Índice de Historia de los indios de la Nueva España de Fray Toribio de BenaventeTratado Tercero - Capítulo IIITratado Tercero - Capítulo VBiblioteca Virtual Antorcha

TRATADO TERCERO



CAPITULO IV


309 De la humildad que los frailes de San Francisco tuvieron en convertir a los indios, y de la paciencia que tuvieron en las adversidades.

310 Fue tanta la humildad y mansa conversación que los frailes menores tuvieron en el tratamiento e inteligencia que con los indios tenían, que con algunas veces en los pueblos de los indios quisiesen entrar o poblar y hacer monasterios, religiosos y frailes de otras órdenes, iban los mismo indios a rogar a el que estaba en lugar de su Majestad, que regía la tierra, que entonces era el señor obispo don Sebastián Ramírez, diciéndole que no les diesen otros frailes sino de los de San Francisco, porque los conocían y amaban, y eran de ellos amados; y como el señor presidente les preguntase la causa por qué querían más aquellos que a otros, respondían los indios: porque éstos andan pobres y descalzos como nosotros, comen de lo que nosotros, asiéntanse entre nosotros, conversan entre nosotros mansamente. Otras veces queriendo dejar algunos pueblos para que entrasen frailes de otras órdenes, venían los indios llorando a decir: que si se iban y los dejaban, que también ellos dejarían sus casas y se irían tras ellos; y de hecho lo hacían y se iban tras los frailes; esto yo lo vi por mis ojos. Y por esta buena humildad que los frailes tenían con los indios, todos los señores de la Audiencia Real les tuvieron mucho miramiento, aunque al principio venían de Castilla indignados contra ellos, y con propósito de los reprender y abatir, porque venían informados que los frailes con soberbia mandaban a los indios y se enseñoreaban de ellos; pero después que vieron lo contrario tomáronles mucha afición, y conocieron haber sido pasión lo que en España de ellos se decía.

311 Algunos trataron y conversaron con personas que pudieran ser parte para les procurar obispados y no lo admitieron; otros fueron elegidos en obispos y venidas las lecciones las renunciaron humildemente excusándose diciendo que no se hallaban suficientes ni dignos para tan alta dignidad, aunque en esto hay diversos pareceres en sí acertaron o no en renunciar: porque para esta nueva tierra y entre esta humilde generación convenía mucho que fueran los obispos como en la primitiva Iglesia, pobres y humildes, que no buscaran rentas, sino ánimas, ni fuera menester llevar tras sí más de su pontificial, y que los indios no vieran obispos regalados, vestidos de camisas delgadas y dormir en sábanas y colchones y vestirse de muelles vestiduras, porque los que tienen ánimas a su cargo han de imitar a Jesucristo en humildad y pobreza, y traer su cruz a cuestas y desear morir en ella; pero como renunciaron simplemente, y por se allegar a la humildad, creo que delante de Dios no serán condenados.

312 Una de las buenas cosas que los frailes tienen en esta tierra es la humildad, porque muchos de los españoles los humillan con injurias y murmuraciones, pues de parte de los indios no tienen de qué tomar vanagloria, porque ellos les exceden en penitencia y en menosprecio. Y así cuando algún fraile de nuevo viene de Castilla, que allá era tenido por muy penitente, y que hacía raya a los otros, venido acá es como río que entra en la mar, porque acá toda la comunidad vive estrechamente y guarda todo lo que se puede guardar; y si miran a los indios, verlos tan paupérrimamente vestidos y descalzos, las camas y moradas en extremo pobres; pues en la comida a el más estrecho penitente exceden, de manera que no hallarán de qué tener vanagloria ninguna; y si se rigen por razón muy menos tendrán soberbia; porque todas las cosas son de Dios, y el que afirma alguna cosa buena ser suya es blasfemia, porque es querer hacerse Dios; pues luego locura es gloriarse el hombre de las cosas ajenas, pues para esperar y recibir los bienes de la gloria que por Cristo no son prometidos, y para sufrir los males y adversidades que a cada paso se ofrecen a los que piadosa y justamente quieren vivir, patientia necesaria est. Esta sufre y lleva la carga de todas la tribulaciones y sufre los golpes de los enemigos sin ser herida el ánima; así como contra los bravos tiros de artillería ponen cosas muelles y blandas en que ejecuten su furia, bien así contra las tentaciones y tribulaciones del demonio y del mundo y de la carne se debe poner la paciencia; que con lo contrario nuestra ánima será presto turbada y rendida. De esta manera ponían los frailes la paciencia por escudo contra las injurias de los españoles; cuando ellos muy indignados decían, que los frailes destruían la tierra en favorecer a los indios, y que algún día se levantarían los indios contra ellos; los frailes para mitigar su ira respondían con paciencia: si nosotros no defendiésemos los indios, ya vosotros no tendríades quién os sirviese. Si nosotros los favorecemos, es para conservarlos, y para que tengáis quién os sirva; y en defenderlos y enseñarlos, a vosotros servimos y vuestras conciencias descargamos; porque cuando de ello os encargasteis, fue con obligación de enseñarlos; y no tenéis otro cuidado, sino que os sirvan y os den cuanto tienen y pueden haber. Pues ya que tiene poco o no nada si los acabásedes ¿quién OS serviría? Y así muchos de los españoles, a lo menos los nobles y los virtuosos, decían y dicen muchas veces: que si no fuera por los frailes de San Francisco, la Nueva España fuera como las Islas, que ni hay indio a quien enseñar la ley de Dios, ni quien sirva a los españoles. Los españoles también se quejaban y murmuraban diciendo mal de los frailes, porque mostraban querer más a los indios que no a ellos, y que los reprendían ásperamente; lo cual era causa que les faltasen muchos con sus limosnas y les tuviesen una cierta manera de aborrecimiento. A esto respondían los frailes diciendo: que siempre habían tenido a los españoles por domésticos de la fe, y que si alguno o algunos de ellos alguna vez tenían alguna necesidad espiritual o corporal, más aína acudían a ellos que no a los indios; mas como los españoles en comparación de los indios son muy pocos y saben bien buscar su remedio, así espiritual como corporal, mejor que los indios, que no tienen otros sino aquellos que han aprendido la lengua; porque los principales y casi todos son de los frailes menores, hay razón que se vuelvan a remediar a los indios que son tantos, y tan necesitados de remedio; y aun con estos no pueden cumplir por ser tantos, es mucha razón que se haga así, pues no costaron menos a Jesucristo las ánimas de estos indios como las de los españoles y romanos, y la ley de Dios obliga a favorecer y a animar a éstos que están con la leche de la fe en los labios, que no a los queja tienen ya tragada con la costumbre.

313 Por la defensión de los indios, y por les procurar algún tiempo en que pudiesen ser enseñados de la doctrina cristiana, y porque no les ocupasen en domingos ni fiestas, y por les procurar moderación en sus tributos, los cuales eran tan grandes que muchos pueblos no los pudieron cumplir vendían a mercaderes renoveros que solía haber entre allos, los hijos de los pobres y las tierras, y como los tributos eran ordinarios, y no bastase para ellos vender lo que tenían, algunos pueblos, casi del todo se despoblaron, y otros se iban despoblando, si no se pusiera remedio a moderar los tributos, lo cual fue causa que los españoles se indignasen tanto contra los frailes, que estuvieron determinados de matar algunos de ellos, que les parecía que por su causa perdían el interés que sacaban de los pobres indios. Y estando por esta causa para dejar los frailes del todo la tierra y volverse a Castilla, Dios que socorre en las mayores tribulaciones y necesidades, no lo consintió, porque siendo la católica Majestad del Emperador don Carlos informado de la verdad, procuró una bula del papa Paulo III, para que de la vieja España viniesen a esta tierra ciento y cincuenta frailes.

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