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LA MUERTE VIOLENTA DE UN SENADOR

Vito Alessio Robles

CAPÍTULO SEXTO



LA ACTITUD DE LA COMISIÓN PERMANENTE, EL COSTE DE LOS CARTUCHOS FABRICADOS POR MORONES Y LOS ESCRÚPULOS DE OBREGÓN

Aunque la consignación enviada por el Senado a la Comisión Permanente había sido -lo repetimos-, asaz ambigua y excesivamente tibia, los senadores la aprobaron quizá con la esperanza demasiado ingenua de que los catorce senadores que representaban a la Alta Cámara en la referida Comisión Permanente cumplieran con su deber exigiendo que la misma Permanente promoviera la convocación de un período extraordinario de sesiones para conocer del bochornoso caso y que la sección instructora del Gran Jurado dilucidara responsabilidades.

Aunque todos los senadores que integraban la Comisión Permanente eran de filiación netamente callista, esperábase que, ante la grave afrenta infligida al Senado, procurarían por todos los medios que se hiciera justicia y que el grave delito no quedara impune.

Los catorce senadores miembros de la Permanente eran: José D. Aguayo, Alfonso Cravioto, Manuel Hernández Galván, José Ortiz Rodríguez, Claudio N. Tirado, Tomás A. Róbinson, Alejandro Martínez Ugarte, Isaac M. Ibarra, Anastasio Meneses, Rafael Santos Alonso, Luis G. Monzón, Héctor F. López, Juan Espinosa Bávara y Eleazar del Valle.

Esperábase con ansiedad la resolución de la Comisión Permanente, de la cual era miembro el diputado don Luis N. Morones.

La CROM y el senador Alessio Robles

Como era de esperarse, el Comité Central de la Confederación Regional Obrera Mexicana lanzó airadas declaraciones en contra del senador Alessio Robles por los cargos que había lanzado contra Morones y lo acusaba de ser un malqueriente del mismo Morones porque, según se decía en las mismas declaraciones, Alessio Robles pretendía el cargo de Jefe del Departamento de Establecimientos Fabriles Militares.

La acusación era torpe y falsa de toda falsedad. Nunca, ni directa ni indirectamente, pretendí tal jefatura, la que hubiera tenido que trocar, primero, por la de diputado y gerente y director del diario El Demócrata, y, después, por la de senador por Coahuila y la de director-gerente del mismo diario.

Contesté las burdas y calumniosas declaraciones inspiradas por Morones, señalando que nunca había deseado tal puesto, que parecía vitalicio en manos del mismo Morones, ya manejado por él o por interpósita persona, y que no había aspirado a él porque creía que para desempeñarlo se necesitaban profundos conocimientos en mecánica, química, siderurgia y balística, que confesaba no poseer, además de grandes dotes industriales, financieras y administrativas. Agregué que nunca había pretendido tal puesto porque había hecho siempre amplia profesión de fe socialista, de verdadero socialista, no de embaucador de obreros engañados, y que consideraba ridículo que un socialista de principios se dedicase a fabricar armas, pólvoras y cartuchos para que se matasen entre sí mexicanos humildes.

La torpe e inmoral administración de los Establecimientos Fabriles Militares

A partir de 1920, los Establecimientos Fabriles Militares habían sido convertidos en feudo del adamantino líder don Luis N. Morones. Obregón y Calles se los habían dado en propiedad. Allí era rey y señor, y su administración había sido notoriamente torpe e inmoral.

Yo, en cumplimiento de mi deber, había censurado los procedimientos de Morones en mi carácter de periodista y de diputado, primero, y de senador, después. En 1921, como presidente de la Primera Comisión de Guerra de la Cámara de Diputados, exigí que se me rindiese un informe detallado de la producción y costo de los cartuchos para fusil fabricado sen el segundo semestre del año de 1920, época en la que los dichos Establecimientos Fabriles dependieron directamente del mencionado líder. El resultado de la administración moroniana fue desastroso para la nación, pues el Departamento de Artillería de la Secretaría de Guerra hizo un estudio completo y minucioso de dicha producción, especificando detalladamente los diversos materiales consumidos, el coste de la luz y fuerza y de los salarios del personal directivo, administrativo y obrero y el de la servidumbre, sin incluir intereses del capital invertido, capitalización y alquiler de edificios.

De estos documentos, que existen originales en el archivo de la Cámara de Diputados y de los cuales tengo copias debidamente certificadas, se desprende con claridad meridiana que la Fábrica de Cartuchos N° 1 gastó en el período comprendido entre el 19 de julio y el 31 de diciembre de 1920, la cantidad de $ 501,224.15 y produjo en el mismo lapso 2.576,000 cartuchos. Cada cartucho fabricado por el señor Morones salió costando la enorme suma de veintidós centavos noventa y cinco centésimos de centavo. La Fábrica de Cartuchos número 2 gastó en el mismo período $ 390,226.19 Y produjo 2.275,000 cartuchos sacando de coste cada cartucho diecisiete centavos ciento cincuenta y dos milésimos de centavo.

Cada cartucho no debería costar más de cinco centavos, suponiéndolos de excelente calidad y muy superiores a los fabricados por Morones. Al precio mencionado, los 4.851,000 cartuchos producidos por las dos fábricas hubieran importado $ 242,550.00. La diferencia entre esta última cantidad y $ 981,450.35 gastados en seis meses en las fábricas mencionadas para producir el número total de cartuchos arriba especificado, $ 738,900.34, indica la enorme cantidad que en sólo dos fábricas costó a la nación, de una manera indebida, la torpe e inmoral administración del opulento líder. ¡Más de setecientos mil pesos robados o despilfarrados en las dos fábricas de cartuchos en un período de un semestre!

Lluvia de protestas

En la Comisión Permanente se recibió una lluvia de protestas en contra del senador Alessio Robles por los conceptos vertidos en contra del diputado Luis N. Morones. El Comité Central de la CROM dirigió circulares a todas las agrupaciones obreras incitándolas para que protestasen en contra mía. Las agrupaciones obreras y campesinas de Coahuila, de las cuales era representante en el Senado, me enviaron las circulares de la CROM y me pidieron les explicase los motivos de mi conducta. Lo hice con toda amplitud y quedaron satisfechas.

Pero los demás obreros engañados por Morones, me colmaron de epítetos, llamándome enemigo del proletariado, asesino de obreros, impostor, etc., etc. Se preconizó la aplicación de la famosa acción directa en contra mía.

La consignación de Morones, al cesto

Por fin la Comisión Permanente del Congreso de la Unión iba a decidir sobre la consignación de Morones. Fue en la sesión del 2 de febrero de 1924 (1). Se abrió la sesión con una asistencia de veinticuatro diputados y senadores que luego aumentó hasta veintisiete. Sólo faltaban dos para reunir el número total de miembros de la Permanente.

Se leyeron muchos documentos sin incluir en la lectura la consignación hecha por el Senado, se eligió un magistrado de la Suprema Corte de Justicia y se designó un gobernador interino del Estado de Tamaulipas, se tomó la protesta de ley a los dos funcionarios nombrados y, al final, en contravención con lo prevenido en el reglamento, el secretario Vázquez dio lectura a la tibia consignación hecha por la Cámara de Senadores. El trámite propuesto por la Presidencia fue el de Recibo, equivalente a un rotundo carpetazo. Ninguno de los senadores presentes hizo ninguna moción o protesta y el presidente levantó la sesión.

Ya para la fecha se habían calmado seguramente los escrúpulos y los ardores del Presidente Obregón, contenidos en sus protestas que ya conocemos, y en una carta dirigida al propio Morones, que dice así:

Una carta de Alvaro Obregón a Morones

Celaya, Gto., enero 25 de 1924.
Señor diputado Luis N. Morones.
Cámara de Diputados.
México, D. F.

Muy estimado amigo:

Durante dos días he sostenido una lucha interna en la que han contendido por un lado, el deber, y por otro, la amistad y la gratitud; amistad, para el viejo y buen amigo y gratitud para el ciudadano viril que ha compartido conmigo muchas amarguras y muchos peligros para sostener la misma causa; y he llegado a la conclusión de que la voz del primero debe ejercer su más completa autoridad sobre todos y cada uno de mis actos.

Yo no quiero dudar ni por un solo momento de la sana intención que a usted le inspiró la declaración pública que hizo en un viril discurso, en que vigorosamente defendió a la actual Administración; pero aquella declaración, que anunciaba los desgraciados sucesos que posteriormente ocurrieron arroja una solidaridad sobre el Gobierno que presido que, de aceptarla sería su ruina moral y causaría más daños, seguramente, que la traición de los Estrada, Sánchez y Maycotte.

Cuando yo leí su discurso, creí, sinceramente se lo digo, que se trataba de una hostilidad como acostumbran las organizaciones obreras, pero nunca creí que se llegara a semejantes hechos; no sólo creo con la misma sinceridad que usted no inspiró actos de esta naturaleza, pero el público tiene la obligación de juzgar los hechos por la apariencia que presentan, mientras no se esclarezcan lo suficiente para deslindar responsabilidades.

Aun cuando usted no ocupa ningún puesto en la actual Administración y su colaboración ha sido espontánea y sin más mira que la de ayudar entusiasta y sinceramente a la elaboración de los elementos necesarios para la organización militar que se ha llevado a cabo, he llegado a la conclusión de dirigirme en lo sucesivo directamente a quien está encargado, con carácter de interino, de los Establecimientos Fabriles, para que quede de hecho así establecida una independencia entre usted y la Administración que presido, que quite a los enemigos del Gobierno el arma que están esgrimiendo de que esos atentados fueron anunciados e inspirados por un alto funcionario de la Administración Pública; rogándole solamente que estudie a conciencia mi situación y me diga si estoy en lo justo (2)).

Que las organizaciones sociales ejerzan represalias contra los partidos políticos que les han asesinado líderes como Felipe Carrillo Puerto y muchos otros, es asunto que a mí no me corresponde resolver personalmente; pero con mi carácter de autoridad me corresponde tratar de impedirlas y consignar a los autores a las autoridades respectivas cuando esos actos se realicen; pero que aparezca un Gobierno constituido aplicando esas medidas para deshacerse de sus enemigos políticos; es algo que no cabe dentro de mi conciencia y que figuraría como una mancha sobre mi vida pública a la que he destinado toda mi buena fe y toda mi moral.

Yo me he sentido más obligado que nunca para conservar la más estrecha solidaridad con usted y los míos, en estos momentos en que la reacción usa todas las annas de la infamia y de la traición para confundirnos, pero creo fundadamente que se faltó a la mutua consideración que nos debemos al anunciar que en defensa del Gobierno se ejecutarían actos de esa naturaleza y ejecutarlos después, sin sondear previamente mi sentir personal, máxime recordando haber desaprobado actos de mucha menor significación, los que con el mismo carácter se me consultaron por usted.Aunque Morones era diputado, continuaba manejando, por medio de hombres de paja, los Establecimientos Fabriles Militares. En esta carta se comprueba que el Presidente de la República se entendía con él para todo lo relacionado con dichos establecimientos.Le envío un saludo afectuoso y me suscribo, como siempre, su atento amigo y S.S.

Alvaro Obregón.

¡Esta carta es un obelisco! ¡Es una melosa y contradictoria misiva en la que reprocha a Morones haber ejecutado actos criminales después de haberlos anunciado! ¿Si no hubiese existido el previo anuncio, hubiera cambiado la ilicitud del cobarde atentado?


NOTAS

(1) Era presidente de la Comisión Permanente el diputado Lic. Emilio Portes Gil.

(2) Aunque Morones era diputado, continuaba manejando, por medio de hombres de paja, los Establecimientos Fabriles Militares. En esta carta se comprueba que el Presidente de la República se entendía con él para todo lo relacionado con dichos establecimientos.

Publicado en El Día, de México, D. F., en la edición del II de diciembre de 1935.
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