalmente al pueblo elector, con la complicidad del presidente municipal, que no contestaba un oficio de los miembros de la Junta Escrutadora.

Vuelve a la tribuna el licenciado Cabrera para hacer esta rectificación:

Rectifico el hecho por cuanto a que el señor Moheno nos ha referido actos que no ocurrieron en la cabecera de Tlaxcala, que corresponde al primer distrito y por el cual viene el señor Barrera, que nos hará alguna aclaración; y solamente diré que el señor Moheno trata de presentar un hecho ocurrido en el primer distrito, como argumento para el 2°; y tratándose de un Estado que no tiene más que tres distritos, en los cuales se eligieron, hago constar que éstos son: el señor Tamariz, miembro del Partido Católico; el doctor Barrera, miembro del Partido Antirreeleccionista, y el señor Ugarte, miembro también del Partido Antirreeleccionista; que la elección de senador fue declarada a favor del señor Clemente Sanz, candidato del Partido Liberal Antirreeleccionista, y que estos tres distritos, en cuanto a diputados, dieron en la elección el resultado que hemos visto: uno, de la Liga de Agricultores; otro del Partido Liberal Antirreeleccionista, y el tercero, casi empatado, y que la candidatura para senador viene ganada por el Partido Antirreeleccionista, lo cual es una presunción de que las elecciones en el 2° distrito también fueron ganadas por el Partido Antirreeleccionista.

En cuanto al hecho ocurrido en el primer distrito, cedo la palabra al señor Barrera, que lo conoce mejor que yo.

El diputado Barrera dice, en aclaración a lo dícho por el señor Moheno:

Voy a reclamar vuestra atención breves momentos, y como en lo más mínimo tengo las dotes oratorias del señor Moheno, como humilde ciudadano voy a expresar mis ideas, que sí serán sinceras. En la exposición de los hechos voy a contestar algunas de las aseveraciones del señor Moheno, que se refiere a la queja de la Junta Escrutadora del primer distrito, llevada a la Comisión Permanente del Congreso.

Con motivo de que la Junta Escrutadora estaba integrada allí por elemento muy parcial en favor de los intereses del antiguo gobernador, señor Cahuantzi, y de sus partidarios y ricos amigos, esta Junta, tan luego como se apercibió que yo era un elemento muy compenetrado de prácticas democráticas, según lo puede comprobar el hecho de que en 1909 fui el presidente del Club Antirreeleccionista en el Estado de Querétaro, se encontró con que su primer deber debía ser oponerse a que un miembro muy prominente del partido que vino a dar al traste con la dictadura, se sentara en una curul.

Tres fueron los miembros prominentes que examinaron mi expediente: uno, el señor licenciado don Rafael Dávila, apoderado del señor Cahuantzi; otro, el doctor Rafael Loaeza, que está emparentado con el señor Cahuantzi, y otro, el señor Ramón N. Franco, antiguo protegido del señor Cahuantzi. Como tenían muy bien garantizado que estando en sus manos el recuento de boletas, tenían la facultad de declarar nulas las que ellos quisieran, estuvieron muy pendientes de que, al ir llegando los expedientes tomarían nota muy rápida de cuántos votos estaban en favor del candidato señor Carlos Maldonado, patrocinado por la Liga de Agricultores, y las de este humilde servidor de ustedes, patrocinado por el Partido Liberal Antirreeleccionista. A la hora de hacer el cómputo, anotaron que yo tenía 3,640 votos en mi favor, y el candidato de su simpatía, 1,914, es decir, una diferencia a mi favor, de 1,726 votos.

Se llegaba el día 5 de julio y tenían que hacer la declaración, porque así lo manda la ley, y, al efecto, hicieron la declaración a mi favor, pero no contentos con este resultado y deseosos de alguna manera de echar abajo mi candidatura, no obstante esa declaración, entonces, aconsejados por un abogado prominente de esa Liga de Agricultores, consignaron 2,000 boletas al juez de Distrito, haciendo su cálculo, naturalmente, de que se llegara el tiempo de que esta honorable Cámara examinara los expedientes y que, no encontrándose con las boletas, porque en los juzgados de Distrito ya saben ustedes que es muy lenta la tramitación de todas las investigaciones, se viniera abajo mi curul.

Voy a referirme ahora al hecho de que había allí una guardia o retén, como se ha dicho aquí, de ciudadanos de la vecindad en la sala del Ayuntamiento. Antes del 5 de julio, estando yo presente allí, como me da derecho la ley, al recuento de boletas, me tocó ver a un individuo que salía con un paquete de boletas fuera de esa sala; yo, notando eso, quise examinar de qué boletas se trataba y me enteré en efecto de que eran cerca de 200 boletas a mi favor que se sacaban fuera de la sala del Ayuntamiento por autoridad de ese individuo, con quien estaba en conexión muy estrecha uno de los empleados de la sala del Ayuntamiento. Ya se ve, pues, que de todas maneras se trataba de restarme votos. Esto motivó que varios de los prominentes miembros del Partido Liberal Antirreeleccionista, unidos conmigo, nos pusiéramos a vigilar aquella puerta, sin armas absolutamente, con sólo el arma que nos da el artículo 7° de la Ley Electoral, que en una de sus fracciones dice que por ningún motivo serán sacadas las boletas de la sala del Ayuntamiento.

Se presentó la acusación ante la Comisión Permanente; pero aquí debemos de fijarnos únicamente en la predisposición que había contra los elementos del Partido Liberal Antirreeleccionista.

Termino, pues, aquí, en cuanto a esta Junta, y voy a referirme ahora en cuanto a la aseveración del licenciado Moheno, declarando como muy cierto que el gobernador Antonio Hidalgo arguyó al que se le presentó a consultarle algún asunto político, que él hará solamente lo que le indique el señor don Gustavo Madero. Yo he tenido el gusto de tratar a ese hombre, que en un tiempo fue obrero y que desde 1906 viene asumiendo la dirección de todas aquellas peticiones en que el pobre obrero reclamaba justicia y que le fueran pagados íntegros sus jornales, que en una época también estuvo a punto de ser fusilado por orden -velada, naturalmente-, de uno de los que tenían vara alta en Tlaxcala, y que se vino a salvar debido a que, por medio de un ciudadano que vive en la capital de Tlaxcala, solicitó amparo, a las diez de la noche, de parte del juez de Distrito, para que no fuera entregado a la policía rural.

Pues bien; yo que he tratado a ese hombre y me he apercibido de que es un demócrata, de que es un hombre honrado, un hombre que considera muy incómodo el cargo de gobernador y muy humilde su condición, no obstante que en la actualidad pudiera estar envanecido; he tenido con él algunas conferencias y, en ningún instante, en ningún momento le he oído verter frases como ésa; en lo particular me ha hecho confidencias frecuentes, y -en ningún momento le he visto disposición para obsequiar los deseos del señor diputado don Gustavo Madero.

Creo que en esta ocasión se trata de explotar la animadversión que existe contra este prominente miembro del Partido Constitucional Progresista, para venir a concluir que el señor Hidalgo no es instrumento de la justicia, sino que es instrumento de un cacique.

Como síntesis de los fundamentos legales del dictamen, el licenciado Rendón dice:

Dos palabras tan sólo, señores.

Se ha desvirtuado para algunas personas este hecho singular: la que no estaba firmada era el acta del Colegio Electoral; pero las actas de los colegios sufragáneos y de las distintas casillas acusando el respectivo resultado de la elección, sí están firmadas, y tales actas sirvieron a la Comisión de Poderes para hacer el nuevo cómputo, y como resultado de él, se consiguió lo que han podido oír ustedes; y si el señor Moheno oyó que no estaban firmadas, se equivocó. Por consiguiente, hay base firme de la cual partir para hacer el cómputo; y venir hoy -como pretende el respetable señor ingeniero Hay- a que se declaren nulas las elecciones, es un contrasentido, porque ni el señor Ugarte, ni el señor Sánchez, ní el señor Cerón, que fueron los que contendieron en las elecciones, en ninguna forma lo han pedido.

La Comisión, para justificarse, debe hacer esta declaración indispensable: el señor Sánchez fue candidato de la Liga de Agricultores; el señor Ugarte, del Partido Antirreeleccionista, y el señor Cerón, del Partido Constitucional Progresista, y el candidato del Partido Constitucional Progresista no fue el triunfante; lo que demuestra que la Comisión ha examinado este caso con mayor imparcialidad -si cabe- que cualquiera otro de los que se han presentado, por haber contendido uno de sus correligionarios.

El señor Ugarte, repito, fue candidato del Partido Antirreeleccionista en Tlaxcala; el señor Sánchez, del Partido llamado Liga de Agricultores. Las actas no mencionan que se hubieran cometido vicios que nulifiquen la elección, los candidatos oponentes ninguno ha pedido la nulidad de las elecciones; ¿cómo, pues, iba la Comisión a consultar esa nulidad, sin motivo que la autorice? Por eso he dicho que bastan unas cuantas palabras para demostrar la claridad del caso.

Voy a hacer una última observación para desvanecer el cargo formulado, que consiste en que el gobernador solamente estaba -según dice el señor Moheno que le refirieron- con quien designara don Gustavo Madero. Se sienta en los bancos del Partido Católico el respetable señor licenciado Tamariz, y estoy perfectamente seguro de que no fue el candidato de don Gustavo Madero. Esta es una demostración palmaria de que si existe el cuento, que es muy posible, pues que lo afirma el señor Moheno, la realidad está muy distanciada del cuento (voces: ¡A votar! ¡A votar!).

El presidente informa:

Han hablado en pro los ciudadanos Cabrera, Barrera y Rendón; en contra los señores Macías, Moheno y De la Hoz; el señor Lozano ha pedido la palabra en contra y, además, el señor De la Hoz ha presentado una moción para que se declaren nulas las elecciones.

El diputado Lozano pide la palabra para fundar la moción; el presidente advierte:

Voy a consultar a la Asamblea, pues como ésta no es precisamente una moción suspensiva, no puedo suspender la discusión y la votación. Voy a darle la palabra al señor Lozano para que la funde.

Lozano intenta enhebrar su discurso; se lo impiden voces estentóreas de: ¡A votar!

El trámite reglamentario -explica el señor Escudero- es el siguiente: se pregunta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido. Antes tiene la palabra el señor Lozano. Si la Asamblea quiere ampliar el debate ... (voces: ¡No! ¡No!)

El diputado Moheno reclama el orden, porque, a su parecer la moción no es precisamente suspensiva; suspensiva es que se aplace la resolución de la Asamblea.

Cabrera reclama el trámite, observando:

Me permito hacer la aclaración de que el dictamen concluye con una proposición que consulta la validez de las elecciones y que, en consecuencia, dentro de ella debemos discutir la validez o la nulidad. En consecuencia, no ha lugar a una moción suspensiva, puesto que está incluida en la primera proposición del dictamen la validez o nulidad; y allí tenemos para votar en contra (voces: ¡A votar! ¡A votar!).

El presidente mantiene su trámite; el secretario pregunta si se considera suficientemente discutido el dictamen, y pide que quienes estén por la afirmativa se pongan de pie; la mayoría lo hace; el diputado Villaseñor pide que la votación se divida en dos partes; Moheno pide votación económica para la primera parte y esta parte es aprobada por 122 diputados contra 24, entre quienes llama la atención del público oír los nombres de los señores Borrego, Hay y Rivero Caloca que pertenecen al Partido Constitucional Progresista, así como los de los liberales radicales, Castelazo Fuentes, Escudero y Juan Sarabia. Especialmente este último nombre desentona dentro del grupo de abogados políticos de los hacendados tlaxcaltecas, que son en verdad los opositores a la credencial del señor Ugarte, y que, como último recurso, tratan de que sean declaradas nulas las elecciones.

Reconocidas éstas como legales, es sometida a votación la segunda parte del dictamen que propone para diputados propietario y suplente para aquel distrito a los señores Gerzayn Ugarte y Emiliano Ramírez Luna.

Votan por la afirmativa estos 96 ciudadanos:

Argüelles, Aguilar Antonio, Alardín, Alvarez del Castillo, Alvarez Pedro B., Amador, Anaya, Ancona, Aranda, Arce, Aznar Mendoza, Balderas Márquez, Barrera, Berlanga, Borrego, Cabrera Alfonso, Cabrera Luis, Cárdenas, Carrillo, Carrión, Castellanos César, Castillo Calderón, Castillo Ledón, Castillo Negrete, Cortina, Cravioto, Curiel, Delhorme y Campos, Díaz Mirón, Domínguez Villarreal, Elorduy, Estrada, Esquerro, Farrera, Galicia Rodríguez, De la Garza, Gea González, Gómez Mauricio, González Flavio, Guzmán, Hernández Antonio J., Herrera Próspero, Jara, Lomelí, López Emilio, López Jiménez, Luna Enríquez, Llaca, Llano, Malo y Juvera, Mayoral, Méndez, Mendívil, Morales, Moya Zorrilla, Muñoz Ignacio, Murguía, Munguía Santoyo, Navarro Luis T., Navarro Tranquilino, Ordorica, Orive, Ortega, Ortiz Rodríguez, Ostos, Padilla, Palavicini, Palomino, Páscoe, Peña Francisco, Pérez Vicente, Ramírez Martínez, Ramos Roa, Rendón, Ríos, Rivera Cabrera, Rivera Felipe, Rivero Caloca, Rodiles Maniau, Rovelo Argüello, Santos Samuel M., Sarabia, De la Torre, Torres Joaquín, Valle J. Felipe, Vásquez, Velásquez, Verdugo Falques, Vergara, Vicencio, Villasana, Villa señor Manuel F., Zapata, Zavala, Zubaran y Zubiría y Campa.

Por la negativa se pronuncian 47 diputados cuyos nombres son:

Aceves, Alva, Bello, Camarena, Carvajal, Castelazo Fuentes, Castellanos Abraham, Castellot, Chaparro, Díaz Infante, Escudero, Galindo y Pimentel, García Naranjo, García Ramos, González Garza, González Rubío, Grajales, Hoz, León, Leyva, Lozano, Llave, Macías, Maldonado, Martínez Rojas, Mascareñas, Moheno, Montaño, Mora Castillo, Moreno Arriaga, Múgica Leyva, Muñoz Ruiz, Núñez y Domínguez, Oropesa, Ortiz Sánchez, Puig, Ramírez, Ríveroll, Rodríguez Bonifacio, Ruiz Gonzalo, Silva Herrera, Tamariz, Torres Rivas, Varela, Vargas Galeana y Zetina.

En el ánimo de los concurrentes queda la impresión de que ha sido éste uno de los combates más briosos que en el seno de la XXVI Legislatura han librado y seguirán librando dos tendencias ineluctablemente irreconciliables: El Latifundio y la Reforma Agraria.

En corrillos de quienes van desalojando las galerías se comenta con desconcierto el voto de González Garza por la causa de los terratenientes, y con beneplácito la rectificación que hizo el veterano revolucionario Sarabia, al votar finalmente en favor de los candidatos del Partido Antirreeleccionista.

Indice de Instalación de la XXVI legislatura Recopilación y notas de Diego Arenas GuzmánCAPÍTULO VIGËSIMO PRIMERO- La Revolución se ha desorientado, afirma el diputado Sarabia CAPÍTULO VIGÉSIMO TERCERO - Último debate sobre credenciales de diputadosBiblioteca Virtual Antorcha