Indice de La matanza política de Huitzilac de Helia D´Acosta Capítulo décimosexto - Evocación del poeta Capítulo décimoctavo - Los laureles de CaínBiblioteca Virtual Antorcha

LA MATANZA DE HUITZILAC

HELIA D´ACOSTA

CAPÍTULO DÉCIMOSEPTIMO

Obregón y Serrano eran de una misma familia y sin embargo ...


El día dos de octubre de 1975, al leer el periódico Excélsior, encontré una esquela que decía:

In Memorian. La misa y solemnes honras fúnebres que se verificarán mañana viernes, tres de octubre, a las 13 horas, en la capilla del Panteón Francés (Avenida Cuauhtémoc) serán aplicadas por el eterno descanso de los señores: Gral. de División Francisco R. Serrano, Gral. de Brigada Carlos A. Vidal, Gral.Carlos Ariza, Mayor Octavio R. Almada, Capitán Primero Ernesto N. Méndez, Lic. Rafael Martínez de Escobar, Lic. Enrique Monteverde, Lic. Otilio González, Sr. Antonio L. Jáuregui, Sr. Alonso Capetillo, Sr. Augusto Peña, en el cuadragésimoctavo aniversario de sus muertes. Sus familiares agrade-cerán asistir a estos sufragios.

Mi espíritu periodístico y la idea que ya tenía yo de publicar en un libro aquellas entrevistas que realicé en el año de 1947, me llevaron al Panteón Francés el día tres de octubre de 1975.

Pocos parientes quedan ya de aquellos valientes y valiosos jóvenes antirreeleccionistas sacrificados salvajemente en Huitzilac, la noche del tres de octubre de 1927.

La señora Felisa Vargas, viuda del licenciado Rafael Martínez de Escobar, con la cabellera completamente blanca y vestida de negro, iba acompañada de sus hijas Felisa, Dora, Ofelia y Gloria, estuvieron en la misma misa y después visitaron el sepulcro de su esposo y padre. La señora muestra en su rostro las huellas de un gran dolor y viste de luto desde aquel trágico día en que perdió a su esposo. Su pena se acentuó al fallecer su hijo Rafael hace tres años. Acongojada y llorosa me platicó que su esposo era tan brillante orador que le llamaban lengua de plata.

Estuvieron presentes también el señor Jorge Mario Vidal Rojas y Débora Vidal de Castillo, hijos del general Carlos A. Vidal, Una Vidal de Robles y Martha Mila Ochoa Vidal, nietas del militar asesinado en Huitzilac.

Dos hijos del general Francisco Serrano asistieron a los oficios religiosos: Rufino Serrano Méndez y Silvia Serrano de Alvarez del Castillo, y los señores Roberto Jáuregui Serrano y Reynaldo Jáuregui Serrano, sobrinos del general Serrano y hemanos de Antonio Jáuregui Serrano, también sacrificado en Huitzilac.

Los dos señores Jáuregui Serrano, formaron parte del servicio exterior mexicano. Ya reiterados, Roberto vive en Guadalajara, Jalisco, y Reynaldo en la ciudad de México.

Concerté una cita con éste último con el fin de que me platicara sus recuerdos de aquella terrible matanza.

Lo visité en su domicilio de la colonia Condesa y me mostró fotografías facilitándome algunas para ilustrar este libro, así como el Manifiesto a la Nación que el general Serrano publicó el 23 de julio de 1927 como candidato antirreeleccionista a la Presidencia de la República y otros documentos.

Mi primera pregunta al señór Jáuregui Serrano fue ésta:

- Don Reynaldo, ¿quiere usted explicarme cómo se origina su parentezco con el general Serrano?

- Con mucho gusto, Helia. Verá usted, mi madre fue Micaela Serrano Barbeytia, hermana del general Francisco Serrano Barbeytia, y mi padre fue Antonio Jáuregui, que falleció cuando yo tenía cuatro años de edad. Entonces mi tío Pancho se hizo cargo de nosotros hasta el día que lo mataron, por ello le digo que a nadie le puede haber llegado el dolor más hondamente que a mí.

Mataron a mi tío que era como mi padre y a mi hermano mayor Antonio, que tenía 25 años de edad. Fue una tragedia que hasta la fecha la vivimos toda la familia.

- ¿Cómo se enteró usted del asesinato?

- Yo tenía 16 años de edad y estaba estudiando en Berkeley, California, a donde me había enviado mi tío. El quería después mandarme a estudiar a Alemania, pero con su muerte, ya no se realizaron muchos proyectos.

Había estado de vacaciones en esta ciudad de México y apenas tenía tres días de haber regresado a la universidad, cuando me avisaron el asesinato. Regresé inmediatamente a esta ciudad.

- ¿Qué recuerda usted de esos días?

- Los cadáveres de mi tío el general Serrano, de mi hermano Antonio y del capitán Ernesto N. Méndez, ayudante muy leal de mi tío, a quien apodaban Cacama fueron recogidos del Hospital Militar, y llevados a la casa de mi tía Amada Bernal, esposa de mi tío Pancho, en la plaza del Ajusco. Después los llevaron a la casa de mi abuelita, en la casa de la Calle de Cuernavaca ocho, y luego los enterraron en el Panteón Francés, donde usted vio los sepulcros de los tres: al centro, mi tío Pancho, a la derecha, Antonio, mi hermano, y a la izquierda, el Cacama, que era como de la familia.

Mi tío y mi hermano nacieron el mismo día de diferente año: mi tío Pancho nació el 16 de agosto de 1889, y mi hermano Antonio, nació el 16 de agosto de 1902; y los asesinaron el mismo día: tres de octubre de 1927.

- Fíjese, don Reynaldo, que ni en 1947 en que hice los primeros reportajes, y menos ahora, he podido localizar a algún pariente del señor Cacama ¿no tenía familia?

- Que yo sepa, no. En un aniversario llegó a la misa una muchacha y nos dijo que era hija de Cacama, Ernesto Méndez.

- ¿De dónde era él?

- Si supimos, se nos olvidó.

- Cuando lo mataron, ¿no se presentó alguien de su familia?

- No. Por eso, ya vio usted que lo sepultamos al lado de mi tío y de mi hermano. El era parte integrante de nuestra familia.

Parientes y compadres

- Cuénteme más, sobre esa tragedia, don Reynaldo ...

- No sé, si está usted enterada, Helia, de que yo tengo primos carnales, que son sobrinos carnales de Alvaro Obregón y sobrinos carnales de mi tío, el general Serrano.

- ¡Cómo! ¡Y siendo parientes, y además, compadres, Obregón y Serrano, se dice que aquél lo mandó matar! A ver, platíqueme, ¿cómo es ese parentesco?

- Humberto Obregón, hermano mayor de Alvaro Obregón, contrajo matrimonio con mi tía Amelia Serrano, hermana del general Francisco R. Serrano. Aquí, a cinco cuadras de mi casa, vive Lamberto Obregón Serrano, hijo de ellos dos.

- Yo no sabía eso, y creo que muchas personas lo ignoran.

- Humberto Obregón, hijo del general Alvaro Obregón y yo, siempre tuvimos por norma, jamás hablar de lo del general Obregón y el general Serrano, porque, lé repito, Helia, es una misma familia. Humberto murió hace dos años y pico. Como un año antes de que falleciera me dijo:

- Oye, Reynaldo, yo te quiero platicar algo de mi padre ...
- Acuérdate, Humberto, que hace muchos años, quedamos en que no hablaríamos de ese tema.
- Pero es necesario que tú sepas esto que te voy a platicar. Cuando mataron a Pancho (tú sabes que yo lo quería mucho, y él a mí), llegaron a mi casa, en la avenida Jalisco, que ahora se llama avenida Alvaro Obregón, Carolina de Saracho y otras señoras, en nombre de mi tía Arriada Bernal de Serrano, a pedirle a mi padre, el general Obregón, que les ayudara para recuperar los cuerpos del general Serrano, de Antonio y de Cacama, porque en el Hospital Militar no se los querían entregar. Mi padre era muy madrugador, tenía por costumbre leer el periódico muy temprano. Cuando un ayudante me avisó que allí estaban esas señoras, bajé a verlas, y me dijeron:
- Venimos de parte de Amadita, a pedirle a Alvaro, esto. Subí a ver a mi padre y le dije:
- viene Carolina de Saracho y otras señoras a pedirte esto.
- ¿Por qué me vienen a mí, a pedir cadáveres que yo no debo? Después de unos momentos, reaccionó y me dijo:
- Comunícame al Hospital Militar
.

Marqué el teléfono y me contestó un coronel, y le dije:
- Habla Humberto Obregón, hijo del general Obregón. Dice mi padre que le suplica entregue a las señoras los cadáveres del general Serrano, de Antonio Jáuregui Serrano y del capitán Ernesto Noriega Méndez.
- Dígale usted al señor general Obregón, que lo siento mucho, pero que tengo órdenes del señor general Calles, presidente de la República, de entregar los cadáveres solamente con una orden de él
.

Entonces mi padre -que muy rara vez se alteraba- tomó la bocina y dijo:
- Oiga, coronel, habla el general Alvaro Obregón. Le ordeno a usted que entregue los cadáveres.

No sé qué le diría el coronel, porque mi padre muy alterado, agregó:
- Ya le dije a usted que habla el general Obregón, es una orden terminante que usted debe ejecutar inmediatamente.

Así fue como entregaron los cadáveres a las señoras.

Los crímenes políticos jamás se esclarecen en México

- Es importante esto que le platicó el hijo del general Obregón. Dicen que el día cuatro de octubre de 1927, a la una de la tarde, fue el sepelio. Que no dejaron ni que los velaran los parientes. ¿Es cierto eso, don Reynaldo?

- Sí. Así fue. Festinaron todo porque se estaba congregando mucha gente, y temían que hubiera algún problema.

- También se dice que antes de llevar a los muertos al Hospital Militar, los llevaron al Castillo de Chapultepec, en donde estaban Calles, Obregón, el general José Alvarez, Joaquín Amaro y otros militares. ¿Qué sabe usted de eso?

- Que es verdad. Que al llegar de Cuernavaca, los llevaron a Chapultepec, y que el presidente Calles, al informarle Claudio Fox, que sus órdenes estaban cumplidas, le dijo:
- Traiga aquí a Serrano.

Claudio Fox, muy sorprendido, agregó:
- Señor presidente, están cumplidas sus órdenes.
- Ya ló sé. Tráigame al general Serrano aquí.
- Señor, es que están muertos
, le contestó Fox. Y que entonces fue cuando intervino Obregón.

- Todas esas versiones, don Reynaldo, complican más el esclarecimiento de esos hechos. No se sabe si la orden de asesinarlos la dio Calles u Obregón.

- Así es, Helia. Se dice que la orden escrita de Calles era en el sentido de que los aprehendieran y los trajeran a la ciudad de México, y que Obregón agregó que los fusilaran en el camino. Eso dicen, pero ya sabe usted que los crímenes políticos, jamás se esclarecen en nuestro país. Ojalá y algún día se publiquen los archivos de Calles y de Obregón para conocer la verdad. Usted, Helia, debía promover eso.

- ¿Usted cree que van a permitir que se conozca la verdad? Aunque esos archivos se dieran a conocer, los mismos parientes o cómplices, destruirían los documentos comprometedores, las pruebas de sus crímenes. Lo lamentable es que cuando se escribe la historia, los historiadores se tienen que basar en la documentación que exista, pero si no hay documentos, o lo que exista da una versión parcial, la verdad nunca se conocerá.

¿Y el archivo del general Serrano, dónde está?

- Una amiga de mi tío Pancho lo tenía, y lo vendió en ocho mil dólares a dos periódicos de Estados Unidos: La Prensa, de San Antonio Texas, y La Opinión de Los Angeles, California.

- Por esos malos mexicanos, en los Estados Unidos tienen más documentos de nuestro pasado histórico que nosotros mismos. Según lo que usted me ha platicado, don Reynaldo, Obregón y Serrano eran cuñados y además compadres.

- Una misma familia.

- ¿Y por qué se convirtieron en enemigos?

- Por la ambición de poder que tenía Obregón.

Como le decía a usted, Helia, yo estaba estudiando en Estados Unidos, y vine de vacaciones el mes de mayo de 1927, y fui a Huatabampo, donde vivía la familia. Una tarde de ese mes, cuando llegué a casa, le pregunté a mi madre:
- ¿Dónde está mi tío Pancho?
- Fue a ver a Alvaro
.

Recuerdo muy bien que cuando regresó mi tío, mi madre le preguntó:
- ¿Cómo te fue?
- Muy mal
, contestó mi tío sonriendo.

Y es que Obregón no lo recibió.

Mi tío quería platicar con él, con toda franqueza. Eso determinó el distanciamiento definitivo entre Obregón y Serrano. Entonces, toda la familia nos venimos con mi tío a vivir a la ciudad de México. Por cierto, cuando en Culiacán llegamos a la casa de mi tío Manuel Esquér, escuché una conversación entre él y mi tío Pancho:

- Oye, Pancho, ¿tienes confianza en Juan Domínguez?
- Es incondicional mío. Es un elemento identificado conmigo
.

- Ese Juan Domínguez era compadre del general Serrano y Jefe de Operaciones Militares en el Estado de Morelos, y traicionó a su amigo y compadre.

Como resultado de mis investigaciones sobre ese sangriento episodio de la vida de nuestros políticos mexicanos, me he dado cuenta de que el general Serrano, como todo hombre bueno, generoso y leal, era muy confiado y creía en la amistad y en la lealtad, y eso lo llevó a la tumba. ¿ Recuerda usted, don Reynaldo, que el general Serrano le salvó la vida a Obregón cuando en Chihuahua lo iba a fusilar Francisco Villa?

- Es justa su apreciación Helia. Mi tío era muy confiado y creía en la amistad, pero muchos le fallaron y lo traicionaron.

El Manifiesto de Serrano

Don Reynaldo Jáuregui Serrano, me muestra varias fotografías y un pequeño folleto con el Manifiesto a la Nación que publicó el general Serrano como candidato antirreeleccionista a la Presidencia de la República.

Me explica:

- Este manifiesto lo publicó mi tío el 23 de julio de 1927. Cuando llegó Obregón a esta ciudad de México, el día 24 del mismo mes, se encontró todas las paredes tapizadas con él.

Ese manifiesto, que es un programa de gobierno en síntesis, analiza el problema obrero, la situación agraria, el saneamiento de las zonas tropicales, la protección a la ciudad capital, el petróleo, la instrucción pública, la libertad religiosa, la libertad de pensamiento y de imprenta, las relaciones con los poderes de la unión y los gobiernos de los Estados, la política exterior y el ejército, la armada y los serVicios aéreos.

En una parte de su mensaje al pueblo de México, el general Serrano, expresa ideas que siguen siendo actuales cuando dice:

Ahuyentaré el odio. No quiero la presencia de grupos exclusivistas que destilen rencpr y envidia fratricida. No son fuertes los hombres que predican el exterminio perpetuo y la guerra inextingible; no vienen de Caín las figuras que la humanidad venera; son fuertes los que traen mensajes de amor y de concordia, y la hoguera mexicana demanda con urgencia y angustia el rocío refrescante de la armonía y la tolerancia. De la intranquilidad constante, de las riñas fratricidas, de la anarquía latente, de todos los sufrimientos que engendra el odio, el gobernante de buena voluntad puede trasmutarlos en sosiego y armoniosa cooperación por la rectitud en la justicia. En esta orientación se encuentra el secreto de la verdadera redención nacional.

Entre las fotografías que me muestra don Reynaldo, me llama la atención una de un hermosísimo caballo.

- ¿Y este caballo?

- Era de mi tío, el general Serrano, lo encargó a Arabia, era de pura sangre. Lo tenía en su rancho La Chicharra; en la foto se ve una parte del casco de la hacienda.

- ¿Y qué pasó con ese caballo?

- Cuando asesinaron a mi tío, el general Joaquín Amaro, lo robó de la hacienda y lo regaló al general Calles. Un año después de la matanza, cuando regresamos de Estados Unidos, fuimos a ver al licenciado Emilio Portes Gil, que era presidente de la República. y entre los comentarios que se hicieron sobre aquellos acontecimientos, le dijimos que se habían robado el coche de mi tío, el del general Vidal y el de mi hermano Antonio, y que de La Chicharra se habían llevado el caballo de mi tío.

- ¿Y qué les dijo el presidente Portes Gil?

- Que el caballo se lo regaló Joaquín Amaro al general Plutarco Elías Calles. Así nos lo dijo el Presidente de la República.

- Así que no sólo criminales, sino también ladrones fueron esos dizque revolucionarios.

- Así es, y hasta les erigen monumentos. Los monumentos se deben hacer en función de que haya un clamor popular, una corriente fuerte que lo justifique. Pero ya ve usted, el monumento a Obregón lo hizo Aarón Sáenz cuando era jefe del Departamento Central, como gratitud al que fue su jefe. Eso no tiene ningún mérito. Es como si yo, porque quise mucho a mi mamá, le levanto un monumento en una plaza pública.

(Entrevista con el señor Reynaldo Jáuregui Serrano, sobrino del general Francisco R. Serrano, el 13 de noviembre de 1975)
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