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LA MUERTE VIOLENTA DE UN SENADOR

Vito Alessio Robles

CAPÍTULO OCTAVO



LOS CONVENIOS DE BUCARELI Y LOS REPAROS DE LA MINORÍA COOPERATISTA

Se desprende claramente de las amenazas hechas públicas por Luis N. Morones y de los proditorios hechos ocurridos, que el gobierno de Obregón tenía gran empeño en la aprobación de las convenciones, la especial y la general, emanadas de los tratados de Bucareli, convenciones que ya habían sido aprobadas por el Senado de los Estados Unidos de Norteamérica; que la obstrucción de los senadores cooperatistas había irritado grandemente a los obregonistas y a los callistas; que el asesinato de Field Jurado y el plagio de otros tres senadores, ocurridos simultáneamente y obedeciendo a un plan bien premeditado, se debían al deseo de completar el quórum con los senadores suplentes, los que ya habían sido llamados y deambulaban como almas en pena por el salón de pasos perdidos de la Cámara de Senadores.

Era evidente que la administración obregonista tenía gran empeño en la rápida aprobación de las dos convenciones. Con ello mostraría su fuerza moral al gobierno norteamericano y, lo que era más importante en aquellos momentos de la revolución delahuertista, estaría capacitada para obtener armas, cartuchos y hasta aeroplanos que la administración estadounidense vendió a crédito al gobierno mexicano para domeñar al movimiento de rebelión.

Pero las cosas pasaron de otro modo, aunque con resultado idéntico al que se esperaba. Obregón se asustó ante la magnitud de los delitos cometidos y los senadores obregonistas no se atrevieron a llamar a los suplentes de los senadores secuestrados y a los de los que se vieron constreñidos a ocultarse. Los senadores Trejo, Vázquez y Del Castillo fueron liberados días después.

La minoría cooperatista intimidada

Era evidente que con los delitos cometidos, los senadores que formaban la minoría cooperátista se habían intimidado, y con razón. Algunos de ellos se ocultaron para no ser objeto de atentados semejantes. Los restantes, mediante pláticas con los senadores callistas, accedieron a concurrir a juntas informales en las que podrían presentar sus reparos y escucharían las explicaciones del Subsecretario de Relaciones Exteriores licenciado Aarón Sáenz.

En los últimos días de enero se efectuaron varias de esas juntas, en las que el Subsecretario de Relaciones explicó ampliamente el fundamento y alcance de las cláusulas de cada una de las dos convenCIOnes.

Transacción innocua

Primeramente fue aprobada la convención especial, que se refería únicamente a las reclamaciones de los ciudadanos norteamericanos contra la nación mexicana; pero la convención general, que señalaba los procedimientos a seguir y la forma de aquilatamiento tanto de las reclamaciones de los mexicanos a los Estados Unidos como de los norteamericanos a México, encontró grandes reparos por parte de los cooperatistas. Estos pretendieron que se alteraran los términos de lagunas de las cláusulas, pero las modificaciones sugeridas por ellos encontraron gran oposición por parte de los senadores callistas, quienes alegaron que habiendo sido aprobadas las convenciones por el Senado norteamericano, alterar cualquiera de sus cláusulas equivalía a no ratificarlas.

Después de muchas pláticas de avenimiento y de largas discusiones se llegó, por fin, a una transacción innocua: las cláusulas quedarían tales como estaban y sólo se cambiaría la parte expositiva del dictamen respectivo, asentando en ella que los convenios no son ni pueden ser contrarios a la Constitución.

La sesión del 1° de febrero de 1924

Con este arreglo, se efectuó bajo la presidencia del senador Tomás A. Róbinson, la sesión secreta de 1° de febrero de 1924, con asistencia del Subsecretario de Relaciones Exteriores don Aarón Sáenz. Como con antelación se había presentado el dictamen, fue necesario retirarlo para cambiar su parte expositiva, y con tal motivo don Fernando Iglesias Calderón, senador por el Distrito Federal y miembro de la Comisión de Relaciones, correcto y aristócrata, con su barba blanca cortada en punta, sus manos provistas de largas uñas cuidadas con esmero y su decir pausado y solemne, tomó la palabra para expresar que él no pertenecía a ninguno de los dos bloques de la Cámara, pues que, por ser un senador suelto y por mi carácter de liberal clásico, no se consideraba obligado con los compromisos celebrados por los dos bloques, pero que animado de un gran espíritu de cordialidad, había consentido en la modificación de la parte expositiva del dictamen, reafirmándose en su criterio de que estas convenciones son convenientes para la patria y en nada se oponen a la Constitución.

Las objeciones de los cooperatistas

Cambiado el dictamen y puesto a discusión, tomó la palabra el senador nayarita don Francisco J. Trejo para presentar los reparos de la minoría cooperatista. Las objeciones de Trejo fueron esencialmente las que siguen:

Que de acuerdo con las convenciones, los dos países renunciaban al principio de derecho internacional de agotar los remedios legales como condición previa para la validez de cualquiera reclamación.

Arguyó Trejo que tal renuncia la estimaba la minoría como un serio peligro porque suponía el abandono de la práctica diplomática consistente en que las reclamaciones se hiciesen sólo por denegación definitiva de justicia, y que ello podría original, mientras funcionara la comisión mixta, que se presentaran reclamaciones eludiendo la jurisdicción de los tribunales mexicanos. Agregó que con ello se establecía una práctica favorable, un fuero especial para los norteamericanos.

La segunda objeción consistió en que las reclamaciones por daños causados a ciudadanos que tuvieran derecho o interés substancial en alguna negociación, sociedad o compañía, podría dar lugar, dada la forma en que se organizan las sociedades americanas, a que se vulnerasen nuestras disposiciones legales, exponiéndose México al peligro de que las matrices o filiales de dichas compañías sirvieran de conducto para que, por daños sufridos por sociedades mexicanas, se exigiesen responsabilidades a pretexto de suplemento de fondos, préstamos, etc.

El tercer reparo de Trejo se fincó en el temor serio de que, por virtud de las convenciones, la deuda internacional de México se convirtiese en motivo de reclamación por los daños causados en virtud de no pagarse puntualmente los réditos y cantidades destinadas a la amortización.

El cuarto escrúpulo radicó en que no se estipulasen ni plazo ni de pagos para las reclamaciones falladas por la comisión mixta.

El quinto reparo consistió en la estipulación de que cada uno de los dos países contratantes debería pagar por mitad los gastos originados por la comisión mixta.

La sexta y última objeción se basó en la autorización para ampliar o prorrogar el término de funcionamiento de la misma comisión mixta.

El quórum y las objeciones de Cabrera

Trejo creyó de su deber explicar la conducta de la minoría al no dar quórum para la aprobación de los convenios. Dijo que dicha minoría se propuso no completar el quórum, produciendo con ello momentos de expectación que llegaron a culminar en agresiones, pero que había llegado ya el momento en que el Senado hubiera logrado integrar su quórum a base de suplentes, y que la minoría, consciente de las obligaciones que tiene ... quiso venir a cumplir con su deber y a evitar que los suplentes llamados, sin preparación, sin conocimiento del asunto ... y sin poder señalar, para que el Ejecutivo, en un esfuerzo sano de patriotismo y de defensa nacional procurara en ulteriores ocasiones, en ampliaciones a estos convenios o en arreglos complementarios, atenuar en algo los peligros que ha señalado la minoría ... De esta manera, la minoría cumple con su deber, no dejando que su puesto se le usurpe ...

Para terminar, expresó que en aquellos momentos había recibido un estudio de un ciudadano mexicano y pidió que la secretaría le diese lectura. Una vez efectuada ésta, agregó Trejo que no se imaginaba que dicho estudio -que después se aclaró se debía al licenciado don Luis Cabrera-, ampliaría todos los puntos de vista sostenidos por la minoría e incluyera otros aspectos nuevos.

Objeciones presentadas en forma dramática

El subsecretario Sáenz manifestó que las objeciones presentadas por Trejo habían sido robustecidas en forma verdaderamente efectista por el escrito de Cabrera, quien las presentaba en forma dramática.

El mismo subsecretario rebatió cada una de las objeciones. Para la primera de Trejo, reforzada por Cabrera, manifestó que, según los impugnadores, se temía el establecimiento de un tribunal especial para estudiar los casos relacionados con los ciudadanos norteamericanos, arguyendo que el convenio era recíproco y que concedía iguales derechos a los ciudadanos mexicanos y agregó que dentro de nuestra legislación, de nuestra vida política, existían ya tribunales especiales, refiriéndose entre otros a la Comisión Nacional de Reclamaciones, creada, según entiendo, por el mismo licenciado Cabrera, siendo Secretario de Hacienda y Crédito Público, en el gobierno del señor Carranza.

Después habló sobre los requisitos que establecían las convenciones para que los ciudadanos norteamericanos pertenecientes a compañías o sociedades pudiesen hacer reclamaciones y a continuación se extendió sobre la impugnación de que el artículo noveno de la convención general contrariaba el artículo veintisiete de la Constitución, porque este último expresa que las expropiaciones pueden hacerse sin pagar inmediatamente su valor, mientras que el artículo noveno obliga a que todas las expropiaciones se paguen inmediatamente, creando así un privilegio para los ciudadanos norteamericanos.

El subsecretario Sáenz defendió el punto en la siguiente forma, textualmente:

El razonamiento es falso, porque no es cierto que el artículo 27 permita que se hagan las expropiaciones sin pagar su justo valor, al hacerse aquéllas. Al contrario, la regla general establecida por el artículo 27 es que la expropiación se haga mediante indemnización, lo cual interpretado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación significa, al mismo tiempo o simultáneamente.

Agregó que el Ejecutivo Federal, para facilitar el desarrollo de su política agraria, había obtenido del gobierno norteamericano una declaración para aceptar el pago de bonos en las dotaciones y restituciones de ejidos.

Sobre la fijación de plazos para el pago, dijo que la cantidad fallada por la comisión mixta tendría que fijarse al terminar el estudio de todas las reclamaciones y que para el plazo tendría que mediar un arreglo. El señor Sáenz consideró ociosas las restantes objeciones, señalando que las convenciones no sólo eran peligrosas para México sino convenientes por todos conceptos.

La agresividad de don Fernando Iglesias Calderón

El debate podía darse por terminado, pero don Fernando, siempre apacible y ponderado, se irguió tonante para enderezar un ataque a fondo contra la minoría por haberse resistido a completar el quórum. Recordó que él cuando formó parte del grupo de los famosos dieciséis senadores que se negaron a integrar el quórum para la elección de magistrados de la Suprema Corte de Justicia, lo hizo para impedir que el más alto tribunal de la República quedara supeditado al Partido Cooperatista. Agregó: aunque reconozco que de buena fe creían los señores senadores de la minoría que es antipatriótico este convenio, eso no es notorio, más bien sería notorio lo contrario. Luego argumentó con amplitud sobre las ventajas de la convención.

La agresión de Iglesias Calderón contra el Lic. Luis Cabrera

Don Fernando se encontraba completamente transformado y los senadores lo mirábamos sorprendidos cuando al terminar su discurso apologético para los convenios, dijo con voz airada y tonante y con gesto enérgico:

Y únicamente me voy a permitir agregar -ya que la minoría ha alardeado tanto de patriotismo-, que, a mi entender, el patriotismo no consiste en evitar que nuestro país pague una cantidad menor de la debida, sino que pague precisamente lo que debe.

Y levantando la voz y las manos, en tono patético, agregó-:

¡Que antes que el interés está el honor de la Nación, pues no debemos seguir la política preconizada por don Luis Cabrera, la de trampa adelante! ¡Además, ya que he mencionado el nombre de tan nefasto personaje, añadiré que muchas de las indemnizaciones que México tendrá que pagar, conforme a la convención especial, serán por culpa suya; porque él, pregonando el perverso apotegma de la revolución es la revolución, incitaba a los jefes militares a que cometieran toda clase de atropellos y de crímenes!

Habló todavía el senador Pedro de Alba para rectificar algunas apreciaciones del anciano don Fernando, y la convención general de reclamaciones fue aprobada por veintiocho contra catorce votos de la negativa.

Convenios manchados con sangre y con secuestros

Los convenios fueron aprobados, pero para su ratificación hubieron de mediar la sangre de un senador, el secuestro de otros tres y la persecución para algunos más. El hecho constituía un indeleble borrón para la administración obregonista. Y como si se pretendiera que estas circunstancias verdaderamente bochornosas figuraran en la misma acta de la sesión, el senador Pedro de Alba habló de la política de concordia y de entendimiento practicada por todos los senadores, política que se interrumpió durante algunos días en que parecían extremarse las pasiones, la malevolencia y el celo de algunos representantes (algunos senadores, a quien se atribuyó siempre una funesta participación en el asesinato de Field Jurado, palidecieron), que parecían equivocar los caminos del compañerismo; y un hecho nefasto, bochornoso y cruel vino a establecer de nuevo la solidaridad. Fundándose en estas palabras condenatorias, el senador De Alba pidió que se entregasen a los familiares de Field Jurado cinco mil pesos.

Senadores ocultos y dineros para que se fueran los suplentes

Y no contento De Alba con sus terribles palabras admonitorias, pidió que el Senado autorizara los gastos consiguientes a viajes y demás menesteres que se les tengan que dar a los suplentes que, por fuerza de esta tirantez, han tenido que venir, y demostrar con esto alguna consideración para los compañeros que no están presentes y no dades entrada a sus suplentes, ya que no hay que establecer entre sus miembros la política de represalias y de odios africanos que en otras actividades se han establecido ... que no se extreme y vuelva más difícil la situación, de por sí delicada y penosa, de muchos compañeros que se han visto obligados a ocultarse por la fuerza de las circunstancias, circunstancias que se vieron tan ampliamente justificadas después, a fin de que no se les prive de su condición de senadores ...

Las dos proposiciones de Pedro de Alba fueron aprobadas.

Publicado en El Día, de México, D. F., en la edición del 13 de diciembre de 1935.
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