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LA MUERTE VIOLENTA DE UN SENADOR

Vito Alessio Robles

CAPÍTULO QUINTO



UN BALDÓN PARA EL GOBIERNO Y PARA EL PRESTIGIO DE LA REVOLUCIÓN

Después de mi peroración habló el senador Labastida Izquierdo apoyando mi proposición y para fundar sus votos reprobó enérgicamente el asesinato de Field Jurado.

Nadie se atrevió a impugnar la moción y fue votada por unanimidad, aunque, y ello se transparentaba, muchos de los senadores lo hicieron a regañadientes.

El Presidente Róbinson comisionó al senador Alfonso Cravioto para que redactase la consignación y a mí para que hiciera igual cosa con la protesta. Para dar tiempo a la redacción de ambos documentos y para esperar que regresasen los comisionados que se acercaron al Secretario de Gobernación y al Procurador General de Justicia, se concedió un receso de media hora.

Reanudada la sesión se aprobaron por unanimidad de votos los términos de la protesta, que fue breve y que estaba redactada así:

El Senado de la República protesta de la manera más enérgica por el incalificable atentado de que fue víctima uno de sus honorables miembros, el C. licenciado Francisco Field Jurado, segundo senador por el Estado de Campeche.

Salón de Sesiones de H. Cámara de Senadores.
México, D. F., a 23 de enero de 1924.
Los secretarios, J. D. Aguayo, J. M. Ugarte.

Una tibia y ambigua consignación

El senador Cravioto presentó su proyecto de consignación, el que fue impugnado desde luego por el senador Matías Ruvalcaba, quien lo tachó de ambiguo y tibio, augurando que, redactado en esa forma, iría indudablemente al cesto de los papeles inútiles y no se obtendría el castigo de los culpables.

Cravioto defendió su proyecto de consignación arguyendo, en aquellos momentos en que no se había respetado la inmunidad parlamentaria, que el artículo 61 de la Constitución consagraba la inviolabilidad de las opiniones de los diputados y senadores manifestadas en el desempeño de sus cargos y que jamás podrían ser reconvenidos por ellas. Agregó que consideraba ocioso el que se consignaran al Gran Jurado los discursos del diputado Luis N. Morones, pues que si se establecía ese precedente, debería recordarse que en la tribuna parlamentaria se habían dicho cosas peores y rememoró el famoso discurso de Palavicini bautizado con el nombre de discurso de las cabezas. Terminó diciendo-:

Nosotros no somos jueces, no podemos exigir responsabilidades y, en consecuencia, no tenemos más obligación que consignar los hechos al Gran Jurado y debe entenderse que sólo podemos consignar y no acusar, ya que esto toca a los tribunales conforme al derecho establecido.

Fue aprobado el tibio proyecto de consignación. Quedaba la esperanza de que los catorce senadores que representaban a la Cámara Alta en la Comisión Permanente cumplieran con su deber. La consignación quedó en los siguientes términos:

El Senado de la República se ha servido acordar la consignación a la Comisión Permanente, como tenemos el honor de hacerlo, para los efectos a que haya lugar, de los números de los periódicos siguientes: de El Diario, los correspondientes a los días 21 y 23 del corriente mes, y de Excélsior y El Demócrata, los números del 2l.

Salón de Sesiones de la H. Cámara de Senadores.
México, D. F., 23 de enero de 1924.
Los secretarios, J. D. Aguayo, J. M. Ugarte.

Una encendida protesta de Obregón

El Presidente Obregón, el día del asesinato de Field Jurado y del secuestro de tres senadores, inspeccionaba los movimientos de tropas destinadas a combatir a los rebeldes de Jalisco, y recorría incesantemente las fértiles tierras del Bajío, en aquel palacio rodante que se llamaba El tren amarillo, el más suntuoso del mundo y cuyo lujo y sibaritismo sólo fueron eclipsados después por otro sibarítico convoy ferroviario mexicano, El Tren Olivo.

El mismo día, Obregón desde Celaya envió telegráficamente una encendida protesta y una excitativa formal y urgente para que el Procurador General licenciado don Angel Alanís Fuentes y el gobernador del Distrito senador don Abel S. Rodríguez pusieran todos los medios de que disponían con objeto de descubrir y castigar a los autores de aquellos delitos que constituían una vergüenza para las autoridades.

Celaya, Gto., 23 de enero.
Depositado a las 22.10.

Con profunda tristeza y con vergüenza, acabo de enterarme por su atento mensaje, de la suerte que corrió el ciudadano senador Francisco Field Jurado y del secuestro del ciudadano senador Ildefonso Vázquez.

Ya diríjome a Procurador General y al ciudadano gobernador del Distrito, para que interpongan todos medios de que disponen, con objeto de descubrir y castigar a los autores de semejantes delitos que constituyen una vergüenza para autoridades que por ministerio de la ley estamos obligados a dar garantías que mismas leyes otorgan.

Es urgente tomar medidas para impedir actos de esta naturaleza que constituyen un motivo de vergüenza.

Ejecutivo a mi cargo está resuelto a no tolerar un solo acto anárquico que signifique una mengua para las instituciones que nos ngen.

Afctte.

Presidente de la República.
Alvaro Obregón.

Este mensaje ardoroso no tiene el nombre de la persona a quien fue dirigido. Apareció en El Demócrata de 24 de enero de 1924.

El pésame de Obregón a la Cámara de Senadores

El general Obregón, desde Celaya, consideró necesario enviar su pésame a la Cámara de Senadores y lo hizo el 25 de enero en un mensaje que constituye otra inflamada protesta por los atentados cometidos y una promesa solemne de castigar a los culpables. Pero dicho telegrama se lo guardó el presidente del Senado don Tomás A. Róbinson y ocultó su contenido a los senadores. A pesar de que el Senado se encontraba en un período de sesiones extraordinarias, nunca fue leído ni se publicó en el Diario de los Debates, sino hasta mucho después, en 15 de octubre del mismo año, fecha en que pedí fuera leído para que se insertase en dicho Diario de los Debates. Dice así:

Telegrama procedente de Celaya, Gto., a bordo tren presidencial, 25 de enero de 1924.

Al conocer los incalificables atentados perpetrados en los ciudadanos senadores Francisco Field Jurado e Ildefonso Vázquez apresúrome a presentar mis más sinceras frases de condolencia esta Alta Cámara, protestándole que todos los medios de que dispongo como Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, serán interpuestos para esclarecer responsabilidades y entregar a la justicia a los responsables. Ni como gobernante emanado de una revolución, ni como revolucionario, podré permitir actos de esta naturaleza, que en los años de lucha no habíamos registrado, y que constituyen un baldón para el prestigio de la Revolución misma y de los hombres que estamos obligados a velar por el imperio de nuestras instituciones.

Alvaro Obregón.

Los senadores plagiados

La Secretaría de Gobernación ofreció el mayor empeño en la persecución de los asesinos y plagiarios y hasta emprender gestiones para que fuesen libertados estos últimos cuyo paradero se ignoraba, aunque decíase que gozaban de buena salud y que no corrían ningún peligro. El Secretario de la Inspección General de Policía, don Pablo Meneses, aseguró que ya había localizado a los asesinos y a los plagiarios y que éstos serían entregados a la justicia. Todo mundo repetía el nombre de los autores intelectuales de estos crímenes y. los nombres de los asesinos de Field Jurado, pero todo mundo, sabiendo que los responsables eran poderosos y sin escrúpulos se abstenía de presentarse como testigo a las autoridades de policía o judiciales.

La prensa anunció que en la noche del 26 de enero partieron para Celaya a conferenciar con el Presidente de la República el diputado Morones y el senador Róbinson.

Ni el procurador Alanís Fuentes ni el gobernador del Distrito don Abel S. Rodríguez chistaban una sola palabra.

Transcurrieron los días faltantes del mes de enero y no fue aprehendida una sola persona. Los asesinos se paseaban libremente haciendo gala de impunidad.

Cuatro días después del plagio de los tres senadores, éstos fueron puestos en libertad. Interrogados, guardaron un prudente silencio. No daban ningún dato sobre los plagiarios, ni sobre el sitio en que estuvieron secuestrados. Trejo fue un poco más expresivo, pues aseguró que los habían tratado muy bien y que les habían obsequiado excelentes puros de alta calidad (1). ¡Casi entonó un himno de agradecimiento para los que lo habían secuestrado!


NOTA

(1) Trejo se volvió fervoroso callista, poco después, y se puso a las órdenes de Róbinson para obstruccionar la aprobación por el Senado del retiro al Ejecutivo de las facultades extraordinarias en el ramo de Hacienda. Trejo continúa ignorando todo lo relacionado con su plagio.

Publicado en El Día, de México, D. F., en la edición del 24 de noviembre de 1935.
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