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LA MATANZA DE HUITZILAC

HELIA D´ACOSTA

CAPÍTULO DÉCIMOSEXTO

Evocación del poeta


Cuando en 1947 publiqué los reportajes que forman este libro, el escritor Héctor González Morales, hermano del licenciado Otilio González, desde Saltillo, Coahuila, donde vivía, me envió una carta que se publica en otra parte de esta obra. Actualmente, en 1975, vive en la ciudad de México y somos amigos. Fui a platicar con él para conocer su impresión sobre aquél suceso sangriento en el que perdió la vida su hermano Otilio.

Héctor es un señor muy culto y b!en educado. Alto de estatura, esbelto, tez palida, mirada profunda e inteligente y voz bien modulada y de hermoso acento. Vive en la Colonia Roma, rodeado de objetos de arte: candiles, pinturas, esculturas y libros, muchos libros.

- Dime Héctor, aunque eras muy pequeño cuando ocurrió la sangrienta matanza de Huitzilac, ¿tienes algún recuerdo?

- Sí Helia. Era muy niño, pero lo recuerdo perfectamente. En aquellos años, vivíamos temporalmente en Concepción del Oro, donde mi padre tenía negocios. El cuatro de octubre de 1927, mis padres se preparaban para asistir a una fiesta en la gran hacienda de Margaritas. Mi hermana Gudelia, estaba desanimada, no quería ir. Tenía un presagio. Llegó un telegrama de México que me tocó recibir siendo el más pequeño de la familia. Por indiscreción o por presentimiento, lo abrí. Lo firmaba don José Chávez, esposo de una cuñada de Otilio mi hermano. Y aunque lo leí una sola vez, y ha pasado una larga vida, voy a decirte el texto de ese telegrama:

Con profundo dolor, participamos fallecimiento de su hijo Otilio.

Lo puse en las manos de mi padre. Vi que la cara se le hizo larga y se le puso verde. Desde ese momento, mi casa fue un manicomio. Mi madre sufría desmayos constantes, tres doctores no podían hacerla vivir. Mi hermana gritaba como una fiera' acosada. (Porque eran los tiempos en que se lloraba. Ahora no se llora. Ahora hay mucho control emocional).

No sabíamos si Otilio había muerto en una riña, si en un accidente de tránsito. No sabíamos nada.

Recibimos ese telegrama cuando mi hermano ya estaba debajo de tierra, puesto que sepultaron a todos a las 13 horas del día 4 de octubre de 1927.

El señor González, se emociona, contrae los labios en un rictus de dolor y sus ojos se nublan.

Continúa:

- Llegaron cerca de 100 personas de toda la República a ese pequeño poblado, todos vestidos de negro. Enrique, mi hermano mayor, casado con inglesa, radicaba en Los Angeles, California. Desesperado telefoneaba, porque los periódicos decían que mi madre haoía muerto al conocer la noticia. Mi cuñada, Carmen Bueno de González, esposa de Otilio, estaba pasando unos días con su madre en San Luis Potosí, para después ir a vivir con nosotros, porque habían desmontado su casa para Otilio dedicarse a la campaña presidencial del general Serrano.

Tú sabes que él era el orador oficial de la campaña. En repetidas ocasiones, Obregón le envió emisarios a proponerle el puesto de orador de su campaña. Pero Otilio había empeñado su palabra con Serrano.

- Se dice que fue un orador muy brillante.

- Así era. Su último discurso que pronunció en Puebla, en la campaña de Serrano, fue sensacional. Todos los periódicos de Estados Unidos lo reprodujeron. Los periódicos de esa época decían que estuvo lloviendo y la gente no se movía por escuchar a Otilio. Luego salió el sol quemante, y la gente no se movía. Han dicho que tenía magnetismo.

El virus de la política

- ¿Cómo siendo abogado y poeta, y persona romántica y sensible por lo que se capta en su poesía, se unió a los políticos, cuando todos sabemos que la política es cosa sucia y corrompida?

-Cuando Otilio volvió del exilio en Cuba. durante la revuelta delahuertista, hizo promesa de no mezclarse más en política, pero desgraciadamente tenía ya ese virus y los amigos lo encaminaron a eso que lo llevó a la muerte.

- Otilio obtuvo un premio literario en Cuba, ¿verdad?

- Sí Helia. Hubo un certamen literario para premiar un canto a la mujer cubana, y Otilio, con un simple soneto obtuvo el premio. El soneto se titula Eres cubana, un cáliz. En el principal teatro de La Habana fue coronado con laureles.

- ¿Fue casado Otilio?

- Sí. Contrajo matrimonio en Houston, Texas, estando en el exilio. La madre de mi cuñada llevó a la hija y a la doncella de la hija, para que casara con el poeta en Texas, en donde estuvieron un tiempo, posteriormente se fueron a La Habana, y cuando se acercaba ya el día de que naciera el hijo, la mandó por barco a México. El seguía en el exilio. Posteriormente, tenía la urgencia de conocer a su hijo, y pactaron que su esposa le pusiera un cablegrama con un motivo muy grande para verse precisado a regresar a México. Entonces. estando mi madre perfectamente bien de salud, le avisaron que estaba enferma. Se vino por barco, y al llegar a Veracruz, no le permitían pisar su país, porque Calles lo prohibió. Los periódicos publicaron que el poeta no podía pisar su patria y que estaba custodiado como si fuera un asesino. Se hicieron gestiones, y al fin, Calles dio permiso para que estuviera 30 días en el país por la gravedad de su señora madre. Al estar acá, Otilio se movilizó, hizo nuevas gestiones, y uno de los yernos de Calles, el señor Torreblanca, fue el que más presionó para que le permitieran quedarse.

- ¿Vive la esposa de Otilio?

- Sí Helia. Vive en esta ciudad de México.

- ¿Y su hijo?

- También vive aquí. Es aviador, casó con una muchacha alemana, tiene dos hijos hermosísimos. El mayorcito se llama Claudio y la niña se llama Laura.

- ¿Claudio? ¡Pero si Claudio Fox fue uno de los asesinos y el más sanguinario, segun dicen!

- Verás, Helia. Otilio tenía la ilusión de la paternidad. Cuando embarazó a su esposa, él, personalmente mandó con las monjas a marcar la ropa para ese hijo, y pidió que le pusieran una letra C.Si ese hijo era varón, le llamaría Claudio y si mujercita, Cristela. Pero a pesar de que Claudio era un nombre que le apasionaba y que fue utilizado en los personajes de sus novelas cortas y de sus cuentos, el destino cambió las cosas. Al perder mi sobrino a su padre en esa forma tan terrible, fue registrado de nuevo por la madre poniéndole el nombre de Otilio, tanto por llevar el nombre de su padre, como por la circunstancia especial de que Claudio Fox fue uno de los que intervinieron en la matanza de Huitzilac.

- Otilio era abogado ...

- Sí. Tuvo un examen brillantísimo. Puso varios bufetes, pero su vocación más bien, era el arte, escribía poemas, declamaba, cantaba muy hermoso.

Se ha dicho mucho que los asesinaron en esa forma tan cruel porque estaban preparando una rebelión, porque en alguna forma estos caudillos descarados que hemos padecido tratan de lavarse las manos como Pilatos. Puedo decirte, porque estoy enterado y ha pasado el tiempo, que ese grupo de amigos, iba a celebrar a la hacienda La Chicharra el onomástico del general Serrano, que se llamaba Francisco, el cuatro de octubre. Ya se habían ido todos, y mi hermano se demoró. Fue a alcanzarlos a Cuernavaca hasta que consiguió un trío de cancioneros para que amenizaran la fiesta del general Serrano.

También es de hacer notar, que en ese grupo iban los dos generales Peralta, y los licenciados Rafael Martínez de Escobar y Francisco J. Santamaría, que eran partidarios del general Arnulfo R. Gómez, también candidato antirreeleccionista a la Presidencia de la República. El licenciado Santamaría, escribió un libro que se titula La tragedia de Cuernavaca en 1927, y Mi escapatoria célebre, y en él afirma que era partidario del general Gómez.

Entre ese grupo había gente muy bohemia. Te he dicho que mi hermano cantaba muy hermosó y recitaba como los ángeles. Así que la rebelión que imaginaban esos miserables caudillos: eran las canciones, la armonía y la alegría de ese grupo que iba a celebrar el santo del amigo.

Despúés de 49 años de efectuada esa matanza, aún no se sabe quién dio la orden de matarlos, si Obregón o Calles. Se dice que Calles dio la orden escrita a Claudio Fox, en la que decía que trajeran a los prisioneros a la ciudad de México. Que antes de que saliera Fox, se la quitó Obregón, y en la misma máquina de escribir, agregó la palabra: muertos.

Esas son las versiones: que al dar Calles la orden de aprehensión, el manco la alteró agregando: ejecútense en el camino. Se dice que Calles quería que los trajeran a México para amedrentarlos, para que se quitaran de enmedio, para que no estorbaran a Obregón. Yo me inclino a creer que a quien se debe esa matanza espantosa, es al miserable Obregón. También es ya un poco histórico, que cuando ya en la madrugada, subieron los cadáveres a Chapultepec, donde estaban nerviosos, fumando, los dos asesinos, al llegar Claudio Fox le dijo a Obregón que sus órdenes estaban cumplidas. Al primero que le mostraron, fue al general Serrano, que al verlo con la cara hecha pedazos, exclamó:

- ¡Carajo, compadre, qué feo te dejaron!

Obregón y Serrano eran amigos desde niños, y además, parientes políticos y compadres, pero ante la ambición y la sed de poder, no le importaron esos vínculos.

Obregón esperaba llegar a la silla de nuevo, y tener todo el poder en sus manos, pero Toral, venturosamente, lo hizo que se cayera de boca en La Bombilla (1).

Siendo yo muy joven, y estando en una ocasión en Monterrey, me presentaron al doctor Garza Rocha. Se sorprendió al saber que soy hermano de Otilio González, y me platicó que estando él en París, cuando esos sangrientos sucesos, la prensa francesa, publicó grandes titulares que decían:

Los crímenes de Huitzilac, son una mancha de sangre, que México nunca podrá borrar.

(Entrevista con el escritor Héctor González, hermano del licenciado Otilio González, asesinado en Huitzilac)



Notas

(1) Sobre el atentado en el restaurante la Bombilla en el que perdiera la vida Alvaro Obregón, la noticia que se difundió a los cuatro vientos señalaba que León Toral, un fanático católico, había sido el ejecutor de aquel magnicidio. Sin embargo, los resultados de la necropsia del cadáver de Alvaro Obregón reflejaron la existencia de varias balas de diverso calibre alojadas en su cuerpo, por lo que ese magnicidio fue obra de varias personas y no sólo de León Toral. Por supuesto que todo esto en su momento se oculto. Nota de Omar Cortés.
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