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LA MUERTE VIOLENTA DE UN SENADOR

Vito Alessio Robles

CAPÍTULO SÉPTIMO



LOS TARDíOS Y ADORMECIDOS ESCRÚPULOS DE VASCONCELOS

Transcurrían días y más días y, no obstante las caldeadas protestas y promesas del Presidente Obregón, ninguna de las múltiples policías existentes en aquellos tiempos había descubierto la más insignificante pista de los asesinos de Field Jurado y de los plagiarios de los senadores Ildefonso Vázquez, Enrique del Castillo y Francisco J. Trejo. y todo el mundo repetía los nombres de los autores intelectuales y materiales de tan escandalosos delitos, pero nadie quería tomarse la molestia de denunciarlos a las autoridades policíacas o judiciales porque temían, y con razón, que tal proceder entrañaba muy serios peligros. Los polizontes, jueces y agentes del Ministerio Público sabían circunstanciadamente cómo se habían cometido tales delitos pero fingían la más supina ignorancia.

La renuncia de Vasconcelos

Cuando se perfiló abiertamente la imposición de Calles, tramada por Obregón, y salieron del gabinete, en 1923, Adolfo de la Huerta y Miguel Alessio Robles, José Vasconcelos que desempeñaba la cartera de Educación Pública, a pesar de sus ligas políticas y personales con De la Huerta, se enconchó y continuó al servicio de Obregón, no obstante que nadie ignoraba que desde hacía mucho tiempo el ministro filósofo estaba distanciado de Calles y de Morones, que en aquellos días ejercían una influencia incontrastable.

Pero con motivo del asesinato de Field Jurado, Vasconcelos se consideró constreñido a presentar su renuncia, aunque tal actitud permanecía ignorada para el público lo mismo que las comunicaciones cambiadas con tal motivo, que sólo fueron conocidas con la exhibición de una fotocopia de la respuesta de Obregón, que Vasconcelos repartió con recato entre algunos de sus amigos a principios de 1925, cuando Obregón había dejado el poder. Parece que la respuesta de Obregón tuvo la virtud de adormecer los escrúpulos de Vasconcelos, pues por varios meses continuó desempeñando la cartera de Educación Pública y no se separó de ella sino hasta las postrimerías de la administración del caudillo sonorense, pero entonces la renuncia fue hecha con motivo de haber aceptado su candidatura para gobernador del Estado de Oaxaca, en cuyas elecciones iba a contender con el profesor Onofre Jiménez.

Los escrúpulos del filósofo

Aunque no se conoce el texto de la primera renuncia de Vasconcelos, porque su gallarda actitud permaneció ignorada, sí podemos saber cuáles fueron los escrúpulos y motivos que la originaron, por la respuesta del mismo Obregón. Del texto de ésta se desprende que Vasconcelos renunció a raíz del asesinato de Field Jurado por lo siguiente:

1° Porque nunca había estado ni podía estar de acuerdo con gentes que en aquellos días más que nunca tenían influencia preponderante en el Gobierno.

2° Porque se habían reducido los presupuestos de la Secretaría de Educación Pública.

3° Por los atentados que se acababan de cometer.

La habilidad de Obregón

En nuestro concepto, la renuncia de Vasconcelos debería haber omitido, por ociosos e impertinentes, los dos primeros motivos. En efecto, había durante largos tres años y medio compartido las responsabilidades de la administración, entre ellas muchos asesinatos, con Obregón, con Calles y con Morones. Siendo ministro fueron asesinados los generales Vizcaíno, Pruneda, Lucio Blanco y muchos otros.

Obregón rebatió hábilmente este escrúpulo en forma de un reproche, diciendo textualmente:

El hecho de que usted no haya sentido afinidad política con algunas de las personas que tienen ascendiente en la actual administración no puede ser motivo que justifique su renuncia sin que antes y con la plena autorización que de mí tiene, me hiciera ver Ud. en qué forma las personas a que se refiere menguan la moral de la Administración Pública y constituyen un motivo de rubor para mis colaboradores.

De esto se desprende con claridad que Obregón había autorizado expresamente a Vasconcelos para que le señalara las lacras e inmoralidades de la administración y que el ministro filósofo en el largo lapso comprendido entre los años de 1920 y principios de 1924 siempre se abstuvo de hacerlo.

La contestación de Obregón equivalía a decirle:

Tú has estado solidarizado conmigo y con todos mis colaboradores durante más de tres años y medio sin que haya mediado la más insignificante protesta por sus actos y por los míos y, por tanto, tus escrúpulos de ahora resultan retardados.

El escrúpulo de los dineros

Nadie puede negar que la administración de Vasconcelos al frente de la Secretaría de Educación Pública fue honesta y que él personalmente no distrajo un solo centavo en beneficio propio. Sólo puede culpársele de haber sido un mal administrador, del desbarajuste que reinó en su secretaría, de la protección dispensada a muchos literatos centro y sudamericanos, que a la postre se convirtieron, naturalmente, en cantores del ministro protector, de la edición de los clásicos, costosa e inútil para la difusión de cultura en un país de analfabetos y de haber aceptado de Obregón, como los demás ministros, gratificaciones ordinarias y extraordinarias, algunas de estas últimas muy crecidas, que recibieron el nombre de cañonazos.

Obregón que nunca tuvo un plan de gobierno, dejó a sus colaboradores en la más completa libertad de acción. Cada quien hizo en su secretaría lo que le plugo. Los ministros de Obregón lo fueron más que en cualquier otro período presidencial. Vasconcelos recibió del mismo Obregón y del Congreso un apoyo decidido y excepcional en cuestión de presupuestos, normados únicamente a las cantidades que él podía gastar.

Vasconcelos sabía perfectamente que a fines de 1923 el estado de la hacienda pública era desastroso. Obregón había declarado que el país se encontraba hundido en una bancarrota moral y material y aunque él atribuía la culpabilidad del desastre a Adolfo de la Huerta, este cargo era injusto, pues el único responsable era el mismo Obregón con sus despilfarros y su inmoralidad administrativa.

Además, el desastre económico se complicaba con los enormes gastos que se hacían en aquellos días para combatir a la revolución delahuertista.

Una torpeza de Vasconcelos

¿Por qué, pues, Vasconcelos, mezclaba en una renuncia que se fundaba en motivo de dignidad, la mezquina cuestión de los fondos proporcionados a la Secretaría de Educación Pública?

Fue una torpeza y grande de Vasconcelos. ¿Acaso Obregón iba a dejar que se derrumbara su administración para ministrar a la Secretaría de Educación Pública, en aquellos críticos momentos, todos los dineros necesarios para la construcción de nuevos edificios escolares, la edición de nuevos clásicos y para pagar a los rapsodos de las glorias del ministro filósofo?

El reproche era incongruente y torpe. Obregón lo contestó con una reprimenda:

El segundo motivo lo hace usted consistir en la falta de fondos. De esto tampoco me siento responsable, porque, si de mí dependiera, puedo asegurarle que tendríamos dinero para todo y la presencia de un período de crisis económica no funda la separación de un colaborador, como usted, porque esas crisis exigen una mayor solidaridad para compartirlas abnegadamente.

El sacrificio de los vínculos de amistad o de gratitud

Vasconcelos, que repartía copias fotográficas de la respuesta de Obregón, que está fechada el 29 de enero de 1924, en Celaya, nunca proporcionó copias del texto de su renuncia (1) y. por ello tenemos que seguir ateniéndonos a la respuesta de Obregón en la que se trasluce el tercer escrúpulo del mismo Vasconcelos. Este indudablemente se refirió al asesinato del senador Field Jurado y quizá al plagio de los senadores Trejo, Vázquez y Del Castillo.

Obregón, en su respuesta, expresa que ha abarcado en toda su magnitud la trascendencia de esos hechos, que ha protestado con toda dignidad contra ellos, que ha dictado todas las medidas para el esclarecimiento de los delitos y que no se detendrá ante el sacrificio que tiene que hacer de muchos vínculos de amistad y de gratitud, lo que indica que sabía perfectamente quiénes eran los responsables de los proditorios atentados. ¿O si no, como sabía que con dichos responsables estaba ligado con fuertes vínculos?

Ya hemos visto los reproches que enderezó al propio Morones por haber anunciado la comisión de los delitos y por expresar que se cometerían en defensa de la administración pública presidida por Obregón. Ahora veamos lo que dijo a Vasconcelos:

En cuanto a los atentados a que usted se refiere, usted mismo acepta que soy el primero en condenarlos y me complazco en hacerle saber que no obstante la vida por demás agitada que las continuas operaciones militares que estamos desarrollando me obligan a llevar, me he dado tiempo para abarcar en toda su magnitud la trascendencia de esos hechos. He protestado con toda dignidad contra ellos y he dictado las medidas encaminadas a desvanecerdefinitivamente toda responsabilidad que sobre la administración pública pudiera recaer sin detenerme el sacrificio que tengo que hacer de muchos vínculos de amistad y de gratitud, porque considero que el decoro de la administración pública está por encima de todos los afectos y todas las consideraciones.

Promesas vacuas de Obregón

A pesar de promesas tan claras y categóricas, Obregón nunca las cumplió. Terminó su período presidencial sin que los asesinos y plagiarios fueran molestados en lo más mínimo. Un juez hizo una farsa de averiguación, pero nadie fue detenido. La Comisión Permanente arrojó al cesto de los papeles inútiles la consignación de Morones formulada por el Senado de la República.

Vasconcelos, adormecido por las promesas de Obregón, continuó de Secretario de Educación Pública durante cuatro o cinco meses y cuando se retiró definitivamente del ministerio, aunque pudo expresar con razón que el asesinato de Field Jurado había quedado impune, no lo hizo así.


NOTA

(1) Después de publicado el anterior artículo, mi excelente y respetable amigo don Carlos R. Menéndez, Director del Diario de Yucatán, en carta fechada en Mérida en 16 de diciembre de 1935, me dijo lo que sigue:

Leyendo la interesante serie de artículos que ha venido Ud. publicando en El Día, relativos al asesinato del senador Lic. Field Jurado, veo que no conoce usted el texto de la renuncia del Lic. don José Vasconcelos, de su cargo de Ministro de Educación Pública, en el gabinete del general Obregón.

Yo tenía la seguridad de que ese documento se había publicado aquí, en Mérida; y ayer, domingo, en un rato de reposo, me propuse buscarlo en mi biblioteca, y no me costó mucho trabajo dar con él. Se publicó, en efecto, en el número 2,908 del diario La Revista de Yucatán, que dirigía yo entonces, tomo XXXII, año VIII, correspondiente al lunes 18 de febrero de 1924. El periódico citado lo tomó del diario Heraldo de Cuba, de La Habana, edición correspondiente al jueves 31 de enero del mismo año, al que le fue transcrito por cable desde la ciudad de México. Esta preferencia al Heraldo de Cuba, se explica, porque este rotativo, fundado por don Manuel Márquez Sterling, era, puede decirse, el órgano de los mexicanos desterrados en la capital de Cuba. El texto de la renuncia fue dado como auténtico; pero yo, naturalmente, no estoy en aptitud de poder garantizar tal extremo. Deseo que pueda serle de alguna utilidad.

El texto de la renuncia publicado en el Heraldo de Cuba, ocho días después del asesinato del senador Field Jurado, dice así:

Ciudad de México.
Alvaro Obregón.
Donde se encuentre.

Me veo precisado a presentar a usted la irrevocable renuncia que hago como Secretario de Educación Pública en el Gabinete de su Gobierno, en vista de los últimos acontecimientos desarrollados y que en seguida refiero.

Cuando tuve la honra de crear la Secretaría de Educación Pública me tracé un plan para hacer una verdadera obra educacional conservando mis labores alejadas por completo de todas las pasiones políticas para formar en la juventud orientaciones honradas y acabar para siempre en nuestra patria con el odio y el crimen. Satisfecho estaba al trabajar en un gobierno revolucionario que pensaba había surgido por fin después de tantos años de luchas y sufrimientos; pero hoy justamente hace diez días fue cobardemente asesinado el Senador Francisco Field Jurado, que a semejanza de Domínguez denunciara en la tribuna popular las lacras de la administración y se empleó para hacerla callar el mismo procedimiento que usara el odiado usurpador Victoriano Huerta.

A raíz de sus declaraciones, pensé que la justicia castigaría a los responsables de esta canallada que abochorna a toda la nación; pero no sólo no se les encuentra sino que falsos líderes como Morones aplauden esta acción y aún hay más: soñé que en nuestro siglo realizaríamos cuando menos en nuestra patria el ideal de Bolívar, rechazando para siempre cualquier ayuda extraña a nuestra raza para resolver problemas interiores y con profundo dolor veo que mientras no se pagan los miserables sueldos de los sufridos profesores se compran armas para sacrificar inútilmente a las estultas masas populares empleándolas para determinados fines políticos.

Al retirarme de colaborar a su lado salvo mi obra y mi honor, no participando de los procedimientos que emplea su gobierno.

José Vasconcelos.

Agradeciendo profusamente al señor Menéndez su gentileza, publico ahora lo anterior por un deber de imparcialidad, pero hago notar que en mi sentir la anterior renuncia es apócrifa y fue inventada por los desterrados delahuertistas que se encontraban en Cuba. Todo induce a hacerla creer así. En efecto, el texto de esta renuncia fue publicado en La Habana el 31 de enero de 1926, y aunque la misma carece de fecha en el propio texto se dice que hace diez días fue asesinado el senador Field Jurado. Como el asesinato de éste ocurrió el 23 de enero, la fecha correspondiente de la renuncia sería la del 2 de febrero. Además, ¿puede crerse que las oficinas del cable que en aquella época estaban sujetas a una rigurosa censura hubieran dejado pasar un mensaje tal? ¿Y puede suponerse que con los términos de dicha renuncia, Obregón hubiese tolerado siquiera un día más a Vasconcelos en el gabinete y que el mismo ministro dimitente hubiese continuado por cuatro o cinco meses más en el mismo gabinete? Además, ya hemos visto los términos de la respuesta de Obregón a Vasconcelos, fechada en Celaya, Gto., en 29 de enero de 1924, y dicha contestación se refiere a puntos que no están contenidos en el texto publicado en La Habana y que fue reproducido en Mérida.

Publicado en El Día, de México, D. F., en la edición del 12 de diciembre de 1935.
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