Índice de La muerte violenta de un Senador artículos periodísticos de Vito alessio RoblesCapítulo undécimoCapítulo decimoterceroBiblioteca Virtual Antorcha

LA MUERTE VIOLENTA DE UN SENADOR

Vito Alessio Robles

CAPÍTULO DUODÉCIMO



ESCARCEOS PARLAMENTARIOS

A pesar de las promesas del Presidente Obregón, contenidas en el mensaje que envió desde Celaya en 25 de enero, en el que protestó solemnemente que todos los medios de que dispongo como encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, serán interpuestos para esclarecer responsabilidades y entregar a la justicia a los responsables y a pesar también de que en el mismo telegrama expresó que el asesinato del senador Field Jurado y el plagio de algunos senadores constituían un baldón para el prestigio de la revolución y de los hombres que estamos obligados a velar por el imperio de nuestras instituciones; a pesar de todo, a pesar también de que el propio Morones y el propio Preve habían ofrecido poner todos los elementos de gue disponían a las órdenes del juez de la causa, el delito permanecía impune y nueve meses después los elementos que dependían del Presidente de la República, los que estaban a las órdenes del senador Abel S. Rodríguez, gobernador del Distrito Federal, los que obedecían al procurador Alanís Fuentes y toda la legión de alguaciles, esbirros y corchetes de la ciudad de México no habían podido hallar el más insignificante rastro de los asesinos y de los plagiarios.

La ocultación del mensaje de Obregón

Cuando ocurrió el asesinato de Field Jurado era presidente de la Cámara de Senadores Tomás A. Róbinson, íntimo amigo y hasta pariente político de Obregón. Era el más acérrimo defensor del caudillo de Celaya y hasta se aseguraba que era el conducto para trasmitir las órdenes y consignas del mismo. Nunca había sido revolucionario, pues en tiempo de Victoriano Huerta perteneció a la defensa social de Alamos, Sonora. El mismo Róbinson, como presidente del Senado, fue el gue mandó llamar a los senadores suplentes, fue quien más se empeñó en completar el quórum para la aprobación de los convenios que emanaron de los tratados de Bucareli, fue quien dispuso todo para que el 23 de enero se arreglara todo para que hubiera sesión de Cámara de Senadores y fue quien con la omnipotencia de que disfrutaba en el Senado gracias al parentesco con Obregón y al hecho de ser presidente de la Comisión de Administración, ocultó el mensaje a que nos hemos referido antes.

En efecto, al telegrama de Obregón no se le dio lectura en las sesiones del período extraordinario celebradas a fines de enero y a principios de febrero. El período ordinario se abrió en 1° de septiembre y hasta el 14 de octubre el telegrama en cuestión permanecío ignorado para la mayoría de los senadores.

Una proposición para que se interpelara a Obregón

Un incidente de la sesión del 15 de octubre de 1924 dio motivo para que yo resucitase el asunto de Field Jurado, de quien nadie hablaba ya. El senador neoleonés Francisco González y González solicitó que se nombrase una comisión de la Cámara de Senadores para que suplicase al Presidente de la República librara sus respetables órdenes, excitando a las autoridades superiores del Estado de Nuevo León para que se aplicara el merecido castigo a los asesinos del coronel José R. Estrada, jefe del Tercer Cuerpo de Gendannería Fiscal, cuya matriz se encontraba en Monterrey.

Alessio Robles pidió que se adicionase la propuesta de González y González, solicitando que la misma comisión inquiriese con el Presidente de la República los resultados de sus gestiones para esclarecer responsabilidades y entregar a los asesinos de Field Jurado a la justicia.

Para fundarla el mismo senador coahuilense pidió que la secretaría leyera el artículo 174 del Reglamento del Congreso que previene la fonna en que la Comisión Permanente debe turnar a la cámara respectiva los documentos recibidos durante el receso y también la lectura del mensaje de Obregón, cuya lectura se había omitido indebidamente. A continuación fundó su propuesta en los términos del mismo mensaje del Presidente de la República, manifestando que el delito constituía un ultraje para el Senado y que la comisión que se nombrase debería interpelar al general Obregón para saber qué resultados han dado las gestiones que él expresa en su mensaje.

Según el Diario de los Debates respectivo, al terminar se escucharon voces de: Muy bien, muy bien.

Escarceos parlamentarios

Puede asegurarse que la proposición de González y González quedó desechada desde el primer instante. Los senadores que tomaron parte en el debate casi no se refirieron a ella y en cambio discutieron desde un principio la adición presentada por Alessio Robles.

El senador veracruzano Victorio E. Góngora se opuso resueltamente a la moción de González y González y manifestó que cuando se hiciera por escrito la proposición relativa al asesinato de Field Jurado, hablaría nuevamente para emitir su opinión.

El senador don Fernando Rodarte, uno de los lugartenientes más allegados y también más honorables de don Luis N. Morones, se opuso resueltamente a la proposición y a la añadidura. Expresó que en las dos se advertía un sentimiento exaltado que no era el que debería presidir los actos de los senadores. Que en ellas no campeaban ni la frialdad ni la sublimidad del ideal y terminó diciendo que el Presidente de la República no necesitaba el aguijón del Senado. Alessio Robles rectificó a Rodarte expresamente que en la adición propuesta no había ninguna exaltación. Agregó que el Senado no había hecho ninguna gestión para que se hiciera justicia; que el Presidente de la República había considerado el asesinato del senador Field Jurado como un baldón para el prestigio de la revolución misma y de las instituciones; que habíamos callado durante ocho meses y que no había nada que pudiera tacharse de indebido en la atenta interpelación que iba a hacérsele al señor Presidente.

Una cacareada frase del senador Juan de Dios Robledo

Se advertía cierta inquietud entre los graves y algunos de ellos ancianos senadores. Se trataba de un caso que ni siquiera ameritaba discusión y en el que estaba de por medio el honor de todos y el triunfo de la justicia; pero los senadores amigos de Obregón y de Morones se cambiaban miradas significativas. Estos no querían aprobar la moción adicionada, pero los conscientes no se atrevían tampoco a impugnarla. Al fin, el más valiente de todos, el senador Juan de Dios Robledo, pidió la palabra para oponerse resueltamente a la proposición de González y González y agregó:

Una cosa, a mi entender más grave, ha surgido en este debate, y es la moción muy bien intencionada y muy sincera, sin duda, del compañero Alessio Robles, que siente, como senador, justa indignación por la muerte del señor Field Jurado ... Como dijo un poeta mexicano y un historiador español, Quintana, crímenes son del tiempo y no de España ... la moción presentada por el senador Alessio Robles, no es de lo más oportuno en esta vez ... Con seguridad, el Ejecutivo Federal, la Procuraduría de Justicia, que es su organismo para estas cuestiones, ha tenido el mismo empeño en indagar sobre el asesinato de Flores Olvera, que sobre el de Field Jurado, porque el asesinato de Field Jurado se atribuyó al Presidente de la República, a su gobierno, y todos recordamos entonces la indignación profunda con que el Presidente de la República rechazo ese cargo; y tenía que indignarse, porque realmente, una de las armas políticas más poderosas que se hubieran podido usar contra él, era el considerado como autor, cómplice o encubridor. De manera que no creo, ni la nación cree, que sea por una razón de conveniencia política por lo que no se ha esclarecido el asesinato de Field Jurado ...

Un enérgico discurso del senador González Garza

El senador González Garza pronunció un enérgico discurso. Después de oponerse a la moción de González y González, agregó:

Pero desgraciadamente se ha tocado aquí algo que a todos nos duele, y es lo relativo al asesinato de uno de nuestros compañeros, que para mengua del senado, ha quedado impune. Si no hubiera de por medio, señores senadores, ese mensaje tan elocuente del señor Presidente de la República enviado desde Celaya, yo también diría que tuviese la proposición del señor Alessio Robles la misma suerte; pero puesto que se ha tratado de un miembro de nuestra Cámara y que hay que velar por la libertad de su funcionamiento, por la integridad de sus miembros, y para evitar que mañana o pasado nos ocurra a cada uno de nosotros una cosa semejante, y puesto que el señor Presidente con toda sinceridad ofreció espontáneamente agotar sus esfuerzos para castigar a los culpables (yo estimo que se expresó con sinceridad al enviar esa condolencia a la Cámara de Senadores), haríamos un honor a sus propios sentimientos de protesta y a sus magníficos deseos de descubrir la verdad, si nosotros colaboramos con él en ese particular. Al mismo tiempo que el señor Presidente hacía esa protesta y daba las promesas más solemnes de que no dejaría piedra sobre piedra para descubrir a los autores del crimen, otro tanto hacían las demás autoridades: las hacía el gobernador del Distrito (lo era el senador don Abel S. Rodríguez), las hacía el Secretario de Gobernación (lo era el licenciado don Enrique Colunga), las hacía el Inspector General de Policía (lo era el general don Pedro J. Almada), las hacía el Procurador General (lo era el licenciado don Angel Alanís Fuentes), y todos a una, convinieron en que aquel crimen era una vergüenza, un baldón para la República; que, en consecuencia, estaba en el decoro de la nación y de nuestras instituciones el que aquel crimen político no quedara impune. Yo entiendo, señores, que los que así protestaron obraron con sinceridad y si así obraron, entonces, nada tiene de impertinente, ni de inapropiado que honremos sus buenas intenciones, procurando que se lleven a cabo esas investigaciones. Pero el que principalmente protestó fue nada menos que el mismo Senado de la República; el Senado de la República no pudo tomar ninguna actitud en esos momentos, porque entiendo que se extinguía el período correspondiente, de tal suerte que hubo de turnarse su protesta a la Comisión Permanente, y ya sabéis que en la Comisión Permanente no se hizo nada y que ha vuelto el asunto a nosotros ... puesto que intervinieron las principales autoridades de la capital de la República en la unánime reprobación del asesinato de Field Jurado y del plagio cometido en las personas de algunos otros compañeros, no sería inoportuno ni impertinente que nosotros, honrando sus buenas intenciones, nos acerquemos al principal funcionario, al señor Presidente de la República, para que tuviese la bondad de informarnos cuál había sido el resultado de los trabajos encaminados a averiguar quiénes fueron esos autores de esos atentados; pero yo también estimo, señores compañeros, lo digo con franqueza, que no es por ahora el momento oportuno de entrar en esas investigaciones. Es de tal trascendencia, es de tal importancia, que no es el momento todavía de ahondar este problema que es sumamente grave y que algún día tendrá que esclarecerse con claridad meridiana; la historia será la que vendrá a descubrir y a colocar a cada uno en el lugar que le correesponde. Por ahora, no estamos todavía en una condición de estabilidad perfecta; están aún actuando los autores de esos atentados; de manera que sería inútil, lo digo con franqueza, cualquier intento para descubrir la verdad.

Publicado en El Día, de México, D. F., en la edición del 18 de diciembre de 1935.
Índice de La muerte violenta de un Senador artículos periodísticos de Vito alessio RoblesCapítulo undécimoCapítulo décimo terceroBiblioteca Virtual Antorcha