Índice de Historia de los indios de la Nueva España de Fray Toribio de BenaventeTratado Tercero - Capítulo IITratado Tercero - Capítulo IVBiblioteca Virtual Antorcha

TRATADO TERCERO



CAPITULO III


303 De que no se debe alabar ninguno en esta vida; y de el mucho trabajo en que se vieron (los frailes) hasta quitar a los indios las muchas mujeres que tenían; y cómo se ha gobernado esta tierra después que en ella hay audiencia.

304 Según el consejo del Sabio, no deben ser los hombres loados en esta caduca vida de absoluta alabanza, porque aún navegar en este grande y peligroso mar, y no saben si hallarán vía para tomar el puerto seguro; a aquél se debe con razón loar, que Dios tiene guiado de manera que está ya puesto en salvamento, y ha llegado a el puerto de la salvación, porque a el fin se canta la gloria. Y esto es mi intento, de no loar a ningún vivo en particular, sino decir loores de la buena vida y ejemplo que los frailes menores en esta tierra han tenido; los cuales obedeciendo a Dios salieron de su tierra dejando a sus parientes y a sus padres, dejando las casas y monasterios en que moraban, que todos están apartados de los pueblos, y muchos en las montañas metidos, ocupados en la oración y contemplación, con grande abstinencia y mayor penitencia; y muchos de ellos vinieron con deseo de martirio y lo procuraron mucho tiempo antes, y habían demandado licencia para ir entre infieles, aunque hasta ahora Dios no ha querido que padezcan martirio de sangre. Mas trájolos a esta tierra de Canaán para que le edificasen nuevo altar entre esta gentilidad e infieles y para que multiplicasen y ensanchasen su santo nombre y fe, como parece en mucho capítulos de este libro. De los pueblos y provincias que convirtieron y bautizaron en el principio de la conversión cuando la multitud venía a el bautismo, que eran tantos los que se venían a bautizar, que los sacerdotes bautizantes muchas veces les acontecía no poder levantar el jarro con que bautizaban por tener el brazo cansado, y aunque remudaban, el jarro les cansaba ambos brazos, y de traer el jarro en las manos se les hacían callos y aun llagas. A un fraile aconteció que como hubiese poco que se había rapado la corona y la barba, bautizando en un gran patio a muchos indios, que aún entonces no había iglesias, y el sol ardía tanto que le quemó toda la cabeza y la cara, de tal manera, que mudó los cueros todos de la cabeza y del rostro. En aquel tiempo acontecía a un solo sacerdote bautizar en un día cuatro, y cinco y seis mil; y en Xuchimilco bautizaron en un día dos sacerdotes más de quince mil; el uno ayudó a tiempos y a tiempos descansó éste; bautizó poco más de cinco mil, y el otro que más tuvo tela bautizó más de diez mil por cuenta. Y porque eran muchos los que buscaban el bautismo, visitaban y bautizaban en un día tres y cuatro pueblos, y hacían el oficio muchas veces a el día, y salían los indios a recibirlos y a buscarlos por los caminos y dábanlo muchas rosas y flores y algunas veces les daban cacao, que es una bebida que en esta tierra se usa mucho, en especial en tiempo de calor. Este acatamiento y recibimiento que hacen a los frailes vino de mandado el señor marqués del Valle don Hernando Cortés a los indios; porque desde el principio les mandó que tuviesen mucha reverencia y acatamiento a los sacerdotes, como ellos solían tener a los ministros de sus ídolos, y también hacían entonces recibimientos a los españoles, lo cual ya todos no lo han querido consentir y han mandado a los indios que no lo hagan, y aun con todo esto en algunas partes no basta.

305 Después que los frailes vinieron a esta tierra, dentro de medio año comenzaron a predicar, a las veces por intérprete y otras por escrito; pero después que comenzaron a hablar la lengua predica muy a menudo los domingos y fiestas, y muchas veces entre semana, y en un día iban y andaban muchas parroquias y pueblos; días hay que predican dos y tres veces, y acabado de predicar siempre hay algunos que bautizar. Buscan mil modos y manera para traer a los indios en conocimiento de un solo Dios verdadero; y para apartarlos del error de los ídolos diéronles muchas maneras de doctrina. A el principio para les dar sabor enseñáronles el per signum crucis, el Pater Noster, Ave María, Credo, Salve, todo cantado de un canto muy llano y gracioso. Sacáronles en su propia lengua de Anáhuac los mandamientos en metro y los artículos de la fe, y los sacramentos también cantados; y aún hoy día los cantan en muchas partes de la Nueva España. Asimismo les han predicado en muchas lenguas y sacado doctrinas y sermones. En algunos monasterios se ayuntan dos y tres lenguas diversas; y frailes hay que predican en tres lenguas todas diferentes, y así van discurriendo y enseñando por muchas partes, a donde nunca fue oída ni recibida la palabra de Dios. No tuvieron tampoco poco trabajo en quitar y desarraigar a estos naturales la multitud de las mujeres, la cual cosa era de mucha dificultad, porque se les hacía muy dura cosa dejar la antigua costumbre carnal, y cosa que tanto abraza la sensualidad; para lo cual no bastaban fuerzas ni industrias humanas, sino que el Padre de las misericordias les diese su gracia porque no mirando la honra y parentesco que mediante las mujeres con muchos contraían, y gran favor que alcanzaban, tenían con ellas mucha granjería y quien tejía y hacía mucha ropa y eran muy servidos, porque las mujeres principales llevaban consigo otras criadas. Después de venidos a el matrimonio tuvieron muy gran trabajo y muchos escrúpulos hasta darles la verdadera y legítima mujer, por lo muy arduos y muy nuevos casos y en gran manera intrincados contraimientos que en estas partes se halla. Habían éstos contraído con las hijas de los hombres o del demonio de do procedieron gigantes que son lo enormes y grandes pecados; y no se contentaban con una mujer, porque un pecado llama y trae otro pecado, de que se hace la cadena de muchos labones de pecados con que el demonio los trae encadenados; mas ahora ya todos reciben el matrimonio y ley de Dios, aunque algunas provincias aún no han dejado las mancebas y concubinas todas.

306 El continuo y mayor trabajo que con estos indios se pasó, fue en las confesiones, porque son tan continuas que todo el año es una cuaresma, a cualquiera hora del día y en cualquier lugar, así en las iglesias como en los caminos; y sobre todo son los continuos enfermos; las cuales confesiones son de muy gran trabajo; porque como los agravian las enfermedades, y muchos de ellos unca se confesaron, y la caridad demanda ayudarlos y disponer como quien está in articulo mortis para que vayan en vía de salvación. Muchos de éstos son sordos, otros llagados, que cierto los confesores en esta tierra no tienen de ser delicados ni asquerosos para sufrir esta carga; y muchos días son tantos los enfermos, que los confesores están como Josué rogando a Dios que detenga el sol y alargue el día para que se acaben de confesar los enfermos. Bien creo yo que los que en este trabajo se ejercitaren y perseveraren fielmente, que es género de martirio y delante de Dios muy acepto servicio; porque son éstos como los ángeles que señalan con el tau a los gimientes y dolientes; ¿qué otra cosa es bautizar, desposar, confesar, sino señalar siervos de Dios, para que no sean heridos del ángel percuciente, y los así señalados trabajen de los defender y guardar de los enemigos que no los consuman y acaben?

307 Tiempo fue, y algunos años duró, que los que de oficio debieran defender y conservar los indios, los trataban de tal manera que entraban buenas manadas de esclavos en México, hechos como Dios sabe. Y los tributos de los indios no pequeños, y las obras que sobre todo esto les cargaron, encima no pocas, y los materiales a su costa. Iba la cosa de tal manera (que) como quien se come una manzana, se iban a tragar los indios; pero el pastor de ellos, al cual principalmente pertenecía de oficio, que fue el pritner obispo de México, don fray Juan de Zumárraga, y aquellos de quien al presente hallo, que son escorias y heces del mundo, opusiéronse de tal manera para que no tragasen la manzana sin las mondaduras, y así les amargaron las cortezas; que no se tragaron ni acabaron los indios; porque Dios, que tiene a muchos de estos indios y muchos de sus hijos y nietos predestinados para su gloria, lo remedió, y el Emperador desde que fue informado proveyó de tales personas que desde entonces les va a los indios de bien en mejor.

308 Bien son dignos de perpetua memoria los que tan buen remedio pusieron a esta tierra; éstos fueron el obispo don Sebastián Ramírez, presidente de la Audiencia Real, el cual tuvo singular amor a estos indios y los defendió y conservó sabiamente, y rigió la tierra en mucha paz con los buenos coadjutores que tuvo, los cuales, no menos gracias merecen, que fueron los oidores que con él fueron proveídos; de la cual Audiencia había bien qué decir, y de cómo remediaron esta tierra; que la hallaron con la candela en la mano, que si mucho se tardaran bien la pudieran hacer la sepultura como a las otras islas; más de esto es lo que siento que lo que digo; yo creo que son dignos de gran corona delante del Rey del cielo y del de la tierra también. Y para todo buen aprovechamiento trajo al señor don Antonio de Mendoza, visorrey y gobernador, que ha echado el sello, y en su oficio ha procedido prudentemente, y ha tenido y tiene grande amor a esta patria, conservándola en todo buen regimiento de cristiandad y policía. Los oidores fueron el licenciado Juan de Salmerón, el licenciado Alonso Maldonado, el licenciado Ceynos, el licenciado Quiroga.

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